Complejidades del convivir - Denise Najmanovich - E-Book

Complejidades del convivir E-Book

Denise Najmanovich

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Beschreibung

En esta obra, la autora ofrece una cartografía para recuperar la sabiduría del deseo y el pensar vital, situado e implicado que nos anime a habitar la existencia singular y común desde el conversar-desear-pensar. Los paradigmas modernos conciben a la existencia basada en el competir-poseer-conquistar. El sujeto no solo se cree disociado de las demás criaturas, sino también superior y enfrentado a ellas. A partir de estas ideas se construyó la cultura del convencer, que no es otra cosa que la guerra por medio de las ideas. Este libro propone abandonar esa ética-estética beligerante de la dominación, para abrazar una perspectiva convivencial, nacida de la comprensión de que no vivimos aislados, sino entramados. Esta mirada nos invita a desalambrar la vida y a desarmar las esferas imaginarias en que la cultura occidental la ha confinado. No se trata tan solo de un cambio de paradigmas, sino de una verdadera metamorfosis ética, estética, epistemológica, existencial y política.

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Seitenzahl: 250

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Denise Najmanovich

Complejidades del convivir

Conversar. Desear. Pensar

Denise Najmanovich

Complejidades del convivir / Denise Najmanovich. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Centro de Publicaciones Educativas y Material Didáctico, 2024.

(Educación popular y pedagogías críticas)

Libro digital, EPUB

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-631-6603-27-2

1. Filosofía del Conocimiento. 2. Reflexiones. 3. Cultura Contemporánea. I. Título.

CDD 306.01

Corrección de estilo: Liliana Szwarcer

Diagramación: Patricia Leguizamón

Diseño de cubierta: Pablo Gastón Taborda

Imágenes del interior y cubierta: Carlos Kravetz

Los editores adhieren al enfoque que sostiene la necesidad de revisar y ajustar el lenguaje para evitar un uso sexista que invisibiliza tanto a las mujeres como a otros géneros. No obstante, a los fines de hacer más amable la lectura, dejan constancia de que, hasta encontrar una forma más satisfactoria, utilizarán el masculino para los plurales y para generalizar profesiones y ocupaciones, así como en todo otro caso que el texto lo requiera.

1º edición, agosto de 2024

Edición en formato digital: septiembre de 2024

Noveduc libros

© Centro de Publicaciones Educativas y Material Didáctico S.R.L.

Av. Corrientes 4345 (C1195AAC) Buenos Aires - Argentina Tel.: (54 11) 5278-2200

E-mail: [email protected]

ISBN 978-631-6603-27-2

Conversión a formato digital: Numerikes

Índice

Cubierta

Portada

Créditos

Sobre la autora

Dedicatoria

Palabras preliminares

Capítulo 1. Complejidades de la complejidad

Transformaciones en las estrategias de abordaje

Transformaciones epistemológicas

Transformaciones en las metáforas generativas

Transformaciones políticas

Transformaciones estéticas

Transformaciones éticas

Capítulo 2. ¿De qué hablamos cuando hablamos de naturaleza?

¿Existe la naturaleza?

El proyecto moderno: la fierecilla domada y el inquisidor

El reino de la máquina: la fierecilla olvidada. La naturaleza des-animada

Terranos: revitalizar la vida

Capítulo 3. Palabras para concluir

La cuarta herida narcisista: ciegos a nuestra ceguera

Crónica de una pandemia anunciada

Lo que la metáfora de la guerra nos impide ver

Tejer la convivencia: armonías generativas tensas e intensas

A modo de inconclusión

Capítulo 4. ¿Qué puede un cuerpo?. Paisajes y cartografías de los cuerpos deseantes

Objetivación, mecanización y cosificación del cuerpo en las grillas cartesianas

Pensar el cuerpo vincular en la trama de la vida

La infinita aventura de pensar

Capítulo 5. Conversar: travesuras y travesías del sentido

De la alegría de conversar a la lúgubre atmósfera de sermonear

Conversar como cuerpos deseantes

Revitalizar la conversación

Capítulo 6. Armonías generativas tensas e intensas. El juego infinito del acuerdo y la discordia

