Cristo entre nosotros, la esperanza de gloria - Justo L. Gonzalez - E-Book

Cristo entre nosotros, la esperanza de gloria E-Book

Justo L. González

0,0
10,99 €

oder
-100%
Sammeln Sie Punkte in unserem Gutscheinprogramm und kaufen Sie E-Books und Hörbücher mit bis zu 100% Rabatt.
Mehr erfahren.
Beschreibung

PARA QUE ANDÉIS COMO ES DIGNO DEL SEÑOR, AGRADÁNDOLE EN TODO. Colosenses nos presenta una de las visiones más amplias en todo el Nuevo Testamento. En esta epístola se habla de Cristo como el primogénito de toda creación, en quien fueron creadas todas las cosas que están en los cielos y en la tierra, visibles e invisibles… Él antecede a todas las cosas y en él todas las cosas subsisten. Y en Él habita toda la plenitud. Al mismo tiempo, esa amplísima visión se remonta al principio mismo de toda la creación, y al misterio de Dios que, según la epístola, es Cristo mismo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento. Pero, además de esta gran visión, esta epístola lo lleva todo a términos concretos en cuanto al modo en que los cristianos han de vivir; es decir, a una ética para la vida cotidiana fundamentada en el misterio de los siglos: Cristo mismo. En este comentario a la Epístola de San Pablo a los Colosenses, el Dr. Justo González te guiará en el estudio de esta carta verso a verso para explorar con detalle su contexto en el nuevo testamento y enseñando qué significa la vida nueva en Cristo. Este estudio también presenta características particulares como su relación con la epístola a Filemón, Efesios y Romanos, relación que en conjunto nos presenta a Cristo; la esperanza de gloria para el creyente.

Das E-Book können Sie in Legimi-Apps oder einer beliebigen App lesen, die das folgende Format unterstützen:

EPUB
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Cristo entre nosotros, la esperanza de glória

©2023 por Justo L. González

Publicado por Editorial Patmos, Miramar, FL 33025

Todos los derechos reservados.

A menos que se indique lo contrario, el texto bíblico ha sido tomado de la Reina-Valera Actualizada 2015 (RVA-2015) ® © Editorial Mundo Hispano, 2015. Utilizado con permiso.

Las citas bíblicas indicadas con «LBLA» son tomadas de LA BIBLIA DE LAS AMERICAS © Copyright 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation. Usadas con permiso.

El texto bíblico indicado con «NTV» ha sido tomado de la Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente, © Tyndale House Foundation, 2010. Usado con permiso de Tyndale House Publishers, Inc., 351 Executive Dr., Carol Stream, IL 60188, Estados Unidos de América. Todos los derechos reservados.

El texto bíblico indicado con «NVI» ha sido tomado de la Santa Biblia, NUEVA VERSIÓN INTERNACIONAL® NVI® © 1999, 2015 por Biblica, Inc.® Usado con permiso de Biblica, Inc.® Reservados todos los derechos en todo el mundo.

Revisado por Marian Belmonte y Regina Romano

Diseño de interior y portada por Elisangela Santos

Conversión a libro electrónico: Cumbuca Studio

ISBN: 978-1-64691-272-8

eISBN: 978-1-64691-273-5

Categoría: REL006820 Religión / Comentario bíblico / Nuevo Testamento / Epístolas Generales

Impreso en Colombia | Printed in Colombia

CONTENIDO

1. Lista de abreviaturas

2. Introducción

3. Saludo y dedicatoria: 1:1-2

4. Acción de gracias e intercesión: 1:3-14

5. La preeminencia de Cristo: 1:15-23a

6. Pablo, ministro del evangelio: 1:23b–2:5

7. La vida plena en Cristo: 2:6-19

8. La vida nueva en Cristo: 2:20–4:1

9. Conclusión

10. La oración y el testimonio personal: 4:2-6

11. La misión de Tíquico y Onésimo: 4:7-9

12. Saludos finales: 4:10-18

13. Epílogo

LISTA DE ABREVIATURAS

BAC Biblioteca de Autores Cristianos

BJ Biblia de Jerusalén

CSEL Corpus scriptorum ecclesiasticorum latinorum

GAF Grandes Autores de la Fe

NVI Nueva Versión Internacional

RVA Biblia Reina-Valera Actualizada

RVR Biblia Reina-Valera Revisada (1995)

