Basta de padres violentados e hijos rehenes - Esteban Chiky Toledo - E-Book

Basta de padres violentados e hijos rehenes E-Book

Esteban Chiky Toledo

0,0
5,49 €

-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

Basta de padres violentados es una reflexión íntima y poderosa sobre las dinámicas de poder y la manipulación emocional en las relaciones, con un enfoque especial en el impacto que estas tienen sobre los padres. A través de su propia historia y los testimonios de otros, Esteban Toledo revela cómo las falsas denuncias y las estrategias de control pueden devastar no solo la vida de quienes las padecen, sino también la de sus hijos. Esta obra trasciende las categorías de género para explorar la violencia psicológica y la discriminación institucional desde una perspectiva humana y universal. Con un análisis profundo y una narrativa valiente, el autor invita a los lectores a reflexionar sobre estas realidades invisibles y a cuestionar un sistema que muchas veces deja desamparados a quienes más necesitan justicia y apoyo.

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
MOBI

Seitenzahl: 344

Veröffentlichungsjahr: 2025

Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



ESTEBAN CHIKY TOLEDO

Basta de padres violentados e hijos rehenes

Esteban Chiky Toledo Basta de padres violentados e hijos rehenes / Esteban Chiky Toledo. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Autores de Argentina, 2024.

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-987-87-5846-6

1. Narrativa. I. Título. CDD A860

EDITORIAL AUTORES DE [email protected]

Tabla de contenido

El punto de partida

Introducción

El consultorio del Dr. Labosca

PARTE I - “MÁS ALLÁ DEL GÉNERO: VIOLENCIA PSICOLÓGICAY EL IMPACTO DE UNA FALSA DENUNCIA”

Introducción

Capítulo I - Mi relación sentimental

Introducción

Dinámica de poder

Manipulación emocional

La historia viene así

Sin dudas era el amor de mi vida

Las primeras grietas: ideas y/o principios

La primera grieta sentimental: celos y desconfianza

El control y la manipulación: celos convertidos en obsesión

La coerción sexual y el control de la rutina

El primer golpe: físico y emocional

El retorno y la ruptura

La ruptura definitiva

La reconciliación de julio 2020

Encuentros ocultos: un patrón

El encuentro inesperado: la presencia de Cristian C. en mi casa

Comunicación a través de correo electrónico: el supuesto control de Cristian C.

La contradicción: Cristian C. y las conversaciones de WhatsApp

La decisión de retomar la relación

La propuesta: terapia de pareja

La mudanza: nuevas manipulaciones

Conclusión

Capítulo II - Nuestra relación como padres

Introducción

Mi decisión definitiva de alejarme de ella

Su obsesión por la casa propia

Detalles que marcaron la diferencia

Mi decisión definitiva

Acuerdo informal

La ruptura de la comunicación

El mensaje de voz

Tu felicidad no puede ser a costa de mi felicidad

El día del parto

El día previo

El nacimiento de Jerman

El día en que conocí a Jerman

Inocente de mi parte

La lucha por el nombre de nuestro hijo

Los primeros controles médicos

El trámite de la asignación familiar

Insistencia y acuerdo

Me presenta a su pareja actual

Mi licencia

Surge un nuevo conflicto: mi deuda de la asignación y el hostigamiento

El cumplimiento de mis obligaciones

Escrito judicial: el hostigamiento

WhatsApp: la prueba

Conclusiones sobre la conversación del 28/12/2022

Pequeños detalles

El primer cumpleaños de Jerman…

Mi racionalidad y mi esencia de hombre justo

De la idea a la teoría

8 de febrero de 2023: su celebración

De la teoría a la conjetura

De la conjetura a la hipótesis

Mi hipótesis ampliada

Consideración de interpretaciones alternativas

Confirmación de mi hipótesis

Conclusión

Capítulo III - La falsa denuncia

Introducción

Previa a la confirmación de mi hipótesis: conexión con “El consultorio del Dr. Labosca”

Nuestra última conversación

La manipulación y la evasión

La amenaza velada: una táctica de intimidación

La confirmación de mi hipótesis ampliada

De la estrategia a la desesperación: de la planificacióna la impulsividad

Su falsa denuncia

Análisis de su denuncia

Segundo párrafo

Tercer párrafo

Quinto párrafo

Séptimo párrafo

Décimo párrafo

Décimo primer párrafo

Último párrafo

Conclusión

Conclusión de la Parte I

PARTE II - DESIGUALDADES DE GÉNERO, VIOLENCIA INSTITUCIONAL Y MASCULINIDAD

Introducción

Capítulo IV - Punto de quiebre: el comienzo de la batalla legal y la violencia institucional

Introducción

Solicitud de ayuda en la Comisaría de la Mujer (CDM) y Familia

Negligencia e inoperancia en la CDM y Familia de Chacabuco

Reacciones en la Comisaría y reflexión final

La manipulación detrás de las conversaciones

Comparación con la conversación del 5 de marzo

El peligro de la manipulación narcisista

Conclusión

Capítulo V - El dispositivo de masculinidades y la materialización de la violencia institucional

Introducción

Contexto general

¿Qué es el “Dispositivo de Masculinidades”?

Reflexión personal: un sistema que no me representaba

Primera entrevista

La justificación de la vulneración de los derechos de mi hijoa un padre presente

La justificación de la agresión física

La violencia institucional basada en mi género

La imparcialidad de criterios

Mi preparación

Investigación y reflexión personal

Preparándome para la segunda entrevista

Conocimiento y análisis crítico

Mi conclusión y mis argumentos sobre la violencia

Bases de mi investigación

¿Pero qué es la violencia de género?

