Antisemitismo, pasado y presente - Moisés Kijak - E-Book

Antisemitismo, pasado y presente E-Book

Moisés Kijak

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El antisemitismo tiene raíces profundas que se extienden hasta nuestros días. Y, a pesar de las muchas teorías que buscan entender su existencia y su continuidad en el tiempo, siguen asombrando los aspectos de la naturaleza humana (oscuros todos ellos) de los que nace y en los que se fundamenta.   Antisemitismo, pasado y presente: el legado de Freud es el producto del trabajo que han realizado Susana Rogers y Moisés Kijak a fin de indagar en esta temática. Sus investigaciones y las consultas en algunos campos afines al psicoanálisis (como la historia, la arqueología y la literatura) han resultado en una exploración minuciosa de la materia desde diversos puntos de vista; por ejemplo, a la luz de la vida de Freud, quien investigó el antisemitismo y cuya carrera personal se vio obstaculizada por el hecho de ser judío.  La obra no solo es una invitación a desentrañar las raíces del antisemitismo; también lo es a comprender aquellos aspectos cruciales sobre la condición humana y la persistencia de este fenómeno. En tiempos en los que el antisemitismo ha resurgido con inusitada fuerza, este trabajo es de lectura obligada para aquellos que buscan comprender, cuestionar y reflexionar sobre un tema que sigue socavando los pilares de la sociedad.

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Antisemitismo, pasado y presente

Antisemitismo, pasado y presente

El legado de Freud

Moisés KijakSusan Rogers

Kijak, Moisés

Antisemitismo, pasado y presente : el legado de Freud / Moisés Kijak ; Susan H. Rogers. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Tercero en Discordia, 2024.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga

ISBN 978-631-6540-84-3

1. Judaísmo. 2. Historia de las Religiones. I. Rogers, Susan H. II. Título.

CDD 296.09

Foto de la autora: Kevin Carrell Footer

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito del editor.

ISBN 978-631-6540-84-3

Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723.

Dedicatoria

Moisés:

A mi querida esposa Malke, que tanto me ayudó en la tarea, y a mis queridos hijos Leivik y Sholem y sus queridas familias.

Susan:

A mi amado esposo Víctor, que me apoya incondicionalmente, a mis queridos hijos e hijos políticos María Eugenia, Enrique Iván y Jane, Ana, Laura y Mariana, y a mis adorados nietos Iván, Oliver, Hannah, y Ezra: con la esperanza de sanar las heridas de nuestros antepasados.

Buenos Aires, 24 de octubre de 2023

Estimada Susan Rogers:

Nos dirigimos a Ud. a fin de responder a su solicitud de autorización para publicar artículos de su autoría y del Dr. Moisés Kijak:

Kijak, Moisés. “Lecturas y destinos de lecturas”. En Revista de Psicoanálisis. Vol. 47, N.o 1 (1990) pp. 69-83.

Funtowicz, S. y Kijak, Moisés. “El síndrome del sobreviviente de situación extrema; definiciones, dificultades, hipótesis”. En Revista de Psicoanálisis. Vol. 37, N.o 6 (1980). pp. 1275-1288.

Kijak, Moisés. “El bastón de caña rota, 1938: Freud y sus circunstancias”. En Revista de Psicoanálisis. Vol. 49, N.o 5-6 (1992). pp. 855-869.

Kijak, Moisés. “Junto a los ríos de Austria. 1898: Freud y sus circunstancias”. En Revista de Psicoanálisis. Vol. 52, N.o 1 (1995). pp. 169-187.

Kijak, Moisés. “Sigmund Freud y su identificación con Rabí Johanan ben Zakkai”. En Revista de Psicoanálisis. Vol. 53, N.o 3 (1996). pp. 765-780.

Kijak, Moisés. “Freud en Muggia: los fantasmas de la migración forzada”. En Revista de Psicoanálisis. Vol. 54, N.o 1 (1997). pp. 15-30.

Kijak, Moisés. “El sentimiento de identidad en los sobrevivientes de los campos de exterminio y en sus hijos”. En Revista de Psicoanálisis. Vol. 55, N.o 3 (1998). Pp. 585-597.

Kijak, Moisés. “Freud y el proceso Halsmann”. En Revista de Psicoanálisis. Vol. 61, N.o 2 (2004). pp. 531-546.

Kijak, Moisés. “Efectos persistentes de los traumas sociales en las nuevas generaciones: cambios en la imagen ética del hombre”. En Revista de Psicoanálisis. Vol. 62, N.o 2 (2005). pp. 407-423.

Kijak, Moisés. “Raptan a un niño: Freud y su ‘complejo romano’”. En Revista de Psicoanálisis. Vol. 63, N.o 2 (2006). pp. 325-334.

Kijak, Moisés. “Freud hacia el exilio: temores, esperanzas y decepciones”. En Revista de Psicoanálisis. Vol. 65, N.o 2 (2008). pp. 189-202.

Rogers, Susan Hale. “¿A qué Londres llegó Freud?”. En Revista de Psicoanálisis. Vol. 65, N.o 2 (2008). pp. 203-213.

Kijak, Moisés. “Sigmund Freud, cronista de su época: la carta al editor de Time and Tide”. En Revista de Psicoanálisis. Vol. 69, N.o 4 (2012). pp. 889-898.

Es grato comunicarle que prestamos nuestra conformidad para que disponga del trabajo para su publicación, con las formalidades de mencionar la fuente original de cada publicación; es decir, el volumen, año y número de la Revista de Psicoanálisis a la cual pertenece.

Cordialmente,

Lic. Alejandra Vertzner Marucco

Directora

Comité Editor de la Revista de Psicoanálisis

Índice

Prólogo

Parte I: Algunos antecedentes históricos del antisemitismo

Capítulo 1

A un siglo del Proceso Beilis - Moisés Kijak

El Proceso Beilis

Sobre el crimen ritual

Las circunstancias históricas

Intento de explicación

A modo de conclusión

Referencias bibliográfícas

Capítulo 2

Filicidio, parricidio, y antisemitismo en El Mercader de Venecia - Susan Rogers

El antisemitismo: el contexto histórico

El filicidio

El parricidio

Reflexiones

Referencias bibliográficas

Capítulo 3

Dra. Sabina Spielrein: el mito al servicio del memoricidio - Susan Rogers

Introducción

La historia de Sabina Spielrein

Los hechos documentados

El memoricidio

La lucha sigue

Referencias bibliográficas

Parte II: El antisemitismo en la vida y la obra de Sigmund Freud

Capítulo 4

Los enigmas de Moisés y la religión monoteísta - Susan Rogers

Una obra enigmática

Una hipótesis sobre las raíces del conflicto de Freud

El sacrificio ineludible

Un diálogo imaginario entre el doctor Rosenvasser y Freud

Una segunda hipótesis sobre el magnicidio de Freud

Referencias bibliográficas

Capítulo 5

La Viena de Sigmund Freud - Moisés Kijak

Introducción

Los judíos de Viena

Reacciones contra el antisemitismo

Las circunstancias históricas

Freud y la política exterior británica

De la declaración de Lord Balfour al “White Paper”

Los temores de Freud

Epílogo

Referencias bibliográficas

Capítulo 6

Raptan a un niño. Freud y su “complejo romano” - Moisés Kijak

Introducción

El “complejo romano”

“Mi hijo, el miope”

El “análogo suceso” en la infancia de Freud

El secuestro de Edgardo Mortara

Conclusiones

Referencias bibliográficas

Capítulo 7

Junto a los ríos de Austria, 1898: Freud y sus circunstancias - Moisés Kijak

Introducción y propósitos

El sueño

Sobre guetos viejos y nuevos

Sobre la cuestión judía

Acordándonos de Sión

Una patria para los hijos

Reflexiones finales

Referencias bibliográficas

Capítulo 8

Rompiendo ídolos con Freud- Susan Rogers

Introducción

¿Por qué una segunda esposa?