VP Biblia Versión Popular

INTRODUCCIÓN

La Epístola a los Colosenses me ha fascinado por largo tiempo, y he soñado con escribir un comentario acerca de ella. Por eso ahora, al escribir este comentario, lo hago con trepidación, sabiéndome inepto para hacerle justicia a la carta misma y, sin embargo, sintiéndome llamado a comunicarle a la iglesia algo de la amplia visión teológica y práctica que se encuentra en ella. Parte de mi fascinación con esta brevísima carta es su amplia visión del carácter cósmico del evangelio. Y otra parte es también sus diferencias y sus semejanzas con otros libros del Nuevo Testamento.

La carta en el contexto del Nuevo Testamento

Cuando la estudiamos en el contexto de todo el Nuevo Testamento, la Epístola de San Pablo a los Colosenses tiene cuatro características notables que, en conjunto, la hacen única en la literatura del Nuevo Testamento. La primera de esas características, y la más evidente, es que esta epístola va emparejada con otra de carácter más personal, aunque también dirigida a la comunidad cristiana en Colosas. Se trata de la brevísima epístola a Filemón, cuya relación con Colosenses frecuentemente se nos oculta porque, en el orden presente de los libros del Nuevo Testamento, entre la Epístola a los Colosenses y la que va dirigida a Filemón se interponen las dos Epístolas a los Tesalonicenses, las dos a Timoteo y la que se dirige a Tito. El hecho de que Filemón haya sido parte de la iglesia en Colosas queda claramente manifiesto al comparar los nombres de las personas mencionadas en Colosenses con los que aparecen en Filemón. La presencia de los mismos nombres muestra que ambas cartas van dirigidas a la misma comunidad cristiana. Sobre estos nombres y otros detalles volveremos en el análisis más detallado de Colosenses. Por ahora, aunque de pasada, cabe señalar que, aunque pensamos que la Epístola a Filemón va dirigida únicamente a él, tal no es el caso, como se ve al principio mismo de la carta, en la que Pablo se dirige « a Filemón el amado y colaborador nuestro, a la hermana Apia, a Arquipo nuestro compañero de milicia, y a la iglesia que está en tu casa » (Flm. 1-2). Por otra parte, a pesar de tales saludos que indican que Pablo conoce al menos los nombres de algunos de los miembros de la iglesia en esa ciudad, el apóstol mismo no parece haber visitado Colosas, pues se dirige a sus lectores como personas que se cuentan entre “todos los que nunca me han visto personalmente” (Col 2:1), al igual que los creyentes de Laodicea, a quienes Pablo se refiere en el mismo versículo. Por otra parte, el tono de la Epístola a Filemón muestra que Pablo era bien conocido por la comunidad cristiana en esa ciudad y que, por tanto, esperaba que se les diera autoridad a sus palabras. Así, Pablo no solamente le ruega a Filemón que reciba a Onésimo como hermano, sino que también se lo ordena, al decir: “habiendo confiado en tu obediencia, te escribo sabiendo que harás aún más de lo que te digo” (Flm 21). Hay en el Nuevo Testamento otras dos iglesias a las que Pablo escribe más de una carta: la de Corinto y la de Tesalónica. Pero, en ambos casos, se trata de una secuencia de cartas mientras que, en el caso de Colosas, las dos cartas, una a la iglesia en general y otra a Filemón y aparentemente también a algunos otros en la misma iglesia, se nos presentan como escritas al mismo tiempo y enviadas mediante el mismo portador.

