Corrección - Thomas Bernhard - E-Book

Corrección E-Book

Thomas Bernhard

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Publicada en 1975, Corrección es muy probablemente la suma y culminación de la obra de Thomas Bernhard (1931-1989). Tras el suicidio de su amigo Roithamer, el anónimo narrador de la novela llega a la casa del taxidermista Höller, en cuya buhardilla el suicida ha permanecido durante seis años entregado a la tarea de planear y construir, en el centro geométrico exacto del bosque de Kobernauss, un Cono que, desafiando las leyes de la construcción tradicional, estaba destinado a ser residencia y «felicidad suprema» de su hermana. Urdida en torno a un proceso obsesivo de creación y destrucción que se plasma en un afán de constante corrección, la novela es una reflexión sobre los problemas del hombre contemporáneo, enfrentado a la deshumanización, el desamor y la soledad. Traducción de Miguel Sáenz

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Seitenzahl: 526

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Thomas Bernhard

Corrección

Traducción de Miguel Sáenz

Índice

1. La buhardilla de los Höller

2. Examinar y ordenar

Créditos

Para la sustentación estable de un cuerpo es necesario que tenga al menos tres pun­tos de apoyo que no estén en línea recta, así Roithamer.

1. La buhardilla de los Höller

Después de una neumonía al principio ligera, pero luego, por dejadez y descuido, súbitamente convertida en grave, que me había afectado a todo el cuerpo y me había tenido nada menos que tres meses en el hospital de Wels, situado junto a mi lugar natal y famoso en el campo de las llamadas enfermedades internas, me había dirigido, no a finales de octubre, como me habían aconsejado los médicos, sino ya a principios de octubre, como quería sin falta y bajo mi llamada propia responsabilidad, aceptando una invitación del llamado taxidermista Höller del valle del Aurach, inmediatamente al valle del Aurach y a casa de los Höller, sin dar un rodeo por Stocket para ver a mis padres, inmediatamente a la llamada buhardilla de los Höller, para examinar, y quizá también ordenar enseguida, el legado recibido después del suicidio de mi amigo Roithamer, que había sido amigo también del taxidermista Höller, por una llamada disposición de última voluntad, un legado compuesto de miles de hojas escritas por Roithamer, pero también por el voluminoso manuscrito titulado De Altensam y todo lo relacionado con Altensam, con consideración especial del Cono. La atmósfera en casa de los Höller estaba todavía totalmente bajo la impresión de, sobre todo, las circunstancias del suicidio de Roithamer y me pareció enseguida, a mi llegada, favorable para mi propósito de ocuparme en casa de los Höller o, más exactamente, en la buhardilla de los Höller, de los escritos que me había dejado Roithamer, examinando y ordenando ese material escrito, y tuve de pronto la idea de no ocuparme sólo del legado de Roithamer sino escribir también al mismo tiempo sobre esa ocupación, lo que aquí ha comenzado, y para ello, la circunstancia de que, sin reservas por parte de Höller, pudiera instalarme enseguida en la buhardilla de los Höller me era favorable y, aunque en casa de los Höller me ofrecieron también otras habitaciones para mis fines, pude, de una forma totalmente consciente, instalarme en la buhardilla de los Höller, exactamente de cuatro metros por cinco, siempre querida por Roithamer y, sobre todo en los últimos años de su vida, ideal para sus fines, por cuánto tiempo, a Höller le daba igual, me dijo, en esa buhardilla de la casa construida por el caprichoso Höller contra las reglas del sentido común y del arte de la construcción, precisamente en la garganta del Aurach, que había sido proyectada y construida por él como para los fines de Roithamer, y en la que Roithamer, que había estado conmigo dieciséis años en Inglaterra, había vivido en los últimos años casi ininterrumpidamente, y ya antes, sobre todo durante la construcción del Cono para su hermana en el bosque de Kobernauss, había pernoctado al menos siempre, convenientemente, porque durante toda la construcción del Cono no pernoctaba ya en Altensam, donde estaba en su casa, sino sólo, porque le resultaba ideal en todos los sentidos en sus últimos años, en la buhardilla de los Höller, él, Roithamer, no había ido nunca en los últimos años directamente de Inglaterra a Altensam, sino siempre, inmediatamente, a la buhardilla de los Höller, para fortalecerse en lo simple (la casa de los Höller) para lo complicado (el Cono), y no había podido ir ya directamente a Altensam desde Inglaterra, donde los dos, cada uno con su ciencia y por su cuenta, habíamos vivido siempre en Cambridge en los últimos años, y tenía que ir directamente a la buhardilla de los Höller, si no seguía esa regla, que se había convertido en su costumbre favorita, la visita a Altensam le resultaba ya desde el principio la más horrible de las visitas, no podía permitirse en modo alguno ir inmediatamente de Inglaterra a Altensam y a todo lo relacionado con Altensam, varias veces no había dado el rodeo por casa de los Höller, por falta de tiempo, como él mismo había admitido, y había sido un error, en los últimos años no hacía ya experimentos yendo a Altensam sin visitar la casa de los Höller y a Höller y a los Höller, jamás iba ya sin visitar primero a Höller y a los Höller en casa de los Höller, sin alojarse antes en la buhardilla de los Höller y dedicarse dos o tres días a unas lecturas sólo posibles en la buhardilla de los Höller, y que no lo perjudicaban sino que lo fortalecían, leer en la buhardilla de los Höller los libros y escritos que no le había sido posible leer en Inglaterra ni en Altensam, pensar y escribir lo que no le había sido posible pensar y escribir en Inglaterra ni en Altensam, aquí descubrí a Hegel, solía decir siempre, aquí me ocupé realmente por primera vez de Schopenhauer, aquí pude leer por primera vez, con conciencia clara y sin ser molestado, Las afinidades electivas y El viaje sentimental, aquí, en la buhardilla de los Höller, tuve acceso de pronto a las ideas que, durante todo el decenio anterior a la buhardilla, me habían estado vedadas, y realmente, como escribe él, a las ideas más esenciales, a las más importantes para mí, sí, las más necesarias para la vida, aquí, en la buhardilla de los Höller, escribe, me era posible todo lo que siempre me había sido imposible fuera de la buhardilla de los Höller, ceder a mis dotes intelectuales y, de esa forma, desarrollar mis capacidades intelectuales y avanzar en mi trabajo porque, si fuera de la buhardilla de los Höller me había visto siempre impedido para desarrollar mis capacidades intelectuales, en la buhardilla de los Höller podía desarrollarlas de la forma más consecuente, todo en la buhardilla de los Höller favorecía mi pensamiento, en la buhardilla de los Höller podía permitirme siempre todas las posibilidades de mis facultades intelectuales y, de repente, en la buhardilla de los Höller estaba sustraído siempre a la opresión del mundo exterior sobre mi cabeza y sobre mi pensamiento y, por tanto, sobre mi constitución entera, lo más increíble no era ya de repente increíble en la buhardilla de los Höller, lo más imposible (¡pensar!) no era ya imposible. Eran las condiciones necesarias para su pensamiento y las que más lo favorecían las que había encontrado siempre en la buhardilla de los Höller, para poner en marcha el mecanismo de su pensamiento sin reservas y totalmente libre de estorbos, sólo tenía que ir a la buhardilla de los Höller, desde dondequiera que fuese, y ese mecanismo funcionaba. Si estaba en Inglaterra, según él, pensaba continuamente sólo en eso, siempre y enseguida, cualquiera que fuese mi estado de ánimo, si estuviera en la buhardilla de los Höller, siempre al final de su pensamiento o de sus sentimientos, si