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Las coplas de esta selección son algunas de las crónicas rimadas más brillantes del escritor Antonio Palomero. El autor admite en la introducción que sus textos ya carecen de actualidad, sin embargo, los recupera por vanidad y porque en ellos se encuentran ideas y observaciones interesantes y valiosas que no quería condenar al olvido. Algunas de estas coplas son «A mi pluma», «Ante el calendario de pared», «Nuestras cuatro estaciones», «Entre literatos» o «Un nacimiento».
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Seitenzahl: 160
Veröffentlichungsjahr: 2022
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Antonio Palomero
Saga
Coplas de Gil Parrado
Copyright © 1900, 2022 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726686692
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
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This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
www.sagaegmont.com
Saga Egmont - a part of Egmont, www.egmont.com
Reúno aquí varias de las muchas coplas escritas por Gil Parrado, en cumplimiento de su misión forzada de comentarista y registrador de los sucesos diarios... ¡Tarea más ingrata y menos productiva que la de registrador de la propiedad!... De su labor total, condenada fatalmente á vivir un día, escojo estas crónicas rimadas que, por no ser de actualidad rigurosa, acaso puedan vivir día y medio. Se las concede, pues, la gracia de indulto, que es siempre una conmutación de pena. Librándolas de la muerte, quedan en reclusión perpetua.
Sigo, al hacerlo, una costumbre, ya tradicional en cuantos escriben al día para vivir de la misma manera. Los asiduos cronistas de la prensa contemporánea, suelen, en efecto, coleccionar sus crónicas, ofreciendo al público, fiambres, los trabajos que salieron antaño calentitos de su pluma. Dicen unos—en las cuatro palabras preliminares de sus libros así confeccionados—que los hacen cediendo á las cariñosas exigencias de los amigos; y otros aseguran que sólo les guía en su faena exhumatoria, el noble deseo de ganarse algunos cuartos... Pues bien; yo no quiero olvidarme de la «impura realidad», de igual modo que mis queridos compañeros... Ni ellos ni yo tenemos amigos que nos insten á desenterrar esos trabajos que duermen en los periódicos, después de haber hecho dormir á sus lectores; ellos y yo sabemos que la publicación de un libro de esta clase, aunque sea muy espléndido el editor que se atreva á presentarlo en las librerías, sólo produce al autor unas míseras pesetas, apenas suficientes para echar un remiendo á la vida... Y ellos y yo publicamos estas colecciones con la vista fija en el porvenir, cediendo á los terribles impulsos de nuestra vanidad ó á la tristeza que nos produce la inutilidad de nuestro esfuerzo cotidiano... Porque aquí dejamos una idea que nos parece original; allá una observación, que por su agudeza á nosotros mismos nos sorprende; en otra parte cualquier frase ingeniosa y oportuna... ¡Y sentimos verdadera angustia al pensar que las frases, las observaciones y las ideas, pueden desaparecer para siempre en las aguas del Leteo! Por eso nos arrojamos á salvarlas, presentándolas de nuevo á la pública admiración.
He aquí el secreto de estos libros fiambres, que calentamos recíprocamente los compañeros de profesión con elogios amistosos. Y este es el por qué, naturalmente, de que yo coleccione ahora estas coplas de Gil Parrado, escritas en diferentes épocas y esparcidas por diversos sitios.
Ya el discreto lector verá en estas palabras liminares cierta modestia completamente fingida. En efecto; yo, como todos, parece que trato de quitar importancia á mi labor, juzgándola de un modo despectivo... Pero si honradamente la creyera despreciable, ¿no la tiraría, sin volver á acordarme de que existe, como se hace con la ropa vieja, que nos prestó en un tiempo sus servicios?... A ninguno de nosotros se nos ocurriría exhibir en público un gabán deteriorado ó fuera de moda; pero todos nos atrevemos á sacar otra vez los trabajos que perdieron ¡ay! su perfume de actualidad, único mérito de la obra del cronista contemporáneo... Y es que nosotros tenemos tergiversada la idea del ridículo, y pensamos cándidamente que los gabanes pasan y que nuestras crónicas permanecen...
