Chile 33: memorias de un rescatista - Roberto Ríos Seguel - E-Book

Chile 33: memorias de un rescatista E-Book

Roberto Ríos Seguel

0,0

Beschreibung

La titánica tarea requirió del personal naval en general, y del Teniente Ríos en particular, un carácter y valor moral tales que le permitiera enfrentar con éxito el desafío. El temple y la actitud proactiva de los rescatistas navales Ríos y Roblero fueron prontamente apreciados y aquilatados no solo por mi, sino también por todos quienes fueron testigos de su proceder durante el demandante y fatigoso entrenamiento al que se vieron sometidos por el líder del team de rescatistas, Ovidio Rodríguez, de Codelco, así como de su profesional trabajo con los mineros a 620 metros de profundidad.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern

Seitenzahl: 190

Veröffentlichungsjahr: 2024

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Índice
Prólogo
Palabras del autor
Resumen de acontecimientos
¿Quién es el rescatista Roberto Ríos Seguel?
Todo comienza con un mensaje de texto
Integración al grupo de tarea naval 33
La gran tarea de asmar
La gran aventura comienza
Salida de casa y viaje hacia Caldera
Por qué llegó la Armada a la mina y por qué fueron enfermeros navales quienes bajaron a rescatar a los mineros
Primeros días en terreno
Llegada de brigadistas de codelco y mina carola
El trabajo con codelco
Feed back de conocimientos con Codelco y rescatistas de la Mina Carola
¿Con quién bajaremos a rescatar a los 33?
Primera aparición programada en la prensa
Visita de la sra. Cecilia Morel, primera dama de la nación
Continúa el entrenamiento, charla con geólogos que trabajaron en la mina
Trabajo de Indura
Videoconferencia y reunión médica con el doctor jorge díaz (jefe de la Achs en la zona)
Triaje médico
Presentación del equipo de rescate a los familiares de los mineros
11 de octubre, día anterior al rescate
12 de octubre, día del rescate
Traslado hacia la mina para dar inicio al tan esperado rescate
Horas antes del rescate, notificación de los mineros de codelco y nuestra preferencia
Reunión con el Presidente de la República
Movimientos previos
Sector del plan b y emotivos momentos antes de bajar
La hora de bajar, para el primer rescatista, llegó
Mis sensaciones antes de bajar y el trabajo de la gente en superficie
Manuel llega abajo y el proceso de mi bajada
Mi llegada al interior de la mina y comienzo del trabajo médico con mario sepúlveda y los demás mineros
Nuestro trabajo en la mina
Llegada del Cabo Roblero al interior de la mina. Equipo de sanidad completo
Paseo por la mina… ni pensarlo
Cuarto rescatista en bajar
Situación de riesgo
Una camiseta con mucho sentido
La llegada de los últimos rescatistas y recta final de la tarea
Historia de la bandera «Misión cumplida, Chile»
Orden de ascenso de los rescatistas
Mi ascenso a la superficie luego de una extenuante pero a la vez gratificante tarea
Día de prensa y visita a mineros en el Hospital Regional de Copiapó
Reconocimiento del gobierno de Chile en el Palacio de La Moneda y encuentro deportivo con los mineros en el Estadio Nacional
Regreso al trabajo y graduación como Oficial de la Armada
Viaje a Estados Unidos por el programa «Cnn héroes» y Disneyworld
Condecoración al valor otorgada por su excelencia el Presidente de la República a los rescatistas de la Armada de Chile
Palabras finales del autor
Comentarios
Agradecimientos
Un agradecimiento especial

Chile 33: Memorias de un rescatista

RIL editores

bibliodiversidad

Roberto Ríos Seguel

Chile 33: Memorias de un rescatista

Chile 33: Memorias de un rescatista

Primera edición: septiembre de 2012

© Roberto Ríos Seguel, 2012

Contacto con el autor

[email protected]

Teléfono: (+569) 75684115

© RIL® editores,2012

Los Leones2258

7511055Providencia

Santiago de Chile

Tel. Fax.(56-2)2238100

[email protected] • www.rileditores.com

Composición y diseño de portada: RIL® editores

Traducción al inglés: Bernardita Poblete

Derechos reservados.

