La era de los vikingos - Manuel Velasco Laguna - E-Book

La era de los vikingos E-Book

Manuel Velasco Laguna

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Del oscuro y desconocido norte europeo surgió a finales del siglo VIII un pueblo de corta pero intensa vida que dejaría una gran huella en la historia del mundo occidental. La llamada era vikinga arrancó en el año 793 con un inusitado acontecimiento: el asalto por parte de los vikingos al monasterio de Lindisfarne, en Northumbria, y a partir de entonces, y durante tres siglos, este pueblo de guerreros, colonos y mercaderes se movió a sus anchas por el mundo. El estudio de las piedras rúnicas, el rescate de los manuscritos islandeses y el descubrimiento de barcos casi intactos nos han permitido entender el mundo de los vikingos como una parte esencial de la cultura nórdica y europea. 

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LA ERA DE LOS VIKINGOS

LA ERA DE LOS VIKINGOS

Tres siglos de sangre y comercio

Manuel Velasco Laguna

La era de los vikingos

© 2018, Manuel Velasco Laguna

© de esta edición, Shackleton Books, S.L., 2021

@Shackletonbooks

www.shackletonbooks.com

Realización editorial: Bonalletra Alcompas, S.L.

Diseño de cubierta: Pau Taverna

Diseño de tripa y maquetación (edición papel): Kira Riera

Composición ebook: Víctor Sabaté (Iglú ebooks)

© Cartografía de los apéndices: Geotec

© Fotografías (referencia a las páginas de la edición en papel): todas las imágenes de este volumen son de dominio público excepto las de Rowanwindwhistler [CC BY-SA 3.0] / Wikimedia Commons (pp. 8-9), Bloodofox [CC BY-SA 3.0] / Wikimedia Commons (p. 21), Peulle [CC BY-SA 4.0] / Wikimedia Commons (p. 24 ab), Niels Elgaard Larsen [CC BY-SA 3.0] / Wikimedia Commons (p. 49 a), Nationalmuseet [CC BYSA 2.0] / Wikimedia Commons (p. 49 ab), Jürgen Howaldt [CC BY-SA 2.0] / Wikimedia Commons (p. 51), Thue C. Leibrandt [CC BY-SA 3.0] / Wikimedia Commons (p. 54), Holger Uwe Schmitt [CC BY-SA 4.0] / Wikimedia Commons (p. 69), Louis Moe [CC BY-SA 4.0] / Wikimedia Commons (p. 70 a), Ecelan [CC BY-SA 4.0] / Wikimedia Commons (p. 70 ab y 135), rokker [CC BY-SA 3.0] / Wikimedia Commons (pp. 88-89), British Museum [CC BY-SA 3.0] / Wikimedia Commons (p. 149), Jorge Andrade [CC BY-SA 2.0] / Wikimedia Commons (p. 153), Wolfgang Sauber [CC BY-SA 3.0] / Wikimedia Commons (p. 154 izq.), Nilast [CC BY-SA 3.0] / Wikimedia Commons (p. 154 dcha.). Icons by Icons8.

ISBN: 978-84-1361-024-5

Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento y su distribución mediante alquiler o préstamo públicos.

Índice

Introducción
¿Quiénes eran y cómo vivían los vikingos? ~ Siglos VIII-XI ~
Lindisfarne, 793
La vida en las granjas
Navegantes: piratas, mercaderes, colonos
La mujer vikinga: húsfreyja y skjaldmö
Creencias sobrenaturales
Beowulf, un héroe de los tiempos legendarios
Territorios vikingos ~ Siglos VIII-X~
La Dinamarca de Harald Diente Azul
La Suecia de Erik el Victorioso
La Noruega de Harald el de Hermosos Cabellos
Los tres reinos enfrentados en la batalla de Svolder
Expansión hacia el oeste ~ Siglos IX-X ~
Las islas británicas
Atlántico norte
El condado de Normandía
Sur de Europa: Jakobsland, al-Ándalus, Mediterráneo
Expansión hacia el este ~ Siglos IX-X ~
La Ruta del Dniéper (hacia el Imperio bizantino)
La Guardia Varega
La Ruta del Volga (hacia el califato omeya)
El fin de una era ~ Siglo XI ~
La batalla de Stamford Bridge
Después de la era vikinga ~ Siglos XII-XV ~
Epílogo: el legado vikingo ~ Hasta el siglo XXI ~
El hallazgo de barcos, un gran paso adelante para la investigación
Apéndices

