Casiodoro de Reina: su vida, Biblia y teología - Andrés Messmer - E-Book

Casiodoro de Reina: su vida, Biblia y teología E-Book

Andrés Messmer

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Beschreibung

Una colección de ensayos en honor del 500 aniversario de Casiodoro de Reina, uno de los reformadores españoles más importantes de la época, su vida y su legado. Casiodoro de Reina es uno de los reformadores españoles más importantes, pero hasta hoy sabemos relativamente poco de su obra y teología. Aunque el impacto literario de su traducción de la Biblia compite incluso con el de Cervantes, todavía sabemos poco de la Biblia del Oso. Este libro, con aportaciones de once expertos en la Reforma protestante española y aprovechándose de casi cien obras y cartas de Casiodoro de Reina que han sido ignoradas por muchos escritores, rellena estas lagunas y ofrece nuevas perspectivas sobre Casiodoro de Reina: su obra pastoral, su vida empresarial, las fuentes y recepción de la Biblia del Oso y varios temas de su teología, como La justificación y Santa cena. El libro se divide en tres bloques principales por expertos historiadores: Vida y las obras de Casiodoro de Reina (Pastor, Maestro y empresario) La Biblia del Oso (Antiguo y Viejo Testamento junto a material no bíblico) Temas teológicos (protestante y su doctrina)

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CASIODORODE REINA

SU VIDA, BIBLIA Y TEOLOGÍA

Ensayos en honor del 500 aniversariode su nacimiento

Editor

Andrés Messmer

Editorial CLIE

C/ Ferrocarril, 8

08232 Viladecavalls

(Barcelona) ESPAÑA

E-mail: [email protected]

http://www.clie.es

© 2023 por Andrés Messmer

«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 917 021 970 / 932 720 447)».

© 2023 por Editorial CLIE. Todos los derechos reservados.

CASIODORO DE REINA

ISBN: 978-84-19055-18-7

eISBN: 978-84-19055-19-4

Iglesia cristiana

Historia

ÍNDICE

PARTE I: VIDA Y OBRA

Capítulo 1. Casiodoro de Reina: los trabajos y los días (por Doris Moreno)

1. Sevilla

2. Los disidentes

3. El mundo de los conversos sefarditas pasados al calvinismo. Marcus Pérez

4. Los eruditos

5. Los políticos

Capítulo 2. Casiodoro de Reina: el pastor y maestro (por Frank W. R. Benoit)

Introducción

1. El tiempo de comienzo en Sevilla (a mediados de 1540-1557)

2. El tiempo en Ginebra (1557-1558)

3. El tiempo en Londres (1558/9-1563)

4. El tiempo revuelto (1564-1567)

5. El tiempo en Basilea (1567-1570)

6. El tiempo en Fráncfort (1570-1578)

7. El tiempo en Amberes (1578-1584/5)

8. El tiempo final en Fráncfort (1585-1594)

Conclusión

Capítulo 3. Casiodoro de Reina: empresario (por Manuel Díaz Pineda)

Introducción

1. Sevilla

2. Ginebra

3. Fráncfort

4. Londres

5. Amberes

6. Fráncfort

7. Orleans, Bergerac y Montargis

8. Fráncfort

9. Estrasburgo

10. Basilea

11. Fráncfort

12. Londres

13. Amberes

14. Fráncfort

Conclusión

Capítulo 4. Algunas obras en busca de autor en el ámbito de Casiodoro de Reina (por Ignacio J. García Pinilla)

1. Inquisitionis Hispanicae artes aliquot

2. Suplicación e información que fue presentada a la reina de Francia

3. Editor de Bibliotheca sancta de Sisto da Siena

4. Editor del diálogo de Corro sobre la Carta a los romanos

5. El Talmud babilónico y otras atribuciones

Conclusión

PARTE II: LA BIBLIA DEL OSO

Capítulo 5. Las influencias en la Biblia del Oso: el Antiguo Testamento (por Frances Luttikhuizen)

Introducción

1. La Segunda Biblia Rabínica (TM)

2. La Septuaginta (LXX)

3. La Vulgata de Jerónimo

4. La Biblia de Ferrara (1553)

5. La nueva edición latina de Pagnini

Conclusión

Capítulo 6. Las influencias en la Biblia del Oso: el Nuevo Testamento (por Jonathan L. Nelson)

1. Las fuentes que Reina tuvo a su alcance

2. Las fuentes que se detectan en el texto de Reina

Conclusión

Capítulo 7. El material no bíblico de la Biblia del OSo (por José Luis Fortes Gutiérrez)

1. Material extrabíblico de la Biblia del Oso

2. El aparato paratextual de Reina

Conclusión

Capítulo 8. La recepción de la Biblia del Oso (por Constantino Bada)

Introducción

1. La recepción de la Biblia del Oso en el ámbito católico

a. La recepción de la Biblia del Oso en España en el siglo XVI

b. La Biblia del Oso y la traducción de Felipe Scío de San Miguel

c. La Biblia del Oso en la obra de Antonio Pellicer y Saforcada

d. La Biblia del Oso en la traducción de Félix Torres Amat

e. La Biblia del Oso y Marcelino Menéndez Pelayo

2. La recepción de la Biblia del Oso en el ámbito protestante

3. La primera revisión de la Biblia del Oso, por Cipriano de Valera

PARTE III: TEMAS TEOLÓGICOS

Capítulo 9. Los ‘instrumentos externos de justificación’ y la reforma de la identidad eclesial en la Declaración de fe de Casiodoro de Reina (por Steven Griffin)

Introducción

1. La justificación y el triple oficio de Cristo

2. Justificación por la fe: doble y triple

3. Los instrumentos externos de justificación

Conclusión

Capítulo 10. La Doctrina de la Cena del Señor de Casiodoro de Reina (por Andrew Hollingsworth y Andrés Messmer)

1. El contexto del s. XVI

2. Reina y la Cena del Señor: debates y doctrinas

3. Reina: una evaluación de su doctrina sobre la Santa Cena

Capítulo 11. Casiodoro de Reina ¿protestante? (por Manuel Díaz Pineda)

Introducción

1. Sola escritura

2. Sola fe

3. Sola gracia

Conclusión

Índice de nombres y lugares

CAPÍTULO 1

Casiodoro de Reina: los trabajos y los días

Dra. Doris Moreno, Universidad Autónoma de Barcelona

Casiodoro de Reina nació alrededor de 1520 en Montemolín, actual Extremadura, entonces perteneciente a la diócesis de Sevilla.1 Así se firmó: Casiodoro, hispalensis. No sabemos cuáles fueron sus antecedentes familiares. El embajador español en Londres, en 1563, lo creía morisco de Granada; estudiosos de la Biblia del Oso han visto indicios de una ascendencia judía. Es posible. Tampoco sabemos con seguridad dónde estudió, si bien él mismo afirmó posteriormente que había realizado estudios universitarios en Sevilla.2 Aparece por primera vez en los registros del monasterio de San Isidoro del Campo en Santiponce, Sevilla, en 1546.3 Se trataba de un monasterio de jerónimos observantes que admitían candidatos sin exigir limpieza de sangre. Casiodoro tendría unos 26 años en ese momento y ya era un hombre formado en letras y teología. Permaneció en el monasterio, parece que, con destacado protagonismo, hasta su huida, junto a otros monjes, entre enero y abril de 1557. Huía de la Inquisición, que hirió de muerte a las comunidades filoprotestantes sevillanas.

