Conversaciones con Raimon - Eduardo Galeano - E-Book

Conversaciones con Raimon E-Book

Eduardo Galeano

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Eduardo Galeano y Raimon, dos autores que compartieron generación y compromiso, conversaron vivamente en 1977 sobre la música, la cultura y la responsabilidad hacia el tiempo que les tocó vivir. Cuarenta años después, y en el año en que este excepcional cantautorse retira de los escenarios, la Editorial Gedisa homenajea a ambos con la reedición de este diálogo pleno de actualidad, donde de la mano del magnífico escritor uruguayo y del mayor exponente de la Nova Cançó catalana nos adentramos con interés renovado en reflexiones tales como el indisoluble y entrelazado cuerpo de poesía y música, los paralelismos de trovadores y cantantes modernos o el clima de revolución cultural que se vivió en los últimos años del franquismo; pero su diálogo también nos acerca, con el interés añadido de estas cuatro décadas transcurridas, a temas tan debatidos hoy en día como el principio de de autodeterminación de los pueblos, la libertad de expresión lingüística o la recuperación de la memoria histórica. Una lectura que enriquecera tanto a los seguidores del escritor uruguayo como del cantante valenciano, dos grandes autores que permanecen en nuestro acervo cultural.

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Nota del Editor

El lector tiene en sus manos un diálogo entre dos grandes figuras del panorama cultural contemporáneo: Eduardo Galeano, escritor uruguayo, fallecido en 2015, cuyo peso literario permanece igual de vivo que la huella de su compromiso con su tiempo; y Raimon, cantautor y poeta, autor de versos incisivos que agitaron a una ciudadanía que en los años setenta despedía tiempos turbulentos e inauguraba una aún frágil democracia en España. La publicación de este diálogo en 1977, año de la fundación de la propia Editorial Gedisa, no le confiere un ápice de inactualidad; antes al contrario, nos proporciona un marco privilegiado desde el que observar que aún son pertinentes muchas de las preguntas que Galeano dirige entonces a su interlocutor, y donde la lucidez del cantante valenciano nos adentra en temas candentes, como la autodeterminación o la responsabilidad política, e intemporales, como el amor por la música y por la propia vida.

Del diseño de cubierta: Juan Pablo Venditti

Primera edición: 1977, Barcelona

Segunda edición: marzo de 2017, Barcelona

Derechos reservados para todas las ediciones en castellano

© Editorial Gedisa, S.A.

Avda. Tibidabo, 12, 3º

08022 Barcelona (España)

Tel. 93 253 09 04

Correo electrónico: [email protected]

http://www.gedisa.com

Preimpresión:

Editor Service S.L.

Diagonal 299, entresòl 1ª – 08013 Barcelona

http://www.editorservice.net

eISBN: 978-84-9784-576-2

Queda prohibida la reproducción total o parcial por cualquier

medio de impresión, en forma idéntica, extractada o modificada,

en castellano o en cualquier otro idioma.

Índice

PRIMERA ENTREVISTA: Navidad de 1966

SEGUNDA ENTREVISTA: Marzo de 1977

TERCERA ENTREVISTA: Abril de 1977

CUARTA ENTREVISTA: Septiembre de 1977

ALGUNAS CANCIONES DE RAIMON

FOTOGRAFÍAS

PRIMERA ENTREVISTA: Navidad de 1966

«Tendría que escribir más canciones contra el miedo. Todas las canciones contra el miedo.»

Estamos en el Calvari Alt. A un lado, se despliegan los tejados de Xàtiva, sus pocas torres, y al otro, más allá de la derruida muralla medieval, cada monte de piedra tiene un nombre.

Raimon me habla de su pequeña ciudad, cuna de los Borgia y del pintor Ribera, me cuenta cosas: «Nos llaman los socarrats, los quemados, porque Felipe V nos incendió la ciudad. Hay un cuadro del Borbón en el museo, ya lo verás: está cabeza abajo».

Raimon tiene veintiséis años.

Su padre acababa de salir de la cárcel cuando él nació.

