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¿Qué se propuso Georges Duhamel al escribir «Carta sobre los bibliófilos»? ¿Proponer al lector, quizá, un modelo arquetípico de bibliófilo? ¿Presentar, por el contrario, una contrafigura del mismo? Probablemente ninguna de estas cosas de modo absoluto y radical, y seguramente ambas a la vez. «Carta sobre los bibliófilos» parece, a primera vista, una invectiva contra un determinado tipo de bibliofilia, pero también, y al mismo tiempo, un intento de darla a conocer, explicarla, intentar comprenderla y hasta superarla.
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Seitenzahl: 59
Veröffentlichungsjahr: 2023
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Georges Duhamel
Carta sobre los bibliófilos
TRADUCCIÓN Y EDICIÓN DE José Luis Checa Cremades
Esta obra ha recibido una ayuda a la edición del Ministerio de Cultura y Deporte.
Título original:
Lettre sur les bibliophiles
© Herederas de Georges Duhamel, 2021
© De la traducción, prólogo y epílogo, José Luis Checa Cremades, 2021
© De esta edición, Trama editorial, 2021
isbn: 978-84-126859-1-6
Prólogo
Carta sobre los bibliófilos
La bibliofilia según Duhamel
Cubierta
Portada
Créditos
Prólogo
Comenzar a leer
Posfacio
Colofón
Notas
¿Por qué los escritos de Georges Duhamel son hoy tan poco apreciados? ¿Tan lejos están de las inquietudes de los lectores del siglo xxi? ¿Ha quedado trasnochado su realismo literario? ¿Es su estilo para nosotros académico, neutro, impersonal, tradicional, arcaico?, ¿una especie de clave bien temperada o fuga bien contenida con poco oído para la música de las vanguardias? ¿Qué explicación para un olvido tan flagrante? ¿Por qué redescubrirlo a los cincuenta y cinco años de su muerte?
Duhamel acaso sea, si no uno de los escritores más brillantes de su tiempo, sí al menos uno de los que mejor representa los sentires y pensares genuinos del francés medio del siglo xx, del cual fue exponente perfecto. Médico escritor en su juventud, escritor médico en su madurez, en 1906, aún estudiante de cirugía, creó junto con René Arcos, Charles Vildrac y Jules Romains una comunidad artística o cenáculo literario llamado Grupo de la Abadía o La Abadía de Créteil (en 1937 la describió en su novela El desierto de Bièvres), una especie de falansterio neofoureriano, una neorabelesiana abadía de Théléme que pretendió expresar las pulsiones de la sociedad moderna y, según el credo unanimista de Romain Rolland, plasmar el alma misteriosa de los grupos sociales y los individuos que los conformaban en relación con la masa. De esta etapa (1906-1908) data un libro de poesías unanimistas, Leyendas (1907), y Notas sobre la técnica poética (1908). Poco después vendrían unas novelas que la crítica ha calificado de «dialógico-analíticas», entre ellas Según mi ley (1910) y Compañeros (1912).
La Primera Guerra Mundial convierte a Duhamel en cronista y fabulador de las aflicciones de quienes, como Charles Péguy o Guillaume Apollinaire, sufrieron las consecuencias de la contienda. Nueva Niobe desgarrada ante el exterminio de su prole, ante ella ni protestas desesperadas ni exaltaciones arrebatadas de lirismo heroico y patriotero, sino una lúcida sumisión a la fatalidad de la historia, valentía mesurada y compasión por las víctimas. Él las vio muy de cerca en 1916 como comandante de ambulancia y cirujano en el campo de batalla de Verdún. Nunca las mostró con el horror, sangre y plasticidad expresionista de Max Beckmann, tampoco con el realismo de René Benjamin y Henri Barbusse, pero sí extrajo de ellas una sabiduría fundadora de nuevas certidumbres vitales. «La medicina –escribió– me permitió explorar las cavidades y las heridas del cuerpo enfermo y es así como, en este mundo miserable, realizó el necesario milagro de la simpatía redentora». En su primera novela, Vida de los mártires (Mercure de France, 1917), comparte las penalidades de las víctimas inocentes. Civilización (Premio Goncourt, Mercure de France, 1918), de título irónico, escrita poco antes del armisticio, es una requisitoria contra el centralismo burocrático de los gestores de la guerra (no solo el Imperio austrohúngaro y Alemania) y contra el egoísmo de las grandes potencias. La pesadilla de las trincheras, el cinismo de los generales y los retratos de los heridos son narrados en un conjunto de cuentos trágicos y satíricos a la vez. ¿Cómo no acordarse de Stanley Kubrick y de su Senderos de gloria?
