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Este libro ofrece un análisis convincente y un argumento persuasivo, haciéndonos a replantear la división entre protestantes y católicos. Obtén una nueva perspectiva sobre tu herencia espiritual y descubre la verdadera esencia de ser un católico hoy. Este viaje iluminador a través de la fe no es solo para académicos; es una invitación a todos los creyentes para un diálogo concienzudo y una comprensión profunda de nuestras raíces espirituales. Prepárate para adentrarte en el corazón de la tradición protestante mientras Messmer brinda: Un argumento persuasivo sobre la reivindicación protestante de su identidad católica reformada. Un examen profundamente arraigado de las diferencias doctrinales entre el protestantismo y el catolicismo romano. La exploración de temas como la justificación, el canon de las Escrituras, los sacramentos y el papel de María en la fe cristiana. Una rigurosa investigación histórica y teológica que desafía la noción de que el catolicismo romano es la única expresión legítima de la catolicidad cristiana. Un libro dividido en tres secciones: "Católico", "Pero no romano" y "Catolicidad reformada". Un autoexamen crítico del protestantismo moderno y un llamado a la catolicidad reformada. Una invitación a un diálogo profundo entre protestantes y católicos romanos. Un comprensión renovada de la identidad protestante, profundamente arraigada en el respeto por las Escrituras y la rica tradición histórica de la iglesia cristiana.
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Seitenzahl: 198
Veröffentlichungsjahr: 2025
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En los últimos años ha aumentado la literatura sobre la catolicidad de la iglesia. Todas las iglesias la reivindican en cierta medida. La Iglesia católica romana hace un gran trabajo al presentarse a sí misma como la verdadera iglesia “católica”, haciendo que los protestantes se sientan como si la hubieran abandonado o hubieran roto con ella. Este serio estudio de Andrés Messmer hace la afirmación contraria, i.e., la catolicidad de Roma es más romana que “católica” y hay un sentido en el que el protestantismo histórico es el heredero de la catolicidad bíblica y las tradiciones de manera mucho más profundo que Roma. Messmer ofrece un argumento convincente y erudito y, al hacerlo, brinda una magnífica oportunidad para que protestantes evangélicos y católicos romanos entablen un dialogo profundo sobre lo que significa defender la catolicidad de la Iglesia en nuestra generación. Han pasado muchos años desde que John Henry Newman dijera que “profundizar en la historia es dejar de ser protestante”. Sencillamente es insostenible. El estudio de Messmer argumenta de manera concluyente que el protestantismo es “católico” pero no romano y que la Iglesia católica romana tiene un serio problema teológico al querer mezclar sus pretensiones de ser “católica” y su romano centrismo.
Leonardo de Chirico, Reformanda Initiative (Roma, Italia).
El profesor Messmer argumenta persuasivamente que todos los evangélicos debemos darnos cuenta de la diferencia entre la catolicidad genuina y el catolicismo romano para reclamar nuestra identidad católica y fortalecer nuestro testimonio común del Evangelio. Su libro explica claramente esta importante diferencia y defiende con firmeza lo que él describe como catolicidad reformada.
Daniel Eguiluz, misionero y profesor, Serge Global (Lima, Perú).
CATÓLICO,
PERO NO
ROMANO
CONSTRUYENDO UNA
IDENTIDAD PROTESTANTE
ANDRÉS MESSMER
Editorial CLIE
C/ Ferrocarril, 8
08232 Viladecavalls
(Barcelona) ESPAÑA
E-mail: [email protected]
http://www.clie.es
© 2025 por Andrés Messmer
«Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 917 021 970 / 932 720 447)».
© 2025 por Editorial CLIE. Todos los derechos reservados.
CATÓLICO, PERO NO ROMANO
ISBN: 978-84-19779-62-5
eISBN: 978-84-19779-63-2
Iglesia cristiana
Historia
Acerca del autor
Andrés Messmer, licenciado por Faith Baptist Bible College (Iowa, EE.UU.), tiene un máster en divinidades por el Phoenix Seminary (Arizona, EE.UU.) y un Doctorado por el Evangelical Theological Seminary (Lovaina, Bélgica). Entre otros cargos, es el decano académico del Seminario Teológico de Sevilla (Santiponce, España) y el editor de la Revista Evangélica de Teología (Alianza Evangélica Mundial). Sus principales áreas de interés son: la teología bíblica y sistemática, la liturgia, la bibliología, la Trinidad y la Reforma protestante española.