Introducción

Del oscuro y desconocido norte europeo surgió a finales del siglo VIII un pueblo de corta pero intensa vida, de apenas tres siglos, que dejaría una gran huella en la historia del mundo occidental. La llamada «era vikinga» comienza en el año 793, cuando tiene lugar un inusitado acontecimiento: el asalto al monasterio de Lindisfarne, en Northumbria (norte de Inglaterra). A pesar de que se considera que el pueblo vikingo ya existía antes del ataque, esta es su primera acción internacional que pasó al registro de las crónicas medievales, pues las víctimas, los monjes del monasterio, dejaron constancia del asalto.

A partir de este hecho, la cristiandad se convertiría en el objetivo de infinidad de ataques vikingos por una sencilla razón: iglesias y monasterios guardaban tesoros, como objetos litúrgicos y joyas de gran valor, poco o nada protegidos; eran, pues, objetivos fáciles para ofensivas que suponían poco riesgo y considerables ganancias.

También es probable que en aquellos tiempos un exceso de población, fruto de años de paz y buenas cosechas, posibilitara que en el mundo nórdico hubiera muchos jóvenes fuertes y osados, deseosos de fama y fortuna. Otro factor fundamental que pudo provocar la salida de este pueblo nórdico de sus tierras de origen fueron los segundones, quienes, al contrario de los primogénitos, no heredaban nada y recurrían a las correrías para independizarse y tener su propia granja.

Comenzaron usando ligeros barcos de guerra para los asaltos, pero a aquellos viajes siguieron los de colonización, cuando familias enteras se embarcaban en navíos mercantes con sus pertenencias, algunos animales domésticos y lo que necesitasen para el trayecto en busca de un nuevo hogar. Pronto, los nórdicos noruegos ocuparon las islas del Atlántico norte (Shetland, Orcadas, Feroe). En Inglaterra e Irlanda se mezclaron noruegos y daneses; estos últimos constituían la mayoría de la comunidad y llegó a existir un territorio llamado Danelagu (‘la ley danesa’) y varios reyes de esta procedencia ocuparon el trono de Londres.

Evolución de la expansión vikinga entre los siglos VIII y XI.

Además de guerreros y colonos, también había mercaderes, pues el comercio fue el otro gran factor, tal vez el más importante, que impulsó a aquellos hombres a poner rumbo a costas lejanas buscando nuevos mercados y mercancías. Abrieron importantes rutas comerciales: desde Groenlandia hasta el Imperio bizantino y el califato omeya, todo el norte europeo y parte del territorio que hoy ocupan Rusia y Ucrania.

Los vikingos crearon un pequeño y próspero Estado independiente llamado Rus de Kiev, que se expandiría tiempo después y daría origen al Imperio ruso. Lejos de allí ocuparon el condado de Normandía gracias a un rey franco que se lo entregó a cambio de que defendieran su reino de las incursiones de otros vikingos.

La península ibérica también fue un objetivo vikingo, aunque no llegaron a establecerse relaciones comerciales entre ambas partes. Las costas cantábrica, atlántica y mediterránea, controladas por distintos reinos cristianos y el califato de Córdoba, conocieron el furor del norte, pero en más de una ocasión los supervivientes vikingos tuvieron que huir con las manos vacías.

Al igual que antes del año 793 había vikingos, también siguió habiéndolos después de 1066, fecha que se considera el final de la era vikinga. En aquel año tuvo lugar la batalla de Stamford Bridge (en territorio inglés, curiosamente al igual que el acontecimiento que dio arranque a esta era), en la que el rey sajón Harold Godwinson derrotó al noruego Harald Hardrada. De todas formas, poco les duró a los sajones la alegría de esa victoria, pues al mes siguiente sufrieron una derrota en la fugaz batalla de Hastings y tuvieron que ceder sus territorios a los normandos, quienes, a pesar de estar totalmente integrados en la cultura feudal europea, eran descendientes lejanos del pueblo vikingo.

