De la Guerra Fría a la caída del Muro - Juan Carlos Pereira Castañares - E-Book

De la Guerra Fría a la caída del Muro E-Book

Juan Carlos Pereira Castañares

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Beschreibung

La Guerra Fría fue el nombre que se dio al enfrentamiento directo y no militar entre Estados Unidos y la Unión Soviética entre 1947 y 1991. Tras la Segunda Guerra Mundial, ambos países adquirieron un nuevo estatus internacional de superpotencias, como consecuencia de su poder militar, sus intereses globales, la influencia de sus respectivos modelos ideológicos y sociales sobre amplios territorios, así como por la cantidad de armas nucleares de distinto tipo que utilizaron como instrumento de disuasión. Comprender qué fue la Guerra Fría y hasta qué punto fue inevitable, quiénes fueron sus protagonistas y cuáles fueron las decisiones y los conflictos cruciales de esta época es el objetivo de este libro.

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DE LA GUERRA FRÍA A LA CAÍDA DEL MURO

DE LA GUERRA FRÍA A LA CAÍDA DEL MURO

El mundo dividido en dos bloques

JUAN CARLOS PEREIRA CASTAÑARES

De la Guerra Fría a la caída del Muro

© 2021, Juan Carlos Pereira Castañares

© 2021, de esta edición, Shackleton Books, S.L.

@Shackletonbooks

www.shackletonbooks.com

Realización editorial: Bonalletra Alcompas, S.L.

Diseño de cubierta: Pau Taverna

Diseño y maquetación (edición papel): Kira Riera

Conversión a ebook: Iglú ebooks

© Cartografía de los apéndices: Geotec

© Fotografías (referencia a las páginas de la edición en papel): todas las imágenes son de dominio público excepto las de ©Sémhur CC-BY-SA-3.0 / Wikimedia Commons (p. 23), SimonP CC BY-SA 3.0 / Wikimedia Commons (p. 27), @sfchoi8964 (http://img.ly/Zr1) CC BY 2.5 / Wikimedia Commons (p. 62), BrendelSignature CC-BY-SA-3.0 / Wikimedia Commons (p. 65), Ichwan Palongengi CC BY-SA 3.0 / Wikimedia Commons (p. 70), NARA (558590) [d. p.] (p. 73), CC BY-SA 3.0 / Wikimedia Commons (p. 77), b: Bundesarchiv, Bild 183-1989-1104-040 / Link, Hubert / CC-BY-SA 3.0 / Wikimedia Commons, c: Andreas Gronski CC BY-SA 3.0 / Wikimedia Commons (p. 83), b: NSSDC, NASA [1] [d.p.] / Wikimedia Commons (p. 87), Benny Thaibert / Shutterstock.com (p. 95), US Information Service, Department of State [d. p.] / Wikimedia Commons (p. 114), Kohls, Ulrich, CC BY-SA 3.0 / Wikimedia Commons (p. 118), Erwin Lux CC BY-SA 3.0/ Wikimedia Commons (p. 125), RIA Novosti (850809) CC BY-SA 3.0 / Wikimedia Commons (p. 137), Bundesarchiv, Bild 183-1986-0416-418 / CC-BY-SA 3.0 / Wikimedia Commons (p. 141), Tiia Monto CC BY-SA 3.0 / Wikimedia Commons (p. 147), Lear 21 CC BY-SA 3.0 / Wikimedia Commons (p. 149). Icons by Icons8.

ISBN: 978-84-1361-142-6

Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento y su distribución mediante alquiler o préstamo públicos.

Índice

Introducción
¿Qué es la Guerra Fría? ¿Fue inevitable?
De la colaboración aliada a la confrontación
Las iniciativas estadounidenses
Las respuestas soviéticas
Una definición de la Guerra Fría
¿Una o dos guerras frías?
Los otros protagonistas de la Guerra Fría ~ La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ~
La República Popular China
Los países del Tercer Mundo y el Movimiento de los No Alineados
Bombas, espías y satélites: unos actores muy particulares
La evolución de la Guerra Fría ~ 1947-1989 ~
Guerra Fría y sistema internacional
Los conflictos-tipo durante la Guerra Fría
La guerra de Corea
La crisis de los misiles en Cuba
La construcción del Muro de Berlín
La guerra de Vietnam
La guerra de Afganistán
El final de la Guerra Fría y sus consecuencias ~ 1989-1991 ~
Las superpotencias ante el final de la Guerra Fría: Estados Unidos
Las superpotencias ante el final de la Guerra Fría: la Unión Soviética
Los acontecimientos se precipitan: caen el Muro y el telón de acero
Apéndices