DEDICATORIA
A mi esposa, que pacientemente me ha escuchado, me ha desafiado y, consciente e inconscientemente, me ha obligado a volver a la Escritura en numerosas ocasiones.
A la Iglesia protestante en España y en todo el mundo hispanohablante. Abrazad la plenitud de vuestra identidad como católicos reformados.
AGRADECIMIENTOS
Me gustaría agradecer a Nick Needham, Daniel Eguiluz, Steven Griffin, Leonardo de Chirico y a mi esposa por la lectura del borrador previo de este trabajo y por sus útiles comentarios. También, me gustaría agradecer a Trini Bernal por traducir el libro.
ÍNDICE
Introducción
PRIMERA PARTECATÓLICO
1.¿Cómo discierne la Iglesia entre ortodoxia y herejía?
2.Nuestra herencia común
SEGUNDA PARTEPERO NO ROMANO
3.Reformando una parte de nuestra herencia común
4.El canon de la Escritura: Incluir o excluir los apócrifos
5.El número de sacramentos
6.La presencia de Cristo en la eucaristía
7.Imágenes
8.María
9.El obispo de Roma
10.Justificación
TERCERA PARTECATOLICISMO REFORMADO
11.El protestantismo actual
12.Un llamado al catolicismo reformado
Conclusión
INTRODUCCIÓN
En el año 1559, herejes luteranos en Sevilla y Valladolid esperaban su ejecución en los autos de fe que resultaron del descubrimiento, por parte del gobierno español, de comunidades protestantes clandestinas dentro de sus fronteras. Sus últimas palabras, sin duda elegidas con sumo cuidado y acompañadas de la sinceridad y claridad que solo se obtienen al enfrentarse a la inminencia de la muerte, captan la esencia del protestantismo.
En Sevilla, Juan González y otros fueron conducidos al lugar de su martirio. “Al caer la tarde, una vez conducidos al lugar del suplicio los que habían de ser quemados, les piden que reciten el Símbolo de la fe, que ninguno dudó en recitar por sí mismo; pero cuando se llegó a aquello de ‘creo la Santa Iglesia’, les ordenan añadir ‘Romana’. En este momento se pararon todos por unanimidad”.1 En Valladolid, la noche anterior a su auto de fe, le preguntaron a Carlos de Seso dónde aprendió la doctrina de la justificación, y él respondió que “oyó predicar públicamente la justificación, y que de ello infirió lo demás”.2 Estas dos historias captan el corazón del protestantismo: un rechazo de los elementos “romanos” de la Iglesia y el papel central de la justificación, de la que podrían “inferirse” otras doctrinas.
Los protestantes del siglo XVI rechazaron ciertas doctrinas que prevalecían en la Iglesia de su día, no porque fueran ignorantes o porque buscaran crear problemas, sino porque se consideraban herederos de la fe que “una vez fue dada a los creyentes” (Jd 3) y querían guardar lo que se les había encomendado (cf. 1 Tim 6:20), y al leer la Escritura y a los Padres de la Iglesia, vieron que la Iglesia de su día se había desviado de sus enseñanzas y prácticas originales, y que era necesario corregir su trayectoria. Pensaban que eran los verdaderos católicos y querían reformar la Iglesia y hacerla volver a sus raíces bíblicas y patrísticas. En este libro, me gustaría explicar cuáles eran algunas de las enseñanzas que querían reformar y demostrar que los católicos reformados (i.e., los protestantes) son herederos de la enseñanza escritural y tradicional de la Iglesia.
