Cuentos de hadas para aprender a vivir - Rosetta Forner - E-Book

Cuentos de hadas para aprender a vivir E-Book

Rosetta Forner

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Beschreibung

Las hadas son seres únicos, capaces de logros inimaginables. Generan magia, la comparten y saben conseguir lo que se proponen. ¿Tenemos a nuestro alcance los extraordinarios recursos de estos seres luchadores, constantes y valientes? Estos maravillosos cuentos te invitan a recorrer sendas olvidadas que conducen a la magia alojada en nuestro interior, y que debemos hacer crecer en todo su esplendor.

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Seitenzahl: 291

Veröffentlichungsjahr: 2018

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Diagonal, 189 - 08018 Barcelona.

www.rbalibros.com

ISBN: 9788491870944

Composición digital: Newcomlab, S.L.L.

Queda rigurosamente prohibida sin autorización por escrito del editor cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra, que será sometida a las sanciones establecidas por la ley. Todos los derechos reservados.

Índice

Prólogo

1. Presentación

2. Los recursos de las hadas

3. Las hadas y la personificación de los recursos

Hada nº 1. Titanniä o la dignidad

Hada nº 2. Niaägara o el fluir

Hada nº 3. Oceanie o el amor

Hada nº 4. Europaë, la Gran Dama Blanca, o la sabiduría

Hada nº 5. Ojaai o el juego

Hada nº 6. Asiaë o la paciencia

Hada nº 7. Mauï o la magia

Hada nº 8. Africäe o la simplicidad

Hada nº 9. Ëngelsky o la confianza

Hada nº 10. Egyptäe o la sanación

Hada nº 11. Khrystäe o la compasión

Hada nº 12. Stellafree o el perdón

Hada n º 13. Lunnäe o el discernimiento

Hada n º 14. Ätlantae o el recuerdo

Hada n º 15. Clëveland o el sentido común

Hada n º 16. Psiquae o el instinto

Hada n º 17. Quirönn o la creatividad

Hada n º 18. Ariël o la lucha

Hada n º 19. Kämara o el renacimiento

Hada n º 20. Bundaë o el sentido del humor

Hada n º 21. Rosettä, la piedra de Dios

4. La estrategia de las hadas o la puesta en práctica de los recursos hadados

5. Juegos de hadas

6. El sueño de un hada

Notas

Prólogo

Por Judith Delozier

Libros que traten sobre los temas del «cambio, transición y transformación», los hay a montones. Sin ir más lejos, yo misma he escrito alguno de ellos. Unos son mejores que otros, por ejemplo éste, que ha escrito Rosetta Forner, porque tiene que ver con el procedimiento de integración mediante el que ha sido escrito. Y es que, al tiempo que nos entretiene a nivel consciente, nos ayuda a crear profundas conexiones a nivel inconsciente. Muchos libros se centran en uno u otro aspecto, pero no en ambos. En este caso, Gregory Bateson diría: «Si una obra de arte tan sólo se dirige al consciente o al inconsciente, no es una obra maestra». El arte debe dirigirse a ambas mentes, debe ser de naturaleza multirepresentacional. A diferencia de otros libros, éste se dirige a ambos: consciente e inconsciente, ya que se trata de un libro que versa tanto acerca de «olvidar» como de «recordar aspectos del Self y de la mente» y, sobre todo, de cómo recordarlos de nuevo. De hecho, no se trata tan sólo de recordar, sino de recuperar dichos aspectos, los cuales se presentan en forma de hadas. Este proceso de recuperación se realiza a través de la metáfora, los arquetipos, la Programa­ ción Neuro Lingüística y el humor. Sinceramente, siento y pienso que el humor es el espíritu que impregna este libro.

Cuentos de hadas para aprender a vivirayuda a la gente a integrar veintiún aspectos del Self (el «Yo» o «Identidad»), de forma que podamos ver y comprender la vida de diferente forma, proporcionándonos un camino metafórico para alcan­ zar la integración de «las razones de la razón» con «las razones del corazón». Lo cual, a su vez, nos permite acercar y aglutinar las diversas partes de nuestra mente que, en última instancia, nos lleva a estar más cerca de experimentar la gracia que preside y abraza nuestras vidas. Este libro es brillante, inteligente y lleno de sentido del humor. Pero, sobre todo, nos ayuda a ser conscientes de nuestro YO completo y sagrado, lo cual es lo más importante.