No siendo la primera, acaso sea ésta la última colección de Gil Parrado que yo publique ó apadrine. Bien que el mismo Gil Parrado está ya á punto de cansarse de su constante y antigua labor, que acaso ha debido terminar hace algún tiempo. Porque aquel espíritu risueño, que solía percibir las notas cómicas de la vida y que, á veces, pretendió ser satírico pensando en la humana perfectibilidad, ha sufrido una verdadera transformación. Ya hasta en lo cómico encuentra algo digno de tomarse en serio, y contempla resignado el triunfo de lo malo, de lo ridículo, de lo feo, sonriendo irónicamente ante la gloria de los triunfadores. Tengo fundadas sospechas de que va para humorista, y su nueva desgracia me desconsuela.
Y en verdad que él no me paga estos cuidados, y que jamás estuvo á la recíproca en nuestras relaciones fraternales. Gil Parrado, por el contrario, se burló siempre de mis sueños, censuró mi exceso de sentimentalismo y apagó mis ansias de ideal en nombre de la prosa y de la vida corrientes, á que él se entregara demasiado. Tal vez por haberse infeccionado un poco, y bien á su pesar, con nuestra irremediable comunidad de vida, trató constantemente de amargarme la mía; sin comprender que, á la postre, la suya iba á resultar amargada. Sufre ahora el castigo natural de todas las injusticias. Y yo pensaría que lo merece, ya que quiso imitar al pobre hermano matador de Abel envidioso de la pureza de sus ofrendas; si no creyera sinceramente que, desde el punto de vista literario, Gil Parrado y yo somos dos hermanos distintos y un solo Caín verdadero.
Y nada más como justificación de este libro. Réstame añadir que he agregado al final Los noveleros, traducción castellana de Les romanesques, no sé si mía ó de Gil Parrado. Aunque ninguno de los dos puede envanecerse con esa comedia, pues fué el espíritu de Edmundo Rostand el conquistador de los aplausos.
Antonio Palomero.
Pluma; cuando considero
las enormes tonterías
que sacas todos los días
del fondo de mi tintero,
ganas me dan de arrojarte
donde no te vuelva á ver...
¡Que estoy cansado de ser
un jornalero del arte!
Mas pronto pasa el enfado
y hago á tu esfuerzo justicia,
y mi mano te acaricia
sintiéndome emocionado;
pues sabes que aunque te riño
en horas de destemplanza,
tú eres mi única esperanza
y eres mi único cariño.
Severo contigo fuí,
poniéndote el ceño adusto...
¡cuando sería más justo
que me riñeses tú á mí!
Con fe, puesta á mi servicio
soñaste con la victoria,
y ni he logrado tu gloria
ni ennoblecido tu oficio.
Esperaste inútilmente
con los puntos anhelantes,
frases, ideas brillantes
que surgieran de mi mente,
¡y sólo has visto llegar
palabras que se amontonan,
y en tu espíritu aprisionan
los anhelos de volar!
Por eso vives sufriendo
tu suerte injusta y cruel,
y corres sobre el papel
como de ti misma huyendo.
Y sólo cuando te acosa
cualquier recuerdo inquietante,
te detienes un instante
dolorida y perezosa...
Pluma; te pido perdón
si en mi mano, ya cansada,
no eres ni pincel, ni espada,
ni buril, sino azadón.
Para escribir á destajo
te empleo diariamente,
¡resultas únicamente
mi instrumento de trabajo!
Pues aunque soñé despierto
ahora cultivo, por fin,
no la flor de mi jardín,
¡la patata de mi huerto!
A veces tú misma tratas
de cantar glorias y amores,
porque también echan flores,
aunque humildes, las patatas.
Mas pronto vuelves dispuesta
á proseguir tu labor
y hasta te causa rubor
verte con traje de fiesta...
¡Qué hacer! Sigue silenciosa
cumpliendo con tu destino,
y marcha por tu camino
ni envidiada ni envidiosa.
A nadie causaste mal,
y esta es la única alegría
que irá contigo hasta el día
en que hagas punto final...
__________
Te conozco; eres el mismo
que otros años desfloré...
