Cómo cazar un marido - Holly Jacobs - E-Book

Cómo cazar un marido E-Book

Holly Jacobs

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Beschreibung

Cuatro pasos para llegar al matrimonio. Sí, ya era hora de poner el plan en práctica. Primer paso: Encontrar un hombre increíblemente guapo como Seth Rutherford, un científico sin un ápice de romanticismo. Segundo paso: Presentarle una mujer bella y encantadora como Desi Smith, una organizadora de bodas profundamente romántica. Tercer paso: Dejar que actúe la naturaleza. Cuarto paso: ¡Conseguido! Ya tenemos un hombre listo para casarse.

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Seitenzahl: 154

Veröffentlichungsjahr: 2022

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Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO si necesita reproducir algún fragmento de esta obra. www.conlicencia.com - Tels.: 91 702 19 70 / 93 272 04 47

 

 

Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Avenida de Burgos, 8B - Planta 18

28036 Madrid

 

© 2002 Holly Fuhrmann

© 2022 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Cómo cazar un marido, n.º 350 - julio 2022

Título original: How to Catch a Groom

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Dreamstime.com

 

I.S.B.N.: 978-84-1141-048-9

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Créditos

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Prólogo

 

 

 

 

 

EL tamaño importa. Pues claro que importa —dijo la señora O’Malley, la madre de la futura novia—. Mi hija no se va a conformar con algo tan pequeño.

—La he visto con mis propios ojos y es suficientemente grande. De hecho, es muy grande —dijo Desi Smith.

Calmar las cosas era parte de su trabajo como coordinadora de bodas, pero calmar a aquella mujer iba a requerir un esfuerzo extra.

—Seth, menos mal que estás aquí —dijo la señora O’Malley mirando detrás de Desi al futuro novio—. Ayúdame con esto.

—Si puedo…

—Ya te he dicho que me llames mamá aunque no tenga edad para serlo —dijo acicalándose la impecable melena castaña—. Quiero que le digas a esta chica que el tamaño importa y mucho. Mary Kathryn necesita algo grande. Si es pequeño, no le va a gustar. Si se encuentra con algo pequeño, se va a enfadar.

Seth Rutherford las miró con los ojos como platos.

—¿De qué estamos hablando exactamente?

Desi intentó no reírse. La verdad era que la conversación se prestaba a malentendidos.

—De la tarta —contestó—. A la señora O’Malley le da miedo que no sea lo suficientemente grande como para que llegue para todos los invitados, pero ya le he dicho que sí.

—Ah, la tarta —dijo Seth, aliviado.

—Voy a buscar a Mary Kathryn. Estáis los dos confundidos y ya veréis cómo se va a poner mañana —dijo la señora O’Malley saliendo del salón de banquetes The Bayside.

La señora O’Malley había insistido en que solo quería lo mejor de lo mejor para su hija y aquel lugar era lo mejor que había en Erie, Pensilvania.

Desi suspiró aliviada cuando se fue, aunque sabía que el tema no estaba ni muchísimo menos zanjado.

—¿Nos conocemos de algo? —preguntó Seth de repente.

—¿Perdón?

—No sé si la conozco. Me suena de algo y no sé de qué —repitió Seth.

Desi sonrió.

—Me preguntaba si te acordarías de mí. Fuimos juntos al colegio… Claro que, yo estaba unos cursos por debajo de ti.

Lo que no añadió fue que se había pasado todo un curso fantaseando con aquel estudiante rubio de último curso ni que había recortado su foto del periódico cuando le dieron el premio de ciencias y lo colgó en el espejo de su cuarto.

—Lo siento, pero no me acuerdo de ti —dijo Seth.

—He cambiado mucho. Entonces llevaba aparato en los dientes, era tremendamente delgada y tenía el pelo frito.

Por suerte, al dejarse el pelo largo, se le habían quitado los rizos, se había cambiado las gafas por lentillas y lo que entonces era una delgadez enfermiza se había convertido en un buen cuerpo de mujer adulta.

No era para caerse de espaldas, pero había mejorado mucho con la edad.

Seth se quedó mirándola.

—Lo siento, pero no me acuerdo —repitió.

—¿Te acuerdas del concurso de ciencias? Mi mesa estaba junto a la tuya y…

—¿Eres tú? Por eso me sonabas. Qué nervios. Llevaba tres meses con aquel proyecto y, al ver que había perdido el transistor, me dije que no tenía nada que hacer. Entonces, me diste uno… me dijiste que te sobraba, pero no era así, ¿verdad? Me enteré luego de que, por darme aquel transistor, tu proyecto quedó fuera de concurso.

—El concurso no era tan importante para mí como para ti —contestó Desi encogiéndose de hombros—. Participé por mis padres. Además, el premio no era para tanto.