JUDITH DELOZIER

Antropóloga, escritora, entrenadora

de PNL, coachy co-titular de la NLP

University junto con Robert Dilts.

1. Presentación

Quién no ha querido alguna vez en su vida convertirse en alguien especial, alguien con una luz diferente y singular, única ymaravillosa. Quién no ha deseado ser mágico y, asimismo, poder crear magia en su vida, derrochando alegría, buen humor, positividad, creatividad, ingenio, gracia, inventiva y todas esas capacidades propias de «dioses y diosas» que la mitología nos ha legado a través de sus fuentes orales y escritas. Se nos han narrado las gestas de seres especiales, privilegiados de la diosa Fortuna, tocados por la varita mágica de la Fama, amamantados por la diosa más excelsa que los dotó de una fuerza, un valor y una inteligencia con aromas de genialidad. Hemos leído acerca de seres que fueron capaces de realizar milagros, de hallar su particular piedra filosofal en su vida. Sabemos, por lo que otros han narrado en sus libros, papiros —o leyendas transmitidas oralmente de generación en generación—, que en toda época de la humanidad han existido seres únicos, capaces de logros fuera del alcance del común de los mortales. Dichos seres accedieron a conocimientos o dones reservados para unos pocos —comparado con la cantidad de gente que puebla y ha poblado el mundo, dado que numéricamente han representado un porcentaje menor respecto de la totalidad—, ya fuesen los relativos a la pintura, la escultura, la victoria en las guerras, la invención de determinado artefacto que pondría a la humanidad en un estadio diferente y más avanzado, el hallazgo de cierta sustancia que supondría la curación de ciertas enfermedades, la consecución de ciertos avances tecnológicos que posibilitaría el acercamiento a ciertos niveles impensables para generaciones anteriores... O, simplemente, la superación de ciertos obstáculos vitales como la curación de una enfermedad; la persistencia en alcanzar un objetivo fijado mientras que otros abandonaron la lucha; el haberse atrevido a intentar algo que otros ni tan siquiera se atrevieron a pensar que podrían hacer o queman hacer; o la consecución de una meta que requería grandes dosis de fe en uno mismo, valor, coraje, constancia y resistencia. Asimismo, se nos antojan privilegiados, benditos de la suerte, o, sencillamente, bohemios o «raros» (recuérdese que el significado menos usual de este vocablo es «único, diferente, especial...»), todos aquellos que osan vivir la vida a su aire, rigiéndose tan sólo por su ética personal y por «normas» de diseño propio, sin reparar en lo que les dice la sociedad que tienen que hacer o pensar, siendo sabios en una tierra de esclavos emocionales que no osan rebelarse contra el statu quo imperante. Los libres de espíritu siempre han suscitado admiración y envidia, cuando no celos o rencor, por demostrar que «si uno quiere, puede». Por consiguiente, los demás también pueden lograr lo mismo que esos seres «especiales»; bastaría con inspirarse en ellos, activar recursos (capacidades, habilidades), y desarrollar una estrategia apropiada para lograr la libertad, convirtiéndose así en libertos en una tierra donde la concesión de la libertad del alma está exclusivamente en manos de uno mismo.

A los seres privilegiados, la humanidad y su historia suele referirse con epítetos tales como «genios», «héroes», «dioses», «diosas», «ángeles», y «hadas», entre otros. ¿Le gustaría a usted saber cómo convertirse, por ejemplo, en un hada? ¿Querría acceder al privilegiado secreto de la divinidad y así generar magia en su vida, y sentirse un ser dichoso cada mañana al despertar?

Este libro contiene veintiún arquetipos para reconectarse con la sabiduría ancestral que mora en las recónditas cavernas, olvidadas quizás, de la Psïquae de nuestra alma. El retorno a la casa natural del alma —donde reside la belleza, la esperanza, la alegría, la sabiduría y, donde, a su vez, tiene morada el amor—, conlleva el regreso de la simplicidad y del sentido común de la magia, representando, asimismo, la vuelta del mito, el cierre del círculo mágico y el umbral de un nuevo ciclo evolutivo.