Dedico este libro a Dios, a quien amo profundamente. Él es quien me ha dado todo en la vida: agradezco las bendiciones y las pruebas que he recibido en estos 35 años de existencia.

A mi amada esposa Ivette y a mis hijos Paz, Elizabeth y Roberto Jr., agradezco el amor y la comprensión que me han brindado en todos estos años, sobre todo en los momentos difíciles de mi carrera, como lo fue por ejemplo, el rescate de nuestros 32 compatriotas y un hermano boliviano.

En este magno rescate quedó en evidencia que, cuando el trabajo se hace con excelencia y de la mano de Dios, entonces todo resulta bien.

A través de estas páginas el lector podrá sumergirse en una gran aventura relatada en forma sencilla y fidedigna. Los invito a vivir esta experiencia que me llenó de orgullo por ser chileno y poder servir a mi país donde quiera que este me necesite.

Prólogo

Integrar un grupo de rescate en situaciones extremas es una tarea arriesgada y que exige un espíritu de servicio a toda prueba. Haber participado en la Operación San José, que tanto en nuestro país como en el extranjero atrajo la atención de la prensa y de la opinión pública, fue, para sus protagonistas, una experiencia inolvidable. Entre ellos se cuenta el autor de este libro, Teniente 2º OM Sr. Roberto Ríos Seguel, quien fuera designado para ser uno de los tres marinos, con especialidad de Enfermero Naval, que integró el Grupo de Tarea que participó del rescate de los mineros atrapados en la Mina San José.

Como relata el Teniente Ríos, más tarde fue escogido como uno de los dos marinos privilegiados que integró el equipo que debió descender a la mina durante la operación de rescate propiamente tal. El esfuerzo nacional que implicó recuperar a 33 mineros atrapados bajo tierra, a más de 600 metros de profundidad, en las proximidades de Copiapó, es algo que difícilmente se podrá borrar de nuestras memorias. Con este relato, que nos lleva a los lugares y momentos más difíciles, emotivos y felices del proceso de rescate, conoceremos tanto de la operación como del hombre, profesional y padre de familia que está detrás del rescatista.

La primera impresión que nos queda del autor es su preparación como marino y enfermero naval que, complementada con su especialización como buzo táctico (parte de Fuerzas Especiales de la Armada), le permiten extraer, de la ejecución de esta tarea, experiencias, anécdotas y apreciaciones que dan a su relato un valor singular y no dejarán al lector con la misma percepción de la vida después de haberlo leído.

Con su testimonio plasmado en este libro adecuadamente complementado con fotografías, en su mayoría del mismo autor, nos podemos dar cuenta del privilegio que significa para la Armada de Chile contar en nuestras filas con personas como el Teniente Ríos. Al mismo tiempo, podemos inferir que el ser escogido para esta tarea fue la consecuencia natural y coherente de sus conocimientos profesionales, experiencia y carácter, lo que seguramente va a implicar que esta no sea la última tarea o comisión especial que se le ordene.

La lectura de este ensayo nos ayudará a comprender por qué y cómo la carrera naval nos prepara como hombres de armas con sentido de servicio público. Somos servidores de la Armada que en situaciones críticas nos comprometemos sobreponiéndonos a la adversidad, ya que nuestro espíritu, valores y formación profesional nos alientan a superar los obstáculos y a vencer las dificultades.

Debemos agradecer al Teniente Ríos por entregar su testimonio a otras generaciones de marinos y a la comunidad en general, pues está contribuyendo a poner en perspectiva una tarea nacional donde la participación de la Armada fue relevante, destacando el compromiso de servicio que hay en cada uno de nosotros.

Con la participación en el rescate, la Armada se siente contribuyendo, en el contexto de su responsabilidad social institucional, al comprometer sus medios, personales y materiales, en beneficio de la patria. Este compromiso, como ha quedado de manifiesto, va más allá de la defensa.