La segunda entrevista

Intento de colocarme como la parte conflictiva y su error de subestimarme

El intento de socavar mis derechos como padre

La constante duda sobre mi relato y el intento de arrebatarme mis derechos como padre

Confirmación de la violencia institucional

Se materializaba la imparcialidad

Comienzo a entrevistarlas a ellas sobre su rol y sobreel dispositivo

Informe de las profesionales

Reflexión sobre el informe de las profesionales: ¿un intento de contrarrestar la acusación de violencia institucional?

Conclusión

Capítulo VI - La falsa detención y configuracióndel delito de impedimento de contacto

Introducción

Concepto: medidas cautelares y sus procedimientos

Prohibición de acercamiento en la provincia de Buenos Aires

Contextualización

La falsa detención: jueves 17 de agosto de 2023

Los bloqueos y el delito de impedimentode contacto

El trato desigual

Declara mi madre

Mis notas en redes

La reacción de parte de mi expareja

El servicio local

Conclusión

Capítulo VII - Audiencias con el consejero del Juzgado de Familia N° 2 (Junín)

Primera audiencia 31 de agosto 2023Introducción

La audiencia

Segunda audiencia 6 de noviembre 2023Introducción

La audiencia

Tercera audiencia 25 de marzo 2024Introducción

La audiencia

Conclusión

Conclusión de la Parte II

La violencia institucional

La falsa detención y el delito de impedimentode contacto

Reflexión sobre “Audiencias con el consejerodel Juzgado de Familia N° 2 (Junín)”

PARTE FINAL

El punto de no retorno

Introducción

Capítulo: “Mi relación sentimental”

Capítulo: “Nuestra relación como padres”

Capítulo: “El consultorio del Dr. Labosca”

Capítulo: “La falsa denuncia”

Capítulo: “Punto de quiebre: el comienzode la batalla legal y la violencia institucional”

Capítulo: “El dispositivo de masculinidadesy la materialización de la violencia institucional”

Capítulo: “La falsa detención y configuracióndel delito de impedimento de contacto”

Capítulo: Audiencias con el consejero del Juzgado de Familia N° 2 (Junín)

Conclusión

El daño psicológico causado

La cuantificación del daño psicológico

El efecto en mi relación con Jerman

Perdón, reconciliación y responsabilidad

Las cosas como son (LCCS)

Apéndice medios de prueba

Pruebas presentadas

Solicitudes a la justicia

Dedicada a mi pequeño hijo, Jerman Toledo Amante

El punto de partida

Introducción

Soy Esteban Toledo, aunque en mi ciudad natal, Chacabuco, muchos me conocen como “El Chiky Toledo”. Mi vida, hasta hace unos años, estaba dedicada a las matemáticas, una pasión que guiaba mis días y ocupaba mi mente. Sin embargo, una falsa denuncia por violencia de género cambió radicalmente el curso de mi vida. Aunque ya el 1 de marzo de 2023 sospechaba que mi expareja buscaba provocarme para acusarme, decidí acudir a la Comisaría de la Mujer y Familia para denunciar el impedimento de contacto con mi hijo. Lo que nunca me esperé fue la discriminación que sufriría en esa institución, un hecho que transformó todo y me llevó a desempeñar un papel que jamás pensé que tendría: el de mi propio abogado defensor.

Esta autobiografía no es solo el relato de una acusación injusta; es una historia de lucha por mi verdad, los derechos de mi hijo, y una denuncia de la violencia institucional ejercida por funcionarios públicos, quienes, lejos de garantizar justicia, actuaron bajo prejuicios y sesgos ideológicos.

Mi relación con la madre de mi hijo comenzó como cualquier otra, con sueños y esperanzas compartidas. Sin embargo, pronto se transformó en un ambiente marcado por la manipulación y la violencia psicológica. Lo que debía ser una experiencia enriquecedora se convirtió en una pesadilla. Una falsa denuncia por maltrato lo cambió todo, y desde entonces, me he enfrentado a un sistema que parece predispuesto a ver a los hombres como culpables, sin más prueba que su propio género.

El impacto de esa falsa denuncia fue devastador no solo en mi vida personal, sino también en mi relación con el sistema judicial, que me trató de manera sesgada. La Ley 26485, que se promulgó para proteger a las mujeres de la violencia, fue usada en mi contra, permitiendo que una mentira tuviera un peso mayor que la verdad. Desde la negligencia en la Comisaría de la Mujer de Chacabuco, pasando por el prejuicio y maltrato en el Dispositivo de Masculinidades, hasta un Juzgado de Familia que, sin cuestionar, favoreció a mi expareja. Mi lucha se tornó no solo personal, sino también institucional.

Mi esperanza al escribir estas páginas es exponer cómo una ley que pretende proteger puede, en algunos casos, ser usada para perpetuar injusticias; dañando no solo a los padres, sino también a los hijos. Con Basta de Padres Violentados, no solo relato mi historia, sino que busco arrojar luz sobre una realidad que muchos prefieren ignorar: la de los padres que, a pesar de ser víctimas, somos tratados con una presunción de culpabilidad basada en prejuicios de género. Esta historia no es única; es la de muchos hombres que han sido marginados y silenciados. Mi objetivo es que, al compartir mi experiencia, otros padres en situaciones similares encuentren su voz y luchen por sus derechos y, sobre todo, por los derechos de sus hijos.