La segunda característica notable de Colosenses es su paralelismo con Efesios. Naturalmente, es posible encontrar en diversos lugares breves pasajes en los que Pablo usa palabras o expresa ideas semejantes. Pero la similitud entre Efesios y Colosenses es mucho mayor. Esto ha llevado a los eruditos a varias explicaciones, sobre las cuales volveremos al tratar sobre el autor y la fecha de composición de la carta.

En tercer lugar, Colosenses se asemeja a Romanos, por cuanto ambas cartas se dirigen a creyentes a quienes Pablo no conoce personalmente. Esto se nota particularmente en el uso de largas oraciones con una serie de cláusulas subordinadas, como sucede cuando hoy escribimos a quien no conocemos. En tales casos, queremos asegurarnos de que todos los detalles queden claros y todos los puntos estén bien colocados sobre las íes, con la consecuencia de que nuestras oraciones gramaticales se prolongan.

Por último, y en cuarto lugar, Colosenses es una de las llamadas “epístolas de la prisión”: Filipenses, Efesios, Filemón y Colosenses. En la carta que estudiamos, Pablo se declara prisionero (4:3, 10, 18). Lo mismo hace en Filemón 1, en Efesios 4:1 y repetidamente en Filipenses 1. Más adelante hablaremos sobre cómo se relaciona esto con la cuestión de la fecha de la carta misma. Pero por ahora baste con señalar que, aun entre las epístolas de la prisión, Colosenses es única por todo lo que acabamos de mencionar.

Una carta única

Dicho todo eso, también es importante subrayar el enorme alcance de Colosenses en contraste con su brevedad. En la Biblia que uso corrientemente, Colosenses ocupa tres páginas. Efesios, que se parece mucho, tiene casi el doble de longitud. Pero, a pesar de esa brevedad, Colosenses nos presenta una de las visiones más amplias en todo el Nuevo Testamento. En ella se habla de Cristo como “el primogénito de toda creación” (1:15), en quien “fueron creadas todas las cosas que están en los cielos y en la tierra, visibles e invisibles… Él antecede a todas las cosas y en él todas las cosas subsisten” (1:16-17). Y en Él habita “toda la plenitud” (2:9). Al mismo tiempo, esa amplísima visión se remonta al principio mismo de toda la creación, y al “misterio de Dios” que, según la epístola, es Cristo mismo, en quien “están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y el conocimiento” (2:3). Ese Cristo cósmico es también un personaje histórico, el Cristo que murió y resucitó por los creyentes. Aquí se habla de la relación entre la muerte y resurrección de Jesús y la muerte y resurrección del creyente en el bautismo. Pero, además de esta gran visión, esta epístola lo lleva todo a términos concretos en cuanto al modo en que los cristianos han de vivir; es decir, a una ética para la vida cotidiana fundamentada en el misterio de los siglos: Cristo mismo.

Además, todo esto se hace con un estilo apropiado por una parte a la gran visión cósmica de la epístola, y por otra a la vida cotidiana de los creyentes. Hay porciones de esta carta cuyo ritmo las asemeja a un himno, y hay otras que son muy sencillas, concretas y directas. Y, de un modo magistral, ambas cosas se combinan en un todo coherente.

