Breve historia de los vikingos (versión extendida) - Manuel Velasco Laguna - E-Book

Breve historia de los vikingos (versión extendida) E-Book

Manuel Velasco Laguna

0,0

Beschreibung

"Así que si tienen ganas de conocer de manera amena una cultura en la que la valentía era piedra básica de una forma de vida no duden en buscar Breve Historia de los Vikingos y conocer de la mano de Manuel Velasco la gesta de un pueblo inmortal que incluso hoy ya se ha convertido en referente de la cultura actual."(Blog Historia con minúsculas)"En pocas páginas se puede tener una visión muy completa y global del tema elegido, y que puede servir de guía para seguir en el futuro con estudios más profundos si el tema en cuestión resultó tan interesante como se creía. Así pues, vemos que este pueblo conocido sobre todo por sus incursiones y ataques a las costas y monasterios de toda Europa, tenía una cultura muy rica y variada."(Blog Licerrock) La detallada historia de un pueblo, célebre por su arrojo, que nos descubre además su talento como navegantes e ingenieros navales o su valiosa artesanía. Era necesaria una historia sobre los vikingos, una cultura presente en el imaginario popular actual, que se sobrepusiera a los mitos que se han establecido como verdad absoluta, de pueblo beligerante y aguerrido exclusivamente y nos llevara a conocer un poco más: Breve Historia de los Vikingos es esa obra. El libro no sólo se cierra en los aspectos puramente técnicos y cronológicos de los vikingos, sino que también se adentra en la vida cotidiana de los artesanos, campesinos o comerciantes nórdicos y nos detalla su mitología y sus prácticas religiosas para tener así una visión completa de esta influyente cultura que surgió de las zonas más frías de la actual Europa. Entre el S. IX y el S. XI, irrumpen los vikingos en la escena europea, esta será su época de esplendor pero finalmente cederán ante el imparable empuje del catolicismo romano.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 375

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Breve historia de los vikingos

Breve historia de los vikingos

Manuel Velasco

Colección: Breve Historiawww.brevehistoria.com

Título: Breve historia de los vikingosAutor: © Manuel Velasco

Copyright de la presente edición: © 2012 Ediciones Nowtilus, S.L. Doña Juana I de Castilla 44, 3º C, 28027 Madridwww.nowtilus.com

Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley, que establece pena de prisión y/o multas, además de las corres­pondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicaren públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización.

ISBN-13:978-84-9967-347-9Fecha de edición:Mayo 2012

I. La era vikinga

Introducción

Capítulo 1. Siglo VIII

Vikingos granjeros

Los cuernos, sólo para beber

Capítulo 2. Siglo IX

Introducción

Ritos de pasaje: del nacimiento a la muerte

Ampliando horizontes: de Irlanda a Bizancio

Llegan los cristianos

Capítulo 3. Siglo X

Introducción

Guerreros y mercaderes

Una reina vikinga

Skaldir

Capítulo 4. Siglo XI

Introducción

La unificación de Harald Dienteazul

Los últimos vikingos

II. Mitología vikinga

Introducción

Capítulo 5. Valhalla

Introducción

Valkyrjur y Einherjar

Capítulo 6. De hielo y fuego

Introducción

Construyendo el universo

Capítulo 7. Dioses y diosas

Introducción

Odín, el dios chamánico

Thor, el dios popular

Frey, el dios de la fertilidad y la salud

Otros dioses y diosas

Los dioses humanizados

Capítulo 8. Otros seres, otros mundos

Introducción

Gigantes

Enanos

Elfos

Nornas

Valkirias

Loki y sus engendros

Dísir y fylgjur, espíritus guardianes

Fantasmas

Landvættir

Capítulo 9. Otras creencias mágicas

El ser humano

Templos y espacios sagrados

El origen mítico de las runas

Runas mágicas

Galdrar

Los postes de agravio

Sei∂r, la magia femenina

Capítulo 10. Ragnarök

Introducción

La muerte de Balder

La batalla final

Un nuevo comienzo

¿Profecía o recuerdo?

III. Periferias

Capítulo 11. Islandia, Groenladia y Vinland

Ingolfur Arnarson, el pionero en Islandia

La colonización de Groenlandia

Los viajes a Vinland

¿Dónde estuvo Vinland?

Capítulo 12. Normandía

Introducción

De vikingos a normandos

Guerra y paz al estilo normando

Italia, Sicilia, Bizancio, las Cruzadas

El historiador oficial

Capítulo 13. Kievan Rus

Introducción

Varegos y rus

Kiev, capital del Kievan Rus

Miklagard/Constantinopla

La dinastía rúrika

Ruskkaya Pravda, las primeras leyes

La Primera crónica rusa o Crónica de Néstor

La ruta del Volga

Búlgaros y jázaros

La Guardia Varega

Runas en su memoria

Las otras rutas

Ibn Fadlan, el cronista persa

Capítulo 14. Vikingos en la península ibérica

IV. El fin de una era

Capítulo 15. Inglaterra, 1066

Introducción

El trono vacío

La batalla de Stamford Bridge

La batalla de Hastings

Capítulo 16. El legado vikingo. Asimilación, transformación, recuperación

Introducción

Islas británicas

Varegos y rus

La recuperación del pasado

V. Cultura popular

Introducción

Recreacionismo

Cine y vídeo

Viking metal

Literatura

Videojuegos, juegos de rol e internet

Apéndices

I. Nombres vikingos

Introducción

Nombres mencionados en las sagas y en las piedras rúnicas

II. Reyes vikingos

Reyes de Noruega

Reyes de Dinamarca

Reyes de Suecia

III. Personajes vikingos curiosos

IV. Lugares de interés. Siguiendo los pasos de los vikingos en la actualidad

En Escandinavia

Fuera de Escandinavia

V. Barcos y navegación

Introducción

Réplicas de barcos vikingos

VI. Cronología de la era vikinga

Bibliografía

I La era vikinga

El 7 de junio del 793, posiblemente los monjes del monasterio inglés de Lindisfarne viesen una imagen no demasiado distinta a esta. Aquel strandhögg (ataque sorpresa, rápido y contundente) es considerado oficialmente como el comienzo de la era vikinga. Romería Vikinga de Catoira, Galicia.