En la primera parte de esta autobiografía, titulada ‘Más allá del género: Violencia psicológica y el impacto de una falsa denuncia’, abordaré cómo mi relación sentimental inicial, que comenzó con sueños compartidos, fue evolucionando hasta convertirse en una dinámica que opacó nuestra co–parentalidad. Analizaré los factores que influyeron en esta transformación y cómo el sistema institucional, en lugar de brindar apoyo, terminó perpetuando la injusticia. Con un enfoque objetivo, expondré los patrones de manipulación y violencia psicológica que marcaron este proceso, buscando que mi experiencia aporte claridad sobre las complejidades de la violencia institucional y sus efectos en la vida de padres comprometidos.

El consultorio del Dr. Labosca

El reloj marcaba las 17:30 del martes 28 de febrero de 2023. Estábamos en el consultorio del Dr. Labosca porque nuestro hijo, Jerman, de un año y veinte días, llevaba tres días con fiebre persistente. Aunque la situación era preocupante, lo que realmente me inquietaba era la confrontación inevitable que mi expareja podría provocar. Ya conocía demasiado bien ese escenario; sabía exactamente cómo podía escalar la tensión, y no me equivocaba.

Nos encontrábamos frente al escritorio de la secretaria del pediatra. Yo sostenía a Jerman en mis brazos, lo había tomado justo antes de ingresar al consultorio. Con su tono suave y amable, el mismo que siempre despliega en público, mi expareja me preguntó mientras simulaba buscar algo en su cartera:

—¿Trajiste plata vos?

Respiré hondo, conteniendo la frustración que me invadía.

—No me dijiste, me hubieras avisado –respondí con calma.

Habíamos intercambiado mensajes por WhatsApp entre las 13:04 y las 13:10, y en ningún momento mencionó la necesidad de llevar dinero. Aunque no era mi obligación, ya que cumplía religiosamente con mi aporte mensual de manutención, homologado por la justicia, no dejaba de presionarme. Ella conocía bien mi situación económica. Desde octubre de 2022 no recibía salario debido a una licencia sin goce de sueldo, resultado de una persecución política en mi empleo municipal. Aun así, a pesar de no tener ingresos, seguía cumpliendo con el 20% de manutención acordado, e incluso más.

Su tono cambió, endureciéndose en un instante.

—Sabes que hay que pagar.

Era un golpe calculado. Conocía exactamente cómo presionar los botones adecuados para generar culpa, enojo o frustración. Pero esta vez no me permitiría caer en ese juego. Con una calma que me costaba mantener, respondí:

—Me hubieras dicho que traía…, igual yo te paso la cuota todos los meses como acordamos. Si no te alcanza, habla con tu abogada.

Pero ella no cedió. Como siempre, trató de hacerme quedar como el que no cumplía.

—Con los 15 000 que me pasas no puedo hacer mucho…

Mi mente se nubló por un instante. Llevaba mucho tiempo soportando humillaciones como esta. Demasiados intentos de menosprecio, de hacerme ver como un mal padre. Pero algo había cambiado en mí en las últimas semanas. Tras un hecho que había transformado radicalmente mi perspectiva, ya no estaba dispuesto a callar más.

Recuerdo cómo iba en mi bicicleta, “La Diabla”, rumbo al consultorio, diciéndome a mí mismo: “Ya fue, que se pudra todo… si te dice algo, contéstale, no te quedes callado, que se vaya a la mierda… es una enferma”. Y allí estaba, mi hijo con fiebre en mis brazos, y yo tratando de mantener la calma mientras enfrentaba otro de sus ataques.

Finalmente, alcanzado el límite de mi paciencia, le dije con voz cansada y sin filtros:

—Ahh… Déjame de romper las pelotas.

Ella, sin perder la compostura, asumió su habitual papel de víctima, el que sabía ejecutar a la perfección.

—Ay, no seas maleducado, que hay chicos –respondió.

Entonces, como por arte de magia, encontró el dinero en su cartera y pagó la consulta.

Mientras me alejaba con Jerman en mis brazos, sin mirarla, le respondí:

—¡No seas payasa, vos, querés!

Este episodio no era aislado; reflejaba una dinámica repetitiva y agotadora que llevaba años. Su capacidad para manipular y generar escenarios conflictivos estaba bien calculada. Conocía mis puntos débiles y sabía cómo utilizar el sistema a su favor. A veces me pregunto cómo alguien podría actuar de manera tan fría, incluso cuando estaba en juego el bienestar de su propio hijo.

Pero esa tarde algo había cambiado en mí. Mi paciencia, que había sido infinita durante mucho tiempo, se agotaba. El hecho de que me privara del nacimiento de Jerman, usando manipulaciones y mentiras, había roto algo en mi interior. Había pasado semanas analizando el “¿por qué?”, buscando razones, tratando de encontrar respuestas que no existían. Lo cierto es que su animosidad hacia mí no tenía justificación, era parte de un juego perverso de control y venganza.

Ese día entendí que sus acciones no eran solo una reacción emocional, eran una estrategia premeditada para lastimarme, para hacerme sentir menos. Y no solo era yo el afectado; Jerman también lo era. Me había privado del derecho a estar con mi hijo desde el primer momento de su vida. ¿Por qué? Porque no me veía como un padre, sino como un adversario. Y en esa batalla, cualquier cosa valía, incluso usar a nuestro hijo como un peón en su guerra personal.