Tras esta batalla, el modo de vida vikingo se fue perdiendo poco a poco. No obstante, aunque el cristianismo impuso su idiosincrasia a los nuevos habitantes escandinavos, se mantuvieron algunas peculiaridades vikingas. Si bien las familias vikingas de los países de origen (Dinamarca, Noruega y Suecia) llegaron a renegar y, prácticamente, olvidar su pasado, en Islandia se acometió la gran tarea de fijar por escrito las sagas que habían circulado de boca en boca a lo largo de los siglos y en las que se narraban tanto las aventuras de personajes históricos relevantes de la isla como las de los viejos héroes del continente. A través de estos y otros relatos similares podemos hacernos una idea bastante precisa de su historia, forma de vida y creencias, aunque muchos nos han llegado fragmentados o alterados por filtros cristianos.

El auge del Romanticismo europeo, con el que se ponía fin al Neoclasicismo grecolatino, impulsó la revisión del propio pasado de cada pueblo; fue así como los escandinavos descubrieron a sus olvidados vikingos. El estudio de las piedras rúnicas, el rescate de los manuscritos islandeses o el descubrimiento de barcos casi intactos supusieron los puntos de anclaje para mantener el mundo de los vikingos como una parte esencial de la cultura nórdica y europea.

Y así ha seguido hasta el momento actual, en el que la cultura popular bebe continuamente de la fuente de frías aguas del norte. Por muchos son conocidas palabras como Valhalla o Ragnarök, así como personajes como el dios Thor o el héroe Ragnar Lodbrok a través de películas, series de televisión, juegos, actividades de recreación histórica en festivales especializados y novelas históricas, etcétera. Nunca ha habido tanto interés por conocer a este gran pueblo nórdico o profundizar en él como en la actualidad.

¿Quiénes eran y cómo vivían los vikingos? ~ Siglos VIII-XI ~

Se considera que los pueblos vikingos son el resultado de la fusión de tribus protoescandinavas con la migración hacia el norte de tribus germánicas. Su lengua y alfabeto están emparentados con el germánico, así como su mitología, de las que tomaron las mismas leyendas y cambiaron solo los nombres de algunos dioses (Wotan/Odín, Donner/Thor, Tiwaz/Tyr) siguiendo la evolución de su idioma.

Así, los distintos pueblos nórdicos tenían una lengua común y unas costumbres similares, y habitaban principalmente los fiordos noruegos, las costas e islas danesas, así como las zonas lacustres suecas. Entre ellos, destacaban una serie de clanes familiares cuyos orígenes, según leyendas y mitos, se remontaban a algún dios. Estos clanes, como los Ynglings o los volsungos, dieron lugar a varias dinastías reales. A pesar de que no hay reflejos documentales según los cronistas europeos de la época, los restos arqueológicos hallados sobre todo en Dinamarca y Suecia demuestran la existencia de importantes construcciones de carácter defensivo y enterramientos con valiosos objetos, lo que puede interpretarse como símbolo, respectivamente, de conflictos y prosperidad.

Lindisfarne, 793

Aunque ya había tenido lugar un episodio previo en territorio inglés y se había establecido la ruta comercial entre Suecia y el lago Ladoga, se considera el comienzo oficial de la «era vikinga» el 8 de junio del 793 con motivo del ataque al monasterio de Lindisfarne, centro espiritual del cristianismo celta en la costa del reino sajón de Northumbria, uno de los siete reinos de la antigua Inglaterra. Los vikingos que participaron en este asalto se llevaron todo aquello de valor que encontraron, inclusive algunos monjes jóvenes para venderlos como esclavos.

Esta agresión vikinga no tenía precedentes ya que, a pesar de que las guerras eran continuas y se le concedía escaso valor a la vida humana en el mundo cristiano, normalmente se respetaban los recintos religiosos.