Cuando Casiodoro de Reina llegó a Ginebra en 1557 se inició un itinerario vital que le llevó a vivir en varias ciudades europeas: Fráncfort, Londres, Amberes, Bergerac, Montargis, Basilea, Estrasburgo... Una trayectoria marcada por la necesidad de ponerse a salvo del Santo Oficio, de huir de los espías de Felipe II —que puso precio a su cabeza—, de buscar los medios económicos para la subsistencia de su familia, de las disensiones y luchas entre las diferentes ramas doctrinales del protestantismo, de su deseo de traducir al castellano y publicar la Biblia, de cumplir con su vocación pastoral. Fue autor de la Declaración o Confesión de fe hecha por ciertos fieles españoles, que huyendo de los abusos de la Iglesia Romana y la crueldad de la Inquisición en España hicieron a la iglesia de los fieles para ser en ella recibidos, escrita en latín en 1560 y publicada en castellano muchos años más tarde (Fráncfort, 1577); de algunos comentarios bíblicos publicados en 1573 sobre el Evangelio de Juan y sobre la primera parte del capítulo cuarto de Mateo; y de un Catecismo (1580), publicado en latín, francés, alemán* y holandés. También redactó unos Estatutos para una sociedad de ayuda a los pobres y perseguidos, en Fráncfort, y se especula sobre su autoría en otros textos que buscan autor.4 Fue también editor, por ejemplo, de su amigo Antonio del Corro y su Dialogus in Epistolam ad Romanos (Fráncfort, 1587). Sin duda, su fama le viene como traductor de la conocida Biblia del Oso (Basilea, 1569), la primera Biblia completa impresa en lengua castellana.5 Residía en Fráncfort cuando le llegó la muerte, el 15 de marzo de 1594, aunque treinta y dos años antes, ya había sufrido una muerte simbólica cuando su estatua fue quemada en la hoguera, el 26 de abril de 1562: “Fray Casiodoro, fraile del dicho monasterio [San Isidoro del Campo], natural de Montemolín. Ausente condenado, relajada su estatua por hereje luterano dogmatizador”.6

La historia del cristianismo y de Europa vivió un momento decisivo entre 1520 y 1594. Se fracturó el catolicismo romano, se extendió el protestantismo. Los hechos, ideas y figuras a uno y otro extremo de esa horquilla cronológica muestran ese cambio. Algo pasó entre el saco de Roma (1527) y la batalla de Lepanto (1571), entre la llegada de Carlos V a España (1516) y la muerte de su hijo Felipe II (1598), entre la edad del papa Julio II Médici (1503–1513), que fue el tiempo de Rafael, Maquiavelo o Miguel Ángel, y la de Pío V (1566–1572), el primer papa posterior a la finalización del Concilio de Trento. Asimismo, el descubrimiento y colonización de América y la proyección misionera global plantearon nuevos retos frente a culturas diversas. Era el tiempo de la gran crisis religiosa europea con proyección global. El tiempo de los sueños de una Europa cristiana bajo el cetro del emperador Carlos y una visión erasmiana, con el papa sometido y la Iglesia católica reformada… Y el tiempo del desencanto, de la consagración de la división de la Iglesia de occidente tras el Concilio de Trento, el tiempo de las guerras político-religiosas.

En las páginas que siguen vamos a tratar de esbozar de manera sencilla la peripecia vital de Casiodoro atendiendo especialmente a los contextos relacionales que fue construyendo, buscando dar profundidad a su figura. Porque él no fue, jamás, una personalidad aislada. No responde al perfil del erudito aislado. Toda la vida de Casiodoro estuvo marcada por un conjunto de redes de relaciones que fueron al mismo tiempo malla de protección y de estímulo, de activismo intelectual y político-religioso. Esta red de relaciones nos permite apreciar la dimensión europea de Casiodoro. Les propongo abordar la vida de Casiodoro desde la reconstrucción de cinco círculos de relación.

1. Sevilla

El primer círculo de relación que conocemos es el sevillano. Sevilla era en aquella primera mitad del siglo XVI una ciudad cosmopolita y populosa, la puerta de entrada y salida de Europa a América y viceversa. Nobles, eclesiásticos, frailes y monjas, mercaderes de todas las naciones, funcionarios, comerciantes, artesanos, truhanes y pícaros, esclavos, prostitutas... conformaban un abigarrado paisaje social.7 Aquella ciudad gozaba de un gran dinamismo económico al que no eran ajenas algunas familias conversas del judaísmo.8 También se vivía un gran dinamismo religioso y espiritual. Aquel tejido social y las influencias en movimiento del mundo estimulaban los interrogantes y la curiosidad, los corrillos y la predicación ambulante, las novedades y la lectura comunitaria, las tertulias de intelectuales, literatos y curiosos. En Sevilla se leyeron con pasión las obras de Erasmo de Rotterdam que, si por un lado criticaban los abusos y corrupción de la Iglesia, por otro proponían una piedad de raíz bajomedieval pasada por el humanismo, una vuelta a las Escrituras, una imitación de Cristo en su vida y su pasión, un rearme del cristiano en las virtudes de Cristo, una espiritualidad abierta a los laicos. Al mismo tiempo, se dieron corrientes espirituales franciscanas afectivas y experiencias alumbradas donde el papel del Espíritu Santo, alumbrando mentes y corazones, se ponía a la par de la autoridad de las Escrituras. El énfasis en el amor y la misericordia de un Cristo muerto y resucitado por los pecadores, en la fe y la caridad, en la experiencia de una fe viva, encontró feliz y calurosa acogida entre los oyentes de predicadores, laicos como el cerrajero Rodrigo de Valer, en las casas y las calles, o de religiosos, como el canónigo Juan Gil (el Dr. Egidio) en la catedral o las parroquias.9

Mientras tanto, en Santiponce, a escasos ocho km de Sevilla, en el monasterio jerónimo de San Isidoro del Campo, se leían libros prohibidos y, sobre todo, se estudiaban las Escrituras. Este monasterio fue sede de la congregación de los jerónimos observantes desde 1431. Se trataba de una rama escindida de la orden de los jerónimos, que pretendía una vuelta al rigor de la primitiva regla. Su impulsor, fray Lope de Olmedo, impuso una regla rígida en las devociones y en la austeridad de la vida monacal.10 Se ponía el acento en la contemplación, el aislamiento y el misticismo, prohibiendo expresamente comer carne o frecuentar cursos universitarios. Parece que desde finales del siglo XV estas imposiciones se fueron relajando. La espiritualidad de los jerónimos se basaba en una profunda devoción por las Escrituras, haciendo de su lectura y estudio eje nuclear, y en el llamamiento a la humildad. Al mismo tiempo, se daba mucha importancia al trabajo manual como forma de sostenimiento. Nunca impusieron los estatutos de limpieza de sangre como requisito de acceso.11

La congregación de la observancia de San Jerónimo, bajo la presidencia de fray Lope de Olmedo, logró extenderse bastante por Italia, donde llegó a tener diez casas. En España, la congregación solo tuvo siete casas, todas en Andalucía: Santa Ana de Tendilla; Santa María de Barrameda, junto a Medina Sidonia; San Miguel de los Ángeles, junto al Pedrín (Sevilla); Santa Quiteria de Jaén (una ermita); Nuestra Señora de Gracia, de Carmona; y Nuestra Señora del Valle, de Écija. El monasterio de San Isidoro del Campo tenía autoridad sobre estas seis casas y, además, destacó por una relativa prosperidad frente a la pobreza de las demás. Del nombre del monasterio, la voz popular tomó el apelativo para calificar a aquellos monjes: los isidros. En general, fue una institución rica y protegida por el generoso patronazgo de los duques de Medina Sidonia, que lo habían elegido panteón familiar. Antonio Domínguez Ortiz ya hizo notar su singularidad cuando afirmó que San Isidoro del Campo “fue un islote señorial y aún diríamos casi feudal, frecuente en Castilla, pero muy raro en Andalucía”.12

En el siglo XVI, San Isidoro del Campo no era un monasterio cerrado. Al contrario, disponía de una muy frecuentada hospedería para peregrinos de todas clases, sus monjes se ocupaban de las tareas pastorales del territorio anexo y mantenían estrecha relación con su señor jurisdiccional, el poderoso Duque de Medina Sidonia.13 En la cripta del duque, en la iglesia del monasterio, fue enterrado el 4 de diciembre de 1547, Hernán Cortés. Las noticias del mundo fluían entre aquellas paredes y la vecina Sevilla.14

En este entorno sevillano Casiodoro de Reina estableció lazos de amistad duraderos capaces de superar las dificultades más extremas. Su amistad con Antonio del Corro y el resto de los monjes sevillanos con los que huyó a Ginebra y después a Londres es un buen testimonio. También en Sevilla Casiodoro desarrolló las aptitudes de la predicación y el cuidado pastoral, una vocación que mantuvo toda su vida.15 Según las fuentes inquisitoriales, fue su intervención decisiva la que determinó la conversión de Don Juan Ponce de León, hijo del conde de Bailén.16 Asimismo, en una relación del auto de fe de 1559 en Sevilla se dice que el arrepentido don Juan Ponce de León exhortaba a María Bohórquez “a que se convirtiese a la fe católica y que se tornase a la obediencia de la Santa Iglesia de Roma, dándole a entender que se dejase de aquellas predicaciones que fray Casiodoro, fraile de San Isidoro, le había hecho en ciertas partes y por ciertas reuniones”.17 Las relaciones de Casiodoro con los predicadores de la catedral, Constantino de la Fuente y Juan Gil, son conocidas, así como con el círculo que se formó alrededor del Colegio de la Doctrina Cristiana. Ahí vemos a fray Casiodoro conversando, predicando y enseñando “en ciertas partes y por ciertas reuniones”.18

