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La inerrancia bíblica de Andrés Messmer y José Hutter señala que la doctrina de la inspiración conlleva, por lo menos, cuatro consecuencias: autoridad, claridad, necesidad y suficiencia. Por eso, en la autoridad se encuentra la relación entre la Biblia y la verdad. Es decir, la inspiración conlleva la autoridad, la cual a su vez conlleva afirmaciones con respecto a la verdad. La doctrina específica que trata este tema se llama la inerrancia y es el tema de este libro. ¿Por qué escribir sobre la inerrancia? El tema de la inerrancia merece la pena, pues los cristianos deben saber qué tienen en las manos cuando abran la Biblia. La Biblia es el libro más importante para los cristianos, sobre el cual muchos han basado su fe y práctica, y deben saber si contiene errores -por ejemplo, de tipo científico, arqueológico, filosófico, religioso, etc.- o no. La inerrancia bíblica se divide en estos capítulos: -Inerrancia y la naturaleza de la Biblia -Una exégesis de los textos clásicos de la inspiración -La inerrancia según la Iglesia primitiva -El canon de la Biblia Documentos relacionados con la Conferencia Internacional de la Inerrancia Bíblica. Muy interesante y práctico es el capítulo que presenta una exégesis profunda sobre los dos textos clásicos sobre la inspiración: 2 Timoteo 3:14-17 y 2 Pedro 1:19-21. El libro está, también, enfocado en la aplicación práctica que la inerrancia tiene para nuestras iglesias. Trata con la Palabra que leemos, estudiamos y predicamos y sobre la cual basamos nuestra fe en Jesucristo.
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Seitenzahl: 326
Veröffentlichungsjahr: 2021
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La
INERRANCIA
Bíblica
Ensayo sistemático,exegético e histórico
Andrés Messmer
y
José U. Hutter
Editorial CLIE
C/ Ferrocarril, 8
08232 VILADECAVALLS
(Barcelona) ESPAÑA
E-mail: [email protected]
http://www.clie.es
© 2021 por Andrés Messmer y José Uwer Hutter
«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 917 021 970 / 932 720 447)».
© 2021 Editorial CLIE
LA INERRANCIA BÍBLICA
ISBN: 978-84-17620-96-7
eISBN: 978-84-1-7620-97-4
Estudio Bíblico
Hermenéutica y exégesis
JOSÉ UWE HUTTER, nacido en Alemania, tiene una licenciatura y máster en Teología por la STH (Basilea, Suiza); una especialización en lenguas bíblicas (hebreo, griego y arameo) y un doctorado en divinidades por la Facultad Teológica Cristiana Reformada (Madrid).
Es profesor ordinario en la Facultad Teológica Cristiana Reformada, presidente del departamento de teología del Instituto Bíblico Online y miembro de la comisión teológica de la Alianza Evangélica Europea.
ANDRÉS MESSMER, licenciado por Faith Baptist Bible College (Iowa, EE.UU.), tiene un máster en divinidades por el Phoenix Seminary (Arizona, EE.UU.) y un doctorado por el Evangelical Theological Seminary (Lovaina, Bélgica). Es profesor en el IBSTE (España) y decano académico de máster en el Seminario Teológico de Sevilla.
Abreviaturas
Introducción
I.Inerrancia y la naturaleza de la Biblia
1.Introducción
2.Formas de argumentación
2.1.Lógica deductiva
2.2.Lógica inductiva
2.3.Lógica abductiva
2.4.Resumen
3.Las palabras de Dios son verdad
3.1.La plena verdad de Dios en general
3.2.La plena verdad de Dios con respecto a sus palabras
3.3.Conclusión
4.La Biblia es la Palabra de Dios
4.1.Evidencias de que la misma Biblia declara su propio origen divino y su reconocimiento posterior como tal
4.2.Inspiración verbal
4.3.Inspiración plenaria
4.4.La encarnación como posible ilustración para comprender la inspiración de la Biblia
4.5.Resumen
5.Por tanto, la Biblia es veraz
5.1.En sus “autógrafos” originales
5.2.Cuando es interpretada correctamente
5.3.Cuando todos los hechos son conocidos
5.4.Con diversos grados de claridad y precisión que corresponden a sus propósitos
5.5.Conclusión
6.Lo que no es la inerrancia
6.1.Visiones particulares de la inspiración
6.2.Fundamentalismo (americano)
6.3.Hermenéutica
7.Conclusión
II.Una exégesis de los textos clásicos de la inspiración
1.Introducción
2.Exégesis de 2 Timoteo 3:14-17
3.Exégesis de 2 Pedro 1:19-21
4.Conclusión
III.La inerrancia según la Iglesia primitiva
1.Introducción
2.Testimonio de la Iglesia primitiva
3.Resumen
IV.El canon de la Biblia
1.Introducción
1.1.El criterio profético o apostólico
1.2.El criterio de la autoridad
1.3.El criterio del contenido
1.4.El criterio de la exactitud histórica y dogmática
2.La formación del canon del Antiguo Testamento
2.1.Comunicaciones vinculantes
2.2.Fijación de las comunicaciones vinculantes
2.3.Colección de los documentos
2.4.El establecimiento del canon y de sus límites
2.5.Los libros apócrifos
3.La formación del canon del Nuevo Testamento
4.La auto autentificación de las Escrituras
5.Resumen y conclusión
V.Apéndice: documentos relacionados con la Conferencia Internacional de la Inerrancia Bíblica
1.Prefacio
2.Una declaración corta
3.Artículos de afirmaciones y negaciones
4.Exposición
Índice de autores, por capítulo
Índice de referencias bíblicas, por capítulo
Dedicamos este libro al Dr. Norman Geisler (1932-2019),que falleció durante la creación del mismo. En gran parte, esgracias a él que hay una nueva generación de cristianos queproclamamos: “Lo que dice la Biblia, lo dice Dios”.