Introducción

Lindisfarne, una isla al noroeste de Inglaterra. Siete de junio del 793, fecha escrita en la historia a sangre y fuego. Los vikingos asaltan el monasterio, lleno de objetos de gran valor y totalmente desprotegido. Comienza oficialmente la «era vikinga».

En este país y en cualquier otro de la cristiandad, las guerras, los robos, los asaltos son cosa frecuente; la vida humana no parece tener demasiado valor. Pero normalmente (aunque no siempre) se respetan los recintos religiosos. Por eso, lo que han hecho los vikingos es algo insólito.

A partir de entonces, una nueva plegaria se escribe en los libros cristianos: «A furare normannorum liberanos Domine» (De la furia de los hombres del norte, libéranos, Señor), que con el tiempo sería la frase más repetida en los textos de historia vikinga. Aquellos pobres monjes seguramente se sintieron víctimas de algo que ya vaticinara muchos siglos antes el profeta Jeremías pensando en vete a saber qué: «Del norte saldrá el mal y caerá sobre todos los habitantes de la tierra». Más tarde, un monje francés resumió sus ideas sobre los vikingos en estos lacónicos términos: «Cohorte siniestra, falange fatal, hueste cruel». Mientras que otro monje, en este caso irlandés y por lo tanto más dicharachero, expresó más o menos lo mismo así:

Aunque hubiera cien cabezas de hierro forjado sobre un cuello y cien lenguas afiladas, dispuestas, frías y temerarias en cada cabeza y cien voces locuaces, sonoras e incesantes en cada lengua, no podrían narrar o enumerar lo que han sufrido en común todos los irlandeses, hombres y mujeres, laicos y clérigos, viejos y jóvenes, nobles y vasallos, en penurias, heridas y opresión en sus casas a manos de esos valerosos, coléricos y absolutamente paganos pueblos.

Claro que, al otro lado del mapa, Focio, patriarca ortodoxo, haría todo lo posible por superarlo:

Una nación oscura e insignificante, bárbara y arrogante, súbitamente ha caído sobre nosotros, como una ola del mar, y como un jabalí salvaje ha devorado a los habitantes de esta tierra como si fuera hierba. Los niños fueron arrancados de los pechos de sus madres y sus cuerpos machacados contra las piedras, mientras sus madres eran aniquiladas acabando sobre los cuerpos convulsos de sus hijos. Los ríos se convirtieron en corrientes de sangre y los lagos rebosaban cadáveres.

Después de esto, no es de extrañar que quienes escribieron la historia (los únicos que por entonces sabían escribir) se quedasen con esta única imagen, identificando a todos los nórdicos como vikingos, bárbaros despiadados sedientos de sangre. Pero estas crónicas antivikingas habría que considerarlas más cercanas a los noticiarios sensacionalistas que a los libros de historia. Como ejemplo, las investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en el año 2000 en Lindisfarne no mostraron los signos de destrucción que la crónica describía tan trágicamente.

En cualquier caso, tuvieron que pasar siglos para que la arqueología sacase a la luz todo aquello que nos descubrió la faceta «constructiva» de los vikingos, equilibrando así la visión que había perdurado de aquellos «demonios cornudos» caricaturizados hasta lo indecible.

Surgiendo casi de la nada acabaron siendo el gran motor de la Europa periférica (y poco les faltó para que también lo fuesen de América). Tuvieron llamativos y veloces barcos de guerra con cabeza de dragón en la proa, pero también mercantes. Seguramente, estos últimos fueron los que más pudieron verse en su tiempo surcando mares y ríos, difundiendo e intercambiando la cultura y el comercio.

1

Siglo VIII

Hagamos un viaje en el tiempo…

Supongamos que estamos en Dinamarca, a finales del siglo VIII, concretamente en Jutlandia, la península alargada, plana y pantanosa que apunta hacia el norte.

Ya que podemos elegir, hagamos que esté a punto de celebrarse el Jól Blót, la fiesta del solsticio de invierno que marcaba la entrada al nuevo año. Así que cubramos la tierra de nieve y oscurezcamos el cielo. Los campos están desiertos y no sólo por el intenso frío sino porque este día los vikingos están a punto de celebrar una de sus fiestas más queridas.

Busquemos un camino y hagamos que varias personas, bien abrigadas con gruesas capas de lana, cabalguen por él con sus pequeños caballos nórdicos, exhalando todos nubecillas de vaho. Si alguien ha imaginado que llevan cascos con cuernos, que cambie de idea. Esa es una de las cosas falsas que nos ha transmitido la historia sobre los pueblos nórdicos. Sabemos a ciencia cierta que no llevaban cuernos porque se han encontrado miles de tumbas en las que al difunto se le enterraba con todo su «equipo de guerra» y en ninguna de ellas había un solo casco con cuernos. Tampoco todos son muy altos, en términos actuales, a tenor del tamaño de las tumbas. Por otro lado, si alguien se ha imaginado a estos jinetes rubios y de ojos azules, puede cambiarle el color a algunos de ellos, pues de todo había.

Los vikingos procedían básicamente de las regiones costeras (mares, ríos, fiordos, lagos) de lo que actualmente llamamos Escandinavia, siendo una mezcla de protoescandinavos presentes desde la Edad del Bronce, más algunas ramas germánicas, desarrollando una cultura diferenciada a lo largo de los siglos. Fragmento de la Carta Marina de Olao Magno (1539).

No todo acaba ahí: si ellos supieran que nosotros los consideramos vikingos, seguramente se echarían a reír. Estos son daneses y mantienen contactos a través de los estrechos brazos de mar con los noruegos y con los suecos; teniendo en cuenta que todos estos lugares están formados por un número considerable de pequeños reinos, que aún tardarán en estar unificados, seguramente afinarían bastante con los gentilicios, llegando a conocerse por nombres de tribus o clanes.

