Des-integración. Asia central y las razones de la historia - Sunamis Fabelo Concepción - E-Book

Des-integración. Asia central y las razones de la historia E-Book

Sunamis Fabelo Concepción

0,0

Beschreibung

Valioso texto que, con rigor científico y un discurso fluido, aborda la compleja problemática de Asia central desde tiempos remotos hasta la actualidad. El libro es de extraordinario valor para diversas disciplinas, en particular para la historia, la sociología, la etnología y las ciencias políticas. Analiza el complicado problema de la integración. Muestra la compleja y variada situación étnica y religiosa de los pueblos centroasiáticos, en su mayoría nómadas, cuya experiencia civilizatoria fue truncada por el dominio del Imperio ruso en la segunda mitad del siglo xix.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 327

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

Edición: Norma Suárez Suárez

Revisión técnica: Ricardo Luis Hernández Otero

Diseño interior: Seidel González Vázquez(6del)

Diseño de cubierta: Yisell Llanes Cuellar

Corrección: Adyz Lien Rivero Hernández

Emplane: Irina Borrero KindelánConversión a e-book: Amarelis González La O

© Sunamis Fabelo Concepción, 2021

© Sobre la presente edición:

Editorial de Ciencias Sociales, 2022

Estimado lector, le estaremos muy agradecidos si nos hace llegar, por escrito, su opinión acerca de este libro y de nuestras publicaciones.

ISBN 9789590623899

INSTITUTO CUBANO DEL LIBRO

Editorial de Ciencias Sociales

Calle 14, no. 4104 e/ 41 y 43, Playa, La Habana, Cuba

[email protected]

www.nuevomilenio.cult.cu

Índice de contenido
Prólogo
Siglas utilizadas
Introducción
Evolución sociohistórica de Asia central
La concepción centroasiática y la integridad euroasiática
El camino hacia la desintegración
El nuevo comienzo: la Comunidad de Estados Independientes
Tendencias integracionistas en Asia central a partir de 1991
El regreso de la “Unidad aria”, el “Mundo islámico” y el “Mundo túrquico”
El regreso a la competencia geopolítica por el Heartland. El arribo de Estados Unidos
El “regreso a Europa” y la nueva vecindad con el Gran Asia central
El regreso de China. Del Grupo de Shanghái a la Organización de Cooperación de Shanghái
La Organización de Cooperación de Shanghái y el fortalecimiento de la seguridad regional
El regreso de Rusia. Vladímir Putin y el redimensionamiento internacional de Asia central
Avance y consolidación de la tendencia euroasiática de integración
El Nuevo Gran Juego
La Unión Económica Euroasiática
Ucrania: el dilema euroasiático
La Nueva Ruta de la Seda
Epílogo
Bibliografía
Fuentes documentales
Fuentes bibliográficas
Fuentes publicísticas
Fuentes digitales
Datos de autor

Prólogo

Tuve el enorme privilegio de acompañar a la joven Sunamis Fabelo Concepción, destacada investigadora del Centro de Investigaciones de Política Internacional (CIPI) en el complejo y riguroso proceso para la obtención de su doctorado en Ciencias Históricas. La conocí entonces más de cerca y pude aquilatar en mayor medida su talento, laboriosidad y perseverancia, cualidades que le permitieron vencer todas las dificultades que debió enfrentar, las propias del ejercicio y otras derivadas de la casi total ignorancia de algunos sobre el contenido e importancia de su tema de investigación, lo que demuestra, una vez más, que la ignorancia unida a cierta cuota de poder propician conductas muy negativas. Aquel largo, paciente y sostenido esfuerzo, a la postre le brindó a Sunamis la posibilidad de regalarnos a todos este excelente libro.

Quisiera decir a los lectores que las siguientes palabras no tienen el propósito de recorrer todo o una parte considerable del texto con observaciones y valoraciones. Ustedes coincidirán conmigo en que no es necesario debido a la indiscutible calidad del trabajo. Para cumplir mi tarea, solo pretendo realizar unos pocos comentarios sobre aspectos que me parecen interesantes.