—Para mí, sí. Gracias a aquello, fui a la universidad. No sabes cuánto te lo agradezco.

—No lo hice porque quisiera tu gratitud.

—Entonces, ¿por qué lo hiciste?

Desi no estaba dispuesta a contestar a aquella pregunta. Seth no sabía que le gustaba en el colegio y no era el momento de decírselo.

—Voy a ir a ver qué tal va todo por la cocina —dijo sonriendo.

—Nunca te habría reconocido, ¿sabes? No te pareces en nada a la niña de aquel entonces.

—Por suerte, porque recuerdo la época del colegio como la peor de mi vida —sonrió Desi—. Era una torpe.

—¿Torpe? —rio él—. Yo sigo siéndolo. En el ensayo general de ayer, me tropecé con la alfombra mientras llevaba a Mary Kathryn hacia el altar y me tiré una copa de vino nada más empezar la cena. A ver si terminamos de una vez con todo esto. Odio los eventos sociales.

—Para eso estoy yo aquí, para haceros las cosas más fáciles.

—Con que me ayudes a no quedar como un imbécil ya me basta.

—Lo intentaré.

Seth sonrió.

Aquella sonrisa la había hecho estremecerse siendo una adolescente. Aún ahora, la hacía sentir algo, era diferente, pero también intenso.

En ese momento, Desi vio a Mary Kathryn saludándolos con la mano.

—Me parece que te está buscando tu novia.

—Hasta mañana —dijo él despidiéndose.

Desi observó cómo su primer amor iba hacia su novia y el padrino de boda. Después de tantos años, se acordaba de lo del transistor.

Aquel gesto lo había ayudado a que le dieran una beca. Se sintió realmente bien por ello.

Años atrás, había soñado con la boda de Seth, pero entonces ella era la novia, no la coordinadora.

Desi sonrió ante aquel recuerdo. Tenía muchas cosas que hacer. La boda era al día siguiente y tenía la corazonada de que iba a ser un bombazo…

Capítulo 1

 

 

 

 

 

MADRE mía, qué buena está.

Desi estaba de acuerdo con Phil. La que estaba buena era la novia, que estaba a punto de salir corriendo de su propia boda.

—¿Quieres que la agarre?

Desi sonrió a su ayudante y fotógrafo.

—No creo que sirviera de mucho —contestó Desi.

Habían asistido a la ceremonia desde el principio y se había quedado tan helada como los demás al ver a la novia abandonar la iglesia.

—¿Qué hacemos? —preguntó Phil.

Desi deseó tener la respuesta. Llevaba cinco años en aquel trabajo y nunca se había encontrado con una novia a la fuga.

—Les damos las gracias a los invitados por venir —propuso— e intentamos hacer que el novio no quede como un imbécil —añadió recordando la promesa que le había hecho a Seth el día anterior.

—¿Cómo «damos» e «intentamos»? De eso nada, muñeca. Yo me limito a hacer fotografías. La jefa eres tú.

Desi se apartó el pelo de la cara y se abrió paso entre los que rodeaban a Seth.

Le había hecho una promesa y la iba a cumplir.

—Seth, ¿quieres que les diga a los invitados que se vayan a casa?

—El banquete está pagado, ¿no? —preguntó Shannon, la hermana de la novia.

—Todo está pagado y preparado.

—Todo, menos la novia —observó Seth.

—Seth, ya que está todo pagado… —insistió su casi cuñada.

—No quiero…

—Tienes que demostrarle a la gente la clase que tienes —concluyó Shannon.

—¿Seth? —dijo Desi.

No quería obligarlo a hacer nada que no quisiera. Estaba tieso y tenso como un cable. En sus ojos, vio dolor y confusión y deseó poder ayudarlo.

Seth se encogió de hombros.

—Fiesta —dijo.

 

 

Seth Rutherford se sentía como un imbécil.

Todos le habían dicho que no pasaba nada, pero no le había servido. Su madre estaba tan preocupada, que su padre se la había tenido que llevar a casa.

Él no sabía qué hacer ni cómo mostrarse. Nunca había sido una persona de demostrar sus sentimientos. Era más bien de no dejarse llevar, de pensar las cosas mucho. Era obvio que, sin embargo, no había pensado lo suficiente sobre su relación con Mary Kathryn.

Dio un trago de cerveza e hizo una mueca. No le gustaba, pero se había bebido unas cuantas.

Miró qué hora era. Llevaba dos horas en aquella fiesta. Le sobraba una hora y cincuenta y nueve minutos, la verdad.

Lo había intentado, se había mostrado entero ante los invitados, pero había llegado el momento de irse. Sin despedirse de nadie, salió al aparcamiento.

La mitad de la ciudad estaba allí. ¿De verdad Mary Kathryn y él conocían a tanta gente? En realidad, no salían mucho.