El mito de Moisés

La función del mito

Las dificultades de la historia

Especulaciones

Referencias bibliográficas

Capítulo 9

Freud en Muggia. Los fantasmas de la migración forzada- Moisés Kijak

Introducción

Sobre la inscripción en el Municipio de Muggia

Freud y las migraciones

Manchester, tierra de promisión

Conclusiones

Referencias bibliográficas

Capítulo 10

“El bastón de caña rota”. 1938: Freud y sus circunstancias- Moisés Kijak

Introducción

Dos prefacios para dos ciudades

Una enigmática cita

Freud y la política exterior británica

De la declaración de Lord Balfour al “White Paper”

Los temores de Freud

Epílogo

Capítulo 11

Freud hacia el exilio. Temores, esperanzas y decepciones- Moisés Kijak

Los “tiempos miserables”

El “viejo Jacob”

El “Judío eterno”

Su hija Anna y su misión

Decepciones

Referencias bibliográficas

Capítulo 12

¿A qué Londres llegó Freud en 1938? - Susan Rogers

El contexto más amplio de la situación de Freud en Londres

La situación social inglesa durante la Segunda Guerra Mundial

Algunos antecedentes históricos

La xenofobia y sus mecanismos: El Mercader de Venecia

La ambivalencia edípica

La escalada de la violencia y algunos tipos de homicidio

El refugiado judío en Londres

Referencias bibliográficas

Capítulo 13

Freud y el proceso Halsmann- Moisés Kijak

Comentario del Dr. Marcos Aguinis

Introducción y propósitos

Detalles significativos

El caso Halsmann

Las circunstancias sociales en Austria

Halsmann después de la liberación

El texto de Freud dentro del contexto general

Un manto de olvido

Notas

Referencias bibliográficas

Capítulo 14

Sigmund Freud, cronista de su época- Moisés Kijak

La Conferencia de Evian

La postura de Freud frente al antisemitismo

Notas

Referencias bibliográficas

Capítulo 15

Freud analiza la cultura: trama y sentido del malestar - Susan Rogers

Introducción

Freud contra los nazis

Actuar para sobrevivir

La cuestión de la culpa

La palabra científica

La ciencia analiza la religión

Conclusiones

Referencias bibliográficas

Parte III: Las consecuencias en las víctimas del antisemitismo

Capítulo 16

El sentimiento de identidad en los sobrevivientes de los campos de exterminio y sus hijos- Moisés Kijak

Introducción

El sentimiento de identidad en los sobrevivientes

El sentimiento de identidad del sobreviviente

Relación de los sobrevivientes con sus hijos

Resumiendo

Referencias bibliográficas

Capítulo 17

Efectos persistentes de los traumas sociales en las nuevas eneraciones. Cambios en la imagen ética del hombre- Moisés Kijak

Introducción y propósitos

La persecución nazi

La humanidad después de Auschwitz

Referencias bibliográficas

Capítulo 18

El síndrome del sobreviviente: definiciones, dificultades, hipótesis - Silvio Funtowicz y Moisés Kijak

Prólogo

Introducción

El síndrome del sobreviviente de situación extrema

La situación extrema

Descripción del síndrome

El síndrome del sobreviviente de situación extrema

Dificultades en el estudio de estos pacientes

Psicogénesis del síndrome del sobreviviente de situación extrema

Referencias bibliográficas

Parte IV: Freud y su judaísmo

Capítulo 19

Lecturas y destinos de lecturas. Freud: lector de la Biblia- Moisés Kijak

David llora la muerte de sus seres queridos

El acto fallido de Freud

Reflexiones a modo de síntesis

Resumen

Referencias bibliográficas

Capítulo 20

El laicismo de Sigmund Freud - Moisés Kijak

Referencias bibliográficas

Capítulo 21

Sigmund Freud y su identificación con Rabí Johanan ben Zakkai - Moisés Kijak

Introducción

Freud y algunos de sus modelos de identificación

La situación en Austria, antes y después de la anexión

Posición de Freud frente al momento histórico

Rabí Johanan ben Zakkai y su época: historia y leyenda

Referencias bibliográficas

Prólogo

El antisemitismo es un tema inagotable. A pesar de las numerosas teorías sobre la existencia y persistencia de este fenómeno, sigue provocando asombro por poner en evidencia ciertos rasgos de la condición humana que preferiríamos obviar: la envidia, la indiferencia al sufrimiento ajeno, la furia individual y grupal, la crueldad extrema, y otros. También resulta difícil entender por qué las personas que se identifican como judíos siguen sufriendo los ataques que resultan de este tipo particular de prejuicio. Un pueblo reconocido mundialmente como admirable, “el pueblo del Libro”, genera de por sí odios obstinados e irracionales.

Cuando Freud, un judío de Viena, vislumbró la posibilidad de desarrollar un movimiento psicoanalítico, le preocupó el peligro de que el psicoanálisis fuera rechazado por ser una “ciencia de judíos”. Ya su carrera personal como médico se veía obstaculizada por el hecho de ser judío.

En sus artículos sobre la psicología social, investigó el antisemitismo junto con otros fenómenos de masa. Se ocupó de leer los libros de los expertos de su época en varios campos, notablemente la antropología social, en busca de respuestas a sus preguntas. En el prefacio a Tótem y Tabú (1913), recomendaba la “cooperación ocasional” entre la antropología social, la filología, el folklore y el psicoanálisis.

En este mismo artículo, introdujo el mito de la horda primitiva, un mito creado por él, proponiéndolo como el origen y base de las religiones en general. Al hacer el recorrido histórico, describe el cristianismo como la religión del hijo, una etapa más de esa vertiente del desarrollo de la sociedad. Retoma esta creación mítica en su última gran obra, Moisés y la religión monoteísta (1938).

El presente libro refleja nuestras consultas en algunos campos afines al psicoanálisis, por ejemplo, la historia, la arqueología, y la literatura. Además, nuestras investigaciones nos han llevado a indagar en el antisemitismo desde múltiples puntos de vista. Como ejemplo, a la luz de la vida de Freud, inextricablemente vinculada con su obra. Para ello, hemos estudiado algunos de sus escritos dentro del contexto emocional y sociopolítico de su biografía. Encontramos que Freud le dedicó una cantidad apreciable de atención, directa e indirectamente, al tema del antisemitismo.

Recién en 1939 y desde la seguridad de Londres, pudo comunicarle al mundo su teoría completa sobre el origen del judaísmo y del cristianismo, sin temor a las represalias. Hemos presentado nuestras ideas sobre los motivos que lo indujeron a crear esta teoría en particular.

Invitamos, a quien nos lee, a recorrer los extensos laberintos del antisemitismo desde la antigüedad hasta las generaciones post-Shoah. Esperamos echar luz sobre algunos puntos que consideramos importantes y, tal vez, llevarlos a ustedes a formular nuevas preguntas.

Moisés Kijak y Susan Rogers

Parte I

Algunos antecedentes históricos del antisemitismo

Capítulo 1

A un siglo del Proceso Beilis

Dr. Moisés Kijak

El Proceso Beilis

Aún hoy en día se acusa a los judíos de haber cometido crímenes con fines rituales. Dicha acusación sigue vigente tanto en su versión original, para utilizar la sangre de cristianos para fabricar la matza (el pan ázimo), como en variantes apenas alejadas de su versión primitiva. Dentro de las innumerables acusaciones de este tipo que se hicieron hasta ahora, el Proceso Beilis ocupa un lugar privilegiado: fue el último proceso por acusación de crimen ritual en la Rusia Zarista, en Kiev, entre los años 1911-1913, escenificado oficialmente por la justicia rusa.

Mendl Beilis, un empleado de la fábrica de ladrillos Zaitsev, en un suburbio de Kiev, fue acusado de haber asesinado con fines rituales a Andrei Yushchinsky, un niño cristiano de 13 años, cuyo cuerpo, con múltiples heridas de cuchillo, fue hallado en una cueva, el 20 de marzo de 1911, en la vecindad de la fábrica de ladrillos.

