Antón Chéjov - Natalia Ginzburg - E-Book

Antón Chéjov E-Book

Natalia Ginzburg

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Beschreibung

Con su intuición de las constelaciones familiares y de las pasiones calladas, Natalia Ginzburg narra la vida breve de Antón Chéjov (1860-1904), desde su juventud en Taganrog y sus primeros años en Moscú, los inicios como escritor humorístico y su trabajo como médico rural, hasta su viaje al campo de Sajalín, sus primeros éxitos como autor teatral, la enfermedad, los últimos años en Yalta y la muerte prematura en Badenweiler. En este hermoso libro, como si se tratara de uno de aquellos azares del destino, la escritora italiana consigue de manera asombrosa ese tono que el retratado dominaba de manera magistral, y nos ofrece un pequeño pero hermoso bocado de quien fue, es y será siempre uno de los mejores retratistas del alma humana. "Un relato bellísimo, triste y trágico que se lee como una novela. Una delicia". Diego Doncel, El Mundo "Yo invito al lector a no perderse esta lectura." Ernesto Ayala-Dip, El Correo Español "Maravillosa biografía". Francisco Calvo Serraller, El País "La semblanza de Antón Chéjov es extraordinaria. La recomiendo". Mauricio Montiel Figueiras "La obsesión por el tema de la muerte y la indiferencia de la gente ante la enfermedad y la miseria dan al libro un cierto aire de tristeza y melancolía, que se combina admirablemente con la comicidad, como en los textos de Chéjov". Pedro Amorós, La Opinión de Murcia

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NATALIA GINZBURG

ANTÓN CHÉJOV

VIDA A TRAVÉS DE LAS LETRAS

TRADUCCIÓN DEL ITALIANO

DE CELIA FILIPETTO

ACANTILADO

BARCELONA 2021

Antón Chéjov nació en Taganrog el 17 de enero de 1860. Taganrog era una pequeña ciudad del sur de Rusia, a orillas del mar de Azov. Hasta mediados del siglo XIX había sido un centro de actividades comerciales animado y próspero, pero después, por distintas razones—el estancamiento del puerto, la competencia de Rostov del Don—perdió su antiguo prestigio. Al nacer Chéjov, la ciudad llevaba mucho tiempo en declive. El escritor la recordará como un arrabal soñoliento, habitado por gente indolente: noches oscuras y vacías; callejuelas embarradas; en verano, polvo y moscas; el agua era escasa e infecta, y el pan, pésimo.

Cuando él nació, su hermano mayor, Alexandr, tenía cinco años; su hermano Nikolai, dos. Después de él vino al mundo Iván, en 1861; a continuación, su hermana María, en 1863; y, finalmente, Mijaíl, en 1865. Los abuelos paternos y maternos habían sido siervos de la gleba. Al abuelo paterno lo habían liberado en 1841. Durante años, Pável Egórovich, su padre, trabajó de contable y, a fuerza de sacrificios, consiguió montar una pequeña tienda donde vendía azúcar, granos, harina y especias, y, como anexo, tenía una pequeña taberna. La modesta tienda se encontraba en el centro de Taganrog. La casa donde nació Chéjov estaba al lado.

A causa del declive de Taganrog y, sin duda, también por la ineptitud del padre, la tienda iba muy mal. Era un lugar sucio, lleno de ratones, y en invierno hacía un frío gélido. Antón debía hacer allí los deberes, y al mismo tiempo, vigilar a los dos dependientes, servir vodka a los parroquianos y contar el dinero. Quizá por culpa de todas estas pesadas tareas, de niño fue muy mal alumno. Si cometía algún error en las cuentas de la caja, su padre le pegaba con el cinto.