Armonía preestablecida

Armonías generativas

Capítulo 7. Lo íntimo, más fuerte que todas las barbaries

Bibliografía

Otros títulos

Hitos

Tabla de contenidos

DENISE NAJMANOVICH. Epistemóloga. Doctora por la PUC-San Pablo. Master en Metodología de Investigación. Fue profesora de la maestría en Psicología Educacional (UBA). Profesora de la Maestría en Comunicación Estratégica (UNR) y del doctorado de Ciencias Sociales (UNER). Dicta seminarios de doctorado, cursos y conferencias en numerosas universidades de Argentina, Brasil, Chile, Uruguay, Perú, Colombia, Costa Rica, Nicaragua, España, República Dominicana y México. Trabaja en temáticas relacionadas con los enfoques de la complejidad, los nuevos paradigmas, subjetividad, vínculos y redes. Ha publicado, entre otros libros, Complejidades del saber; El mito de la objetividad; Mirar con otros ojos. Nuevos paradigmas en la ciencia y pensamiento complejo; Epistemología para principiantes; El juego de los vínculos. Subjetividad y lazo social: figuras en mutación y O sujeito encarnado. Questoes para pesquisa no/do cotidiano, así como numerosos artículos en revistas nacionales y del extranjero.

A mi queridísima

sobri-ahijada

Flor Kravetz, in memoriam.

Por la alegría de la convivencia, a Caio,

Lau, Nat y Nancy, con todo mi amor.

A los participantes de mis grupos de pensamiento,

porque son una fuente nutricia indispensable

no solo para aprender sino también para disfrutar

y potenciarnos en el alegre conversar.

Palabras preliminares

Este volumen reúne artículos inéditos y otros ya publicados, escritos en diversos momentos entre los años 2017 y 2024 cuyo hilo conductor es el deseo de pensar de otro modo las formas de convivir y, por tanto, de conocer, de concebir nuestra humanidad, de entender nuestros vínculos con la naturaleza y las otras criaturas, de percibir lo que podemos en común, trazando así una cartografía viva. En lugar de estructurar teorías y delimitar rígidamente paradigmas, propongo pensar territorios problemáticos fértiles, siempre abiertos y dispuestos a nutrirse y transformarse en la conversación con otros saberes.

Desde hace unas décadas se habla mucho de complejidad, como si fuera un hallazgo de nuestro tiempo. Sin embargo, la naturaleza siempre ha sido compleja. ¿De dónde proviene, entonces, este “novedoso descubrimiento”? Se debe a que el imaginario moderno, especialmente el científico, presupuso la simplicidad. El método analítico fue la varita mágica que eliminó los vínculos, invisibilizó las transformaciones y depuró la naturaleza a fuerza de abstracciones, hasta dejar tan solo átomos chocando en el vacío, obedeciendo a las “leyes” que se inventaban para dar cuenta de su comportamiento. Esa presunta simplicidad, ligada a la disociación y la matematización lineal, resultó muy complicada, como ha aprendido en carne propia y con bastante sufrimiento cualquier estudiante. Pero sus principios y entidades son, como quería Descartes, claros y distintos. Partículas elementales, unidades fundamentales: del átomo al fonema, de la neurona al individuo, consideradas cada una como un ladrillo simple capaz de crear complicadísimas catedrales sin resultar modificado.

Esta forma de concebir la naturaleza fue posible porque el sistema educativo de la modernidad “sólida” fue construido a imagen y semejanza del imaginario mecánico: un rígido sistema de reproducción, separado en contextos disciplinares estancos. Se espera que les alumnes (también atomizados-individuados) reciten las lecciones para adquirir conocimientos como si estos fuesen mercancías. Por suerte, la vida siempre pugna por salir, y en las escuelas y universidades aprendemos muchas otras cosas, además de las lecciones planificadas, pero eso no cambia el diseño y el objetivo con que se construyó el modelo.

La estandarización educativa, la normativización social y el disciplinamiento general fueron la condición –tanto para la creación como para credibilidad– de esa imagen mecánica de la existencia. La naturaleza, que antes de Bacon fue concebida como una fuerza indómita, una fierecilla, había sido por fin domada y sus secretos revelados… o eso fue lo que creímos hasta mediados del siglo XX en Occidente.