Los cuentos de hadas eran formas aparentemente simples de salvaguardar la mística y la verdad de los seres pobladores de la Tierra. Las hadas son estadios del ser en su camino evolutivo, si bien se refiere a los dominios del alma. Con los siglos, las hadas y los cuentos que sobre ellas versaban pasaron a ser considerados «cosa de niños», si bien el concepto se impregnó de una connotación peyorativa. Al parecer, sólo los niños pueden ver lo oculto porque son inocentes, es decir, «aún no contaminados» por la negrura de la desesperación que le genera al alma el hecho de que el ser, en su vivencia humana, viva su vida única y exclusivamente con la «fría» mente y al margen de la calidez de su corazón. Sin calidez, sin sentimientos, sin magia, la vida se queda fría, inerte, y pasa a ser presa fácil de la desesperación, la lamentación y el estrés de la vida cotidiana, generando personas presas de una soledad a la que tratan de conjurar a expensas de su felicidad, lanzándose por ello a la persecución de la gloria material y la acumulación de riquezas —¡cuantas más, mejor!—. Esta inmer sión en el consumismo no hace si no empeorar la situación: uno se aleja más y más de la magia cuanto más se sumerge en el atontamiento que genera consumir tanta bazofia material.

¿Es que ya nadie cree en las hadas?

Si no las vemos, ¿es porque no existen?

Si existiesen, ¿las veríamos? ¿O no las vemos porque no creemos que existan?

Si creyésemos en ellas, ¿las podríamos ver?

Misterios de las hadas.

Hay quien espera verlas volando por los cielos del atardecer purpúreo y hermoso cuando empieza la noche.

Puede que sí.

Puede que, efectivamente, vuelen con su par de alas al más puro estilo libélula.

Lo que está claro que existe, al menos en un hada, son sus ojos o, mejor dicho, la luz que emerge de sus ojos, y la risa cantarina y transparente que brota de su garganta.

¿O acaso sólo pueden existir en la imaginación de un escritor o en los mundos poblados de fantasía de un niño?

Tal vez hayamos perdido el contacto con ellas y con lo que representan porque hemos perdido la nostalgia del corazón. Ignorar la inocencia, haber dejado olvidada por el camino a la simplicidad, pasa factura. Y no hay pago más amargo que la pérdida de la creatividad.

Sin magia, sin fantasía, sin imaginación no hay creatividad, y es por ello que muchas personas se sienten mal y lloran lágrimas silenciosas porque sus almas han sido abandonadas por sus cuerpos y sus personalidades terrenas.

Muchas personas han hecho un mal negocio en pro de ser aceptadas por sus congéneres alegando que les gusta vivir en sociedad, y no desean ser tachados de raros.

Las historias de hadas son «cosa de niños», o de «nueva era». Pero, sean lo que sean, está claro que no son cosas serias y sesudas, al menos eso argumentan los intelectuales y la gente «sensata» que afirman su no existencia por estar convencidos de que son «cosa de niños» relegadas a la infancia, y punto.

Puede que así sea.

No obstante, ser niño no es ningún pecado, ni un error. Lo que sí es un error es tachar a los cuentos de hadas de «cosa de niños» y afirmar que se trata de cosas sin sentido, propias de la fantasía y de la ignorancia más primaria. Ya se sabe: los niños son seres de corta mente y fácil risa, con un proceso cognitivo por desarrollar, por lo que aún no son capaces de comprender y entender las cosas de los adultos (esos seres a los que les ha crecido el cuerpo, encanecido el cabello, y entristecido el alma.) ¿Cómo van a entenderlas si no se explican cómo los adultos están siempre tan enfadados, contritos y proscritos de la risa?

¿Cómo?

Y, ¿las hadas?

Las hadas son pura sabiduría que nos recuerda a la diosa que todas las mujeres llevamos dentro.

Pura energía que nos abraza el corazón para devolvernos la esperanza de una vida mejor, más plena de sentido, más abierta al aire de libertad y más henchida de creatividad.

Las hadas pueblan cuerpos de diosas y sólo se conforman con seres que las adoran, porque ellas, las hadas, nos recuerdan lo mejor que habita en nosotros: la magia eterna escrita en las estrellas. Hadas, diosas, mitos, ángeles, princesas, reinas del Olimpo, formas de una misma energía que trata de recordarnos que lo nuestro no se ciñe a una vida mortal plena de ruido y de letras o hipotecas por pagar.

Ellas, las privilegiadas del destino, tienen por misión devolvernos la memoria, reintegrarnos la magia y restaurarnos la dignidad que como raza hemos perdido. Ésa es su misión, su destino cierto.

