Erhalten Sie Zugang zu diesem und mehr als 300000 Büchern ab EUR 5,99 monatlich.
Aprender es el juego infinito que nos permite superar nuestros límites y transformar el mundo. Este libro es un mapa para diseñar tu propio camino de aprendizaje. En el mundo en constante cambio en el que vivimos, se adapta quien aprende. No importa si es a través de la educación tradicional o de las miles de oportunidades que ofrece internet. Importa que sepas cómo aprender y que puedas elegir qué y de quién hacerlo. Este libro te enseña cómo. El libro empieza llevando la contraria al refranero popular: aprender sí ocupa lugar. Para elegir qué aprender, explorarás ideas como la curiosidad, los problemas o el arrepentimiento. Después conocerás cinco principios para aprender de forma más efectiva. Como el aprendizaje nunca termina, descubrirás cómo mantenerlo en el tiempo. Aprendizaje infinito está pensado para la vida, porque aprender ocurre sobre todo fuera del aula. Con un enfoque práctico, para que puedas aplicarlo. Con historias entretenidas, para que sea divertido y las ideas se queden en tu memoria. Y con explicaciones simples, para que el lenguaje no complique más de lo necesario el viaje. ¿Te apuntas? «Un gran mapa para aprender a aprender». MARCOS VÁZQUEZ «Un oasis de verdades atemporales». JAIME RODRÍGUEZ DE SANTIAGO
Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:
Seitenzahl: 248
Veröffentlichungsjahr: 2025
Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:
APRENDIZAJE INFINITO
Sergio San Juan
© del texto: Sergio San Juan, 2025
© de esta edición: Arpa & Alfil Editores, S. L.
Primera edición: abril de 2025
ISBN: 978-84-10313-79-8
Diseño de colección: Enric Jardí
Diseño de cubierta: Anna Juvé
Maquetación: Àngel Daniel
Producción del ePub: booqlab
Arpa
Manila, 65
08034 Barcelona
arpaeditores.com
Reservados todos los derechos.
Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida por ningún medio sin permiso del editor.
Cubierta
Título
Créditos
Índice
Introducción. Sobre Aprendizaje Infinito
Parte I. Elige Qué Aprender
1. ¿Dónde te lleva la curiosidad?
2. ¿Qué problema quieres resolver?
3. ¿Quién quieres ser?
4. ¿Qué te dice el silencio?
5. ¿De qué te vas a arrepentir?
Parte II. Aprende a Aprender
6. Sé directo
7. Presta atención
8. Repite sin repetir
9. Ponte a prueba
10. Comparte el camino
Parte III. Mantén El Aprendizaje en El Tiempo
11. Transforma tus creencias
12. Ejecuta como un estratega
13. Crea tu propia motivación
14. Convierte el aprendizaje en un hábito
Conclusión. Nunca Dejes De Aprender
Bibliografía
Cover
Índice
Start
A las tres mujeres más importantes de mi vida. Abu, mamá, Carol: sin vosotras no sería quien soy.Este libro también es vuestro.
«Vita brevis, ars longa». «La vida es breve, el arte es largo».
HIPÓCRATES
La educación es uno de los mayores logros de la humanidad. En la época en constante cambio en la que vivimos, el sistema educativo se mueve demasiado despacio. Quizá porque proviene de un tiempo en el que el conocimiento no era tan accesible. Quizá porque está pensado para llegar al máximo número de personas. El sistema educativo sirve café para todos y hay personas a las que no les sienta bien la cafeína y otras que, simplemente, prefieren un vaso de leche. El ritmo medio aburre al más capaz por la falta de estímulos y retos, y frustra al más rezagado por el exceso de conceptos que no logra comprender a tiempo.