Considero que estamos en presencia de un valioso texto. Aquí se aborda con gran rigor científico y al mismo tiempo con un discurso expositivo claro y fluido, la importante y muy compleja problemática de la región centroasiática, antes y después de la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), aportando una visión pionera en nuestro medio, muy alejada de la que nos ofrecen, en la mayoría de los casos, las ciencias sociales de los centros de poder. El libro llena un vacío historiográfico en Cuba y será de extraordinario valor para varias disciplinas universitarias, en particular Historia y Ciencias Políticas, en las que apenas se estudia la región y cuando se hace nunca se aborda en su conjunto, así como para los investigadores de esta u otras temáticas afines y el público en general, que estoy seguro mucho lo agradecerá.

En el caso de los estudios históricos en nuestro país, Asia central prácticamente no se menciona en los programas. Las asignaturas que trabajan las regiones de Asia y Medio Oriente solo se refieren tangencialmente a la problemática centroasiática, tanto antes como después del colapso del socialismo. Lo mismo puede decirse en relación con las asignaturas sobre Europa, que dedicaban un considerable espacio a la desaparecida Unión Soviética, pero profundizando en la problemática de las repúblicas más avanzadas, partían del criterio de que estas determinaban la situación del conjunto del país. Ahora se dedica mucha atención a Rusia, y se sacrifican otras áreas del espacio postsoviético, sobre todo Asia central, que ha quedado un tanto huérfana, casi un terreno de nadie. De tal manera, este libro es el fruto de la primera investigación realizada en el país desde una perspectiva integradora de la región. Antes hubo otra indagación, también motivada por el interés personal de su autor, pero fue dedicada a una sola república, la de Kirguistán.

La autora nos muestra la compleja y variada situación étnica y religiosa de los pueblos centroasiáticos, en su mayoría nómadas, cuya experiencia civilizatoria fue truncada por el dominio del Imperio ruso desde la segunda mitad del siglo xix. Dicha situación, según su fundamentada opinión, no se modificó sustancialmente con el triunfo de la Revolución de Octubre y el posterior surgimiento de la URSS, que si bien promovió el avance en el ámbito económico y también en otras áreas como la instrucción general y la salubridad, continuó el proceso de rusificación e impuso un modelo de estatidad ajeno a las tradiciones ancestrales de las poblaciones de la zona, al mismo tiempo que estableció el trazado de fronteras arbitrarias y la desconexión de la población con su tradicional entorno, con el que siempre habían mantenido fuertes vínculos históricos y culturales.

Llamo la atención acerca de la valoración de la autora, a mi juicio muy acertada, de la peculiar situación de las cinco repúblicas exsoviéticas de Asia central después de la desintegración de la URSS, a finales de 1991. Para aquellos países, que de pronto se vieron solos, desvinculados de la federación soviética y de lo que esta representaba en términos de interdependencia, no se trató solo de acometer los cambios necesarios en el orden político, económico y social en correspondencia con la nueva situación, algo ya de por sí extremadamente difícil, sino que tuvieron que abordar la complejísima tarea de crear una estatidad propia, distinta, que tomara en cuenta la larga experiencia civilizatoria de los pueblos de la región, así como aspectos de la etapa soviética, de los países de su entorno más cercano y de otros de diferentes partes del mundo. Con tales referentes comenzó la estructuración de un peculiar Estado-nación, empresa que se ha desarrollado con desigual ritmo entre los distintos países y que aún no ha concluido a pesar de los años transcurridos.