¡De espíritu no has cambiado
por más que cambies de piel!
Hojas del árbol del Tiempo
tus hojas vienen á ser,
y si hoy adornan tu rama
caerán mañana á mis pies…
Mas la savia que te nutre
nutrió á las otras también,
y serán vida y espíritu
de las que nazcan después...
¡Que hijos son de un mismo padre
los años, y son como él,
y como buenos hermanos
se tienen que parecer!
¿Para qué andar con misterios,
Calendario, para qué?
¡No tu secreto me ocultes
que harto estoy de lo saber!
En las hojas de tu puerta
—para engañarme tal vez—
pones la cifra del año
que ahora acaba de nacer.
Y tu secreto me brindas
con malignidad cruel,
mientras con dulces promesas
me halaga tu doncellez...
¡Tarde llegas!... Ni me engañas
ni me puedes sorprender;
tu voz, de acento fingido,
es la que siempre escuché;
de espíritu no has cambiado
por más que cambies de piel...
¡Te conozco!... ¡Eres el mismo
que otros años desfloré!
Mi mano abrirá tu puerta,
siendo á su destino fiel,
y una tras otra tus hojas
impasible arrancaré...
¡Yo soy quien ha de llenarlas
con el mal ó con el bien,
que ellas ni desgracias portan
ni son nuncios del placer!
Lo más que anunciarme pueden
con soberana altivez,
son los cambios que tu padre
tiene la bondad de hacer.
Y los días señalados
por la humana estupidez
para su inmenso fastidio
poco á poco detener.
No lo futuro contienes,
Calendario, y ya lo sé...
¡Para mí el pasado encierras,
porque en tus hojas al ver
las fechas que me recuerden
otras que nunca olvidé,
el mañana que me brindas
se convertirá en ayer!
Tranquilamente por eso
te contemplo; y, con desdén,
porque prestes tus servicios,
te cuelgo de la pared.
Y allí mi castigo espera,
que tu carne arrancaré
hasta el día en que te diga:
¡Requiescant in pace! ¡Amén!
__________
¡Simbólica estación, que es la primera
de mi España, del año y de la vida!...
Como á reir y á disfrutar convida,
¿quién no se siente un poco primavera?...
Cierto que nuestra sangre no se altera
ya que el pasado esplendoroso olvida;
mas, hierve, en cambio, en la primer corrida
alegrando el tendido y la barrera...
Se celebran «pacíficas» reuniones
con gritos y rotura de cristales;
hay jubileos, mitins, procesiones,
circos, lilas, amores naturales...
Salen granos, circulan bofetones...
¡Y suben al poder los liberales!
A nadie, el sol, en su igualdad perdona,
que á todos con sus rayos acribilla...
¡Al Norte, pues!... La coronada villa
sin villanos se queda y sin corona.
Mientras huye la gente comodona
y el fresco busca y en las playas brilla,
sudan los segadores en Castilla,
cantan els segadors en Barcelona.
Hay crimen «pasional» casi á diario;
se hacen declaraciones con tostada;
la escuadra emprende un viaje extraordinario;
se amotina la plebe acalorada...
¡Y circulan con libre comentario
las «planchas» del ministro de jornada!
El sazonado y agradable fruto
nos ofrece mamá Naturaleza,
y la misión «educadora» empieza
de la Universidad y el Instituto.
Nuestros legisladores al minuto
sus «latas» nos anuncian con largueza...
Abre Talía y mira con tristeza
sus genios en estado de canuto.
De Monipodio á la familia eximia
un hueco se la busca en que se hospede,
y á la tarea vergonzosa y nimia
de elecciones, con trampa, se procede...
¡Y como es la estación de la vendimia
todo el mundo vendimia lo que puede!
¡Todo está á varios grados bajo cero!...
Y para combatir estos rigores
hay Cortes, hay abrigos protectores...
¡y triunfa el santo y familiar brasero!
Caen dramas... En el género «ligero»
se refugian temblando los autores;
en el Real, sueltan gallos los tenores
y ¡es claro! se alborota el gallinero...