La familia vivía, vive todavía, en una calle que se llamaba, pero ya no se llama, De la Libertad. Las tropas franquistas le blanquearon el nombre, a la cal, y desde entonces se llama Calle Blanca, Carrer Blanc.

Ésta es la casa que Raimon dejó hace algunos años para lanzarse al vent, al vent del món, y cantar a los demás, «en mi maltratada lengua», en su lengua catalana dicha al modo de Valencia,

palabras y hechos

que todavía nos hacen sentir hombres

entre los hombres,

paraules i fets

que encara ens fan sentir homes

entre els homes.

Raimon no es popular solamente entre los siete millones de personas de habla catalana. En toda España los jóvenes se reconocen en las canciones que Raimon, más que cantar, vocifera. Hasta en Madrid, que tradicionalmente mira de reojo cuanto viene de tierras catalanas, Raimon ha conquistado el segundo puesto en las encuestas de popularidad juvenil, según los datos de un diario del régimen: sólo le ganó Raphael, Príncipe de los cursis.

Primer Premio en el Festival de la Canción del Mediterráneo, Gran Premio al Disco de Cantante Extranjero en París: Raimon también existe fuera de fronteras. Sin embargo, en España, no puede actuar en televisión, y la radio le está prácticamente prohibida. El long-play que recoge su actuación en el Olimpia de París, se vende a cualquier precio, traído desde Andorra de contrabando: allí están grabadas las canciones que el régimen no le permite cantar, tampoco, en sus funciones públicas. Porque cada vez que Raimon canta, en programas organizados por los estudiantes en toda España, la fiebre sube.

A fines de noviembre del año pasado, en Sabadell,populoso suburbio industrial de Barcelona, Raimon tuvo que cantar seis veces seguidas la misma canción, «La nit», porque la censura le prohibió las otras que integraban el recital. Raimon sacó de su bolsillo un papelito y leyó los títulos de cada una de las canciones no permitidas. El público acometió entonces a coro, furiosamente, «Diguem no», Digamos no, también prohibida:

Hemos visto el miedo

ser ley para todos...

Tendría que escribir más canciones contra el miedo —me dice Raimon—. Todas las canciones contra el miedo. El miedo a las tradiciones, a lo que piensa el vecino, a perder la paga. Tendría que...

Raimon sacude la cabeza, sonríe tristemente.

Desde el alto peñón donde estamos sentados escuchamos, en el silencio de la mañana, el tintineo de los cencerros. Una majada marcha, por la quebrada, rumbo a la ermita de San José.

SEGUNDA ENTREVISTA: Marzo de 1977

«¿Por qué no canto en castellano? Es como si ahora te dijera yo: ¿por qué no escribes en inglés, que te va a leer mucha más gente?»

Diez años después, reencuentro a Raimon en Barcelona.

El Palau dels Esports está de fiesta. En cuatro noches, cuarenta mil jóvenes se congregan alrededor de un hombre y una guitarra.

Las banderas prohibidas flamean, libres, en las gradas: la bandera comunista y la anarquista, la bandera catalana, la gallega, la ikurriña vasca. En la oscuridad, tiemblan las llamitas de miles de velas. Todas las voces claman por la amnistía, la autonomía y la libertad. De pronto se hace silencio.

Raimon canta:

D’un roig encès

voldria el món

i dir les coses

tal com són.

España ha cambiado. La nova cançó catalana ha contribuido a que España cambiara.

RAIMON: Los recitales del Palau dels Esports fueron muy distintos entre sí. El público no es siempre el mismo... creo que lo que a mí más me gustó ha sido el silencio con que se escuchaban las canciones...

EDUARDO GALEANO: ¿Pudiste cantar por primera vez algunas canciones que estaban antes prohibidas?

Sí, como A Joan Miró, y además estrenaba seis canciones nuevas. Sobre todo, yo tenía una tranquilidad que no había tenido en otras ocasiones, quizá porque por primera vez la censura previa no se había cargado ninguna canción. Hombre, existe todavía la censura previa y esta vez obtuvimos el permiso con catorce o quince días de anticipación, cosa que no había pasado nunca antes.

¿Cómo era antes?