Otro asunto que me parece muy interesante es el tratamiento que proporciona la autora al complicado problema de la integración, hasta ahora prácticamente no abordado en la historiografía, al igual que ocurre con otros aspectos relacionados con el devenir de la región. Se afirma, con suficiente fundamentación, que en un mundo cada día más interconectado, las repúblicas centroasiáticas han necesitado, desde que llegaron a la independencia, avanzar en el proceso de acercamiento, colaboración y posible integración entre ellas, al mismo tiempo que se insertan en proyectos regionales y globales con estos fines. Pero los progresos de estos objetivos en el plano interno se han visto limitados por una gran variedad de situaciones y por la influencia negativa de factores foráneos, que por lo general promueven el distanciamiento y la división, mientras que en el plano externo la región se ha ido incorporando, en su mayoría, a organizaciones de colaboración o con aspiraciones de integración, casi siempre lideradas por sus dos poderosas vecinas: China y Rusia. Sin la relación entre estas potencias, que se ha venido fortaleciendo en el presente siglo, no se puede hablar de una tendencia integracionista euroasiática, por la que han apostado los países centroasiáticos, como tampoco se pudiera imaginar el tránsito hacia la estructuración de un mundo multipolar.

Como muy bien destaca el libro, la situación geográfica y los grandes y variados recursos de la zona, sobre todo los hidrocarburos, despertaron enseguida el interés de los países occidentales, particularmente de Estados Unidos y de la Unión Europea. Estas potencias aprovecharon el repliegue de la Rusia de Yelsin en el espacio postsoviético durante la década de los noventa y la entonces moderada actuación internacional de China, y penetraron de manera significativa en la vida económica y política de la región. Alemanes y estadounidenses fueron los más favorecidos. Los estadounidenses llegaron incluso a tener presencia militar temporal y permanente, y en algunos casos intervinieron groseramente en la política interna, como ocurrió en la Republica de Kirguistán, donde promovieron la llamada “Revolución de los Tulipanes”, movimiento desestabilizador que obligó a renunciar al presidente electo, que no era del agrado de Estados Unidos.

Pero este escenario se modificó progresivamente con la llegada al poder de Vladímir Putin, quien se propuso poner orden y estabilidad en el interior de Rusia, así como lograr la recuperación y crecimiento de la economía, lo que se alcanzó con relativa rapidez y ayudado por los altos precios de los hidrocarburos. Al mismo tiempo, él promovió una proyección internacional más acorde con la nueva situación del país, dejando atrás el coqueteo con occidente y avanzando hacia el objetivo de recuperar el papel de la extinta URSS en el escenario mundial. En ese contexto, se privilegió el retorno al espacio postsoviético, en un nuevo proceso de relacionamiento, que se pretendió distinto al de la época soviética, pero ha conservado en gran medida su espíritu. El acercamiento de Rusia con China, que entonces continuaba su impetuoso desarrollo económico y emprendía una política exterior más activa, condujo a una alianza estratégica y al fortalecimiento de su papel en el entorno cercano y a nivel internacional. Recomiendo a los lectores que fijen su atención en el amplio y equilibrado análisis de la autora a las características de la vuelta de Rusia a la región centroasiática y las relaciones ruso-chinas y sus consecuencias.

El fortalecimiento de las relaciones entre China y Rusia, no exentas de diferencias en algunos asuntos, promovió el surgimiento, a principios de la presente centuria, de la Organización de Cooperación de Shanghái, que relanzó las relaciones de ambas potencias con Asia central. Con el paso del tiempo se han incorporado a dicha organización además de las repúblicas centroasiáticas, otros países del entorno, entre estos algunos muy influyentes como India, Pakistán e Irán. La Organización de Cooperación de Shanghái promueve la concertación de posiciones y la colaboración en las esferas de la economía, la política y la seguridad, a través de sus reuniones cumbres, e impulsa así una alternativa a la unilateralidad en el escenario internacional. Fue precisamente en una cumbre de esta donde se lanzó la iniciativa china de la Nueva Ruta de la Seda, que ya representa un considerable impulso al desarrollo de los países miembros y de otros muchos. Todo eso lo encontrarán en este libro, que describe y analiza los acontecimientos con mesura y brillantez.