El autor

La epístola misma declara haber sido escrita, o dictada, por Pablo y Timoteo (1:1). Esto se mantuvo indiscutible hasta que la crítica moderna comenzó a plantear cuestiones de autoría sobre prácticamente todos los libros de la Biblia. En el caso de Colosenses, la mayoría de los eruditos parece inclinarse a pensar que se trata de una carta seudónima. Los argumentos que se aducen tienen que ver con la diferencia entre el estilo de esta carta y la de Efesios, por una parte, y el del resto del corpus paulino por otra. Ciertamente, Colosenses y Efesios tienen un estilo más elaborado que Gálatas y las dos epístolas a los Corintios, al mismo tiempo que se acercan más a Romanos. Además, hay en Colosenses y Efesios poco más de cuarenta palabras que no aparecen en todo el resto del Nuevo Testamento. A estos argumentos acerca del estilo se suman argumentos en cuanto a la teología de la carta misma, con sus aseveraciones cósmicas que no aparecen con la misma fuerza en las otras cartas paulinas excepto Efesios y, en cierta medida, Romanos 8. Sobre esa base, muchos eruditos sostienen que tanto Colosenses como Efesios son producto, no del mismo Pablo, sino de algún discípulo o seguidor suyo. En cuanto a la relación entre Colosenses y Efesios, por lo general los mismos eruditos sostienen que Colosenses fue escrita antes que Efesios, que toma Colosenses como ejemplo y la amplía.

Tales teorías nunca me han convencido. Hace más de 50 años hice un estudio detallado, que después perdí, acerca de los argumentos que se empleaban para negar la autoría paulina de Efesios, y llegué a la conclusión de que tales argumentos eran insuficientes. En este momento, esa conclusión se refuerza cuando comparo el estilo y vocabulario de lo que yo mismo escribo ahora con lo que escribí hace años. Si aplicáramos a lo que he escrito la misma metodología y espíritu crítico de quienes niegan la autoría de Efesios y de Colosenses, tendríamos que llegar a la conclusión de que quien ahora escribe estas palabras no puede haber sido la misma persona que escribió mis primeras publicaciones. Por tanto, me parece más acertado partir de lo que la tradición siempre ha aceptado; es decir, que tanto Efesios como Colosenses son epístolas directamente paulinas. Al mismo tiempo, sin embargo, es importante señalar que lo que les da autoridad a estas epístolas no es la persona de Pablo, sino más bien la experiencia de la iglesia que, desde el inicio y a través de los siglos, y en virtud de la obra del Espíritu Santo, ha escuchado y reconocido en ellas palabra de Dios.

Puesto que, aunque sea de pasada, hemos tenido que referirnos a Efesios, cabe notar que hay otra dificultad en cuanto a esa epístola y su autoría paulina, pues en Efesios no se incluyen saludos personales a persona alguna, mientras que sabemos que Pablo pasó largo tiempo en Éfeso, donde tendría muchos conocidos. No se puede explicar cómo Pablo podría escribirles a los efesios sin mencionar por nombre a alguno de ellos. Esto lleva a algunos a sostener que, lo que ahora llamamos Efesios, es en realidad la carta perdida a Laodicea a la que Pablo se refiere en Colosenses 4:16. La razón para sostener tal argumento es que en muchos manuscritos antiguos no aparecen las palabras “en Éfeso” en el primer versículo del capítulo 1. Sin ellas, este versículo diría “a los santos y fieles que están en Cristo Jesús”, sin decir una palabra acerca de Éfeso. (Aunque no es cuestión que debamos discutir aquí, debemos mencionar al menos la teoría de algunos eruditos según la cual esa epístola, cuyos destinatarios parecen ser sencillamente todos los cristianos, fue escrita por quien compiló las epístolas de Pablo, para usarla como una especie de introducción a toda la colección.)

Fecha y ocasión

Las mismas razones de estilo y vocabulario, aducidas para negar la paternidad paulina de la epístola, y que no parecen totalmente convincentes para llegar a tal negación, sí tienen validez en cuanto a conceder tanto a Colosenses como a Efesios una fecha tardía en la vida de Pablo. Además, en Filemón 9, Pablo se declara “anciano”. Puesto que esa carta parece haber acompañado a la otra que Pablo escribió a los colosenses, es necesario colocar la fecha de ambas cartas como relativamente tardía. Por otra parte, esa fecha no puede ser muy tardía, pues temprano en la década de los años 60, probablemente en el 64, hubo un terremoto que causó serios daños y destrucción tanto en Colosas como en las vecinas ciudades de Hierápolis y Laodicea. En Colosenses no hay indicación alguna de tal sismo y sus consecuencias. De haber sido escrita después de tales acontecimientos, bien podríamos esperar en esta carta alguna referencia a ellos. Puesto que no la hay, parece indiscutible que si, como suponemos, Pablo es su autor, Colosenses fue escrita en el año 64 o una fecha anterior.

