Ciudad de Pinar del Río. Origen e historia - Enrique Giniebra Giniebra - E-Book

Ciudad de Pinar del Río. Origen e historia E-Book

Enrique Giniebra Giniebra

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Beschreibung

Este libro es un acto de peregrinación por la región vueltabajera, su origen y conformación y la ciudad de Pinar del Río como el soma, el núcleo e torno al cual se levantan calles, edificaciones, monumentos, historia. He aquí un registro para la memoria colectiva, donde la historia es la única capaz de sobrevivir al tiempo

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Seitenzahl: 254

Veröffentlichungsjahr: 2022

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PORTADA

PORTADILLA

CIUDAD de

PINAR DEL RÍO

Origen e historia

Enrique Giniebra Giniebra

Juan Carlos Rodríguez Díaz

CIUDAD de

PINAR DEL RÍO

Origen e historia

PÁGINA LEGAL

ePub r2.0

Afdez / Luisbelerofonte

Editor digital: Adriana Fernández Sánchez (Afdez)

Luis Amaury Rodríguez Ramírez (Luisbelerofonte)

Edición: Vivian M. González González

Diseño de cubierta: Iliá Valdes Hernández

Corrección: Ismaray Pozo Quiñones

© Enrique Giniebra Giniebra,

Juan Carlos Rodríguez Díaz, 2019

© Sobre la presente edición:

Ediciones Loynaz, 2019

Colección Raíces

ISBN 9789592195349

ISBN_2 9789592196933

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

Ediciones Loynaz

Calle Maceo no. 211, esquina a Alameda; Pinar del Río, Cuba.

Teléfono: 48-758036

E-mail: [email protected]

Sobre los autores

Enrique Giniebra Giniebra (Guane, Pinar del Río, 1956)

Licenciado en Historia, máster en Desarrollo Social (FLACSO 1998), jefe del Departamento Técnico Metodológico del Centro Provincial de Patrimonio Cultural, vicepresidente de la UNHIC en la provincia e investigador auxiliar. Es presidente del Consejo Científico Asesor para la Historia Provincial y asesor histórico del programa televisivo “Raíz y Memoria”. Ostenta la Distinción por la Cultura Nacional y el Escudo Pinareño,entre otros premios y reconocimientos; ha publicado numerosos ensayos y artículos en periódicos y revistas. Es coautor de Guanahacabibes. Donde se guarda el sol de Cuba (Editorial Academia, 2002), Premio Academia 2002, El Faro Roncali (2003) y Hacienda Cortina (2008-2014), publicados por Ediciones Loynaz.

Juan Carlos Rodríguez Díaz (Pinar del Río, 1961)

Licenciado en Historia y Ciencias Sociales, máster en Desarrollo Social (FLACSO 1998), profesor de Historia de Cuba en la Facultad de Ciencias Pedagógicas de la Universidad de Pinar del Río Hnos. Saíz Montes de Oca. Historiador de la Ciudad de Pinar del Río y presidente de la UNHIC en la provincia. Atiende la sección “Nuestra Historia” en la emisora provincial Radio Guamá y el programa “Memoria Íntima” en Tele Pinar. Ha sido distinguido con la Réplica del Machete de Máximo Gómez, así como la Distinción por la Cultura Nacional y el Escudo Pinareño.Autor del libro La Guayabita del Pinar: Historia de una bebida (1992) y prologuista de Historia de la Radio en Pinar del Río (2011) y Hacienda Cortina (2da. edición, 2014)

Ambos son autores de La invasión de Antonio Maceo en Pinar del Río (2004, 2016), La crisis colonial en Vueltabajo (2005), Diario. Brigada Occidental (2012) y Guanahacabibes. Expediciones Mambisas (2013), publicados por Ediciones Loynaz y de Síntesis histórica. Pinar del Río (Editorial Historia, Colección Anales, 2012).