1 Clem
1 Clemente
ARN
Avot de Rabí Natán
ATR
Anglical Theological Review
BARev
Biblical Archaeological Review
BDAG
Walter Bauer et al.,
A Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature
BHS4
Biblia Hebraica Stuttgartensia, 4ª edición
Bovell,
Interdisciplinary Perspectives
Carlos Bovell (ed.),
Interdisciplinary Perspectives on the Authority of Scripture: Historical, Biblical, and Theoretical Perspectives
Carson,
Enduring Authority
D. A. Carson (ed.),
The Enduring Authority of the Christian Scriptures
Geisler,
Inerrancy
Norman Geisler (ed.),
Inerrancy
HALOT
The Hebrew and Aramaic Lexicon of the Old Testament
Hannah,
Inerrancy
John Hannah (ed.),
Inerrancy and the Church
IEJ
Israel Exploration Journal
Ignacio,
Ef
;
Mag
;
Rom
;
Esm
;
Tral
cartas a los efesios, magnesios, romanos, esmirniotas y tralianos
Orr,
ISBE
James Orr (ed.),
International Standard Bible Encyclopedia
JETS
Journal of the Evangelical Theological Society
Josefo,
Antig
;
Con. Ap
.
Antigüedades
;
Contra Apión
JR
The Journal of Religion
JSNT
Journal for the Study of the New Testament
JSOT
Journal for the Study of the Old Testament
LCL
Loeb Classical Library
m
.
Mishnah Avot; Ber.; Hor.; Maas. Sh.; Meil.; RoshHa.; Sot.; Taan.; Yoma: tratados Avot, Berajot, Horayot, Maaserot Sheni, Meilá, Rosh Hashaná, Sotá
NA28
Nestle-Aland
Novum Testamentum Graece
, 28ª edición
NIGTC
New International Greek Testament Commentary
PG
Patrologia Graeca
PL
Patrologia Latina
Policarpo,
Fil
carta a los filipenses
UBS5
United Bible Societies
Greek New Testament
, 5ª edición
WBC
Word Biblical Commentary
Como ha señalado Wayne Grudem en su obra magisterial sobre la teología sistemática, la doctrina de la inspiración conlleva —por lo menos—cuatro consecuencias: autoridad, claridad, necesidad y suficiencia.1 Bajo el encabezamiento de autoridad se encuentra la relación entre la Biblia y la verdad. Es decir, la inspiración conlleva la autoridad, la cual a su vez conlleva afirmaciones respecto a la verdad. La doctrina específica que trata este tema se llama “la inerrancia” y es el tema de este libro.
El debate sobre la inerrancia es uno que se ha luchado principalmente en países con tradición protestante y, por tanto, en los idiomas alemán, holandés, francés y sobre todo inglés; pero dos motivos nos han movido a escribir un libro sobre el tema para el mundo de habla hispana. Primero: el tema en sí merece la pena. Los cristianos deben saber qué tienen en las manos cuando abren la Biblia. La Biblia es el libro más importante para los cristianos, sobre ella muchos han basado su fe y práctica, y deben saber si contiene errores —por ejemplo, de tipo científico, arqueológico, filosófico, religioso, etc.— o no. Segundo: hemos visto en los últimos años un creciente interés en la inerrancia dentro del mundo de habla hispana, demostrado por el creciente espacio dedicado al tema en varias plataformas sociales, tanto por los que la atacan como por los que la defienden. Por desgracia, hemos notado también que, en muchos casos, los dos bandos están mal informados, y sus críticas y defensas respectivas solo aportan más confusión al respecto. Así que, por estos dos motivos, hemos decidido dedicarnos al tema de manera seria y responsable.
Para los que están interesados en el trasfondo más específico del libro, los capítulos expuestos aquí tienen su origen en una conferencia que los dos autores dimos sobre el mismo tema el día 11 de noviembre de 2018 en Madrid para celebrar el 40 aniversario de la renombrada Conferencia Internacional sobre la Inerrancia Bíblica (ICBI según sus siglas en inglés), un hito de mucha importancia respecto a la inerrancia. En la conferencia también expusimos sobre dos temas adicionales, a saber, una respuesta a dos teólogos españoles que recientemente habían criticado fuertemente la inerrancia, y una ponencia sobre la relación entre la inerrancia y la predicación. No hemos incluido aquí dichas ponencias porque quedaban fuera de nuestro enfoque principal, que es tratar con unos de los temas más importantes relacionados con la inerrancia. Sin embargo, esperamos que los lectores puedan ver la aplicación práctica que la inerrancia tiene para nuestras iglesias: trata con la Palabra que leemos, estudiamos y predicamos y sobre la cual basamos nuestra fe en Jesucristo.