También es en este tiempo cuando Casiodoro experimentó una creciente pasión por las Escrituras, por la reflexión del mensaje evangélico, por el deseo de encarnarlo, por la voluntad de servir a Dios y a los españoles con una traducción de la Biblia al romance castellano.19 Seguidores del Jerónimo peregrino, penitente y, a la vez, biblista, para los jerónimos la lectura y estudio de las Escrituras, junto con la práctica ascética, eran la base de su religiosidad. La exégesis de los textos bíblicos debía hacerse, siguiendo a Gregorio Magno, con el método de la «ruminatio», el rumiar la Palabra conforme a los sentidos interiores: se trataba de volver sobre el texto una y otra vez, meditar en las palabras, reencontrar el mensaje central. San Jerónimo había afirmado “si rezas eres tú el que hablas al Esposo; si lees, es el Esposo el que te habla”.20 El estudio de la Biblia era la forma de salir al encuentro de Dios mismo, escuchar su mensaje y dotarlo de pleno sentido. Porque, como decía Gregorio Magno, la Escritura crece con quien la lee. Para ayudarse en el estudio, los monjes de San Isidoro contaban muy probablemente con una no mal nutrida biblioteca. Además, el convento se convirtió en secreta puerta de entrada de impresos, manuscritos y cartas de los reformadores del norte de Europa, textos que luego se repartían clandestinamente entre los diversos cenáculos heterodoxos sevillanos.21

La presión inquisitorial, como sabemos, hizo que Casiodoro, junto a otros monjes de San Isidro, huyesen a Ginebra en la primavera de 1557.22 Esto salvó su vida. Su imagen fue quemada en la hoguera en el auto de fe del 26 de abril de 1562. De este mundo de relaciones y de este sustrato socio-espiritual sevillano quisiera señalar que en Casiodoro ya estaban presentes al menos dos de los hilos ejes que tejieron la trama de su vida, el pastoral y el bíblico.

2. Los disidentes

Cuando Casiodoro llegó a Ginebra, lo hizo como tantos otros exiliados de Italia, Francia o la propia España: con la ilusión de llegar a un territorio más libre, donde se viviese de manera auténtica la fe. Su expectativa seguramente había estado alimentada por las cartas de Juan Pérez de Pineda, otro sevillano huido de Sevilla hacia 1552. Casiodoro pronto sufrió una profunda decepción. Ni él ni Corro encajaron en el rígido sistema ginebrino ni pudieron superar los prejuicios de las autoridades religiosas ginebrinas. A la llegada a la ciudad la mayoría de los españoles se integraron en la iglesia italiana. Las autoridades ginebrinas veían a españoles e italianos con recelo por varias razones. Los consideraban intrínsecamente sospechosos al atribuirles raíces judías, y conectaban ese prejuicio con, por ejemplo, el antitrinitarismo del español Miguel Servet, o los italianos Mateo Gribaldi o Lelio y Fausto Sozzini, tío y sobrino respectivamente. Además de otras cuestiones, los tópicos sobre italianos y españoles operaron en la mala opinión que Calvino y Beza tenían sobre ellos. Decía Calvino en 1552, en una expresión que era extensible a los españoles, que los italianos eran “propensos a sutilezas vacías, intelectos que, impulsados por la curiosidad ociosa, acabaron alimentándose de viento, y peor aún, absorbiendo las inspiraciones mortales de Satanás”.23

Casiodoro expresó en público opiniones políticamente poco correctas.24 Defendió que los anabaptistas debían ser considerados como hermanos y no ser excluidos de la iglesia, afirmó que Miguel Servet fue quemado injustamente y publicitó favorablemente entre los refugiados españoles en la ciudad el libro de Sebastián de Castellion, Que no se debían castigar herejes (De haerectis an sint persequendi). Son conocidas las palabras de Castellion, en un texto en el que se enfrentaba a Calvino por la muerte de Servet: “Yo no defiendo la doctrina de Servet; lo que ataco es la mala doctrina de Calvino... Servet no te combatió [Calvino] con las armas, sino con la pluma. Y tú has contestado a sus escritos con la violencia. Pero matar a un hombre para defender una doctrina no es defender una doctrina: es matar a un hombre”.25 Parece que la impronta del pensamiento de Castellion sobre Casiodoro en temas fundamentales en aquella época de conflictos como la libertad de conciencia fue muy profunda.26 Según algunos como Angelus Victorius Sardres y Balthasar Sánchez, Reina también mostró su desacuerdo con el ritual de la Cena y con una predicación más centrada en la controversia y la polémica que en la edificación cristiana.27 Todo ello contribuyó a que Casiodoro se trasladase a Londres para fundar una comunidad española, aprovechando el advenimiento al trono inglés de Isabel I, tras el paréntesis de María Tudor y su restauración católica. Como princesa, Isabel había nutrido su espiritualidad de las corrientes de renovación centradas en la exaltación del amor y la misericordia de Dios, el beneficio de Cristo ganado para los hombres por su cruz. La llegada de Isabel al trono de Inglaterra en 1558 insufló nuevas ilusiones entre los refugiados religiosos de media Europa que afluyeron esperanzados a Inglaterra. Es el caso de Casiodoro.28

Instalado en la ciudad del Támesis a finales de 1558 o 1559, Casiodoro formó una comunidad de refugiados españoles a la que se añadieron artesanos y sobre todo mercaderes españoles instalados en la ciudad. Casiodoro dialogó con las autoridades londinenses y las iglesias calvinistas de refugiados, holandesa y francesa, para que la iglesia española fuese reconocida oficialmente, manteniendo culto público. En este contexto escribió la Confesión de fe (1560), la primera confesión de fe del protestantismo español.29

Esta Confesión era poco precisa en la cuestión de la Trinidad y el bautismo, según sus detractores, ambigua en la cuestión de la Cena, pero muy explícita respecto a las marcas del amor que debían identificar, y por las que debían ser identificados, los auténticos cristianos.30 Todo ello sirvió para que los líderes de las iglesias holandesa y francesa de Londres, previamente advertidos desde Ginebra, lanzaran acusaciones de servetismo y anabaptismo sobre Casiodoro, además de poner reparos a sus argumentos sobre la autoridad secular.31 Desde la embajada se organizó una red de infiltrados en la iglesia y en el entorno de Casiodoro para vigilar sus pasos, mientras al mismo tiempo el embajador español posiblemente le ofrecía volver a España y se mostraba amable. El ambiente se hizo irrespirable cuando en una auténtica conspiración para desacreditarle y lograr, quizá, su muerte la embajada española orquestó una acusación de fornicación y homosexualidad. Falsa, como demostró Gordon Kinder.32 Casiodoro temió por su vida y la pérdida de su trabajo de traducción de la Biblia, iniciado ya en Ginebra. Huyó a los Países Bajos en 1563, dejando en Londres a sus padres y su hermana. Su esposa, Anna de León, hija de Abraham de León de Nivelles, de una familia de mercaderes sefarditas conversos, lo siguió poco después disfrazada de marinero para eludir a los espías que el embajador distribuyó en los puertos. Felipe II puso precio a su cabeza.33

Es en este periodo, sobre todo el londinense, cuando Casiodoro cultivó fuertes lazos de amistad con el mundo de los exiliados religiosos y, especialmente, con algunas personas que eran a su vez disidentes del propio protestantismo dogmático que se estaba construyendo, individuos que se vieron perseguidos y condenados por sus opiniones, respecto a los dogmas que en buena medida se estaban haciendo más rígidos, más puntillistas, más atomizados en las discusiones y controversias de todos contra todos, en el marco de un calvinismo y un luteranismo en proceso de afirmación dogmática. Recordemos que en 1563 ya había concluido la tercera etapa de Trento y el catolicismo arrancaba su propia renovación mientras Felipe II aparecía como el campeón del catolicismo. Mientras, en las fronteras con los protestantes, se desarrollaban estrategias de persuasión y propaganda de las manos de los jesuitas y su proyecto pedagógico concretado en colegios y universidades que pronto ganaron prestigio entre las élites, tanto católicas como protestantes. Asimismo, se iniciaban las guerras civiles religiosas en Francia (1562-1598) que asolaron el país durante cuarenta años y en los Países Bajos se gestaba una rebelión contra Felipe II en la que la religión era factor clave en la definición de los bandos. España, Inglaterra, Francia, los principados alemanes e italianos, el Papado... movían sus piezas directamente o entre bastidores, movidos por intereses dinásticos, económicos y religiosos, en un complejo tablero internacional en el que la religión jugaba un papel esencial.