Quiero decir, por último, que la doctora Sunamis Fabelo ha mostrado con el texto que pone a nuestra disposición una gran solidez como investigadora. Ha sido capaz de profundizar en la historia de la región centroasiática y de su entorno, desde tiempos remotos hasta la actualidad, y para esto ha tenido que dominar el devenir histórico de la URSS y de Rusia, sobre todo desde la Perestroika hasta prácticamente nuestros días. Lo mismo puede decirse de China y sus vínculos con Asia central antes y fundamentalmente después del colapso del socialismo. Ha logrado describir y valorar las relaciones de las dos potencias vecinas en relación con la problemática de la región y aportar una visión sumamente interesante. Su dominio del instrumental investigativo de las ciencias históricas y políticas, se evidencia también en el análisis del papel de otros actores, algunos más cercanos y otros distantes, pero todos interesados en la región. La compleja situación que genera la concurrencia de un considerable número de intereses en torno a la zona y cómo esto se vincula con la evolución de la problemática internacional, se nos muestra con claridad y sólida fundamentación.

Felicito a nuestra querida Sunamis, convertida ya en una verdadera especialista, en mi opinión la más importante del país, sobre un área que recién ahora ha despertado interés entre historiadores, politólogos y público en general, debido a la importancia que ha cobrado en muchos aspectos y sobre todo por su vinculación con el desarrollo espectacular de China y la creciente importancia de la llamada Nueva Ruta de la Seda.

Dr. C. Evelio Díaz Lezcano

Profesor titular, consultante y emérito de la Universidad de La Habana

Siglas utilizadas

ASEAN Asociación de Naciones del Sudeste Asiático

BAII Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura

BM Banco Mundial

BMENAI Iniciativa del Medio Oriente Ampliado y Norte de África

BRICS Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica

BTC Oleoducto Bakú-Tíbilis-Ceyhan

CECA Comunidad Europea del Carbón y del Acero

CEE Comunidad Económica Euroasiática

CEI Comunidad de Estados Independientes

CNPC China National Petroleum Company

FMI Fondo Monetario Internacional

G-8 Grupo de los 8 (Francia, Reino Unido, Estados Unidos, Alemania, Italia, Canadá, Japón y Rusia)

GUUAM Georgia, Ucrania, Uzbekistán, Azerbaiyán y Moldova

MIU Movimiento Islámico de Uzbekistán

OBOR Un Cinturón Una Ruta (One Belt One Route)

OCS Organización de Cooperación de Shanghái

OPEP Organización de Países Exportadores de Petróleo

OTAN Organización del Tratado del Atlántico Norte

OTSC Organización del Tratado de Seguridad Colectiva

PCCh Partido Comunista Chino

PCUS Partido Comunista de la Unión Soviética

PEV Política Europea de Vecindad

PIB Producto interno bruto

RATS Comité Ejecutivo Estructura Antiterrorista Regional

RCEP Asociación Económica Integral Regional

RPCh República Popular China

RSFSR República Socialista Federativa Soviética de Rusia

RSS Repúblicas Socialistas Soviéticas

SGP Sistema General de Preferencias

TACIS Asistencia Técnica a la Comunidad de Estados Independientes

TRACECA Corredor de Transporte Europa Cáucaso Asia

TPIC Tratado Trasatlántico de Comercio e Inversiones

TPP Asociación Transpacífica

TSC Tratado de Seguridad Colectiva

UE Unión Europea

UEE Unión Económica Euroasiática

Introducción

Uno de los temas que más ha apasionado en los últimos tiempos a historiadores y pensadores en general ha sido el colapso del socialismo en Europa del Este y la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Sin dudas estos tópicos marcaron el fin de una apocalíptica centuria debatida en todo tipo de crisis, esperanzas, guerras mundiales, Guerra Fría, y hasta la amenaza de “Fin de la Historia”.