Se ha discutido mucho acerca de dónde estaría preso Pablo al escribir sus llamadas “epístolas de la prisión”. Su referencia a su propia ancianidad en Filemón nos lleva a colocar tanto esta carta como Colosenses hacia el final de la vida de Pablo. Esto también nos conduce a pensar que la “prisión” a la que Pablo se refiere puede haber sido la que tuvo lugar hacia el fin de sus días, y que le llevó de Cesarea a Roma. Todo esto parece corroborar la fecha de la carta alrededor del año 63 o el 64. Esa fecha, que sería también la de Filemón y Efesios, no tendría que ser necesariamente la misma que la de Filipenses. De tratarse de un encarcelamiento anterior, sería posible ubicar esta última epístola en fecha anterior a la señalada para Colosenses, Filemón y Efesios.

La ocasión de la carta parece haber sido doble. En primer lugar, Pablo estaba enviando a Onésimo, esclavo fugitivo, de regreso a Colosas y a su amo Filemón. Para acompañarle y asegurarse de que Filemón recibiría a Onésimo “ya no como a un esclavo sino más que esclavo, como a un hermano amado” (v. 16), Pablo le escribe a Filemón. Para llevar la carta y darle credibilidad enviaría a Tíquico como su portador. En tal situación, sería normal utilizar esta oportunidad para dirigirse al resto de la iglesia en Colosas sobre cuestiones más generales que la del recibimiento que Filemón le daría a Onésimo.

Pero Colosenses tiene un propósito mucho más amplio que el de aprovechar una oportunidad para escribirles a los creyentes en esa ciudad. En ese tiempo, comenzaba a circular entre algunos círculos cristianos un cúmulo de ideas que amenazaban con tergiversar la fe, y que Pablo busca refutar en Colosenses, así como también en Efesios.

Hasta el día de hoy, los eruditos discuten el carácter y origen de tales ideas. Unos ven su origen en una especie de precursor de ese gnosticismo cristiano que, al llegar al siglo II, habría evolucionado al punto de llegar a ser una gran amenaza para la fe cristiana. Contra ese gnosticismo ya más desarrollado escribieron prácticamente todos los grandes autores cristianos de la época, como Justino, Ireneo, Tertuliano, Clemente de Alejandría y Orígenes. Sin entrar por el momento en muchos detalles, podemos decir que el gnosticismo era una doctrina esencialmente dualista, que contrastaba el mundo espiritual y bueno con todo lo material, que por definición era malo. El mundo espiritual frecuentemente se llamaba la “plenitud” (en griego, plērōma). Por lo general, los gnósticos afirmaban que en la “plenitud” había una serie de eones o “principios elementales”, todos ellos espirituales. Ya sea por error o por mala voluntad, algunos de esos eones crearon el mundo material, en el cual, según esos gnósticos, están atrapadas las almas humanas. Tal dualismo podía llevar o bien a un ascetismo acendrado, rechazando todo lo que fuera material, o al libertinaje, pues a fin de cuentas lo que se hiciera con el cuerpo no afectaría al alma. Como veremos más adelante, no cabe duda de que en Colosenses hay una pléyade de frases y aseveraciones que son un rechazo absoluto de tales ideas.