ÍNDICE
PORTADA
PORTADILLA
PÁGINA LEGAL
SOBRE LOS AUTORES
CIUDAD DE PINAR DEL RÍO. Origen e historia
INTRODUCCIÓN
Particularidades de Pinar del Río
Fundación de los poblados en Vueltabajo
Origen del nombre
La Coloma, puerto de la ciudad
Arquitectura
Principales calles de la ciudad. Otros espacios
Calle Real (José Martí)
Calle Máximo Gómez
Calle Antonio Maceo
Calle Alameda
Parques más importantes
Parque de la Independencia
Parque Martí. Su entorno
Parque Colón
Principales instituciones y comercios
Instituciones
La Catedral
La Audiencia
La Colonia Española
Museo Provincial
Teatro José Jacinto Milanés
El Ayuntamiento
Instituto de Segunda Enseñanza
Edificio del Colegio Los Escolapios
Seminternado Pablo de la Torriente Brau
Palacio de Guash
Regimiento Rius Rivera
Comercio
Tienda La India
La Colosal
Otros comercios
Antigua Manzana de los Delgado
Servicios Gastrónomicos
El Navío
La Nueva Reforma
Hotel Blanco
Café La Perla
Hotel Restaurante Ricardo
Café Vista Alegre
Cafés El Morro y La Cabaña
Café El Moderno
Hotel Globo
Fábricas de la ciudad
Fábrica de Guayabita del Pinar
Fábrica de Refrescos La Jupiña
Fábrica de Tabacos Francisco Donatién
Fábrica La Conchita
Las comunicaciones
El correo
El telégrafo
El Ferrocarril del Oeste
Caminos y carreteras
Carretera Central
Carretera de Luis Lazo
Carretera de Viñales
Carretera Panamericana
Autopista Nacional
La salud pública
Epidemias durante la Reconcentración de Valeriano Weyler
Hospital San Isidro
Hospital Provincial León Cuervo Rubio
Farmacias
Otros temas relativos a la ciudad
El servicio eléctrico
La explosión del cuartel Ravena
Las publicaciones periódicas. Heraldo Pinareño y Vocero Occidental
Himno de Pinar del Río
Escudo de Pinar del Río
Monumento de Las Taironas
NOTAS Y REFERENCIAS
ANEXO 1
ANEXO 2
BIBLIOGRAFÍA
CONTRAPORTADA

CIUDAD DE PINAR DEL RÍO. Origen e historia

INTRODUCCIÓN

El 10 de septiembre de 1867, Pinar del Río recibió el título de Ciudad, firmado por la reina Isabel II de España. Para que ese reconocimiento se materializara, el poblado tuvo que transitar por diferentes momentos, desde sus orígenes como un pequeño asentamiento, a finales del siglo XVII, al oeste del cauce del río Guamá, próximo a esa fuente de agua natural y del camino Real de Vueltabajo, que giraba al suroeste, para continuar a San Mateo. Ese lugar no se ha definido con precisión, aunque se sabe que está cerca del actual parque Martí.

Para mediados del siglo XVIII, el pequeño caserío se había trasladado para lo más alto del entorno, donde hoy se encuentra el parque de la Independencia. Ese tercer traslado sería definitivo, iniciándose paulatinamente el crecimiento, sobre todo, a partir de los últimos años de ese siglo, cuando se radicó de forma permanente el Teniente Gobernador, máxima autoridad de la jurisdicción y todas las dependencias del poder colonial que lo acompañaban.

Los incendios, crecidas del río, dificultades con la comunicación terrestre y la escasa población de la jurisdicción, en particular del partido de Pinar del Río, condicionaron su lento crecimiento en el siglo XVIII, sin embargo, la consolidación de Vueltabajo como la mejor productora de tabaco en el mundo, contribuyó a cambiar el panorama, a partir de los primeros años del siglo XIX.

Algunos historiadores han cometido el error de considerar las mercedaciones de tierra del Cabildo de La Habana, en el siglo XVI, como fecha precisa de fundación de la ciudad de Pinar del Río, cuando constituye un proceso diferente, por la finalidad de la mercedación, de entregar tierras a nombre de los reyes para la cría de ganado.

