Coplas de Gil Parrado - Antonio Palomero - E-Book

Coplas de Gil Parrado E-Book

Antonio Palomero

0,0

Beschreibung

Las coplas de esta selección son algunas de las crónicas rimadas más brillantes del escritor Antonio Palomero. El autor admite en la introducción que sus textos ya carecen de actualidad, sin embargo, los recupera por vanidad y porque en ellos se encuentran ideas y observaciones interesantes y valiosas que no quería condenar al olvido. Algunas de estas coplas son «A mi pluma», «Ante el calendario de pared», «Nuestras cuatro estaciones», «Entre literatos» o «Un nacimiento».

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 160

Veröffentlichungsjahr: 2022

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Antonio Palomero

Coplas de Gil Parrado

 

Saga

Coplas de Gil Parrado

 

Copyright © 1900, 2022 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726686692

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com

Coplas de «Gil Parrado»

Reúno aquí varias de las muchas coplas escritas por Gil Parrado, en cumplimiento de su misión forzada de comentarista y registrador de los sucesos diarios... ¡Tarea más ingrata y menos productiva que la de registrador de la propiedad!... De su labor total, condenada fatalmente á vivir un día, escojo estas crónicas rimadas que, por no ser de actualidad rigurosa, acaso puedan vivir día y medio. Se las concede, pues, la gracia de indulto, que es siempre una conmutación de pena. Librándolas de la muerte, quedan en reclusión perpetua.

Sigo, al hacerlo, una costumbre, ya tradicional en cuantos escriben al día para vivir de la misma manera. Los asiduos cronistas de la prensa contemporánea, suelen, en efecto, coleccionar sus crónicas, ofreciendo al público, fiambres, los trabajos que salieron antaño calentitos de su pluma. Dicen unos—en las cuatro palabras preliminares de sus libros así confeccionados—que los hacen cediendo á las cariñosas exigencias de los amigos; y otros aseguran que sólo les guía en su faena exhumatoria, el noble deseo de ganarse algunos cuartos... Pues bien; yo no quiero olvidarme de la «impura realidad», de igual modo que mis queridos compañeros... Ni ellos ni yo tenemos amigos que nos insten á desenterrar esos trabajos que duermen en los periódicos, después de haber hecho dormir á sus lectores; ellos y yo sabemos que la publicación de un libro de esta clase, aunque sea muy espléndido el editor que se atreva á presentarlo en las librerías, sólo produce al autor unas míseras pesetas, apenas suficientes para echar un remiendo á la vida... Y ellos y yo publicamos estas colecciones con la vista fija en el porvenir, cediendo á los terribles impulsos de nuestra vanidad ó á la tristeza que nos produce la inutilidad de nuestro esfuerzo cotidiano... Porque aquí dejamos una idea que nos parece original; allá una observación, que por su agudeza á nosotros mismos nos sorprende; en otra parte cualquier frase ingeniosa y oportuna... ¡Y sentimos verdadera angustia al pensar que las frases, las observaciones y las ideas, pueden desaparecer para siempre en las aguas del Leteo! Por eso nos arrojamos á salvarlas, presentándolas de nuevo á la pública admiración.

He aquí el secreto de estos libros fiambres, que calentamos recíprocamente los compañeros de profesión con elogios amistosos. Y este es el por qué, naturalmente, de que yo coleccione ahora estas coplas de Gil Parrado, escritas en diferentes épocas y esparcidas por diversos sitios.

Ya el discreto lector verá en estas palabras liminares cierta modestia completamente fingida. En efecto; yo, como todos, parece que trato de quitar importancia á mi labor, juzgándola de un modo despectivo... Pero si honradamente la creyera despreciable, ¿no la tiraría, sin volver á acordarme de que existe, como se hace con la ropa vieja, que nos prestó en un tiempo sus servicios?... A ninguno de nosotros se nos ocurriría exhibir en público un gabán deteriorado ó fuera de moda; pero todos nos atrevemos á sacar otra vez los trabajos que perdieron ¡ay! su perfume de actualidad, único mérito de la obra del cronista contemporáneo... Y es que nosotros tenemos tergiversada la idea del ridículo, y pensamos cándidamente que los gabanes pasan y que nuestras crónicas permanecen...