estuviera en la buhardilla de los Höller y, por otra parte, le era evidente que ir a vivir para siempre a la buhardilla de los Höller no equivaldría a poder pensar siempre libremente y sin estorbos, en realidad, una, como él dice, infinita estancia en la buhardilla de los Höller, si es que esa infinita estancia en la buhardilla de los Höller hubiera sido posible, no habría conducido más que a su total aniquilación, si me quedo más de lo necesario en la buhardilla de los Höller, según él, iré, en el más breve de los plazos, a mi perdición, acabaré por completo, ése era su pensamiento, por lo que siempre había permanecido en la buhardilla de los Höller sólo un período determinado, imprevisible para él mismo, pero, sin embargo, exactamente medido, el período ideal de permanencia en la buhardilla de los Höller debe de haber sido, para él, de catorce o quince días, como se desprende de sus notas, siempre sólo de catorce o quince días, al decimocuarto o decimoquinto día, así Höller, Roithamer había hecho siempre el equipaje con la velocidad del rayo y se había dirigido a Altensam, pero con frecuencia no para quedarse en Altensam un período bastante largo, sino el más breve de los períodos, lo mismo que siempre permanecía en Altensam el período más breve, el más necesario, no aguantaba en Altensam más que el más breve o más superbreve de los períodos, y había ocurrido que se alojara en casa de los Höller, sin duda con la intención de ir quince días después a Altensam y, después de catorce o quince días, en lugar de dirigirse a Altensam, donde estaba anunciado y lo esperaban, había vuelto directamente a Inglaterra desde la morada de los Höller en la garganta del Aurach, porque la estancia en casa de los Höller no sólo le había bastado sino que, en casa de los Höller y con la presencia de los Höller, había llegado tan lejos en su pensamiento como para poder volver, sin dar un rodeo por Altensam, a Inglaterra, más exactamente a Cambridge, donde, por una parte, estudiaba siempre y, por otra, enseñaba siempre al mismo tiempo, como siempre decía él mismo, sin saber nunca exactamente si ahora estudiaba o enseñaba, porque, si enseñaba, en el fondo estudiaba y, si estudiaba, en el fondo enseñaba. Realmente, la atmósfera que había encontrado yo en casa de los Höller era también para mí ideal, me instalé inmediatamente en la buhardilla, que había sido la buhardilla de Roithamer y seguirá siendo siempre la buhardilla de Roithamer, y tuve desde el principio el propósito de tomar notas de mi estudio de los papeles de Roithamer y de todas las actividades con él relacionadas, y pronto me fue evidente que, para Roithamer, la buhardilla de los Höller había sido ideal, se adaptó a la buhardilla de los Höller, que daba hacia poniente y, por tanto, hacia las tinieblas, sobre el tumultuoso Aurach, y hacia el norte y, por tanto, también hacia las tinieblas, sobre las aguas que, constante y siempre ruidosamente, golpeaban y azotaban la pared rocosa y, por tanto, sobre la roca mojada y brillante, «ejercicios para Altensam en casa de los Höller», llamaba él a esas estancias en casa de los Höller y, especialmente, en la buhardilla de los Höller, que se sucedieron rápidamente en los últimos años, sobre todo en los tres últimos años, en los que, en cuatro o cinco meses, había ido cinco o seis veces por lo menos de Inglaterra a Altensam y, en el fondo, sólo a la buhardilla de los Höller, y es evidente que también lo atraían el trabajo de Höller, sus cuidadosas preparaciones taxidérmicas, en general, toda la curiosa situación, muy estrechamente relacionada con las condiciones de luz en el valle del Aurach, ese transcurso de las jornadas, sin duda sencillo, pero, sin embargo, desarrollado totalmente en una Naturaleza ininterrumpidamente perceptible en ese lugar y, la mayoría de las veces, muy dolorosa, con todos los seres vinculados al transcurso de esas jornadas, con los padres y los suegros de Höller y con su mujer y sus hijos, todavía en edad escolar, donde todo giraba en torno a la caza cobrada y destripada y a las aves cobradas y destripadas y las ocupaciones relacionadas con ellas y las condiciones de vida vinculadas a la Naturaleza, y que él, Roithamer, había encontrado precisamente aquí, en la garganta del Aurach, las condiciones ideales sobre todo para impulsar su obra principal, la construcción del Cono, para esa obra de construcción como obra de arte, que había proyectado para su hermana en tres años de trabajo intelectual ininterrumpido y había construido en los tres años siguientes con la mayor de las energías, calificada una vez por él mismo de casi inhumana, y precisamente en el centro del bosque de Kobernauss. En la buhardilla de los Höller, en la que yo me había instalado ahora con los escritos de Roithamer, que en su mayor parte se ocupaban de la construcción del Cono, y tenía que considerar ese ocuparme de Roithamer y de su legado como la ocupación terapéutica francamente ideal después de mi larga enfermedad y sentirlo precisamente como ideal, Roithamer tuvo la idea de construir el Cono, y los planos más importantes para la construcción del Cono fueron trazados por él en esta buhardilla y, apenas entré en la habitación de los Höller, descubrí que ahora, meses después de la muerte de Roithamer y medio año después de la muerte de su hermana, para la que había construido el Cono, entretanto abandonado a su ruina, que ahora, en la buhardilla de los Höller, seguían estando todos los planos, en su mayor parte no utilizados pero siempre relativos sólo a la construcción del Cono, así como todos los libros y escritos relativos a ella que Roithamer había utilizado en su totalidad, en los últimos años, para la construcción del Cono, libros y escritos en todos los idiomas imaginables, incluso en los que él no hablaba, pero que se había hecho traducir por su hermano Johann, que hablaba muchos idiomas y, en general, estaba dotado para los idiomas como ninguna otra persona que yo conociera, también esas traducciones estaban en la buhardilla de los Höller y, ya a la primera ojeada, vi que debía de tratarse de centenares de esas traducciones, montones enteros de traducciones del portugués y del español había descubierto enseguida al entrar en la buhardilla de los Höller, esos centenares y millares de procesos mentales de penoso desciframiento pero, probablemente, importantes para su proyecto de construir y terminar el Cono, de hombres de ciencia desconocidos para mí pero probablemente muy familiares para él, que se ocupaban del arte de la construcción, él odiaba las palabras arquitecto o arquitectura, jamás decía arquitecto ni arquitectura y, si yo lo decía u otro decía arquitecto o arquitectura, replicaba enseguida que no podía escuchar las palabras arquitecto o arquitectura, esas dos palabras no eran más que deformidades, abortos verbales que un pensador no podía permitirse, y yo tampoco utilizaba jamás en su presencia, y luego tampoco ya en otras ocasiones, las palabras arquitecto o arquitectura, también Höller se había acostumbrado a no utilizar las palabras arquitecto ni arquitectura, decíamos siempre, como el propio Roithamer, sólo constructor o construcción o arte de la construcción, el que la palabra construir era una de las más hermosas lo sabíamos desde que Roithamer nos habló al respecto, precisamente en la buhardilla en que me alojaba ahora, una tarde oscura y lluviosa en que, realmente, habíamos temido una inundación como las que con tanta frecuencia se producen en la garganta del Aurach y tienen efectos posiblemente devastadores en toda la garganta del Aurach, pero que de repente, sin embargo, había retrocedido, las inundaciones causaban siempre los mayores daños imaginables en la garganta del Aurach, pero respetaban la casa de los Höller, provocaban en todas partes, Aurach abajo y Aurach arriba, los mayores daños imaginables, pero respetaban