Las primeras pericias médicas constataron que se trataba de un simple crimen. El jefe de la policía criminal, Nikolay Krasovsky, y el investigador jurídico Fenenko afirmaron que Andrei Yushchinsky había sido asesinado por una banda de ladrones profesionales, cuya jefa era Vera Cheberyak. Estos sospechaban que el niño los había delatado a la policía. A la misma conclusión había llegado la investigación realizada por el periodista ruso Brazil Bruschkovsky, y esta fue ratificada por una serie de testigos durante el proceso.

Pero las organizaciones de extrema derecha, como la Federación del Pueblo Ruso, también llamadas “Centurias Negras”, y otras, se aferraron al caso Yushchinsky para escenificar una acusación de crimen ritual. Comenzaron una campaña difamatoria contra los judíos en la prensa, y la fracción derechista en la Duma presentó una interpelación, afirmando que los judíos habían asesinado a Yushchinsky para utilizar su sangre. El gobierno rápidamente se puso de su lado, y el Ministro de Justicia Scheglovitov designó como investigadores a sus agentes de extrema derecha.

El 22 de julio de 1911, Mendel Beilis fue arrestado y luego fue oficialmente acusado de haber cometido dicho crimen. Durante los dos años y medio de su confinamiento, la prensa monarquista (como Narodnaia Volia (‘La voluntad del pueblo’) y otras publicaciones) desencadenaron una campaña antisemita y un llamado casi explícito a realizar pogroms.

La acusación contra Beilis desató tremendas protestas contra el gobierno zarista, tanto en la misma Rusia como en el resto del mundo, no solo entre los círculos radicales y liberales, sino también entre algunos monárquicos (como, por ejemplo, el diario Kielvanin y su redactor Schulgin). Por iniciativa de Maxim Gorky, Vladimir Korolenko, Alexander Blok, Alexander Kuprin, Vladimir Vernadsky, Mykhailo Hrushevsky, Pavel Milyukov, Alexander Koni y otros, se emitió una enérgica protesta, a la cual se adhirieron prestigiosos escritores, científicos y activistas políticos, contra la acusación de que los judíos hubieran cometido un crimen ritual (“A la Sociedad Rusa”), a fines de 1911. Una especial conmoción despertó el proceso en el mundo judío, y 813 rabinos elevaron una condena contra esta nueva acusación.

Se desarrolló también, en el extranjero, en los diferentes círculos de intelectuales y políticos, un gran movimiento, en el cual participaron desde el líder socialista francés Jean Jaurès hasta el dirigente conservador inglés y Primer Ministro Andrew Bonar Law. En Francia, entre los que firmaron la protesta, se encontraba Anatole France y muchos otros. En Alemania, lo hicieron Gerhart Hauptmann, Franz Brentano, Friedrich Delitzsch, y otros.

Una serie de prominentes teólogos en Europa, entre los que se encontraba el ProfesorHermann Strack, gran conocedor del Talmud, demostraron, en diferentes escritos, la falsedad de la leyenda del crimen ritual. En Estados Unidos, 74 prominentes sacerdotes, representantes de todas las iglesias cristianas, se dirigieron en octubre de 1912 al Zar con una petición, para que anulara la absurda acusación contra los judíos.

El juicio contra Mendel Beilis comenzó el 25 de septiembre de 1913 en el Juzgado de Kiev, y se prolongó durante 34 días. El Gobierno ni siquiera ocultó que dicho juicio había sido organizado por este mismo con la finalidad de demostrar la veracidad de las diabólicas costumbres atribuidas a los judíos. El ministro Scheglovitov, desde San Petesburgo, dictaba las directivas al fiscal Vipper.

Como acusadores civiles, presentaron al dirigente de la Federación del Pueblo Ruso, el diputado Zamislovsky, y el abogado Schmakov, ambos conocidos antisemitas. Del mismo bando declararon también los expertos oficiales: el psiquiatra de Kiev, Profesor Iván A. Sikorsky, y el Profesor Dmitry K. Kosorotov. Y, como experto religioso, el cura católico Justinas Pranaitis, de Tashkent, bien conocido por su libro antisemita El Talmud desenmascarado (1892). Este sostenía que “[…] los viejos tratados judíos recomiendan a estos el uso de sangre cristiana”. Especialmente escogidos fueron los doce miembros del jurado, entre los cuales no se encontraba ningún intelectual, y siete eran miembros de las “centurias negras”.

Beilis estuvo representado por los más reconocidos juristas de Moscú, San Petesburgo y Kiev: Vasily Maklakov, Oscar Gruzenberg, N. Karabchevsky, A. (Sasha) Zarudny, y D. Grigorovitch-Barsky. Los prominentes semitólogos rusos, los profesores Troitskij, Kokovtzov y Tijomirov, hablaron en apoyo a la defensa, elogiando los valores judíos. También se unieron a la defensa de Beilis, durante el juicio, los conocidos psiquiatras rusos Pavlov, Bechterev, Kadian y Karpinsky. El profesor del Seminario Teológico de Kiev, Alexander Glagolev, afamado filósofo cristiano ortodoxo, afirmó: “la Ley de Moisés prohíbe derramar sangre humana y el uso en general de cualquier tipo de sangre en los alimentos”. El reconocido y respetado Rabino de Moscu, Yakov Mazeh, en un largo y detallado discurso, citando pasajes de la Torah, del Talmud y de muchos otros textos, demolió los testimonios de la acusación de los supuestos expertos. Demostró que Justinas Pranaitis era incapaz de entender siquiera una sola página del Talmud.

El 28 de octubre de 1913, dio a conocer al jurado su veredicto; declaró que Mendel Beilis era inocente en lo que al asesinato de Andrei Yushchinsky se refería, aunque sostuvieron que el crimen sí tenía un carácter ritual. La liberación de Beilis fue considerada por todos, incluso por los grupos de derecha, como un gran fracaso del Gobierno zarista.

Exactamente como lo fue el Proceso Dreyfus en Francia, también el Proceso Beilis fue un proceso orquestado por un gobierno, y la sentencia a favor del acusado fue un golpe moral para el Gobierno y para la reacción monárquica.

Mendel Beilis, inmediatamente después de su liberación, emigró a Palestina, entonces una provincia del Imperio turco, donde permaneció durante ocho años. Luego se radicó en los Estados Unidos, donde falleció en 1934, a los 61 años.

Como testimonio de sus años de detención, dejó escrito su libro Di geshikhte fun mayne laydn (‘La historia de mis sufrimientos’). (New York, 1925)

El escritor Bernard Malamud publicó, en 1966, The Fixer, una historia novelada del juicio a Beilis, que mereció el Premio Pulitzer. Fue llevada en 1968 al cine, con Alan Bates como primer actor.

Sobre el crimen ritual

El Universo y la estupidez humana, no tienen límites,aunque lo dudo respecto del Universo.

Albert Einstein

Con este nombre se designa un conjunto de acusaciones, basadas en fabricadas mentiras, destinadas a intensificar creencias populares respecto de la supuesta proclividad asesina de los judíos y su avidez por la sangre de los cristianos, basada en la concepción de que ellos odian a estos últimos, y al resto de la humanidad en general. Se acusa a los judíos de asesinar a no judíos, especialmente cristianos, con el objeto de utilizar su sangre para la confección de las matzot (‘panes ázimos’) para la festividad de Pesaj y para otros rituales. Se basa también en la idea delirante de que los judíos no son seres humanos, y de que necesitan esta sangre para aparentar ser como los demás. Junto con la profanación de las hostias y el envenenamiento de los pozos de agua, la acusación de crimen ritual fue la causa de numerosos juicios y matanzas, desde la Edad Media hasta nuestros días. El origen de dicha creencia se remonta a tiempos inmemoriales y se vincula con la convicción de que la sangre posee poderes mágicos.

Aun en la época de la dominación griega se culpaba a los judíos de dichas prácticas. Fue Filón de Alejandría, a principios de nuestra era, quien refutó, en su obra Contra Apionem,dicha acusación hecha por el pensador grecoegipcio Apion. También los cristianos, en los primeros siglos de su existencia, fueron víctimas de dicha acusación.