Introducción

Algunos especialistas en la Guerra Fría señalan que fue el escritor británico George Orwell el primero en utilizar esta expresión, en un artículo periodístico de 1945, cuando habló de que en el futuro que se avecinaba un Estado se podría encontrar «en permanente guerra fría con sus vecinos». No obstante, existe mayor consenso en atribuirla al asesor presidencial estadounidense Bernard Baruch, quien, en abril de 1947, pronunció un discurso durante un debate en el Congreso de Estados Unidos en el que dijo: «No nos llamemos a engaño, en la actualidad estamos en medio de una guerra fría», al señalar la tensión existente entre estadounidenses y soviéticos en la Comisión de Energía Atómica de la ONU y en los discursos y manifestaciones que observaba en representantes de ambas naciones. Ese mismo año, el periodista Walter Lippmann publicó un libro titulado The Cold War (‘La Guerra Fría’) y muy pronto esta expresión se popularizó para dar nombre a una de las etapas más largas y polémicas de la historia del siglo XX.

Una etapa que se define, básicamente, por el enfrentamiento directo y no militar entre Estados Unidos y la Unión Soviética desde 1947. Ambos países adquirieron un nuevo estatus internacional después de la Segunda Guerra Mundial, el de superpotencias, como consecuencia de su poder militar, sus intereses globales, la influencia de sus respectivos modelos ideológicos y sociales, así como por la cantidad de armas nucleares de distinto tipo que utilizaron como elemento de disuasión, que permitieron lo que se denominó en su momento como «destrucción mutua asegurada».

Pero el enfrentamiento se amplió a los dos bloques que ambas potencias lideraron hasta 1991. Por un lado, el bloque capitalista-democrático capitaneado por Washington, que contó con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) como su brazo armado; y el denominado «sistema socialista mundial», liderado por Moscú, que también dispuso de los efectivos y las armas del Pacto de Varsovia. Este peculiar enfrentamiento y sus protagonistas dieron lugar a un nuevo modelo de orden internacional que se denominó «sistema bipolar flexible», por cuanto, además de los dos bloques, existió un actor universal, la Organización de Naciones Unidas (ONU), que se creó en 1945 para mantener la paz, evitar una nueva guerra y hacer frente a los nuevos retos mundiales; algo que, como sabemos, consiguió solo en parte.

Entre 1989 y 1991, se produjeron un conjunto de acontecimientos, especialmente en Europa, que provocaron para algunos una aceleración histórica sin precedentes y para otros un retorno a la Historia, y que desembocó en la desaparición inesperada de los grandes símbolos de la Guerra Fría: el Muro de Berlín, el telón de acero, la división de Alemania, las llamadas «democracias populares» e incluso, y es lo más destacado, la Unión Soviética en diciembre de 1991. Con todo ello, finalizaba este conflicto bipolar que se fue extendiendo desde la Europa central al conjunto del mundo, y que introdujo en la dinámica de este enfrentamiento factores económicos, geopolíticos y militares, pero también culturales, ideológicos, sociales, deportivos, etc., con lo que adquirió una vertiente desconocida hasta entonces en la evolución histórica contemporánea.

En este libro se abordarán todas estas cuestiones a través de cuatro capítulos. En el primero, se desarrollará la propia definición de Guerra Fría, el proceso que llevó a su desencadenamiento, sus protagonistas más destacados y sus primeras consecuencias. No obstante, hay que tener en cuenta que las polémicas sobre el propio concepto y la misma confrontación no se han cerrado, a la luz de los nuevos archivos hallados y la publicación de obras de investigación que abren nuevas interpretaciones.