No siendo la primera, acaso sea ésta la última colección de Gil Parrado que yo publique ó apadrine. Bien que el mismo Gil Parrado está ya á punto de cansarse de su constante y antigua labor, que acaso ha debido terminar hace algún tiempo. Porque aquel espíritu risueño, que solía percibir las notas cómicas de la vida y que, á veces, pretendió ser satírico pensando en la humana perfectibilidad, ha sufrido una verdadera transformación. Ya hasta en lo cómico encuentra algo digno de tomarse en serio, y contempla resignado el triunfo de lo malo, de lo ridículo, de lo feo, sonriendo irónicamente ante la gloria de los triunfadores. Tengo fundadas sospechas de que va para humorista, y su nueva desgracia me desconsuela.

Y en verdad que él no me paga estos cuidados, y que jamás estuvo á la recíproca en nuestras relaciones fraternales. Gil Parrado, por el contrario, se burló siempre de mis sueños, censuró mi exceso de sentimentalismo y apagó mis ansias de ideal en nombre de la prosa y de la vida corrientes, á que él se entregara demasiado. Tal vez por haberse infeccionado un poco, y bien á su pesar, con nuestra irremediable comunidad de vida, trató constantemente de amargarme la mía; sin comprender que, á la postre, la suya iba á resultar amargada. Sufre ahora el castigo natural de todas las injusticias. Y yo pensaría que lo merece, ya que quiso imitar al pobre hermano matador de Abel envidioso de la pureza de sus ofrendas; si no creyera sinceramente que, desde el punto de vista literario, Gil Parrado y yo somos dos hermanos distintos y un solo Caín verdadero.

Y nada más como justificación de este libro. Réstame añadir que he agregado al final Los noveleros, traducción castellana de Les romanesques, no sé si mía ó de Gil Parrado. Aunque ninguno de los dos puede envanecerse con esa comedia, pues fué el espíritu de Edmundo Rostand el conquistador de los aplausos.

Antonio Palomero.

A mi pluma.

Pluma; cuando considero

las enormes tonterías

que sacas todos los días

del fondo de mi tintero,

ganas me dan de arrojarte

donde no te vuelva á ver...

¡Que estoy cansado de ser

un jornalero del arte!

Mas pronto pasa el enfado

y hago á tu esfuerzo justicia,

y mi mano te acaricia

sintiéndome emocionado;

pues sabes que aunque te riño

en horas de destemplanza,

tú eres mi única esperanza

y eres mi único cariño.

Severo contigo fuí,

poniéndote el ceño adusto...

¡cuando sería más justo

que me riñeses tú á mí!

Con fe, puesta á mi servicio

soñaste con la victoria,

y ni he logrado tu gloria

ni ennoblecido tu oficio.

Esperaste inútilmente

con los puntos anhelantes,

frases, ideas brillantes

que surgieran de mi mente,

¡y sólo has visto llegar

palabras que se amontonan,

y en tu espíritu aprisionan

los anhelos de volar!

Por eso vives sufriendo

tu suerte injusta y cruel,

y corres sobre el papel

como de ti misma huyendo.

Y sólo cuando te acosa

cualquier recuerdo inquietante,

te detienes un instante

dolorida y perezosa...

Pluma; te pido perdón

si en mi mano, ya cansada,

no eres ni pincel, ni espada,

ni buril, sino azadón.

Para escribir á destajo

te empleo diariamente,

¡resultas únicamente

mi instrumento de trabajo!

Pues aunque soñé despierto

ahora cultivo, por fin,

no la flor de mi jardín,

¡la patata de mi huerto!

A veces tú misma tratas

de cantar glorias y amores,

porque también echan flores,

aunque humildes, las patatas.

Mas pronto vuelves dispuesta

á proseguir tu labor

y hasta te causa rubor

verte con traje de fiesta...

¡Qué hacer! Sigue silenciosa

cumpliendo con tu destino,

y marcha por tu camino

ni envidiada ni envidiosa.

A nadie causaste mal,

y esta es la única alegría

que irá contigo hasta el día

en que hagas punto final...

__________

Ante el calendario de pared.

Te conozco; eres el mismo

que otros años desfloré...