Las historias sobre supuesto crímenes rituales se originaron en Inglaterra. La primera de la que se tiene registro es la de William de Norwich, en 1114. Este sufrió una feroz persecución. Dicha acusación se repitió, también en Inglaterra, en 1225. Se cuenta que la supuesta víctima, conocida desde entonces como Saint Hugh de Lincoln, fue crucificada, y después de su muerte, su cuerpo fue removido de la cruz y acostado sobre una mesa. Su abdomen fue abierto y sus entrañas fueron removidas para algún oculto propósito, tal como una adivinación ritual. 19 judíos, acusados del supuesto crimen ritual, fueron ejecutados. Ambos niños fueron canonizados.

Por lo general, dicha acusación obedece el siguiente patrón: un niño, generalmente un varón que aún no ha alcanzado la pubertad, es secuestrado o a veces comprado y conducido a un lugar oculto (generalmente, la vivienda de un miembro prominente de la comunidad judía, una sinagoga, un sótano, etc.), donde se lo mantendrá oculto hasta el momento de su sacrificio. La organización de este incluye la participación de judíos de distintos lugares y la preparación de instrumentos de tortura y de ejecución.

Los sacrificios, según las leyendas, se llevaban a cabo generalmente de noche. Se formaba un tribunal, y al niño, generalmente desnudo, atado y amordazado, se lo condenaba a muerte. Durante este juicio se suponía que se le infligirían una serie de torturas (generalmente las que la Inquisición usaba en la realidad), acompañadas de mutilaciones, golpes de todo tipo, insultos y burlas. Finalmente, se lo ataba o se lo clavaba a una cruz. Cuando esta se erigía, se aceptaba que la sangre que manaba de las heridas sería recogida en recipientes. Finalmente el niño perecería por un arma punzante, que le atravesaría el corazón. Distintos serían los usos del cuerpo. Generalmente se usaría con fines mágicos. Mientras que en las primeras historias el énfasis estaba puesto en el asesinato del niño, en las siguientes se centraban en la obtención de la sangre con fines rituales.

De las numerosas acusaciones seguidas de juicios, solo citaré la de Simón de Trento, un niño de dos años, canonizado en 1588 por el Papa Sixto V. Entre los supuestos victimarios, quince fueron quemados vivos en la pira. Transcribo la opinión del historiador Perednik:

El Jueves Santo, un niño llamado “Simón” desapareció, y al poco tiempo su cadáver fue encontrado al lado de la casa del jefe de la comunidad israelita. Todos los judíos, hombres, mujeres y niños fueron arrestados. Diecisiete de ellos fueron sometidos a torturas durante quince días, después de los cuales terminaron por “confesar”. Uno de los judíos murió debido a los tormentos, seis fueron quemados en la hoguera, y a los dos que aceptaron convertirse se los estranguló. Al principio, el Papa Sixto IV detuvo los procedimientos judiciales, pero en 1478 su bula Facit nos pietas aprobó el juicio. La propiedad de los judíos ejecutados fue confiscada y, a partir de entonces, los judíos tuvieron prohibida la residencia en Trento (hasta el siglo xviii, tenían aún prohibido el paso por la ciudad). El niño Simón fue beatificado.

http://neguevandme.blogspot.com/2008_09_01_archive.html

Su estatus de santo fue abolido en 1965 por el Papa Pablo VI, durante el Concilio Vaticano Segundo, y los supuestos hechos fueron declarados como una leyenda.

Los Cuentos de Canterbury es una colección de relatos escritos al final del siglo xiv por Geoffrey Chaucer. Uno de estos, “El relato de la prioresa”, se refiere a un niño de siete años, criado por su madre viuda, con la finalidad de reverenciar a la Virgen María. Cada día que iba a la escuela, atravesando la calle de los judíos, cantaba el himno Alma Redemptoris Mater. Los judíos no toleraron eso, y decidieron asesinarlo. Una vez cometido el crimen, escondieron su cuerpo. Su madre encontró sus restos, que comenzaron milagrosamente a cantar Alma Redemptoris Mater, lo que siguió haciendo durante su velorio. Los judíos fueron condenados a ser arrastrados por caballos salvajes y luego ahorcados. El relato de la prioresa finaliza mencionando a San Hugh de Lincoln, otro niño supuestamente asesinado por los judíos con fines rituales.

De los juicios más recientes, uno que conmocionó al mundo fue el que se refiere a un cura católico, el padre Thomas,

Frecuentemente los Papas y grandes autoridades eclesiásticas consideraban falsas dichas acusaciones. A pesar de ello, la creencia estaba tan arraigada que llevaba a las masas a ejecutar horribles masacres. Queda, como gran interrogante, por qué tales acusaciones aparecieron precisamente en el siglo xii y se mantuvieron desde esa época hasta la actualidad. En el próximo apartado me ocuparé de ello.

Las circunstancias históricas

Es imposible comprender el porqué de la reaparición con tanta frecuencia de la acusación de crimen ritual contra los judíos, y las terribles matanzas que acompañaban a dichas acusaciones, sin acudir a la ayuda de todos los elementos que las ciencias del hombre pueden brindarnos. El estudio de los múltiples factores políticos, económicos, sociales, psicológicos etc., nos ayudarán a compenetrarnos en las causas que hicieron posible que dichas delirantes acusaciones aparecieran con tal intensidad y asiduidad en el siglo xii y se mantuviesen hasta el día de hoy.

En los párrafos siguientes solo me ocuparé de las circunstancias históricas que precedieron a los libelos de sangre, aunque reitero que no fueron las únicas causas.

El rechazo a los grupos minoritarios nacionales, étnicos, políticos, de clase o de cualquier otra naturaleza, a quienes se los considera diferentes a la compacta mayoría, siempre han existido, siguen vigentes, y siempre los perseguidores han fabricado argumentos para justificar dichas conductas agresivas. La intensidad y características de dicho rechazo varían de acuerdo a diversas circunstancias. Y no es una causa, sino un conjunto de estas las que concurren en la aparición y mantenimiento de dicho repudio. Se puede, a grandes rasgos, sostener que este último sigue una escala ascendente que comienza con el hablar mal de dicho grupo, pasando por su aislamiento, la segregación, la agresión física, hasta llegar a la expulsión y/o su eliminación parcial o total.

La acusación de que los judíos cometen crímenes rituales tiene muchos antecedentes, basados en creencias de tipo religioso (“El pueblo deicida”, acusación que recién el Vaticano levantó en el año 1965), motivos económicos, políticos (los judíos serían tanto peligrosos comunistas como ávidos capitalistas) o enteramente fantaseados (“Los judíos quieren dominar al mundo”, argumento central de Los Protocolos de los Sabios de Sión). No es mi intención adentrarme en el estudio de dichas causas, ya que desbordarían los límites de mi trabajo. Pero quiero referirme especialmente a una de estas, que a mi entender jugó un papel importantísimo en el resurgimiento e intensificación de la creencia respecto de la avidez de los judíos por la sangre de los cristianos. Es por ello que me extenderé en uno de los capítulos más terribles de la historia del Pueblo Judío: las Cruzadas.

Con el nombre de Cruzados se denomina a los cristianos que se unieron a los movimientos que desde fines del siglo xi tenían como finalidad la de dirigirse a Tierra Santa y liberar el Santo Sepulcro, a Jerusalén y a todo el país de manos de los mahometanos. Fueron cinco las Cruzadas, aunque con ese nombre también se denominan otros movimientos. En la historia judía se recuerdan las Cruzadas como las persecuciones y masacres más horrendas que el pueblo sufrió.