No conocemos ni la procedencia ni el número de asaltantes, pero la noticia se propagó por el mundo cristiano —célebre fue la frase a furore normannorum libera nos, domine (‘de la furia de los hombres del norte libéranos, Señor’)— gracias a las crónicas de unos aterrados monjes que, obviamente, concebían a los vikingos como seres diabólicos. Hubo también quien interpretó este hecho como un castigo divino por la posible laxitud de las normas monacales. En cualquier caso, la noticia también se extendió por el mundo nórdico, donde la idea de lugares desprotegidos y llenos de tesoros incendió la imaginación de muchos hombres dispuestos a cruzar el mar en busca de fortuna.

La vida en las granjas

Las tierras nórdicas que hoy ocupan Dinamarca, Noruega y Suecia estaban divididas en numerosos pequeños reinos con un idioma, costumbres y creencias religiosas comunes. Como es de suponer, no se llamaban a sí mismos vikingos (víkingr), ya que este término se usaba para aquellos que participaban en una expedición de saqueo (fara í víking). Esta solía ser una actividad de la temporada veraniega, cuando los mares del norte eran transitables, y sus protagonistas regresaban a sus granjas para la recogida de la cosecha; es decir, la mayor parte del año, aquellos feroces y sanguinarios guerreros eran mayoritariamente granjeros y artesanos que ejercían de manera pacífica sus trabajos.

La cosecha precedía a una época de mucha actividad, ya que había que prepararse para la llegada del inminente invierno. Por ello, había que guardar una gran cantidad de forraje que serviría de alimento al ganado (hasta entonces habría estado pastando libremente cerca de la granja), preparar la matanza y disponer los alimentos para que aguantasen un largo periodo de tiempo gracias, sobre todo, al ahumado o el secado, además de otras técnicas como la fermentación o, en el norte, la congelación. El preludio del invierno también solía ser la época preferida para la celebración de las bodas.

La sociedad vikinga estaba dividida en varios estratos sociales: el superior lo ostentaba el konungr (rey), elegido entre los suyos en el thing (asamblea). El monarca tenía a su servicio a los hersir, que se encargaban de organizar y liderar la leidang (milicia) cuando fuese necesario. En el momento en que se instauró la monarquía única, los reyes dispusieron de los huskárl como guardia personal, que también podían desempeñar algunas tareas administrativas del reino.

Por otro lado, los jarlar eran nobles (jefes territoriales equivalentes a los condes) por título hereditario o por nombramiento real. Por debajo de esta nobleza se encontraban los hombres libres, como los bondr (terratenientes), o los comerciantes, los artesanos (entre los que destacaban los herreros) y los campesinos.

El estamento inferior era el de los thraelir (esclavos), que podían proceder de un asalto vikingo o de la compra en un mercado, aunque también existía la figura del esclavo voluntario, es decir, aquel que para evitar morir de hambre se ofrecía a algún señor. Estos esclavos tenían la posibilidad de convertirse en leysingjar (libertos), aunquedebían pasar dos generaciones para que sus descendientes fuesen considerados hombres libres con plenos derechos.

Una granja típica podía albergar a unas cuarenta personas procedentes de distintas familias, tanto la del propietario como otras con las que mantenía un vínculo de lealtad y de quienes recibía ayuda incondicional. Además de la vivienda principal, que era donde transcurría la mayor parte de la vida cotidiana, también había un almacén, un establo, una herrería, cobertizos para guardar los barcos durante el invierno, una cervecería y un retrete. En función del edificio, las paredes estaban construidas bien de troncos, o bien de ramas entrecruzadas y recubiertas de barro.

Todos dormían en el edificio principal, que disponía de estructuras adosadas a las paredes que hacían de cama de noche o asiento de día. La vivienda no disponía de chimenea, por lo que el humo salía por unas pequeñas aberturas del techo. Además del hogar en el centro de la casa que servía como iluminación, había lámparas de aceite clavadas tanto en las vigas como en el suelo. En los arcones se guardaba la ropa de otras épocas del año junto con los objetos de valor.