Dentro de ese caos de traumas, derrumbes y reconstrucciones, asia central, o los nuevos países que a partir de 1991 formaron parte del espacio postsoviético centroasiático, constituyen un puzle, o un pedazo del puzle del nuevo mundo que nació a las puertas del siglo xxi y que viene a integrar el inicio de otra historia.

Acerca de la evolución histórica de la región centroasiática se conoce relativamente poco; no obstante, debe aclararse que en los últimos años se aprecia un resurgir del interés por determinadas cuestiones de esta parte del mundo. Al desconocimiento o fraccionamiento de los estudios sobre el área se une también una tendencia muy negativa en una buena parte de los estudios de su pasado, y es que ha devenido costumbre homogeneizar este variado escenario. Otra propensión mucho peor consiste en la descalificación de sus modelos de estatidad y su pasado histórico.

La mayoría de los análisis versan acerca de la experiencia soviética de estos pueblos, sin duda significativa si se tiene en cuenta que fueron setenta y cuatro años, pero insuficiente, pues en buena parte de ellos se trata de investigaciones donde el punto central es la URSS; de manera que el análisis se diluye en cuestiones muy generales del funcionamiento de ese Estado multinacional o de la administración desde Moscú, su centro. La inserción dentro del multinacional experimento soviético propició la desconexión de estos pueblos del resto de su entorno regional, donde mantenían importantes lazos históricos y culturales. Esto se puso de manifiesto sobre todo a partir de la época de Stalin, encuadrándoles en estructuras ajenas, y se determinó el establecimiento arbitrario de fronteras, así como la definición de identidades desde nociones falsas o inexactas.

Las siguientes páginas intentan recomponer las piezas sueltas que integran el puzle centroasiático para encontrar su lugar dentro de un mundo euroasiático en recomposición desde entonces. Des-integración resulta no solo un juego de palabras, sino también una clave para invitar a la reflexión de procesos muy complejos que viajan a través del tiempo, la cultura, las experiencias civilizatorias, van del pasado al presente y viceversa, para entretejer los hilos de la historia.

Se trata de un mundo poroso, indeterminado, nómada por naturaleza, una tierra perdida casi al centro de esa gran masa continental milenaria que es Eurasia, y sumamente cercano e influenciado por el sur con Medio Oriente. Asia central es justo un ejemplo de esos vasos comunicantes que seccionan los mapas y no se cuentan en muchas historias. En resumen, una región para la cual resulta prácticamente imposible existir desintegrada hacia adentro y hacia afuera, en el contexto de un mundo cada vez más interdependiente.

Por otra parte, adentrarse en los vericuetos históricos de Asia central desde la perspectiva de una investigadora cubana resulta, además de “una rareza”, poco más que irónico, pero sin duda revelador cuando se trata de la circunstancia común del aislamiento. En las primeras preocupaciones que llegaron con la Des-integración, el aislamiento, entendido en sentido amplio, apareció de manera aplastante. Desde el punto de vista práctico, entre otros aspectos implicaba superar el aislamiento del mar. Desde Cuba, imbuidos en la condición que implica estar aislados por el mar, casi nunca se plantea la cuestión de lo que resulta estar aislado de este, o sea, estar aislado por la tierra. Si la primera impone un sentido de arraigamiento, como designio o encantamiento, unido a otras obsesiones insulares; el segundo determina el dilema de los caminos como posibilidad “divina” y las fronteras como voluntad “humana”, unido también a otras obsesiones nómadas. En cualquier caso, tan distintos y tan parecidos, estamos cercados, de una manera u otra, por la circunstancia del aislamiento, más allá del tiempo, la distancia, la historia y los colapsos que nos separan y nos unen.

Desde una perspectiva menos existencial y mucho más pragmática, la idea de la integración aparece prácticamente junto con la realidad que implicó la desintegración, no como una reedición del pasado, sino como una alternativa para superar el aislamiento e insertarse en las lógicas que planteaba el nuevo comienzo político, económico, comercial, social, cultural.