A lo largo de este proceso, he aprendido que el sistema judicial, que debería proteger los derechos de los padres y los hijos por igual, a menudo se inclina hacia un lado. Mi expareja, consciente de esta predisposición, utilizó el sistema como una herramienta de manipulación. Sabía que, siendo mujer, su palabra tendría más peso que la mía, y que cualquier conflicto sería interpretado a su favor. Fue una realidad difícil de aceptar, pero no podía negarla: la ley, que debería ser justa, se había vuelto un arma en su poder.

La Comisaría de la Mujer, el Dispositivo de Masculinidades, y el Juzgado de Familia en el que se ventiló nuestra causa, no fueron instancias que me brindaran apoyo o equidad. Al contrario, se convirtieron en escenarios donde mi papel como padre fue sistemáticamente erosionado, donde se asumía que por el simple hecho de ser hombre, debía justificarme constantemente.

El episodio en el consultorio del Dr. Labosca no fue más que uno de tantos momentos que simbolizaban mi lucha diaria. Una batalla silenciosa, cargada de emociones contenidas, de intentos por mantener la calma frente a la provocación constante. No era solo una cuestión de dinero o de cumplir con mis obligaciones; era un ataque constante a mi dignidad y a mi rol como padre. Cada palabra de mi expareja estaba calculada para deslegitimar mi presencia, para minimizar mi aporte, no solo económico, sino emocional.

El 28 de febrero de 2023 marcó un punto culminante. No fue solo una confrontación más, fue el día en que entendí que había llegado a mi límite, que ya no podía soportar más humillaciones, ni aceptar que mi rol como padre fuera constantemente minimizado. Sentí, más que nunca, la urgencia de visibilizar y denunciar estas dinámicas de abuso y manipulación que tantos padres, como yo, enfrentamos en silencio.

Este capítulo es más que la narración de una discusión banal en una sala de espera; es el símbolo de la lucha más grande que enfrentamos muchos padres en situaciones similares. Una lucha por nuestros derechos y por el de nuestros hijos, por un trato justo en un sistema que, en lugar de protegernos, perpetúa una desigualdad. El 28 de febrero no solo marcó un momento crítico en mi vida, sino que también subraya la urgencia de que se escuchen nuestras voces, que se reconozcan estas injusticias, y que se actúe en consecuencia.

La lucha por mis derechos como padre no es solo mía; es una lucha compartida, y es una lucha que debe ser escuchada.

PARTE I“MÁS ALLÁ DEL GÉNERO: VIOLENCIA PSICOLÓGICAY EL IMPACTO DE UNA FALSA DENUNCIA”

Introducción

En esta primera parte, abordaré la compleja transición de la violencia física y psicológica que sufrí durante mi relación sentimental con mi expareja, hacia su intento sistemático de socavar mis derechos parentales. Este comportamiento culminó en una injusta denuncia por violencia de género que ella presentó.

Mi objetivoes cuestionar la idea de que la violencia es exclusiva de un género, demostrando que el comportamiento violento está impulsado por características psicopáticas y narcisistas, que pueden manifestarse en cualquier persona, independientemente de su género.

Primero, exploraré cómo la violencia psicológica ejercida por mi expareja afectó profundamente mi vida, dañando tanto mi bienestar personal como mi estabilidad emocional. Revelaré cómo esta violencia se expresó no solo en manipulaciones sutiles, sino también en episodios de humillaciones, menosprecios y amenazas explícitas. Incluyo también el uso indebido de medicación para tratar de controlar mi estado emocional.

Además, examinaré el concepto de alienación parental, una táctica que mi expareja aplicó con éxito en su relación con su hijo mayor y que intenta replicar con nuestro hijo Jerman al socavar mis derechos como padre. A medida que nuestra relación se deterioraba, mi expareja empleó estrategias de menosprecio y provocación para desplazarme de mi rol paternal, buscando alienar a Jerman de mí. Este intento culminó en la denuncia falsa, no solo para deslegitimar mi papel como padre, sino como una respuesta desesperada ante el fracaso de sus manipulaciones.

Finalmente, esta parte no solo narra los eventos personales que enfrenté, sino que también expone un problema más amplio: la falta de imparcialidad en el sistema judicial, influenciado por una interpretación sesgada de la perspectiva de género. Mi caso refleja un problema estructural que afecta a muchos hombres cuyos derechos han sido vulnerados bajo el pretexto de proteger a las mujeres, según la Ley 26485.

Mi intenciónes revelar la verdad detrás de estos eventos y destacar la urgente necesidad de reformar el sistema judicial para garantizar la protección equitativa de los derechos de todos los involucrados. Solo a través de un enfoque verdaderamente imparcial podremos asegurar que los derechos de los niños, como mi hijo Jerman, sean respetados y que la justicia prevalezca para todos.

Capítulo IMi relación sentimental

Introducción

En este Capítulo I, compartiré mi experiencia personal para visibilizar una problemática que afecta a muchos hombres: la violencia en el contexto de relaciones sentimentales e intrafamiliares.