la casa de los Höller, situada precisamente en la garganta del Aurach, porque había sido construida por la clara inteligencia de Höller, y todos los que veían que, a lo largo del curso entero del Aurach, todo quedaba asolado y devastado y destruido, se asombraban siempre de esa circunstancia increíble, y esa tarde oscura y lluviosa en que habíamos temido otra vez una de esas inundaciones que todo lo asolaban y devastaban, pero que luego, sin embargo, no se había producido, Roithamer nos explicó la belleza de la palabra construcción y la belleza de la palabra construir y la belleza de las palabras obra de arte de la construcción. Siempre que, de cuando en cuando, elegía y explicaba una palabra, no importaba cuál, entre todas las palabras una, que de pronto había adquirido para él esa importancia, la mayoría de las veces éramos nosotros, que, con mucha frecuencia y siempre regularmente los fines de semana nos reuníamos para pasar la velada en casa de los Höller, cuando Roithamer volvía de Inglaterra, sus oyentes. Recuerdo que una vez nos explicó durante toda la noche la palabra circunstancia, la palabra condición y la palabra consecuente. Me conmovió el que en la buhardilla de los Höller se encontraran todos los libros y escritos y planos y objetos para escribir y pensar de Roithamer y, de hecho, todavía inalterados. La buhardilla de los Höller había sido la oficina de ideas y proyectos para la construcción del Cono, aquí habían surgido todas las ideas por primera vez y se habían trazado todos los planos y se habían tomado todas las decisiones necesarias para la construcción del Cono, desde aquí había dirigido Roithamer la construcción. Las librerías de madera de pino, estantes totalmente corrientes de madera de pino montados con espigas de acero de ocho centímetros contra las paredes blanqueadas, abarrotadas de cientos y miles de libros y escritos sobre construcciones y, en general, sobre la construcción y sobre todo lo relacionado con la construcción, sobre toda la Naturaleza y sobre toda la Historia Natural y, sobre todo, sobrela historia de la piedra en relación con la construcción, sobre Estadística sobre todo y sobre las posibilidades de construir un Cono en una naturaleza como la naturaleza del bosque de Kobernauss me habían llamado la atención enseguida al entrar en la buhardilla de los Höller, en la que, hasta ese momento, no había estado nunca solo sino siempre, únicamente, en compañía de Roithamer o en compañía de Höller o en compañía de ambos, de repente me fue posible, ya en los primeros instantes de mi entrada en la buhardilla de los Höller, entregarme sin reservas a mis pensamientos sobre la buhardilla de los Höller, sobre todas aquellas cosas de pronto a mi disposición y, naturalmente, a mi propósito de ocuparme de los escritos de Roithamer y, sobre todo, de enfrentarme con su obra principal, con el origen del Cono, clasificarlos y examinarlos minuciosamente, y posiblemente, aquí o allá, donde no concordasen en absoluto, reunirlos y restituir su coherencia original, prevista por Roithamer, porque, eso me había sido ya evidente a la primera inspección del manuscrito principal de Roithamer, el que, por las circunstancias de la interrupción de su trabajo, por la muerte de su hermana y las irregularidades de sus métodos de trabajo vinculados con ella, de su trabajo interrumpido de pronto, precisamente, cuando no hubiera debido interrumpirse, en el manuscrito principal sobre el Cono y también sobre Altensam y sobre la casa de los Höller, sobre el curso del Aurach y, especialmente, sobre la garganta del Aurach, sobre materiales de construcción y siempre sobre todo lo relacionado con la construcción del Cono, pero referido a la buhardilla de los Höller y, en definitiva, sobre la construcción proyectada y estudiada minuciosamente y, en definitiva, impulsada y realmente terminada, por veneración hacia ella, hacia su hermana, el que, por todas esas circunstancias, el manuscrito, en el que, como me consta, trabajaba el último semestre con la mayor energía en Inglaterra y, de hecho, en la habitación alquilada precisamente para ese trabajo en Cambridge, como me había comunicado, para escribir sin consideraciones una justificación y, al mismo tiempo, un análisis de su trabajo en el Cono, lo que, en el fondo, no le había sido posible hacer además de su trabajo científico y lo que, sin embargo, no lo inquietaba, porque debía de haberle sido evidente que tenía que llevar a su fin ahora, es decir, inmediatamente después de la muerte de su hermana, el manuscrito sobre el Cono y sus circunstancias y relaciones, si es que quería llevarlo a su fin, probablemente se daba cuenta de que no tenía ya tiempo, de que su vida estaba amenazada y cada vez más y cada día siempre más amenazada (por él mismo), y de que pronto llegaría a su fin, por lo que, con una falta de consideración increíble, sobre todo hacia sí mismo y hacia su cabeza, sensible, como sé, sobre todo en determinados estados de ánimo, tuvo que dedicarse a realizar su proyecto de terminar el manuscrito sobre la construcción del Cono; primero había hecho acopio de la mayor energía para proyectar y construir y realizar y terminar el Cono, y luego de la misma energía, si no mayor, para explicar y, sobre todo, para justificar la construcción del Cono en un manuscrito, como veo ahora, todavía mayor y muy voluminoso, porque por todas partes le habían hecho reproches por el hecho de que, en general, en una época contraria a ideas así tuviera una idea así, en una época así, que ha adoptado una posición contraria a concepciones y realizaciones así, llevara a la práctica y realizara y, finalmente, terminara una concepción así, y de que, en una época que, en general, era contraria a personas y cabezas y caracteres y espíritus como Roithamer (¡y otros!) él fuera un ser así y una cabeza así y un carácter así y un espíritu así, y además un carácter y un espíritu así contradictorios, que utilizara la herencia que de repente había recibido para obedecer a una idea, como todos decían, demencial, que había surgido de repente en su demencial cabeza para no abandonarla ya, la idea de construir, con el dinero que de repente había recibido, un Cono para su hermana, un Cono habitable y además, y esa idea era la más incomprensible de todas, de no edificar el Cono en un lugar considerado como normal por todos, sino de proyectar y también construir y terminar el Cono en el centro del bosque de Kobernauss, y al principio todos habían creído que no realizaría lo que había proyectado, pero cumplió paulatinamente su propósito y, de repente, y no sólo en su cabeza y de forma claramente reconocible por cualquiera en la intensidad de sus estudios, hizo construir de repente la carretera a través del bosque de Kobernauss, exactamente en un ángulo calculado por él con un trabajo nocturno de meses, esa carretera debía llevar exactamente al centro del bosque de Kobernauss, porque exactamente en el centro del bosque de Kobernauss pensaba construir el Cono y lo construyó en efecto, exactamente en el centro del bosque de Kobernauss, y todos los cálculos los hizo él mismo, porque odiaba a los, ahora tengo que pronunciar la palabra, arquitectos como odiaba a todos los profesionales de la construcción con excepción de los artesanos, no descansó hasta haber hecho su cálculo del centro del bosque de Kobernauss y haber podido comenzar a excavar los cimientos, y entonces la gente que, hasta aquel momento, no había creído en la realización del extravagante propósito de Roithamer, se quedó de pronto desconcertada, cuando la carretera que pasaba por el centro del bosque de Kobernauss fue realmente construida y él había empezado la excavación de los cimientos, al terminar sus cálculos volvió de Inglaterra y se instaló en la buhardilla de los Höller y, mediante una vigilancia sumamente personal, pudo impulsar tan