El doble par de alas es toda una simbología de su misión. Pues volar en la doble dimensión requiere destreza, habilidad suprema y recursos exquisitos. Las hadas han de restituirnos nuestros privilegios, y al mismo tiempo han de lidiar con la oscuridad que nuestro materialismo ha tejido alrededor de nuestros corazones: de ahí que necesiten su «par» de alas. La oscuridad sin la luz no es nada. La noche sin el día no existe. La enfermedad sin la salud, lo humano sin lo divino, el nacimiento sin el final, el final sin el principio, lo masculino sin lo femenino, la pérdida sin la ganancia... No son posibles. Por consiguiente, las hadas poseen un doble par de alas para recordarnos la dualidad de la existencia, la doble oportunidad, la doble naturaleza (somos seres espirituales viviendo una experiencia humana), la unión de los opuestos, la sinergia de un doble par de alas... Ellas, las hadas, llevan en su esencia tanto lo femenino como lo masculino, tanto lo espiritual como lo humano... A ello se debe su doble par de alas. Las hadas han vivido tanto la vida humana como la eterna, hecho que les ha conferido la cualidad de elegir en cuál de las dos quieren habitar según la misión que elijan.

Las hadas son libres, igual que lo es el ser humano, y en su libre albedrío escogen la vida intensa que proporciona el tener un doble par de alas. Su destino es sembrar la esperanza entre los pobladores de la Tierra. No pueden evitar la luz de sus ojos ni la risa de sus alas. No pueden disimular su belleza ni esconder su naturaleza.

Ni quieren.

Sin embargo, sólo pueden reconocerlas aquellos que ven la vida con los ojos del corazón. Sólo aquellos de alma despierta pueden ver a un hada, ya que en su apariencia humana son sencillas y cotidianas, y por eso cuesta tanto darse cuenta de que esa mujer anónima, que camina por la calle con aire de felicidad en la mirada, es quizás un hada que ha descendido a la Tierra a ejercer su misión discreta y sutilmente. Sus alas asoman en la mirada, le envuelven la voz y elevan su paso.

No todas serán vistas.

No todas serán descubiertas.

No todas abrirán las puertas de sus castillos humanos.

No siempre confesarán su origen estelar.

No siempre te harán partícipe de su naturaleza.

Por eso, si usted tiene a alguien en su vida en cuya presencia se siente mejor —como si le recargaran las pilas y rejuveneciese—, que además le induce al optimismo, le anima a despertar la magia de su corazón, le ayuda a descubrir lo mejor de usted misma, que, casualmente, aparece en el momento oportuno —sincronía—, y le ama de una forma y con una calidad de amor como nadie antes lo hizo... Si le ha ocurrido esto, con toda probabilidad su vida se ha visto bendecida por la presencia de un hada. Disfrute del tiempo que esté en su vida y déjela marchar cuando haya llegado el momento. Las hadas gozan de libertad de movimientos y aman la independencia que les confieren sus alas: saben cuándo ha llegado el momento de partir.

Hadas que habitan entre los seres de la Tierra y traen mensajes de la eternidad.

Hadas que aman la esencia que puebla en los corazones de los hijos e hijas de Gaia.

Hadas que prestan su magia a todo aquel, hombre o mujer, que en ellas crea.

Hadas que están siempre dispuestas a enseñar a vivir a todo aquel que acuda a sus escuelas.

Hadas que han habitado entre los humanos desde los principios de todos los tiempos y que, reincidentes, no cesan en su intento de contarle al ser humano que no existe más magia que la que crea un corazón feliz que ama cada uno de sus latidos y cree en sí mismo. Hadas que confían en que, algún día, podrán ver satisfecho su deseo de dispensar dignidad a petición de los humanos.

Hadas.

Hadas con un par de dobles alas en su alma.

Hadas.

Hadas que alimentan el alma humana.

Hadas.

Hadas que abren puertas a nuevas dimensiones del ser.

Hadas.

Hadas que cobijan bajo sus alas a los corazones huérfanos.

Hadas.

Hadas que prestan su risa para alegrar las mañanas del frío invierno del alma.

Hadas.

Hadas que iluminan la oscura noche del alma.

Hadas.

Hadas que caminan lo que hablan.

Hadas.

Hadas que esparcen sencillez y tejen mantos de verdad.

Hadas.