Es fundamental entender que todo está interrelacionado. No se puede juzgar un hecho de manera aislada, ya que cada uno está influenciado por las circunstancias y factores específicos del momento en que ocurre. Mi objetivo es resaltar que la violencia intrafamiliar o de género se manifiesta a través de patrones de conducta sistemáticos, no en incidentes aislados. Para comprender la verdadera magnitud de la problemática de la violencia, es crucial reconocer la frecuencia y la premeditación detrás de estos actos. Solo al analizar cómo cada evento se conecta con los demás, podemos entender la realidad en profundidad; vistos de forma aislada, los hechos pueden parecer incompletos o carecer de contexto.

Estoy convencido de que este relato sobre mi relación con la madre de mi hijo ilustra lo que muchos hombres han tenido que enfrentar, y aún enfrentan hoy, con personas manipuladoras y narcisistas que utilizan a sus hijos como herramientas de venganza. Así como existen hombres violentos cuyas víctimas temen denunciarlos, también hay hombres que somos víctimas de mujeres violentas y que, por diversas razones, no nos atrevemos a hablar.

A lo largo de esta narración, me cuestiono si realmente es necesario compartir tantos detalles íntimos sobre nuestra relación. Como le dije al consejero de familia en la segunda audiencia: “Esto es violento; todo lo que me están haciendo es violento”. Y me pregunto: ¿Comprenden las autoridades la gravedad de sus actos? La falsa denuncia, sumada a la negligencia e incompetencia del sistema, me ha llevado a una re–victimización.

Sin embargo, a estas alturas, ya no temo la exposición. Considero esencial compartir mi historia porque mi caso debe ser la voz de aquellos hombres que no se atreven a hablar. A nosotros no nos matan, pero nos exigen hasta el límite. Aunque a veces no sabemos qué esperan de nosotros, estoy convencido de que contar nuestras historias es crucial. No solo para exponer la injusticia de las falsas denuncias por violencia de género, sino también porque estas historias reflejan la violencia psicológica que sufrimos los hombres en nuestra vida familiar.

Es hora de hablar de violencia, y la violencia no tiene género. La violencia es un problema social que nos afecta a todos. No solo debemos hablar de los hombres violentos, lo cual nadie puede negar, sino también de las mujeres violentas. Hablemos de humillaciones, comparaciones, exigencias económicas y financieras, menosprecio parental, alienación parental y mucho más. Todo esto es violencia psicológica contra nuestra masculinidad y refleja la violencia que padecemos los hombres por parte de mujeres violentas, en los mismos términos que establece la Ley 26485.

Si al leer esto te identificas con alguna de las situaciones que describo, espero que mi relato te dé la fuerza para contar tu propia historia.

Para contextualizar los episodios de mi relación con mi expareja, me basaré en la grabación obtenida durante la entrevista con el Dr. A. P., psicólogo y miembro del Equipo Técnico del Juzgado de Familia N° 2 de Junín, realizada el 19 de noviembre de 2023. Esta entrevista fue crucial para revisar y estructurar la cronología de mi relación, que se divide en tres etapas. Es preciso aclarar que no busco justificarme ni victimizarme, solo documentar lo que sucedió para que quede constancia de la verdad de los hechos.

Mi relación con mi expareja estuvo marcada por tres etapas:

· La PRIMERA ETAPA culminó con mi huida de la casa en la calle Vélez Sarsfield. Tal vez todo fue demasiado apresurado y no me tomé el tiempo necesario para conocerla realmente. Aunque habíamos sido compañeros de banco en la primaria, no fue hasta años después, tras reencontrarnos en el evento por los 25 años de egresados, que nuestra relación comenzó. Al principio, todo parecía perfecto. Solo ella y yo sabíamos lo que sentíamos en ese momento, o tal vez era solo yo quien lo sentía. Pero pronto aparecieron las primeras grietas: sus palabras y acciones comenzaron a socavar mi autoestima, lo que derivó en discusiones que marcaron el inicio de un ciclo de control y manipulación. La situación empeoró hasta llegar al primer golpe, tanto físico como emocional, y eso me llevó a tomar la decisión de alejarme.

· La SEGUNDA ETAPA comenzó con mi regreso, impulsado por el deseo de salvar la relación. Aunque ya había pasado por un gran dolor, mis amigas decían que estaba “re enamorado”. Había cambiado mi vida por ella. Sin embargo, el control y las manipulaciones continuaron. Después de una segunda agresión física, decidí separarme de nuevo. La etapa terminó cuando salí de lo que llamaba “La casa del infierno”, donde la relación se había vuelto insostenible. Ella me acusó de cobarde por irme, pidiéndome que me quedara y luchara por lo nuestro.

· La TERCERA ETAPA comenzó a principios de 2020, casi un año y medio después de nuestra separación, cuando retomamos la relación bajo la condición de vivir en casas separadas. A pesar de este acuerdo, las manipulaciones y el control continuaron. Tras la muerte de mi padre en junio de 2021 y el anuncio de su embarazo en julio, me vi forzado a inscribirme en el Procrear con ingresos falsos, una acción que fue el resultado directo de sus presiones. Sin embargo, la relación se volvió aún más destructiva. Al final, agotado por sus insultos y menosprecio, decidí poner fin a la relación, aunque aún la amaba. Decidí que mi hijo Jerman y su bienestar eran lo único que importaban.

A lo largo de toda esta relación, los episodios de manipulación, control y violencia emocional fueron frecuentes. Mis decisiones, aunque a veces erróneas, fueron el resultado de un ciclo de abuso que me resultaba cada vez más difícil de romper. Los mensajes y correos electrónicos que intercambiamos a mediados de 2020 reflejan la verdadera dinámica de nuestra relación.