Me imagino que leer que los protestantes del siglo XVI se vieron como los “verdaderos católicos” y que los protestantes son “católicos reformados” puede resultar chocante para algunos lectores, así que permítanme explicar por qué estaré usando este lenguaje a lo largo del libro. Los católicos reformados somos “católicos” en el mejor sentido de la palabra: el término católico significa “universal” y se refiere a lo que se ha creído en todas partes, siempre y por todos, y desde una perspectiva histórica, se refiere a la doctrina y práctica de la Biblia y de la época patrística de la Iglesia, que abarca aproximadamente los primeros cinco siglos, y que puede extenderse para incluir aproximadamente el primer milenio. Así es como Casiodoro de Reina usó el término en la parte introductoria de su Biblia del Oso:
Cuanto a lo que toca al autor de la traducción, si católico es, el que fiel y sencillamente cree y profesa lo que la santa madre Iglesia cristiana católica cree, tiene y mantiene, determinado por el Espíritu Santo, por los cánones de la divina Escritura, en los santos concilios y en los símbolos y sumas comunes de la fe, que llaman comúnmente el de los Apóstoles, el del Concilio niceno y el de Atanasio, católico es, e injuria manifiesta le hará quien no lo tuviere por tal (lenguaje ligeramente actualizado).
El debate que los protestantes mantuvieron con la Iglesia católica romana en el siglo XVI tuvo que ver precisamente con eso: quiénes eran los verdaderos católicos y quiénes se habían desviado de la Biblia y de la tradición de la Iglesia. Su protesta fue que ellos eran los verdaderos católicos y que la Iglesia católica romana se había desviado de la Biblia y de la tradición. De hecho, reformadores como Martín Lutero, Juan Calvino y Casiodoro de Reina se referían a sí mismos y a sus iglesias simplemente como católicos, y no como protestantes, porque no se veían principalmente como cristianos que protestaban de la Iglesia de su día, sino como buenos católicos que querían rescatar el pasado por el bien del presente y del futuro. La etiqueta “protestante” es muy inadecuada para describir nuestra identidad como cristianos, y es igual de limitante que “bautista” o “carismático”: no describe la esencia del movimiento, sino la única diferencia que tiene con el grupo mayoritario. Si queremos construir una identidad duradera, tenemos que hacer algo mejor que entendernos como gente que protesta de la Iglesia católica romana. Lo que necesitamos es una visión de la totalidad de la enseñanza bíblica que sea lógica, comprensiva, coherente, satisfactoria y práctica. Esta visión se encuentra en la Biblia, la Iglesia patrística, en la mejor parte de la Iglesia medieval y en la Iglesia reformada, y es la que los protestantes tenemos que recuperar hoy. Se usa la expresión “católico reformado” para recordarnos ambas partes de nuestra identidad: somos herederos de las Escrituras y de la tradición de la Iglesia (católico) y nuestra doctrina y práctica ha sido, y siempre debería ser, reformada a la luz de las Escrituras (reformado). En este libro, usaré los términos protestante y católico reformado como sinónimos.
Al decir que somos herederos de las Escrituras y la tradición de la Iglesia, no estoy afirmando que el catolicismo reformado sea la Iglesia perfecta y la única tradición cristiana que acierta en algo sobre la Biblia. De hecho, como mostraré en la tercera parte del libro, los protestantes tenemos que hacer cambios importantes para reflejar más plenamente la verdad y el amor de Dios. Lo que sí quiero afirmar, en cambio, es que de las tres principales tradiciones cristianas —protestantismo, catolicismo romano y ortodoxia— el protestantismo es la que se acerca más a la verdad de la Biblia y de la tradición de la Iglesia en algunas de las doctrinas más importantes del cristianismo.
Comparar lo que estoy diciendo con la forma en que los católicos romanos entienden la ortodoxia y la herejía puede ayudar a ilustrar el punto. Según el catolicismo romano, la única verdadera Iglesia es la Iglesia católica romana, y todas las demás tradiciones, incluyendo la ortodoxia y el protestantismo, han abandonado la única y verdadera Iglesia porque son herejes y cismáticos. Una interpretación católica romana de la historia de la Iglesia puede ilustrarse de esta manera:
Sin embargo, según una interpretación católica reformada de la historia de la Iglesia, debido al trágico cisma de 1054 que dividió las ramas oriental y occidental de la Iglesia, no puede decirse que ninguna de las partes sea la única y verdadera Iglesia y, lo que es más, probablemente ambas se han alejado más del centro en un intento de distinguirse de la otra. En este contexto, el protestantismo se entiende como un movimiento de renovación dentro de la Iglesia occidental que intenta retroceder hacia el centro, en una alineación más estrecha con el cristianismo histórico y apostólico. Una vez más, no estoy afirmando que el catolicismo reformado sea perfecto, ni que sea el único heredero de la fe del Nuevo Testamento y de la Iglesia patrística, sino más bien que es la tradición que más se le acerca. Una interpretación católica reformada de la historia de la Iglesia puede ilustrarse de esta manera:
A quién va dirigido este libro
He escrito este libro pensando en las tres principales tradiciones cristianas.