La primera Cruzada comenzó su marcha en el norte de Francia, en 1096. Además de los Caballeros organizados, se unieron masas populares, fanatizadas de tal manera que, antes de llegar a Tierra Santa, se propusieron exterminar a los supuestos enemigos internos del cristianismo, es decir, a los judíos, a pesar de que el Emperador Henry IV, príncipes y obispos, explícitamente habían prohibido dañar a los judíos bajo la amenaza de excomunión y de penas incluso peores. Estas masas atacaron todas las ciudades del norte de Francia, Alsacia, el oeste de Alemania, especialmente a las comunidades de Spayer, Worms, Maguncia, Colonia, Regensburg, Praga y otras poblaciones. Tuvieron lugar las terribles matanzas conocidas en la tradición judía como las “Gzeyrot TaTNaV” (4856, según el calendario judío), que se extendieron, prácticamente, a todas las poblaciones a orillas del Rhin. Muchos condes y obispos quisieron salvar a los judíos, pero las turbas también asaltaron las fortalezas donde los judíos trataban de ser protegidos. La mayor parte de las víctimas se negaron a convertirse al cristianismo, por lo que perecieron “santificando el Nombre de Dios” (Al Kidush Hashem). En Tréberis, algunos judíos aceptaron el bautismo para salvar sus vidas, pero luego volvieron todos al judaísmo.

Se calcula que, durante dichas masacres, perecieron 50.000 judíos. Muchas plegarias y lamentaciones que desde entonces se recitan en fechas especiales (el 9 de Av, por ejemplo), fueron escritas en esa época, recordando a los mártires.

Cuando el Emperador Henry IV, que en ese momento se encontraba en Italia, volvió a Alemania, lamentó las matanzas, y ordenó que todo judío que se había convertido forzadamente y quisiera volver a sus orígenes podía hacerlo.

A estas matanzas realizadas por los Cruzados en Europa, hay que sumarles las que realizaron en Tierra Santa, especialmente en Jerusalén, donde se calcula que 20.000 judíos fueron masacrados. Los que se congregaron en las sinagogas fueron quemados vivos.

La Segunda Cruzada (1146) también ocasionó miles de víctimas.

La Tercera Cruzada comenzó en el año 1190. En el transcurso de esta, las primeras víctimas fueron los judíos de Inglaterra, especialmente los de Lynn, Norwich y Stamford. En York, toda la población se refugió en la Torre Clifford, una de las fortificaciones de la ciudad. Los antisemitas aislaron a los judíos durante 10 días hasta preparar el ataque, y estos prefirieron suicidarse en masa junto con su Rabino Yom Tov ben Itsjak, antes de caer en manos de los perseguidores.

También la así llamada “Cruzada de los Pastores” (1320) tuvo resultados funestos para los judíos de Francia.

Las matanzas de los Cruzados tuvieron un efecto permanente terrible sobre la vida de los judíos. Grandes comunidades fueron enteramente aniquiladas. Los sobrevivientes quedaron sometidos bajo la “protección” del Rey y de los duques pero, en realidad, permanecieron, durante el transcurso de la Edad Media, en un estado de desprotección casi total. La vida judía en Alemania quedó muy limitada. El norte de Francia y la Alemania occidental, que hasta entonces eran el centro del judaísmo, perdieron su importancia. Los judíos comenzaron a emigrar a los países eslavos, especialmente a Polonia, que con el tiempo se transformó en el centro del judaísmo.

La que más sufrió los terribles efectos de las Cruzadas fue la comunidad de la Tierra de Israel, que existía desde tiempos remotos. Los cruzados aniquilaron totalmente dicha comunidad. De aquella época provienen diversos rituales, entre estos la incorporación de la plegaria “Av Harajamim” (‘Padre Misericordioso’), incorporada al Sidur (‘Ritual de Oraciones’), en la cual se honra a los mártires. Además, se escribieron diversas crónicas que relatan lo sucedido.

Intento de explicación

Volvamos a estos dos grandes interrogantes: ¿por qué tales acusaciones aparecieron con tal intensidad y asiduidad en el siglo xii? ¿y por qué se mantuvieron, se propagaron y se incrementaron hasta la actualidad?

Si bien el antisemitismo se remonta (al igual que todo odio contra los grupos diferentes al mayoritario dominante) desde la época en que los judíos eran una minoría dominada, sin embargo, toma características especiales a partir del siglo xii, marcando, en su intensidad y en sus características, un antes y un después. Muchas pueden ser las causas, pero es imposible encontrar una respuesta apropiada sin tener en cuenta los efectos psicológicos que las masacres perpetradas por los Cruzados tuvieron inconscientemente sobre los victimarios y sus descendientes. Quien mejor responde a estos interrogantes es Marcos Aguinis, en su artículo “El judío y lo siniestro”(Aguinis, M., 1987). Este opina que las horribles matanzas generaron, en las masas asesinas y en los que aprobaban dichos horrores, la fantasía respecto del “[…] peligro, la amenaza, con el miedo a la retaliación […]” de las víctimas. Según este autor, la convicción de que las víctimas y los sobrevivientes se vengarían con la misma saña con la que ellos habían cometido los horribles crímenes llevó a crear la imagen demonizada del judío, al cual “[…] cuanto más se lo aplasta, más crece la sensación de peligro y amenaza que representa, ya que, para que el espíritu de los muertos no se vengue a través de ellos, hay que liquidar a los judíos aún vivos”.

La proyección es un mecanismo de defensa inconsciente, que lleva a atribuir al otro aspectos indeseados de uno mismo. Dicha proyección se da a nivel tanto individual como grupal. Al calificar a los judíos como ávidos de sangre inocente, no hacen más que proyectar en ellos no solo los horribles crímenes cometidos contra inocentes judíos, sino que esa imagen demoníaca del judío (recuérdese a Shylock, ávido por la libra de carne, o las caricaturas que muestran a los judíos, con cuernos y con cola, mientras están realizando sus supuestos crímenes) justifica e incita a repetir las matanzas. Estas últimas se justifican como una defensa contra la reencarnación de Satanás.

Se define la idea delirante como una idea equivocada, inmutable, ya que resiste todo esclarecimiento, y que condiciona la conducta. La delirante idea de que las víctimas necesitan y se proponen utilizar sangre cristiana intensifica aún más la preexistente imagen del judío como un monstruo ávido de sangre, ansioso de infligir la mayor cantidad de daños y humillaciones a los cristianos. Dicha convicción es el motor que impulsa y justifica la persecución de los judíos y, finalmente, su aniquilamiento, dando por sentado, inconscientemente, que las víctimas quieren vengarse por toda la sangre de ellos que se ha derramado.

Así lo entendieron los pensadores judíos de la Edad Media: “Ustedes nos acusan de tan infame crimen, para tener justificativos para seguir derramando a raudales nuestra propia sangre” (Sefer Nitzajon Yashan, siglo xiii).

El asesinato de judíos, seguido de un temor inconsciente a que estos, transformados en demonios, se vengaran necesitando sangre cristiana (que a su vez lleva a perseguir y asesinar a dichos demonios) no es un simple círculo vicioso. La imagen satánica de los judíos, que se puede observar en la fachada de antiguas catedrales, se acrecienta y actúa como un factor contaminante que incrementa en otros el antisemitismo latente y que, en el mejor de los casos, lleva a adoptar una postura pasiva y cómplice en otros grupos humanos, que observan dicha persecución y responden con indiferencia o justificando dichas persecuciones. Es el famoso “Por algo será” o “Algo habrán hecho”. La otra postura cómplice es la de negar la existencia de tales persecuciones. Valga como ejemplo vigente en la actualidad las cada vez más frecuentes declaraciones de estadistas o pseudohistoriadores que niegan el Holocausto.

De más está decir que el aparato de propaganda puesto en marcha por los perseguidores, y que por desgracia es muy exitoso, lleva a un aislamiento de las víctimas, lo que incrementa aún más su estado de indefensión. Es lo que sucedía con la sistemática oposición a prestar ayuda a las víctimas del nazismo, desde el rechazo a aumentar la cuota de inmigración de los judíos que aún podrían haberse salvado hasta la negativa a bombardear las líneas férreas que condujeron a centenares de miles a los campos de exterminio.

A modo de conclusión

En un modesto cementerio de Kiev, no lejos de Babi Yar, el tristemente famoso sitio donde, el 29 y 30 de septiembre de 1941, los nazis, en un simple operativo, asesinaron a 33.771 judíos, se encuentra, muy bien conservada, la tumba de Andrei Yushchinsky.