El mecanicismo y el atomismo se precisan mutuamente en esta mirada de la simplicidad capaz de generar teorías muy complicadas, pero nunca complejas. ¿Cuál es la diferencia entre estos dos términos, que muchos usan como sinónimos? La distinción crucial es que la complicación mecánica siempre surge de una gran cantidad de piezas separadas unidas exteriormente, a veces de formas muy retorcidas que solo pueden entender quienes manejan el plano de construcción. La pretendida simplicidad nace de una depuración conjunta de la naturaleza y de nuestra experiencia, que consiste en una invisibilización de la trama común, de las diversidades, de la dinámica no lineal de las transformaciones, para ofrecernos un esquema útil para la manipulación y el control. Un modelo sumamente productivo, sin duda, pero también desvitalizado y desafectivizado, que puede llevarnos a resultados catastróficos.

La simplicidad moderna es inseparable de esta concepción de la existencia basada en el competir-poseer-conquistar de un sujeto que se cree disociado de las demás criaturas, enfrentado y superior a ellas. Porque la estética dicotómica no solo disocia, sino que también enfrenta y subordina.

Ese sujeto que nos dicen que es universal fue creado a imagen y semejanza de la elite europea: varón, blanco, propietario, heteronormado, etcétera. Fue inventado según los parámetros de una concepción individualista ligada, por un lado, al dominio mecánico, pero también a la metáfora de la guerra, la conquista y la competencia, que –paradójicamente– se presume objetiva, como si estos no fueran deseos específicamente humanos, demasiado humanos.

La propuesta de la complejidad nace a partir de la comprensión de nuestra pertenencia común a la naturaleza, nuestra existencia entredependiente con todas las demás criaturas y entidades en un vivir-convivir entramado que está siempre en devenir. Pensar desde los abordajes de las complejidades nos invita a un modo de habitar la vida desde el conversar-desear-pensar. Por eso, no se trata solo de un cambio de paradigmas, sino de una transformación multidimensional, ética, estética, sensible-afectiva, epistemológica, vincularpolítica, que presento en el capítulo “Complejidades de la complejidad”.

Esta propuesta transformadora implica ante todo un abandono del antropocentrismo, de la creencia de que hemos trascendido a la naturaleza, que somos una excepción, que toda ella es un recurso para nosotres y que tenemos derecho a enseñorearnos de todo. Se trata de dejar de imaginarnos como seres aparte, para empezar a pensarnos como parte entre partes, temática que abordo en el capítulo “¿De qué hablamos cuando hablamos de la naturaleza?”. Con esta pregunta intento disipar la ilusión de transparencia instalada en nuestra forma de hablar, que se basa en la creencia de que percibimos las cosas como son, independientemente de cómo somos. Veremos cómo nació la noción de naturaleza que tenemos hoy en Occidente, cómo fue cambiando, quiénes la gestaron, cómo nos la impusieron, qué saberes y experiencias fueron aplastados, olvidados o desvalorizados. Cómo fue que seguimos el camino de Francis Bacon, que propuso domar a la naturaleza para “ponerla al servicio del hombre y hacerla su esclava”. De qué modo fue luego convertida en un mecano supuestamente inerte, para que tuviéramos la ilusión de controlarla y, sobre todo, para que nos sintiéramos desligados de ella y así manipularla y mercantilizarla.

Disociados de les otres, también nosotres quedamos cautivos de las metáforas mecanicistas, mercantilistas y guerreras que están destruyendo el planeta. Se trata entonces de revitalizarlo todo, de abandonar las ilusiones del iluminismo y abrirnos a las prácticas vitales de la convivencialidad, ligadas a una nueva y a la vez antiquísima concepción de la naturaleza como un tejido sin tejedor, sin dueño y sin patrón. Una matriz generativa que supieron percibir y pensar desde siempre muchos pueblos originarios de América y las corrientes taoístas en China, y que hoy, de modos diferentes pero muy valiosos, podemos encontrar en pensadoras ecofeministas como Donna Haraway e Isabelle Stengers, en la ecología profunda inspirada en Spinoza de Arne Naess, o en la mirada revitalizadora del biólogo Andreas Weber.