Católicos reformados. Ante todo, este libro está escrito para los católicos reformados. Específicamente, tengo en mente a los protestantes de habla hispana porque creo que carecemos de identidad y autocomprensión: a menudo nos vemos como anti católicos romanos y somos muy reaccionarios a cualquier enseñanza y práctica que suene o parezca “católica”, pero más allá de eso, realmente no sabemos quiénes somos. Esto no es en absoluto culpa nuestra: las cosas son como son en gran parte debido a factores históricos y políticos, como la Inquisición española y su increíble eficiencia para acabar con la disidencia. No obstante, creo que ha llegado el momento de que los protestantes reflexionemos sobre quiénes somos aparte de ser anti católicos romanos, y comprendamos por qué somos católicos reformados y no otra cosa.
Me preocupa que el protestantismo en el mundo de habla hispana esté perdiendo algunas de sus mejores mentes en favor de otras tradiciones debido a la falsa suposición de que el protestantismo carece de una credibilidad intelectual que otras tradiciones pretenden tener, especialmente con respecto a la enseñanza histórica de la Iglesia sobre cuestiones clave. Lo que espero demostrar es que los católicos reformados no solo tenemos el mejor argumento para ser los verdaderos herederos de la Escritura —lo que debería ser el argumento más importante de todos— sino también para ser los verdaderos herederos de la Iglesia patrística, así como una importante rama de la Iglesia medieval. Lo que rechazamos son los abusos de algunas corrientes del pensamiento medieval que alejaron a la Iglesia de sus raíces escriturales y patrísticas.
En el siglo XIX, John Henry Newman, posiblemente el converso más famoso del protestantismo al catolicismo romano, bromeó célebremente: “Profundizar en la historia es dejar de ser protestante”. Sin embargo, como pretendo demostrar en este libro, se trata de una afirmación escandalosamente exagerada que suele convencer a personas que saben poco sobre la historia de la Iglesia. En respuesta a Newman, me gustaría hacer dos postulados en contra: “Profundizar en la historia es dejar de ser católico romano” y, lo que es más importante: “Profundizar en la Escritura es dejar de ser católico romano”. Mi intención no es polemizar, sino exponer claramente la evidencia tal como yo y muchos otros la vemos: el catolicismo reformado es la tradición cristiana más fiel a las Escrituras y a la historia de la Iglesia. No debemos tener miedo ante las acusaciones de otras tradiciones cristianas, porque en muchas áreas, la evidencia está a nuestro favor.
Católicos romanos. En segundo lugar, mientras escribía este libro he pensado en los católicos romanos. No tengo polémicas en mente, pero debido a la naturaleza del tema, será imposible evitarlas: nuestro trasfondo es la Iglesia católica romana y prácticamente todo lo que nos hace únicos se entiende mejor en contraste con el catolicismo romano. Para los católicos romanos que lean este libro, espero que sirva para eliminar los malentendidos sobre el protestantismo y para mostrar la coherencia de la posición católica reformada. Aunque mi objetivo principal no es convertir a católicos romanos al protestantismo, creo que muchos lectores encontrarán estos argumentos elocuentes, y quizá incluso convincentes. Deben saber que la única opción de ser cristiano no es el catolicismo romano, sino que existe otra tradición que también es católica, pero no romana, porque ha sido reformada a la luz de las Escrituras y la mejor parte de la tradición de la Iglesia. También deben saber que el protestantismo no es algo extranjero a la historia española: las numerosas citas de reformadores españoles que he incluido a lo largo del libro demuestran que ser hispano y ser protestante no es una contradicción de términos, y si no fuera por la intervención de fuerzas políticas, quizás habría sido una realidad en muchos países de habla hispana.