En cuanto al plano del libro, tiene la siguiente lógica. El capítulo primero expone la inerrancia desde una perspectiva sistemática y expone el argumento de que, como las palabras de Dios son veraces (es decir, inerrantes), y como la Biblia es la Palabra de Dios, entonces la Biblia es inerrante también. El segundo capítulo presenta una exégesis profunda sobre los dos textos clásicos sobre la inspiración, a saber, 2 Timoteo 3:14-17 y 2 Pedro 1:19-21. La conclusión del capítulo es que Dios ha inspirado toda la Escritura y que dicho acto conlleva la inerrancia. El tercer capítulo presenta el testimonio de la Iglesia primitiva con respecto a la inspiración e inerrancia de la Biblia, y concluye que la inerrancia —tal como lo conocemos hoy— ya estaba presente en los primeros siglos. El cuarto capítulo trata con el canon de la Biblia. Queda incluido en el libro porque expone la limitación de la inerrancia, a saber, a los 66 libros de la Biblia (protestante). El último capítulo es un apéndice donde se presentan los documentos fundamentales de la Conferencia Internacional sobre la Inerrancia Bíblica.
Es de suma importancia aclarar que la inerrancia no se trata de cómo interpretar la Biblia —pues dicho tema forma parte la hermenéutica— sino de qué es la Biblia. Es decir, la inerrancia responde a preguntas sobre la naturaleza de la Biblia respecto a su relación con la verdad y no sobre el significado de la Biblia. Dicho de otra manera: aquí hablamos de temas relacionados con la ontología y no de los relacionados con la epistemología.
Somos muy conscientes del hecho de que no hemos escrito el libro definitivo de sobre la inerrancia, e incluso habrá matices que los mismos autores no compartimos. Sin embargo, estamos totalmente persuadidos de que la inerrancia es una doctrina bíblica y que ha sido la creencia de la Iglesia desde el principio hasta ahora. Dios ha hablado en la Escritura y, por lo tanto, “Lo que dice la Escritura, lo dice Dios”.
Andrés Messmer
José Hutter
Cuaresma, 2019
1. Teología sistemática: una introducción a la doctrina bíblica, trad. Miguel Mesías, José Luis Martínez y Omar Díaz de Arce (Miami, FL: Editorial Vida, 2009), 74-142.
Hace cuarenta años, expertos y pastores de todo el mundo se reunieron en Chicago (EE.UU.) para realizar una conferencia que se llamaba la Conferencia Internacional sobre Inerrancia Bíblica (ICBI por sus siglas en inglés), y produjeron la Declaración de Chicago sobre la inerrancia bíblica.2 Aunque esta Declaración, equilibrada y cuidadosamente expresada, ha sido de mucha utilidad al mundo de habla inglesa durante una generación, no ha tenido un impacto similar en el mundo de habla hispana.3 Este estudio tiene como intención llenar ese vacío ofreciendo una explicación actualizada y una defensa de la postura defendida en la ICBI. Y, para tal fin, ha sido organizado del siguiente modo: tras discutir brevemente varias formas de argumentación lógica, la parte central se dedica a explicar y defender el siguiente silogismo: 1) las palabras de Dios son verdad (es decir, inerrantes); 2) la Biblia4 es la palabra de Dios; 3) por tanto, la Biblia es veraz (esto es, inerrante). El trabajo concluye con una discusión sobre lo que no significa el término inerrancia y sobre por qué es importante.
Primero, aclaremos la definición de inerrancia y hagamos una apreciación importante más. Definimos la inerrancia de la siguiente manera: la inerrancia significa que, una vez conocidos todos los hechos, las Escrituras –en su autógrafo original y apropiadamente interpretada– serán mostradas como totalmente verdaderas en todo lo que dicen, tanto si se refieren a asuntos de fe y práctica, como a aquellos de ciencia, historia, etc. y en diversos grados de claridad y precisión correspondientes a sus propósitos.5 Segundo, en este estudio la inerrancia será tratada de forma general, sin entrar en argumentos detallados sobre otros asuntos relacionados con ella. Por tanto, asuntos como acomodación, pseudoepigrafía, diversidad teológica, uso del Antiguo Testamento en el Nuevo y datos supuestamente conflictivos de textos sinópticos quedarán fuera de este trabajo, en espera de otra mejor ocasión para su discusión.
El argumento principal de este estudio adopta la forma del silogismo, y, por lo tanto, hace falta una breve discusión de silogismo y argumentación lógica.6
Un silogismo tiene tres partes: 1) una premisa mayor, que afirma una verdad universal; 2) una premisa menor, que afirma una verdad particular; y 3) una conclusión, que afirma la relación adecuada entre la verdad universal y la particular. Este tipo de lógica es específicamente adecuada en la lógica deductiva, que es la que asume la validez de una verdad universal para llegar a conclusiones en relación a verdades particulares. Un ejemplo de lógica deductiva que usa un silogismo podría ser este: 1) todos los cuervos son negros; 2) este pájaro es un cuervo; 3) por tanto, este cuervo es negro. Dicho razonamiento es idóneo en ámbitos como en las matemáticas, las ciencias ‘duras’ y el de muchos otros ejemplos de experiencia humana.
Existe otro tipo de lógica, sin embargo, que se opone a la deducción y que se llama lógica inductiva. La inducción pone objeciones a la metodología de comenzar con verdades universales asumidas, basándose en la gran variabilidad y unicidad de verdades particulares.7 Por tanto, así como la deducción comienza con lo universal y busca explicar lo particular, la inducción comienza por lo particular y busca llegar a lo universal. Volviendo al silogismo usado antes, la inducción podría objetar a la premisa mayor que no hay modo de conocer si todos los cuervos son negros o no (porque, al fin y al cabo, ¿quién lo ha comprobado?) y que algunos podrían realmente ser blancos o marrones (pues ¿es que no existen anomalías en el mundo real?). En otras palabras: lo particular debe ser conocido antes de que la lógica inductiva pueda hablar con confianza; y, como lo particular casi nunca es conocido, la lógica inductiva provee, no de conclusiones ciertas, sino de grados diversos de probabilidad. Este modo de razonar es idóneo en ámbitos como en los de fenómenos históricos y lingüísticos, así como de otros casos de experiencia humana.