Solían quedarse en casa trabajando. Se habían conocido en la universidad y Seth le había pedido que participara en su proyecto. Ella había accedido y la conexión entre ellos había sido casi instantánea. Entre las clases y la investigación, no le quedaba mucho tiempo para tener vida social. Tampoco le importaba. Seth siempre había preferido los libros y los microscopios a la gente.

Hasta que había aparecido Mary Kathryn.

Era una mujer brillante y se sentía a gusto con ella. Esa había sido una de las razones por las que había decidido casarse con ella. Tenían intereses y objetivos comunes… la pareja perfecta.

Pero se había ido.

Dio otro trago a la cerveza. No solía beber, pero aquella noche haría una excepción. Llevaba ya dos horas haciéndola, pero no era suficiente para olvidar sus sentimientos… fueran los que fueran.

¿Qué sentía por ella? No había parado de darle vueltas a aquella pregunta desde que Mary Kathryn se había ido. La quería, claro. Por eso le había pedido que se casara con él, ¿verdad?

¿O no se lo había pedido?

Había sido como un acuerdo tácito. Estaba claro que se iban a casar. Ahora que lo pensaba, no recordaba siquiera haber elegido el día. Claro que, en aquellos momentos, se encontraba un poco mareado por la cerveza.

Así era mejor. Con una lata en cada bolsillo del traje, se puso a buscar su coche. Con un poco de suerte, nadie se habría dado cuenta de que se había ido.

Le importaba un bledo lo que pensaran. Lo único que quería era irse a casa y olvidar aquella casi boda. Decidió olvidarse de todas las mujeres. Punto.

No necesitaba que ninguna se metiera en su vida.

—Seth, ¿necesitas ayuda?

Al oír la voz, dio un respingo y se giró. Ah, la coordinadora de la boda. La pequeña Desi Smith. Bueno, ya no era pequeña. Tampoco era muy grande, pero, desde luego, había crecido.

—¿Seth? Anda, déjame que te ayude —dijo.

—Si no acabara de decidir que no quiero nada de las mujeres, podría considerar tu propuesta, pero…

A pesar de su resolución, tuvo que admitir que aquella mujer estaba muy bien.

La noche anterior, había llegado a casa y había sacado el anuario para buscar su foto. Desdémona Smith. Si no se lo hubiera dicho ella misma, jamás habría creído que era la chica del transistor.

Nada que ver con aquella chica. Ahora era una mujer muy guapa de pelo largo y moreno. Se preguntó qué tacto tendría. Parecía sedoso.

Se dijo que debía de estar más borracho de lo que creía para estar pensando en el pelo de Desi Smith. Él era un intelectual. No solía fijarse en esas cosas. Era mejor irse.

—¿Sabes dónde está mi coche?

—No puedes conducir.

—Claro que sí. Ha sido el único examen en mi vida que he suspendido. Bueno, lo aprobé a la segunda y nunca me han puesto una sola multa ni he tenido un accidente.

Desi negó con la cabeza y su melena se movió de un lado a otro. Seth alargó un brazo para tocarle el pelo, pero la parte de su cerebro que todavía no estaba anestesiada por la cerveza lo hizo meterse la mano en el bolsillo a tiempo.

—Has bebido demasiado.

—Y lo que me queda —le aseguró pensando que, si hubiera bebido de verdad, se habría olvidado de su casi boda y le acabaría de tocar el pelo.

—No puedes conducir así.

—Me tengo que ir. Me temo que si no, voy a hacer el imbécil todavía más.

—A mí me parece que lo has llevado muy bien. Anda, ya te llevo yo a casa, ¿de acuerdo?

—Eh…

—Más vale que digas que sí porque no pienso dejarte conducir.

—Eres una mandona —contestó Seth.

No le gustaban las mujeres mandonas sino calladas. Le gustaban las mujeres compañeras, no las jefas.

—Mi ayudante dice que lo contrato solo para darle órdenes. A él también le parezco una marimandona.

—Mary Kathryn no era una mandona.

—Yo no soy Mary Kathryn —dijo Desi yendo hacia el coche.

—Me alegro. Me ha dejado. La verdad es que ha hecho bien.

—Seth, lo siento mucho…

—No lo sientas. Te debo una por sacarme de aquí.

Llegaron al escarabajo de Desi.

—Sube —le dijo abriendo la puerta del copiloto.

Seth miró en el interior del coche y dio un paso atrás.

—No, no pienso subirme ahí. Qué desastre de coche. Seguro que me agarro una enfermedad o algo.

—No es para tanto —dijo Desi.