Ortodoxos. En tercer lugar, espero que los ortodoxos lean este libro, aunque todavía no hay muchos en el mundo hispanohablante. Una manera de entender el fenómeno del protestantismo es ver a los ortodoxos como precursores orientales de los protestantes occidentales. Cientos de años antes de la Reforma protestante, la Iglesia occidental estaba siendo criticada por la Iglesia oriental por muchos de sus abusos y novedades doctrinales. De este modo, el catolicismo reformado puede verse como un movimiento dentro de la Iglesia occidental que coincide con muchas de las protestas que la Iglesia oriental había venido planteando a lo largo de la Edad Media. A continuación, se muestra un cuadro de catorce doctrinas y prácticas que los reformadores protestantes tenían en común con los ortodoxos contra la Iglesia católica romana del siglo XVI:
Si miran de nuevo la imagen de la interpretación católica reformada de la historia de la Iglesia, verán que no he separado a la ortodoxia del centro tanto como lo hice con el catolicismo romano. Ha sido deliberado, porque creo que han permanecido más cerca de las verdades centrales del cristianismo que el catolicismo romano. El hecho de que los protestantes hayan llegado a su doctrina basándose principalmente en la exégesis de las Escrituras y que los ortodoxos hayan mantenido su doctrina basándose principalmente en la tradición, es un argumento convincente de que estas dos ramas del cristianismo están en el buen camino.
Es importante entender que no estoy proponiendo que el protestantismo y la ortodoxia sean el mismo movimiento, uno principalmente en occidente y otro en oriente. La situación es mucho más complicada: hay algunas doctrinas que católicos romanos y católicos reformados tienen en común en contra de la ortodoxia, como la cláusula filioque, un compromiso básico con el agustinismo y la expiación penal sustitutoria, y otras doctrinas que católicos romanos y ortodoxos tienen en común contra los protestantes, como la veneración de iconos, los siete sacramentos, el papel de la Tradición, una mariología avanzada y la invocación de los santos.
No obstante, lo que sí estoy diciendo es que muchas de las cuestiones por las que protestaron los católicos reformados en el siglo XVI (y por las que seguimos protestando hoy en día) eran cuestiones por las que los ortodoxos ya habían protestado varios siglos antes. Católicos reformados y ortodoxos tienen tanto en común que creo justo decir que el protestantismo es una versión occidental de la ortodoxia. De nuevo, no estoy diciendo que sean la misma cosa en diferentes partes del mundo, sino más bien que hay suficiente coincidencia entre ambos como para que se reconozcan mutuamente como iglesias verdaderas —a pesar de que factores históricos, culturales y políticos hagan parecer que son muy diferentes— que comparten una visión parecida sobre muchos temas fundamentales como Dios, la salvación y la Iglesia. Con Lesslie Newbigin, digo: “Estoy bastante seguro de que la recuperación de la integridad de la Iglesia debe descansar en gran medida en lo que los ortodoxos tienen que enseñarnos”.3
Con estos comentarios introductorios en mente, podemos entrar en la primera parte del libro, en la que veremos que el protestantismo está arraigado en el primer milenio de la tradición de la Iglesia, y, por tanto, es igual de “católico” que cualquier otra tradición cristiana.
1 Reinaldo GONZÁLEZ MONTES, Artes de la santa Inquisición española, 2ª ed., trad. Francisco RUIZ DE PABLOS (Sevilla: Cimpe, 2019), 237.
2 José Ignacio TELLECHEA IDÍGORAS, Tiempos recios. Inquisición y heterodoxias (Salamanca: Ediciones Sígueme, 1977), 108.
3 Lesslie NEWBIGIN, The Household of God: Lectures on the Nature of Church (Eugene, OR: Wipf & Stock, 1953/2008), 10. Además, hay que recordar que T. F. Torrance, cuya ortodoxia reformada no puede cuestionar nadie, estaba pletórico cuando fue nombrado proto presbítero honorario en el Patriarcado de Alejandría, y dijo que podía “prever el día en que habrá una sola Iglesia ortodoxa sirviendo a griegos, etíopes y coptos, y reformados” (citado en Matthew BAKER “The Correspondence between T. F. Torrance and Georges Florovsky [1950—1973]”, en Matthew BAKER y Todd SPEIDELL [eds.], T. F. Torrance and Eastern Orthodoxy: Theology in Reconciliation [Eugene, OR: Wipf & Stock, 2015], 317–318).