Una postura intermedia entre la lógica deductiva e inductiva es la lógica abductiva. La abducción usa la premisa mayor de un argumento como una definición en marcha (es decir, deducción), pero está dispuesta a revisarla si los datos suficientes exigen cuestionar su validez (es decir, inducción), y crea así una relación interdependiente entre las dos premisas. La lógica abductiva no puede proveer, como hace la lógica deductiva, de una certeza absoluta, ni tampoco de una ausencia de certeza, como hace la lógica inductiva. Lo que hace es proveer de un grado relativamente alto de certeza basado en la coherencia de la verdad universal y la particular. Si volvemos de nuevo al silogismo anterior, lo que sucede es que mientras la suposición de que todos los cuervos son negros sea coherente con los datos que la experiencia nos da de que todos los cuervos son negros, uno puede tener un grado de certeza relativamente alto de que el cuervo particular del que hablamos es negro. Este tipo de razonamiento es idóneo para ser usado por detectives y abogados que tratan de explicar los hechos observables a la luz de sus teorías en marcha.
Para explicar la inerrancia, este trabajo trata de usar un silogismo extendido basado en razonamiento abductivo,8 que es este: 1) las palabras de Dios son verdad; 2) la Biblia es la palabra de Dios; 3) por tanto, la Biblia es verdad. En teoría, aunque todos los cristianos están de acuerdo con la premisa mayor de que las palabras de Dios son verdad, la mayoría del debate se centra en la premisa menor, referida al origen divino de la Biblia y a las implicaciones que ello tiene para su inerrancia. Por tanto, la mayoría de este estudio se dedicará a interactuar con la afirmación de que la Biblia es la palabra de Dios. Finalmente, si ambas, la premisa mayor y menor, son coherentes entre sí, podremos tener un grado de certeza relativamente alto para concluir que la Biblia es verdad (es decir, inerrante). Como la Biblia es la fuente de autoridad final (si bien, no la única) del cristiano, se usa como la fuente primaria de la que se toman los datos.
Como son pocos, si es que hay alguno, los cristianos que dudan de la premisa mayor de que las palabras de Dios son verdad, el espacio que dedicaremos a articular y defender esto será relativamente pequeño. La plena verdad de Dios es afirmada abiertamente en toda la Escritura. Los pasajes más importantes referidos a esto se citan más abajo, agrupados además en dos amplias categorías: 1) los pasajes que hablan de la plena verdad de Dios en general; 2) los pasajes que conectan la plena verdad de Dios con palabras específicas, bien habladas o escritas.
Para empezar, la Escritura habla de la plena verdad de Dios en general.9 Varios pasajes atestiguan la plena verdad de Dios de modo positivo declarando que Dios es verdad (2Cr 15:3; Jer 10:10; Jn 3:33; 7:28; 17:3; Ro 3:4; Ef 4:21; 1Ts 1:9; 1Jn 5:20; Ap 3:7; 6:10; 19:11). De hecho, Jesucristo se llama a sí mismo “la verdad” (Jn 14:6), y uno de los nombres del Espíritu Santo en la literatura juanina es ‘Espíritu de verdad’ (Jn 14:17; 15:26; 16:13; 1Jn 5:6).10 Lo que todos estos pasajes tienen en común es que testifican de la plena verdad de Dios en un nivel básico, es decir, que la verdad plena es parte del carácter de Dios.
Segundo, y más inmediatamente relevante para nuestra discusión, hay varios pasajes que hablan de la plena verdad de Dios en relación a sus palabras, bien habladas o escritas. Por un lado, varios textos se refieren a la plena verdad de Dios en forma negativa, declarando que Dios no puede mentir ni decir falsedades (Nm 23:19; 1Sa 15:29; Tit 1:2; Heb 6:18; 1Jn 5:10). Por otro lado, varios textos atestiguan la plena verdad de Dios en forma positiva, afirmando que Dios habla verazmente (2Sa 7:28; 22:31; Sal 12:6; 18:30; 19:9; 119:43, 142, 151, 160; Pr 30:5; Da 10:1; Jn 8:45-46; 15:26; 16:7, 13; 17:17). De interesante y especial interés es Proverbios 30:5, que dice que “toda palabra de Dios es limpia”.11 Hay tres observaciones importantes a hacer en relación con este versículo. Primero: el autor llama la atención a la “palabra” (Heb: אִמְרָה) de Dios, que se refiere a palabras concretas que vienen de Dios y que suelen ser usadas en contextos referidos a las palabras escritas de Dios (Dt 33:9; Is 5:24; Sal 12:6; 119:11, passim; Lm 2:17). En este contexto, la “palabra” de Dios se refiere probablemente a un texto escrito como la Torá.12 Segundo: el autor llama la atención a “toda” (Heb: כֹּל) palabra de Dios, que se refiere a toda la naturaleza de la plena verdad de Dios respecto a su comunicación verbal. Tercero: la palabra “verdadero” en este verso es צרף, que suele ser traducida como “refinada” y que, normalmente, se asocia al proceso de refinar o limpiar las imperfecciones de metales preciosos como el oro y la plata.13 Por tanto, según Proverbios 30:5, toda palabra de Dios es tan refinada y pura –y por tanto, tan verdadera– como el oro puro o la plata pura.