De manera general, “Integración” es uno de los conceptos más polémicos en nuestros días; se encuentra ampliamente desarrollado por las ciencias económicas y las relaciones internacionales, a partir de diversos modelos o paradigmas explicativos. Se suele estudiar la unión aduanera, pero siempre sobre el modelo de la Unión Europea, que ha sido el esquema más longevo y exitoso en ese sentido, a pesar de la crisis de los últimos años con el retorno de los nacionalismos.

Es importante detenerse, en el caso de los centroasiáticos, en el complejo tema de la supranacionalidad y los Estados-nación, si se toma en consideración que, como se explica en esta investigación, la construcción de la nación es un proyecto inacabado y sumamente complejo en estos jóvenes países. El concepto de nación implica una unidad social y cultural, que legitima al Estado frente a otros Estados, pero en el escenario centroasiático esto se presenta a la inversa y ha sido desde los “constructos Estados” que se ha emprendido la difícil tarea de forjar esa unidad social y cultural.1 Es por eso que las tendencias integracionistas que se han manifestado y evolucionado en Asia central, a partir de 1991, tienen antecedentes y derroteros históricos y culturales muy particulares que no pueden ignorarse a la hora de explicarlas.

En principio, las diversas iniciativas de asociación, cooperación y concertación que indican una propensión hacia la integración en la región, y en ese sentido describen tendencias, están evolucionando al unísono de la construcción de las naciones centroasiáticas, y este proceso a su vez está determinado por importantes componentes étnicos que se relacionan con la percepción de una integridad regional dentro de la diversidad étnica de esas sociedades.

En ese sentido, el historiador y antropólogo Lev Gumilev, autor entre otras obras de La ciencia de etnos, desarrolló la teoría de la “etnogénesis”, que establecía que el factor determinante de los grandes cambios en la historia no era la raza ni la clase social, sino un tipo particular de “pasión étnica y emocional”, capaz de aglutinar a personas de orígenes diversos. El eurasianismo representaría, a su juicio, una inyección de esta pasión que permitiría crear un “superetnos” por encima de diferencias fenotípicas o culturales. Gumilev criticó la equiparación entre rusos y soviéticos al considerarla un escollo para la formación de una futura unión de naciones, lo que le valdría las críticas del nacionalismo ruso más conservador, que defendía la pureza de la raza y no estaba dispuesto a admitir su ascendencia mongol, huna o tártara.2

De manera que resulta más que complejo, prácticamente imposible, una definición de Estado-nación para las repúblicas centroasiáticas. Sin embargo, al respecto hay importantes cuestiones que deben tenerse en cuenta y que en estas páginas se desarrollarán en extenso.

Lo primero es que en Asia central coexistieron de manera prolongada formaciones estatales y sociales de “tipo oriental”, estructuradas sobre la base de relaciones clánico-patriarcales y político culturales propias de sus experiencias civilizatorias (ejemplo, los nómadas) modeladas por la costumbre turca y persa y desde el punto de vista confesional por el Islam, basadas en el respeto, la coexistencia y la capacidad de asimilación.

En segundo lugar, debe decirse que la modernidad no se dio en estos países como en otras sociedades; de la Rusia zarista, que truncó el desarrollo natural de estas experiencias civilizatorias, se pasó a la construcción del socialismo en la URSS, con todas sus disfuncionalidades.

Otro aspecto a tener en cuenta es que las repúblicas centroasiáticas nacieron con características muy particulares: debatidas en la búsqueda de referentes para encauzar sus sociedades (Comunidad de Estados Independientes [CEI], regreso a los orígenes, Estados Unidos, Unión Europea [UE], Rusia, China). Asimismo, asumieron el modelo de Estado-nación occidental, pero mantuvieron principios de la experiencia clánico-tribal en sus lógicas de poder: tendencia al nepotismo, garante de los intereses de la tribu o clan; búsqueda de antepasados para ascender en la escala social, la cuestión del linaje en este sentido es fundamental teniendo en cuenta que para la tradición gengisida el poder se transmite por herencia.