Destacaron en este contexto los contactos con los italianos disidentes en Ginebra que se prolongaron en Londres.34 Quisiera destacar a Jacopo Aconcio, ingeniero italiano al servicio de la reina de Inglaterra, bien conocido por un texto en el que esencialmente afirmaba que los conflictos entre los cristianos no eran una derivación de la defensa de la ortodoxia, entendida por cada facción o individuo, como la “sana doctrina” o la “verdadera fe”. No, para Aconcio, esos conflictos eran la obra del diablo, que amenazaba con destruir el potencial bien que la reforma había traído. Fue excomulgado.35

Otro italiano influyente en la corte de la reina Isabel fue Giovanni Battista Castiglione, tutor italiano de la princesa y luego reina Isabel, y miembro de su Consejo Privado hasta su muerte en 1598.36 Castiglione y Aconcio frecuentaron a Casiodoro y su iglesia y los tres dieron apoyo firme al desgraciado pastor calvinista holandés Adrián Haemstede, de fervorosa predicación, que sufrió la excomunión y el exilio de Londres por su defensa de los anabaptistas como integrantes de la iglesia cristiana. Casiodoro es claramente miembro de este círculo disidente, defensores de una tolerancia que se pagaba con la excomunión y el exilio. Y a través de ellos, tuvo acceso al círculo político más cercano a la propia reina Isabel.37 Casiodoro contó con el apoyo de Guillermo Cecil, secretario de Estado, del duque de Bedford y del obispo de Londres, Edmund Grindal, supervisor de las iglesias de refugiados de Londres.

3. El mundo de los conversos sefarditas pasados al calvinismo. Marcus Pérez

Entre 1564 y 1570 Casiodoro llevó una vida relativamente itinerante, aunque mantuvo su base familiar, primero en Amberes y después en Estrasburgo y Basilea, donde publicó la Biblia del Oso, en 1569. Visitó también Francia (varios lugares) y Fráncfort. Casiodoro estaba protegido por la imponente figura de Marcus Pérez, el mercader español judeoconverso pasado a las filas del calvinismo. De enorme riqueza y poder, este mercader líder de las redes comerciales sefarditas europeas de aquellos años, puso todos sus recursos al servicio de la causa protestante con una visión política y religiosa militante. Fue el banquero de los rebeldes holandeses frente a la monarquía de Felipe II. Firmó un acuerdo con Guillermo de Orange y los representantes luteranos de Amberes en 1566 buscando la unión del protestantismo frente a los católicos de Bruselas. Intentó organizar coloquios calvinistas-luteranos y un católico-protestante, siempre buscando la concordia. Ofreció a la gobernadora Margarita de Parma, una importante cantidad de dinero para lograr la libertad de conciencia en los Países Bajos, proposición rechazada.38 Pérez apoyó muy especialmente a los exiliados españoles, como Corro o Casiodoro. Entre Marcus Pérez y Casiodoro hubo una comunión de experiencias y de orientaciones intelectuales, religiosas y políticas que permaneció viva toda su vida. De Marcus Pérez recibió seguramente el nombre el hijo mayor de Casiodoro, Marcus, de quien fue su padrino. Del posicionamiento político religioso de Pérez es buen testimonio lo que escribió en esta carta (1570) en la que afirmaba que el gran problema de la iglesia de Dios no eran las diferencias doctrinales plasmadas en la multitud de confesiones de fe, sino la intolerancia y el empecinamiento con el que los líderes de las diferentes iglesias imponían sus convicciones como dogmas infalibles e imprescindibles para la salvación, subrayando también la doble moral de aquellos líderes, que en lo público y las grandes palabras parecían defender la paz, pero eran incapaces de concretar ese discurso en el día a día, donde realmente había que ceder y dialogar:

Me parece que una opinión que veo arraigada en las mentes de todos los ministros de la Iglesia, ya sea romana, luterana o reformada, ha sido y será siempre causa de los grandes males en la Iglesia de Dios. A saber, que quienes gobiernan la Iglesia no se pueden equivocar. Y de aquí viene la obstinación que los unos y los otros quieren mantener una vez que la fe ha sido recibida, sin querer ceder ni unos ni otros en cualquier punto por nada del mundo. En cuanto a mí, no sé si pecaría mucho al creer que en tanto que los Gobernadores de la Iglesia son hombres no pueden dejar de equivocarse y que sería mucho más necesario intentar siempre aprender y corregirse, con tendencia a la perfección. ¡Pero qué! Algunos ya confiesan que su Iglesia no es del todo pura y que hay faltas, pero esto no son más que comentarios generales, y cuando nos centramos en casos particulares se expresan de forma bien contraria […]. Creo que la buena gente tiene miedo de su propia sombra.39

La amistad de Casiodoro con Pérez sitúa al exmonje jerónimo en un mismo universo de relaciones religiosas y confesionales, pero también políticas y culturales del más alto nivel. Marcus Pérez, financiero del calvinismo antiespañol, era nódulo principal de una red que cubría buena parte de Francia y los Países Bajos, para horror de Felipe II, que era conocedor de ella. Era un entramado por el que viajaban capitales y bienes, pero también libros, cartas, ideas, información y personas, una red eficiente y útil en aquellos tiempos convulsos.

4. Los eruditos

En Estrasburgo, Casiodoro contó con el apoyo incondicional del reformador de la ciudad Johannes Sturm, discípulo de Martín Bucero y seguidor de Felipe Melanchthon, a quien Casiodoro calificó de patrono de su inocencia, consuelo de sus aflicciones y refugio en la tempestad.40 El luterano Sturm tuvo un papel fundamental en la ciudad y, siguiendo a su maestro, sostuvo una tendencia bíblica y humanista hacia un cristianismo no dogmático. El refugio en Estrasburgo dio a Casiodoro y su familia unos años de tranquilidad, trabajando con su mujer como tejedores y comerciantes de seda, y continuando su traducción de la Biblia y, probablemente, preparando la publicación en latín del Artes de la Inquisición española en Heidelberg en 1567, un libro que según la propuesta de Carlos Gilly e Ignacio García Pinilla se habría escrito a tres manos: Casiodoro de Reina, Antonio del Corro y Juan Pérez de Pineda.41 Insertado en el círculo más cercano a Sturm, Casiodoro trabó amistad con otro discípulo de Bucero, Konrad Huber, un culto predicador y bibliófilo, amigo del impresor de Casiodoro, Oporino, y en la misma línea teológica de Sturm. Y también algunos italianos, como Girolamo Zanchi, que se enfrentó al sector luterano ultraortodoxo de la ciudad al negarse a reducir su teología a los estrictos límites que le marcaban.

En Basilea, donde estuvo unos tres años, entre 1567 y 1570, Casiodoro encontró entre los profesores, refugiados y teólogos un ambiente adecuado para madurar su propio pensamiento y acabar el trabajo de traducción que tantos problemas y urgencias económicas y técnicas tuvo. La ciudad era un cruce importantísimo del comercio internacional y sus autoridades comprendieron pronto que la fortuna de sus intereses económicos estaba unida, en buena medida, a que mantuvieran la paz y cierta tolerancia religiosa. Sus prensas eran un foco cultural de primer orden y a ellas acudían intelectuales de todas las confesiones. Basilea acogió en las décadas de los 50 y 60 a muchos de los seguidores de Servet y a italianos exiliados partidarios de la concordia entre los cristianos, como Celio Secondo Curione, Castellion y su estrecho amigo, el impresor Pietro Perna, entre otros. En la ciudad había muerto, en 1562, Bonifacius Amerbach, un humanista que no había querido acogerse a ninguna confesión y se lamentaba del enorme coste en conflictos y vidas que la reforma protestante había tenido para la comunidad cristiana universal, para la Iglesia de Dios universal; y un año más tarde fallecía Castellion.42

Fue también en Basilea, acogido de nuevo por Marcus Pérez, donde Casiodoro pudo encontrarse con otros biblistas preocupados por la traducción de la Biblia a las lenguas vulgares, como el humanista flamenco Jan Utenhove, conocido por su traducción del Nuevo Testamento al neerlandés, con quien ya había coincidido en Londres. También conoció al humanista Petrus Ramus, profesor de griego en Basilea entre 1565 y 1569, que ya era considerado por la Inquisición como un protector de los disidentes españoles que había conocido durante su estancia previa en París. En la misma ciudad conoció a Theodor Zwinger y Hugo Blotius, maestro y discípulo. Zwinger fue una de las personalidades más fascinantes de la época. Sobrino del impresor Oporino, naturalista, sucesor de Castellion en la cátedra de griego y profesor también de ética y medicina. Es conocido, entre su enorme producción científica, por su Theatro Humanae Vitae, una monumental enciclopedia universal de todo lo conocido, aparecida en Basilea en 1565, que tuvo una enorme importancia como obra de referencia científica en los siglos siguientes. También de estas fechas data la amistad de Casiodoro con el pastor luterano Simon Sulzer y Huldrich Kochlein (Coccius), de posiciones moderadas, y con Matías Ritter, el Joven, el superintendente de las iglesias extranjeras en Fráncfort, amistades que le acompañaron a lo largo de su vida.