Si hay algo que nos ha mostrado nuestra profunda entredependencia ha sido la pandemia. A pesar de que no solo nuestra experiencia cotidiana, sino también muchísimas investigaciones demuestran que vivimos entramados, que no estamos aislados y que nunca lo estaremos, la cultura patriarcal insiste en sostener la ilusión individualista, el modelo competitivo y un proyecto extractivista que está destruyendo los ecosistemas y a nosotros en ellos. Pero aún estamos muy lejos de haber comprendido lo que nos sucedió, porque la presuntamente nueva “normalidad” en la que estamos viviendo, lejos de mejorar la situación, la ha empeorado enormemente. Seguimos siendo ciegos a nuestra ceguera, por eso considero especialmente importante el capítulo “Pensar en tiempos de pandemia”, ya que para reparar y fructificar la vida pospandémica necesitamos entender el juego de los vínculos, abandonar las metáforas de la guerra y la conquista, que no solo utilizamos en el terreno político sino también en la biología, la inmunología, la medicina.

Los desarrollos de la teoría de la evolución estuvieron fuertemente imbuidos de la concepción competitiva de la existencia, debida al influjo de Malthus sobre Darwin, es decir, de un economista sobre un naturalista. Sin embargo, mediante una inversión completa –y fraudulenta– se pretendió justificar –y se sigue “fundamentando” biológicamente– las teorías económicas. Las investigaciones de las últimas décadas han mostrado cómo la simbiosis ha sido un motor fundamental de la evolución, con un rol muchísimo más destacado que el de la competencia (que no hay motivo alguno para negar, pero muchos para resignificar). Los trabajos pioneros de Piotr Kropotkin y la escuela rusa, centrados en la ayuda mutua como clave de la supervivencia, y los de Lynn Margulis sobre la simbiogénesis como motor fundamental de la evolución encuentran cada día mayor sustento empírico. No existe en la naturaleza una guerra “yo versus no-yo”, como ha pretendido la inmunología clásica, que no por casualidad fue fundada por un eugenista. Desde finales del siglo XX se han ido desarrollado diversas alternativas a esta mirada dicotómica y beligerante que permiten salir de la dicotomía “guerra o paz”. Entre ellas, destaca la investigación sobre el microbioma que está revolucionando la medicina al mostrar que nuestro cuerpo alberga más del doble de células bacterianas diversas que de células humanas. ¡Nuestro propio cuerpo es un ecosistema complejísimo! Tomando prestadas palabras del poeta, “Yo contengo multitudes” (Walt Whitman).

Para evitar futuras pandemias –y, sobre todo, para que la vida en el planeta vuelva a fructificar– necesitamos repensarnos como cuerpos vivientes, deseantes; aprender qué puede un cuerpo, qué podemos juntes. No desde las ya fallidas “articulaciones” a lo Frankenstein entre un cuerpo mecánico y una mente fantasmática, sino desde una nueva mirada no disociada. que no concibe al cuerpo como un objeto ni como un sistema cerrado. En el capítulo “¿Qué puede un cuerpo? Paisajes y cartografías de los cuerpos deseantes” exploro nuevas formas de concebirnos como cuerpos vivientes, ya no como objetos, sino como configuraciones dinámicas movidas por el deseo. Todos los cuerpos son sistemas abiertos y resonantes cuyo sostén y crecimiento depende de los vínculos en los que participan. La existencia autónoma, paradójicamente, se sostiene gracias al entrecambio con las demás criaturas. Estas nuevas miradas, más que a buscar nuevas respuestas, nos invitan a gestar otras preguntas que nos ayuden a deshacer el hechizo normalizador con el que fuimos educados. ¿Qué vínculos nos potencian? ¿Qué habilitan? ¿Qué impiden o inhiben? ¿Cómo afectamos a otres y como nos afectan? ¿Qué nos mueve y qué nos conmueve? ¿Cómo lograr una armonía que fecunde y fructifique el cuerpo singular y a la vez la trama común?

No es la lógica abstracta la que nos mueve, como pretende la modernidad patriarcal, sino el deseo entendido como la potencia misma de existir. La afectividad es primordial y el pensar no se opone a ella porque también es una actividad vital.