Concluyendo, la Biblia testifica que tanto el carácter de Dios como sus palabras son de plena veracidad. Esta es la premisa mayor del argumento y, aunque una puede ser justificada deduciendo inmediatamente de esta conclusión que la Biblia es verdad también, no obstante, es importante mirar a los datos de la premisa menor para ver si es coherente con la premisa mayor. Volvamos ahora a la premisa menor del silogismo.
Esta sección trata de la premisa menor, que es el foco del debate sobre la inerrancia, es decir, que la Biblia es la palabra de Dios. Se divide esta sección en cuatro partes principales: la primera parte presenta evidencias para que la misma Biblia declare su propio origen divino, y para su posterior reconocimiento como tal; la segunda parte abarca el asunto de si la propia revelación de Dios en la Biblia es subjetiva u objetiva (es decir, inspiración verbal); la tercera parte trata con el asunto de si la revelación que Dios hace de sí mismo está o no mezclada con la experiencia humana (es decir, inspiración plenaria); y la cuarta parte discute la encarnación como una posible ilustración para comprender la inspiración de la Biblia.
La primera parte presenta evidencias de la misma Biblia sobre su origen divino y de su reconocimiento posterior como tal. Lo que ello implica es lo siguiente: si la argumentación presentada arriba es correcta de que Dios y sus palabras son verdad, entonces aquellas porciones de la Biblia que aseguran provenir de Dios son también verdad (es decir, inerrantes).14 Además, textos bíblicos posteriores que reconocen escritos previos como de origen divino ayudan a completar el cuadro de que la Biblia, como un todo, proviene de Dios. A partir de aquí, la evidencia que presentamos sigue este orden, y ha sido dividida en textos del Antiguo Testamento y textos del Nuevo Testamento.
Para empezar, varias porciones de las Escrituras reclaman venir de Dios, y eso ocurre al menos de dos modos distintos. Primero: los Diez mandamientos son únicos en el sentido de que fueron escritos por “el dedo de Dios” (Éx 20:1-17; 24:12; 31:18; 32:16; 34:1, 28; Dt 4:13; 5:6-22; 9:10; 10:1-4).15 Como es Dios mismo el que, de manera única, declara ser el autor de este texto, puede decirse que en él no hay error.16
Segundo, y más comúnmente, se presentan los profetas del Antiguo Testamento como portavoces de Dios y, por tanto, sirven como un vínculo directo entre Dios y el texto escrito.17 Un texto que hace explícito cómo los profetas del Antiguo Testamento sirvieron como portavoces de Dios es Números 22:38, que es puesto en boca del profeta Balaam:18 “¿podré ahora decir alguna cosa? La palabra que Dios ponga en mi boca, esa hablaré” (cf. 24.13).19 Dicho de otro modo: ser un profeta significaba ser un portavoz de Dios, y ser un portavoz de Dios significaba hablar las palabras que Dios quería que hablara, creando así un vínculo entre las palabras de Dios y las del profeta (ej.: 1Re 14:18, 2Re 17:13; 2Cr 20:20; 29:25; Ez 3:10-11).20 Un paralelismo humano a este fenómeno es el caso de Moisés y Aarón, en el que este último fue la “boca” y “profeta” del primero en la presencia del faraón, hablando las palabras de Moisés en su lugar (Éx 4:15-16; 7:1-2).21
Sin embargo, en este entender de los profetas como portavoces de Dios, hay dos matices importantes. Primero: no eran portavoces de Dios siempre que hablaban (ej.: 2Sa 7:3) o escribían (ej.: 1Cr 29:29-30; 2Cr 26:22), sino solo cuando Dios, por su Espíritu, les movía a hablar o escribir.22 Segundo: la mayoría de la profecía ocurrió en el terreno oral y nunca se puso por escrito (ej.: 2Cr 25:1-2), por tanto, quedará fuera de la discusión de la inerrancia bíblica.23
Es dentro de este contexto, de entender a los profetas como portavoces de Dios, que cinco fenómenos resultan relevantes para delimitar la medida en que el Antiguo Testamento reclama su origen divino. Primero: existe la fórmula tripartita ubicua (con variaciones menores): “el SEÑOR dijo a”, seguida del nombre del profeta, y esto seguido de un mensaje.24 Esos registros de discurso directo son de diversa extensión, pero pueden llegar a ocupar hasta varios capítulos consecutivos, por ejemplo en Éxodo y Levítico.25 Segundo: diez de los libros proféticos comienzan con el profeta diciendo que la “palabra del SEÑOR” le había venido (Jer 1:1-4; Ez 1:1-3; Os 1:1; Jl 1:1; Jon 1:1; Mi 1:1; Sof 1:1; Hag 1:1; Zac 1:1; Mal 1:1). Cada libro profético tiene cantidades de material diferentes que dicen ser la “palabra del SEÑOR”, pero todas ellas contienen porciones sustanciales que encajan en esta categoría (ej.: Am 1-4; la mayoría de Ez), ampliando así considerablemente la cantidad de material en el Antiguo Testamento que asegura provenir de Dios. Tercero: y leído en el contexto de los dos primeros fenómenos, es muy instructivo observar que los profetas solían hablar en primera persona (ej.: “yo digo”, etc.) y no en tercera (ej.: “el SEÑOR dice,” etc.). Este modo de hablar encaja muy bien con la idea de que Dios mismo