Esas propiedades, otorgadas a una naciente oligarquía terrateniente, estaban caracterizadas por la inestabilidad, porque muchas —como el corral Pinar del Río— no se explotaban ni ocupaban, teniendo que mercedarse de nuevo. Fue común la carencia de residencia fija de las pocas personas que estaban a cargo del lugar y la escasa población, al punto de que, comenzando la década del ochenta del siglo XVII, apenas habitaban el corral Pinar del Río cuatro o cinco personas, entre libres y esclavos, mientras en el actual municipio no llegaban a veinte. Pero el objetivo del presente libro, no es exponer todos los criterios sobre el origen y evolución de la ciudad de Pinar del Río, ese nuevo texto —en preparación por los autores— se publicará en un futuro no lejano. Solo recordar las declaraciones de alguien que fuera protagonista de aquel proceso, el agricultor Pedro Jiménez, quien en 1762, a los veintiocho años de edad, llegó al poblado y a los ochenta de vida, era portador del criterio de los antepasados. En 1814 en un juicio litigioso por los terrenos que ocupaba el poblado, expresó que Francisco de Cárdenas había donado dos caballerías de tierra para fomentar el poblado y cada cual plantó su casa en el lugar que le convino, solo se necesitaba la autorización del cura. Todo ese proceso había iniciado durante la primera mitad del siglo XVIII.

La obra no pretende abarcar todos los temas relacionados con la ciudad, hemos decidido referirnos a los elementos más significativos, por ello, no aparecen todas las calles, los inmuebles, comercios e instituciones.

La selección de los textos ha sido muy difícil, pues la obra superaba las 500 páginas, escritas desde 1996, como parte de las investigaciones realizadas para el programa televisivo Raíz y Memoria. Por ello, sin perder su carácter científico, está escrito para que pueda leerse con facilidad por la población pinareña, principal motivación de este libro que rinde homenaje a Pinar del Río y sus habitantes.

El ordenamiento de la obra no está sujeto a la tradicional tendencia de exponer los hechos y procesos históricos cronológicamente; las peculiaridades de cada uno de los temas expuestos, en su mayoría independientes, condicionó su estructura, aunque primó la organización por temáticas.

Fueron consultadas y referenciadas numerosas fuentes, entre ellas, investigaciones de importantes historiadores como: Manolo Herrera, Emeterio Santovenia, Antonio R. Delgado Villa y Gerardo Ortega. Otros estudios de Marilín Laborí, Nidia Cabrera, la Oficina Técnica de Monumentos y Sitios Históricos, del Museo Provincial y de otros investigadores, fueron imprescindibles. Los periódicos Heraldo Pinareño, Vocero Occidental, Sierra Maestra y Guerrillero, junto a los fondos del Archivo Provincial, aportaron informaciones precisas e inéditas sobre persos temas.

Desde 1996 se ha conmemorado sistemáticamente la fecha del 10 de septiembre de 1867, cuando la reina de España, Isabel II, concedió a Pinar del Río el título de Ciudad, después de varios años de espera.

En diferentes momentos se habían realizado actos y festejos aunque, a partir de 1996, esa tradición sería sistemática. La historiadora Milagros Fernández Vera fue la iniciadora, promoviendo conversatorios y encuentros con estudiantes de varias escuelas, apoyada por la dirección del Museo Provincial. Durante los años siguientes, el Buró provincial del PCC, el Gobierno, la Dirección de Cultura y la Unión de Historiadores de Cuba, diseñaron el conjunto de actividades con participación popular, hasta convertirse en una jornada de encuentros científicos y festejos.

Por supuesto, la ciudad actual no se parece a la de 1867, solo se mantiene la concepción de una parte de sus calles y algunos inmuebles. La urbe ha transitado por varios momentos donde se han realizado notables cambios en su trazado, arquitectura y urbanización en sentido general. La calle Real, hoy José Martí, es diferente a la imagen que tenía en 1882, según muestran los grabados de la época.

Las generaciones pasadas fueron transformándola a partir de nuevas técnicas y estilos, de las posibilidades económicas y el inexorable crecimiento poblacional. Pero esos cambios se realizaron fundamentalmente sin romper los conceptos originales y el uso de los materiales tradicionales de construcción, tales como, ladrillo, teja y madera.

Su centro histórico se protege por diferentes entidades encargadas de conservar los valores de su arquitectura y belleza, como una de las ciudades más eclécticas de Cuba. Con esos criterios se ha trabajado intensamente desde el año 2015 cuando quedó constituido oficialmente por la Asamblea Provincial del Poder Popular, el Grupo Técnico Asesor de la ciudad de Pinar del Río. A partir de ese momento se retoman conceptos, estudios y proyectos de años anteriores; fueron creados diez programas de trabajo, encaminados a solucionar la mayoría de las necesidades de una urbe que ha crecido considerablemente.