En un segundo capítulo nos ocuparemos de otros actores que tuvieron un protagonismo destacado durante este largo período. La ONU, sin duda, merece nuestra atención para buscar las razones del fracaso de algunas de sus intervenciones. La República Popular China, que desde 1949 intentó desempeñar un papel silencioso pero decidido para pasar a tener una importancia capital en el nuevo sistema internacional, lo que conseguirá como consecuencia de la Guerra Fría. La creación del Movimiento de Países No Alineados, al que perteneció una gran parte del denominado Tercer Mundo, y, por último, otros actores secundarios, aunque no menos importantes, como las armas nucleares, el espionaje y la carrera espacial.

En tercer lugar, analizaremos la evolución de la Guerra Fría entre 1947 y 1989, a través de los cuatro conflictos-tipo que representaron los momentos de mayor tensión: Corea, Cuba, Vietnam y Afganistán. Por último, veremos el final de la Guerra Fría a través de los dos grandes protagonistas, Estados Unidos y la Unión Soviética de Gorbachov, para terminar con ese conjunto de acontecimientos que dieron paso al denominado «nuevo orden mundial».

¿Qué es la Guerra Fría?¿Fue inevitable?

De la colaboración aliada a la confrontación

La Segunda Guerra Mundial finalizó en Europa entre el 7 y el 8 de mayo de 1945 y definitivamente el 2 de septiembre de 1945, tras casi seis años de una sangrienta contienda que se cobró más de 50 millones de muertos. A diferencia del primer conflicto mundial, durante esos seis años se produjeron, al menos, tres hechos que debemos considerar para buscar explicaciones al inicio de la Guerra Fría.

El primero de ellos fue el de la colaboración entre Estados Unidos y la Unión Soviética, con dos sistemas políticos, ideológicos y económicos antagónicos, como una exigencia para acabar con el enemigo común. Esta situación parecía que iba a provocar un cambio muy positivo en el mundo de la posguerra y que, de una u otra manera, la cooperación entre ambas potencias se mantendría cuando la contienda finalizase.

En segundo lugar, y a diferencia de lo sucedido en la Primera Guerra Mundial, no se quiso esperar al final del conflicto para convocar una conferencia de paz o diseñar el mundo de la posguerra. Desde 1941, en la Conferencia del Atlántico, hasta el verano de 1945, en la Conferencia de Potsdam, los principales líderes de las potencias aliadas, y de forma más concreta los presidentes estadounidenses Roosevelt y Truman, los políticos británicos Churchill y Attlee, y el líder soviético Stalin, se reunieron en catorce grandes conferencias «en la cumbre» para diseñar el nuevo orden internacional, las nuevas organizaciones que iban a representar a ese nuevo orden, y el futuro de Alemania como máxima responsable de la guerra mundial. Pero nunca se produjo una conferencia de paz.

En tercer lugar, quien padeció más duramente la guerra fue Europa en su conjunto y de forma especial las grandes potencias como Francia o Alemania, pero también los países ocupados y destrozados tanto por los alemanes como por los aliados. El declive europeo era una realidad indiscutible. En cambio, Estados Unidos se había convertido con la guerra en la principal potencia económica del mundo, sin sufrir ninguna destrucción en sus territorios y con un crecimiento económico durante el conflicto de un 15% anual. Por su parte, la Unión Soviética, a pesar de las ingentes bajas —más de 20 millones de muertos— y de las destrucciones materiales sufridas, había sido reconocida como gran potencia por sus tradicionales enemigos, poseía una gran fuerza militar y, además, iba a ver pronto recompensado su esfuerzo bélico de una forma inimaginable para Stalin.

Clement Attlee, Harry S. Truman, y Iósif Stalin en la Conferencia de Potsdam, en 1945. El mundo de posguerra se diseñó en encuentros como este y no en una conferencia de paz.

Si tenemos en cuenta estos tres hechos, podemos entender la importancia que tuvieron las dos últimas conferencias: Yalta y Potsdam. En ellas, los líderes de las tres potencias aliadas cerraron los principales temas de la posguerra, especialmente el de la «cuestión alemana», con la división y ocupación de las cuatro zonas en las que se dividió el país. Pero también, en esas conferencias, la Unión Soviética consiguió lo que Stalin deseaba desde los años treinta: reconstruir y ampliar su país, y extender el máximo posible su influencia en Europa. Utilizando la fuerza del Ejército Rojo, la diplomacia soviética, apoyada en un potente servicio secreto y en los partidos comunistas de toda Europa, fieles a la disciplina internacionalista comunista, el país logró ampliar su territorio en 475 000 kilómetros cuadrados (unos 24 millones de personas) y extendió su influencia y control sobre más de 1 millón de kilómetros cuadrados, 92 millones de personas y siete países: había nacido la Europa del Este.