estaba comunicando sus palabras a través de los profetas y, de nuevo, amplifica el material que reclama para sí tener origen divino. Cuarto: en varias ocasiones se dice que Dios puso sus palabras directamente en boca de los profetas (Nú 23:5, 12, 16; Dt 18:18-20; Jer 1:9; 5:14; Os 6:5)26 o algo parecido (Éx 4:12; 1Re 16:12; 22:14;27 Jer 15:19;28 Ez 2:7; 3:4, 27; 33:22).29 Esta evidencia extiende la situación señalada antes en el pasaje de Balaam a otras partes del Antiguo Testamento, de modo que sus palabras son, en un sentido muy literal, las propias palabras de Dios (Dt 18:19).30 Quinto, en varias ocasiones, Dios mandó a los profetas escribir ciertos mensajes (Éx 17:14; 24:2; 34:27; Nm 33:2; Dt 31:19; Is 8:1; 30:8; Jer 30:2; 36:2, 28; Ez 43:11; Hab 2:2).31 Zacarías 7:12 ilustra la conexión entre las palabras de Dios y el medio escrito cuando habla de “la Ley ni las palabras que Jehová de los ejércitos enviaba por su espíritu, por medio de los primeros profetas”. En esta cadena de cuatro eslabones: 1) Dios envía, 2) su Espíritu para hablar a través de,32 3) los (primeros) profetas que, 4) habían escrito la Ley y las palabras.33 La conexión entre el primero (Dios) y el último (documentos escritos) es directo, sin evidencia alguna de declive en autoridad o veracidad. Esta evidencia es importante de modo único porque acaba la conexión entre las palabras de Dios y los textos escritos. Por tanto, en conclusión, es seguro afirmar que extensas porciones del Antiguo Testamento testifican tener origen divino, y que aquí hay una conexión directa entre las palabras de Dios y las de los profetas, incluidos sus propios escritos.
Pasando ya al Nuevo Testamento, la evidencia que este muestra sobre su origen divino es más fuerte en algunos aspectos y más débil en otros que la del Antiguo Testamento. Por un lado, el Nuevo Testamento afirma que Jesús es Dios en carne (ej.: Jn 1:1, 14), y que él y sus palabras tienen toda la autoridad, son eternas y verdaderas (Mt 7:24 pars; 24:35 pars; Mr 8:38 pars; Jn 1:17; 8:14, 40, 45-46; 14:6; 16:7).34 Esto implica que extensas porciones de los cuatro Evangelios, unos pocos dichos esparcidos en Hechos y en el corpus paulino y unas pocas partes de Apocalipsis, son verdad (es decir, inerrantes).35
Por otro lado, el Nuevo Testamento no contiene fórmulas de origen divino como las observadas en el Antiguo Testamento. En sentido estricto, pues, dejando a un lado las palabras de Jesús, la prueba de que el Nuevo Testamento afirma su origen divino es solo relativamente menor.36 Sin embargo, al menos cinco datos apuntan en la dirección de considerarlo como autoritativo y veraz. Primero: hay muchos textos que afirman que el autor no está mintiendo, sino diciendo la verdad (Jn 19:35; 21:24; Ro 9:1; 2Co 11:31; 12:6; Gá 1:20; 1Te 2:3; 1Ti 2:7).37 De hecho, hay al menos una ocasión en la que Pablo pensó haberse equivocado y se detuvo para clarificarse (1Co 1:14-16).38
Segundo: muchos textos dan testimonio de haber sido leídos en voz alta en las primeras reuniones cristianas, así o implicando algún tipo de autoridad sobre las iglesias o explícitamente imitando la lectura que las sinagogas hacían de las Escrituras hebreas (Mt 24:15; Mr 13:14; Hch 15:30; 16:4; 2Co 7:8; 10:9-10; Ef 3:4; Col 4:16; 1Te 5:27; 2Te 2:15; 3:14; Flm 1-2; Heb 13:22; 2Pe 3:1 [15-16?]; 1Jn 5:13; 2Jn 1; 3Jn 9; Ap 1:3; 13:18; 17:9-10; 22:18-19).39
Tercero: varios textos sugieren que los apóstoles y sus asociados vieron sus propias enseñanzas y escritos, así como las de otros apóstoles, como autoritativas (Jn 14:26; 21:24; Hch 2:42; 1Co 2:13; 7:10-12, 25, 40; 14:37 [?]; 2Co 3:6; 10:8, 11; 13:3, 10; 2Te 2:15; 3:6, 14; 1Ti 5:18 [?]; 2Pe 3:1-2, 15-16; 1Jn 1:1-4; 5:13; Ap 1:3; 22:9, 18-19). En varios de estos textos, los apóstoles reclamaron tal grado de autoridad — como que seguir sus enseñanzas aseguraba tener relación con Dios, o que ellos eran capaces de dar mandamientos aun cuando Jesús mismo no dio ninguno— que ello sugiere que los apóstoles vieron sus propias palabras, no como una mera opinión humana, sino como teniendo autoridad divina, y por tanto implicando su veracidad.40
Cuarto, y relacionado con la evidencia anterior: tras la palabra griega ἀπόστολος está la palabra semítica שָׁלִיחַ (Mt 10:2 pars; Mr 6:30 pars; Lc 11:49; 17:5; 22:14; 24:10),41 que denota uno que ha sido comisionado por otro para decir o realizar un acto en su nombre, con todos los derechos y responsabilidades necesarias para realizarlo.42 La importancia de esto es que once cartas del Nuevo Testamento comienzan (con variantes menores) con el autor reclamando ser un “apóstol” de Jesucristo (Ro 1:1; 1Co 1:1; 2Co 1:1; Gá 1:1; Ef 1:1; Col 1:1; 1Ti 1:1; 2Ti 1:1; Tit 1:1; 1Pe 1:1; 2Pe 1:1).43Al llamarse a sí mismos “apóstoles” de Jesucristo, estaban reclamando haber sido enviados por Jesucristo para hablar y actuar en su nombre, con todos los derechos y responsabilidades para realizarlo y, por tanto, evocando autoridad divina e implicando veracidad. Este fenómeno parece ser la prueba equivalente más cercana del Nuevo Testamento a la del profeta del Antiguo Testamento.44
