Aprender a Morir - Falco Tarassaco - E-Book

Aprender a Morir E-Book

Falco Tarassaco

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Beschreibung

Este libro está dedicado a aquellos que desean vivir cada momento de su vida con serenidad y consciencia.

La muerte forma parte de la vida, como el amor, como la lucha por las cosas en las que creemos, como los sueños que tenemos cuando somos jóvenes y las dudas cuando somos adultos.

“Aprender a Morir” nos explica como prepararnos para el momento de la muerte: a estar listos, un día, para encontrarla con ligereza y saber, hoy, como ayudar a amigos y personas queridas mientra la están afrontando.

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APRENDER A MORIR

de Falco Tarassaco (Oberto Airaudi)

Primera edición italiana 1978, Ediciones Horus

Primera edición española Devodama srl, Vidracco (TO), Italia

ISBN: 978-88-99652-84-5

COPYRIGHT 2017© by FRANCA NANIA

Las poesías han sido seleccionadas de Poesie dei miei sedici anni, de Oberto Airaudi, Appiano, Turín 1967.

Todos los derechos reservados. Ninguna parte de este trabajo puede ser reproducida en forma alguna sin la autorización escrita del editor, a excepción de breves citas previstas por la ley.

Cubierta: Pintura de Falco Tarassaco, mayo 2000.

Impreso Septiembre de 2017

Aprender a Morir

Aprender a Morir

Introducción

“Aprender a morir”, es un largo discurso sobre la vida y la muerte. Falco Tarassaco (Oberto Airaudi) lo publicó en 1978. Fue su primer libro tras haber fundado Damanhur.

Es un libro lleno de esperanza: la esperanza de que nuestra vida sea siempre digna, llena de significado y digna de ser vivida.

La esperanza de que cada uno de nosotros sea plenamente consciente de lo que realmente representa como ser humano y espiritual.

Con este libro, Falco nos muestra una manera de no temer a la muerte.

Las experiencias, las meditaciones, los consejos contenidos en este texto, hablan de una verdad muy simple: la muerte es parte de la vida y aprender a aceptarlo, es uno de los objetivos de nuestra existencia.

Es nuestra tarea comprender como llega, pues así sabremos morir bien. Vivir bien, con alegría, siendo conscientes de nuestras elecciones, es el derecho y deber de todos y el ser humano hace bien en buscar la felicidad, incluso cuando se esconde entre los pliegues de situaciones difíciles de afrontar.

Según las enseñanzas de Falco, se crece a través de la sonrisa, el pensamiento positivo, la curiosidad en las confrontaciones de la vida, el estupor. También este libro desea llevarnos en esta dirección.

Más allá de la vida, está la muerte, es decir, es todavía vida, dice Falco. Hablar de la muerte, significa hablar de la vida.

Empezamos a acercarnos a la muerte en el momento que nacemos. De un traspaso al otro.

La infancia y después la adolescencia nos ayuda a prepararnos a ser autónomos, a la edad adulta, a la “verdadera vida”. Pero, ¿cuándo, en qué momento de la vida, nos preparamos para la muerte? ¿Quién nos enseña a hacerlo?

La muerte debe ser abordarla cuando estamos vivos, debemos conocerla, la debemos considerar como un elemento importante de nuestra existencia, cuando aún no tenemos lazos directos con ella, es decir, cuando somos jóvenes y saludables, cuando no tenemos dentro de nosotros la pena por una persona querida que nos deja. Aprender a comprender la muerte a través de nuestros pensamientos, no es tan difícil, basta aceptar lo más evidente de la verdad de la vida, que es que todo tiene un principio y un final. ¡Y el final no es por ello menos importante que el inicio!

Nadie ha disfrutado jamás al considerar la cercanía de la muerte, se lo impide el miedo a lo desconocido, el apego al cuerpo, a las cosas, la pérdida de las personas queridas. Pero lo que sugiere Falco es simplemente no excluir el pensamiento de la muerte, no negar su presencia. Y después dejar hacer al instinto.

La muerte es una compañera de nuestra vida, parece decir, así como el amor, la esperanza, el hambre y la curiosidad. Dejadle una puerta entreabierta, para que no ella, sino vosotros mismos, cuando llegue el momento, podáis atravesarla sin dificultad.

Falco ha presentado este libro hace casi cuarenta años: muchos si consideramos la vida media de un libro de hoy día; pocos si consideramos al contrario la transcendencia del tema. Propone pensamientos y reflexiones, que pueden ayudarnos a dejar de temer ese fatídico momento, inevitable en la vida de nuestros seres queridos, y al final en la nuestra.

¿Cómo? Reflexionando como “Aprender a Morir” sugiere.

No encontraremos aquí disertaciones profundas de la fenomenología de la muerte (los accidentes, el suicidio, la eutanasia, y después de la cremación o la sepultura…) no porque no sean importantes, sino porque lo más importante, es recuperar la serenidad y la dignidad con la que acompañar nuestra muerte, y, por lo tanto, nuestra vida.

Lo que encontraremos en las siguientes páginas son consejos prácticos, sobre como prepararnos a morir con consciencia y serenidad, y como asistir y confortar a las personas que queremos, durante y después de su pasaje. Con ligereza, humorismo e intensidad, como la vida sugiere.