Iósif Stalin

Iósif Stalin (1879-1953) fue líder de la URSS desde 1924, fecha en la que sustituyó a Lenin, hasta su muerte en 1953. Georgiano de familia humilde, ingresó en un seminario religioso de donde fue expulsado por subversivo. En 1898 se afilió al Partido Obrero Socialdemócrata Ruso, desde donde se convirtió en un gran agitador y organizador de huelgas y manifestaciones. Fue detenido y deportado a Siberia, aunque escapó posteriormente, lo que le permitió seguir actuando en la clandestinidad hasta 1905, momento en el que se unió a los bolcheviques tras conocer a Lenin. En 1917 participó bajo el seudónimo de «Stalin» (‘hombre de acero’) en el movimiento revolucionario puesto en marcha en febrero. Tras el triunfo bolchevique formó parte del primer gobierno y desde 1922 fue nombrado secretario general del PCUS. Después de la muerte de Lenin comenzó a incrementar su poder dentro del partido, enfrentándose a Trotsky, al que expulsó de la organización y posteriormente mandó asesinar. Desde 1928 puso en marcha un plan industrializador y de colectivización forzosa que provocó numerosas detenciones y muertes. En 1939 firmó un acuerdo secreto con Hitler para repartirse Europa del Este, pero tras la invasión nazi de la URSS en 1941, Stalin decidió entrar en la guerra del bando de los aliados. En las conferencias de Yalta y Potsdam consiguió extender su influencia y control sobre Europa central y oriental, con lo que se pondrían las bases para el telón de acero.

Iósif Stalin durante la Conferencia de Potsdam, en 1945.

Esta nueva realidad europea hizo que, solo transcurridos unos meses desde el final de la guerra, la cooperación aliada, y especialmente las relaciones entre Moscú y Washington, comenzaran a deteriorarse de forma progresiva. En febrero de 1946, Stalin pronunció un duro discurso contra las potencias occidentales y el bloque capitalista, en el que destacaba el papel central de la Unión Soviética para el triunfo sobre el nazismo —un esfuerzo no bien recompensado a su parecer— y la necesidad de extender y consolidar la influencia del comunismo en el mundo. En Estados Unidos no se dio la importancia requerida ni al nuevo lenguaje del dirigente soviético ni a lo que llevaba implícito el discurso. Pero dos personas sí supieron ver lo que las palabras de Stalin supondrían para el mundo.

Por un lado, el diplomático estadounidense George F. Kennan, un gran sovietólogo que en ese momento se encontraba en la embajada de Estados Unidos en Moscú, que a los pocos días del discurso de Stalin envió al gobierno estadounidense un «largo telegrama» secreto en el que se valoraba de forma muy realista y crítica a los soviéticos y sus objetivos expansionistas. Kennan recomendaba a sus superiores el incremento de los recursos militares y la adopción de una política de firmeza y contención contra la Unión Soviética. Posteriormente, este telegrama se publicaría en la revista Foreign Affairs (julio de 1947), bajo el seudónimo de «X», con lo que se confirmaba de forma clara que aquel iba a ser el curso de la política estadounidense en la nueva etapa de tensión que se anunciaba con Moscú.