Entonces, ¿por qué los llamamos vikingos? Este pueblo nórdico ha pasado a la historia sobre todo por las crónicas que escribieron los monjes que sobrevivieron a los asaltos llevados a cabo en Inglaterra, Irlanda o Francia. Aquellos que se dedicaban al pillaje, el robo y el incendio sí eran vikingos. Podían proceder de cualquiera de las tierras nórdicas, pero la denominación de vikingo era sólo para los que participaban en una de aquellas expediciones. El resto del tiempo vivían en granjas como la que vamos a visitar.

Allí, básicamente, cuidaban de sus cultivos y de su ganado, aunque también había artesanos de todo tipo que fabricaban herramientas, muebles, armas, utensilios, adornos, barcos… Todo esto lo harán tanto para uso propio como para intercambiar por los mercados donde solían ir a comerciar. Porque este pueblo, al que la historia durante siglos ha tildado de bárbaro, fue el que abrió y mantuvo una de las rutas comerciales más grandes de su tiempo, que llegaba desde Groenlandia hasta Constantinopla, fundando de paso ciudades y estados, consiguiendo algo similar a lo que en la antigüedad hiciesen fenicios, griegos y romanos en el Mediterráneo.

Aunque los antiguos nórdicos tuvieran un idioma común y similares costumbres, es poco probable que utilizasen una denominación que les designase a todos ellos. No, desde luego, vikingos.

Pero sigamos a la comitiva de jinetes hacia su destino: la granja de Thorsteinn, jarl o jefe territorial de esa región, que será su anfitrión en este Jól Blót. Pero ese no es el único motivo de esta visita. Uno de los jinetes es un joven llamado Ragnar, hijo del rey Sigurd Ring, que dará mucho que hablar en el futuro. Aunque es valiente y está soportando bien el largo viaje bajo la inclemencia del tiempo, en su rostro se aprecia cierta preocupación. Su vida va a dar un cambio importante. Como es costumbre entre muchas familias de vikingos, sobre todo los que gozan de cierta prosperidad y mantienen lazos de amistad con otros como ellos, los niños se van a pasar una larga temporada, a veces varios años seguidos, a otra granja, donde una familia amiga se encargará de completar su educación. Además de posibles envidias familiares, unos padres tienden a ser demasiado tolerantes y otros demasiado exigentes, ambas cosas pueden llegar a ser igual de malas cuando un joven se tiene que preparar para un tipo de vida en el que continuamente tendrá que poner a prueba sus aptitudes para la supervivencia.

En la granja de Thorsteinn no verá ninguna condescendencia por ser hijo de quien es, ya que justamente por eso tendrá que estar preparado para solucionar todo tipo de problemas y demostrar en todo momento que posee eso que los nórdicos llaman hamindja, la protección de los dioses, que nosotros podríamos llamar buena suerte, y para eso es preciso tener una gran dosis de valor, coraje y audacia. Los dioses vikingos no protegen a los débiles y de la forma en que cada uno reaccione ante los problemas que surjan en su vida dependerá su buena fama, que es lo más importante tanto en el presente como en el futuro. Como dice el Hávamál, una especie de «libro de la sabiduría» atribuido al dios Odín: «Tú morirás igualmente, pero hay algo que siempre perdurará: la reputación del difunto».

Cuando llegue el momento, Ragnar no defraudará a nadie. Ahora tiene doce años, pero tan sólo le faltan dos para que su padre le entregue su mejor barco, lo ponga al mando de sus mejores hombres y, a la manera de un violento rito iniciático, comience a hacerse un lugar en el mundo como vikingo.

VIKINGOS GRANJEROS

Llegan a la granja y reciben la bienvenida de Thorsteinn, que ya tiene cierta edad, pero es alto, de torso robusto y con su melena aún rubia y la barba trenzada viene a ser el prototipo de vikingo que nos ha legado, no siempre adecuadamente, la historia. Es un personaje importante. Su fama es bien conocida entre los daneses, sobre todo desde que participase junto a unos amigos noruegos en el asalto a la isla inglesa de Lindisfarne, tras el cual toda la cristiandad supo de la existencia de aquellos fieros demonios.

Lo de Lindisfarne no fue su primera participación como vikingo, ya que había dejado su huella en algunas poblaciones costeras del mar Báltico y de Frisia (ahora, Países Bajos). Algunas de ellas las hizo con su rey, Sigurd Ring, al que llegó a salvar la vida y con el que hizo un «hermanamiento de sangre». Así consiguió la mayor parte de su riqueza y, tan importante o más que eso, buena fama entre los suyos.

Ya tiene casi cincuenta años, lo que le convierte prácticamente en un anciano, pues pocos son los vikingos que llegan a sobrepasar la cuarentena. Aun así, mantiene su fuerza y su mirada altiva y brillante. Aunque ya ha abandonado el espíritu aventurero que le llevó a combatir guerras junto a su rey o asaltos vikingos a lo largo de cuatro mares, aún sueña con morir con la espada en la mano.

Todo llegará. Pero el hecho de haber alcanzado esa edad y en ese estado de salud es ya en sí toda una proeza, fruto de su fuerza y su inteligencia; también de haber tomado decisiones acertadas en los momentos más comprometidos y de haber sido tan generoso con sus amigos como despiadado con sus enemigos. Pero ningún vikingo aspira a morir de vejez, arrastrando achaques o enfermedades. A quien acaba así se le llama «muerto sobre la paja», como si fuera una vaca en el establo. No es una metáfora muy amable, ya que da a entender que quien así termina es de una categoría inferior, contradiciendo las ideas de otras latitudes según las cuales la muerte iguala a todos. En esa época, cualquier buen vikingo aspira a morir combatiendo con un enemigo digno y llegar al Valhalla y allí esperar la llegada del Ragnarök, el fin de los tiempos.