En la etapa de entreguerras, desde 1931, Duhamel dirige la revista Mercure de France, escribe en los periódicos Candide Chroniqueur y, desde 1935, en Le Figaro. Defensor primero de la reconciliación con Alemania, desde 1939 la vasta maniobra envolvente que el hitlerismo desarrolló metódicamente en Europa con la colaboración de Italia y la complicidad de los reaccionarios franceses le hacen renunciar al pacifismo a ultranza y denunciar los pactos de Múnich. En los años de la Ocupación, sus libros, incluidos en la lista Otto, son prohibidos por la Gestapo. Por entonces se le nombra director de Radio Francia, desde donde dirige, a pesar de sus ineficaces directrices en la emisión La hora del soldado, su acción individual contra la nueva barbarie en unos años en los que la mayoría de los intelectuales franceses habían renunciado a sus convicciones, salvando, a lo sumo, con tímidas objeciones de conciencia el fondo insobornable de su intelecto. Por la República española agredida manifiesta una solidaridad cordial y entusiasta, y exige la ayuda eficaz de Francia al Frente Popular poniendo al descubierto el juego oportunista de Léon Blum en su utilización de la guerra civil como propaganda estalinista1. Tras la Segunda Guerra Mundial, participó en el Comité Nacional de Escritores, alzó su voz contra la facción «petanista» del Congreso, pero en 1946 desaprobó las represalias contra los colaboracionistas. En estos años de posguerra abandona definitivamente el ejercicio de la medicina y se dedica de pleno a la literatura para desarrollar una vocación latente desde su juventud.
Duhamel tocó con desigual fortuna la poesía, la novela, el ensayo, la preceptiva literaria, el ensayo de musicología, el libro de viajes, el teatro, el artículo de periódico y el comentario de sociología de la cultura. Humanista evangélico y, como tal, humanista universal, denuncia los excesos de la civilización mecánica del siglo xx. Mientras que el ciclo de Salavin está penetrado por un arcaizante moralismo, Crónica de los Pasquier (1933-1945, 10 vols.) refleja con dramatismo los esfuerzos de una familia de clase media francesa por alcanzar la felicidad individual: los protagonistas de esta serie, que tuvo muy buena acogida entre el público, encarnan una libertad espiritual contraria a los efectos devastadores de un desarrollo tecnológico al que Duhamel culpa de la destrucción de los valores que considera auténticamente humanos. Su libro de viajes, Escenas de la vida futura (Mercure de France, 1929), podría haberse titulado «Francia contra los robots» o la civilización humanista gala contra el gigantismo automático norteamericano. La polémica causada por sus tesis, así como sus críticas explícitas al Séptimo Arte desde posiciones reaccionarias, le acompañarán de por vida.
Duhamel es un escritor muy cultivado, un francés ilustrado, polifacético, proteico; además, un gran viajero. Europeo y europeísta antes que un verdadero cosmopolita (como demuestra su errónea interpretación de la civilización norteamericana), por ello admirador de Romain Rolland y Stefan Zweig, no contempla a las naciones desde la atmósfera del turismo, sino desde sus aportaciones a la creación de una civilización que coincide con la diversidad de ideas y luchas a favor de la libertad y la tolerancia típicas de la ilustración republicana francesa del siglo xx