El programa general de reanimación de la ciudad incluyó, en los planes de la economía de 2017, numerosas inversiones para restaurar inmuebles y espacios públicos, a tono con los conceptos contemporáneos. Todos esos esfuerzos para dignificar los 150 años de la categoría de Ciudad, estuvieron dirigidos por las máximas autoridades políticas y gubernamentales de la provincia y el municipio, con participación de la comunidad de arquitectos e ingenieros, personalidades de la cultura, restauradores y constructores.

PARTICULARIDADES DE PINAR DEL RÍO

Fundación de los poblados en Vueltabajo

El proceso fundacional de los poblados de Vueltabajo, durante el periodo colonial, tuvo particularidades persas. Cada lugar escogido para levantar las primeras viviendas pudo demorar años e incluso siglos, hasta adquirir la fisonomía de un sitio urbano.

La parte más occidental del territorio nacional fue, desde el siglo XVI, un enclave de lento crecimiento demográfico. Está considerada entre las regiones cubanas de mayor complejidad geográfica por su configuración alargada y estrecha, sus montañas y llanuras, entre ellas, la cársica de Guanahacabibes. En esta región no se erigió ninguna villa por los colonizadores y los escasos conglomerados poblacionales fueron intermitentes, hasta finalizado el siglo XVII. Durante los primeros 200 años de dominio español la región de Vueltabajo se caracterizó por el despoblamiento y abandono de las autoridades peninsulares.

Para la siguiente centuria aparecen algunos poblados constituidos por pequeños grupos de inmuebles alrededor de una iglesia, pero no es hasta el siglo XIX que estos lugares experimentan un acelerado crecimiento, debido al auge del tabaco, el azúcar y el café.

La insuficiente atención de las autoridades coloniales, trajo como consecuencia la inseguridad en Vueltabajo, enclave utilizado por corsarios y piratas para refugiarse y contrabandear cueros, carnes y tabaco, por lo menos hasta finales del siglo XVIII.

Bajo esas prerrogativas fue surgiendo una región histórica, distinguida entre las más prósperas de la nación, con un aumento considerable de sus habitantes, debido a la alta demanda del tabaco.

En los inicios del siglo XVII se reportaba el caserío de Guane, pero sin gran trascendencia, porque no hubo acto fundacional, ni durabilidad como centro urbano, según se expresó en algunas fuentes documentales. En 1680 no estaban dadas las condiciones en Vueltabajo para declarar la existencia de un poblado, puesto que en ningún hato o corral vivían más de diez personas.

Es imposible definir una fecha precisa de surgimiento de la mayoría de los poblados del territorio. Historiadores y geógrafos asumen criterios persos, confundiendo la fecha de mercedación de los cabildos como el acta fundacional. Así sucede con Pinar del Río, al mercedarse Río Feo y San Mateo a mediados del siglo XVI, cuando tal acta constituyó una simple autorización para la cría de ganado.

La existencia de una o varias casas de madera, guano, yagua o embarrado en el centro de algún hato o corral, fue típico de aquellas grandes dimensiones de tierra y en muchos casos dieron paso a los núcleos urbanos en Vueltabajo.

Se puede asegurar la existencia de un lento proceso, durante el cual surgen y se consolidan los primeros caseríos en esta región, en el siglo XVIII, pero la escasa población, los incendios y las crecidas de los ríos determinaron su mudanza de un sitio a otro, hasta ubicarse en el lugar adecuado.

La mayoría de los poblados de Vueltabajo se fueron levantando en la llanura sur, más extensa y de mejores condiciones para la agricultura y la ganadería. No obstante, en la llanura norte y el sistema montañoso de Guaniguanico, surgieron diferentes asentamientos como Mariel, Cabaña, San Diego de Núñez, Bahía Honda, Las Pozas, La Palma, Viñales, Baja y Sumidero.