Hubo muchos tipos de casas en la era vikinga, dependiendo de la altitud y la disponibilidad de madera. La casa de Thorsteinn podría ser como esta réplica: rectangular, con cimientos de piedra, paredes de tablones y techo de tablillas de madera. Otras podían ser de adobe, piedra o cañizo entrelazado y con techo de paja. Casa reconstruida en Fyrkat, Dinamarca.

El joven Ragnar echa un vistazo y comprueba que la prosperidad y la buena fama de que goza el que hará las funciones de padrino es tal como le habían dicho. Cuenta una docena de edificios, dos más que en su propia granja, y todo está bien cuidado, señal de que hay mucha gente para trabajar y, sobre todo, que están bien supervisados por el jefe y su esposa. Ya tendrá tiempo de conocer cada una de las estancias, pero de momento Thorsteinn lo invita al edificio principal: la skali (casa larga). Hubo muchos tipos de casas en los tiempos vikingos, pero esta tendrá la estructura más común en las regiones donde abundaban los árboles (más tarde, en Islandia y Groenlandia, al no haber bosques, las casas se harán con piedra y turba). El edificio es amplio, con el techo muy alto en forma de quilla de barco invertida; allí habitan cuarenta personas: Thorsteinn, sus tres esposas y sus diez hijos, y otras familias con las que guardan vínculos de parentesco.

También hay cinco esclavos (thralls), capturados como botín de guerra, que realizan las tareas más pesadas de la granja. Disponen de una cabaña aparte para ellos, pero están desprovistos de cualquier derecho. La mayoría de los esclavos en las granjas vikingas provenían de su compra en algún mercado, pero también podían ser otros nórdicos que no podían pagar sus deudas, por lo que tenían que trabajar para sus deudores; en ambos casos podrían llegar a comprar su libertad. Cuando esto ocurría, se hacía una fiesta (frelsisol) en la que el esclavo servía cerveza por última vez a su señor y se sacrificaba un cordero. El leysingi (nuevo hombre libre), si no contaba con otros recursos, podría quedarse en la granja.

En las inmediaciones de la granja, separadas por algunos pequeños terrenos de cultivo y los pastizales, hay otras tres familias de hombres libres (karls) a los que Thorsteinn, que es un odalsbondi (propietario de tierras de carácter hereditario), cedió parte de sus tierras a cambio de su lealtad y su ayuda incondicional siempre que fuese necesario.

Entremos en la casa principal. Tal vez el olor nos resulte un tanto fuerte. No hay demasiada ventilación: sólo la que proporciona la puerta y un agujero en el techo, por donde escapa el humo. También están las lámparas, normalmente de sebo de ballena, que atufan lo suyo. Sin embargo, no hay «olor a humanidad», ya que los sábados (vatdagr, ‘día de lavado’) se asean todos y se lavan las ropas, prácticas que en muchos lugares del resto de Europa se hacían sólo dos veces al año: en primavera y en otoño, anticipándose a las épocas de calor y frío. En la Europa cristiana no se ve con buenos ojos el aseo cotidiano; algún tiempo más tarde, la Iglesia recriminaría a los cruzados haber adoptado perniciosas costumbres musulmanas, entre ellas bañarse a menudo.

HÁBITOS HIGIÉNICOS

El cronista inglés John de Wallingford dejó escrito que los daneses (así les llamaban los ingleses, aunque fuesen nórdicos de otro país) «se bañan todos los sábados, se peinan todos los días y se cambian de ropa a menudo». Pero todo esto lo describía como algo tan asombroso como negativo, pues, según él, lo hacían «para conquistar la castidad de las inglesas y procurarse como amantes a las hijas de los nobles». Puede que también lo hiciesen para conquistar el corazón de las damas inglesas, pero en cualquier caso eran costumbres ya practicadas de manera habitual, aunque tal vez no guardasen unas formas muy refinadas, tal como lo describió el embajador persa Ibn Fadlan cuando vió que todos se lavaban en la misma agua de una palangana.

Sigamos con la casa: tiene un hogar central alargado y rodeado de piedras. Sobre el fuego cuelgan varios calderos; también hay unas parrillas y un espetón, para según qué tipo de comida. Las mujeres están realizando todo tipo de actividades: amasan el pan, cortan verduras, preparan los platos, las cucharas de madera (cada persona lleva encima su propio cuchillo y los tenedores aún no se han inventado) y los cuernos para beber.

Como Thorsteinn es muy rico, puede permitirse el lujo de tener también algunas copas de cristal que llegaron hasta sus manos tras atravesar media Europa de mercado en mercado e incluso algunos cálices fruto de sus saqueos por territorios cristianos.

Los cuernos de los animales se reutilizaban como recipientes para beber. Los más lujosos podían estar engastados en plata y piedras preciosas y disponer de un soporte metálico. Nunca se usaron en los cascos.

En las paredes, a modo de adornos, hay varios tapices, además de armas y escudos; algunos son trofeos de guerra conquistados a algún enemigo de especial relevancia, incluso espadas melladas o escudos partidos con manchas de sangre. A lo largo de los laterales hay unas plataformas de madera cubiertas con pieles o mantas de lana. Son camas de noche y asientos de día. No hay dormitorios separados (tampoco el sentido de intimidad que entendemos hoy en día, ya que no existía una vida privada distinta a la pública). Cada familia guarda sus pertenencias en arcones que pueden cerrarse; las llaves cuelgan de los broches (no hay botones y ojales) que unen los tirantes al vestido de las mujeres, pues ellas son quienes detentan la responsabilidad sobre las propiedades de cada familia. También a ellas pertenecen los distintos telares, con los que hacen todas las prendas de lana y lino que necesitan para los miembros de su comunidad. Como la ropa no tiene bolsillos, todo lo que ellos y ellas pueden necesitar en su quehacer cotidiano lo llevan colgado del cinturón.

Al no tener bolsillos las prendas de vestir, los objetos de uso corriente los llevaban colgando del cinturón. Fyrkat, Dinamarca.