La tecnología cambió, cambia y seguirá cambiando las reglas del juego. Las universidades perdieron hace tiempo el monopolio como almacenes de conocimiento. Internet es lo más cercano al lugar donde encontrar toda la información disponible. En el cuento La Biblioteca de Babel, Borges describe cómo sería ese lugar donde encontrar todas las posibles ideas. La primera reacción de las personas fue de profunda alegría: «Todos los hombres se sintieron señores de un tesoro intacto y secreto. No había problema personal o mundial cuya elocuente solución no existiera: en algún hexágono». La frase de Hipócrates que abre la introducción nos recuerda el punto de partida del aprendizaje: la vida es breve y el arte es largo. Nuestro tiempo es limitado y el conocimiento tiende al infinito. Borges también reflejó este problema en su cuento:
A la desaforada esperanza, sucedió, como es natural, una depresión excesiva. La certidumbre de que algún anaquel en algún hexágono encerraba libros preciosos y de que esos libros preciosos eran inaccesibles, pareció casi intolerable.
Este no es un libro que aspire a solucionar el complejo sistema educativo, ni siquiera es un libro sobre educación. Este es un libro de, si se quiere llamar así, autoeducación. Nace de una necesidad personal. Con diecinueve años, estudiando en la universidad, sentía que me faltaban estímulos intelectuales. Perdiendo el tiempo en redes sociales, me crucé con un personaje que hablaba de estoicismo; o eso decía. El interés por la filosofía que mi profesora Belén había sembrado en las clases de bachillerato, despertó de nuevo. Escribí como forma de entender esta filosofía nacida en la Antigua Grecia. El gusto por dar forma a las ideas que mi profesora Vicky alimentó y me animó a practicar en las clases de primaria, resurgió. El estoicismo pronto se me quedó corto.
Cayó en mis manos un libro que cambiaría por completo mi visión del mundo y de la vida: Antifrágil, de Nassim Nicholas Taleb. Sus páginas me abrieron los ojos a la complejidad del mundo y me demostraron que uno puede leerse más de quinientas páginas mientras disfruta como un niño pequeño. Quería explorar y aprender el funcionamiento del mundo y me abrí un pódcast con mi amigo David. Tenía la excusa perfecta para hablar con personas que me ofrecían los estímulos que seguía sin encontrar en la universidad. Guiado por la curiosidad, decidí crear un espacio personal donde compartir con el mundo lo que iba aprendiendo. Lo llamé Aprendizaje Infinito, como este libro. Le puse este nombre porque el aprendizaje es el hilo conductor entre todos los temas sobre los que escribía y escribo. Quería entenderme y entender el mundo que me rodeaba, quería cuestionar lo que sabía y mejorar la calidad de mis preguntas, no me importaba la disciplina de la que procedieran las ideas si tenían el potencial de mejorar mi vida y la de quienes me rodean.
De Antifrágil hay una frase que todavía no me puedo sacar de la cabeza: «Solo son libres los autodidactas». En este mundo en constante cambio en el que vivimos, solo quien es capaz de aprender se adapta. No importa si quieres aprender a través de la educación tradicional o de las miles de oportunidades que ofrece internet. Importa que sepas cómo aprender, que puedas elegir qué y de quién aprender, que no seas esclavo del camino tradicional por falta de alternativas.
Este es el libro que me hubiese gustado leer cuando entré en el fascinante mundo del aprendizaje. Con un enfoque práctico, para que puedas aplicarlo en tu vida. Con historias entretenidas, para que leerlo sea divertido y las ideas se queden en tu memoria. Con explicaciones simples, para que el lenguaje no complique más de lo necesario el reto de aprender mejor. Espero que lo disfrutes y que te sirva para recorrer tu propio camino de aprendizaje.
Este libro no está destinado a estudiantes, está destinado a aprendices. Hay una diferencia crucial en cómo ambos se acercan al aprendizaje. Mientras que el estudiante busca aprobar los exámenes para conseguir un título, el aprendiz busca la excelencia personal para transformar el mundo. Mientras que el estudiante actúa guiado por una métrica externa (la nota del examen), el aprendiz actúa guiado por una métrica interna (la excelencia personal). Aunque el aprendiz puede ser un estudiante durante un periodo de su vida, cada uno juega a un juego totalmente diferente.