En la llanura sur estaban Guanajay, Artemisa, Candelaria, San Cristóbal, Los Palacios, Paso Real de San Diego, San Diego de Los Baños, Consolación del Sur, Pinar del Río, San Luis, San Juan y Martínez, Guane, Paso Real de Guane y Mantua. Considerados entre los primeros establecidos y los más importantes, ninguno de estos sitios, con la excepción de Mariel, se constituyó en las costas.

Las normas establecidas por el estado español para el fomento de un poblado, en cuanto a estructura de calles, manzanas, Plaza de Armas, disposición de solares y ubicación de los principales edificios estatales y religiosos, no fueron respetadas en la mayoría de los asentamientos urbanos levantados en Vueltabajo.

En poblaciones como Guane y Pinar del Río, las condiciones del terreno y la forma empleada para distribuir los solares, determinaron notables deformaciones, visibles en la actualidad, porque el punto centro de la villa surgió alejado de toda concepción urbanística.

Entre las regularidades presentes en el fomento de los primeros poblados, durante el periodo colonial, estuvo el hecho de su ubicación a lo largo del Camino Real de Vueltabajo y, en menor medida, el Camino del Norte; siempre con una fuente de abasto de agua cercana y en el centro de una zona de producción. Esos viales, trazados durante los siglos XVI y XVII, definieron la calle Real de los incipientes caseríos como paso previo a las villas, poblados y ciudades. Esa regularidad contribuyó a la adecuación de cualquier concepto fundacional en un territorio, edificado en esencia, por la voluntad de los habitantes.

La arquitectura simple y modesta, propia de las zonas rurales, se concentró inicialmente de forma persa, al conjugarse una casa de madera con una de embarrado o mampostería, con techos de guano y teja, reflejando el nivel económico de la sociedad vueltabajera en aquellos siglos fundacionales.

Situarse en cualquier poblado de la región y observar sus detalles, permite comprender lo perso del proceso de edificación de los poblados. Cada uno de ellos tiene sus particularidades, una leyenda o historia entorno al surgimiento y evolución de la localidad donde están enclavados.

Al arribar a la segunda mitad del siglo XIX, la mayoría de los poblados de Vueltabajo estaban definidos y aunque eran pequeños asentamientos, todos contaban con persos comercios, panaderías, farmacias, herrerías, dependencias estatales como inmuebles para las autoridades político administrativas, cuarteles, penitenciaría, hospital e iglesia.

Los más importantes eran núcleos urbanos, establecidos y refrendados antes de 1774 en que se estableció la Tenencia de Gobierno de Nueva Filipina, convertidos entonces en cabecera de partidos en Mantua, Guane, San Juan y Martínez, Pinar del Río, Consolación del Norte y Consolación del Sur. De igual forma se encontraban los situados entre Nueva Filipina y La Habana, declarados después parte de la jurisdicción de Mariel, Bahía Honda y San Cristóbal, y en 1879 territorios de la provincia de Pinar del Río.

Al crearse el régimen de las provincias en Vueltabajo, se definieron un total de 25 municipios con sus poblados cabeceras, prueba del crecimiento de otros centros urbanos, para mediados del siglo XIX.

Tanto Jacobo de la Pezuela como Esteban Pichardo, describieron las tipologías de pueblos existentes en aquellos años, bien como villas, poblados, aldeas o aldeíllas, según sus particularidades. De esa forma lugares como Galafre, en San Juan y Martínez, Sábalo y Bailén, en Guane, estuvieron en la categoría de pueblos, al igual que La Coloma y Arroyos de Mantua.

En la actualidad, los poblados pinareños conservan la mayoría de las particularidades arquitectónicas del periodo colonial, especialmente donde se erigieron los primeros inmuebles. Cubiertas de tejas, columnas en los portales, herrajes en puertas y ventanas, unidos a la estructura de esas edificaciones, muestran la belleza de los estilos arquitectónicos utilizados.

Origen del nombre

Pinar del Río es un nombre singular, surgido desde los primeros tiempos de la etapa colonial, en la que comenzó un proceso de reafirmación de topónimos provenientes de dialectos aborígenes, que se mezclaron con los introducidos por los colonizadores. Desde entonces y a pesar de sus diferencias, ambos grupos intercambiaron aspectos culturales, sobre todo, en cuanto a la alimentación, creencias místico religiosas y lenguaje.