Pues, el último recital que yo había dado en El Palau dels Esports, fue el 30 de octubre de 1975. Se estaba muriendo Franco en aquel momento. Yo cantaba el jueves por la noche y me dieron el permiso el miércoles por la mañana, y nos llamó el Gobernador Civil de Barcelona, el actual ministro Martín Villa, para hacernos responsables a Annalisa y a mí por todo lo que pudiera pasar.

¿Te prohibieron canciones?

El 30 de octubre hubo catorce canciones que yo no pude cantar. Esta vez sí pude.

¿Cuales...?

Bueno, mira... Sobre la pau no la podía cantar, el 18 de maig a la Villa no la podía cantar, la de Joan Miró no la podía cantar... En el 76, en marzo, se le pidió permiso al gobernador para hacer esto que yo he hecho ahora, y dijo que el Palau dels Esports no era sitio para cantar, y por las fechas que habíamos pedido cantó Dolores Pradera, que es una señora que canta canciones mejicanas. O sea, que según qué canciones, sí se podía cantar... Y eso era hace un año. Estos cambios yo no sé si llegan a ser estructurales. Yo creo que después de las elecciones tendrán que eliminar el mecanismo, no sólo la censura, el mecanismo más jodido que la censura, que es el de que tú, para cantar en público, tienes que pedir permiso cada vez al Gobernador Civil de cada provincia donde vas a cantar. Entonces, claro, se da el caso de que yo en la provincia de Tarragona no he podido cantar por un año y medio, porque el gobernador dice que no, o en la provincia de Alicante, o en Galicia desde el 67, no he podido cantar, porque el gobernador dice que no, y en el País Vasco lo mismo, mientras aquí sí pude, y en Valencia he estado más de nueve años sin poder cantar, entre una cosa y otra, porque los gobernadores correspondientes de las distintas épocas no me han dado permiso.

¿No notaste una actitud diferente del público, en este último ciclo?

Noté menos temor a expresar sus sentimientos y sus cosas, y después también noté menos nerviosismo por parte del público, porque el público participa, sabe que se puede acabar el acto en un momento determinado porque sí. Por ejemplo, en octubre del 75, cuando yo iba a comenzar la segunda parte, ya subiendo las escaleras para llegar al escenario, la policía me toma en las escaleras y me dice que yo suspenda el espectáculo, que la segunda parte no la haga.

¿Y?

Y tuve una gran discusión con ellos para decirles que no, que eso era provocar a la gente. Decían que la gente estaba muy caldeada, y aquí puede pasar cualquier cosa, y yo dije: puede pasar cualquier cosa si les digo ahora que ustedes me han prohibido el acto, y eso discutiendo con ellos, y entonces propusieron que yo acortara la segunda parte. Pero, dije, si hago la segunda parte más corta, se va a dar cuenta la gente, y va a pedir más, va a ser peor, creerán que es una astucia mía y aquí se va a armar. Pude continuar porque les dije que el día anterior había estado hablando con el Gobernador Civil, y que yo sabía hasta dónde podía llegar. Ellos sabían que yo había estado con el Gobernador Civil, pero no sabían qué habíamos hablado. Empecé la segunda parte pidiendo al público una cierta responsabilidad mutua.

Una cosa que me interesó, en este último recital que yo vi, fue la actitud de respeto y entusiasmo de la gente. Esa doble cosa, silencio y euforia, se dio no solamente en relación con las canciones tuyas que tienen intención política más visible, sino también con las canciones de amor o con las que aluden a experiencias más íntimas... ¿Esto fue siempre así? ¿O te ocurre a veces que la gente te exige que cantes solamente las canciones más directamente peleadoras, más...?

No, hay públicos muy distintos según donde vas y donde cantas: se canta en sitios muy distintos y entonces generalizar sería muy difícil. Ahora, como término medio, el público que yo he hecho y que me ha hecho durante quince años es como lo dices tú. Si no, no se explica cómo una canción como Al vent, que no tiene absolutamente nada de político, siempre se pide y la cantan todos juntos.

¿Y no será porque la política no está solamente en el tema de las huelgas o en el tema de las cárceles, sino que la política puede ser también el tema del amor o...?