Stambecco Pesco

Por qué este discurso sobre la muerte

Si te estás preguntando el porqué de este discurso sobre la muerte, el motivo es el hecho de que todos estamos interesados en la muerte, desde el momento en que todos moriremos. Todos, sobretodo, tenemos miedo. Lo quieras o no, cada uno de nosotros tiene su hora señalada, como si, en el mismo momento en que se nace, viniese escrito en un libro el día y la hora en el que se deberá morir.1

La muerte es la única constante de todas nuestras encarnaciones: cada vez que se muere, se tiene una experiencia nueva, distinta de la anterior, única en su género.

En Occidente, se tiene miedo a la muerte; se tiene miedo a perder la propia individualidad, a no volver a ser más uno mismo, a no poder decir más ”Yo”.

En Oriente, al contrario, la muerte es generalmente considerada como parte de un contexto más amplio, en el que cada ser, como ser único, debe desaparecer porque, mientras haya una parte de ego, esta sobrevivirá y no se avanzará en el gran árbol de la humanidad.

Por consiguiente, esto pretende ser un discurso que te permita prepararte para un momento de la vida, que, ciertamente, deberás afrontar.

Personalmente creo en la reencarnación porque recuerdo mis vidas pasadas; sin embargo esta es una convicción personal con la que no intento influenciar a nadie. Escribo estas notas, no para convencer, si no para dar mi pequeña contribución a la comprensión de un argumento muy importante; paradójicamente, el más importante de toda nuestra vida. Nosotros vivimos para aprender a morir.

Yo recuerdo junto a mis vidas, también mis muertes, a menudo no muy agradables, y quisiera evitar que otros cometan los errores que he cometido yo en el pasado.

No sé si recordar, en este caso, es una suerte o no, pero si se me ha dado para que pueda comunicarlo a los demás, acepto esta tarea.

El lector tendrá sus propias convicciones religiosas, en las que no intento en absoluto entrar. No es en este sentido en el que me interesa la religión de cada uno o el modo en que los demás consideran la muerte. Yo quiero dar consejos, cada uno después decide si los sigue o no; deseo dejar dentro de quien lee, una huella que me parece útil. Con este trabajo, por otro lado bastante limitado, intento simplemente transmitir notas técnicas y consejos prácticos. Me doy cuenta de que doy una visión del problema más bien sorprendente.... pero mi experiencia es esta.

Aprender a vivir no es fácil, como todos saben: requiere ser capaz de “ abandonarse a vivir”. Lo que no significa no actuar, sino acoger cada acontecimiento como natural, no dejarse perturbar excesivamente. Se debe aprender a no ser esclavos del dinero, de la ropa, etc.

Se debe también gestionar los propios afectos, sin depender afanosamente de estos. Se debe, por último, participar con cada parte de uno mismo en todos los momentos de la existencia terrena, es decir, vivir el ahora. ¡Piénsalo! ¡Comienza a sentir que existes: naces en este preciso momento!

Muerte, palabra de sabor extraño, que evoca miedo en algunos, estupor en otros, vacío, recuerdos de personas conocidas y después perdidas en su blanco marfil.

¿Recordáis? De niños, cuando un anciano nos dejaba, nos asombrábamos por no sentir mucho dolor y nos esforzábamos para llorar como los demás, que tenían los ojos hinchados y rojos, por temor a que alguno nos acusase de ser malos porque no sentíamos nada...Quizás en nuestra mente de niños, sentíamos que no era verdad que el abuelo hubiese muerto, en el sentido de desaparecido, sino que solo había cambiado de casa. ¿Sabiduría? La ingenuidad de los niños y niñas, a menudo esconde mucha… Vagamente sentíamos que el abuelo en cualquier momento que tuviésemos necesidad de él, vendría a ayudarnos, a confortarnos, a sostenernos el resto de nuestra vida.

Si todos hubiésemos permanecido sensitivos o hubiésemos llegado a serlo cultivando esta posibilidad, habríamos podido ayudar a los demás a morir, a salir, a quitarse las telas de araña del cuerpo, a salir del capullo. Si entonces, niños o niñas, fuimos alejados de nuestra intuición y, quizás, ridiculizados, re-aprendamos ahora aquellas cosas. ¡Me refiero al desdoblamiento, a la muerte, a los planos de existencia y a los cuerpos del ser humano!2

Aprendamos a morir: sabremos vivir bien.

En la muerte hay una notable dosis de humorismo. ¿No es quizás ridículo afanarse años, días y minutos en afirmar la propia personalidad, en adquirir valores, en conseguir importancia y después, en el mejor momento, morir como el último de los gusanos? ¿Justo del mismo modo, en la persuasión, casi convincente, de la inmortalidad de la propia causa?

No es que conservando tu cuerpo mucho tiempo puedas llegar a ser eterno; este es solo un hábito y tú no puedes identificarte con un hábito. Tú no eres tu vestimenta. Quisiera parafrasear a mi modo el viejo dicho: “Es el hábito quién hace al monje”. También muchas otras cosas pueden hacer al hombre, en función de la inteligencia y las convicciones de cada uno: el dinero, el poder, etc. Más exactamente yo querría decir: ”Es el hombre el que hace al hombre, es la muerte la que hace al hombre, es el amor el que hace al hombre. Es el humorismo, finalmente, el que hace al hombre”. Se dice que Dios, el Gran Humorista, hizo al hombre a su imagen y semejanza. Una idea más divertida de lo normal… Pues bien, cuando reímos a gusto por alguna cosa de la que intuimos el lado divinamente cómico, ahí, en ese momento le agradamos la divinidad.