El estudiante estudia, el aprendiz aprende. Estudiar es un juego finito: te presentas al examen final, lo apruebas y se acabó. Aprender es un juego infinito: el arte es tan largo que nunca acaba. Un juego finito tiene como objetivo ganar, un juego infinito tiene como objetivo seguir jugando. Este libro está escrito para aprendices, personas dispuestas a dedicar su vida al juego infinito de aprender.
Aprender nos permite superar nuestros límites. Gracias al aprendizaje, estás leyendo este libro. Gracias al aprendizaje, puedes disfrutar del David de Miguel Ángel, de las carreras de Usain Bolt, de las brazadas de Michael Phelps, de los goles de Cristiano Ronaldo, de los explosivos pensamientos de Nietzsche o de los consejos morales de Séneca.
Aprender nos ha traído hasta el presente de nuestra civilización y nos llevará hacia el futuro. Habrá que aprender si queremos habitar otros países. Habrá que aprender si queremos crear nuevas formas de inteligencia. Habrá que aprender si queremos acabar con el hambre en el mundo. Habrá que aprender si queremos desvelar los misterios de la conciencia. Habrá que aprender si queremos crear energía ilimitada. Habrá que aprender si queremos descubrir los secretos de la naturaleza.
Tampoco podemos ser ingenuos. El aprendizaje de ciertas ideas ha permitido a personas como Adolf Hitler o Mao Zedong encabezar genocidios que acabaron con la vida de millones de personas. El aprendizaje fue lo que permitió a Robert Oppenheimer orquestar la creación de las dos bombas nucleares que tantas muertes causaron en el pueblo japonés. Aunque no será el tema de este libro, conviene estar alerta. El aprendizaje, en los lugares equivocados, puede acabar con la civilización tal y como la conocemos.
La alternativa no es dejar de aprender. De cada una de estas líneas que estás leyendo, de cada experiencia que vives, de cada decisión que tomas, de cada persona con la que te cruzas, aprendes. Te guste o no, no puedes dejar de hacerlo porque aprender es inseparable de vivir. Solo dejamos de aprender cuando estamos muertos.
A todo esto, ¿qué es aprender? Para empezar, aprender es el instinto que nos permite adquirir información y habilidades para adaptarnos al entorno que nos rodea. Esta adaptación implica, a veces, modificar el propio entorno; de ahí que aprender transforme el mundo. Esta transformación puede mejorar el mundo (acabar con una enfermedad) o empeorarlo (crear un arma de destrucción masiva que, además de con la enfermedad, acabe con nosotros). Me encantaría que lo que aprendamos como sociedad nos siga permitiendo vivir cada vez mejor. Soy optimista porque hemos demostrado con creces la capacidad de solucionar los problemas que se han cruzado en nuestro camino.
Aprender es un juego infinito al que la humanidad lleva jugando desde sus inicios. Los aprendizajes de ayer nos permiten hoy disfrutar de unas condiciones de abundancia sin precedentes. Los aprendizajes de hoy determinarán las condiciones de mañana, condiciones en las que jugarán quienes nos sucedan. Mejorar nuestra forma de aprender no es solo una forma de buscar nuestra mejor versión individual, es también un ejercicio para dejar un buen legado y convertirnos en mejores ancestros. El mínimo es dejar la partida como nos la hemos encontrado pero, como los que nos precedieron, no tenemos que conformarnos con el mínimo. Podemos mejorar las condiciones de partida para que quienes vengan detrás puedan empezar a jugar con más conocimientos y menos límites; para que quienes vengan detrás, sean más libres.
Este libro divide el reto de aprender mejor en tres fases: elegir qué aprender, aprender cómo aprender y mantener en el tiempo lo que funciona.
Es inevitable perderte casi todo el conocimiento que ha descubierto y creado nuestra especie. Solo renunciando podrás enfrentarte a la depresión excesiva que describió Borges. Como la vida es breve y el arte largo, el camino empieza decidiendo qué aprender.