¡De espíritu no has cambiado

por más que cambies de piel!

Hojas del árbol del Tiempo

tus hojas vienen á ser,

y si hoy adornan tu rama

caerán mañana á mis pies…

Mas la savia que te nutre

nutrió á las otras también,

y serán vida y espíritu

de las que nazcan después...

¡Que hijos son de un mismo padre

los años, y son como él,

y como buenos hermanos

se tienen que parecer!

¿Para qué andar con misterios,

Calendario, para qué?

¡No tu secreto me ocultes

que harto estoy de lo saber!

En las hojas de tu puerta

—para engañarme tal vez—

pones la cifra del año

que ahora acaba de nacer.

Y tu secreto me brindas

con malignidad cruel,

mientras con dulces promesas

me halaga tu doncellez...

¡Tarde llegas!... Ni me engañas

ni me puedes sorprender;

tu voz, de acento fingido,

es la que siempre escuché;

de espíritu no has cambiado

por más que cambies de piel...

¡Te conozco!... ¡Eres el mismo

que otros años desfloré!

Mi mano abrirá tu puerta,

siendo á su destino fiel,

y una tras otra tus hojas

impasible arrancaré...

¡Yo soy quien ha de llenarlas

con el mal ó con el bien,

que ellas ni desgracias portan

ni son nuncios del placer!

Lo más que anunciarme pueden

con soberana altivez,

son los cambios que tu padre

tiene la bondad de hacer.

Y los días señalados

por la humana estupidez

para su inmenso fastidio

poco á poco detener.

No lo futuro contienes,

Calendario, y ya lo sé...

¡Para mí el pasado encierras,

porque en tus hojas al ver

las fechas que me recuerden

otras que nunca olvidé,

el mañana que me brindas

se convertirá en ayer!

Tranquilamente por eso

te contemplo; y, con desdén,

porque prestes tus servicios,

te cuelgo de la pared.

Y allí mi castigo espera,

que tu carne arrancaré

hasta el día en que te diga:

¡Requiescant in pace! ¡Amén!

__________

Nuestras cuatro estaciones.

PRIMAVERA

¡Simbólica estación, que es la primera

de mi España, del año y de la vida!...

Como á reir y á disfrutar convida,

¿quién no se siente un poco primavera?...

Cierto que nuestra sangre no se altera

ya que el pasado esplendoroso olvida;

mas, hierve, en cambio, en la primer corrida

alegrando el tendido y la barrera...

Se celebran «pacíficas» reuniones

con gritos y rotura de cristales;

hay jubileos, mitins, procesiones,

circos, lilas, amores naturales...

Salen granos, circulan bofetones...

¡Y suben al poder los liberales!

VERANO

A nadie, el sol, en su igualdad perdona,

que á todos con sus rayos acribilla...

¡Al Norte, pues!... La coronada villa

sin villanos se queda y sin corona.

Mientras huye la gente comodona

y el fresco busca y en las playas brilla,

sudan los segadores en Castilla,

cantan els segadors en Barcelona.

Hay crimen «pasional» casi á diario;

se hacen declaraciones con tostada;

la escuadra emprende un viaje extraordinario;

se amotina la plebe acalorada...

¡Y circulan con libre comentario

las «planchas» del ministro de jornada!

OTOÑO

El sazonado y agradable fruto

nos ofrece mamá Naturaleza,

y la misión «educadora» empieza

de la Universidad y el Instituto.

Nuestros legisladores al minuto

sus «latas» nos anuncian con largueza...

Abre Talía y mira con tristeza

sus genios en estado de canuto.

De Monipodio á la familia eximia

un hueco se la busca en que se hospede,

y á la tarea vergonzosa y nimia

de elecciones, con trampa, se procede...

¡Y como es la estación de la vendimia

todo el mundo vendimia lo que puede!

INVIERNO

¡Todo está á varios grados bajo cero!...

Y para combatir estos rigores

hay Cortes, hay abrigos protectores...

¡y triunfa el santo y familiar brasero!

Caen dramas... En el género «ligero»

se refugian temblando los autores;

en el Real, sueltan gallos los tenores

y ¡es claro! se alborota el gallinero...