Se ha construido sobre esta un techo de madera, el cual se mantiene bien pintado. Después de la caída de la Unión Soviética, una nueva inscripción se le ha añadido: “Andrei Yushchinsky, asesinado en 1911 por los judíos, con fines rituales”. Para muchos sigue siendo un lugar de peregrinaje, ya que Yushchinsky sigue siendo considerado un santo por muchos cristianos ortodoxos.(Anshel Pfeffer, The Jewish Chronicle, 18 de diciembre de 2008. Londres).

Si bien el de Beilis ha sido el último juicio, no por ello ha sido la última inculpación. Los nazis utilizaron la acusación de crimen ritual al servicio de su propaganda antisemita. Ellos revivieron viejas acusaciones e instituyeron juicios en los territorios bajo su control: en Memel, en 1936; en Bambergm en 1937; y en Velhartice, Bohemia, en 1940. El 1 de mayo de 1934, el periódico Der Stuermer, dirigido por Julius Streicher, publicó un número especial ilustrado dedicado al libelo de sangre, en el cual participaron científicos alemanes que se pusieron abiertamente al servicio del nazismo.

A un año de la finalización de la Segunda Guerra Mundial, tuvo lugar el pogrom de Kielce, en Polonia. Este fue producto de un salvaje estallido de violencia contra la comunidad judía de dicha ciudad, que consistía en un pequeño grupo de sobrevivientes del Holocausto congregados en una casa comunal. El 4 de julio de 1946, una turba de gente del pueblo y de funcionarios de la República Popular de Polonia, siguiendo una falsa acusación de un supuesto secuestro de un niño cristiano (Henryk Błaszczyk), la cual incluía que este delito tenía como finalidad cometer un crimen ritual, atacaron durante todo el día a dichos judíos, y asesinaron a 40 de ellos. La Corte Polaca juzgó a un grupo de los victimarios y condenó a muerte a nueve de ellos.

No fue el único de los pogroms llevados a cabo en la Polonia de posguerra, pero fue el que más conmocionó a los sobrevivientes del Holocausto, y los impulsó a abandonar la tierra donde sus antepasados habían vivido durante un milenio.

Nuestro medio tampoco está libre de acusaciones de crimen ritual. Como ejemplo transcribo la siguiente noticia aparecida en Internet:

Alfredo Guereño, quien fue segundo de Alejandro Biondini y que, según la organización, habría sido secuestrado el 9 de julio de 1987 (día de la fiesta hebrea llamada Seida-Amaphesmeias) por un comando judío que lo torturó, le cercenó un brazo y arrojó su cuerpo por el hueco de un ascensor desde un noveno piso. Fue un crimen ritual judío. Al cuerpo le habían sacado toda la sangre y, pocos días después, el Obelisco apareció manchado con sangre en su cúspide; es decir, los judíos circuncidaron el Obelisco.

Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Partido_Nuevo_Triunfo

Una versión actual, modernizada, pero que fácilmente deja traslucir su origen, es la noticia aparecida en un diario en Ucrania, que con ligeras variantes se repite con frecuencia, y cuyo contenido inculpa a los israelíes o al Ejército de Israel. Transcribo el artículo publicado por la periodista Lily Galili, en el diario Haaretz, de Tel Aviv, el 27 de mayo de 2010:

Académico ucraniano: Israel importó 25.000 niños para utilizar sus órganos.

Los judíos e Israel se han transformado en un argumento mayor ante las próximas elecciones presidenciales en Ucrania.

Israel cosecha órganos en Ucrania, y otras historias antisemitas antiisraelíes, aparecen en diversos espacios de la Web en Ucrania, acusando a Israel de haber llevado a 25.000 niños a su país en los dos últimos años, para utilizar sus órganos.

La acusación, que ha sido hecha por un profesor de filosofía y escritor, en una conferencia pseudoacadémica en Kiev realizada hace 5 días, es la más reciente expresión de una ola antisemita en este país. Aparece unos meses después que un tabloide sueco alegó que soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel mataron a civiles palestinos para aprovechar sus órganos.

Los judíos, Israel, y el antisemitismo se han transformado en motivos mayores en la campaña presidencial en Ucrania. Algunos dirigentes hacen declaraciones antisemitas y otros las condenan. Algunos candidatos, incluyendo a un judío y otro a quien sus rivales lo acusan de ser judío, acusan a un tercer rival (el Primer Ministro Yulia Tymoshenko) de utilizar el antisemitismo en la campaña.

“El sistema político de Ucrania es una parodia de la democracia”, ha dicho el Rabino principal de Rusia, Berel Lazar”.

En tiempos modernos, el gran pensador Ahad Ha-Am (Asher Hirsh Ginsberg) encontró “cierto consuelo” en la acusación de crimen ritual, porque puede servir como una defensa espiritual contra la influencia negativa en la autoestima frente al consenso general hostil:

Esta acusación es el único caso en el cual la aceptación de una idea respecto de nosotros mismos no nos hace dudar de que todo el mundo puede estar equivocado y nosotros tener la razón, ya que está basada en una mentira absoluta, y que ni siquiera puede ser sostenida como una inferencia partiendo de un hecho particular y generalizándolo. Cada judío, que ha sido criado entre judío conoce como un hecho irrefutable, que no existe ni un solo individuo que beba sangre humana con fines religiosos… Que el mundo diga lo que quiera sobre nuestra inferioridad moral: nosotros sabemos que sus ideas se apoyan en una lógica vulgar, y no tiene ninguna base real científica… Pero ustedes preguntan: “¿Es posible que todos estén equivocados y los judíos estén en lo cierto?”. Sí, es posible: la acusación de crimen ritual prueba que es posible. Aquí, ven ustedes, los judíos tienen razón y son enteramente inocentes.

Referencias bibliográfícas

Ahad Ha’Am (1962). Selected Essays of Ahad Ha’Am. Nueva York. Atheneum, pp. 203-4.

Encyclopedia Judaica. T. 4. Jerusalén. Keter. Pág. 1128.

Capítulo 2

Filicidio, parricidio, y antisemitismoen El Mercader de Venecia

Susan Rogers

El antisemitismo: el contexto histórico

El antisemitismo ha encontrado, en el curso de su larga historia, muchos mitos y excusas para justificar su existencia, persistencia y expansión. En Europa, a partir de las atrocidades genocidas cometidas por los Cruzados de la Segunda Cruzada durante su larga campaña desde Inglaterra hasta Jerusalén, el odio del cristiano ha retratado al judío según la proyección de lo que rechaza en sí mismo: el odio asesino. Al igual que los crímenes que cercenaban la vida de pueblos enteros de judíos, es un odio sin límites, sin razones y sin piedad. Mucho se ha escrito sobre este flagelo, ya que la proyección, como fenómeno de masas, puede llegar a un nivel horroroso de criminalidad y de crueldad, tal como ha sido el Holocausto. Si se incluyen los judíos asesinados por ser judíos en la Unión Soviética, el número de vidas arrebatadas más que se duplica de los seis millones habitualmente contados.

El grito de guerra “santa” de los cristianos es: “¡Asesinos de Dios!”. Este delirio no resiste ni el análisis más superficial de la realidad. Entonces, ¿qué significa? Se refiere a la noción de que los judíos hayan matado a Jesús, el Cristo de los cristianos, para quienes Jesús era el hijo de Dios. Entonces, contrariamente a la doctrina cristiana (que rechaza la Ley del Talión), los judíos de todos los tiempos deben pagar con su vida la supuesta culpa de sus ancestros por haber matado al hijo de Dios Padre.

La religión de Jesús, designado “el Cristo” cien años después de su muerte, era la judía, una religión centrada en el Padre y Señor, creador de la humanidad, un padre mayormente distante que se acercaba a los seres humanos para exigir obediencia y sacrificios, en el marco de un sistema complejo de 613 leyes que gobernaban todos los aspectos y detalles de la vida en sociedad, incluidas las transacciones comerciales. Ser un buen judío significaba dedicarse a obedecer esas leyes y mantener la atención puesta en Dios. A cambio, Dios reconocía a los judíos como el “pueblo elegido”. La judía es una religión del Padre.