Nadie vive aislado. Nuestra vida transcurre en conversación, en íntimo encuentro con les otres. Antiguamente, “conversar” era una palabra que refería al encuentro íntimo, a la convivencia. Los abordajes de la complejidad abrazan este sentido, porque nacen y se desarrollan a partir de valorar la dinámica vincular que entrama a todas las criaturas. Al salir definitivamente de la metáfora de la guerra, sin por eso prometer el paraíso, podemos disfrutar de la danza de la vida, que no excluye el conflicto, las tensiones ni las controversias, pero que no queda atrapada en la lógica de la enemistad.

En el capítulo “Conversar: travesuras y travesías del sentido” ofrezco una mirada de la vida muy diferente de la del modelo patriarcal dominante, poética y traviesa. Propongo allí una travesía para recuperar los sentidos divertidos, versátiles y hasta subversivos que nos presenta la etimología de la “conversación”. De este modo podremos recuperar la vitalidad perdida por la domesticación patriarcal, que constriñe y controla las conversaciones, encorsetando la vida. Podremos ver la trama histórica en la que el conversar fue dejando de ser convivir para pasar a ser un modo de hablar ceñido a reglas, no solo gramaticales sino también jerárquicas. Veremos cómo el sermón fue alguna ver una juguetona conversación de pares para terminar convirtiéndose en una forma de amonestar y reprender en un vínculo jerárquico que exige sumisión. En el camino, también podremos darnos cuenta de por qué el conversar en paridad es casi siempre subversivo, en tanto rompe de hecho la ilusión de la sacralidad de las reglas. Así recuperaremos su vitalidad, la potencia del encuentro, creadora y transformadora, profundamente afectiva y no informativa de manera abstracta.

Volver a conversar poiéticamente nos permitirá recuperar la sabiduría del pensar vital, situado, encarnado e implicado, para gestar territorios fértiles donde puedan convivir diversas versiones. Por eso, la propuesta es aprender a deshacer el hechizo discursivo que comenzó cuando Platón mandó a expulsar a los poetas para instaurar el imperio de la teoría y con él la idea de poseer la verdad y la razón. De este modo se creó la cultura del con-vencer, que no es otra cosa que la guerra por medio de las ideas. Por eso la invitación es a abandonar esa ética-estética del combate para abrazar la del con-versar.

Es fácil proponer una transformación que nos lleve del convencer al conversar, del contestar al comprender, pero no es nada sencillo encarnarlo en la vida singular y colectiva. Para lograrlo, precisamos soltar el ansia de control, desarmar las jerarquías, democratizar y desburocratizar las prácticas, aprender a reconocer la paridad en la diversidad, para practicar una escucha arriesgada y dejar de intervenir sobre los demás para gestar inter-versiones en las que todes tengan lugar. No solo es preciso abandonar las herramientas del amo, como nos invitó a hacer Audre Lorde, sino también crear otras nuevas y, sobre todo, es preciso darnos cuenta de que las enormes dificultades con las que nos topamos para hacerlo se deben a que el amo tiene su avanzada en nuestras cabezas, como indicó con suma lucidez Sally Kempton.

El capítulo “Armonías generativas tensas e intensas. El juego infinito del acuerdo y la discordia” muestra una metáfora muy diferente a la de la guerra y la paz para concebir la vida común. En lugar de pensar a les otres como enemigos, se trata de comprenderlos como compañeres, no necesariamente como amigues, no siempre en sintonía y a veces en franco conflicto, pero siempre legítimos otres en la convivencia.

Decía Antonio Machado, delicioso poeta y sutilísimo filósofo: “Lo otro no existe: tal es la fe racional, la incurable creencia de la razón humana”. Me permito contradecirlo en parte: es la fe de la razón patriarcal occidental. En cualquier caso, nuestra cultura siempre ha tenido problemas para reconocer la legitimidad de les otres y aún más para aceptar que no son ajenos, porque la vida es entredependiente.

Por suerte, “lo otro no se deja eliminar; subsiste, persiste; es el hueso duro de roer en que la razón se deja los dientes”. Por eso en este texto invito a abandonar la estética dicotómica de la guerra, inseparable de la ilusión de una paz perfecta.