aprisa la construcción de la carretera y la excavación de los cimientos, que para los expertos fue un misterio cómo una sola persona había podido realizar el proyecto con tal rapidez, que la carretera se construyera en la mitad del tiempo en que se hubiera construido normalmente, y que los cimientos se sentaran en una tercera parte del tiempo que normalmente se calcula para la excavación de unos cimientos así. Los cimientos eran los cimientos más profundos que nunca se habían excavado y la carretera que llevaba a los cimientos debía ser la mejor cimentada, todo debía ser de lo mejor. Efectivamente, la gente no había creído nunca que él, Roithamer, consiguiera siquiera adquirir el terreno para el Cono en el centro del bosque de Kobernauss y, sobre todo, no para un fin tan demencial, porque la construcción de una obra como el Cono fue calificada por todos, sobre todo por los expertos, de totalmente demencial, y es calificada hoy también de totalmente demencial y siempre será calificada de totalmente demencial, porque el terreno en que construyó Roithamer el Cono pertenecía, después de ser expropiado a su aristocrático propietario anterior, un Habsburgo, al Estado y la idea de devolver un terreno así, en el centro del bosque de Kobernauss, de la propiedad del Estado a la de una persona privada, cualquiera que ésta fuera, era ya un pensamiento absurdo y realmente muy extravagante, por no hablar de rescatar, de la propiedad del Estado a la de una persona privada, cualquiera otra vez, cualquiera que ésta fuese, los terrenos en que tenía que construirse la carretera que debía llevar al Cono, pero Roithamer, en el plazo más breve y con un secreto total y deliberado, pudo adquirir del dominio público todos los terrenos en que quería construir la carretera que llevara al lugar de la construcción del Cono, y luego también, enseguida, el gran terreno situado en el centro del bosque de Kobernauss en el que quería edificar el Cono para su hermana y, ya poco después de adquirir los terrenos y no sin haber cumplido totalmente las formalidades registrales, comenzó el trazado de la carretera y la construcción del Cono, y entonces, como me consta, las personas de su entorno se quedaron espantadas, y sobre todo los hermanos de Roithamer se quedaron perplejos, eso no habían podido soñarlo, que la demencial idea de su hermano pudiera hacerse realidad, ser realizada por el demencial Roithamer, pero tuvieron que aceptar el hecho de los contratos de compraventa válidos y tomar nota del comienzo de la construcción de la carretera y, finalmente, del comienzo de la construcción del Cono, y en ese momento intentaron aún incapacitar a Roithamer e iniciaron un proceso para su incapacitación total, pero un equipo de médicos demostró su normalidad total, en cualquier caso, los peritos que declararon en contra del estado mental de Roithamer y que habían sido contratados y pagados por los hermanos de Roithamer quedaron en minoría frente a los peritos que calificaron a Roithamer de normal. El que una persona deje que se desarrolle en su cabeza una idea como la idea de la construcción del Cono y luego emplee realmente su herencia, con la que no había querido hacer ninguna otra cosa, en la realización de su idea y, por tanto, en la puesta en práctica de su proyecto, la construcción del Cono, y ello con la mayor energía y alegría creadora no basta para probar que esa persona sea un loco, aun cuando la mayoría de los observadores y de sus parientes crean que esa persona es un loco, que tiene que ser sencillamente un loco, porque una persona normal no puede gastar en una idea tan demencial como la de construir un cono así, un cono así nunca construido aún, la enorme suma que ha heredado y que se eleva a millones y, de hecho, a centenares de millones, y realmente Roithamer, como me consta, invirtió toda la suma heredada en la construcción del Cono, salvo una cantidad de millones, cuya cuantía no conozco, que había pensado poner a disposición de su hermana para el resto de su vida, precisamente por esa suma se pelean entre sí en estos momentos los hermanos de Roithamer que viven en Altensam, porque esa suma recayó otra vez, después de la muerte de la hermana de Roithamer, en el propio Roithamer y, después de la muerte de Roithamer, en sus hermanos. En este punto puede decirse que el Cono mismo y toda el área que le pertenece, es decir, todos los bienes raíces relacionados con el Cono, han recaído de nuevo en el Estado, al que él se los había comprado muy caros pero correctamente, con la carga de dejar al Cono desmoronarse por sí mismo, de no dejar que lo toque nunca nadie y abandonarlo por tanto, completamente, a la Naturaleza en que Roithamer lo situó. Sin embargo, sobre estos hechos no hablaré ahora con detalle. Los estantes de madera de pino que no estaban atiborrados de libros y escritos sobre la construcción se encontraban, en la buhardilla de los Höller, separados de los muros, que estaban cubiertos de cientos y miles de planos, todos relativos a la construcción del Cono, millones de líneas y números y cifras cubrían esos muros, y al principio creí volverme loco o, por lo menos, ponerme enfermo, al mirar esos millones de líneas y números y cifras, pero luego me acostumbré a la vista de esas líneas y números y cifras y, cuando hube alcanzado cierto grado de tranquilidad, sin volverme ya loco, en la contemplación de esos cálculos del Cono, pude acometer el estudio de esos apuntes, porque me proponía ocuparme primero de los cálculos y diseños que había en los muros de la buhardilla de los Höller, y sólo luego consultar los libros y escritos que estaban en las estanterías y atender a los materiales que había en los cajones, primero tenía que familiarizarme en general con el hecho de que aquí, en la buhardilla de los Höller, se trataba de todo el material intelectual, hasta ahora desconocido para mí, con el que Roithamer había edificado y construido el Cono y todo lo relacionado con el Cono. Así pues, al principio, en cualquier caso en las primeras horas, no podía pensar en emprender un estudio concreto de todos esos papeles, y por de pronto me instalé en la buhardilla de los Höller, deshice mi equipaje, ordené los artículos de primera necesidad que me había traído y examiné mi cama, en la que acababan de poner sábanas limpias y que, como todas las camas en que acaban de poner sábanas limpias en el campo, exhalaba un maravilloso olor a la Naturaleza circundante. Comprobé que la cama era buena, sentándome en ella, luego colgué mi abrigo en el armario, sólo en la buhardilla de Roithamer, así puedo llamar sin temor a esta buhardilla, la buhardilla de los Höller es la buhardilla de Roithamer, porque también Höller llamaba a esta buhardilla la buhardilla de Roithamer, tuve enseguida la impresión de encontrarme en un cuarto de pensar, todo en este cuarto se orientaba únicamente al pensamiento y quien entraba aquí se veía obligado a pensar, el requisito previo era un pensar ininterrumpido, nadie hubiera aguantado aquí sin un pensar ininterrumpido, no hubiera aguantado ni el período más breve, quien entre en la buhardilla de los Höller tendrá que entrar en el pensamiento y, por cierto, en el pensamiento referido a la buhardilla de los Höller, tendrá que entrar simultáneamente en el pensamiento de Roithamer y tendrá que pensar ese pensamiento mientras viva en la buhardilla y, si interrumpe ese pensamiento, se volverá loco en ese instante o se morirá, pienso. Quien entre aquí se verá obligado a abandonar, a interrumpir todo lo que ha pensado antes, hasta el momento de su entrada en la buhardilla de los Höller, para, a partir de ese momento, pensar nada más que el pensamiento permitido en la buhardilla de los Höller, porque sólo pensar no bastaba para poder sobrevivir en la buhardilla de los Höller ni siquiera el período más breve, tenía que ser el pensamiento de la