Este relato no solo busca documentar lo sucedido, sino también señalar cómo el sistema judicial y social a menudo no ve, ni aborda, la violencia cuando el agresor es una mujer. Mi historia es solo un ejemplo entre muchos de cómo las políticas de género pueden generar una falta de reconocimiento y apoyo hacia los hombres víctimas de abuso. No debemos caer en la falacia de pensar que la violencia solo puede ser ejercida por hombres. La violencia es una problemática social que nos afecta a todos, y es esencial que el sistema judicial, las autoridades y la sociedad en general reconozcan que hombres y mujeres pueden ser víctimas y victimarios por igual.

Con este relato, no busco ni justificarme ni quedarme en la posición de víctima, sino ofrecer una visión honesta sobre una realidad que demasiados hombres viven en silencio. Espero que mi historia sirva como una herramienta para generar conciencia y, sobre todo, como un llamado a la acción para que el sistema judicial y social ofrezcan un trato más equitativo para todos, sin prejuicios basados en el género.

Dinámica de poder

La relación con mi expareja estuvo marcada no solo por la desconfianza, sino también por un profundo desequilibrio de poder. Durante nuestra convivencia, ella intentaba ejercer un control constante sobre mi bienestar emocional, con actitudes que reflejaban ideas tradicionales y retrógradas, propias de la violencia de género intrafamiliar.

Esta dinámica se hacía evidente en nuestras interacciones diarias. Mi expareja no solo trataba de moldear mi rutina, sino que también controlaba aspectos cruciales de mi vida personal, revisando sigilosamente mi computadora personal y mi teléfono celular. Además, influenciaba en mis decisiones cotidianas hasta el punto de cuestionar mi filosofía de vida, atacando mi ética y moral. Dictaba cómo debía manejar mi tiempo libre y criticaba mis elecciones personales, lo que me hacía sentir cada vez más atrapado y sin autonomía.

Aunque tengo pruebas de esta dinámica a través de correos electrónicos que intercambiamos a mediados de 2020, cuando intentábamos reconciliarnos, he decidido mantenerlos en reserva. El principal objetivo de mi autobiografía es que está dirigida a mi hijo, Jerman. Mi intención es documentar la verdad de nuestra relación sin exponer aspectos íntimos que también involucran a su madre. Mi propósito no es dañar, sino mostrar cómo este desequilibrio de poder afectó mi bienestar emocional y psicológico, y cómo impactó la naturaleza de nuestra relación.

Manipulación emocional

La manipulación emocional fue una herramienta recurrente que mi expareja utilizó para mantener el control en nuestra relación. Al principio, la agresión verbal no era explícita, sino que se manifestaba de manera sutil a través de indirectas y comparaciones. Por ejemplo, me comparaba con el padre de su hijo mayor, sugiriendo que ambos compartíamos rasgos machistas. Además, trataba de hacerme sentir equivocado en todo lo que pensaba, menospreciando mis opiniones y utilizándome como blanco de sus críticas.

En nuestras conversaciones, su hijo mayor fue ocasionalmente involucrado, no como una influencia significativa en nuestras discusiones, sino como un medio para respaldar los puntos de vista de su madre. Ella utilizaba sus opiniones para apoyar sus enfoques en nuestras discusiones, añadiendo una capa de presión adicional.

Un aspecto particularmente dañino de la dinámica fue la alienación parental que ejerció con su hijo mayor. Frecuentemente hablaba mal de su padre delante de mí, y utilizaba esas conversaciones para reforzar la idea de que su padre era una mala persona. En lugar de proteger a su hijo de la negatividad y el conflicto, lo involucraba emocionalmente y lo utilizaba para apoyar su propio punto de vista. Esta estrategia no solo afectó la percepción del hijo sobre su padre, sino que también amplió el ciclo de manipulación emocional que experimentaba en la relación.

A medida que las discusiones se volvían más intensas, empezaron a incluirse ofensas directas y críticas hacia mi ética y moral. En estas discusiones sobre nuestra relación, a menudo me encontraba llorando durante horas. En esos momentos, ella me daba sermones sobre ética y moral, y yo terminaba asumiendo una culpa que, en retrospectiva, me doy cuenta de que no era completamente mía. Aunque en esos momentos admitía mi “culpa” y me cuestionaba en mi conciencia, ella aprovechaba mi estado emocional para administrarme clonazepam, buscando calmarme para que pudiera dormir.

Este ciclo de manipulación y control emocional se volvió insostenible. A pesar de las discusiones, la violencia física se limitó a dos ocasiones en las que me agredió con una cachetada. En esas ocasiones, al contener su agresión debido a mi mayor fuerza física, le advertí que podía hacerle daño si respondía de manera similar. Finalmente, decidí separarme y escapar de “La casa del infierno”, reconociendo que la situación no podía continuar de esa manera.

El ciclo de manipulación y control emocional no solo afectó mi bienestar durante la relación, sino que dejó secuelas mucho más profundas que tardé en reconocer. Con el paso del tiempo, me di cuenta de que las constantes críticas, las comparaciones hirientes y el control sobre mis decisiones habían minado mi autoestima de forma casi imperceptible. Incluso después de haberme alejado físicamente, las cicatrices emocionales de esa dinámica siguieron presentes, afectando mi confianza y mi capacidad para relacionarme de manera saludable. Aún hoy, esos episodios continúan siendo un recordatorio constante de la importancia de mantenerme alerta ante cualquier signo de control o manipulación en mis relaciones.