En la trama de la naturaleza jamás hay un acuerdo total (que llevaría a una única entidad uniforme), ni discordia absoluta (porque todo dejaría de existir al aniquilarse entre sí). La naturaleza toda, cuando no intentamos domarla, controlarla ni encerrarla en un orden eterno, se nos muestra como una matriz generativa, una actividad continua de gestación de sí misma, donde todes convivimos en una armonía tensa e intensa. Una armonía que no es un equilibrio perfecto ni un encastre total entre entidades separadas, sino un vínculo complejo y paradójico, a la vez acorde y discorde. Un juego infinito que permite distinguir sin disociar admite que vivamos en “autonomía ligada”, es decir que no somos independientes, pero tampoco estamos confundidos. El “yo” (sí, con minúscula) y el “otro” se configuran y reconfiguran mutuamente; la unidad alberga la diversidad.

En una naturaleza dinámica no hay unidad elemental ni totalidad concluida; todos los límites están en juego, unen y separan al mismo tiempo, hacen existir e impiden, según lo que permita el juego del acuerdo y la discordia, que puede ser tan creativo como destructivo. En nuestra cultura, Heráclito supo pensar los “opuestos en concierto”, Spinoza nos legó una mirada generativa de la vida entrelazándose y siempre en devenir, Machado nos mostró la “esencial heterogeneidad del ser, como si dijéramos la incurable otredad que padece lo uno”.

El pensamiento chino, especialmente el taoísta, jamás concibió la existencia de modo disociado. Su noción de armonía nunca ha sido estática ni mecánica, sino un eterno movimiento del Yin y del Yang. Jamás se les ocurrió imponer a la naturaleza un orden; no inventaron ningún cosmos, sino que han considerado la existencia toda como un devenir de armonización continuo. Estas miradas diversas nos ayudan a comprender la existencia como una trama indómita, sin dueños ni conquistadores, en la que todes participamos siempre entrecambiando, a veces afines-acordes y otras, desafinados-discordes.

Este libro finaliza con el artículo “Lo íntimo, más fuerte que todas las barbaries”, una invitación a desalambrar la vida, a desarmar las esferas imaginarias –pero no por eso poco eficaces– en que la cultura occidental la confinó. Solo así será posible percibir y entender lo íntimo, puesto que no pertenece a ningún dominio, ya que no puede circunscribirse como privado o como público porque pertenece a lo común, donde el ego se disuelve y los límites se desvanecen. Lo íntimo no puede ser exigido ni controlado. Del mismo modo que la humedad del ambiente nos atraviesa y conforma al mismo tiempo que nosotres contribuimos a su formación, lo íntimo nos pertenece, pero no podemos apropiárnoslo. Logramos intimidad cuando entramos en sintonía con otres, cuando resonamos y sentimos esas afinidades que nos unen sin confundirnos.

En estos tiempos de crueldad neoliberal desatada, que muchas veces viene disfrazada de pasión y felicidad, pensar lo íntimo nos permite construir otra noción de lo común. Una que no queda cautiva en lo instituido, que vamos gestando día a día a partir del deseo y las afinidades vitales para expandir la vida en un planeta en el que todes quepan.

Capítulo 1COMPLEJIDADES DE LA COMPLEJIDAD

Existen muchos modos de pensar la complejidad. Algunos autores sostienen que se trata de un nuevo paradigma; otros han agrupado bajo ese término a muy diversas teorías científicas, y no faltan los que proponen pensarla como una transformación epistemológica. Yo participo del colectivo que concibe los abordajes de las complejidades (así, en plural) como una revolución del saber que afecta todas las áreas de vivir. Esta transformación no se limita al conocimiento entendido como una actividad intelectual disociada, sino que es un cambio del modo de pensarsentir-actuar en la vida que altera radicalmente nuestra imagen del mundo y de nosotres en él. Se trata de una profunda mutación que surge de la aceptación, tanto de nuestra de condición corporal, afectiva y sensible, como del hecho de que nuestra existencia está inextricablemente entramada con todas las otras criaturas y entidades de la naturaleza. Abordar así las complejidades implica una metamorfosis ética, estética, epistemológica, existencial y política que se expresa de múltiples maneras.