El Teniente Ríos, al igual que todos quienes integraron el Grupo de Tarea 33, cumplió cabalmente su misión. ¡Bravo Zulú! (bien hecho).

Edmundo González Robles

Almirante

Comandante en Jefe de la Armada

Un oficial de Marina, cuya misión superior es la de ser «conductor de hombres» en tiempo de guerra, puede pasar toda su carrera sin tener la oportunidad de guiar a un grupo de hombres en una operación bélica real. O aun en tiempo de paz, en una operación de tal relevancia nacional y de tal riesgo, donde no hay espacio para el error porque, de salir algo mal, gente muere.

Para un oficial médico, esa oportunidad es impensadamente excepcional y una verdadera rareza y, por lo tanto, un enorme privilegio. Mi relación con el teniente Roberto Ríos Seguel se remonta unos diez años atrás, cuando él era un joven enfermero naval cursando la especialidad de Técnico de Apoyo Clínico en Anestesia en nuestra querida Escuela de Sanidad Naval. A través de los años he tenido el gusto de conocerlo como alumno, persona, profesional y camarada de armas, trabajando juntos en innumerables misiones, operaciones y actividades tanto navales como médicas, en escenarios militares de operación y de entrenamiento, así como también en nuestros pabellones quirúrgicos a bordo de nuestros buques y en nuestros hospitales navales.

El teniente Ríos es una de esas personas de excepción que a veces se cruzan en nuestro camino y que, en un mundo colmado de antivirtudes, hacen que espontánea y naturalmente se renueven nuestras esperanzas en la especie humana. Ellos nos hacen sentir una sensación de alivio, al percatarnos que son un ejemplo vivo del incansable camino que debemos mantener hacia el perfeccionamiento personal.

Junto a un selecto equipo de enfermeros navales designados por la Dirección General del Personal de la Armada para esta misión, el Teniente Ríos conformó un grupo de hombres que operaron bajo mi mando en un episodio épico nacional, dándome ese esquivo y raro privilegio, como oficial médico, de conducir a un excepcional grupo de hombres en una brillante operación de rescate que culminó en una epopeya de talla mundial.

En un relato humilde, simple y humano, el Teniente Ríos nos entrega una entretenida narración de una hidalga aventura moderna, donde las circunstancias hicieron que brillaran las virtudes y dones de los miembros de la Armada de Chile pero, en particular, los atributos de un hombre que ejemplifica de manera virtuosa la mancomunión de las enseñanzas de esa «vieja escuela de altivos marineros» y lo que se aprende a fuego en las aulas de nuestra Escuela Naval.

Capitán de Fragata Sanidad Naval

Andrés Llarena Astudillo

Oficial Médico del Grupo de Tarea Naval 33

Operación de rescate minero San Lorenzo

Conocí personalmente a Roberto Ríos Seguel en julio de 2011. Lo recuerdo sentado en una sala de clases de la Base Naval de la Armada de Chile, en Talcahuano, con mirada muy atenta y actitud de completa entrega a la actividad que enfrentábamos, un curso de Liderazgo Valórico que, en mi calidad de profesor de la Universidad Gabriela Mistral, me correspondió dictar para oficiales. Su mirada y expresión llamaron mi atención. Yo lo había visto antes, pensaba, lo que se confirmó cuando otro oficial contó que él había sido uno de los rescatistas de la mina San José, el «milagro de los 33», como le llamaron muchos.

Obviamente despertó en mí la curiosidad por conocerlo más profundamente, lo que el curso me permitió. Me encontré con un ejemplo de entrega a la actividad, de cooperación total y de búsqueda del mayor crecimiento personal, lo que le significó la máxima calificación como alumno del programa.