Pero no será este edificio donde se celebre el Jól Blót, ya que Thorsteinn dispone de un salón especial para los grandes banquetes, cosa que ocurre bastante a menudo, ya que es la mejor manera de mantener su buena fama, sobre todo ahora que ya lleva varias temporadas sin «salir de vikingo» ni participar en ninguna guerra. Aun así, mantiene a su servicio a una docena de buenos guerreros que le siguen incondicionalmente y que están dispuestos a dar la vida por él en cualquier momento. Este salón sirve de residencia de este pequeño ejército durante los inactivos meses de invierno.

Ingólfur Arnarson y su hermanastro Hjörleifur recogiendo las pilastras que echaron al mar cuando se aproximaban a la costa de Islandia. El lugar donde las encontraron sería el primer asentamiento en la isla: Reykjavík.

Thorsteinn, como jefe de la granja, dispone de un pequeño lujo en reconocimiento a su autoridad. Es el sitial, un sillón sobre una tarima que le sitúa por encima de los demás. A pesar de que en la granja hay artesanos muy buenos, el trabajo lo hizo un tallador de madera itinerante que labró las tablas de roble con imágenes de barcos y orlas entrelazadas. Fue un regalo de su primera esposa, en los tiempos en que era la única esposa.

Los sillones de este tipo tienen en la parte posterior unas largas pilastras (öndvegissúlur), a las que los vikingos dan una gran importancia, y se las pasan de padres a hijos por estar asociadas con los espíritus tutelares de la familia. En caso de tener que dejar definitivamente su casa, siempre las llevarán consigo y, cuando realizan un viaje de colonización, antes de llegar a la nueva tierra, echarán las maderas al agua para que los espíritus que protegen a la familia y los espíritus de la nueva tierra, tras haber hecho un acuerdo, las dirijan hacia el lugar más idóneo para instalarse; así lo narran muchas sagas de los pioneros de Islandia. Si las pilastras se rompían contra las rocas, era un mal augurio; no había habido un acuerdo entre los espíritus y nada bueno podría esperarse a partir de entonces.

LOS CUERNOS, SÓLO PARA BEBER

Mientras los esclavos llevan al salón todo cuanto va a necesitarse, en el exterior se concentran hombres, mujeres y niños en torno a una gran hoguera. Algunos hacen música con arpas, flautas de hueso y tambores, mientras que, de vez en cuando, el propio Thorsteinn sopla un antiquísimo lur de bronce que ha sido patrimonio de su familia a lo largo de generaciones; su ronco sonido se sobrepone a toda la algarabía y llega hasta muy lejos. Le atribuyen el poder de alejar a los malos espíritus que podrían estar rondando la granja. No está dispuesto a que nada ni nadie, de este mundo o de otro, vaya a impedir la celebración.

Siguen llegando invitados, que son recibidos con un cuerno bien lleno de jólaöl, una cerveza con especias elaborada especialmente para esta fiesta. Claro que quienes tengan más frío se tomarán también un poco de mjöd, hidromiel o bebida de miel fermentada, que les calentará por dentro tanto como la hoguera por fuera. Todos llevan un regalo para Thorsteinn y su familia; cuando termine la fiesta serán recompensados con otro de similar valor. El joven Ragnar lleva uno de parte de su padre: un cuerno de oro para beber. Es muy antiguo y ha formado parte de muchos botines, unas veces robado a los vivos y otras a los muertos. Thorsteinn pasa los dedos por las figuras que tiene en relieve en las que puede verse alguna especie de ritual de un pueblo tan antiguo como olvidado con algunas figuras humanas que llevan largos cuernos sobre su cabeza (siglos más tarde, ese cuerno, descubierto en el sur de Jutlandia, daría lugar a la creencia de que los vikingos llevaban cascos con cuernos).

Dos músicos ingleses tocando liras en el festival de Jorvik.

Una vez que han sido sacrificados a los dioses los animales que se comerán después, tal como hacen en cualquiera de las celebraciones, todos se acomodan en el interior del salón, que tiene mesas y asientos escalonados a modo de gradas; mientras la carne se asa en los espetones, se canta y se baila, parando de vez en cuando para que Thorsteinn proponga un brindis por cualquiera de los muchos dioses en los que creen los vikingos. Aunque el principal es Odín, el dios tuerto jefe del Asgard, la mayoría sienten más cercano a Thor; por eso, su martillo colgando sobre el pecho es el amuleto más común. De hecho, muchos nombres de personas y de lugares estaban formados con el nombre de este dios, como ocurre con nuestro Thorsteinn (Piedra de Thor).

El martillo de Thor, con muchas variantes, era el amuleto más común entre los vikingos. Este es un modelo encontrado en la isla sueca de Gotland.

Por fin llega la comida. La carne de jabalí es típica de esta fiesta, por ser el animal del dios a quien se rinde especialmente honores: Frey. Los cuernos con jolaol pasan continuamente de mano en mano y de boca en boca. De vez en cuando, alguien recita un poema heroico o rememora alguna excitante aventura o propone un brindis por el generoso anfitrión, por «un año de buena cosecha y paz» o por los minni o antepasados, que merecen tal recuerdo. Se suceden las canciones y los bailes hasta altas horas de la noche. Se sigue bebiendo hasta la saciedad. En una fiesta como esta la comida es importante y la disfrutan, pero sobre todo es una ocasión para beber, hasta el punto de que al hecho de celebrarla lo llaman drekka jól (beber el jól). Ni qué decir tiene que todos acabarán borrachos. Tal vez alguien diga algo inapropiado a otro invitado, que en diferente circunstancia hasta le habría costado la vida, pero en estas fiestas se da por sentado que nadie tomará en cuenta lo que se diga en estado de ebriedad.

LAS 9 NOBLES VIRTUDES

Las 9 nobles virtudes eran un código de honor que podrían resumirse más o menos así:

Autodisciplina: lucha contra el desorden interno y externo, crece como persona.

Autonomía: ten la personalidad, libertad y buen juicio para actuar libremente.

Coraje: sé audaz y valeroso; lucha por tus convicciones.

Honor: actúa con nobleza y según tus principios.

Hospitalidad: comparte las cosas con los demás, sobre todo con los viajeros que acudan a tu casa.