Hadas que curan las heridas del alma.

Hadas.

Hadas cuya voz evoca cantos del paraíso perdido.

Hadas.

Hadas cuya risa eleva el espíritu y hace danzar la alegría en derredor.

Hadas.

Hadas atrevidas que no titubean en abrir nuevos horizontes.

Hadas.

Hadas que siempre, siempre, te protegerán con su latido eterno.

Hadas.

2. Los recursos de las hadas

Las hadas son seres de esbeltas alas y arcas esenciales repletas de recursos mágicos para todo aquel que los use y desee penetrar en sus misterios. Ahora bien, se trata de recursos adaptados a la vida cotidiana de los seres humanos. Ellas, seres de alegre mirada, enseñan a vivir una vida mejor, mas auténtica, plena de sentido, y auspiciada por la voluntad y la toma de decisiones basada en la responsabilidad y la dignidad.

Las hadas resumen en sus alas aspectos del universo y nos ofrecen su esencia traducida en recursos al alcance de todos.

Las hadas nos enseñan aquello que ellas han probado, ya que «caminan lo que hablan». Por lo tanto, siga su destello, abrace sus enseñanzas y preste atención a sus sabios consejos plenos de sentido común y practicidad.

Las hadas, en vez de decirle lo que hay que hacer, le enseñarán a descubrir cómo hacerlo. Por consiguiente, no se limitan a ser meras consejeras, asesoras o guías, ya que les encanta hacer de maestras, apoyar a la gente a descubrir sus dones y, sobre todo, despertarles a la magia que mora en su corazón para que recuerden por qué están aquí, cuál es su misión y su contribución al mundo en el que han decidido encarnar.

Un recurso es todo aquello que, al ser usado en una determinada situación, permite alcanzar la meta fijada, conseguir el objetivo propuesto, crear el estado deseado o provocar un cambio de rumbo en la rutina de algo que se ha vuelto cotidiano y aburrido. Por consiguiente, no basta tan sólo con diseñar la meta, con saber qué se quiere: lo más importante es conocer, decidir cómo lo haremos para alcanzar esa meta diseñada por nosotros mismos o qué conviene hacer en cada ocasión.

Los recursos mágicos que todo «aprendiz de hada» debería saber, conocer, tener en su agenda y practicar para convertirse en un hada de verdad son:

Dignidad

Dejarse fluir como el agua

Amor

Sabiduría

Juego

Paciencia

Magia

Simplicidad

Confianza y fe

Sanación

Compasión y empatia

Perdón

Discernimiento

Recuerdo

Sentido común

Instinto

Creatividad

Lucha

Renacimiento

Sentido del humor

Luz y alma

3. Las hadas y la personificación

de los recursos

Cuando las hadas asumen sus recursos con el fin de compartir sus capacidades, habilidades y dones con otros, éstos toman la forma de arquetipos universales —se transmiten en clave de metáfora para que, de este modo, su mensaje pueda ser entendido más ampliamente y mejor—. Ellas quieren alcanzar los corazones de la gente, penetrar en sus mentes e inundar sus almas, y nada mejor que la metáfora para cumplir con su ideal, ya que su lenguaje tiene el don de la permeabilidad y, asimismo, el de la amplitud, abriendo su secreto a todo aquel que escuche la palabra hecha luz.

Los estadios del ser en su evolución hacia el estado de hada son varios, pero aquí están los veintiún estados fundamentales y esenciales para lograr la meta de convertirse en hada. Y, dado que las hadas caminan lo que hablan, aquí está la personificación de esos veintiún estadios para inspirarse en ellos y practicarlos.

Hada nº 1

Titanniä o la dignidad

Érase una vez Titanniä, la reina de las hadas, de ojos brillantes color de amanecer y labios que bailan sonrisas. Sus alas reflejan el color de sus ojos y pintan el color de su sonrisa. Destellos de rubí en las alas, magia de varitas bordada en su manto.

Érase una vez la dignidad de ser uno mismo y honrar al corazón. Ser reina no es tarea fácil. Para mí no lo ha sido, pero le cuento que merece la pena: de verdad que sí. Mi vida está llena de historias propias y ajenas que ejemplifican lo que entiendo por vivir con dignidad.