buhardilla de los Höller, el pensamiento referido exclusivamente a todo lo relacionado con la buhardilla de los Höller y con Roithamer y con el Cono. De ese hecho, el que ahora tenía que pensar en la buhardilla de los Höller como había que pensar en la buhardilla de los Höller, tuve enseguida conciencia cuando paseé la mirada por la buhardilla de los Höller, de que no había otra posibilidad de pensar en la buhardilla de los Höller que el pensamiento de la buhardilla de los Höller, pensé mientras tomaba la decisión de familiarizarme poco a poco con las reglas de pensamiento aquí reinantes y estudiarlas, para poder pensar con arreglo a esas reglas de pensamiento, y también que no era fácil para alguien que llegaba aquí, a la buhardilla de los Höller, directamente y sin la menor preparación para ese cambio, familiarizarse con esas reglas y someterse a ellas, y avanzar con arreglo a esas reglas de pensamiento. Todo aquí, en la buhardilla de los Höller, era de Roithamer y hasta llegué a decir que la buhardilla era Roithamer, aunque la cabeza debe ser prudente en tales juicios, ya en el momento de mi entrada puse mi existencia entera en ese juicio. Höller no había cambiado nada aquí desde la última estancia de Roithamer en la buhardilla de los Höller, Roithamer estuvo, como entre tanto sé por Höller, después del entierro de su hermana en Altensam, al que, como sé también ahora, sólo fue de mala gana, naturalmente no de mala gana a causa de su hermana sino a causa de sus otros hermanos, vestido de negro, como dice Höller, como nunca se había vestido, porque Roithamer, así Höller, en toda su vida sólo se vistió una vez de negro, quienquiera que fuese la persona a la que se enterraba, Roithamer no se había vestido, jamás, de negro, sólo en el entierro de su hermana apareció con traje negro, y dice Höller que estaba muy elegante con ese traje negro, así pues, apareció con ese elegante traje negro en casa de los Höller y guardó silencio en el salón de los Höller, persistió en su silencio, como dice Höller, no quiso comer nada ni beber nada, y él, Höller, tuvo la impresión de que el propio Roithamer, ahora que su hermana estaba muerta y enterrada, estaba acabado y sólo seguía viviendo, seguía viviendo cuando, en realidad, sentía que estaba ya muerto, porque la hermana para la que había construido el Cono lo había sido todo para él además de su ciencia, además de sus ciencias naturales que, como queda dicho, enseñaba y al mismo tiempo estudiaba en Cambridge, cómo un hombre de estudios, así Höller, puede parecer de repente herido de muerte, así Höller, que decía de Roithamer que no sólo daba una impresión de agotamiento después de la muerte de su hermana, sino de muerte, Roithamer había entrado en casa de los Höller ya muerto, no sólo agotado o totalmente agotado, había estado sentado dos horas en el salón de abajo, y no había dejado que su mujer, o sea la de Höller, de la que siempre había aceptado algo, le diera nada de comer ni de beber, al cabo de tres horas un vaso de agua, que se bebió de un trago hasta la última gota, pero nada más, luego siguió sentado en silencio hasta la noche en la sala, y él, Höller, ni se había atrevido a decir nada ni se había atrevido a guardar silencio, y en ese estado, así Höller, que sin duda podía describirme bien ese estado, pero no explicármelo, siempre que Höller hablaba de Roithamer podía, de hecho, describírmelo todo bien, pero no explicármelo, aunque él, Höller, no necesitaba palabras para hacerse comprender y aclarar lo que había que aclarar y donde había que aclararlo, la forma en que Höller hacía algo inteligible resultaba siempre mejor cuando utilizaba el silencio, Roithamer había estado sentado toda la noche en el salón y no había querido retirarse a la buhardilla, así Höller, probablemente no quería, a partir de entonces, volver al mundo que había significado para él la buhardilla, o sea, todo. Hacia la medianoche, la mujer de Höller, porque de repente hacía mucho frío, le envolvió a Roithamer las piernas con una manta, y él, Roithamer, la dejó hacer sin resistencia, así Höller, luego, hacia las cuatro, Roithamer se levantó y subió sin decir palabra a la buhardilla, permaneciendo unos minutos en ella. No cambió ya nada en la buhardilla, así Höller, no tocó ya ningún objeto. Como está ahora la buhardilla estaba antes también. Tampoco yo he cambiado ya nada en la buhardilla, así Höller. Entonces él se marchó y no supieron más de él. Su muerte fue una sorpresa para él, así Höller, en esa última velada y en esa última noche todo había apuntado en Roithamer a su muerte, y a él, Höller, le había sido evidente esa noche, durante ese último encuentro con Roithamer, que él, Roithamer, no viviría ya mucho. Ya no tengo existencia, era lo último que, al parecer, le dijo Roithamer a Höller. Yo mismo vi a Roithamer otra vez en Londres, lo recogí, porque me había mandado un telegrama, en la estación Victoria, y lo llevé a su casa, donde me contó, con sus frases cortas, que no toleraban contradicciones, el entierro de su hermana. Aquí Roithamer me resultaba otra vez presente, porque realmente estaba presente, lo veía con claridad y oía lo que decía cuando lo vi, aunque en realidad no estuviera presente, y de esa forma tenía conciencia de su presencia al contemplar sus objetos, a causa del aire que, como yo ahora, había respirado él los últimos años en la buhardilla, a causa de los pensamientos que él siempre había pensado aquí y que yo pienso ahora, a causa de toda la atmósfera de los Höller, que, para Roithamer, en los años en que se apartó de Altensam y se entregó cada vez más y, luego, de forma totalmente exclusiva a la construcción del Cono, se convirtió en costumbre, porque Roithamer me había dicho realmente a menudo que, para él, la atmósfera de los Höller y las circunstancias de la atmósfera de los Höller, el pensamiento relacionado de forma muy inmediata con la atmósfera de los Höller y con las circunstancias de la atmósfera de los Höller se habían convertido en la única cosa necesaria y en la única cosa necesaria importante, dondequiera que, en los últimos años, que, por una parte, lo encadenaron a Inglaterra, donde había enseñado, y a la Universidad de Cambridge y, por otra, al bosque de Kobernauss, que había destinado a lugar de construcción del Cono, dondequiera que hubiera vivido en los últimos años, en Inglaterra o en Austria, en el país inglés, con gran decisión y presencia de ánimo, en el país austríaco, con gran afecto y amor, aunque también con desprecio y aversión igualmente grandes, con esa mezcla de desconfianza y decepción que siempre había sentido, en las fronteras del odio, hacia esta su patria, fronteras que había traspasado también, con mucha frecuencia, con una inteligencia desusadamente aguda, porque el hecho de que, por una parte, amaba a Austria, porque era su país de origen, era tan evidente como el hecho de que la odiaba, porque, durante toda su vida, sólo lo había maltratado y siempre, cuando necesitaba de ella, lo había rechazado, ella no dejaba que se le acercara un ser como Roithamer, seres, personas, caracteres como Roithamer no tienen en el fondo nada que hacer en un país como su y mi país natal, en un país así son incapaces de desarrollarse y tienen además, continuamente, conciencia de esa incapacidad para desarrollarse, un país así necesita hombres que no se rebelen contra la desvergüenza de un país así, contra la irresponsabilidad de un país así y de un Estado así, de un Estado que, como decía siempre Roithamer, era un peligro público y estaba en total decadencia, en el que no reinaban más que unas condiciones caóticas, si es que no las más caóticas, ese Estado tiene una infinidad de hombres como Roithamer sobre la conciencia, una historia totalmente vil y abyecta sobre la conciencia, esa perversidad y prostitución permanentes en forma de Estado, como decía