Casiodoro era nominalmente calvinista en ese periodo, pero con su actitud poco dogmática y pacifista estaba en sintonía con un universo de teólogos e intelectuales protestantes de amplio espectro en el corazón de Europa y su amistad con personalidades destacadas del mundo luterano más abierto a la concordia lo situaban en un espacio fronterizo. El magisterio y la protección de Sturm lo sitúan en posiciones moderadas muy poco dogmáticas.

5. Los políticos

En 1570 Casiodoro tenía aproximadamente 50 años. Estaba casado y ya tenía un hijo. La Biblia del Oso se había impreso en Basilea un año antes, después de múltiples penalidades y dificultades económicas. Su propia familia había sufrido esas penalidades y, como ya hemos dicho, solo con el apoyo de personas como Marcus Pérez o Johannes Sturm, había podido superarlas. También se había publicado el Artes de la Inquisición española, en Heidelberg, en 1567. Había huido dos veces de peligros mortales, de Sevilla y Londres; se había puesto precio a su cabeza, los espías españoles habían vigilados sus idas y venidas. Había dejado Ginebra profundamente decepcionado.

En 1570 se instaló en Fráncfort donde residió hasta 1578, probablemente buscando la cobertura de la familia de su mujer, establecida en esta ciudad. En este tiempo nacieron sus otros hijos: Agustinus, Margareta, Servas y Joannes. Luego volvió a Amberes, pastoreando la iglesia luterana de habla francesa de la ciudad. En 1585, volvió a Fráncfort, ahora acompañado por toda su iglesia, donde residió y acabó sus días, el 15 de marzo de 1594.

Fráncfort y la ciudad de Kassel eran las capitales, cultural y política respectivamente, de un condado independiente, gobernado en aquel momento por el conde o landgrave Guillermo IV. En aquellos años, Guillermo IV había ganado un notable protagonismo en el panorama internacional porque se había convertido en mediador entre Isabel de Inglaterra y los príncipes protestantes alemanes en la búsqueda de una alianza que hiciera frente al poder político de Felipe II, que era visto como el líder de una liga católica internacional frente a los países protestantes. En este panorama de bloques había dos escenarios críticos: Francia, en plenas guerras de religión, y los Países Bajos y su revuelta contra Felipe II. Dos escenarios en los que presionaban y participaban otras potencias. De hecho, el mismo Guillermo IV apoyaba decididamente a los holandeses y a los hugonotes franceses, acogiendo generosamente a todos los refugiados. Aunque esta propuesta de alianza entre los protestantes ya había merecido iniciativas anteriores fue ahora, a finales de la década de los 60 y principios de los 70, cuando se renovaron los intentos de alianza. En esas discusiones participaban como embajadores especiales Robert Beale, calvinista inglés del consejo privado de la Reina y, de nuevo Hubert Languet.43

Para un hombre como Casiodoro, Fráncfort debió ser un destino interesante. Su feria del libro era la más importante de Europa y a ella acudían autores, impresores, editores y libreros. Esta etapa en la vida de Casiodoro (1570–1578), fue calificada por Hauben como la etapa de “una tranquila oscuridad”.44 Sus críticos calvinistas en Ginebra y Londres se negaron a extender cualquier tipo de recomendación que le permitiese entrar oficialmente en el pastorado. En esos años su familia sobrevivió, no sin dificultades, gracias a una multitud de trabajos: dando clases de castellano a importantes familias judías, probablemente de origen sefardí, trabajando como colaborador del impresor Nicolaus Bassée, actuando como comprador de libros para la biblioteca del landgrave Guillermo IV y como informador político, y ayudando a su esposa en el taller de tejidos de seda. Compró la biblioteca del impresor Oporino, aporte extraordinario para la biblioteca de Kassel y Heidelberg. Hubo otros logros como la publicación de la segunda edición de la Bibliotheca Sancta del dominico fray Sixto de Siena (1575), cuyo apéndice él financió personalmente. Considerado uno de los grandes eruditos de su generación, en esta obra fray Sixto de Siena, judío convertido al catolicismo, realizó una completa introducción a los estudios bíblicos abordando el análisis de los autores sagrados y sus obras, el canon de las Escrituras y los principios de interpretación bíblica, recogiendo las instrucciones del Concilio de Trento. Casiodoro también se ofreció como editor de la impresión en Basilea del Talmud en varios volúmenes, aunque desconocemos qué papel desarrolló finalmente en este tema.

Con todo, quizá Casiodoro esperaba más de esta etapa. Nos lo indica que, a la altura de 1575, Sturm lo recomendara al landgrave subrayando su triple potencial como mediador político internacional, como profesor universitario o como predicador de corte. Parece que nada de eso ocurrió. Sin embargo, parece que esta etapa fue muy fructífera para Casiodoro a nivel intelectual, teológico y político. Solo hay que recordar que es en este periodo cuando Casiodoro publicó los dos comentarios al evangelio de Juan y la primera parte del capítulo cuarto del Evangelio de Mateo (1573), y la Confesión de fe (1577).45 Todavía no se ha explicado convincentemente el sentido de la impresión de la confesión de fe en castellano en Fráncfort. Quizá tenga que ver con el contexto inmediato.

Las relaciones políticas de Casiodoro en este periodo debieron intensificarse en la medida en que los alineamientos político-religiosos del protestantismo buscaban fórmulas de consenso. Esa búsqueda ponía en evidencia, también, sus profundas fracturas internas. El luteranismo, tras la muerte de Lutero en 1546, se había dividido entre los luteranos ortodoxos, que se atribuían la legitimidad única no ya para interpretar las Escrituras, sino las comas y puntos de los escritos de Lutero, y los discípulos de Felipe Melanchthon o felipistas, mucho más flexibles, etiquetados a veces como criptocalvinistas. Johannes Sturm, el valedor de Casiodoro, se encontraba entre los felipistas. Tras agrias disputas, se llegó a un acuerdo en la Fórmula de Concordia o Libro de Concordia, redactada en 1577 y publicada en 1580. Se delimitaba en este texto nuclear del luteranismo la frontera frente al calvinismo, dejando por el camino en los márgenes de la ortodoxia estricta a felipistas como el propio Melanchthon.

En este contexto, los calvinistas de los principados alemanes, con el apoyo beligerante de la reina Isabel de Inglaterra, organizaron un encuentro internacional de todas las iglesias calvinistas, el 27 y 28 de septiembre de 1577, en Fráncfort. Era una reacción a la unidad del luteranismo expresada en la Fórmula de Concordia. No fue un encuentro fácil porque el calvinismo también tenía sus propias corrientes internas. Estuvieron representadas casi todas las asambleas europeas de las iglesias calvinistas: teólogos y consejeros del Palatinado, teólogos y consejeros laicos de Francia, Hungría, Polonia y las iglesias holandesas, Inglaterra y Navarra. Fue una especie de sínodo general europeo del calvinismo. El primero. La conferencia decidió componer una obra que armonizase las distintas confesiones de fe representadas en el encuentro, una especie de confesión de fe que pudiera ser asumida por todas las iglesias reformadas y dialogar con los luteranos. Se tituló Harmonia confessionum fidei (1581). Y todo con un propósito de armonía que, a la postre, no funcionó. ¿Tuvo algo que ver la impresión de la Confesión de Fe con el objetivo de este encuentro internacional precisamente en el mismo lugar y año en el que se publicó?