También es una religión “padre”, ya que de esta raíz surgieron una nueva religión y un cambio de discurso. El acento se descentró de la acción de obediencia a la ley levítica, y se colocó en el ejercicio de valores, como el amor al prójimo, la misericordia y la hermandad. Era una religión “hijo” de la religión original del Hijo, líder de un grupo de hermanos. Su doctrina se centraba en el seguimiento del discurso cristiano, que resultaba mucho más difícil que la judía por su imprecisión y por contrariar al narcisismo y a la rivalidad edípica. El conflicto entre los hermanos por el amor del Padre se convirtió, así, en un fenómeno de masas. En una etapa posterior, se completó el triángulo edípico con la creación de la Santa Trinidad.

Esta religión nueva se vio, además, obligada a adquirir adeptos. Los que no aceptaban, como era el caso de la mayoría de los judíos, eran vilipendiados, sobre todo a partir del acceso del cristianismo al poder político con la conversión del Emperador Constantino en 312. Una campaña violentamente proselitista logró convertir, “por la cruz o por la espada”, a muchos “paganos” europeos, de manera que se impuso la religión del Hijo.

Los judíos que se quedaron en Medio Oriente encontraron en Mahoma a un líder que les pedía la conversión al Islam y el reconocimiento como profeta. Como no accedieron, Mahoma cambió la dirección en que se rezaba de Jerusalén a La Meca. Después, la Constitución de Medina de 622 permitía a los judíos y a los cristianos vivir en Medina, pero al poco tiempo los judíos fueron expulsados.

Mientras tanto, otros grupos de judíos, siempre considerados los hijos elegidos de la religión del Dios Padre, fueron emigrando de Palestina hacia Europa, Rusia, y el norte de África. Al llegar a los países cristianos, los judíos enfrentaban un odio ya instalado en el inconsciente colectivo: detrás de la acusación de ser asesinos del Dios Hijo, el fundador de esta nueva religión, estaba la envidia de los “hermanitos” por los primogénitos, elegidos del Dios Padre. Sin embargo, estos hermanos preferidos seguían rechazando el ofrecimiento de una alianza entre hermanos, dejando a los cristianos en la posición insalvable de hijos eternamente “no-elegidos/no-amados” del Padre. Como los cristianos jamás podrían acceder a ese lugar de privilegio ante el Padre, solo podían envidiar el privilegio inalcanzable del judío y desear su destrucción, sea por la muerte, sea por la conversión.

Mil años después de estas primeras experiencias, hubo una repetición: los judíos sufrieron un nuevo embate de antisemitismo cuando rechazaron el ofrecimiento de conversión del protestante Martín Lutero; este pasó de ser expresamente filosemita (1523: “Ellos son parientes de sangre […] de nuestro Señor.”), a profesar por ellos un odio asesino (1543: “Los judíos son un pueblo abyecto y despreciable, es decir, no es un pueblo de Dios”).

El protestantismo es un cristianismo que emergió como “hijo” del cristianismo original. En Inglaterra, las persecuciones y las guerras sangrientas entre católicos y anglicanos han continuado desde el reino de Enrique VIII en 1530 cuando este rompió relaciones con el Papa, hasta el presente, cuando perduran, encapsuladas y latentes, en Irlanda.

En Inglaterra, ya desde 1559, la religión oficial, y la única permitida, era la protestante. Todos los habitantes debían asistir al servicio dominical anglicano, donde se anotaban los nombres de los asistentes, y también de los que faltaban, que eran multados. Por lo tanto, en ese lugar, se encontraban los anglicanos, los criptocatólicos, y los criptojudíos. Los judíos habían sido expulsados de Inglaterra en 1290, dos siglos antes que de España, y no han sido readmitidos oficialmente hasta la actualidad. Sin embargo, habían ido emigrando de a poco, mayormente desde España y luego desde Portugal.

Algunos músicos portugueses fueron contratados por la Reina Isabel; uno de ellos llegó a la corte con su hija Violeta, una joven muy inteligente y desenvuelta. Se sugiere que fue ella la misteriosa “mujer morena” que Shakespeare describe en algunos sonetos de amor, ya que Violeta era una bella morena de rulos negros. Es una posibilidad importante, ya que esta mujer sería una rica fuente de información sobre las costumbres judías. Ya hemos explicado por qué los judíos no eran visibles en el Londres de William. Lo cierto es que los personajes de Shylock y su hija Jessica muestran personalidades complejas y muy humanas, a diferencia de otros personajes judíos de la época. Por ejemplo, el judío Barrabás de El Judío de Malta de Christopher Marlowe (1590) es solo un estereotipo, un monstruo inhumano, y su hija también. En 1594, el médico oficial de la Reina Isabel, un judío portugués, fue ejecutado bajo sospecha de haber conspirado para asesinar a la reina. En realidad, los que querían asesinar a la reina, y le pidieron permiso al Papa para hacerlo, eran los católicos, con el propósito de restaurar el catolicismo como religión oficial en Inglaterra. De todos modos, la ejecución del médico judío encendió una ola de antisemitismo, aprovechado por Shakespeare para escribir una obra sobre lo que ocurría. Además, El Mercader venía a responder al éxito teatral del drama El Judío de Malta, de su competidor Christopher Marlowe, a quien quiso superarlo o refutarlo (Perednik, G., 2004).

Pienso que William habrá visto una oportunidad para escribir una obra sutil y sensible sobre la persecución religiosa, un tema dominante durante toda su vida. Lo que resulta evidente es el paralelismo entre lo sufrido por los católicos clandestinos bajo el reino de Isabel I y la situación de indefensión de los judíos de la Venecia de ElMercader… Shakespeare podía retratar el pecado, pero no podía nombrar el pecador. Un pariente de su madre, Richard Arden, fue ejecutado por ser católico y, por lo tanto, traidor a la reina.

Justamente, una teoría que ha provocado una cantidad importante de artículos y libros eruditos desde el siglo xix lo identifica a Shakespeare como criptocatólico. Si fuera verdad, El Mercader de Venecia adquiere un nuevo sentido. Es una obra antisemita, pero ambigua, ya que también predica contra los estereotipos, prejuicios y odios religiosos. Un ejemplo es el famoso discurso de Shylock: “¿Es que un judío no tiene ojos? ¿Es que un judío no tiene manos, órganos, proporciones, sentidos, afectos, pasiones? […] Si nos pincháis, ¿no sangramos? Si nos cosquilleáis, ¿no nos reímos? [...] Y si nos ultrajáis, ¿no nos vengaremos?” (acto 3, escena 1.a). Muestra, además, cómo la exclusión social y el abuso de poder del grupo dominante pueden volver, a un hombre, agrio, resentido, y vengativo (Shylock dice, por ejemplo, que la carne de Antonio servirá para alimentar su venganza. (Ibíd.)).

El filicidio

El filicidio antecede el parricidio, así como lo demuestra Sófocles en Edipo Rey (429 a. C.): Layo lo manda a matar a Edipo, su hijo recién nacido, quien sobrevive y, cuando llega a la adultez, lo mata al padre. En nuestro medio, Arnaldo Rascovsky nombró y desarrolló la teoría sobre este deseo, que considera un fenómeno psíquico universal (1981).