Al leer su libro quedan de manifiesto los sentimientos de un hombre de arraigados valores humanos, con hondos rasgos de un real líder, que ha sabido conducir su vida con esfuerzo, responsabilidad, perseverancia y gran visión. Observé que no tendría que esforzarme para lograr en él un cambio hacia el estilo del liderazgo valórico que propugno, pues esas características ya las tenía. Sin embargo, él se entregó al curso con actitud positiva y siempre buscando instancias para crecer e incrementar sus talentos y habilidades como persona y profesional.

Todas estas características están patentadas en su relato acerca del antes, el durante y el después de su participación en la hazaña del comentado rescate. Un modelo de liderazgo digno de ser imitado y que seguramente dejará huellas profundas en su institución, que, ojalá, otros sigan.

Chile 33: Memorias de un rescatista, de Roberto Ríos Seguel es un verdadero documento que alcanzará valor histórico, pues aporta al necesario rescate de los valores humanos en nuestra sociedad.

Patricio Reyes

Profesor de pre y posgrado de la Universidad Gabriela Mistral

en Dirección y Administración de Recursos Humanos y Liderazgo Valórico.

Palabras del autor

¿Cuál fue mi primera impresión al ver a los mineros, luego de bajar de la Cápsula Fénix 2 al interior de la mina? Describir la expresión en el rostro de Carlos Mamani cuando tuve que diferir su salida a superficie; por qué bajaron dos rescatistas más de lo que siempre estuvo planificado, por qué se asignó la responsabilidad a enfermeros de la Armada y no de otras entidades de salud o de rescate; cuál fue la real historia del derrumbe que hubo dentro de la mina justo antes de la subida a superficie de Daniel Herrera, minero número 16 en ser rescatado; conocer la verdadera historia del diseño de la Cápsula Fénix; qué pasó, en el interior de la mina, con la llegada del rescatista Pedro Riveros. Estas y muchas otras interrogantes son las que responderé durante el transcurso de estas memorias.

No teníamos nada, nada. La mitad de un vaso de leche la aumentábamos con agua ¡y eso era para veinticuatro horas, poh! Después llegamos a comer una cucharada y media de atún cada setenta y dos horas, poh, weón1… Dormíamos en el centro de las galerías sobre cartones, para no mojarnos y para que no nos cayera una piedra encima, dormíamos mucho para no cansarnos y no gastar energía. Hubo muchas veces en que preferí morir antes de estar allí, esperando por algo que muchas veces ni siquiera nosotros mismos creíamos. Sentíamos dolor de hambre y queríamos vivir, pero sabíamos que era prácticamente imposible que nos rescataran (Franklin Lobos Ramírez2).

Este es uno de los primeros e intensos relatos que pude oír en el interior de la mina San José, a más de 700 metros de profundidad, relato textual de uno de los 33 que quedaron atrapados sin saber si finalmente saldrían con vida.

Estimado lector: quien aquí escribe fue testigo de una de las experiencias de vida más desgarradoras pero, por otro lado, más vivificantes que ha tenido Chile.

Nuestros mineros vivieron muchas emociones fuertes. Cuando los miembros del equipo liderado por el ingeniero en minas André Sougarrett comenzaron a buscarlos, y sus maquinarias de sondaje llegaron a la profundidad en que pudieron oírse, ellos se agrupaban justo donde se debían romper las paredes de la galería. Eran como niños esperando con ansias que algo importante pasara; con ojos vidriosos, llenos de felicidad y esperanza, pensando en que ese era el primer paso hacia la libertad. Sabían que, una vez que llegase el taladro, podrían comenzar a vivir nuevamente. Pero no iba a ser fácil, eso lo sabían. Escucharon cómo las primeras sondas no fueron precisas, pues perforaban llegando a muy poca distancia de alcanzar a los 33 y de pronto se detenían, producto de falla en el martillo, la calidad de la roca y muchos motivos más; cada vez que se detenía la búsqueda, lo que a veces era hasta por dos días, bajaban los brazos, lloraban, se desesperaban y pensaban muchísimas cosas. Cada vez que reflexiono al respecto concluyo que es muy difícil ponerse en el lugar de ellos: la desesperanza y el silencio, cada vez que dejaban de escuchar el taladro, debió ser algo insoportable.