No todo el mundo tiene que aprender lo mismo. Cada persona se tiene que atrever a conocerse y, en ese proceso de autodescubrimiento, encontrar qué aprender. No esperes una lista de disciplinas y habilidades indispensables, este bloque será más filosófico y reflexivo. El autoconocimiento es una tarea de por vida y la lista de ideas podría ser infinita. Cinco preguntas guiarán la búsqueda: dónde te lleva la curiosidad, qué problema quieres resolver, quién quieres ser, qué te dice el silencio y de qué te vas a arrepentir.
Si la vida es breve y existen principios para aprender lo mismo en menos tiempo, ¿quién no querría conocerlos? Aprender de forma más efectiva depende en gran medida de qué quieres aprender. No se aprende igual una lengua como el inglés, que una habilidad como jugar al fútbol o una serie de ideas abstractas como el pensamiento de Platón. Generalizar suele ser sinónimo de error. Claro que, sin un punto de partida útil —aunque incompleto e incorrecto—, podemos ahogarnos entre los infinitos matices.
En este bloque, mezclando hallazgos científicos con estrategias que han empleado grandes aprendices y maestros, conocerás cinco principios para aprender de forma más efectiva: ser directo, prestar atención, repetir sin repetir, ponerte a prueba y compartir el camino.
La mayoría de habilidades y conocimientos no se aprenden en un día. No basta entonces con saber qué y cómo aprender, también tienes que ser capaz de mantener el aprendizaje en el tiempo. A eso dedicaremos el tercer y último bloque.
Durante el camino, tus pensamientos pueden ser tus peores enemigos o tus mejores aliados. La primera parada de esta etapa será en el mundo de las creencias. Descubrirás qué creencias impactan en tu aprendizaje y cómo transformarlas. La segunda parada será en el mundo de la estrategia. Gracias al poder de observar tu propia mente podrás desarrollar las habilidades necesarias para ser un aprendiz autónomo. La tercera parada será en la gran olvidada del aprendizaje: la motivación. Depender de la motivación es una mala idea, pero… ¿y si fueras capaz de crearla? La cuarta y última parada será en el mundo de los hábitos. Conocer por qué y cómo repetimos ciertos comportamientos, te ayudará a convertir el aprendizaje en un hábito.
Presentación terminada. Es momento de empezar el viaje.
«¡Qué locura supone aprender lo superfluo, siendo el tiempo tan escaso!».
SÉNECA
«¡Hazte el que eres!, como aprendido tienes».
PÍNDARO
«Porque una vida sin examen no es vida».
SÓCRATES
«Has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse».
DON QUIJOTE A SANCHO PANZA
«Que cada cual conozca y siga su propio camino».
PROPERCIO
«El aprendizaje como una autoexpresión sin obstáculos».
JOSH WAITZKIN
Después de años en el campo de batalla, la vuelta de un general victorioso a Roma se celebraba por todo lo alto. El triunfo que acababa de ampliar las fronteras del Imperio quedaría inmortalizado en los libros de historia. Por la mañana, los ciudadanos romanos llenarían las calles para vitorear al general. Por la noche, se celebraría un gran banquete para festejar las nuevas conquistas. Durante el desfile, en el carro del general victorioso, agachado para no ser visto por el pueblo, había un esclavo. Su único propósito era susurrar al oído del general dos palabras: «memento mori». Recuerda que morirás.
Aprender sí ocupa lugar. Cuando decides aprender algo, decides no aprender todo lo demás. Puedes aprender cualquier cosa, pero no puedes aprenderlo todo. Tu tiempo y tu atención son limitados. Es necesario empezar con una complicada pero inevitable pregunta: «¿qué aprender?». No creo que exista una respuesta válida para todo el mundo. Cada uno —y eso te incluye a ti— debe encontrar sus propias respuestas.
El filósofo del Renacimiento Michel de Montaigne cuenta en uno de sus Ensayos la historia de un asno. Al ver a su amigo el perro recibir caricias cada vez que colocaba sus dos patas delanteras sobre su dueño, el animal decidió imitarlo. En lugar de caricias, el asno recibió una somanta de palos. La fábula nos alerta de las desastrosas consecuencias que tiene olvidarte de quién eres para imitar ciegamente a quien parece que le va bien.