Laboriosidad: permanece activo y trabaja siempre poniendo todo de tu parte.

Lealtad: mantente fiel a ti mismo, tu familia, amigos, grupos de los que formas partes, y a tus dioses.

Perseverancia: haz las cosas hasta que consigas lo que te has propuesto y sientas que están completas y bien hechas.

Sinceridad: sé sincero en todas las ocasiones, con los otros y contigo mismo.

Ilustración de Jesús Jestombringer.

A la mañana siguiente, los jolegeiti, jóvenes disfrazados de cabras, harán todo tipo de travesuras. Al temprano atardecer volverán las hogueras, los sacrificios y la nueva celebración.

Así continuará durante trece noches (los vikingos contaban los días por noches y los años por inviernos). En la llamada «noche madre» suben a una pequeña colina cantando, gritando y tocando trompas de madera para despedir al sol (por esta costumbre serían denominados «adoradores del sol» por algunos cronistas musulmanes). Poco a poco, ese sol parece hundirse tras el mar cediendo su poder a la noche, comienzo en este caso tanto del nuevo día como del nuevo año. Ellos no lo saben pero, según el calendario cristiano, también van a cambiar de siglo.

Pasadas las trece noches y terminada la resaca de la fiesta, los invitados regresan a sus casas y la granja de Thorsteinn recobra la normalidad. El invierno sigue su curso normal. Continúan las nevadas y los caminos se hacen intransitables; los lagos se hielan y las noches siguen pareciendo eternas. ¿Supondrá esto inactividad, aburrimiento, depresión? Nada de eso.

Los esquís y los trineos hace mucho que están inventados o las raquetas para caminar sobre la nieve y los patines de hueso para deslizarse sobre el hielo. De vez en cuando saldrá una partida de hombres para cazar osos o renos. Cuando las inclemencias del tiempo lo impidan, en el interior de los distintos edificios las mujeres avanzarán con los tejidos de sus telares y los artesanos tallarán sus maderas o darán forma a sus joyas. Unos y otros jugarán al hneftafi, un juego de mesa autóctono, o a otros foráneos como los dados o las damas.

EL ALFABETO RÚNICO

El alfabeto rúnico recibe el nombre de futhark por ser estas sus seis letras iniciales (Fehu, Uruz, Thurisaz, Ansuz, Raido y Kenaz).Es posible que el orden de las letras respondiese a algún tipo de secuencia conceptual relacionada con su forma de vida y pensamiento.

Hubo tres futharks históricos: el original germánico, de veinticuatro runas, el anglosajón, de treinta y tres, y el nórdico, de dieciséis. No se sabe bien qué pudo llevar a los nórdicos a reducir el futhark inicial de veinticuatro signos a dieciséis al comienzo del siglo ix, precisamente cuando ellos, debido a los contactos con otros países, enriquecían su lenguaje con nuevos fonemas. Justamente por ese motivo, los anglosajones habían aumentado el número de runas a treinta y tres.

En cualquier caso, los vikingos redujeron los signos de sonido similar (p, b, t, d) a una única runa (un proceso parecido al que ahora se utiliza en los sms). Tal vez fuese simplemente una manera de hacerlo más accesible a las masas dentro de una especie de programa de alfabetización, ya que, al margen de su uso mágico, el alfabeto rúnico debió ser conocido por bastante gente, ya que muchos objetos de uso cotidiano encontrados entre los restos arqueológicos vikingos, como peines, bastones o joyas, llevan grabado con runas el nombre de su propietario y a veces algún tipo de mensaje rúnico sencillo. Asimismo, con runas se escribía en tablillas usadas sobre todo por los comerciantes y los reyes; podían ser tanto un calendario como una declaración de guerra o unas anotaciones financieras.

Runas talladas sobre una piedra.

El nombre de cada runa es un elemento asociado a la vida cotidiana de aquel pueblo: el ganado, la cosecha, el hielo, el sol, el agua, la rueda. Al mismo tiempo, simbolizan una fuerza de la naturaleza o un concepto, como la creatividad, la destrucción, la fuerza. También cada runa está asociada a un árbol o una planta. Es curioso que no haya ninguna relación con el concepto de realeza o soberanía; en el mundo vikingo original, antes de llegar las influencias feudales europeas, el rey era alguien al que se elegía y al que se podía destituir si no cumplía con las expectativas. En las colonias de Islandia y Groenlandia ni siquiera se llegó a nombrar monarca.

El uso mágico de las runas lo veremos más adelante.

Ya tenemos a todos ocupados durante el día, trabajando, entreteniéndose y aprendiendo, pero la larga noche invernal permite otro tipo de actividades: tras la cena, en torno a la lumbre alguien revivirá la magia de los viejos tiempos narrando sagas y leyendas repetidas cientos de ocasiones, pero siempre esperadas y escuchadas como si fuera la primera vez. Los grandes vikingos de antaño permanecerán vivos en la memoria de su pueblo mientras se sigan contando sus aventuras, como la de los héroes nórdicos por excelencia: Sigurd o Beowulf, en ambos casos matadores de dragones. Dentro de algunos años, también se hablará de Ragnar, el joven invitado, que llegará a ser rey y pasará a las sagas con el apodo Loðbrók (Calzaspeludas) unido a su nombre; también matará a su dragón, aunque esta vez simbolizado por una serpiente gigante que mantiene encerrada a una doncella.

Así quedó representada la primera aventura de Ragnar Loðbrók en la Historia de las gentes septentrionales, de Olao Magno.

Un grupo de vikingos varegos escribieron runas en este león que estuvo en el puerto de El Pireo, Atenas y, ahora, en Venecia. Dibujo de C. C. Rafn, en su libro Antigüedades de Oriente. Monumentos runográficos, publicado por la Real Sociedad de Anticuarios del Norte. Copenhague, 1856.