Su padre era un hombre despótico, colérico, de humor cambiante y de una sórdida avaricia, fruto de las dificultades económicas, pero también de su enfermizo apego al poco dinero que le daba la tienda. Era un hombre devoto. El dinero y las prácticas religiosas dominaban sus pensamientos y sus días. La madre era una mujer sumisa, resignada y apática, exhausta por los embarazos tan seguidos, consumida por las preocupaciones. No hacía más que contar mentalmente el poco dinero del que disponían para sacar adelante a la familia, no con la morbosa intensidad de su marido, sino con el terror de una liebre perseguida. Tanto la figura del padre como de la madre aparecen con frecuencia en los cuentos de Chéjov: el humor despótico y colérico de uno, la apática resignación de la otra, los cuartos en los que reinaba el miedo. La madre trataba de defender a los hijos de la cólera y los correazos del padre, pero su protección era débil, aterrorizada, resignada a lo peor. Con este panorama familiar pasa su infancia y su adolescencia Chéjov; de este ambiente nació la profunda aversión que el escritor sintió toda la vida hacia las prácticas religiosas y su constante preocupación por el dinero, aunque no en forma de pasión avara y ávida, como le ocurría a su padre, sino como una necesidad apremiante y obsesiva, como le ocurría a su madre. Al mismo tiempo, dada su naturaleza contradictoria y llena de contrastes, además de la permanente preocupación, sentía también una profunda y total indiferencia por la naturaleza del dinero, que lo impulsaba a regalarlo a quien fuese en cuanto disponía de él.

Jamás consiguió librarse de su familia; de seis hijos que eran, fue el único que, desde muy joven, tomó las riendas y asumió las responsabilidades del hogar, carga que llevó sobre los hombros hasta el final de sus días.

El padre manifestaba cierto amor por el arte, extraña característica en un temperamento beato y rapaz como el suyo. Tocaba el violín de forma autodidacta y pintaba imágenes sagradas. Chéjov dijo más tarde que sus hermanos habían heredado el talento artístico del padre y el alma de la madre.

Entre sus parientes, el más querido era Mitrofán, su tío paterno. Vivía en Taganrog; los jóvenes Chéjov iban a menudo a su casa.

Decepcionado por lo mal que marchaba la tienda, el padre quiso que los hijos estudiaran. Sin embargo, ocurría con frecuencia que no podían ir a la escuela porque no habían pagado las mensualidades, o porque no tenían zapatos o ropa adecuada. Alexandr parecía tener aptitud para las matemáticas; a Nikolai le encantaba pintar. En un principio, Antón decidió que quería estudiar medicina. A los quince años estuvo a punto de morir de peritonitis, y se salvó gracias a la paciencia y la devoción de un médico; tal vez la idea de ser médico le viniera de esa época. Esos estudios exigían largos años de dedicación y muchos gastos. Sin embargo, no cejó en su empeño. De pequeño era dejado y distraído; en el bachillerato se aplicó mucho en los estudios.

La peritonitis le dejó secuelas: molestias intestinales y unas hemorroides que lo atormentaron el resto de sus días.

En un solar heredado, su padre construyó una casa a la que se trasladó la familia. Era una casa grande, de la que alquilaba un ala un tal Selivánov, funcionario del tribunal. En su construcción se gastaron todos los ahorros. Las deudas hicieron del padre de Chéjov un hombre aún más colérico. Los dos hijos mayores se marcharon de Taganrog, pues no soportaban el ambiente familiar, y se establecieron en Moscú.

Alexandr encontró un puesto de preceptor en una familia. Además, trabajaba de amanuense. Mantenía a su hermano Nikolai, que confiaba en poder matricularse en una escuela de arte.

Cuando se marcharon sus dos hijos, el padre montó en cólera. Sin embargo, poco tiempo después, se vio obligado a reunirse con ellos en Moscú y a pedirles asilo. Se había decretado la quiebra del negocio y temía acabar en la cárcel. Se marchó de Taganrog de madrugada, a pie, y tomó el tren en la siguiente estación para que nadie lo viera. Durante un tiempo, trabajó de obrero en un taller de Moscú y luego de amanuense en un almacén. La madre puso la casa en venta y se la compró Selivánov, su inquilino. Ella también se marchó a Moscú con María y Mijaíl, y se alojó en casa de unos parientes. Iván se quedó en Taganrog, con una tía; Antón también se quedó. Selivánov le había ofrecido un lugar donde dormir y un plato de comida a cambio de que le diera clases de repaso a su sobrino. Vivió, pues, como subordinado en la casa que había pertenecido a su familia.

La madre le encargó que vendiese los pocos objetos salvados del naufragio: algunos bártulos, alguna que otra silla rota, las cacerolas. Y para mandarle algo de dinero, iba de acá para allá en busca de compradores y de más clases de repaso. Tenía dieciséis años. Más tarde dijo que la pobreza de aquellos años era para él como una muela picada, que le producía un dolor persistente y sordo del que no se libraba jamás.