siempre Roithamer y, por cierto, sin pasión, con la seguridad, en él innata, de un juicio que no se basaba más que en la experiencia, y Roithamer nunca había admitido otro valor que el de la experiencia, como decía siempre, cuando se había llegado al límite de la tolerancia, en relación con ese país y con ese Estado, no se podía explicar, decía, con unas palabras casuales, la vileza y la abyección y el peligro público que representaba ese Estado, sin embargo, para un análisis y un trabajo científico sobre ese tema le faltaba tiempo, porque estaba concentrado, decía, en su tema principal, las ciencias naturales y el Cono, y tampoco era él una cabeza, decía, que se agotara en ataques políticos, nunca se había agotado, decía, en ataques políticos o políticogenerales, para eso había otras cabezas, más indicadas, esas nucas y frentes para los ataques políticos, sin embargo, decía, de vez en cuando se había visto obligado a utilizar su capacidad de juicio con respecto a su país de origen y a su Estado de nacionalidad, o sea, con respecto a Austria, ese país, el más incomprendido del mundo, ese país con el mayor grado de dificultad de la historia universal, y se exponía de vez en cuando al riesgo de expresar su opinión sobre Austria y sus austríacos, sobre ese Estado arruinado como ningún otro, sobre ese pueblo arruinado como ningún otro, en el que, además de las deficiencias mentales en él innatas, decía, no quedaba más que hipocresía y, por cierto, hipocresía en todas las esferas posibles del Estado y de la política nacional, éste, en otro tiempo, corazón de Europa no era, según Roithamer, más que un resto de liquidación de la historia intelectual y cultural, una mercancía estatal no vendida, sobre la que el ciudadano no tiene más que una segunda o una tercera o una cuarta o, en cualquier caso, nada más que una última opción, ya sus primeros años habían hecho comprender a Roithamer, como me habían hecho comprender a mí, la imposibilidad de crecer y desarrollarse en este Estado y en este país, cualesquiera que fueran los auspicios, este país y este Estado, así Roithamer, no son nada para el desarrollo de un intelectual, aquí todos los indicios de fortaleza intelectual se convierten enseguida en todos los indicios de debilidad intelectual, aquí todos los esfuerzos por avanzar, prosperar y progresar son inútiles, por todas partes, a dondequiera que se dirigen los ojos o la inteligencia o los esfuerzos, no se ve más que el hundimiento de todos los esfuerzos por avanzar, prosperar y progresar aquí, por desarrollarse, el hombre austríaco, ya en el momento de su nacimiento, es un hombre fracasado y debe comprender claramente, decía, que tendrá que renunciar a sí mismo si se queda en este país y en este Estado, cualesquiera que sean los auspicios, debe decidir si quiere, quedándose ahí, perecer, envejeciendo fatigosamente y sin llegar a nada, perecer en su propio Estado y en su propio país, presenciar con los ojos abiertos, en su propia mente y en su propio cuerpo, ese terrible proceso de extinción, si quiere aceptar un desarrollo descendente durante toda su vida, quedándose en este Estado y en este país, o si quiere irse y marcharse tan pronto como pueda y, mediante ese pronto irse y marcharse en lo posible, salvarse, salvar su inteligencia, salvar su personalidad y salvar su naturaleza, porque, si no se marcha, así Roithamer, perecerá en este país, y si no es un hombre vil, se convertirá en este país y en este Estado en un hombre vil, y si no es de naturaleza abyecta ni infame, se convertirá en este país y en este Estado en un ser de naturaleza vil y abyecta y en una criatura vil y abyecta, y por eso hace falta, desde el principio mismo, desde los primeros momentos del pensamiento, salvarse de este país y de este Estado y, cuanto antes vuelva la espalda a este país y a este Estado un hombre con facultades intelectuales, tanto mejor, un hombre así tiene que decirse que hay que huir, dejar atrás todo lo que es este Estado, lo que constituye este país, irse a cualquier parte, aunque sea al fin del mundo, no quedarse en ningún caso donde nada puede esperar y, si puede, sólo lo más miserabley lo que destruye la inteligencia y lo que vacía la cabeza y lo que obligará continuamente a la mezquindad y la vileza, y que, aquí, todo lo aplasta continuamente, lo denigra y lo niega continuamente, y que aquí, en su país austríaco, estará expuesto siempre a una vil incomprensión y una vil calumnia y, por tanto, a la decadencia y, por tanto, a la muerte, y, por tanto, a la aniquilación de su existencia. Si lo vemos con claridad, veremos que para Roithamer no había otra posibilidad que dejar esta su patria, que no merece en absoluto ese título honroso, porque sigue siendo un título honroso, porque la llamada patria no fue para él en realidad, como para tantos otros salidos de ella, nada más que el castigo más terrible de su existencia, durante toda su vida, por el acto inocente de haber simplemente nacido, alguien como Roithamer siente constantemente que su patria lo castiga por algo que no puede evitar, porque ningún hombre puede evitar su nacimiento, pero Roithamer tuvo que comprender ya muy temprano y, de hecho, en su más temprana infancia, que pasó con sus tres hermanos en Altensam, que tenía que irse y, en lo posible, rápidamente y sin rodeos, para no hundirse como, en fin de cuentas, se hundieron sus hermanos, porque sobre el hecho de que sus hermanos se han hundido en Austria no existe la menor duda, porque el hermano mayor ha degenerado a causa de Altensam, de las circunstancias que constituyen Altensam, de las situaciones que reinan y siempre han reinado en Altensam, y el hermano mayor no intentó ni una sola vez marcharse de Altensam, sufrió el desarrollo característico de Altensam, el proceso de extinción de Altensam, que no es otra cosa que un proceso de extinción, y desde el primer momento se entregó sin resistencia, nunca intentó romper con Altensam, renunciar a Altensam, para eso no tenía la más mínima energía, a ese hermano mayor, que conozco desde la infancia, como también al hermano menor, le ha faltado siempre valor y decisión y, por tanto, decisión intelectual, ese orden en forma de desorden que siempre lo ha dominado todo en Altensam, esa realización exacta de la extinción de una enorme propiedad, los aceptó simplemente el hermano mayor porque sus padres se lo exigieron, y creció en Altensam, como siempre han crecido todos en Altensam, y se convirtió en lo que todos se han convertido siempre en Altensam, se convirtió en un típico morador de Altensam, en alguien que, en el fondo, no conoce nada ni acepta nada más que Altensam, que ha despertado con Altensam y que, después de haber pasado su vida en Altensam, morirá con Altensam. Y el hermano menor estuvo siempre sometido al hermano mayor, el menor era todavía más debilucho y débil que el mayor, y los dos juntos no formaban en realidad más que una sociedad vitalicia para la muerte, centrada en Altensam, aunque es verdad que han sobrevivido a Roithamer, el hermano que estaba entre los dos, y que han sobrevivido también a su hermana, que murió a causa del Cono, que han sobreexistido y sobrevegetado a su hermana y al segundo hermano, Roithamer, si yo fuera a Altensam, de lo que no tengo ninguna gana, podría ver cómo siguen vegetando allí, cómo, en su calidad de los dos únicos moradores de Altensam supervivientes, no son hoy otra cosa que lo que siempre fueron, Altensam de pies a cabeza, y precisamente contra ese Altensam de pies a cabeza, así Roithamer, se defendió siempre él, su vida, su existencia, su existencia de supervivencia sólo fue siempre, en el fondo, un defenderse contra Altensam, sobre todo no abandonarse a Altensam, no quedarse aferrado a Altensam, debió pensar probablemente, siempre y en todo, que, probablemente, ni el menor pensamiento, ni la menor idea le serían