Para elegir qué aprender tienes que descubrir quién eres, y para descubrir quién eres necesitas hacerte otras muchas preguntas. La importancia de conocerte a ti mismo no es nueva. En el antiguo templo griego de Delfos, dedicado al dios Apolo, se podía leer la siguiente inscripción: «¡Conócete a ti mismo!». A lo largo de la historia, muchos han evitado el reto, sustituyendo el autoconocimiento por otras preocupaciones. Algunos valientes sí se han atrevido a saber. Nosotros contamos con el privilegio de ser los últimos. Podemos mirar atrás y encontrar, filtradas por el tiempo, las valiosas ideas de los que nos precedieron, ideas que alumbrarán nuestro propio camino.
Formular la pregunta adecuada es más importante que obtener una buena respuesta. ¿De qué te sirve un atajo si no sabes a dónde ir? ¿Para qué quieres aprender de forma más efectiva si no sabes qué aprender? Antes de cualquier cómo, tener un buen qué. Ahí afuera hay numerosas fuerzas deseando elegir por ti quién eres, deseando elegir por ti qué aprendes. Desde los partidos políticos, inundando con su ideología la educación, hasta los gurús, capturando tu atención para venderte después la supuesta píldora mágica que necesitas para cambiar tu vida. El aprendizaje comienza descubriendo quién eres. Y quién eres es de esas pocas preguntas que no se pueden delegar.
Descubrir quién eres es todavía más complicado por la enseñanza escondida en el barco de un antiguo personaje griego. Tras derrotar en el laberinto de Creta al Minotauro, Teseo volvió a Atenas convertido en héroe. Después de su muerte, los atenienses decidieron conservar la legendaria embarcación que utilizó durante sus aventuras. Cada vez que se estropeaba una de las tablas, la cambiaban por una nueva y más resistente. Con el cambio, ¿seguía el barco siendo el mismo en el que había viajado Teseo?, ¿o era una embarcación diferente?
El filósofo Heráclito fue de los primeros en plantear el cambio constante del mundo. Puede que hayas escuchado una frase suya que dice que no puedes bañarte dos veces en el mismo río, porque ni tú eres el mismo, ni el río es el mismo. Nuestra identidad está en constante cambio. Los átomos por los que estás compuesto se transforman una y otra vez. Las células de tu cuerpo se regeneran constantemente. Cada experiencia te cambia. No eres la misma persona que antes de leer este párrafo, y eso añade un extra de dificultad a la ya de por sí complicada tarea de conocerte a ti mismo.
El autodescubrimiento, como el aprendizaje, es una búsqueda para toda la vida. La lista de ideas podría ser infinita, pero el esclavo susurrando al oído del general nos recuerda la primera parte de la frase de Hipócrates: «¡La vida es breve!». Cinco son las preguntas elegidas para conocerte mejor y elegir qué aprender:
1. ¿Dónde te lleva la curiosidad?
2. ¿Qué problema quieres resolver?
3. ¿Quién quieres ser?
4. ¿Qué te dice el silencio?
5. ¿De qué te vas a arrepentir?
Explorando rincones poco transitados te descubrirás a ti mismo. En el camino, encontrarás respuestas a la complicada pregunta de a qué dedicar tu limitado tiempo. En el proceso, descubrirás qué aprender.
«Hay una vieja noción que es preciso rehabilitar, dándole un lugar más importante que nunca ha tenido: es la idea de vocación. No hay vida sin vocación, sin llamada íntima. La vocación procede del resorte vital, y de ella nace, a su vez, aquel proyecto de sí misma, que en todo instante es nuestra vida».
JOSÉ ORTEGA Y GASSET
«La curiosidad es la mejor guía. Tu curiosidad nunca miente, y sabe más que tú sobre a qué merece la pena prestar atención».