La historia viene así

Sin dudas era el amor de mi vida

Al inicio, nuestra relación fue única y especial. Recuerdo con nostalgia esos primeros meses, cuando compartíamos largas conversaciones al atardecer en el patio de la casa en la calle Vélez Sarsfield, muchas veces acompañados por su hijo mayor mientras tomábamos mate. Solo ella y yo sabemos la intensidad de lo que sentíamos en esos días, y aunque ahora todo se ha derrumbado, no puedo negar que en ese momento la amaba profundamente. Hablábamos de todo: desde mis ideas filosóficas hasta sus apasionadas reflexiones sobre la mitología griega. Solíamos bromear sobre Caribdis y Quirón, personajes mitológicos que representaban, a nuestra manera, el amor inmenso que compartíamos.

Le escribía cartas y poemas, algo que siempre fue muy propio de mí, y ella, como profesora de Literatura, enriquecía cada conversación con su vasto conocimiento. Nuestra relación parecía avanzar de manera natural, en un equilibrio donde ambos nos complementábamos y nos esforzábamos por construir una familia. Nos entendíamos y disfrutábamos de esa conexión intelectual y emocional.

Sin embargo, con el tiempo, lo que parecía un amor genuino comenzó a transformarse en algo más complicado. Las primeras grietas en nuestro “jarrón” sentimental empezaron a aparecer lentamente, sin que me diera cuenta de lo que se estaba desmoronando bajo la superficie.

Las primeras grietas: ideas y/o principios

Al principio, las diferencias que surgían parecían discusiones comunes, pero pronto tomaron un tono más serio. Comenzaron a aparecer fisuras en nuestra relación. Cada vez que no estábamos de acuerdo en algo, ella intentaba cambiar mi forma de pensar, no solo con la intención de resolver el conflicto, sino para imponer su visión sobre la mía. Esto fue debilitando mi confianza y mi autoestima, haciendo que cuestionara aspectos de mí mismo que antes estaban firmemente establecidos.

Aunque intentaba mantener la calma y buscar un equilibrio, sugiriendo que podíamos aceptar nuestras diferencias, ella a menudo convertía estas discusiones en una especie de competencia intelectual. Llegué a sentir que ya no se trataba de llegar a un acuerdo, sino de que ella demostrara que tenía razón. En algunos momentos, sus palabras llegaban a ridiculizarme, apoyándose en su hijo mayor para justificar sus posturas. Sentía que la relación se volvía más unilateral, donde cada vez que intentaba defender mis ideas, acababa cediendo para evitar mayores tensiones.

Una frase que solía usar para mantenerme firme en mis convicciones era “Las Cosas Como Son” (LCCS), pero cada vez se hacía más difícil sostenerla sin que termináramos en una nueva pelea.

La primera grieta sentimental: celos y desconfianza

Un día, mientras trabajaba en el patio con un amigo, Jorge Lemme, me tomé un momento para preparar unos mates. Al entrar en la cocina, la encontré llorando. Al preguntarle qué le pasaba, no quiso responder y me pidió que la dejara sola. Le dije a Jorch que dejaríamos el trabajo para el día siguiente porque ella no se sentía bien.

Más tarde, cuando me acerqué para hablar con ella, me reclamó por un mensaje que había enviado a una amiga por Facebook. El mensaje era solo un “Hola”, pero eso fue suficiente para que comenzara a dudar. Le expliqué que se trataba de una amiga de años, alguien con quien jamás había tenido una relación romántica, y que aunque alguna vez hubo una leve atracción, nunca pasó nada entre nosotros.

A pesar de mis explicaciones, la desconfianza se instaló entre nosotros. Esa noche decidió irse de nuestra habitación, y yo me quedé con la sensación de que algo se había roto. Esa semilla de duda creció con el tiempo y marcó el inicio de una serie de situaciones que solo intensificaron sus celos y control sobre mí. Aunque intenté minimizarlo en ese momento, pronto me di cuenta de que este episodio era solo el comienzo de un patrón que afectaría gravemente nuestra relación.

El control y la manipulación: celos convertidos en obsesión

Con el tiempo, los celos se transformaron en una obsesión que afectó aspectos fundamentales de mi vida. Llegó al punto de convencerme de dejar un buen empleo, donde supervisaba a 16 mujeres. Ella me hizo creer que el trabajo me estresaba y agotaba, sugiriéndome que diera clases particulares de matemáticas en casa. Me convenció de renunciar. Luego entendí que era parte de su deseo de controlar mi entorno y reducir mi vida social y profesional. Mi rutina se vio moldeada por sus exigencias, y aunque intentaba mantener mi espacio personal, cada vez era más difícil.

La coerción sexual y el control de la rutina

Además del control emocional, empecé a sentir una presión constante sobre mi vida íntima. Ella insistía en tener relaciones antes de que saliera a trabajar, y cuando no accedía, lo tomaba como una señal de rechazo o desinterés. Esto generaba discusiones constantes, donde me sentía atrapado entre su necesidad de control y mi deseo de mantener mi libertad personal. En retrospectiva, entiendo que esa dinámica de control sobre mi vida cotidiana incluía aspectos de coerción sexual, que en ese momento no pude identificar claramente.