2

Siglo IX

INTRODUCCIÓN

Demos un salto en el tiempo, aunque no en el espacio. Seguimos en la misma granja, pero algunas décadas después. Hace unos días que ha terminado el Sirgblot, la fiesta con que se da la bienvenida a la primavera. El silencio blanco ha sido suplantado por el canto de los pájaros, el paso del agua entre las torrenteras, el crujir de los carruajes en los caminos, los martillazos de los artesanos o los juegos de los niños, además de todo tipo de gorjeos, cacareos, graznidos, balidos…

La rueda de la vida sigue. La granja ha aumentado de tamaño, pues ahora la habitan cincuenta personas. Algunos edificios siguen igual, otros se han reconvertido y también los hay totalmente nuevos: almacén, granero, establo, herrería, taller de artesanos, cobertizos para los útiles de pesca y agricultura y hasta el pequeño gran lujo de una cervecería y un retrete comunitario cubierto. Todo esto es un buen signo de prosperidad.

RITOS DE PASAJE: DEL NACIMIENTO A LA MUERTE

Ahora el jefe de la granja es otro Thorsteinn, vikingo y mercader a partes iguales. Es nieto del que conocimos y tiene dos esposas y cinco hijos vivos. El último de ellos ha nacido hace nueve días, por lo tanto hoy va a recibir su nombre.

Observemos la ceremonia: Thorsteinn toma en sus brazos al pequeño y realiza el ausa vatni, asperja agua sobre él tres veces (no en el sentido cristiano del bautismo, que en nórdico recibió el nombre de skirn o purificación). Después, le hace el signo de Thor (una T invertida, con el puño), invocando la protección de este dios, y le da finalmente el nombre. A partir de entonces, un espíritu habita ese cuerpo y el nuevo individuo ya es oficialmente un miembro de la familia y, por extensión, de toda la comunidad, con todo lo que ello supone. Además, hoy se plantará un árbol en su honor.

Así que tenemos un nuevo miembro en la granja, pero hace unas semanas se fue otro: el padre de Thorsteinn. Aún está en la memoria de todos aquella ceremonia.

Al amanecer, varios hombres salieron con sus herramientas hacia un lugar determinado de la costa, donde cavaron una oquedad alargada, suficientemente grande como para que cupiese el barco del difunto (unos treinta metros de largo). Mientras tanto, otros cortaban los troncos con los que el carpintero confeccionó la cámara fúnebre, a modo de una pequeña casa, con las paredes adornadas con tapices.

ÚBORIN BÖRN

En caso de que un bebé naciese deforme, podría ser úborin börn, ‘no aceptado’, y expuesto, dejado a la intemperie por la noche para que muriese, seguramente comido por los animales. Es el padre quien tiene esa prorrogativa en la sociedad vikinga pero, en caso de que no estuviese presente, sería la madre quien ejerciese ese poder sobre la vida y la muerte de su hijo. En Noruega, tras la implantación del cristianismo, se mantuvo por un tiempo una forma alternativa de exposición para un bebé deforme: se le llevaba a la iglesia más cercana, donde era bautizado, y ya podía ser expuesto; eso sí, en un lugar que no fuese frecuentado por hombres ni por ganado.

Mientras tanto, en la granja habían lavado el cadáver para vestirlo después con sus mejores ropas. Más tarde, lo llevaron hasta donde debía ser inhumado en un carro tirado por bueyes. Cuando llegaron a mediodía, todo estaba preparado. Los familiares terminaron por ordenar en el interior de la cámara todo lo que llevaban: las armas, las joyas, los utensilios y las provisiones que el muerto necesitará en su viaje a la otra vida.

Entonces se sacrificaron los caballos y los perros que en tantas ocasiones habían acompañado al difunto. También su esclava favorita, que se presentó voluntaria para esa última travesía de su amo. Finalmente, el fuego acabó con el barco y los asistentes levantaron sobre los restos un montículo de piedras, que es todo cuanto recuerda el lugar donde se despidieron del viejo Thorsteinn.

Sigamos con la vida cotidiana de la granja. En las últimas semanas, las horas de luz y la temperatura han ido aumentando, haciendo que la gente prefiera realizar sus actividades al aire libre, sin importarles que muchas veces se empapen por las frecuentes lluvias o se ensucien de barro. El trabajo está bien repartido: cortan leña, reparan los tejados, sacan los barcos de los cobertizos, revisan arreos y correajes, cortan las piezas de tela, preparan los tintes o ponen parches en los zapatos. Algunos preparan brea que será utilizada tanto para calafatear los barcos como para tapar los agujeros de las paredes, empapando con ella una especie de estropajos de cáñamo; hasta la curandera se quedará con cierta cantidad, ya que este producto, procedente de la savia del pino, es muy bueno para la soriasis o para curar heridas.

Carpintero usando una hachuela para alisar una tabla. Parece ser que, al no utilizar la sierra, los tablones eran más resistentes, tanto si se usaban en la construcción de una casa o un barco. Ribe, Dinamarca.

Los smi∂ir (artesanos) comienzan a producir los objetos que Thorstein llevará en su barco el próximo verano: toneles, broches y hebillas, mangos de espada, tallas de cuerno y madera; el joven carpintero se atreverá este año con un carro desmontable similar al que construyó hace años su padre.

Vacas, cabras y ovejas pastan libremente tras haber pasado el invierno encerradas en los establos comiendo heno. Con las personas ha pasado algo parecido, ya que la carne y el pescado secos y salados acaba cansando; pero ahora los hombres salen a cazar y pescar, mientras los niños van a recoger setas y bayas silvestres por los alrededores. Por otro lado, pronto tendrán los frutos de la tierra y los huertos que ahora aran, siembran y estercolan: avena, centeno, cebada y trigo; ajos, cebollas, guisantes, repollos, judías, zanahorias. Una vez terminada la jornada, comienzan su entrenamiento con las armas y algunos hasta se atreven a darse un chapuzón en el río, que aún arrastra trozos de hielo.

También es el momento para ese ritual de pasaje que lleva a los niños o niñas a ser considerados hombres y mujeres y parte integrante, con todas las consecuencias, del grupo social al que pertenecen.