Se escribe, se comenta, se murmura,

se charla, se calumnia, se remeda,

por disipar el tedio y la amargura,

¡que así la vida, displicente, rueda!...

Y á ratos cae la nieve, blanca y pura,

¡lo único blanco y puro que nos queda!

Entre literatos.

Sabido es que en toda edad,

para amenizar su trato,

se distinguió el literato

por su inmensa vanidad.

Sin explicar las razones,

el que maneja una pluma

se cree compendio y suma

de todas las perfecciones.

Y en su orgullo soberano

piensa que llegó á la cima,

y que está muy por encima

de todo el género humano.

Claro está que, en general,

el burgués sano y sencillo

perdona este pccadillo

tan disculpable y venial.

Y esa pose, extraordinaria

como todos los defectos,

sólo surte sus efectos

entre la grey literaria.

Entre ellos—¡todos son unos!—

por artísticos motivos

circulan los adjetivos

más amables y oportunos...

¡Ya en sus tertulias se nota

la amistad del compañero!...

¡El que no es un majadero

es un bruto, es un idiota!

Y si se fuera á creer

su juicio franco y bendito

de todo lo que se ha escrito,

nada se puede leer...

Pero, afortunadamente,

sin escuchar su mandato,

lee el público sensato

lo que estima conveniente.

Y les deja molestándose

perdidos entre la bruma...

¡que, al fin, la gente de pluma

tiene que estar desplumándose!

Yo que á veces suelo ser

literato, y me doy lustre,

y me creo un hombre ilustre

cuando no tengo que hacer,

también pongo en ejercicio

mis tijeras de escritor...

¡que el enemigo mayor

es siempre el de nuestro oficio!

Con gritos extemporáneos,

en tertulias coruscantes,

dije cosas denigrantes

de algunos contemporáneos;

con mi capricho por ley,

y afirmando en absoluto,

llamé, á éste burro, á aquél bruto,

á uno imbécil, á otro buey...

¡Y únicamente lamento

con eso haber ofendido

al buey honrado y sufrido

y al apacible jumento!...

Así, mis odios vacilan

cuando, de muertos ó vivos,

escucho los adjetivos

que entre nosotros se estilan.

Pues hoy es cosa común

á un mal escritor llamarle,

para desacreditarle,

congrio, besugo y atún...

¡Sin pensar en que esos peces

tienen carnes blancas, finas,

que triunfan en las cocinas,

que cuestan caros á veces!

Así, á mi modo de ver,

comparándole á un pescado,

al escritor más odiado

logramos enaltecer.

Yla razón no capisco

de por qué se dice, ábulto,

¡percebe!, como un insulto,

cuando es tan rico marisco.

Creo que tengo razón,

precisa insistir en esto,

y, desde luego, protesto

de insultos que no lo son.

¡Oh, compañeros amables,

justo es que nos molestemos!...

Pero, ¿para qué ofendemos

á seres tan estimables?

__________

Un nacimiento.

Ayer noche una mujer

joven, bonita y modesta,

cuando se iba á recoger

se puso un poco indispuesta.

Y al darla los naturales

auxilios, se vió al momento

que presentaba señales

de un próximo alumbramiento.

¡Dicho y hecho!... De repente

el acto llegó á su fin,

¡y en la calle mismamente

vino al mundo el chiquitín!

¡Magnífico desenlace,

que habrá causado extrañeza

hasta al mismo sér que nace

con tan gallarda franqueza!

Fué una broma del destino

bastante bien acogida

para mostrarle el camino

que ha de seguir en la vida.

Y aunque la loca fortuna

eleve á ese sér cien codos

sobre el nivel de su cuna

que hoy atravesamos todos,

recordará con placer,

satisfechos sus anhelos,

cómo fué envuelto al nacer

en el pañal de los cielos.

Viniendo del mismo lodo

todos, al fin, son iguales;

los que nacen de esc modo,

los de opulentos pañales.

Por eso no causan mella

ciertas bromas de los Hados,

que á unos mandan con estrella

y á otros mandan estrellados.

Y si todos van al hoyo

el nacer no importa nada,

ya en la mitad del arroyo,

ya en una cuna dorada...