Se escribe, se comenta, se murmura,
se charla, se calumnia, se remeda,
por disipar el tedio y la amargura,
¡que así la vida, displicente, rueda!...
Y á ratos cae la nieve, blanca y pura,
¡lo único blanco y puro que nos queda!
Sabido es que en toda edad,
para amenizar su trato,
se distinguió el literato
por su inmensa vanidad.
Sin explicar las razones,
el que maneja una pluma
se cree compendio y suma
de todas las perfecciones.
Y en su orgullo soberano
piensa que llegó á la cima,
y que está muy por encima
de todo el género humano.
Claro está que, en general,
el burgués sano y sencillo
perdona este pccadillo
tan disculpable y venial.
Y esa pose, extraordinaria
como todos los defectos,
sólo surte sus efectos
entre la grey literaria.
Entre ellos—¡todos son unos!—
por artísticos motivos
circulan los adjetivos
más amables y oportunos...
¡Ya en sus tertulias se nota
la amistad del compañero!...
¡El que no es un majadero
es un bruto, es un idiota!
Y si se fuera á creer
su juicio franco y bendito
de todo lo que se ha escrito,
nada se puede leer...
Pero, afortunadamente,
sin escuchar su mandato,
lee el público sensato
lo que estima conveniente.
Y les deja molestándose
perdidos entre la bruma...
¡que, al fin, la gente de pluma
tiene que estar desplumándose!
Yo que á veces suelo ser
literato, y me doy lustre,
y me creo un hombre ilustre
cuando no tengo que hacer,
también pongo en ejercicio
mis tijeras de escritor...
¡que el enemigo mayor
es siempre el de nuestro oficio!
Con gritos extemporáneos,
en tertulias coruscantes,
dije cosas denigrantes
de algunos contemporáneos;
con mi capricho por ley,
y afirmando en absoluto,
llamé, á éste burro, á aquél bruto,
á uno imbécil, á otro buey...
¡Y únicamente lamento
con eso haber ofendido
al buey honrado y sufrido
y al apacible jumento!...
Así, mis odios vacilan
cuando, de muertos ó vivos,
escucho los adjetivos
que entre nosotros se estilan.
Pues hoy es cosa común
á un mal escritor llamarle,
para desacreditarle,
congrio, besugo y atún...
¡Sin pensar en que esos peces
tienen carnes blancas, finas,
que triunfan en las cocinas,
que cuestan caros á veces!
Así, á mi modo de ver,
comparándole á un pescado,
al escritor más odiado
logramos enaltecer.
Yla razón no capisco
de por qué se dice, ábulto,
¡percebe!, como un insulto,
cuando es tan rico marisco.
Creo que tengo razón,
precisa insistir en esto,
y, desde luego, protesto
de insultos que no lo son.
¡Oh, compañeros amables,
justo es que nos molestemos!...
Pero, ¿para qué ofendemos
á seres tan estimables?
__________
Ayer noche una mujer
joven, bonita y modesta,
cuando se iba á recoger
se puso un poco indispuesta.
Y al darla los naturales
auxilios, se vió al momento
que presentaba señales
de un próximo alumbramiento.
¡Dicho y hecho!... De repente
el acto llegó á su fin,
¡y en la calle mismamente
vino al mundo el chiquitín!
¡Magnífico desenlace,
que habrá causado extrañeza
hasta al mismo sér que nace
con tan gallarda franqueza!
Fué una broma del destino
bastante bien acogida
para mostrarle el camino
que ha de seguir en la vida.
Y aunque la loca fortuna
eleve á ese sér cien codos
sobre el nivel de su cuna
que hoy atravesamos todos,
recordará con placer,
satisfechos sus anhelos,
cómo fué envuelto al nacer
en el pañal de los cielos.
Viniendo del mismo lodo
todos, al fin, son iguales;
los que nacen de esc modo,
los de opulentos pañales.
Por eso no causan mella
ciertas bromas de los Hados,
que á unos mandan con estrella
y á otros mandan estrellados.
Y si todos van al hoyo
el nacer no importa nada,
ya en la mitad del arroyo,
ya en una cuna dorada...
No habrá de formar querella
quien tuvo tal nacimiento,
pues no le alumbró una estrella
sino todo el firmamento.