Quinto: un aspecto único del libro de Apocalipsis es su apertura como una “revelación” que “Dios dio” a sus siervos a través de Jesucristo (1:1). Tal afirmación hace a Dios la fuente definitiva de este libro (cf. Ap 22:18-19) e implica, por tanto, su veracidad.45
Así pues, aunque los datos no son concluyentes, la tendencia y trayectoria general de los escritos del Nuevo Testamento es que los apóstoles se vieron a sí mismos y a los otros apóstoles como portavoces de Dios y de Jesús, así reclamando su origen divino e implicando veracidad (es decir, inerrancia).46
Finalmente, hay partes distintas de ambos Testamentos, el Antiguo y el Nuevo, que reconocen textos escritos previamente bien como venidos directamente de Dios, o bien con autoridad venida de Dios, lo cual implica veracidad. La prueba se divide en tres grupos: el primero lo componen textos del Antiguo Testamento que reconocen a otros textos del Antiguo Testamento; el segundo grupo contiene textos del Nuevo Testamento que reconocen textos del Antiguo Testamento; y el tercer grupo contiene textos del Nuevo Testamento que reconoce otros textos del Nuevo Testamento.
Entre los textos del Antiguo Testamento que reconocen a otros textos también del Antiguo Testamento como venidos de Dios o autoritativos, tres textos destacan como muy importantes.47 Primero: en Josué 1:7-8 Dios manda a Josué meditar y hacer todo lo que Moisés había escrito en “el libro de la Ley”. Esta es una temprana aprobación de la autoridad del libro de Deuteronomio,48 y puede que quizá se extienda también a todo el Pentateuco. Segundo: en Daniel 9:1-2 el autor menciona en general los “libros” (Heb: סְּפָרִ֑ים) y específicamente el libro de Jeremías (aludiendo a 25:11-12 o 29:10) como las fuentes que leyó para tratar de descubrir cuánto duraría el exilio determinado por Dios para Israel. Con la frase “que habló Jehová” en 9:2 hay una clara referencia al origen divino del libro de Jeremías. Si es cierto que los “libros” se refieren a un corpus de escritos en el cual también “habló Jehová”, entonces esto implicaría que Daniel vio todo el corpus como de origen divino. Tercero: Zacarías 1:4; 7:7, 12 mencionan a los “primeros profetas” (Heb: הַנְּבִיאִ֨ים הָרִֽאשֹׁנִ֜ים) como aquellos a través de los cuales Dios había hablado en tiempos pasados. Como Zacarías 7:12 deja especialmente claro, sus obras tenían autoridad porque Dios, por su Espíritu, había hablado a través de ellas.
Entre los textos del Nuevo Testamento que reconocen a textos del Antiguo Testamento como venidos de Dios o autoritativos, tres textos destacan como especialmente importantes.49 Primero: 2 Timoteo 3:16 dice que “toda la Escritura es inspirada por Dios”. La palabra usada para “Escritura” es γραφή, y mientras en unas pocas ocasiones en la literatura cristiana temprana se puede referir a escritos no canónicos (Stg 4:5 [?]; 1 Clem. 23:3; Bern. 16:5; Past. 7:4 [γέγραπται]), la gran mayoría de sus usos se refiere a los escritos del Antiguo Testamento, que casi con total certeza son los que Pablo tenía aquí en mente.50 La importancia de esto es que Pablo dice que “toda la Escritura” proviene de Dios. La referencia directa a “Escritura” aquí es las Escrituras hebreas, es decir, el Antiguo Testamento entero.51 Segundo: 2 Pedro 1:21 dice: “nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”.52 Aunque habría mucho que decir sobre este texto, el asunto más importante a destacar aquí es que Pedro está negando que los profetas en sí mismos fueran la fuente definitiva de sus propios mensajes y que está afirmando que, muy al contrario, lo fue el Espíritu Santo.53 Tal afirmación concuerda totalmente con la propia afirmación del Antiguo Testamento sobre su origen divino (ver §4.1.1 arriba). Tercero: Hebreos 1:1-2 afirma que fue el mismo Dios quien habló a través de los profetas y del Hijo. Dicha reclamación evoca el origen divino de los escritos proféticos y así implica su veracidad.54
Además de estos tres textos, debería prestarse especial atención al testimonio de Jesucristo. Sus referencias directas e indirectas a la inspiración y veracidad del Antiguo Testamento son tan numerosas que solo los dos textos más importantes van a ser mencionados aquí.55 Primero: en Mateo 5:18 Jesús demuestra su convicción de que hasta las unidades de significado más pequeñas en el Antiguo Testamento son importantes: “porque de cierto os digo que antes que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la Ley, hasta que todo se haya cumplido” (cf. Lc 16:17).56 Las palabras usadas aquí por “jota” y “tilde” son ἰῶτα y κεραία respectivamente, y se refieren a la letra y parte de la letra más pequeñas del alfabeto hebreo/arameo respectivamente.57 Por tanto, el comentario de Jesús aquí no puede entenderse a restringir la autoridad de la Biblia a ideas generales encontradas en el nivel comunicativo del párrafo o la frase, sino que deben ser incluidas también las palabras individuales.58 Segundo: en Juan 10:35 Jesús deja clara su convicción de la veracidad permanente de las Escrituras: “la Escritura no puede ser quebrantada”. En el contexto de esta afirmación, Jesús dice que la Palabra de Dios no puede ser anulada, apartada o probada falsa, aun cuando pueda contradecir lo que el hombre prefiere en ciertas ocasiones (como el caso de los oponentes de Jesús en este contexto).59 En resumen: Jesús tenía en alta consideración las Escrituras, y vio todas ellas como importantes y llenas de verdad permanente.60