A pesar de que me gusta vestir sedas de colores brillantes a juego con mis ojos y alas, y tocarme la cabeza con coronas hechas con una mezcla original de sedas, organzas y piedras preciosas que juguetonas cuelgan sobre mi frente —a la que añado alguna que otra mariposa de luminosas alas—, nunca he prostituido mi corazón o mi vida por el dinero, una compañía que disfrace mi soledad, un trabajo que menosprecie mi inteligencia o una relación que dé sentido a mis días o a mi cuenta bancaria. No puedo negar que soy una reina porque para mí mi vida vale más que nada: no hay dinero ni fama ni poder que equipararse pueda a la dignidad de mi alma.

Conozco a muchas mujeres que dejan de lado sus corazones para correr en pos de un sueño que se tornará muy pronto pesadilla y les llenará las noches de infructuoso sueño y malos despertares. A los hombres también les suele suceder esto, no creas que es patrimonio exclusivo de las hembras, aunque he de contarte que estadísticamente las mujeres son más proclives a ello.

Dado que soy elegante y discreta, sencilla, amorosa y de belleza sublime, más allá de las palabras, me han perseguido muchos hombres armados con anzuelos envenenados. También algunas mujeres trataron de hacerles daño a mis alas por aquello de la envidia.

Una vez asistí a un curso... Se me olvidó contarle que en mi forma humana muchas veces me dedico a ser coach(un coach es alguien que asesora a otros para tener vidas más plenas de sentido, dignidad y libertad. Por consiguiente, un coaches una especie de asesor-entrenador-mentor personal. Usa técnicas, como la PNL, que suelen ser más dinámicas y prácticas que la terapia tradicional). Como le iba contando, en mi faceta de coachy entrenadora imparto cursos sobre el arte de liderar la propia vida. Me he encontrado con muchas mujeres que dejaban de lado su dignidad porque creían que hacían un buen negocio si aceptaban la relación que un hombre les proponía, o si tragaban con un trabajo menos remunerado que el de un hombre por aquello de ser mujeres...

En aquel curso había una mujer que tenía cáncer y tenía una mala relación con su marido. Sin embargo, no quería dejarlo. «¿Por qué?», se preguntará usted. La respuesta no es simple, pues tiene su miga laberíntica: era su segundo matrimonio. La profesión de aquella mujer era la de analista financiera y broker con empresa propia —había ganado mucho dinero cuando estaba sana—. En esa época conoció al que sería su marido, le pagó la carrera, le ayudó a ascender (él también estudió Económicas) y le presentó contactos. Evidentemente él también ganó mucho dinero. Pero el chico salió rana y se dedicó a tener amantes, lo cual, evidentemente, siempre negaba. Conozco a un hombre que siempre ha ido de amante en amante y sostiene que siempre hay que negarlo, aunque te pillen in fraganti. Aquella mujer, enferma de cáncer (tenía los ovarios y la matriz afectadas), se negaba a dejarle porque sostenía que él tenía que pagarle lo que ella había hecho por él. Le pregunté por qué no le dejaba y se olvidaba del «pago». Ella me respondió:

—El no cree en el divorcio.

—Mi pregunta no iba referida a él. Te he preguntado a ti por ti.

—Ya. Pero es que él no quiere.

—Sí, pero, ¿y tú? ¿Quieres o no quieres divorciarte?

—Bueno, ya te he dicho que él debe pagarme lo que yo he hecho por él, y no quiero que se lleve la mitad de esta casa y la mitad del dinero del banco.

—Es posible que mueras dentro de unos meses... Si eso sucede, él se quedará con todo mientras tú crías malvas.

—Pues no...

—Y... —Ha de pagarme lo que yo he hecho por él.

La volví a ver unos días después del seminario y de esta conversación. Estaba muy contenta porque había conseguido que su marido (el de las amantes), le comprase un Rolex de oro macizo. No sé qué fue de ella pero, en cualquier caso, me daba mucha lástima, porque la dignidad había emigrado tan lejos en su caso, que no le quedaba ni la más remota pizca en aquel maltrecho cuerpo físico de menos de treinta y cinco kilos de peso (medía 1,70 metros de estatura, y tenía entonces cuarenta años), pues de haberla tenido habría mandado a freír espárragos a su marido. Al fin y al cabo, el dinero se queda aquí y, es más, ¿de qué sirve una vida llena de dinero si no sabemos vivirla, ni tenemos salud ni dignidad para disfrutarla? Hay gente que tiene dinero y, sin embargo, es miserable hasta matarse a sí misma condenándose a un infierno de vida mientras les queda algo de aliento vital en el cuerpo físico.