En este nivel político, los círculos de relación fueron variados. El primero fue el de la red de informantes políticos de los líderes protestantes, que se dan cita en la ciudad de Fráncfort en esos años. Ya hemos mencionado a Konrad Huber, que mantenía al mismo tiempo una red de comercio y espionaje. Pierre Le Clair, pastor francés refugiado en Fráncfort, también actuaba como informante de temas franceses. Y Casiodoro, además de informar de temas relacionados con España se ocupó de traducir textos del castellano al francés para su difusión.46

En segundo lugar, hay que hablar de los mediadores. El luterano Johannes Ficardus, jurista y diplomático de enorme prestigio en Alemania, ejerció como mediador en las disputas religiosas entre príncipes alemanes y fue amigo de Casiodoro. Líderes y mediadores del encuentro en Fráncfort fueron, el landgrave al que servía Casiodoro, pero también Robert Beale y Hubert Languet.

Discípulo estrechísimo del reformador Melanchthon, Languet fue un diplomático y viajero que se distinguió por la búsqueda de puentes entre los protestantes para lograr una unidad de mínimos que les permitiese un frente unido ante los esfuerzos de conquista católica. Asumió pronto que los consensos no vendrían de los teólogos, enzarzados en discusiones puntillistas elevadas a dogmas. Solo un dirigente político con visión y carisma podría reunir a su alrededor los diversos movimientos evangélicos. Dedicó toda su vida a buscar a ese príncipe. Fue embajador del Palatinado desde 1559, y después del emperador. Políglota, viajó por toda Europa, incluida España. En Francia conoció a Casiodoro, en 1561, de manera que su relación tenía ya una trayectoria. Languet residió en Viena como informador del emperador Maximiliano y luego se instaló en Fráncfort, retomando el contacto con Casiodoro. Languet no fue un calvinista ortodoxo en la medida en que primaba sobre las divisiones teológicas los intereses políticos y estratégicos del protestantismo global, criterio que era a su juicio el único válido para asegurar la supervivencia de los protestantismos y sus logros. Entre su red de conocidos encontramos, de nuevo, al impresor de Basilea, Oporino y a Castellion y su círculo de discípulos franceses. Era, para los círculos ginebrinos, un castellionista peligroso. Casiodoro fue apoyado sistemáticamente por Languet.47

Robert Beale, por su parte, era un puritano inglés, un feroz anticatólico, que vivió la experiencia del exilio durante el reinado de María Tudor. Jurista de formación, viajero, político, fue buen amigo de Languet manteniendo una correspondencia regular por lo menos entre 1569 y 1587. Instalado en Londres, en 1566 se casó con la hermana de Sir Francis Walsingham, el secretario de estado inglés que controlaba la red de espionaje de Isabel I. Beale pasó a trabajar para él, incorporándose al consejo privado de la reina. Su conocimiento de idiomas (hablaba seis lenguas), su erudición y su agenda de relaciones lo convirtieron en un hombre extremadamente útil para los intereses de la monarquía inglesa. Como Languet, Beale estaba convencido de que el catolicismo era una atrocidad religiosa y una amenaza para el Estado. Beale ejerció funciones políticas, diplomáticas y de espionaje toda su vida. Por mediación de Languet, Beale apoyó a Casiodoro.48

En 1578, Casiodoro recibió una invitación para dirigir la comunidad luterana de lengua francesa en Amberes. La pacificación de Gante, firmada dos años antes, había abierto la puerta a una tímida y restrictiva tolerancia religiosa, pero tolerancia al fin. Antes de aceptar, Casiodoro que tenía ya casi 60 años, viajó a Londres y se presentó ante Grindal, ahora arzobispo de Canterbury, buscando una sentencia absolutoria de las infamias que contra él se habían vertido más de quince años antes. Se formó tribunal, se reunieron las pruebas, fue exculpado.49 La influencia y amistad de Languet, Grindal y Beale, facilitaron el proceso.50 La proclamación de su inocencia, sin embargo, no lo reconcilió con el calvinismo más beligerante.

Su aceptación del pastorado de la comunidad luterana de Amberes tras ser exculpado en Londres entrañó para Casiodoro volver a ponerse en el punto de mira: fue calificado de traidor por los calvinistas ortodoxos; sospechoso de criptocalvinismo, para los ortodoxos luteranos. Fueron tiempos de duro trabajo, más allá de las críticas. En 1579 Reina empezó a predicar en el Claustro de los Carmelitas, uno de los lugares de culto luterano de la ciudad, y poco después compuso el Catecismo de Amberes, que fue publicado en 1580 en francés, holandés, alemán y latín y que tuvo sucesivas impresiones. Los frentes que tuvo que asumir fueron, a nivel interno, una iglesia en crecimiento, pero con escasos recursos pastorales; en la esfera de las iglesias, las críticas de unos y otros; a nivel político, la protección de su comunidad luterana en un entorno calvinista cada vez más exacerbado y, al mismo tiempo, la presión de las tropas españolas tras la revuelta abierta de los Países Bajos contra Felipe II, al cual habían depuesto como soberano en 1581. Ante la previsible ocupación de la ciudad de Amberes por los tercios españoles, que se produjo en agosto de 1585, Casiodoro decidió volver a Fráncfort con toda su iglesia.

En Fráncfort, Casiodoro se encontró en una situación un poco similar a la vivida en Londres veinte años atrás: los refugiados no estaban reconocidos como iglesia oficial y aunque él era el líder espiritual de la comunidad emigrada y podía predicar, no podía ejercer oficialmente cargo eclesiástico si no era autorizado por el Colegio de Ministros de Fráncfort. Solicitó el reconocimiento oficial, pero el consistorio de ministros alemanes no se lo concedió. Solo siete años antes Casiodoro había dejado Fráncfort como calvinista, y ahora volvía como luterano pretendiendo ser pastor de una iglesia. Quizá lo que se escondía tras esa negación era la incomprensión ante este cambio. No por ello dejó de trabajar. Reina y su comunidad organizaron una obra social de socorro mutuo para los refugiados provenientes de los Países Bajos y los pobres que perduró en la ciudad durante trescientos años.

Finalmente surgió la posibilidad de ser nombrado pastor adjunto de su propia iglesia cediendo el rol principal a un pastor francés. Para acceder al cargo debía firmar (como era obligado para cualquier pastor luterano desde 1579) la famosa Fórmula de Concordia en la que se condenaban explícitamente los errores y herejías de católicos, anabaptistas, zuinglianos, schwenkfeldianos y calvinistas. Casiodoro suscribió la Fórmula con una abjuración en toda regla de cualquier elemento calvinista que hubiera aparecido en cualquiera de sus confesiones anteriores, proclamó su adhesión a las diferentes confesiones luteranas y justificó sus declaraciones de Londres, en 1579, de signo calvinista afirmando que eran la respuesta a unas acusaciones muy concretas. Y concluía diciendo: “he actuado con toda buena fe, ante todo, no he sido calvinista”51 y exhortó a que le juzgaran por su vida desde 1579. En julio de 1593, Reina era recibido como ministro luterano de la congregación valona en Fráncfort. Casiodoro residió en Fráncfort hasta su muerte el 15 de marzo de 1594. Al morir le sucedió en el pastorado de la comunidad luterana de habla francesa en Fráncfort uno de sus hijos, Marcos. Su esposa le sobrevivió dieciocho años. Kinder rastreó su descendencia en Fráncfort hasta el siglo XVIII y una de las líneas de su familia dejó rastro en Dinamarca hasta el siglo XIX.

La figura de Casiodoro no está exenta de polémica. ¿Cómo podía decir Casiodoro que no había sido calvinista? ¿Era un cobarde estructural desde los tiempos de su huida de Sevilla como parecen sugerir algunos autores? No lo creo. Pienso, como Gilly, que suscribir la Fórmula de Concordia fue para Casiodoro de Reina un acto puramente formal guiado por la prudencia. Si nos atenemos a su propio pensamiento, aquel juramento no repugnó a su conciencia. Bajo las rígidas etiquetas de ortodoxia y heterodoxia, o las etiquetas dogmático-confesionales, aparecen con frecuencia realidades mucho más fluidas y cambiantes en el tiempo que los modelos abstractos fijados. Asimismo, todavía hay zonas oscuras en su vida que podrían ser iluminadas: sus orígenes, su formación, los años en el convento de San Isidoro, su papel en relación a los exiliados españoles en la Europa protestante, su relación con los conversos españoles pasados al protestantismo más allá de Marcus Pérez (como por ejemplo la familia de su esposa), su impronta sobre sus hijos, sus escritos (¿sermones? ¿traducciones? ¿ediciones?), etc.