El primer golpe: físico y emocional

El primer golpe llegó cuando encontró un poema en mi computadora, dedicado a la misma amiga con la que ya había tenido el conflicto por el mensaje en Facebook. Aunque intenté explicarle que era un poema de años atrás, sin relevancia en nuestra relación actual, no quiso escucharme. Me dio una cachetada y se encerró a llorar en la habitación.

Ese golpe no solo fue físico, sino también emocional. Fue un punto de inflexión en nuestra relación, donde su control se hizo más evidente y comencé a perderme a mí mismo en el proceso. A partir de ese momento, la dinámica de poder cambió drásticamente, afectando tanto nuestra convivencia como mi autoestima. Cada vez que cedía en su control, sentía que iba perdiendo una parte de mí.

El retorno y la ruptura

Después de ese primer golpe, decidí alejarme y pasé algunos días fuera de casa, quedándome en la casa de un amigo, Frankeli Campusano. Sin embargo, cuando volví, nada había cambiado. De hecho, su control y manipulación se intensificaron. Me hacía sentir culpable constantemente, y las discusiones sobre mi supuesta infidelidad se volvieron interminables. A pesar de estar juntos casi todo el tiempo, ella seguía creyendo que la engañaba, llegando a verificar mis lugares de trabajo en la terminal y el asilo de ancianos.

En cada discusión, parecía que yo era el culpable de todo. A menudo, las peleas terminaban conmigo llorando, y ella, después de consolarme, me convencía de admitir culpas que no existían, administrándome clonazepam para tranquilizarme. El ciclo se repetía una y otra vez.

La ruptura definitiva

Tras otro episodio violento, esta vez más fuerte, tomé la decisión de alejarme nuevamente. Esta vez, me quedé en la casa de Estefanía Rodríguez durante dos meses, con la firme creencia de que la ruptura sería definitiva. A pesar de sus intentos por reconquistarme, me di cuenta de que ya no era yo mismo y que estaba atrapado en un ciclo de control que me estaba destruyendo.

Un viernes, habíamos acordado vernos, pero decidí quedarme con mis amigos esa noche, charlando y fumando, porque sabía que no quería volver a caer en su manipulación. Al día siguiente, me pidió la llave de la casa de la calle Vélez Sarsfield. Fue entonces cuando supe que todo había terminado.

Mirando hacia atrás, comprendo la magnitud de su manipulación y cómo, incluso me seguía sintiendo atrapado.

La reconciliación de julio 2020

Encuentros ocultos: un patrón

Habían pasado casi año y medio desde nuestra separación cuando comenzamos a vernos nuevamente. Para entonces, ella ya llevaba más de un año en una relación con un chico a quien llamaré Cristian C. Es curioso cómo ciertos patrones se repiten en nuestra historia. Al principio de nuestra relación, allá por marzo de 2017, cuando ella vivía en concubinato con el padre de su hijo mayor, también solíamos vernos a escondidas, aunque afirmaba que ya estaban separados. Algo similar ocurrió a principios de 2020, cuando ella aún estaba en pareja con Cristian C.

Nuestra relación se había reavivado tras un largo periodo de distanciamiento, y nuestros encuentros ahora volvían a repetirse en secreto. Durante ese tiempo, sugería lugares para encontrarnos que me resultaban intrigantes. En 2017, me propuso vernos en la casa de mi amigo, Fran, que estaba a solo una cuadra y media de donde trabajaba el padre de su hijo mayor. De manera similar, en 2020, mencionó la casa de una amiga mía, Verónica Lacomi, que vivía cerca de donde trabajaba Cristian C., ya que decía que él la vigilaba. Este patrón de encuentros secretos siempre fue constante en nuestra relación, pero nunca llegué a comprender completamente su significado.

Este patrón de elegir lugares secretos para nuestros encuentros resulta intrigante. Aunque el significado exacto de esta conducta sigue siendo un misterio para mí, parece ser un reflejo constante en nuestra relación. Después de la reconciliación luego de la separación, ella solía cuestionarme por no ser el mismo que en esos períodos en los que nos veíamos a escondidas. Yo solía decirle que, ella me veía más como un amante que como un compañero de vida.

El encuentro inesperado: la presencia de Cristian C. en mi casa

Todo dio un giro inesperado cuando, un día, ella llegó a mi casa acompañada por Cristian C. Yo me encontraba recuperándome de una cirugía de rodilla. Ella estaba visiblemente angustiada y llorando, pidiéndome permiso para entrar y hablar. Le dije que solo ella podía entrar, pero insistió en que también tenía que hablar con Cristian C. Al final, accedí y los dejé entrar.

La conversación fue surrealista. Ella lloraba desconsoladamente entre nosotros, mientras él suplicaba por su amor, como si fuera una escena sacada de una telenovela. En un momento, Cristian C. tomó unas tijeras que estaban sobre la mesa y, moviéndolas como si simulara puñaladas, pronunció las perturbadoras palabras: “Yo por ella mato”. Fue en ese momento cuando me di cuenta de que la situación se estaba saliendo de control. A pesar de mi reciente cirugía, intenté mantener la calma y conseguí que ambos se retiraran de mi casa. Este episodio aumentó mi preocupación, sobre todo por su seguridad, dado el comportamiento violento que él había mostrado abiertamente, aunque claramente dirigida hacia mí y no hacia ella.

Comunicación a través de correo electrónico: el supuesto control de Cristian C.