Los granjeros se autoabastecían gracias a lo que se recogía de los huertos y lo que aportaba el ganado, la caza y la pesca. Se hacían dos comidas principales al día: una al comienzo (dagmál) y otra al final de la jornada de trabajo (náttmál). Entre los alimentos de su dieta había huevos y carne de gallina, patos y gansos, leche y carne de oveja y vaca, nueces, champiñones, pan de centeno, carne procedente de la caza de ciervos, osos, jabalíes, ardillas y urogallos, o diferentes tipos de pescado como salmón, abadejo o lucio; también vegetales como guisantes, zanahorias, cebollas o manzanas y diversas bayas del bosque, que recibían el nombre genérico de bláber. También consumían productos lácteos, como el queso o el skyr (una especie de cuajada). Tomaban varios tipos de bebidas, sobre todo cerveza, además de una similar a la sidra y conocida con el nombre de björr, tal como aparece en las fuentes escritas. Con ocasión de las fiestas, bebían hidromiel y una cerveza más fuerte que, a veces, especiaban. Solo los más ricos podían permitirse comprar el vino procedente de la ribera del Rin, llevado por los mercaderes a través de Hedeby, la ciudad nórdica más cercana a esta zona vinícola.

Hacia el final del largo invierno, la falta de comida fresca podía ocasionar el escorbuto, enfermedad que combatían añadiendo corteza de pino molida a la harina, la cual, a pesar de su sabor amargo, suponía un importante aporte de vitamina C.

En general, el pueblo vikingo era más alto que la media europea de la época; de una docena de esqueletos completos encontrados, diez superaban un metro setenta. Sin embargo, la expectativa de vida era similar: cuarenta y cinco años en el caso de los hombres y cuarenta en el de las mujeres, pues muchos hombres morían en la guerra y muchas mujeres en los partos.

Entre los entretenimientos más comunes destacaban la narración de historias (que darían origen con el tiempo a las sagas) y los juegos de mesa, como el hnefatafl (juego del rey), que se componía de dieciséis piezas que se movían entre cuarenta y nueve puntos o agujeros posibles. La poesía también era un componente muy importante de su cultura. Había profesionales, conocidos como skáld, que recorrían los reinos haciendo alarde de su ingenio mediante juegos de palabras, componiendo frases de una manera bastante retorcida, usando aliteraciones y metáforas (kenning). Estos artistas escribían poesías de alabanza para nobles y reyes en las que se exageraban sus supuestos hechos heroicos a cambio de generosas recompensas como anillos y brazaletes. Los skáld más prestigiosos fueron los islandeses, como Egil Skallagrímsson o Gunnlaugr Lengua de Serpiente.

La temporada veraniega propiciaba la práctica de actividades y la celebración de competiciones deportivas al aire libre, como la glima (lucha libre nórdica), el tiro con arco, la natación, el soga-tira, además del entrenamiento con todo tipo de armas. Y, en general, se trataba de una época en la que se destinaba tiempo a los niños y los jóvenes con el fin de prepararlos para la dura vida que les esperaba. En una saga, una madre dice a su hijo: «Si vivieras eternamente, te habría criado entre algodones».

El alfabeto rúnico

El alfabeto rúnico recibe el nombre de futhark por ser el acrónimo de sus seis letras iniciales (fehu, uruz, thurisaz, ansuz, raido y kenaz). Hubo tres variantes históricas de este alfabeto: el original germánico, de veinticuatro runas, el anglosajón, de treinta y tres, y el nórdico (también llamado futhark joven), de dieciséis; en este se redujeron los signos de sonido similar (como c-g, p-b, t-d). El nombre de cada runa es un elemento asociado a la vida cotidiana de los nórdicos: ganado, cosecha, hielo, sol, agua, rueda… Entre los restos arqueológicos vikingos se han encontrado numerosos objetos cotidianos con el nombre de su propietario escrito con runas, así como amuletos con bindrunes (runas ligadas) que le conferían un carácter mágico. Con el paso del tiempo aparecieron nuevas runas fruto de la adaptación de la escritura a la evolución del lenguaje en cada zona.