Nuestro conocimiento actual nos permite concluir que Casiodoro, extremeño-sevillano, español, es sobre todo, un hombre europeo que se incorpora al elenco de personas que en una Europa rota por los conflictos religiosos y políticos contribuyó a construir discursos de tolerancia y de paz, de unidad entre los cristianos. No fue un hombre de alto perfil político ni un perfil intelectual excepcional, pero sí un cristiano con una clara vocación como estudioso y traductor de la Biblia y como pastor. Y como tal, trabajó toda su vida por facilitar el acceso de todos los creyentes a las Escrituras, y cuidar especialmente de los exiliados y los pobres. Al final de su vida alguien escribió de él que fue “bueno, respetable, amante de la paz, sabio, experimentado y servicial”.52 No es un mal epitafio para aquellos 74 años, llenos de trabajos y días.

1 Edward Boehmer, Bibliotheca wiffeniana. Spanish Reformers of two centuries from 1520 (Pamplona: Analecta Editorial, 2007), 2:163–320. La obra seminal para conocer la vida y obra de Casiodoro de Reina ya en el siglo XX es la de Arthur Gordon Kinder, Casiodoro de Reina: Spanish Reformer of the sixteenth century (London: Tamesis, 1975), recientemente traducida al castellano: Casiodoro de Reina. Reformador español del siglo XVI, trad. J. P. D. S. (Madrid: Sociedad Bíblica, 2019). Gordon Kinder hizo una investigación impresionante sobre Reina y tras la biografía fue publicando un gran número de artículos sobre aspectos específicos de su vida, que pueden localizarse en sus dos bibliografías: Arthur Gordon Kinder, Spanish Protestants and Reformers in the sixteenth century: a bibliography (Londres: Grant & Cutler, 1993) y Spanish Protestants and Reformers in the sixteenth century: Supplement I (Londres: Grant & Cutler, 1994). Posteriormente, otros autores han aportado nuevos datos o nuevas perspectivas de análisis. Por razones de espacio solo señalamos algunas obras de referencia: Paul J. Hauben, Del monasterio al ministerio: tres herejes españoles y la Reforma, Antonio del Corro, Casiodoro de Reina, Cipriano de Valera (Madrid: Editora Nacional, 1978); José C. Nieto, El Renacimiento y la otra España (Genève: Librairie Droz, 1977); Rady Roldán-Figueroa, Casiodoro de Reina as Biblical Exegete: Studies on the 1569 Spanish Translation of the Bible (tesis doctoral, Boston University), 2005; Carlos Gilly, voz “Casiodoro de Reyna”, en el Dizionario Storico dell’Inquisizione, dir. Adriano Prosperi (Pisa: Edizioni della Normale, 2010), 3:1314-1317. Las numerosas contribuciones de este autor al estudio de los exiliados protestantes españoles son muy significativas. Puede verse una relación de sus publicaciones con posibilidad de descarga en la Biblioteca Saavedra Fajardo: https://saavedrafajardo.org/authors/gilly-ortiz-carlos/works?page=2. Finalmente, es necesario mencionar aquí la importante contribución a la investigación de estos temas que ha realizado Tomás López Muñoz al publicar una enorme cantidad de documentos dispersos en varios archivos relativos a los grupos protestantes sevillanos: La Reforma en la Sevilla del XVI, 2 vols. (Sevilla, Cimpe-Eduforma, 2011). Una bibliografía útil es la preparada por Frances Luttikhuizen, La Reforma en España, Italia y Portugal, siglos XVI y XVII (Sevilla: Eduforma, 2009) actualizada (12/12/2014) y descargable en https://www.academia.edu/10531424/La_reforma_en_España_Italia_y_Portugal_siglos_XVI_y_XVII_Bibliograf%C3%ADa_actualizada_Colección_Eduforma_Sevilla_MAD_2009.

2 Kinder, Casiodoro de Reina, 18; José Antonio Ollero Pina, “Clérigos, universitarios y herejes. La Universidad de Sevilla y la formación académica del cabildo eclesiástico”, en Luis Enrique Rodríguez San Pedro Bezares y Juan Luis Polo Rodríguez (eds.), Universidades hispánicas: modelos territoriales en la Edad Moderna, vol. 2, 2007 (Valencia, Valladolid, Oñate, Oviedo y Granada), 123.

3 Debo esta valiosa información a la generosidad de José Antonio Ollero y Francisco Núñez Roldán, profesores de la Universidad de Sevilla que en este momento preparan una monografía sobre el monasterio de San Isidoro del Campo.

* Nota del editor: el privilegio que se encuentra en la última página de la edición holandesa de 1580 dice que el catecismo también podía ser publicado en alemán (“Hoochduyts”).

4 La Exposición de la primera parte del capítulo cuarto de San Mateo sobre las tentaciones de Cristo fue trad. del latín por María Araujo Fernández y se publicó con introducción y notas de Carlos López Lozano en Madrid, en 1988. La Confesión de fe fue editada por Arthur Gordon Kinder, Confession de fe christiana: the Spanish Protestant confession of faith: London, 1560/61 (University of Exeter, 1988). El Comentario al Evangelio de Juan, se publicó en castellano en Sevilla (editorial MAD) en 2009, con traducción de Francisco Ruiz de Pablos. La Confesión dispone de una edición crítica reciente: Andrés Messmer, “Declaración o Confesión de Fe de Casiodoro de Reina. Edición crítica”. Alétheia 52, n. 2 (2017): 11–73.

5 Roldán-Figueroa, Casiodoro de Reina. Constantino Bada Prendes, La Biblia del Oso de Casiodoro de Reina. Primera Traducción completa de la Biblia al castellano (Salamanca: Servicio de Publicaciones de la Universidad Pontificia de Salamanca, 2018).

6 Archivo Histórico Nacional (AHN), Inquisición, legajo 2075, doc. 2. Relación del auto de fe celebrado en Sevilla el 26 de abril de 1562, citado en López Muñoz, La Reforma, 2:270–278.

7 Carlos Martínez Shaw (coord.), Sevilla, siglo XVI. El corazón de las riquezas del mundo, (Madrid: Alianza Editorial, 1992).

8 Sobre los antecedentes conversos de buena parte de los procesados por luteranismo en Sevilla a mediados del siglo XVI y sus redes, ver Juan Gil, Los conversos y la Inquisición sevillana (Sevilla: Universidad de Sevilla, 2000), vol. 1.

9 Marcel Bataillon, Erasmo y España (Madrid: Fondo de Cultura Económica, 1983); Michel Boeglin, “Evangelismo y sensibilidad religiosa en la Sevilla del Quinientos: consideraciones acerca de la represión de los luteranos sevillanos”, Studia historica. Historia moderna 27 (2005): 163–189; id., Réforme et dissidence religieuse en Castille au temps de Charles Quint. L’affaire Constantino de la Fuente (1505-1559) (París: Honoré Champion, 2016). Rafael M. Pérez García, “Pensamiento teológico y movimientos espirituales en el siglo XVI”, en Antonio Luis Cortés Peña (coord.), Historia del Cristianismo. III. El mundo moderno (Granada: Editorial Trotta y Universidad de Granada, 2006), 51–90. Las recientes investigaciones sobre Rodrigo de Valer han subrayado la singularidad de este personaje: Juan Gil, “Nuevos documentos sobre Rodrigo de Valer”, en Dejar hablar a los textos: homenaje a Francisco Villanueva (Sevilla: Universidad de Sevilla, 2005), 739–773; Michel Boeglin, “Valer, Camacho y los ‘cautivos de la Inquisición’”, Cuadernos de Historia Moderna 32 (2007): 113–134; Antonio González Polvillo, “Apocalipticismo profético y luteranismo en la Sevilla del Quinientos. Gómez Camacho y Rodrigo de Valer en el origen de la congregación de la Granada”, en Juan José Iglesias Rodríguez, José Jaime García Bernal, Isabel María Melero Muñoz (coord.), Ciudades atlánticas del sur de España: la construcción de un mundo nuevo (siglos XVI-XVIII) (Sevilla: Universidad de Sevilla, 2021), 243–258. Sobre el doctor Egidio, véase: Arthur G. Kinder, “Reformadores sevillanos del siglo XVI”, Archivo Hispalense 65 (1982): 87–105; Robert Spach, “Juan Gil and Sixteenth-Century Spanish Protestantism”, Sixteenth Century Journal 26, n. 4 (1995): 857–879; Agustín Redondo, “El doctor Egidio y la predicación evangelista en Sevilla durante los años 1535-1549”, en Carlos V. Europeísmo y universalidad, vol. V, (Madrid: Sociedad Estatal para la Conmemoración de los Centenarios de Felipe II y Carlos V, 2001), 577–598; Michel Boeglin, “El doctor Egidio y la Reforma en Sevilla: redes y proselitismo religioso”, en Michel Boeglin, Ignasi Fernández Terricabras, David Kahn, José Luis Villacañas Berlanga (coords.), Reforma religiosa y disidencia religiosa: la recepción de las doctrinas reformadas en la Península Ibérica en el siglo XVI (Madrid: Mélanges de la Casa de Velázquez, 2018), 199–212.