Otros eruditos sugieren que el trasfondo de los errores que Colosenses pretende refutar era más bien el de las “religiones de misterio”. Se da el nombre genérico de “religiones de misterio” a una serie de religiones diversas que tenían algunas características generales, de las cuales la más importante era que tenían ritos secretos de iniciación llamados “misterios”. En su mayoría, eran religiones que se fundamentaban en mitos acerca de la fertilidad y los ciclos de la naturaleza. Algunas de ellas se derivaban de antiquísimas religiones que habían dado forma a alguna nación o cultura. Por ejemplo, en el antiguo Egipto se adoraba, entre otros muchos dioses, a Isis y Osiris, acerca de los cuales existía un mito que explicaba las inundaciones anuales del Nilo. En sus orígenes, aquella religión les garantizaba la inmortalidad solamente a los faraones y sus familiares. Pero, una vez desaparecida Egipto como nación independiente, el antiguo culto se expandió a través de todo el Mediterráneo, y no se limitaba ya a las personas de descendencia egipcia, sino que era una religión a la cual se podía entrar mediante ciertos ritos secretos de iniciación basados en el mito de Isis y Osiris. En conjunto, se les dio a tales religiones el nombre de “misterio”. En el siglo XIX hubo quien sugirió que el cristianismo había evolucionado principalmente bajo el influjo de las religiones de misterio. Hoy, tales teorías han sido generalmente rechazadas, pues las semejanzas entre las religiones de misterio y el cristianismo parecen haber sido más bien el resultado de influencias del cristianismo sobre esas religiones. En todo caso, el tema del “misterio” era fundamental en tales religiones. En el sentido estricto, el “misterio” era el rito mismo; pero el nombre de “misterio” se usaba para referirse unas veces a los ritos de iniciación, que eran secretos, y otras veces a las enseñanzas secretas que se iban impartiendo según se iba ascendiendo en la religión misma. El uso repetido de la palabra “misterio” en Colosenses parece ser índice de que, al menos en cierta medida, la epístola pretendía refutar tales doctrinas.

Otro candidato que se sugiere como el origen de los errores que Colosenses combate es el judaísmo. Ciertamente, no cabe duda de que hay pasajes que parecen referirse a elementos tradicionales de la fe de Israel. Así, en Colosenses 2:16 leemos: “Por tanto, nadie los juzgue en asuntos de comida o de bebida, o respecto a días de fiesta, lunas nuevas o sábados”. Estas palabras, como muchas otras en Colosenses, parecen hacerse eco de las preocupaciones expresadas en Gálatas acerca de quienes pretendían obligar a los cristianos a someterse a todas las leyes de Israel. A esto se añaden palabras que parecen referirse a un judaísmo heterodoxo, cuando se habla del “culto a los ángeles” (2:18). Tales palabras llevan a algunos a la conclusión de que lo que tenemos aquí era una especie de judaísmo heterodoxo que se estaba transmitiendo de entre “los de la circuncisión” a los cristianos de origen gentil.

Lo más probable es que ninguna de esas teorías sea cierta, y que al mismo tiempo todas lo sean en parte. Aparentemente, lo que sucedía en Colosas era lo que estaba teniendo lugar en toda la cuenca del Mediterráneo: un sincretismo creciente que, unido a fuertes tendencias individualistas en cuanto a materia de religión, llevaba a cada cual a construirse su propia religión tomando lo que le pareciera de cada una de las muchas alternativas que circulaban en la época. Dado tal sincretismo, parece ser que, en lugar de pensar de los errores a los que se opone la epístola como un todo claramente definido y con un origen único, debemos pensar más bien en términos de un conglomerado de ideas frecuentemente confusas, pero que pretendían de un modo u otro añadir algo a la fe que los cristianos habían recibido. En ese conglomerado se mezclaban y confundían ideas y prácticas procedentes del judaísmo, del gnosticismo incipiente, de las religiones de misterio, y probablemente de otras fuentes.