Mi trabajo como rescatista durante la operación San Lorenzo3 fue algo totalmente distinto a lo que suelo hacer en la Armada y, sin duda, fue la experiencia más fuerte de mi vida.

Pensé muchas cosas las semanas previas a la llegada a la mina San José, durante mi entrenamiento en ella y, finalmente, en mi descenso en la cápsula Fénix 2. Mi relato no es el de alguien que estuvo tan solo un par de días en la mina, ni de una persona que se limitó a entrevistar a los actores del rescate para luego escribir al respecto. Esta es la historia de alguien que fue parte activa de este magno rescate que trascendería las fronteras de nuestro país, y que agradece enormemente la oportunidad que Dios le entregara a través de la Armada de Chile, ya que sin Él y sin su infinito amor nada de esto hubiera resultado de buena forma.

Amo intensamente a Dios por todo lo que he sido, lo que soy y lo que seré, le agradezco por cada uno de los mineros rescatados y le pido que ellos nunca olviden que fue Él quien permitió su rescate.

El autor

Resumen de acontecimientos

¿Qué motiva a una personaa arriesgar su vida por alguien más? Es una pregunta que pocos pueden contestar. Antes de comenzar a dilucidar esta gran incógnita es necesario realizar un resumen de los sucesos más importantes que prepararon este rescate.

En el mes de agosto me encontraba en la Escuela Naval «Arturo Prat»4; de los mineros atrapados solo sabía lo que todo chileno podía enterarse por televisión, y sin siquiera pensarlo, en poco tiempo estaría más cerca de la noticia que cualquier otro compatriota.

El jueves 5 de agosto de 2010, a las 14:00 horas, se produce un fatídico derrumbe en la mina San José, ubicada en la Región de Atacama, equidistante de Copiapó y Caldera5. Ese día comienza a escribirse una de las historias de vida más emotivas ocurridas en Chile; dos días más tarde, el sábado 7 de agosto, un derrumbe en el ducto de ventilación corta abruptamente el paso de los socorristas, mineros de la región, que el mismo día del accidente habían comenzado a laborar con el afán de rescatar a sus compañeros, convirtiéndose en una de las primeras operaciones de rescate producidas en la mina. Al día siguiente, llegarían a la mina las maquinarias de sondaje para iniciar la búsqueda de los mineros, todo bajo el liderazgo del ministro de Minería, Laurence Golborne, y los ingenieros de Codelco6, André Sougarrett y René Aguilar.

La primera luz de esperanza se encendió el domingo 22 de agosto a las 15:15 horas, momento en que el Presidente de la República, Sebastián Piñera, y su ministro de Minería, confirman que los 33 mineros se encuentran con vida. Una sonda había logrado llegar a 688 metros bajo la superficie, inmediatamente sobre el refugio. Los mineros se hicieron sentir mediante golpes y un mensaje escrito en papel cuadriculado con la famosa frase: «Estamos bien en el refugio los 33»7, que daba cuenta que milagrosamente se encontraban bien; ubicados en el refugio de la mina y la cantidad de mineros que estaban allí, es decir, fue un mensaje sencillo pero con mucho sentido.

Yo fui uno de los miles chilenos que, emocionados, vimos la transmisión en directo por la televisión. La sorpresa fue grande puesto que la posibilidad de encontrarlos con vida era muy menor.

Junto con el comienzo del encamisado de las paredes de un ducto de aproximadamente 9 centímetros de diámetro, comenzarían a enviarse, el martes 24 de agosto, las primeras raciones de agua y comida a los, a esa altura, famélicos mineros atrapados, envíos que se repetían cada seis horas.