No habrá de formar querella

quien tuvo tal nacimiento,

pues no le alumbró una estrella

sino todo el firmamento.

Su buena suerte le escuda

yo en su dicha tengo fe...

¡Nació en la calle, y sin duda,

que habrá nacido de pie!

Problema.

En Madrid, un procesado,

joven de aspecto sencillo,

se levantó incomodado

del banquillo,

contempló á su defensor

con mirada impertinente,

y bramando de furor

dijo, después, lo siguiente:

«—Pero, ¿cómo; es ese tío

quien va á defenderme á mí?

¡Ca, señores! ¡No me fío!

¡Juro que no será así!

Que se retire deseo

y que su renuncia extienda...

¡que un hombre como él, tan feo,

no quiero que me defienda!...»

¡Caso imprevisto!... En el acto

reinó un silencio profundo,

pues se quedó estupefacto

todo el mundo;

sin comprender tal encono

contra un abogado feo,

ni la salida de tono

que tuvo el presunto reo.

Y al ver aquella opinión

de tal manera emitida

y al ver en qué situación

le dejaba la «salida»,

el defensor, con decoro

jurídico y personal,

se retiró... «por el foro»

como era muy natural...

Bien que la gente bromista

afirmó, entre risas: «¡Vamos!

¡Ha suspendido la vista

por miedo á que le veamos!»

Yo en el caso encuentro un tema

de novedad y substancia,

pues creo encierra un problema

de verdadera importancia.

Si á la Justicia admiramos

por ser bella y por ser Diosa,

y nos la representamos

como una mujer hermosa,

es indudable que aquéllos

sus fieles hijos togados

deben de ser, si no bellos,

por lo menos agraciados.

De tal modo el noble oficio

será una digna milicia...

¡Pues no es posible que Picio

sepa administrar justicia!

Muestra su talento y su ética

quien defiende á un criminal...

¿Por qué no exigirle estética

personal?

¿No es cierto? ¡O soy un tabique

ó lógicamente arguyo!

¡Seamos justos! Suum cuique...

¡A cada quisque lo suyo!

¡Que no tengan facha rara

los letrados en funciones;

pues nunca con mala cara,

salen buenas las razones!

Por eso yo he visto un tema

digno de ser estudiado,

en ese nuevo problema

que planteó el procesado.

Problema que en mi opinión

y no porque yo lo diga,

tiene gracia é intención

y profundidad... y miga.

__________

El gato.

Cuando la luna de Enero

muestra su espléndida faz

y el hombre busca la paz

junto al clásico brasero;

rompiendo la augusta calma

de la noche misteriosa,

maulla el gato... ¡Su angustiosa

canción sobrecoge el alma!

Tenorio de las alturas,

asalta y ronda el tejado

en pos del rastro soñado

de imprevistas aventuras.

Y los maullidos que lanza

para expresar su pasión,

recuerdan al corazón

los ecos de la esperanza.

¡Que al fin, cambiando los nombres,

así pasamos el rato,

y es el amor en el gato

como el amor en los hombres!

Quiso la bondad divina

igualar nuestro destino,

¡y sufren, hombre y minino,

la mujer y la minina!

Pero es, entre los mortales,

el gato el sér más feliz,

ya que acaba de raíz

con la causa de sus males.

Mientras el hombre, ignorante

de que siembra el desengaño,

se apasiona año tras año

sin parecerle bastante;

el gato, sabio y prudente,

reglamenta sus pasiones,

y á esas amables cuestiones

dedica un mes solamente...

¡El gato!... ¡Sér admirable!...

Por su figura hierática,

y por su cara simpática,

y su aspecto venerable,

con admiración sincera

yo envidioso le contemplo...

¡Miro en su historia el ejemplo

de una vida verdadera!

Su paz, jamás perturbada,

es un ensueño profundo...

¡Y está de non en el mundo;

come, bebe y no hace nada!

Alisa su piel lustrosa

con noble incomodidad,

luciendo la majestad

de su importancia orgullosa;

y al tener el mismo aprecio

de las cosas y las gentes,

sus ojos indiferentes

sólo miran con desprecio...

Si de halagarle se trata

se estira más de la cuenta,

alza la cola y presenta

sus dos realitos en plata...