Tres años después obtuvo el diploma de bachiller y una beca de veinticinco rublos mensuales. Partió para Moscú. La familia se había reunido y vivía acampada en un sótano. Al poco tiempo se marchó el padre, tras encontrar una cama en el almacén donde trabajaba; ganaba treinta rublos al mes, pero le pasaba poco dinero a la familia porque se había dado a la bebida. No obstante, el hecho de que no viviera con ellos era un alivio para todos; sólo aparecía los domingos. También se marchó Alexandr. En aquel sótano sin ventilación eran demasiados, pero Antón convenció a su madre para que admitiera como pensionistas a tres estudiantes, y ella aceptó.

Disipado en las tabernas el despotismo paterno, la madre, falta de energía y acostumbrada a obedecer, fue incapaz de llevar adelante aquella comunidad familiar desordenada y desorientada. Alexandr, el hijo mayor, se mantenía lejos de la familia, igual que el padre, y sólo pensaba en sí mismo; poseía una inteligencia viva, pero de ideas confusas; era mitómano y veleidoso, enviaba a los periódicos escritos que de vez en cuando le publicaban; soñaba con grandes acontecimientos y, entretanto, bebía. Cuando estaba borracho se volvía antipático y violento; no tardó en unirse a una mujer que había dejado al marido para irse con él, tuvieron hijos. Nikolai, el segundogénito, también se dio a la bebida, como su hermano y su padre; era de naturaleza amable, pero holgazán y de carácter débil; la vocación que tenía por la pintura se le iba en vodka y en dormir; se levantaba a mediodía, pintaba poco, en contadas ocasiones lograba colocar algún pequeño dibujo por unos pocos kopecs. En cuanto a los demás, Iván estudiaba para maestro con empeño pero escasa fe en el futuro; María ayudaba a su madre en las labores del hogar y tejía chales que después vendía. Y Mijaíl todavía era niño. Antón decidió que María y Mijaíl debían seguir estudiando. Creyó necesario mudarse a un sitio un poco mejor, así que dejaron aquel sótano estrecho y húmedo, y en la misma calle pobre y de mala fama, encontraron un apartamento algo más grande, en un segundo piso.

A los diecinueve años, Antón se convirtió en el cabeza de familia, de todos ellos era el único con las ideas claras. En sus visitas semanales, el padre se entristecía al notar que había perdido las riendas de la casa; quería seguir imponiendo disciplina, prácticas religiosas, horarios que nadie respetaba, pero estaba siempre borracho y a menudo ausente.

En el año 1881, Dostoievski moría en San Petersburgo. Dos años más tarde, desaparecía Turguéniev.

En 1881, la bomba de un terrorista mató al zar Alejandro II. Le sucedió su hijo, Alejandro III. Su gobierno fue mucho más opresivo que el anterior. Aumentó la vigilancia policial, se multiplicaron los registros y las detenciones, la censura se hizo más rígida. Chéjov, que entonces iba a la universidad, asistía a las asambleas estudiantiles en las que se debatían ideas revolucionarias. Pero asistía sólo como espectador. Creía en el progreso de la ciencia, y consideraba que éste acabaría con la miseria y la injusticia social del mundo.

En esa época quería ser médico y no tenía otros planes. Cuando empezó a enviar relatos cortos a las revistas humorísticas, como hacía su hermano Alexandr, sólo le interesaba ganar unos cuantos kopecs. Durante un tiempo, sus relatos fueron rechazados, hasta que llegó un día en que entre las observaciones destinadas a los escritores noveles, publicadas en La Libélula, en la columna titulada «Buzón de correo», leyó el siguiente comentario a uno de sus cuentos: «Nada mal. Publicaremos lo que nos ha mandado. Nuestra bendición por su futuro trabajo.» El cuento apareció dos meses más tarde; Chéjov había firmado «V.». Corría el año 1880; ese año le publicaron nueve cuentos y al año siguiente, otros trece. Le pagaban cinco kopeks la línea. Y mientras escribía debía tener bien grabadas en la mente dos cosas: la necesidad de ser breve y no superar nunca el número de líneas del encargo, y las imposiciones de la censura. Adoptó varios pseudónimos, el más frecuente era Antosha Chejonte. En ocasiones tardaban en pagarle, o bien le pagaban con entradas de teatro.

Los hermanos Chéjov amaban apasionadamente el teatro. En Taganrog, cuando eran muchachitos, interpretaban ante un público de amigos y parientes las comedias escritas por Antón. Él también actuaba, y arrancaba aplausos y carcajadas. A los trece años, en Taganrog, quedó embelesado tras ver