Por lo tanto, entre 1991 y 2017 lo que puede definirse en Asia central son Estados nacionales en construcción, como la identificación de una comunidad multiétnica, que cimenta lo propio, práctica y espiritualmente, a partir de la síntesis entre un espacio geohistórico común y plural y la legitimación de intereses políticos, económicos y sociales de la élite en el poder, articulada con muchos componentes tradicionales.

Esta particularidad de construir la unidad social y cultural de la nación a partir de la institucionalización forzosa del Estado, en medio de una realidad totalmente plural, multiétnica, en un contexto de emergencia y desorientación como fue el escenario que se abrió a partir de la desintegración de la URSS en 1991, para articular el sistema político, económico y social, favoreció, en el caso de las repúblicas centroasiáticas, la aparición de referentes regionales y extrarregionales, que fueron promoviendo tendencias aglutinadoras a partir de diversas concepciones, las cuales se han manifestado en iniciativas y mecanismos de asociación, cooperación y concertación económica, política y cultural, que fueron atendidos por los centroasiáticos para superar el caos en que estaban inmersos.

En Asia central este tema está relacionado ciertamente con una voluntad política para la integración, la construcción de relaciones de interdependencia, e interdependencia compleja. Se trata de una experiencia de integración sobre las bases de un regionalismo abierto. Es por eso que, teniendo en cuenta lo reciente de los procesos que han tenido lugar en el área, en las siguientes páginas se hace referencia a las tendencias integracionistas más que a la evaluación de la integración misma vista como hecho en sí, terminado. Se trata más bien de un proceso histórico, de construcción de relaciones de interdependencia, a partir de diversas concepciones, que pueden llegar a convertirse en tendencias y se manifiestan como iniciativas y mecanismos de asociación, cooperación y concertación económica, política o cultural.

Entendida así, la región cobra sentido como tablero de juego geopolítico. Intentar dilucidar el angosto camino que han atravesado las tribus centroasiáticas, de la etnia al imperio ruso, a la URSS, a la Comunidad de Estados Independientes (CEI), a la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), a la Unión Económica Euroasiática (UEE), y hasta formar parte de Un Cinturón Una Ruta (One Belt One Route [OBOR]), es mucho más complejo que el enjambre de siglas enunciadas. Se trata de fenómenos históricos esenciales para entender el presente y proyectar el futuro de procesos actuales en expansión y que se han desencadenado justo a partir del caos de la Des-integración.

1 Como se explica en esta investigación, las históricas experiencias civilizatorias de las sociedades centroasiáticas, de marcado carácter clánico-tribal, quedaron truncadas debido, primero, a la incorporación de estos pueblos a Rusia y posteriormente al Estado multinacional de las URSS; y en segundo lugar, debido al propio proceso de construcción de los cinco Estados-nación centroasiáticos. En el momento de la desintegración de la URSS muchas etnias todavía estaban en proceso de conformación y aunque ya mostraban ciertos instintos, aún carecían de objetivo; o sea, la inmensa mayoría de esos pueblos carecía de lo que se ha dado en llamar “el proyecto de la etnicidad”. Ver Juan Sánchez Monroe: “El espacio exsoviético del Asia central: Estados, clanes, linajes”, p. 3, 2013.