Las formas de concebir la complejidad que he mencionado no se oponen unas a otras, pero tampoco se complementan. Implican diferentes modos de configurar un problema. Cuando miramos el mundo de modo complejo, no tiene sentido determinar quién o quiénes tienen razón (como si esta fuera apropiable y excluyente), sino explorar los diferentes focos y la multiplicidad de aportes, con el fin de pensar las formas en que pueden nutrirse mutuamente, así como las tensiones que hay entre ellas y poder crear una cartografía viva, siempre en construcción, capaz de albergar la diversidad de miradas y de ampliar las conversaciones potenciadoras. En suma, me propongo pensar la complejidad de manera compleja.

En nuestra Abya Yala –término utilizado por muchos pueblos originarios para nombrar los territorios que los colonizadores denominan América del Sur–, encontramos todos estos enfoques de la complejidad, pero con una diferencia llamativa con respecto a les investigadores del norte global. En las metrópolis colonialistas del autoproclamado primer mundo, la mayoría de les investigadores suelen estar encerrados en sus castillos académicos. En el sur, en cambio, muches de nosotres hemos tenido una importante ligazón con movimientos y prácticas colectivas de diversa índole, así como una implicación con el activismo popular, decolonial, y en algunos casos también ecofeminista. Esa implicación ha facilitado la percepción de la trama común, dando énfasis a la visibilización y al pensamiento de las redes vinculares a las que pertenecemos y en las que participamos. Una mirada, una sensibilidad y un modo de pensar muy diferentes a los de nuestra herencia cultural, que Edgard Morin ha denominado “paradigma de la simplicidad”. Allí donde nosotros distinguimos un entretejido, las concepciones modernas solo encuentran átomos disociados que se mueven en el espacio vacío y chocan sin afectarse ni transformarse mutuamente. Concebidos como materia totalmente pasiva, pueden ser manipulados y ensamblados en rígidos sistemas que se consideran cerrados o, peor aún, aislados. Las ciencias sociales adoptaron este modelo atomista-mecanicista para construir la idea de individuos y sociedades disciplinados.

Los abordajes de las complejidades que promuevo, en lugar de concebir entidades independientes, toman como punto de partida otras metáforas generativas: la de la trama de la vida (Capra, 1998), la de una naturaleza generativa (Spinoza, 1980), la de la complejidad (Morin, 1981), centrándose en el lenguaje de los vínculos en un modo de existencia entredependiente (Najmanovich, 2005).

El núcleo central de la transformación que traen consigo los abordajes de las complejidades es la visibilización, valoración y comprensión de la trama vincular. El término complexus, en latín, no solo significa entramar, sino también abrazar, rodear de afecto, demostrar amistad. El tejido ha sido mucho más destacado que el afecto, que por lo general pasó desapercibido para los pensadores del norte. Los abordajes de las complejidades del Abya Yala han representado un gran aporte, no solo en cuanto a recuperar esta dimensión afectiva, sino también para destacar la complejidad como entretejer dinámico y vincular. Esto ha sido crucial para deshacer el hechizo antropocéntrico, etnocéntrico y patriarcal propio del pensamiento moderno y el paradigma de la simplicidad. Sin desconocer las inmensas contribuciones a la humanidad realizadas por la ciencia, es preciso también admitir las formas en que esta ha despotenciado la vida, a partir de concebir el saber como el poder de dominación sobre les otres. Otres que solo son percibidos y pensados como recursos dentro de un proyecto instrumental, en lugar de ser entendidos y sentidos como compañeres convivenciales.

Quienes concebimos abordajes de las complejidades como una revolución del saber lo hacemos porque queremos abandonar la mirada disociada, egocéntrica, etnocéntrica y antropocéntrica con la que nos formaron, y gestar otras que nos permitan abrazar la vida toda desde una percepción ecocéntrica o, mejor aún, desde un pensar y una sensibilidad ecosófica (término que prefiero a “ecología”, pues se trata de una sabiduría que no se reduce al discurso y a la lógica). Esta forma de entender las complejidades es profundamente afín a la del ecofeminismo y a las concepciones de muchos pueblos originarios del Abya Yala. Estos saberes coinciden en percibir la naturaleza como una matriz generativa infinita que no tiene jerarquías, dueño ni patrón. Una danza creativa sin fin, vital y fecunda de composiciones y descomposiciones, que no puede ser atrapada dentro de ninguna teoría, ni describirse en un único paradigma o restringirse a dogma alguno.