PAUL GRAHAM
«Quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo».
FRIEDRICH NIETZSCHE
«La piedra sin pulir está dentro de ti. Tienes que encontrarla y luego perfeccionarla».
SHIRO NISHI
Shizuku es una adolescente de catorce años que se encuentra en plena transición hacia la vida adulta. La joven pasa su tiempo leyendo y escribiendo. Las primeras responsabilidades del mundo adulto interrumpen sus ocupaciones. En unas semanas tendrá que superar unos exámenes importantes. Algunas tareas domésticas empiezan a llevar su nombre.
Un día como cualquier otro, el padre de Shizuku se deja el almuerzo en casa y la joven es la encargada de acercárselo a la biblioteca en la que trabaja; es eso, o limpiar toda la casa. Antes de que su hermana mayor cambie de opinión con el desigual reparto de tareas, Shizuku sale corriendo a coger el metro. Allí, dentro del vagón, descubre a un gato. Con la inocencia propia de la niñez, la joven le pregunta a dónde se dirige. El gato no responde. El metro se detiene y el animal se baja corriendo del vagón. Los adultos no parecen darse cuenta. Solo otro niño reacciona al ver al animal. Su madre le sostiene con fuerza la mano para que no llegue a tocarlo. Shizuku, poseída por la curiosidad, sale corriendo detrás del animal, pero pronto lo pierde de vista. Parecía el comienzo de una gran aventura.
Justo antes de entrar en la biblioteca, aparece la segunda oportunidad. La joven ve a lo lejos al gato. Los exámenes y el almuerzo de su padre pueden esperar; el gato no. La curiosidad gana de nuevo la batalla. Shizuku corre veloz detrás del felino. Esta vez no puede perderlo. Las terceras oportunidades son mucho más raras que las segundas. Solo personal autorizado, se lee en una señal. La joven no frena por ello la búsqueda. Shizuku persigue al animal a través de rincones inexplorados. Tras subir una inclinada pendiente, ambos llegan a una zona de la ciudad completamente desconocida para ella. El gato llega a su destino: una tienda de artesanía y antigüedades. Sorprendida, Shizuku entra en el pequeño local. Allí conoce a Shiro Nishi, un anciano en el que encontrará a un maestro. Allí descubre a El Barón, una estatua que protagonizará su primera historia escrita. Todo por perseguir al gato.
Pocos dichos populares han hecho más daño que «la curiosidad mató al gato». Por suerte, Shizuku ignoró el consejo y decidió perseguir al animal. En el caso de la joven, su vocación era la escritura y pudo cultivarla; aunque a punto estuvo de caer presa de las demandas útiles y productivas del mundo adulto.
Vuelta del universo animado de Susurros del corazón al mundo real. Como bien sabe cualquier lector de autoayuda que se precie, un libro que aspire a la mejora personal sin una historia de Albert Einstein no es un buen libro. Así describe el físico italiano Carlo Rovelli, en sus Siete breves lecciones de física, cómo este gran científico descubrió su vocación:
De joven, Albert Einstein pasó un año entero haraganeando ocioso. Si no se pierde el tiempo no se llega a ningún sitio, algo que los padres de los adolescentes olvidan a menudo. Estaba en Pavía. Había vuelto con su familia tras dejar los estudios en Alemania, donde no soportaba el rigor del instituto. Era a comienzos de siglo, y en Italia se iniciaba la Revolución Industrial. Su padre, que era ingeniero, instalaba las primeras centrales eléctricas en la llanura del Po. Albert leía a Kant y a ratos perdidos asistía a clases en la Universidad de Pavía: por diversión, sin matricularse ni hacer exámenes. Es así como se llega a ser científico en serio.
Ocioso, perdiendo el tiempo, por diversión, ratos perdidos; respuestas bastante diferentes a las que esperaba encontrarme. Pensaba que Einstein, como muchos otros genios, descubrió su vocación cuando todavía tenía el chupete. Me equivocaba, me equivocaba completamente.