PRIMERA PARTECATÓLICO
En la primera parte del libro, me gustaría centrarme en las coincidencias entre católicos romanos y católicos reformados, y proporcionar a los católicos reformados una forma de discernir entre las partes de la historia de la Iglesia que son buenas y aquellas que son malas. En el mundo de habla hispana, las muchas similitudes entre el catolicismo romano y el catolicismo reformado a menudo son subestimadas, lo que lleva a ambas partes a pensar que están más alejadas la una de la otra de lo que en realidad están. Así mismo, muchos protestantes se ponen a la defensiva cuando oyen hablar de historia y tradición de la Iglesia, pensando que es “católica” y, por tanto, de algún modo, automáticamente mala. Por tanto, la primera parte del libro es mi intento de mostrar lo mucho que tenemos en común con los católicos romanos y ortodoxos.
CAPÍTULO 1
¿Cómo discierne la Iglesia entre ortodoxia y herejía?
Antes de poder argumentar sobre la naturaleza del catolicismo reformado, debemos plantearnos la pregunta fundamental: ¿Cómo discierne la Iglesia entre ortodoxia y herejía? Es decir, ¿cómo decide la Iglesia lo que es doctrina correcta, y lo que no? Después de todo, antes de que la Iglesia pueda decir que algo es ortodoxo y otra cosa herejía, debe tener criterios que utilizar para hacer tales distinciones. Primero veamos cómo los católicos romanos lo hacen, y después cómo los católicos reformados lo hacemos.
La Iglesia católica romana
Según la declaración oficial sobre la revelación divina que fue promulgada en el Concilio Vaticano II, la Iglesia católica romana no solo se basa en la Escritura para decidir qué es doctrina correcta, sino también en la Tradición y en el Magisterio (nótense las “T” y “M” mayúsculas). Para nuestro propósito aquí, podemos definir la interpretación católica romana de estos tres términos como sigue: la Escritura se refiere a la misma Biblia que tenemos los protestantes, más siete libros adicionales que nosotros llamamos “apócrifos” y algunas adiciones a los libros canónicos de Daniel y Ester, la Tradición se refiere a la enseñanza histórica de los obispos difuntos de la Iglesia y el Magisterio se refiere a la enseñanza actual de los obispos vivos de la Iglesia.
Esta declaración oficial, llamada Dei verbum (“La Palabra de Dios”), dice lo siguiente sobre la Escritura, la Tradición y el Magisterio4:
La Tradición y la Escritura están estrechamente unidas y compenetradas; manan de la misma fuente, se unen en un mismo caudal, corren hacia el mismo fin. […] Por eso la Iglesia no saca exclusivamente de la Escritura la certeza de todo lo revelado. Y así ambas se han de recibir y respetar con el mismo espíritu de devoción. La Tradición y la Escritura constituyen el depósito sagrado de la palabra de Dios, confiado en la Iglesia. […] El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado sólo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo. […] Así, pues, la Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan prudente de Dios, están unidos y ligados, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros. (§9–10)
En resumen, la Iglesia católica romana entiende que la Escritura y la Tradición tienen la misma autoridad y que el Magisterio es su intérprete oficial. Esta trinidad de autoridades es lo que usan para discernir entre ortodoxia y herejía.
La Iglesia católica reformada
Los protestantes no estamos en completo desacuerdo con lo que la Iglesia católica romana enseña sobre este importante tema: nosotros también incluimos la Escritura, la tradición y el magisterio como tres fuentes de autoridad para discernir entre ortodoxia y herejía, pero tenemos una manera diferente de entender su relación (nótense las “t” y “m” minúsculas).
Los católicos reformados afirmamos que la Escritura y la tradición son de suprema importancia, y en esto, estamos siguiendo a la Iglesia primitiva. Según se lee en los Padres de la Iglesia y en los documentos publicados en los primeros concilios ecuménicos, los criterios que la Iglesia utilizaba para distinguir entre ortodoxia y herejía eran la Escritura y la tradición. En cuanto al magisterio, por el mero hecho de que los clérigos vivos eran los que leían e interpretaban la Biblia y las obras de sus predecesores y componían los credos ecuménicos, los cánones y las definiciones, se daba por sentado que existía cierto tipo de magisterio (ya que los católicos reformados no tenemos la costumbre de usar el término “magisterio”, usaré la frase “nuestros ministros actuales” para referirme a la misma realidad).