Ese mismo día arribó desde Talcahuano y Viña del Mar un grupo de miembros de la Armada de Chile bajo el liderazgo del Capitán de Navío especialista en submarinos, Comandante8 Renato Navarro Genta. El equipo estaba compuesto por el Capitán de Fragata médico de la Armada Andrés Llarena Astudillo; el Suboficial Mayor submarinista Edgardo Rodríguez Urra y el Sargento Primero enfermero submarinista Edgardo Lagos Ruiz; grupo solicitado a la superioridad de la Armada por el ministro de Salud, Jaime Mañalich, por considerar que la condición de encierro de los mineros atrapados se parecía a la que vive la dotación de un submarino imposibilitado de volver a la superficie. Indudablemente, el confinamiento, la necesidad de establecer una rutina que les hiciese llevadero el encierro, entre otras dificultades, hacían perfectamente lógico tal raciocinio. Con el hallazgo de los mineros el esfuerzo del grupo de rescate transitó, sin notarse, desde la búsqueda incesante a la recuperación física y psicológica de las personas atrapadas, mediante la construcción de más pozos para enviar las ya famosas «palomas»9.

Ya terminada la asesoría inicial del Grupo Naval, el ministro de Salud solicitó al líder del grupo de marinos, el 27 de agosto, tomar el control de la logística del Área de Salud del Rescate, asignándoles la tarea de supervisar y dirigir los esfuerzos destinados a recuperar la salud de los 33 mineros, deteriorada por diecisiete días de encierro sin alimentación ni medicamentos; rescatarlos con vida y devolverlos a sus familiares, a lo menos, en igual condición a la que se encontraban antes del colapso de la mina.

Otros hitos importantes fueron ocurriendo con el paso de los días; llegaron las primeras imágenes del interior de la mina, se realizó la primera comunicación mediante un citófono, comenzaron las videoconferencias con familiares y el arribo al campamento, y posterior inicio de sus operaciones, de maquinarias de perforación mayor como la Strata 950 (Plan A) de la empresa Codelco, el lunes 30 de agosto; la T-130 (Plan B) de Geotec, el domingo 5 de septiembre; y la máquina de perforación petrolera RIG 421 (Plan C) de Enap, el viernes 10 de septiembre.

Junto a la construcción del pozo que permitiría extraer a los mineros desde el fondo de la tierra, la operación San Lorenzo consideraba recuperar y mantener la salud de los mineros atrapados, para así favorecer el rescate. Lo anterior se materializó a través de dos vectores de trabajo: uno, construir el pozo y dos, cuidar de los mineros. En esta última tarea, que por ley es responsabilidad de la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS), la Armada de Chile, mediante el Grupo de Tarea Naval 33 (GT33), participó activamente. Es más, este grupo recibió el mandato directo por parte del ministro de Salud, Jaime Mañalich, para asumir el control de este vector asesorado por el Comandante Andrés Llarena, médico de gran experiencia en el área operativa y con el apoyo del Sargento submarinista enfermero naval Edgardo Lagos Ruiz. Para tal fin la Armada lideró la creación de protocolos específicos a seguir en cada contingencia y desarrolló, entre otros, el curso MITE 3310, para preparar en los nuevos conceptos de medicina operativa al personal de la ACHS que debía cuidar de los mineros desde la superficie y a los mismos mineros, mediante videos realizados ex profeso en el marco del curso.

El curso MITE 33, realizado entre el 10 y el 16 de septiembre, fue dirigido por el Comandante Llarena, creador de las siglas del curso. Su desarrollo fue apoyado por la doctora Ximena Grove (SAMU Metropolitano11), enfermero universitario Róbinson Talavera (Cruz Roja Chilena) y el C1° Infante de Marina, enfermero naval Gabriel Cabezas Ríos (Armada de Chile).

En dicha oportunidad se estableció un bolso con insumos de alto nivel que contenía: torniquetes, sueros, vías interóseas, agentes hemostáticos, vendajes de emergencia12, etc. El protocolo establecía tener dos bolsos; uno que se armaría y mantendría en la superficie y otro llamado «bolso espejo», armado al interior de la mina exactamente igual al de superficie. Ante la eventualidad que un minero sufriera de algún trauma este sería atendido mediante instrucciones que vendrían desde afuera, tanto respecto de las acciones que se deberían realizar con el afectado como al tipo de insumos que debían utilizarse.