En el libro Outliers, de Malcolm Gladwell, descubrí una idea que captó mi atención: las pequeñas ventajas al inicio marcan la diferencia durante toda la vida. Empezar a practicar un deporte con tres años o empezar a practicarlo con diez puede ser la diferencia entre llegar o no a la élite. ¿El motivo? Una pequeña ventaja inicial permite acceder a nuevas oportunidades, dando lugar a lo que Gladwell llama «el efecto Mateo». El concepto recibe este nombre por la frase del Evangelio: «Porque a todo el que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado». En la parábola bíblica, el siervo que recibe más talentos, tiene más para invertir y logra mayores retornos. En el aprendizaje, quien antes empieza, antes consigue sus primeras oportunidades de desarrollo y quien las aprovecha, consigue todavía mejores oportunidades, que amplían la brecha con el resto de mortales.
La historia por excelencia sobre cómo las primeras oportunidades marcan la diferencia es la de las hermanas Polgár. Para conocer su historia tenemos que empezar por su padre, László Polgár, un pedagogo húngaro convencido de que el genio no nace sino que se hace. László decidió poner a prueba sus hipótesis y teorías pedagógicas con sus propias hijas. Las tres hermanas serían la prueba definitiva de que la genialidad es fruto del trabajo. La disciplina elegida fue el ajedrez, un juego con criterios objetivos que permitiría determinar si el experimento funcionaba. Debido a la falta de escuelas de ajedrez en Hungría, László optó por que sus tres hijas aprendieran desde casa. Esta decisión le costó amenazas y problemas con las instituciones educativas y legales húngaras. Estos obstáculos no frenaron la peculiar educación que recibieron sus hijas.
Desde los primeros años de vida, las tres hermanas aprendieron a jugar al ajedrez. Primero, conocieron el tablero y cada una de sus casillas. Una vez dominado el terreno en el que pasarían sus próximos años de vida, empezaron a jugar partidas solo con el rey. Tras dominar el rey contra rey, empezaron a introducir piezas; primero un peón, después la reina… Poco a poco, pieza a pieza, partida a partida, las hermanas dominaron el ajedrez. Motivadas por los problemas cada vez más difíciles que se encontraban sobre el tablero, desarrollaron un profundo amor por la disciplina. Cuando estuvieron preparadas, las tres compitieron al máximo nivel.
Los resultados fueron increíbles. Zsuzsa, Zsofi y Judit rompieron numerosos récords Guinness y obtuvieron varias medallas olímpicas para Hungría. Los resultados más sorprendentes fueron los de la menor de las tres, Judit Polgár. Judit se convirtió, con solo quince años y cuatro meses, en la persona más joven en alcanzar el rango de gran maestro internacional, rompiendo el anterior récord de Bobby Fischer. Además, en el momento de escribir estas líneas, Judit es la única mujer que ha estado entre los diez mejores jugadores del mundo y es, sin lugar a dudas, la mejor jugadora de ajedrez de la historia.
¿Qué pasa con los que a pesar de haber vivido ya una parte importante de nuestra vida no hemos encontrado todavía esa vocación? ¿Qué pasa con los que todavía no nos hemos cruzado con el gato? ¿Estamos ya perdidos si con cuatro años no hemos empezado a dedicarnos en cuerpo y alma a una disciplina?
David Epstein propone en su libro Amplitud una alternativa a la hiperespecialización precoz: «el periodo de prueba». En lugar de lanzarte a profundizar en una disciplina sin saber si es la correcta, Epstein propone probar y experimentar diferentes alternativas antes de especializarte en una. Siguiendo esta idea, además de descubrir con qué disciplina encajas mejor, desarrollarás un amplio rango de habilidades. Podrías pensar que nadie ha llegado a ser de los mejores siguiendo este camino, y… te estarías equivocando. Hubo un joven que durante su infancia y primeros años de adolescencia practicó esquí, lucha libre, natación, baloncesto, balonmano, tenis, pimpón, bádminton y fútbol. Con los años este joven llamado Roger Federer acabaría dedicando cada vez más tiempo al tenis hasta llegar a convertirse en uno de los mejores tenistas de la historia.