Su buena suerte le escuda
yo en su dicha tengo fe...
¡Nació en la calle, y sin duda,
que habrá nacido de pie!
En Madrid, un procesado,
joven de aspecto sencillo,
se levantó incomodado
del banquillo,
contempló á su defensor
con mirada impertinente,
y bramando de furor
dijo, después, lo siguiente:
«—Pero, ¿cómo; es ese tío
quien va á defenderme á mí?
¡Ca, señores! ¡No me fío!
¡Juro que no será así!
Que se retire deseo
y que su renuncia extienda...
¡que un hombre como él, tan feo,
no quiero que me defienda!...»
¡Caso imprevisto!... En el acto
reinó un silencio profundo,
pues se quedó estupefacto
todo el mundo;
sin comprender tal encono
contra un abogado feo,
ni la salida de tono
que tuvo el presunto reo.
Y al ver aquella opinión
de tal manera emitida
y al ver en qué situación
le dejaba la «salida»,
el defensor, con decoro
jurídico y personal,
se retiró... «por el foro»
como era muy natural...
Bien que la gente bromista
afirmó, entre risas: «¡Vamos!
¡Ha suspendido la vista
por miedo á que le veamos!»
Yo en el caso encuentro un tema
de novedad y substancia,
pues creo encierra un problema
de verdadera importancia.
Si á la Justicia admiramos
por ser bella y por ser Diosa,
y nos la representamos
como una mujer hermosa,
es indudable que aquéllos
sus fieles hijos togados
deben de ser, si no bellos,
por lo menos agraciados.
De tal modo el noble oficio
será una digna milicia...
¡Pues no es posible que Picio
sepa administrar justicia!
Muestra su talento y su ética
quien defiende á un criminal...
¿Por qué no exigirle estética
personal?
¿No es cierto? ¡O soy un tabique
ó lógicamente arguyo!
¡Seamos justos! Suum cuique...
¡A cada quisque lo suyo!
¡Que no tengan facha rara
los letrados en funciones;
pues nunca con mala cara,
salen buenas las razones!
Por eso yo he visto un tema
digno de ser estudiado,
en ese nuevo problema
que planteó el procesado.
Problema que en mi opinión
y no porque yo lo diga,
tiene gracia é intención
y profundidad... y miga.
__________
Cuando la luna de Enero
muestra su espléndida faz
y el hombre busca la paz
junto al clásico brasero;
rompiendo la augusta calma
de la noche misteriosa,
maulla el gato... ¡Su angustiosa
canción sobrecoge el alma!
Tenorio de las alturas,
asalta y ronda el tejado
en pos del rastro soñado
de imprevistas aventuras.
Y los maullidos que lanza
para expresar su pasión,
recuerdan al corazón
los ecos de la esperanza.
¡Que al fin, cambiando los nombres,
así pasamos el rato,
y es el amor en el gato
como el amor en los hombres!
Quiso la bondad divina
igualar nuestro destino,
¡y sufren, hombre y minino,
la mujer y la minina!
Pero es, entre los mortales,
el gato el sér más feliz,
ya que acaba de raíz
con la causa de sus males.
Mientras el hombre, ignorante
de que siembra el desengaño,
se apasiona año tras año
sin parecerle bastante;
el gato, sabio y prudente,
reglamenta sus pasiones,
y á esas amables cuestiones
dedica un mes solamente...
¡El gato!... ¡Sér admirable!...
Por su figura hierática,
y por su cara simpática,
y su aspecto venerable,
con admiración sincera
yo envidioso le contemplo...
¡Miro en su historia el ejemplo
de una vida verdadera!
Su paz, jamás perturbada,
es un ensueño profundo...
¡Y está de non en el mundo;
come, bebe y no hace nada!
Alisa su piel lustrosa
con noble incomodidad,
luciendo la majestad
de su importancia orgullosa;
y al tener el mismo aprecio
de las cosas y las gentes,
sus ojos indiferentes
sólo miran con desprecio...
Si de halagarle se trata
se estira más de la cuenta,
alza la cola y presenta
sus dos realitos en plata...