10 Lorenzo Alcina, “Fray Lope de Olmedo y su discutida obra monástica”, Yermo 2 (1964): 29–57.

11 José Sánchez Herrero, “Los Jerónimos. Desde su fundación hacia 1366 a la Congregación de la Observancia de la Orden de los Jerónimos ‘Isidros’ andaluces de Fray Lope de Olmedo, hacia 1428”, en Actas Simposio “San Isidoro del Campo 1301-2002” (Sevilla: Junta de Andalucía, 2004), 43–59.

12 Antonio Domínguez Ortiz: “Santiponce y el monasterio de San Isidoro del Campo”, Archivo Hispalense: revista histórica, literaria y artística 60 n 183 (1977): 72; Miguel Ángel Ladero, “Mecenazgo real y nobiliario en monasterios españoles: los jerónimos (siglos XV y XVI)”, Príncipe de Viana. Anejo, 2-3 (1986): 409–439.

13 Sobre las dependencias dedicadas a la hospedería ver: Pedro José Respaldiza Lama, “La conformación del monasterio de San Isidoro del Campo”, en Actas Simposio “San Isidoro del Campo 1301-2002” (Sevilla: Junta de Andalucía, 2004), 181–182. No tengo conocimiento de que nadie haya explorado el importantísimo Archivo General de la Fundación Casa de Medina Sidonia, en Sanlúcar de Barrameda, buscando las huellas de Casiodoro. Sin embargo, sería una tarea a realizar. Doña Luisa Isabel Álvarez de Toledo, XXI duquesa de Medina Sidonia, que conocía muy bien el archivo, solía decir que Casiodoro había mantenido muchas y largas conversaciones con el VI duque de Medina Sidonia, don Juan Alonso Pérez de Guzmán, según me comentó personalmente su viuda, Liliane Dahlmann, a quien agradezco su gentileza.

14 Domínguez Ortiz, “Santiponce y el monasterio” y las diferentes colaboraciones publicadas en las Actas Simposio «San Isidoro del Campo 1301-2002» (Sevilla: Junta de Andalucía, Consejería de Cultura, 2004).

15 Para más información sobre su vocación pastoral, véase el cap. que Frank Benoit dedica a esta cuestión en este mismo volumen.

16AHN, Inquisición, leg. 1822, citado en López Muñoz, La Reforma, 2:534.

17 BNE, ms. 6176, f. 312r., citado en López Muñoz, La Reforma, 1:171. Sobre el papel de Don Juan Ponce de León en los grupos sevillanos, López Muñoz, La Reforma, 2:210–217 y José Ignacio García Pinilla, “Lectores y lectura clandestina en el grupo protestante sevillano del siglo XVI”, en María José Vega e Iveta Nakládalová (eds.), Lectura y culpa en el siglo XVI. Reading and Guilt in the 16th Century (Barcelona: Universidad Autónoma, 2012), 45–62.

18 La bibliografía sobre los grupos sevillanos es abundante. Ver, para una visión de conjunto actualizada, p. ej., Michel Boeglin, “Evangelismo y sensibilidad religiosa en la Sevilla del Quinientos: consideraciones acerca de la represión de los luteranos sevillanos”, Studia historica. Historia moderna 27 (2005): 163–189 y, López Muñoz, La reforma, vol. 1.

19 Cf. Bada, La Biblia del Oso.

20 Fray Ignacio de Madrid, “Los jerónimos en San Isidoro del Campo”, en Actas Simposio “San Isidoro del Campo 1301-2002” (Sevilla: Junta de Andalucía, 2004), 115–120; Stefania Pastore establece el nexo entre esta espiritualidad jerónima de profundo acento bíblico, con la reforma de fray Lope de Olmedo y, finalmente, la pasión por la traducción de la Biblia de Casiodoro de Reina o Cipriano de Valera en Una herejía española. Conversos, alumbrados e Inquisición (1449-1559) (Madrid: Marcial Pons, 2010), 54–56.

21 García Pinilla, “Lectores y lectura clandestina”, 45–62.

22 Según documentos recientemente descubiertos por José Antonio Ollero Pina y Francisco Núñez Roldán, los monjes huyeron entre enero y marzo de 1557; cf. Marcos Herraiz Pareja, Ignacio García Pinilla y Jonathan Nelson, Inquisitionis Hispanicae Artes: The Arts of the Spanish Inquisition (Leiden: Brill, 2018), 336, n. 84.

23 Michela Valente, “Calvino e gli italiani: un rapporto difficile (de Valentino Gentile a Benedetto Croce)”, Dimensioni e problemi di ricerca storica 2 (2010): 99–110 (la cita en p. 101).

24 Kinder, Casiodoro de Reina, 103.

25 Esta conocida cita es de un texto escrito por Castellion en 1554, Contra Libellum Calvini, que corrió manuscrito y solo se publicó en 1612 en Ámsterdam. Tenemos una reciente traducción al castellano: Sebastián Castellion, Contra el libelo de Calvino, trad. y notas de Joaquín Fernández Cacho (Huesca: Instituto de Estudios Sijenenses. Instituto de Estudios Altoaragoneses, 2009). Sobre la influencia de Castellion en los exiliados protestantes españoles, es imprescindible: Carlos Gilly, “Erasmo, la reforma radical y los heterodoxos radicales españoles”, en Tomàs Martínez Romero (ed.), Les lletres hispàniques als segles XVI, XVII i XVIII (Castellò de la Plana: Publicacions de la Universitat Jaume I, 2005), 225–376 y recientemente: Carlos Gilly, “La cara humana del protestantismo español del siglo XVI” en José Luis Ocasar Ariza y Consolación Baranda Leturio (dirs.), Duelos textuales en tiempos de reforma (Toulouse: Presses universitaires du Midi, 2019), 119–135, donde se sintetiza el pensamiento de, entre otros, Casiodoro de Reina respecto a temas cruciales como la libertad de conciencia, subrayando su influencia en algunas corrientes de pensamiento europeas posteriores.

26 Carlos Gilly, “El influjo de Sebastián Castellion sobre los heterodoxos españoles del siglo XVI”, en Michel Boeglin, Ignasi Fernández Terricabras y David Kahn (eds.), Reforma y disidencia religiosa. La recepción de las doctrinas reformadas en la península ibérica en el siglo XVI (Madrid: Casa de Velázquez, 2018), 305–350; y Antonio Rivera García, “El eclecticismo de la Reforma española (1529-1567): el debate sobre la justificación por la fe y la concordia”, Revista de Hispanismo Filosófico, 22 (2017): 11–35.

27 Ver al respecto sus declaraciones en Kinder, Casiodoro de Reina, Apéndice III.

28 Anne Overell, Italian Reform and English Reformations, c.1535-c.1585 (Aldeshort: Ashgate, 2008).

29 Paul J. Hauben, “A Spanish Calvinist Church in Elizabethan London, 1559-65”, Church History 34, n. 1 (1965): 50–56. Desconocemos si Juan Pérez de Pineda escribió una confesión de fe para fundar la iglesia de habla hispana en Ginebra.

30 Sobre el pensamiento teológico de Casiodoro y la Confesión de fe, ver: Arthur Gordon Kinder, “The Spanish Confession of Faith of London, 1560/1561”, Bibliothèque d’Humanisme et Renaissance