Para el escritor Robert Greene, la culminación del ser humano es la maestría. Pensamos que las capacidades de un maestro nacen de la nada. Pensamos que la mayoría de mortales nunca podremos acceder a esta profunda fuente de satisfacción y realización por falta de talento. Pensamos que solo unos pocos genios tocados por una varita han sido, son y serán los elegidos para poder cambiar el curso de la historia con sus habilidades. La realidad es diferente.
Cuando ves a un maestro desplegando sus habilidades, solo estás viendo la punta del iceberg. Aunque (casi) con total seguridad, los mejores tienen muy buenas condiciones de partida, también llevan años perfeccionando sus habilidades. Todas estas horas de práctica, ocultas a la vista, culminan en la «competencia inconsciente»: la capacidad de desplegar una habilidad de manera fluida sin tener que procesar conscientemente todos los detalles. Si te paras a pensarlo, la mayoría hemos logrado la competencia inconsciente en algunas actividades cotidianas. Por ejemplo: eres capaz de mantener una compleja conversación con otra persona sin tener que pararte a pensar de manera consciente en cada palabra que entra en tus oídos o sale por tu boca. Los grandes maestros logran esta fluidez en su disciplina, lo que hace que parezca fácil. Me viene a la cabeza Magnus Carlsen, un gran maestro internacional que consigue que jugar al ajedrez parezca sencillo. Carlseen ha llegado incluso a ganar a jugadores experimentados mientras estaba borracho.
En su libro Maestría, Greene propone que para alcanzar la culminación como ser humano, el primer paso es descubrir tu «llamada vital». Tu llamada vital es una fuerza interior que te guía, despierta tu curiosidad más primitiva y está dirigida hacia tus inclinaciones naturales. De esta llamada vital nace un profundo deseo por aprender que te permite cultivar la paciencia, la persistencia y la confianza para el largo proceso que requiere alcanzar la maestría. Encontrar la llamada vital no es tarea fácil. El camino no es una línea recta y lo normal con cinco años es no saber qué quieres hacer.
Puede que tu voz interior se haya apagado, asfixiada por las obligaciones del día a día, o puede que seas incapaz de escucharla por todo el ruido de las personas que te rodean. Quizás has dividido tu vida en compartimentos y crees que el trabajo sirve solo para ganarse la vida, que fuera del tiempo de ocio está prohibido disfrutar.
De las anécdotas de grandes maestros descubriendo su llamada vital, mi favorita es la historia de Marie Curie. Con apenas cuatro años, la pequeña Marie quedó fascinada cuando entró al laboratorio de su padre. Siempre que podía, se escapaba allí a imaginar todo tipo de experimentos. En cuanto volvió a entrar a un laboratorio en su vida adulta, recordó esa experiencia de la infancia y supo que quería dedicarse a la investigación en cuerpo y alma. Este profundo deseo la ayudó a superar los obstáculos y las dificultades del camino. Marie Curie se convirtió en la primera mujer en recibir un premio Nobel, y en la primera persona en recibir dos premios Nobel: el de Física por las investigaciones sobre la radiación y el de Química por descubrir los elementos del radio y el polonio.
En el hilo viral Cómo ser rico (sin tener suerte), el filósofoinversor Naval Ravikant comparte un concepto que conecta con la llamada vital de Robert Greene. A pesar del título tan atrevido, el hilo está repleto de valiosas ideas. Centrémonos en el «conocimiento específico». Estas son las líneas que Naval dedica a este poderoso concepto:
«Los conocimientos específicos son aquellos para los que no se puede formar. Si la sociedad puede formarte, puede formar a otra persona y sustituirte».
«El conocimiento específico se adquiere persiguiendo la curiosidad y la pasión genuinas, en lugar de lo que esté de moda ahora».
«Adquirir conocimientos específicos te parecerá un juego, pero a los demás les parecerá un trabajo».