De esta forma, numerosos sitios mantienen nombres aborígenes del dialecto arahuaco, mientras otros se denominan con palabras del castellano, como es el caso de Pinar del Río.

En la sesión del Cabildo de La Habana, de 19 de julio de 1641, quedaría la constancia escrita del sitio mercedado a Luis de Riso, situado al poniente de la Isla, denominado Pinal del Río, por estar situado en las márgenes del río Guamá y rodeado de pinos. Todo parece indicar que con antelación a esta fecha, ya se conocía el nombre, pero sería a partir de aquel momento, que comenzó a registrarse en documentos oficiales.

Desde el siglo XVII y hasta bien adelantado el XIX, el lugar se llamó indistintamente Pinal del Río o Pinar del Río, según consta en los registros de las escribanías de la época, prevaleciendo al final, la denominación actual de Pinar.

Tal singularidad no escapó del análisis de varios estudiosos de la época, entre los que se destacó por sus aportes, Esteban Pichardo. Este sabio alertó sobre la violación de las normas castellanas de este tipo de palabras terminadas en al.

En el caso de Pinar del Río, estaba presente la contracción del (preposición de y artículo el) que establecía la cacofonía al escribir y pronunciar Pinal del Río. Todo bien complicado, pero resuelto por la oralidad y las personas obligadas a escribir este nombre compuesto, en esta región del país.

De esa forma, el corral Pinar del Río no constituyó una mercedación más de las otorgadas por el Cabildo de La Habana en el siglo XVII. El hecho posibilitó la existencia de un sitio con nombre original trascendente, porque le dio personalidad propia a un lugar distante de la capital, convertido con el tiempo en centro de una región.

El nombre de Pinar del Río marcó pautas en Vueltabajo, al no quedar circunscrito a una propiedad territorial. Después de 1680, el número de habitantes de la zona creció poco a poco, siendo paso obligado para monteros, comerciantes, propietarios de haciendas y vegueros. En lo que sería luego la ciudad, aparecieron las primeras tiendas mixtas, hosterías y se prestaban servicios eclesiásticos. Los documentos religiosos muestran las particularidades del proceso colonizador y la diversidad étnica expresada desde los orígenes del poblado de Pinar del Río, en predios del corral mercedado a Luis de Riso, en 1641.

La posición geográfica del corral Pinar del Río fue determinante para la gestación de un pequeño caserío. Su existencia constituyó un hecho real a mediados del siglo XVIII, momento de despegue de su crecimiento poblacional.

Cuando se creó la Tenencia de Gobierno en 1774, recibió el nombre de Nueva Filipina y no es hasta décadas después que comienza a denominarse, indistintamente, Pinar del Río. Tampoco fue el incipiente centro urbano la sede o capital de la jurisdicción, extendida desde el río Los Palacios hasta el cabo de San Antonio, con cabecera en el poblado de Guane, a orillas del río Cuyaguateje. No transcurrió mucho tiempo para que las ventajas geográficas y económicas del partido y poblado de Pinar del Río se impusieran sobre Guane. De esa forma se consolidó el nombre de Pinar del Río, no solo para denominar una propiedad territorial, sino el poblado y la estructura político administrativa llamada partido, convertida después en municipio.

El naciente poblado, denominado Pinar del Río, fue punto obligado en el tránsito de comerciantes, viajeros y pobladores por estas tierras. Muchas personas dejaron constancia de su paso por aquí, al referenciarlo en libros y manuales como centro de una próspera región tabacalera.

Poco a poco el nombre de Nueva Filipina fue sustituido por el de Pinar del Río; ya para mediados del siglo XIX apenas se mencionaba el primero cuando se referían a la Jurisdicción. Así se nombra la región, convertida para esa etapa en una de las más prósperas al oeste de la capital del país.

Se ha considerado que, un primer asentamiento del corral estuvo próximo al actual Hospital León Cuervo Rubio. Más tarde, las primeras casas se establecieron en los alrededores del actual parque Martí, para situarse de forma definitiva, en la segunda mitad del siglo XVIII, en un collado donde hoy se encuentra el parque de la Independencia.