Entre los textos del Nuevo Testamento que reconocen a otros textos también del Nuevo Testamento como venidos de Dios o autoritativos, hay tres textos importantes. Primero: 2 Pedro 3:16 habla sobre “los indoctos e inconstantes” que tuercen el significado de las cartas de Pablo “como también las otras Escrituras”. La palabra usada para “otras” es λοιπός, que significa que el autor coloca los escritos de Pablo a la misma altura que el resto de las Escrituras.61 Segundo: Hebreos 1:1-2 afirma que, mientras que antes Dios hablaba a su gente mediante los profetas, ahora lo ha hecho —y a un nivel más grande— a través de su Hijo (cf. Jn 1:17).62 La importancia de este texto reside en que aumenta la revelación de Dios a través de Jesucristo sobre los profetas del Antiguo Testamento, y en que dicha revelación ha sido dada a conocer al mundo cristiano principalmente a través de los cuatro evangelios canónicos. Sobra decir que la veracidad es inherente a ella. Tercero: aunque hay cuestiones relativas ambas a la cronología y las fuentes, es posible que en 1 Timoteo 5:18 Pablo cite de ambos, Deuteronomio 25:4 y Lucas 10:7, y que se refiera a ambos por igual como “Escritura” (gr: γραφή).63 Si este argumento es correcto, colocaría el evangelio de Lucas al mismo nivel que Deuteronomio en cuanto a autoridad y, por implicación, a veracidad.64
Quizá este es el mejor sitio donde incluir una breve discusión del interesante fenómeno encontrado en la Biblia en el que se puede atribuir a Dios el haber dicho algo en la Escritura que él no “dice” en realidad, y a la Escritura el haber “dicho” algo aun cuando es Dios mismo el único que puede hablar.65 Por ejemplo: en Mateo 19:5 Jesús dice que Dios dijo “por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne”, aun cuando en Génesis 2:24 no registra a Dios diciéndolo, sino al narrador. Mirando el mismo fenómeno desde la otra perspectiva, en Romanos 9:17 se encuentra la frase introductoria “La Escritura dice al faraón” seguida de una cita de Éxodo 9:16; pero en este pasaje es Jehová (¡no la “Escritura”!) quien habla al faraón a través de Moisés. Por último, en Gálatas 3:8 leemos esto: “Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: «En ti serán benditas todas las naciones»”. Este versículo excepcional aplica a la Escritura los atributos de prever, predicar y decir, y todo ello a partir de una cita de Génesis 12:3 en la que Dios mismo está hablando a Abraham. El testimonio combinado de estos textos une a Dios con la Escritura hasta tal extremo que “Dios” y la “Escritura” pueden intercambiarse en su uso cuando se refieran ambos a textos del Antiguo Testamento.66
Para concluir, ambos, el Antiguo y el Nuevo Testamento dicen tener origen divino a lo largo de la Biblia, y textos diversos adjudican origen divino a otros textos también, aumentando así la cantidad de textos que encajan en esta categoría. Una de las claves importantes para comprender la evidencia es la función de los profetas: eran portavoces de Dios capacitados por su Espíritu para hablar sus palabras. La importancia de esto está en su relación con la premisa mayor mencionada más arriba: en la medida en que estos pasajes provienen de Dios —y la evidencia señala a una relación directa entre ambos— también pueden ser considerados verdaderos, porque Dios mismo es verdad, al igual que sus palabras.67
Hasta este punto en el desarrollo del argumento principal del estudio no existe mucha controversia entre los que creen en la inerrancia y los que no. Todos los cristianos coinciden en que Dios es verdad y la mayoría de ellos estarían de acuerdo en que cuando Dios habla, sea directamente o a través de profetas o apóstoles, habla la verdad. Las próximas dos partes, sin embargo, discuten el meollo de la controversia, pues se centran en la cualidad y cantidad de testimonio escritural con respecto a la auto revelación de Dios.
La segunda parte trata el asunto de si la propia revelación de Dios en la Biblia es subjetiva u objetiva.68 Podríamos formular el asunto en forma de pregunta así: ¿es la Biblia producto de encuentros con Dios que son espirituales y subjetivos, o es producto de auto revelaciones de Dios que son objetivas y proposicionales?.69 El asunto a tratar aquí es si la auto revelación de Dios se encuentra en el terreno de las ideas encontradas en la Biblia o en las palabras mismas. La siguiente discusión ofrece pruebas del Antiguo y del Nuevo Testamento relativas a este asunto.