El otro protagonista iba ser el exprimer ministro británico Winston Churchill. Tras perder las elecciones en 1945, se dedicó a viajar y a pronunciar conferencias sobre su experiencia política y su visión del nuevo mundo de la posguerra. En marzo de 1946 se encontraba en Fulton (Estados Unidos), en cuya universidad se le iba a nombrar doctor honoris causa, y presentó al pueblo estadounidense y a su presidente, que asistía al acto, un panorama desolador, peligroso y amenazado por los objetivos de Stalin. Resulta importante destacar que en ese momento se estaba produciendo una desmovilización de las fuerzas estadounidenses en Europa, que a comienzos de 1947 solo contaban con 391 000 soldados de los 3,1 millones en total que permanecían en territorio europeo al finalizar la guerra. Por otra parte, en la Europa del Este, se encontraban más de 6 millones de soldados del Ejército Rojo. Fue en ese momento cuando pronunció una de las expresiones más importantes de la Guerra Fría: «telón de acero», aludiendo así a la «cortina de hierro», la expresión que realmente utilizó, que había caído entre la Europa occidental y la Europa del Este controlada por los soviéticos, y a la necesidad de que los estadounidenses permaneciesen en el Viejo Continente y se actuara con rapidez ante la nueva amenaza soviética.

George F. Kennan

Quizás menos conocido que otros protagonistas de la Guerra Fría, el diplomático e historiador George. F. Kennan (1904-2005) se convirtió desde 1946 en un hombre clave para la política exterior estadounidense, después de formular la llamada «doctrina de contención» contra la expansión comunista. Uno de los grandes expertos en la historia de Rusia, y autor de numerosas publicaciones sobre esta temática, se encontraba en la embajada estadounidense en Moscú en 1946 en calidad de jefe adjunto. En respuesta a una solicitud oficial sobre el comportamiento de la URSS ante la nueva situación internacional, escribió un largo telegrama secreto en el que sostenía con argumentaciones sólidas que el régimen soviético era expansionista por naturaleza y que Stalin necesitaba un mundo hostil para legitimar su autoridad autocrática; lo concedido en Yalta y Potsdam no iba a ser suficiente para el dirigente soviético y por ello la política que debían seguir Estados Unidos y el mundo occidental era la «contención» por «la aplicación hábil y vigilante de la fuerza contraria en una serie de puntos geográficos y políticos que cambian constantemente».

Según iba creciendo la tensión con Moscú, la Administración estadounidense permitió la difusión del texto, bajo el título «Las fuentes del comportamiento soviético», en la revista Foreign Affairs en julio de 1947, con el pseudónimo de «X». Su publicación provocó uno de los primeros debates intensos sobre la política exterior estadounidense en el nuevo contexto de la Guerra Fría, pero es evidente que sus planteamientos se convirtieron en doctrina oficial de Estados Unidos.

George F. Kennan en 1947.

Las iniciativas estadounidenses

A lo largo de 1946 y comienzos de 1947, las llamadas «pruebas de fuerza» entre Estados Unidos y la Unión Soviética se multiplicaron. Irán, Berlín, Checoslovaquia o Alemania se convirtieron en escenarios de estas demostraciones, de la violación de los acuerdos establecidos, y en ellos se vivieron momentos de creciente tensión. No obstante, el estallido definitivo de una situación de ruptura casi inevitable se trasladó desde comienzos de 1947 a Grecia y Turquía.

El 21 de febrero de 1947, el gobierno británico enviaba una nota, por medio de su embajador en Washington, al secretario de Estado estadounidense, el general Marshall, en la que le comunicaba la decisión de suspender la ayuda militar que venía dispensando a Grecia —donde había estallado una guerra civil entre el gobierno y la guerrilla comunista— y Turquía desde el verano de 1946, según el compromiso adquirido por Londres. Esta decisión tenía, por lo menos, tres interpretaciones: por un lado, la retirada británica de la línea de resistencia occidental en Grecia y Turquía suponía también la retirada de las potencias europeo-occidentales de los asuntos internacionales en favor de Estados Unidos, al que se le solicitaba que en el futuro se encargara de dirigir y coordinar las acciones del bloque occidental; era también el símbolo más claro de la decadencia de Europa y lo europeo en el mundo, algo ya anunciado en 1918-1919 y patente desde 1945; y también, de una forma más concreta, significaba el final del Imperio británico, mantenido y fortalecido desde el siglo XIX, y que en 1947 era imposible de defender ante las graves dificultades económicas y las reivindicaciones nacionalistas que se produjeron entonces, entre las que destaca la que se desarrolló en la India, que en agosto de ese año se materializaría en lo que sería, sin duda, el símbolo más preciso de esta nueva situación.