A finales del siglo XVIII, era una pequeña aldeílla con cerca de veinte casuchas de guano y yagua o embarrado y guano, sin disposición urbanística, para dar paso, en la primera mitad del XIX, a un poblado que fue creciendo irregularmente, desde aquella altura hacia el este, buscando el cauce del río Guamá. Así se fue conformando la calle Real o Mayor, hoy José Martí.

Después de la década del treinta del siglo XIX, a pesar de la irregularidad de las calles, donde aún primaba el desorden urbanístico, comenzaría un periodo caracterizado por mayores exigencias, en cuanto al cumplimiento de las normas de crecimiento del poblado.

En 1839, la mayor parte de las edificaciones tenían cubiertas de teja y paredes de embarrado, madera o ladrillos, aunque las calles seguían desiguales y con su Plaza de Armas de tres esquinas, como aún lo expresa ese espacio público convertido, durante la República neocolonial, en parque de la Independencia.

Por mucho que nos conmuevan los sentimientos de amor hacia Pinar del Río, es preciso definir que el poblado no tuvo fecha fundacional, al igual que la mayoría de los pueblos de Vueltabajo, constituyendo un proceso que se extiende desde finales del siglo XVII hasta 1867, cuando recibe el título de Ciudad. Fue gestado en terrenos reclamados por los dueños de las haciendas San Mateo y Pinar del Río, que litigaron cerca de un siglo para esclarecer sus límites. Antes que esto sucediera, Francisco de Cárdenas, que dominaba las propiedades Guamá, San Mateo, Taironas, Cangre y Pinar del Río, donó dos caballerías de tierra de este último sitio, para fomentar el pueblo. Tales pasos se daban a principios del siglo XVIII, cuando los habitantes de la región constituían unas pocas familias necesitadas de una base de apoyo local, donde tener una serie de servicios necesarios, incluidos los religiosos.

Entre las condicionantes que contribuyeron a gestar el asentamiento, hay algunas que son muy relevantes, como la creación de la Tenencia de Gobierno de Nueva Filipina, en 1774, y la necesidad de fomentar un poblado cabecera por las autoridades coloniales. Para esta fecha, hacía dos décadas que el asiento del núcleo urbano se había trasladado de las cercanías del actual parque Martí, hacia su sede definitiva, en los alrededores del parque de la Independencia.

Los tenientes gobernadores José de Aguilar, José Callaba y Tomás de Salazar asumieron con verdadera pasión el fomento del pueblo. No solo se enfrentaron, mediante lucha judicial, a los propietarios que se adjudicaban el derecho sobre la tierra donde estaba situado, sino que defendieron la entrega de solares y el crecimiento del poblado, y trabajaron por eliminar los errores cometidos en cuanto a la irracionalidad de las calles, solares y manzanas.

Una extensa lista de otros tenientes gobernadores dirigió la región, destacándose, desde la década del cuarenta del siglo XIX, un grupo considerable que ostentaban altos grados militares y poseían títulos y distinciones alcanzadas en campos de batallas. Algunos dejaron su huella en la ciudad y llegaron a identificarse con sus problemas; otros cerraron los ojos por última vez ante la vida en este sitio.

Sus misiones se concentraban en dirigir la política y la administración, las fuerzas armadas y la justicia. Tal poder se extendía a garantizar la estabilidad económica e impulsar la producción tabacalera.

El aumento de esa producción, el surgimiento de sociedades, comercios, la organización del transporte terrestre y marítimo y el crecimiento acelerado de la población, permitieron al poblado cabecera de la jurisdicción, convertirse en el más importante de Vueltabajo.

El pueblo, desde el punto de vista arquitectónico, reflejaba las peculiaridades de un centro donde se veía la fusión de lo rural y lo urbano, predominando para la década del sesenta los inmuebles de mampostería, embarrado y madera, con techos de teja, que darían paso a otras construcciones más espaciosas y sólidas, que reflejaban nuevas influencias arquitectónicas como las construidas en las primeras décadas del siglo XX.[1]

En 1858, un informe oficial de las autoridades, reconocía que el poblado estaba situado en terrenos del corral Pinar del Río y no en San Mateo, aspecto que despejaría posibles barreras para solicitar, primero, la formación del Ayuntamiento, en 1859 y cuatro años más tarde, en 1863, el Título de Ciudad a la Corona Española. Fue un largo proceso donde se enrolaron vecinos y los tenientes gobernadores. La solicitud se repitió en 1865, siendo denegada nuevamente, hasta que se determinaron las condiciones generales necesarias.