Dignidad.

Dignidad y orgullo no son lo mismo. El orgullo se alimenta del miedo, la dignidad lo hace del amor que se nutre del respeto a uno mismo.

Cuando uno se ama de verdad, se respeta y se siente digno: siente en lo profundo de su ser que no existe razón alguna por la cual deba agachar la cabeza ante nadie y permitir que persona alguna pueda erigirse en verdugo de su vida, y maltratarlo física o psicológicamente.

La dignidad no deja espacio a la mendicidad. Nadie que se respete a sí mismo mendiga nada, pues sabe que todo existe ya en su alma.

Dignidad para retirarse a tiempo, antes de que nos dejen el corazón malherido o nos maten el alma o enfermemos hasta desaparecer físicamente en medio de un pozo de sufrimiento.

Dignidad para vivir nuestra vida siendo las reinas y reyes de nuestro reino vital.

Mi esencia ha sido captada más de una vez, ya que más de una vez mi risa y la luz de mis ojos han cautivado a muchos. No podrá hallar estos ojos en personas que se envenenan el alma como la mujer cuya historia le he relatado.

Trasladé mi reino a la Tierra para ayudar a los seres humanos a recuperar la dignidad perdida, ya que solamente una reina mágica podía restituirles semejante tesoro perdído. La misión me fue encomendada por Haddos, y yo aproveché para ir en busca de mi alma gemela. La encontré y le enseñé a amar a través de la dignidad de su corazón, que es lo mismo que entrar en contacto con los sentimientos, expresarlos y llegar a ser lo mejor de uno mismo: lo igual atrae a lo igual. Y, desde entonces, ambos reinamos con dignidad en Evora. Por ello me gustaría hacer hincapié en las muchas mujeres que empeñan su dignidad a cambio de una relación amorosa que les dé dignidad frente a la sociedad. ¿Existe esto? A cientos. Son más de las que pueda imaginar. Muchas de las mujeres que hacen este mal negocio, lo hacen porque no quieren ser tachadas de solteronas o de fracasadas en el plano emocional. Conozco a una mujer, como le decía, que se casó por tercera vez y se empeñó en que él era su alma gemela. En mi opinión, ella estaba muy pero que muy equivocada... No parecía, a mis reales ojos de Reina de la Hadas, que eso fuese una relación entre dos almas gemelas.

Verá: en mi reino creemos firmemente que una relación de almas gemelas no se provoca sino que se produce bajo la cuidadosa supervisión del alma, y ésta produce lo que conocemos como encuentros plenos de sincronicidad (este término lo acuñó el famoso y genial psicoanalista C.G. Jung) y claramente obra del Destino más excelso y mágico. La relación de esta mujer se produjo porque tanto ella como él habían salido de pesca o de compras (llámelo como quiera), y ya se sabe: «cuando uno sale de compras, acaba por comprar algo. Seguro». Y a ellos no les podía ir de otra manera: acabaron por «comprar». Se dedicaron a tener citas a ciegas y, al final, después de muchas citas y un año de esfuerzos, acabaron por hallar «un par de zapatos» que podían encajar en su guión de «me quiero casar de nuevo».

¡Y se casaron! El primer año consiguieron representar el papel que el otro deseaba, pero al cabo de aquella época de representaciones, las máscaras comenzaron a hacer aguas.

Ella había dejado su ciudad y su trabajo para casarse con él y, además, trabajaba en una empresa de la que él era propietario. Al cabo de unos cuantos años de tira y afloja, decidió buscarse trabajo por su cuenta y decidió que él era como era (no comoa ella le hubiese gustado, ¡claro!), y que para tener un poco de felicidad y paz tenía que respetar su forma de ser. Tengo que contarle que la edad de esta mujer era de sesenta y un años, y decidió hacer este acuerdo consigo misma no tanto por la edad, sino porque no le gustaba estar sola y no se sentía con ganas de volver a comenzar la búsqueda de un cuarto marido.

Ya sé que me dirá: «¡Ah, pero yo rengo menos años!» ¿Y qué más da? No se fuerce a usted misma a casarse porque le suene el reloj biológico o porque la alarma social le busca para colgarle el cartel de «solterona, no hay quien la quiera», o la familia le empuja hacia el precipicio del matrimonio para tener así la dignidad de la mujer casada... No se crea esas pamplinas, porque son sólo eso, ¡pamplinas y soplagaiteces!