—Pero si no quepo. No soy un gnomo de los bosques como tú —dijo sentándose y plegando las piernas—. Las leyes de la física son muy claras—añadió—. Es obvio que los hombres tan altos como yo no cabemos en sitios tan pequeños como este. Es una cuestión de peso. Podríamos hacer el cálculo. ¿Qué prefieres? ¿Un cubo o una esfera? Si fuera una esfera, solo tendrías que elevar al cubo mi radio y multiplicarlo por πy por cuatro tercios y…

Se dio cuenta de que a Desi le importaba un bledo el cálculo. De hecho, ni había contestado. Se había limitado a doblarle las piernas y a meterlo en el coche.

Seth estaba realmente sorprendido de haber cabido.

—Si hubiera hecho bien el cálculo, me habría dado cuenta de que se me había olvidado la fuerza. Claro, aparte del peso, está la fuerza. No se me suelen olvidar las cosas así como así. Tal vez el alcohol está haciendo efecto. A ver si con un poco de suerte me he olvidado de este día.

Hizo una pausa.

—No, me acuerdo.

—Estás más cuba que esfera, ¿sabes? Anda, cierra la puerta.

Seth obedeció y murmuró de nuevo que era una mandona.

—¿Dónde vives? —preguntó Desi poniéndose al volante.

—Avenida Winston, veintisiete —contestó tirando una lata de cerveza vacía al asiento de atrás.

—Eh, ¿qué haces? No tires basura en mi coche.

—¿Cómo que no? Al coche le encanta. Lo que me asombra es que la gente se sube en él. Mira cómo lo llevas de basura.

—No es basura. Son cosas que podría necesitar. Trabajo mucho tiempo en el coche y me gusta estar preparada.

—Como una exploradora —rio Seth abriendo otra lata de cerveza.

—No tiene gracia —dijo Desi—. ¿Por qué no dejas de beber?

—Sí tiene gracia y no me da la gana de dejar de beber —contestó.

Toma ya.

No dijeron nada más durante un buen rato… mientras el escarabajo se deslizaba por las calles de Erie.

Escarabajo.

Un buen nombre para aquel coche. Pequeño y sucio, como un escarabajo. Bueno, no estaba sucio, pero sí desordenado.

Si los escarabajos tuvieran compartimentos, seguro que estarían tan desordenados como aquel coche. A Seth le gustaba el orden. Por eso, casarse con Mary Kathryn le había parecido lo más normal. Ahora descubría con pasmo que no casarse con ella también le parecía muy normal. Aquello lo confundía.

—¿Qué casa es? —preguntó Desi al enfilar su calle.

—La blanca —contestó Seth.

Lo había conseguido. Estaba en casa. Solo quería arrastrarse hasta la cama y olvidar que aquel día había existido. No quería pensar.

No podía pensar.

Lo que estaba claro era que debía olvidarse de las mujeres y de casarse. Estaba en vacaciones de verano. No tenía que volver a dar clase hasta otoño. Tenía a su gato y sus investigaciones. ¿Qué más necesitaba?

Buscó el tirador para abrir la puerta del coche. Le costó encontrarla y, cuando lo hizo, no abría.

—¿Me has encerrado? Te pega todo. Una mujer mandona seguro que encierra a los hombres en su coche. A las mujeres marimandonas os gusta tener todo bajo control y, claro, si un hombre no puede salir de vuestro coche, tenéis la situación controlada. Seguro que estás pensando que te debo una por traerme a casa.

A pesar de que estaba borracho, Seth se dio cuenta de que así era.

—Forma parte de mi trabajo.

—¿Llevar al novio borracho a casa? No, no, te debo una.

Desi salió del coche sin decir nada, lo rodeó y le abrió la puerta.

—Ya está.

—Gracias —contestó Seth intentando salir—. ¿Ves? Tienes un coche muy pequeño. No puedo salir. Vas a tener que llamar a los bomberos para que me saquen de aquí. Estupendo. Más humillaciones para el día de hoy. Me van a tener que sacar de un escarabajo pintado con flores y un arco iris de los sesenta. No podré soportarlo. Soy un hombre.

Abrió la última lata de cerveza. Si iba a sufrir semejante humillación, quería estar preparado.

Desi se inclinó sobre él sin decir nada.

—¿Qué haces? —gritó Seth.

No podía beber porque aquella mujer se había puesto en medio. Necesitaba con desesperación aquella cerveza. Todavía no estaba lo suficientemente borracho.

Para colmo, lo estaba rozando con sus encantos. No eran enormes, pero tampoco diminutas. Eran lo suficientemente grandes como para que ya se hubiera fijado en ellas antes y lo suficientemente grandes como para que le rozaran el brazo en aquellos momentos.

—En el colegio, no tenías pecho. ¿De dónde ha salido?

—Eres científico, ¿no? Pues tú sabrás —contestó Desi de mala gana.

Se incorporó y lo esperó fuera del coche. Seth salió con dificultad, se puso en pie y… al suelo. Desi lo agarró por los pelos.

—Eres más fuerte de lo que pareces —comentó Seth sin dejar de beber.