El 10 de septiembre de 1867, parecía un día aparentemente normal para los habitantes de Pinar del Río; sin embargo, a miles de kilómetros de distancia, en España, la reina Isabel II firmaba el Real Decreto que le concedía el título de Ciudad. Fuera de los círculos de poder de la metrópoli, nadie más conoció del acontecimiento, hasta que el 14 de octubre, se supo la noticia en Pinar del Río, en medio de un júbilo poco antes visto en la pequeña urbe, ya que consideraban la declaración como un reconocimiento al esfuerzo realizado durante muchos años.

A partir del 9 de junio de 1878, esta ciudad se convierte en capital de la provincia de Pinar del Río, mediante Real Decreto de la Corona de España, que dispuso la creación de una nueva organización político administrativa de la isla de Cuba, con el régimen de las provincias.

Durante el resto del periodo colonial, Pinar del Río tuvo un crecimiento discreto, para dar paso en los siglos XX y XXI a profundos cambios y un notable aumento del fondo habitacional y el número de habitantes. El censo de 2012, contabilizó 49 936 viviendas y 140 230 habitantes, en un área de 31,68 kilómetros cuadrados.

La Coloma, puerto de la ciudad

El origen de La Coloma se remonta a los siglos XVI y XVII, cuando los primeros navegantes recorrían sistemáticamente el litoral meridional de la isla de Cuba. Las condiciones naturales propiciaron la construcción de un rudimentario embarcadero, diferente por completo a la realidad de este sitio en el presente.

Este lugar fue observado por el almirante Cristóbal Colón, en su segundo viaje de descubrimiento, cuando recorrió, entre abril y junio de 1494, la costa sur de Cuba. Entonces, la experimentada tripulación, con una maestría asombrosa, se acercó a un punto del litoral para apreciar las posibilidades de acceder a tierra. Desde ese momento a la fecha, La Coloma ha contado con un tráfico frecuente de embarcaciones de diferentes tipologías y dimensiones.

En un primer momento, durante los siglos XVI y XVII, La Coloma se utilizó para el comercio y traslado de personas con destino a La Habana y otros lugares de la región, pero con el paso del tiempo, alcanzaría una significativa importancia como sitio de recalo para embarcaciones comerciales, además, fue la principal vía de comunicación marítima de la ciudad de Pinar del Río, por donde llegaban materias primas, pasajeros y correspondencia. Desde aquí se propició un intenso negocio tabacalero con envíos sistemáticos hacia los almacenes establecidos en La Habana.

La Coloma demostró su papel entre los factores principales del florecimiento de la ciudad de Pinar del Río y su consolidación como la capital de la región, principalmente a partir de las primeras décadas del siglo XIX, cuando los comerciantes y propietarios radicados en La Habana comenzaron a invertir para mejorar las condiciones de atraque, descarga y almacenamiento de productos.

En 1841 se fundó la Empresa de Vapores de Bustamante Cajigal y Compañía. A partir de ese momento se realizaron trabajos de acondicionamiento, construcción de muelles y almacenes. Durante la década del cuarenta, los progresos serían continuos y aparejado al aumento del cultivo del tabaco, se crearon mejores condiciones para la comunicación en el territorio. En 1843 la Compañía de Bustamante y Cajigal daría paso a la Empresa de Fomento y Navegación del Sur, insertándose Joaquín Gómez, como uno de los principales accionistas, además de otros hombres de negocios.

En 1863 Jacobo de la Pezuela definió al embarcadero como Caserío Marítimo, con una población de 45 personas, de ellos ocho esclavos y 31 habitantes blancos. Existía un muelle y dos almacenes, con funciones a la vez de tienda mixta, panadería y otras dependencias, así como seis viviendas.

En los predios de La Coloma y su entorno, se fueron estableciendo los mecanismos para la trata de esclavos, monopolizada por Joaquín Gómez y quienes participaban en el control de la actividad comercial, garantizando los surtidos a los diversos comercios de la ciudad de Pinar del Río y demás poblaciones aledañas.