Del arte de la guerra - Nicolás Maquiavelo - E-Book

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Nicolas Maquiavelo

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Beschreibung

El libro Del arte de la guerra, redactado por Maquiavelo en torno a 1520, contiene y desarrolla, siguiendo el típico esquema formal del tratado renacentista dialogado, las reflexiones del gran autor florentino sobre la milicia y la guerra. A lo largo de los siete capítulos en los que está dividido, se van afrontando y desgranando de forma homogénea aspectos como el del reclutamiento, la relación infantería/caballería y la instrucción y adiestramiento de los soldados, el orden de combate, la moral del combatiente, el reconocimiento y la observación del campo enemigo, el acuartelamiento y el régimen disciplinario y, por último, los sistemas de fortificación y defensa. Aun siendo excesivamente crítico con el arte militar de su tiempo y demasiado idealizador con respecto al antiguo, y pese a la validez puramente especulativa que puede atribuirse a la mayoría de sus propuestas, Del arte de la guerra es una genial exhibición de teorización política y militar que, por su concepción, planteó en su época el problema de la socialización de la virtú, lo que es lo mismo que decir las cualidades políticas que hacen del soldado un ciudadano democrático.

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Veröffentlichungsjahr: 2017

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El libro Del arte de la guerra, redactado por Maquiavelo en torno a 1520, contiene y desarrolla, siguiendo el típico esquema formal del tratado renacentista dialogado, las reflexiones del gran autor florentino sobre la milicia y la guerra. A lo largo de los siete capítulos en los que está dividido, se van afrontando y desgranando de forma homogénea aspectos como el del reclutamiento, la relación infantería/caballería y la instrucción y adiestramiento de los soldados, el orden de combate, la moral del combatiente, el reconocimiento y la observación del campo enemigo, el acuartelamiento y el régimen disciplinario y, por último, los sistemas de fortificación y defensa. Aun siendo excesivamente crítico con el arte militar de su tiempo y demasiado idealizador con respecto al antiguo, y pese a la validez puramente especulativa que puede atribuirse a la mayoría de sus propuestas, Del arte de la guerra es una genial exhibición de teorización política y militar que, por su concepción, planteó en su época el problema de la socialización de la virtú, lo que es lo mismo que decir las cualidades políticas que hacen del soldado un ciudadano democrático.

Nicolás Maquiavelo

Del arte de la guerra

Título original: Dell’arte della guerra

Nicolás Maquiavelo, 1520

NOTA DE TRADUCCIÓN

La presente traducción se basa en la edición Opere, Florencia, Tipografía Cenniniana, 1873, L. Passerini i Pietro Fanfani editores.

Para la comprensión y aclaración de algunos pasajes, nos hemos servido de N. Machiavelli, L’arte della guerra [comentario de D. Fachard] en L’arte della guerra. Scritti politici minori [coord. J.-J. Marchand], Edizione Nazionale delle Opere di N. M., Roma, Salerno, 2001 (en adelante, Fachard); de N. Machiavelli, Dell’arte della guerra en N. Machiavelli, Discorsis sopra la prima deca di Tito Livio, Dell’arte della guerra e altre opere [ed. de R. Rinaldi], Utet, Turín, 2006 (en adelante, Rinaldi) y N. Maquiavelo, El arte de la guerra [ed. de Manuel Carrera Díaz], Madrid, Tecnos, 2003 (en adelante, Carrera). Todas las referencias se refieren al comentario al pasaje. De cualquier otra referencia, se escribirán sus datos completos en nota.

PRÓLOGO[1]DENICOLÁSMAQUIAVELO,CIUDADANO Y SECRETARIO FLORENTINO, ALORENZOSTROZZI[2], PATRICIO FLORENTINO

Han opinado, Lorenzo, y opinan muchos, que no hay nada tan desemejante, y que tanto difiera como la vida civil y la militar; y se ve con frecuencia a los que se dedican al ejercicio de las armas cambiar inmediatamente de traje, usos, costumbres y hasta de voz y de aspecto, por parecerle que no cuadran bien los modales del paisano a quien está pronto y dispuesto a cometer todo género de violencias: no en rigor convienen los hábitos y costumbres civiles a quienes los juzgan afeminados e impropios de su profesión, como tampoco que muestren la presencia y el lenguaje ordinarios los que, con las barbas y los juramentos, quieren intimidar a los demás hombres. Lo que ocurre en nuestros días justifica esta opinión; pero examinadas las instituciones antiguas[3], no se encontrarán cosas más unidas, más conformes y que se estimen tanto entre sí como estas dos profesiones; porque cuanto se establece para el bien común de los hombres, cuanto se ordena para inspirar el temor y el respeto a Dios y a las leyes, sería inútil si no existiera una fuerza pública destinada a hacerlo respetar, cuya fuerza, bien organizada, y a veces sin buena organización, mantiene las instituciones. Por el contrario, sin este apoyo en la milicia, el mejor régimen político y social se derrumba, como las habitaciones de un magnífico y regio palacio, resplandecientes de oro y pedrería, cuando carecen de techo o de defensa contra la lluvia[4].

Las disposiciones tomadas con la mayor diligencia en los antiguos reinos y repúblicas para mantener a los hombres fieles, pacíficos y temerosos de Dios, eran doblemente obligatorias a los militares; porque, ¿en qué hombres ha de procurar la patria mayor fidelidad sino en aquellos que le han prometido morir por ella? ¿Quién debe querer más la paz sino el que de la guerra puede recibir mayor daño? ¿Quién ha de temer más a Dios sino el que, arrostrando diariamente infinitos peligros, necesita más de su ayuda?

Esta necesidad, bien apreciada por los legisladores y por los militares, ocasionaba que todos los hombres elogiasen la vida del soldado y procuraran cuidadosamente seguirla e imitarla. Pero corrompida la disciplina militar y olvidadas casi por completo las antiguas reglas, han aparecido estas funestas opiniones que hacen odiar la milicia y evitar toda clase de relaciones con quienes la ejercen.

Juzgando, por lo que he visto y leído, que no es imposible restablecer las antiguas instituciones militares y devolverles en cierto modo su pasada virtud[5], he determinado, a fin de hacer algo en este tiempo de mi forzosa inacción, escribir para los amantes de la Antigüedad lo que yo sepa del arte de la guerra; y aunque sea atrevimiento tratar de una profesión que no practico, no creo incurrir en error al ocupar teóricamente un puesto que otros, con mayor presunción, han ocupado prácticamente; porque las equivocaciones en que yo incurra escribiendo, sin daño de nadie pueden ser corregidas; pero las que de hecho cometen otros, sólo se conocen por la ruina de los imperios[6].

A vos toca, Lorenzo, apreciar mi trabajo y juzgar si merece alabanza o censura. Os lo dedico, no sólo en prueba de gratitud por los beneficios que me habéis hecho, ya que en mi situación no puedo daros otra, sino también por ser costumbre honrar esta clase de trabajos con los nombres de quienes brillan por su nobleza, riquezas, ingenio y liberalidad, siendo así que en nobleza y riqueza no muchos os igualan; en ingenio, pocos, y en liberalidad, ninguno.

Lesen Sie weiter in der vollständigen Ausgabe!

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