Tanto si es hombre como si es mujer, recuerde que se está mejor acompañado de la propia dignidad que forzado a una relación que el alma no escogió ni con la que sostiene conexión alguna.

Yo suelo ser musa inspiradora de bellas músicas, elevados poemas y regios asuntos amorosos. Porque llevo en mi alma y en mis alas la dignidad que me permite ser reina, regir mi destino y regentar mi reino.

Soy vieja como el Cosmos.

Soy la dignidad hecha alma, hecha reina.

Por ello, invóqueme cuando le zozobre el pie y esté a punto de hacer alguna tontería que le reste puntos a su dignidad de reina o de rey.

MENSAJE CLAVE

«La dignidad máxima es regentar el destino natural con alma y corazón.»

ENSEÑANZA

Cultive la dignidad siendo la reina de su vida, su destino y su corazón. Regentar nuestro propio destino es obra de la dignidad que late en nuestro espíritu, anima nuestra mente y cobija nuestra alma. Regentar nuestro destino es saber quiénes somos y cuál es nuestra escala de valores, como lo es, a su vez, poner límites tanto a asuntos propios como ajenos sin mezclarnos o enredarnos con «los integrantes de la corte de los mendigos emocionales».

Dignidad para regir nuestros destinos en lo humano y en lo divino, sabiendo siempre que nos guía la férrea voluntad del Destino que, amable, nos conduce por las creativas aguas del Río de la Vida, a veces tranquilas, a veces revueltas e imprevisibles en su oleaje.

Dignidad para saber callar a tiempo.

Dignidad para saber hablar usando las palabras apropiadas y fomentando el respeto del alma.

Dignidad para saber cuándo es tiempo de siembra y cuándo lo es de recogida y celebración.

Dignidad para saber estar a solas, en compañía de la soledad del alma, y no mendigar compañía ingrata que envenena el corazón.

Dignidad para saber amar a quien se merece el regalo de nuestro amor.

Dignidad para asumir el compromiso de la intimidad.

Dignidad para irnos de la vida de quien no nos ama ni nunca nos amará.

Dignidad para expulsar de nuestro castillo a aquellos que lo ponen todo perdido y «patas arriba».

Dignidad para atrevernos a levantarnos y volver a empezar cuantas veces sea necesario.

Dignidad para comprender que es tiempo de introspección y de alargar la mano buscando una mano amiga que nos ayude.

Dignidad para llevar con orgullo las heridas de guerra, las heridas del alma.

Dignidad para ofrecerle al mundo nuestra riqueza y belleza interiores, y no sentir vergüenza por la «pobreza» exterior.

Dignidad para sabernos princesas y príncipes en un mundo materialista, que lo es excepto cuando no lo es...

Dignidad para amar a quien nos plazca independientemente de su cuenta corriente, títulos o demás nimiedades.

Dignidad para decir «no» a todo trato desventajoso para nuestro corazón, alma, intelecto, bolsillo o espíritu...

Dignidad para aceptar sólo a quien nos ame con dignidad.

Hada nº 2

Niaägaraa o el fluir

Soy la diosa de las aguas eternas. Mi alma es suave como una gota de rocío y profunda como la lágrima de una sirena. En mí vive la esencia de la Ninfa de los manantiales.

Si acerca una gota de agua a su alma podrá sentirme. Cuando se zambulla en el mar, en un río o en una poza, podrá experimentarme...

Aromas de nenúfar en mis ojos y en mi piel. Mis ojos son de un claro transparente como mi reino, el agua. Mi cabello está hecho de fibras de diversos colores transparentes, suaves y sutiles que, cuando nado, crean un arco iris acuático. Mis orejas son alargadas, para recorrer mejor los espacios existentes entre las gotas de agua. Me gusta vestirme con gotas de agua que crean un mágico traje de transparentes reflejos, onduladas olas juguetonas con el viento de poniente y chispeantes reflejos solares. Fluyo más que vuelo con mis alas. Son de un blanco transparente con chispas doradas en las puntas. Mis pies revelan mi naturaleza acuática: tienen membranas entre los dedos. El color de mi tez es suave, color de rocío. Mi cuerpo todo es ligero y etéreo como el agua, liviano como una gota de lluvia.