Lo que pasa es que aquí hay una especie de confusión del lenguaje. La acepción general de la palabra política es la lucha contra la represión, y la lucha contra la represión puede mostrarse de mil maneras...

¿No se da en la vida cotidiana? ¿No hay un ejercicio político continuo, no siempre consciente, en la vida cotidiana?

Sí. Continuo. En el hecho de la canción, de amor y no de amor... yo no dividiría las canciones por sus temas. Una canción llega a ser representativa o no llega a ser representativa; o sea, la gente se siente expresada en una canción o no se siente expresada.

Se siente expresada cuando coincide con una necesidad colectiva.

Exactamente. Independientemente de la intención, porque yo podría explicar casos donde la intención mía es puramente existencial, y la gente toma las canciones en sentido político, las hace distintas de como las he hecho yo y las hace suyas, y también al revés, con canciones que yo he pensado, bueno: éstas son agresivamente políticas, y la gente las toma a un nivel intimista, privado, y las hace suyas en ese sentido.

Pero en cualquiera de los dos casos, si las hace suyas es porque las necesita.

Yo creo que es eso. Una necesidad de sentirse expresado en un momento determinado. Es la misma necesidad que me hace crear las canciones y cantarlas. Esa misma necesidad encuentra respuesta o no la encuentra.

Y ése es siempre un diálogo político, porque fíjate que si hablas de la libertad y de la dignidad, todo lo que contradiga la libertad y la dignidad, así sea en términos colectivos o en términos individuales, de vida pública o de vida cotidiana, es un hecho político, una contradicción política.

Sí, eso sí, pero tomando la palabra política en su acepción más amplia, es decir...

Yo pienso que Al vent, por ejemplo, es una canción muy política, Raimon, y que tuvo, en el proceso político español, bastante significación, siendo una canción que simplemente canta al viento de la vida en la cara.

Sí, es una canción de la adolescencia ligada al momento, porque resulta que la adolescencia se repite a lo largo de los años. Es decir, yo dejé de ser adolescente, pero adolescentes siguen habiendo. Hay dos funciones en la gente que canta y escribe canciones. Una parte es la parte de composición, y la otra es la parte del intérprete. A veces yo tengo que hacer un gran esfuerzo para volver a entrar en el clima en que hice la canción, para poder darla tal como yo la hice, y algo que ha observado mucha gente es el rejuvenecimiento del público, la gente muy joven que va, aunque el primer día haya gente un poco más mayor y tal, mis amigos, mi generación...

Somos viejos...

Pero, fíjate, la media de dieciocho años va siendo la normal en los recitales. Es gente que ha vivido la represión franquista ya en los últimos tiempos, en que la represión no era tan fuerte, que no lleva la marca de post-guerra que llevamos nosotros, que son más altos porque han comido mejor, que no han pasado los años 40, y esa gente se siente interpretada en las canciones y cada vez más, y entonces eso me intriga y me interesa mucho. ¿Por qué no se estudia eso? A la canción se la considera sub-cultura... Si esto ocurriera en el teatro, por ejemplo, ya habrían quinientos libros explicando el por qué de... Ocurre que la canción con una intención poética más o menos realizada no despierta la curiosidad del intelectual, que se interesará más por cualquier texto de poesía publicada. Un texto del siglo XV o XVI, que era canción en aquella época, se convierte en poesía, al publicarse en libro, y entonces se considera importante.

Pero a veces el libro es un cementerio de la poesía. Yo estoy seguro de que esos poemas que rescataste de la poesía clásica catalana del siglo XV y XVI, tienen ahora, para los jóvenes, a través de tu voz y tu melodía, un poder de comunicación mucho mayor que en la letra muerta del libro.

Sí. Pero yo creo que siempre se tiene que volver al libro porque, en definitiva, el libro es la memoria de una colectividad.

La canción también.

La canción es más fácil que se pierda.

Pero también tiene...

Tiene una ventaja inmediata, tiene una inmediatez de comunicabilidad que no tiene el libro, que supone un esfuerzo mental mucho mayor.