posibles sin ese pensamiento de, pienso yo, sobre todo no convertirse en Altensam, sobre todo no ser Altensam de pies a cabeza como mis hermanos, porque realmente Roithamer no hubiera estado nunca capacitado para un trabajo intelectual como el que nos ha dejado, todos esos escritos suyos, de hecho, hasta los más pequeños y aparentemente mas insignificantes, prueban ese pensamiento de Roithamer durante toda su vida de no quedarse aferrado a Altensam, durante toda su vida y toda su difícil existencia no había tenido nada más urgente en la cabeza que liberarse de Altensam, porque liberarse de Altensam y, de hecho, liberarse de Altensam con plena conciencia y radicalmente, significaba poder pensar, sin Altensam, lo que era su pensamiento, porque, en definitiva, era un pensamiento sin Altensam, aunque es verdad que no hubiera sido posible sin Altensam, porque realmente Altensam y el ser oriundo de Altensam y la permanente relación de su persona y personalidad y ciencia intelectual con Altensam le eran necesarios para pensar como había pensado y había trabajado, lejos de Altensam, más allá de Altensam y sin volver nunca más a Altensam. Sus hermanos habían estado destinados desde el principio a quedarse en Altensam, a instalarse en Altensam para vivir su decadencia en Altensam, y nadie esperaba de ellos otra cosa y nadie se dio cuenta de que los dos, al quedarse en Altensam, fueron, poco a poco y con intensidad cada vez mayor, aniquilados por Altensam, aunque hoy sigan existiendo, hace tiempo que fueron aniquilados por Altensam como nunca fue aniquilado por Altensam Roithamer, aunque Altensam lo debilitaba siempre, y su hermana era una excepción. Roithamer estaba apegado a ella con todo el amor de que es capaz un hombre como él y, como culminación de ese amor, había imaginado y emprendido y realizado y terminado la construcción del Cono, pero que un ser como la hermana de Roithamer no puede soportar una situación así, como culminación, ha resultado cierto por el hecho de que ella ya no vive hoy. Pero, sobre eso, luego más. Que tenía que marcharse de Altensam le había resultado ya claro a Roithamer de niño, con la claridad de una cabeza adulta y, como preparación para su alejamiento de Altensam, se había mantenido ya siempre apartado de los otros, todo en él, ya en su más temprana infancia, había indicado que se iría de Altensam y que dejaría realmente a Altensam totalmente atrás, porque un pensamiento como el que él pensaba no era posible con Altensam y sin separarse de Altensam. Y esa separación tiene que ser realmente radical, se dijo ya pronto, y luego también, con su decisión de renunciar no sólo a Altensam sino a Austria, realizó la más radical de las separaciones de Altensam y de Austria. Porque si vuelvo otra vez, y las tentaciones de volver otra vez no pueden ser mayores, anotó, destruiré cuanto he logrado, cederé entonces a la debilidad, que no es más que una debilidad para mí mortal, y me encontraré, de la noche a la mañana, en esa debilidad mental a la que, hasta el día de hoy, he venido escapando. Había sentido siempre a Altensam como una debilidad mental y a los que vivían en Altensam, sus parientes, como débiles mentales dentro de esa debilidad mental, y no había nada que temiera más que volver a esa debilidad mental y a esos débiles mentales. Y aunque la tortura de estar ausente y hacer avanzar y proseguir lo emprendido, de querer mejorar siempre más y más mi estado mental, sea la mayor de las torturas, y la dificultad de arraigar lejos, en lo que se llama el extranjero, sea también la mayor de las dificultades y la más deprimente, no volveré a ese estado mental de debilidad mental ni a los débiles mentales de Altensam y de Austria, anota Roithamer. Ya en las primeras horas me llamaron la atención muchas notas suyas, pero, inmediatamente después de entrar en la buhardilla de los Höller, no me ocupé todavía con concentración del estado mental de Roithamer. Tenía conciencia de la peligrosidad de penetrar precipitadamente en el estado mental de Roithamer y, en esos primeros momentos y horas de contacto, pensé que sólo podía hacerlo cautelosamente y con mucho cuidado y, sobre todo, prestando atención a mi propio estado mental que, después de todo, es siempre también un estado mental frágil. Manteniéndome a la expectativa, al principio abordé sólo con vacilaciones los montones de papeles de la mano y la autoría intelectual de Roithamer que yo había llevado a la buhardilla de los Höller, porque tenía plena conciencia de la peligrosidad de ocuparme quizá demasiado rápida y descuidadamente de los escritos de Roithamer, de todo su legado, que me había sido adjudicado por sentencia judicial, y de que tenía que guardarme de esa ocupación, porque me era evidente que las posibilidades de que los papeles de Roithamer lesionaran mi estado mental y mi constitución entera no podían ser mayores. Sin embargo, yo había aprovechado la oportunidad de la neumonía, sencillamente esa repentina enfermedad de la reflexión, de una duración de unos meses, para ocuparme inmediatamente del legado de Roithamer, en lugar de hacerlo sólo más tarde, porque inicialmente había tenido miedo de ocuparme enseguida del legado de Roithamer, ya que sabía que, siendo tan fácilmente vulnerable en un estado de salud tan inseguro, que no afectaba sólo a mi cuerpo, no debía enfrentarme por mí mismo con el mundo intelectual de Roithamer, porque me era evidente lo sensible que siempre he sido a las ideas y realizaciones de Roithamer, y porque realmente, a veces, me había entregado totalmente a esas ideas y realizaciones de Roithamer, lo que Roithamer pensaba era también mi pensamiento y lo que realizaba creía tener que realizarlo yo, había estado a veces totalmente ocupado por sus ideas y por todo su pensamiento y había renunciado a mi propio pensamiento que, sin embargo, como todo pensamiento, era un pensamiento propio que se sostenía por sí solo y se movía por sí solo, durante largos períodos de mi vida y sobre todo en Inglaterra, a donde probablemente había ido sólo porque Roithamer estaba allí, no había podido pensar ya, en absoluto, con mi propio pensamiento sino sólo con el de Roithamer y eso le había llamado la atención muy a menudo al propio Roithamer, decía que para él era inexplicable y, por ello, insoportable además, ver cómo yo, sometido al menos, si no entregado, a su pensamiento, lo seguía en todos sus procesos mentales, que sólo a él le pertenecían, a donde quiera que fuese, que yo estuviera siempre, con mi pensamiento, donde él estaba con su pensamiento, y decía que debía guardarme de renunciar a mí mismo por completo, porque alguien que no piensa ya por sí mismo sus propios pensamientos sino con otro pensamiento que domina y admira, o que no admira sino que, compulsivamente, domina, corre continuamente el peligro de matarse, de quitarse la existencia, a causa de ese pensamiento continuo de otro en lugar del propio. Durante muchísimo tiempo no me había sido posible en Inglaterra pensar con un pensamiento propio, sólo había podido pensar siempre con el pensamiento de Roithamer, por lo que, en realidad, en toda esa larga época inglesa, ésa es la verdad, había renunciado a mí mismo. Como mi pensamiento había sido en realidad el pensamiento de Roithamer, en esa época yo no había estado allí, no había sido nada, había quedado extinguido por el pensamiento de Roithamer, en el que, de repente y de manera para Roithamer mismo inabarcable, había estado envuelto durante tanto tiempo. Probablemente, ese estado de extinción a causa del pensamiento de Roithamer había durado hasta la muerte de Roithamer, sólo ahora me doy cuenta de que soy capaz otra vez de un pensamiento propio, por haber entrado en la buhardilla de los Höller, pienso. Ahora, después de tanto tiempo, pienso, estoy otra vez en condiciones de formarme una imagen propia de la claridad de los