Esta concepción de la naturaleza como trama también está presente en el taoísmo; en Occidente, en la filosofía de Spinoza y entre muchos otros pueblos y tradiciones que no buscaron enclaustrar la vida y el saber en un Cosmos –orden preestablecido y eterno–. Tampoco celebraron el Caos, que fue una invención de los mismos que idearon el Cosmos. Al no quedar cautivos en el modo dicotómico de pensar, nos presentan una naturaleza dinámica, vincular, generativa y creativa, imposible de dominar ni de domesticar. Quienes cultivamos los abordajes de las complejidades recuperamos estos saberes y así abandonamos la ilusión moderna de domar a la fierecilla natural, de controlar y de adueñarnos de todo, porque entendemos que no puede haber un imperio dentro de otro imperio –como decía Spinoza–, ya que es imposible que una parte domine al todo.

La estética de la complejidad (Najmanovich, 2015) no cristaliza en ortodoxias. Abrazamos las paradojas (Najmanovich, 2019) porque así podemos percibir la unidad en la diversidad, lo singular entramado en lo común, lo personal en lo político, la continuidad en el cambio, la conservación en la transformación. La aceptación de la infinita generatividad de la naturaleza implica deshacer las dicotomías y nos invita a la aventura de un pensar sin término, sin compartimentos estancos, sin clausuras, sin jerarquías absolutas, sin método obligado, sin deber ser.

Para destacar tanto la pluralidad de modos de indagación como su apertura dialógica prefiero hablar de abordajes de las complejidades, en lugar de teorías o paradigmas. Dado que la complejidad de la naturaleza es infinita y ningún punto de vista puede abarcarla, para honrar las complejidades de la complejidad es preciso aceptar que jamás podremos albergarla en su totalidad –lo que Morin llamó “principio de incompletud”–. Pero, además, al estar la naturaleza siempre en devenir, nuestra propia mirada también debe ser capaz de fluir, por eso propongo gestar cartografías dinámicas (Najmanovich, 2007) en lugar de encerrarnos en paradigmas amurallados o dentro de marcos teóricos “rigurosos” (es decir, estrechos y rígidos).

Atrevernos a pensar y acoger la complejidad de la experiencia no es una tarea disciplinada, sino una aventura siempre abierta a la fecundidad inagotable de la vida y, por lo tanto, también de la gestación de sentidos.

Para orientarnos en las complejidades, propongo una cartografía que nos permita distinguir las diversas dimensiones de transformación: ética, estética, política, epistemológica, de las metáforas generativas del sentido, de las estrategias de abordaje y de los paradigmas científicos.

Desde luego, esta no es una presentación exhaustiva: ninguna puede serlo, aunque muchas lo pretendan. Es un bosquejo útil, que presenta las diversas dimensiones y algunas interconexiones. Solo que, como se imprimirá en papel, resultará estático, mientras que en la vida todo se da en conjunto y todas las dimensiones se afectan y configuran mutuamente, de muchas maneras diferentes.

Figura 1 Transformación en los paradigmas en las ciencias

Desde principios del siglo XX comenzaron a surgir nuevos paradigmas en la ciencia; estos, de un modo heterogéneo y con diversas intensidades, abandonaron los modelos causales lineales propios de la explicación mecanicista. Algunas de las más destacadas propuestas de las denominadas Ciencias de la Complejidad son: la termodinámica no-lineal, las ciencias del caos, las teorías de la autoorganización y autopoiesis, la cibernética de segundo orden, la matemática fractal, los sistemas y diseños emergentes, la ciencia de las redes, los modelos de algoritmos genéticos, las teorías de Gaia y la simbiogénesis, las de los sistemas complejos evolutivos, la concepción del holomovimiento y el orden implicado.

Estos nuevos paradigmas tienen algunas convergencias, aunque no constituyen un campo homogéneo. La mayor parte de ellos suele incorporar la no linealidad, permite pensar los sistemas abiertos, complejos y autoorganizados en devenir1