Colosas

Resulta interesante y en cierto modo infortunado el hecho de que, entre las muchas ciudades a las que Pablo escribió sus cartas y las muchas otras que visitó según nos cuenta Lucas en Hechos, Colosas nos es la menos conocida. Algunas de ellas son todavía ciudades importantes, como Antioquía, Damasco, Atenas y Roma. En todas ellas se han hecho excavaciones arqueológicas que nos ofrecen al menos un atisbo de lo que esas ciudades pudieron ser en tiempos de Pablo. Otras, por encontrarse en sitios que actualmente no son poblados, han sido objeto de excavaciones más amplias. Tal es el caso de Éfeso, cuyas ruinas, con su imponente teatro y su amplia avenida central, son un lugar de visita obligada para los turistas y peregrinos que visitan la región. Algunas, también de enorme importancia en la misión paulina aunque menos conocidas, nos permiten igualmente tener al menos una idea de lo que fueron en sus tiempos de gloria. Ejemplo de ello es Antioquía de Pisidia, donde, al comienzo mismo de la misión paulina, Hechos nos ofrece un resumen del mensaje de Pablo en la sinagoga, dirigido por una parte a los judíos allí presentes y por otra a los “temerosos de Dios”; es decir, a personas que creían en el Dios de Israel y seguían sus leyes morales, pero no se hacían judías. En esa ciudad se han hecho excavaciones que nos dan al menos una idea de lo que fue su avenida central y algunos de sus edificios. Pero quien hoy visita el sitio donde antes se levantó la ciudad de Colosas no ve sino un montículo y quizá, esparcidas por los campos, unas pocas piedras talladas que dan lejano testimonio de la pasada gloria de la ciudad. Desafortunadamente, el sitio donde antes se levantó Colosas no ha sido objeto de serias y cuidadosas excavaciones arqueológicas, y por eso es poco lo que puede decirse acerca de la vida en esa ciudad en tiempos de Pablo.

La ciudad misma se encontraba a las orillas del río Lico, afluente del Meandro (hoy llamado Menderes), que a su vez corría hacia el mar Egeo para desembocar cerca de la ciudad de Mileto. Heródoto, frecuentemente llamado “el padre de la historia”, dice que, en los alrededores de Colosas, el Lico se sumergía para correr subterráneamente hacia el Meandro (Historia, 7.30). Tal no es el caso en la actualidad, pues el Lico corre directa y abiertamente hacia el Meandro. Es posible que Heródoto haya errado, o también que alguno de los muchos terremotos de la región haya cambiado el curso del río. La importancia económica de la ciudad se debía, en buena medida, a estar situada en la ruta comercial que comunicaba Éfeso con Antioquía de Pisidia.

Puesto que la arqueología nos falla, podemos acudir a la literatura antigua para saber algo acerca de aquella ciudad hoy perdida. En el siglo V a. C y d. C, en el mismo pasaje arriba citado, Heródoto se refería a Colosas como una “gran ciudad” en la región de Frigia, y decía que Jerjes, el rey de Persia, había pasado por ella en su campaña contra Grecia (Historia, 7.30). El siglo siguiente Jenofonte, en su famoso recuento del regreso de los mercenarios griegos que regresaban a sus tierras tras una triste experiencia entre los persas, dice que pasaron por Colosas, y la llama “una ciudad grande y próspera” (Anábasis, 1.2). Pero, unos pocos años antes de Jesucristo, Estrabón se refería a Colosas como un “poblado” o una “aldea” (Geografía, 12.8). En tiempos de Jesús, Plinio el Viejo mencionaba Colosas como una de las ciudades “más célebres” de la región; pero, al hacerlo, parece referirse más bien a sus glorias pasadas, que está comparando con la presente grandeza de otras ciudades cercanas como Hierápolis y Laodicea. En resumen, cuando Pablo se dirigía a los colosenses, la ciudad misma había perdido buena parte de su antigua gloria, eclipsada ahora por otras ciudades cercanas. Aún después de desaparecida la ciudad, su nombre continuó circulando, pues desde tiempos antiguos la ciudad y sus alrededores habían sido reconocidos por la producción de una lana teñida que siguió llamándose “colosense” aunque no se produjera ya en esa ciudad.