En El Mercader de Venecia, son las dos hijas, Porcia y Jessica, quienes describen los tratos esclavizantes de sus padres: Porcia debe aceptar como esposo y señor al tipo de hombre deseado por su padre, y no por ella. Dice: “No puedo ni escoger a quien me agrade, ni rehusar a quien deteste: de tal modo está doblegada la voluntad de una hija viviente por la voluntad de un padre muerto” (acto 1, escena 2). Jessica debe vivir encerrada en una casa que siente como “un infierno” (acto 2, escena 3). Ambos padres, celosos y controladores, poseen una fortuna, pero les niegan a sus hijas el disfrute, sobrecargándolas de mandatos, prohibiciones, y deberes: Porcia debe obedecer las condiciones del testamento del padre o perder toda su herencia; Jessica, encerrada en la casa, no debe ni asomarse a la ventana si oye música en la calle. Ambas hijas son únicas herederas (al igual que Susana, la hija única de William Shakespeare). Ambas llegaron al mundo siendo hembras. En vista de las costumbres de esa y muchas otras épocas, podemos deducir que estaban bastante conscientes del deseo paterno de que no fueran ellas, sino hijos varones; de hecho, ambas se disfrazan de varón para salvar su herencia y la propia subjetividad. No solo se transvisten (Porcia, de magistrado y Jessica, de portaantorchas), sino que también transgreden las leyes: Porcia dicta falsas sentencias, y Jessica roba el dinero y joyas del padre; complotan contra la voluntad paterna: Porcia le da pistas indirectas a su amado para que elija bien el cofre, y Jessica planifica en secreto su huida del hogar. Además, mienten para conseguir lo que les corresponde: Porcia dice que se va a retirar a un convento cuando, en realidad, se va a presentar disfrazada de juez en el juicio entre Antonio y Shylock, y Jessica dice que Launcelot no le ha dicho más que “Adiós, ama” cuando, en realidad, le ha avisado que irá Lorenzo a buscarla. Se arriesgan públicamente a ser descubiertas como mujeres, porque es la única salida que encuentran para evitar este sometimiento a una vida bajo el yugo filicida de padres que no las valoran porque son mujeres.

Otra evidencia del deseo filicida del padre de Porcia es el hecho de haber colocado su retrato dentro de un “casket”, es decir, un cofrecillo, según el traductor espantado, pero que es un ataúd, forrado de plomo. El plomo representa la muerte. Lo sabemos porque un coro canta una cierta canción mientras Bassanio está contemplando los tres cofrecillos. Resumiendo, según la letra, la pasión muere en la cuna donde reposa: el cofrecillo o ataúd de plomo (acto 3, escena 2). Entonces, el que lo elige debe amar la muerte; además, recibe el mensaje del padre de la novia: “Para mí, está muerta”. Porcia se rebela contra el filicidio, no solo vistiéndose de varón. También aprovecha sus agudos poderes de observación para imitar los detalles del comportamiento varonil. Estando vestida de mujer, se rebela contra su condición de mujer-objeto, tendiéndole una trampa a su esposo con el anillo (una estrategia similar a la de Susana en la historia bíblica: Daniel 13).

Launcelot Gobbo, sirviente y clown, es el único personaje de la obra que tiene un apellido. En la escena del encuentro con su padre, se pone en evidencia una situación similar a la de las mujeres, trasladada a una familia pobre: el padre no lo reconoce al hijo porque no lo ha visto desde hace muchos años. El hijo ahora tiene barba, de manera que se entiende que, cuando el padre lo dejó en la casa de Shylock para trabajar, era todavía un niño. Al anunciarle al padre que su hijo ha muerto, el padre lamenta la pérdida de ese bastón que hubiera sido su apoyo en la vejez. El hijo le pregunta si él se parece a un palo o a una porra, expresando, así, el enojo y las ganas de aporrearlo que el padre le ha provocado, por negarle una vida subjetiva, independiente de sus necesidades básicas. Sin embargo, al final de la escena, el padre le da su aval al hijo, ayudándolo a entrar en el servicio del generoso Bassanio. El clown, que funciona como espejo, siempre dice la verdad bajo la forma de un chiste. Le dice al padre: “Dadme vuestra bendición. La verdad sale siempre a luz; un crimen no puede estar oculto largo tiempo, pero sí un hijo para su padre. Sin embargo, al final, la verdad acaba siempre por descubrirse” (acto 2, escena 2).

Launcelot nos muestra una verdad: un crimen que se llama “filicidio”, que padecen también Porcia y Jessica: al igual que el padre de Launcelot, sus padres no le reconocen la subjetividad, independiente de sus progenitores. Son objetos por los cuales el padre puede conseguir el varón heredero deseado, a través del matrimonio, ya que los bienes heredados pasan a ser propiedad del esposo. Las dos hijas, como hemos visto, encuentran varias maneras de sortear la muerte como sujeto. Porcia, que ha ofrecido una importante cantidad de su fortuna para salvar al amigo de su esposo, se presenta en el juicio entre Antonio y Shylock como falso magistrado, y cita leyes inexistentes. Le advierte a Shylock que, aunque puede extraerle la libra de carne a su deudor, “si al cortarla se te ocurre verter una gota de sangre cristiana, tus tierras y tus bienes, según las leyes de Venecia, serán confiscados […]”. Shylock expresa sus dudas, preguntando: “¿Es esa la ley?” (acto 4, escena 1). De este modo, Porcia consigue no solo evitar el gasto de su dinero, sino que adjudica lo que quedaría de la fortuna de Shylock a Jessica y a su esposo cristiano.

En una escena anterior, Jessica se despide de su padre y, cuando ya se ha ido, dice: “Si la fortuna no me es contraria, habremos perdido yo un padre, y vos una hija” (acto 2, escena 5). Sabe que, por tradición, su padre la considerará muerta por casarse con un gentil. Pero, además, cuando Shylock se entera de que se ha escapado, llevándose los valores, lamenta el dinero tanto o más que la joven. Se podría decir que ya la había perdido a su hija, que fue víctima de una manifestación del filicidio.

El parricidio

Ya se ha mencionado cómo Launcelot hubiera querido pegarle a su padre al ser insistentemente desconocido por un progenitor que ahora lo busca tardíamente para que le sirva de muleta. Porcia también está muy resentida por las condiciones del testamento de su padre, y tiende todas las trampas posibles para sugerirle a Bassanio cuál cofre debe elegir. En cuanto a Jessica, aunque lo expresa en pocas palabras, sus acciones demuestran la profundidad de su deseo de lastimar a su padre de la manera más dolorosa: durante la luna de miel, compra un mono a cambio del anillo que su madre le regaló a Shylock. Este acusa el golpe al enterarse del hecho, comentando patéticamente que él no lo hubiera cambiado por todo un bosque de monos.

Sin embargo, estos pequeños ataques al padre filicida resultan suaves, comparados con la serie de ataques mortales que le asesta Porcia a Shylock en la escena del juicio. Porcia empieza con la estipulación de que no caiga ni una gota de sangre cuando corte la libra de carne, y sigue disparando los cañonazos, uno por uno: “No tendrás nada más que la ejecución de las cláusulas penales estipuladas” (acto 4, escena 1). Así, llega a los tiros de gracia: “Pido que sean impuestas, además, dos condiciones a esta gracia: la primera, que se vuelva sin demora cristiano” (ibíd.). La segunda condición es que Lorenzo, el cristiano, sea su heredero junto con su hija desleal y ladrona. Es decir, lo mata. Shylock pide a la corte que lo dejen salir, ya que no se siente bien. Porcia se va retirando triunfante, habiendo matado simultáneamente a dos padres: el suyo a través del de Jessica. También ha engañado a su propio marido, exigiéndole como pago el anillo que este le ha jurado nunca sacar de su dedo. Con este detalle y otros en el acto siguiente, se anticipa que el padre de los hijos de Porcia jamás podrá ser tiránico como lo fue el suyo, aunque advertimos la fuerte identificación de Porcia con un padre manipulador y controlador.

Reflexiones

Si bien Shakespeare ha creado en Shylock un judío monstruoso, un padre posesivo y para nada empático, no nos permite sentirlo muy lejos de otros padres. Es una persona que sufre y tiene que resignarse por el duro antisemitismo de su medio, que siempre le dificulta sus negocios; un padre que teme, justamente, las tentaciones carnales que entran por los oídos y ojos de su hija; y un hombre que tiene sed de justicia en un medio excluyente y hostil, a pesar de su fortuna. Los venecianos, conscientemente, envidian su riqueza y deploran su religión. Inconscientemente, deploran su riqueza y envidian su religión, tal como expusimos en el primer apartado. La escena del juicio demuestra ambas caras: la conocida y la desconocida. Es una escena cargada de fuertes emociones: la melancolía y masoquismo de Antonio, la culpa y esperanza de Bassanio, la sed de una venganza justificada de Shylock y luego su desazón al caerse en las redes supuestamente legales, la pasión parricida de Porcia.