En el caso de los varones, las pruebas debían suponer un desafío en el que mostrasen sus habilidades y destrezas tanto como la capacidad para enfrentarse a situaciones inesperadas, bien en solitario o como parte de un grupo. En los casos más extremos, podría concluir con la primera participación en un viaje de saqueo.

En los primeros tiempos de la era vikinga, la prueba solía hacerse a los trece o catorce años, retrasándose más tarde hasta los quince o dieciséis, según qué área. Los nuevos hombres recibían una espada como regalo. A partir de entonces, ya tenía todos los deberes y derechos de cualquier adulto. En la subsiguiente fiesta, además de comida y bebida en abundancia o augurios y regalos de los familiares, se podría incluir la primera experiencia sexual.

Para las muchachas era un ritual distinto, ya que debían pasar sus ritos tras la primera menstruación. No se sabe tanto de estos, ya que quienes escribieron las sagas o las crónicas eran hombres, desconocedores de los «misterios» femeninos, que, por otro lado, las mujeres tampoco eran muy propicias en difundir.

Al contrario que el rito masculino, que se desarrollaba en el exterior, el femenino era algo más íntimo y los hombres quedaban excluidos. A falta de más datos, es fácil deducir que debía ser una fiesta de camaradería femenina, en la que la joven se sentiría una más entre las mujeres. Habría brindis por las diosas Frigga y Freya y, al final de la jornada, los hombres serían llamados para participar en el resto de la fiesta. La nueva mujer ofrecería un cuerno de bebida a su padre, o pariente adulto más cercano, y su madre anunciaría oficialmente que había otra mujer en la comunidad.

AMPLIANDO HORIZONTES: DE IRLANDA A BIZANCIO

Las aguas del mar están lo suficientemente transitables como para que salgan las barcas de pesca y también para que lleguen algunos vecinos que saben que serán bien recibidos por Thorsteinn, aun cuando no hayan sido invitados expresamente. Como dice el Hávamál, «sin amigos, ¿vale la pena la vida?».

Ellos traen las últimas noticias, que provienen de los dos extremos de Europa. Por un lado, los vikingos suecos han establecido la larga Ruta del Este, que acaba en Constantinopla, ciudad que viene a ser el centro del mundo en aquella época, pues es el lugar donde convergen todos los caminos de oriente y occidente, y eso significa nuevos mercados, nuevas mercancías, prosperidad, en definitiva, la ciudad soñada por cualquier mercader que se precie. Pero no es una ruta fácil, ya que, una vez atravesado el mar Báltico, los barcos deben remontar los ríos contracorriente. Y, una vez que se termina el río, los barcos deben ser descargados y transportarlos sobre rodillos de troncos por tierra durante kilómetros, con la correspondiente mercancía, y manteniéndose continuamente alerta, hasta encontrar el río Dniéper, que corre hacia el sur, aunque aún habrán de sacar los barcos nuevamente en las zonas de rápidos. Finalmente llegan al mar Negro, en cuya orilla opuesta está Miklagard, la Gran Ciudad, que es como los vikingos llaman a Constantinopla, capital del imperio bizantino.

Al margen de la vida estable en una granja, había una serie de nórdicos a los que podríamos llamar «errantes», compuesta por artesanos, cazadores, mercenarios o mercaderes. Estos podían trabajar temporalmente en las granjas que encontrasen en su camino mientras hacían el recorrido de mercados y ciudades en los que ofrecían sus mercancías o sus servicios.

Algunos, tomando otra ruta más larga, por el río Volga llegan al mar Caspio y desde allí a Bagdad, que también es el fin de viaje para las rutas de los mercaderes del lejano oriente. Como resultado de todo esto, ya han empezado a circular por las tierras nórdicas especias de colores y aromas desconocidos, nuevas telas y artesanías, como la seda y la marroquinería, y esclavos y esclavas de exótico semblante. Y, sobre todo, plata procedente de las minas árabes, en forma de joyas o monedas, que será fundamental en la economía vikinga (cuando las minas árabes quedaron exhaustas, todo el mundo nórdico se vio afectado en una especie de efecto mariposa).

Por otro lado, a los vikingos les ha ido bien en Irlanda. Allí, aunque los nórdicos reciben el nombre genérico delochlannaigh o ‘habitantes de los lagos’, a los noruegos los distinguen como finngheinnte o ‘extranjeros blancos’, mientras que los daneses son duibhgeinnte o ‘extranjeros negros’ (sin que ahora se sepa a ciencia cierta el simbolismo de estos colores). Al ser este un país dividido hasta lo indecible y con cientos de reyezuelos que no tienen mejor cosa que hacer que pelearse entre ellos continuamente, ha sido fácil entrar sin apenas oposición y conseguir alianzas entre algunos de ellos, que así han visto reforzado su poder. Eso ha permitido que muchos vikingos, tras casarse con irlandesas, se hayan asentado definitivamente allí. También han fundado dos ciudades portuarias llamadas Dubh Linn (Dublín) o Westfjord (Wexford), engrosando así el número de mercados a los que cualquier vikingo tiene acceso. Es una isla perfecta tanto para ejercer de colono, de mercader o de vikingo; esto último por la enorme cantidad de monasterios cargados de valiosísimas joyas y sin ningún tipo de protección.

También hay noticias de asaltos vikingos por Europa, que prácticamente ya son rutinarios, como los de Dorestad, Hamburgo, Ruán, Burdeos o París; algunas de estas ciudades quedan completamente devastadas. La única novedad al respecto es el gran volumen de vikingos involucrados en estas expediciones y el hecho de internarse largas distancias tierra adentro por los ríos.

Reconstrucción de un monasterio irlandés medieval, con una cruz celta policromada, en Irish Heritage, Wexford.

Pero los vecinos de Thorsteinn han venido con ganas de divertirse, así que todos los días se organizan diversas competiciones: levantamiento de troncos sujetándolos desde un extremo, puntería con lanzas y flechas, carreras por tierra y agua, y algo que gusta especialmente a todos, aunque más de uno acabe herido: el knattleikr,