objetos que contemplo, no la imagen que se formaba Roithamer de las imágenes por él y por mí contempladas. Y que, de pronto, al penetrar en la buhardilla de los Höller, he cumplido la pena de prisión, si no presidio, de muchos años, en la prisión de los pensamientos de Roithamer... o en el presidio de los pensamientos de Roithamer. Ahora contemplo a Roithamer con mis propios ojos por primera vez desde hace mucho tiempo, y al mismo tiempo tengo que pensar que, probablemente, nunca había contemplado a Roithamer con mis propios ojos hasta ahora. Un hombre y un carácter y una capacidad de existencia como Roithamer, pienso, tenían que cesar en un punto determinado de su desarrollo, precisamente en el punto extremo, tenían que cesar y hacerse pedazos de una forma explosiva. Porque, ¿con qué orden de magnitudes me enfrento cuando me ocupo de Roithamer?, me pregunto, con una cabeza que quiere y se ve obligada a llevarlo todo a lo más extremo y que, en esa acción recíproca como relación intelectual con todo, está capacitada para los más altos rendimientos, que desarrolla su propio desarrollo, el desarrollo de su carácter y de las dotes intelectuales que ha recibido hasta el punto más extremo y hasta el límite más extremo y en el más alto grado, y además, igualmente, su ciencia hasta el límite más extremo y hasta el punto más extremo y en el más alto grado, y además, igualmente, su idea de la construcción del Cono para su hermana hasta el punto más extremo y en la más alta medida y hasta el límite más extremo, y que además quiere explicarlo con la concentración más extrema y en la más alta medida y hasta el límite más extremo de su capacidad intelectual, y que tiene que reunir en un solo punto extremo y llevar hasta el límite extremo de su capacidad intelectual y de su tensión nerviosa todo lo que él es en definitiva, y que, realmente, tiene que hacerse pedazos en el grado más alto de esa expansión y reunión y siempre repetida concentración total. Se había liberado a sí mismo y había liberado a su cabeza de Altensam y de Austria, para poder alcanzar esa concentración suprema, y siempre había tenido la voluntad de alcanzar esa concentración suprema, en todas y cada una de las cosas que él era estaba esa voluntad de concentración, la voluntad para lo más extremo que, como ninguna otra, había sido su característica más destacada, había renunciado prácticamente a todo lo que había sido para alcanzar todo lo que no había sido y, finalmente, fue mediante ese sobreesfuerzo sobrehumano. No encontramos a menudo y, probablemente, no encontraremos nunca más en nuestra vida, tengo que decirme, un hombre como Roithamer que, por haber reconocido en sí la posibilidad para ello, lo hace todo para alcanzar el más alto rendimiento de su ser, y que, una vez ha penetrado en una disciplina científica, tiene que llevar esa disciplina dentro de sí mismo, todos los días y en todos los momentos, hasta la más alta concentración posible, y llevarla, de una forma cada vez más intensa, hasta esa más alta concentración posible, de pronto no tiene otra opción que perfeccionar sus posibilidades, todo lo demás le resulta imposible, un hombre así no ve ya nada sin mirar ininterrumpidamente su posibilidad suprema, y si se trata de un talento tan extraordinario para la vida y, por consiguiente, para las ciencias naturales como era Roithamer, esa concentración permanente y perpetua significa una pena de presidio permanente y perpetuo en ese talento extraordinario para la vida y para las ciencias naturales, porque, a partir de un momento determinado, un hombre así no puede vivir ya de otra forma que a partir de sus dotes y hacia un objetivo que, al habérsele manifestado de pronto claramente, se ha convertido para él en más importante que todo lo demás y en su único estímulo, de repente, un hombre así no existe más que para rechazar todo lo que pueda ser un impedimento o estorbar en lo más mínimo el desarrollo y logro final de su objetivo, rechazándolo todo, sin ocuparse ya de nada que no sea útil para ese objetivo, un hombre así sigue su camino que, naturalmente, se hace cada vez más solitario y más doloroso, y que, en cualquier caso, debe ser recorrido por un hombre así solo y sin ayuda, y eso, sin embargo, lo supo muy pronto Roithamer, de repente lo dejó atrás todo, sobre todo, todo lo relacionado con Altensam y con el entorno de Altensam y, por tanto, todo su parentesco espiritual y corporal que, de pronto, había reconocido como el mayor impedimento para su objetivo, renunció a lo que los otros, sus hermanos, el resto de sus parientes, no habían estado dispuestos a renunciar ni habían sido capaces de renunciar, la costumbre de las costumbres de Altensam, la costumbre del mecanismo de costumbres austríacas, la costumbre de todo lo familiar y congénito, renunció a todo lo que los otros no habían renunciado, de forma que sólo tuvo que pensar en renunciar, en dejar atrás, aquello a lo que los otros no renunciaban y que no dejaban atrás, sólo necesitaba observar lo que los otros hacían o no hacían para hacerlo él o no hacerlo, las omisiones de los otros eran sus acciones y sus acciones las omisiones de los otros, y ya en su más temprana infancia había podido adquirir una gran experiencia en ese mecanismo, observando constantemente todo lo demás, verificando y acogiendo y rechazando constantemente todo lo que no fuera su persona, todo lo exterior a su carácter, a su mente, porque si siempre había sido ya distinto de todo lo demás y de todos los demás, mediante la continua observación de todo lo demás y de todos los demás llegó, en grado aún más alto, a la lucidez necesaria para darse cuenta de que tenía que tomar una dirección distinta de la de los demás, seguir un camino distinto del de los demás, llevar una vida distinta de la de los demás, una existencia distinta de la de los demás y de la de lo demás, con lo que tuvo también posibilidades totalmente distintas de las de los demás y de las de lo demás, a las que se sometió con el tiempo cada vez más y con un ritmo propio, sólo en él congénito y aprendido, y Roithamer comprendió ya muy pronto, mientras que los demás sólo comprendieron tarde o no comprendieron nunca, y la característica más destacada de su relación con los demás fue siempre una total falta de comprensión y una resultante incomprensión permanente, todos se comprendían siempre entre sí, pero a él nunca lo comprendieron ni lo comprenden tampoco hoy, después de su muerte. En el fondo, no percibieron siquiera realmente su evolución, porque lo que percibieron como el camino de su evolución era algo distinto del verdadero camino de su evolución, él siempre fue por otro camino, lo mismo que siguió siempre otras ideas distintas de las que ellos suponían, nunca se les reveló el modo de ser de Roithamer, que se diferenciaba fundamentalmente del modo de ser de todos los demás, lo consideraban sólo desde el punto de vista de sus cabezas, es decir, de sus sentimientos, de su posibilidad de percepción, pero la evolución de Roithamer era distinta, veían a su hermano (o a su hijo) precisamen-te como podían verlo, pero no como era, porque lo veían como querían verlo y no como era realmente para ellos, y ni siquiera su hermana, a la que quiso como a ningún otro ser humano, tuvo ante sí la verdad y la realidad de aquel hombre extraordinario cuando tuvo relación o contacto con él. Miraban dentro de él desde un estado crepuscular, cuando hubieran debido mirar a Roithamer sin prejuicios y con la mirada de la verdad y la realidad, y así, continuamente y durante toda la vida de Roithamer, tuvieron siempre ante sí a otro distinto de él, lo veían como querían tenerlo, como podían dominarlo, como les resultaba, a veces inquietante y a veces no inquietante, en el fondo de ninguna manera como a uno de los suyos, porque a uno de ellos, como decían, lo hubieran visto claramente.