2 Otro elemento importante a tener en cuenta son los resultados de las investigaciones del antropólogo e historiador turkmeno Shohkhrat Kadyrov, quien afirma que las sociedades centroasiáticas están integradas por tribus de segunda generación, subetnos. No son como las tribus de la comunidad primitiva, sino que utilizan la ideología de la solidaridad tribal con fines políticos, son sustratos étnicos. La tendencia de la politogénesis en estas sociedades (comunidades) se basa inicialmente en la organización de la dirección acorde a los principios de kanatos tribales y confederaciones amorfas; mientras la antítesis cultural nosotros o ellos la dirigen básicamente hacia el interior del etnos, a diferencia de lo que hacen las sociedades-naciones. Las tribus vivieron de forma compacta durante siglos en áreas relativamente aisladas unas de otras. La cohesión gentilicia compite con la territorial y por esto es frecuente que dentro de cada área, la integración intertribal se reduzca a la incorporación. La endogamia y los prejuicios etnorraciales se emplean arbitrariamente para explicar la procedencia de las viejas élites y en calidad de instrumento para organizar su jerarquía. La autoidentificación étnica general se conjuga con la autoconciencia tribal. Las viejas leyendas sobre la edad de las tribus (léase la subordinación de unas a otras), no solo se restablecen, sino que se redactan tendenciosamente y se acomodan a la coyuntura del mercado político. Ver Shokhrat Kadyrov: A special Report for the Conference “The Turkmenistan: not on Orange Revolution but Regional?”, en http://www.igpi.n/bibl/other-articl/1199447605.html (29-2-2013).

Evolución sociohistórica de Asia central

La concepción centroasiática y la integridad euroasiática

Cuando se dice Asia central, de alguna manera también se está hablando de un gran viaje, de un peregrinar, de una búsqueda constante del camino entre estepas, desiertos, oasis, sin una idea precisa de a dónde querer llegar, o más bien impulsado por el instinto de un espíritu nómada, místico, mítico y ancestral, que no necesita un destino para ponerse en marcha hacia un espacio indefinido, infinito, imposible de encuadrar en naciones que no se pueden encerrar en un mapa fruto de invenciones, fabulaciones, caprichos u obsesiones; porque nómada, libre y abierta es la tierra que vive en el corazón del guerrero centroasiático, el más hábil guerrero en la apropiación de la fuerza y destreza de su caballo, diferente a la dominación y sometimiento de que es objeto la bestia en otras tierras. La propia mitología europea ha expresado en la figura del centauro una representación de hombre-bestia que arrasó a las puertas de Europa y sitúa uno de sus tantos remotos orígenes en el abigarrado paisaje euroasiático.

Desde el punto de vista religioso o místico, estos pueblos errantes, mayormente de origen turco y mongol, que poblaron Asia central, estaban sumamente influenciados por la práctica del tengri o tengrismo, antes de que asimilaran y se “convirtieran” a las religiones de las sociedades sedentarias a las que invadían, se aliaban o mezclaban. Creían así en el Dios Cielo (Tengri o Tangri, Tanrı, Tangra). En esta religión, de carácter disperso, no hay sacerdotes ni clérigos, y tampoco una dimensión de extender la creencia a otras personas o pueblos. Para ellos el mundo fue creado por el Cielo sobre la base de cuatro elementos eternos: la tierra, el agua, el fuego y el aire. Es por eso que la divinidad está en todas partes, todo el tiempo. Su centro es mantener la armonía con el entorno circundante, por lo que se acaba considerando sagrados los recursos de la Tierra, en particular el agua (quizá por ser muy escasa en las estepas de Asia central, donde se concentraba gran parte de esta religión). El mundo en el tengrismo está abierto al Cosmos (el Gran Cielo Azul), considerado como una fuente o existencia trascendente, que se relaciona directamente con la creación del mundo, que es considerado como eterno, pensado para que se cree y recree en cada momento importante, como actos de la primera creación del Universo, el principio de un año o un día o el nacimiento de un ser humano.

En la vida cotidiana de estos pueblos, el universo espiritual se manifiesta en la propia dinámica de la vida en la yurta. En el chamanismo siberiano, y sobre todo en el mongol, la yurta es una vivienda tradicional construida a partir de una estructura de postes de madera cubiertos con pieles de animales, y con un agujero central en el techo para la salida del humo; era un símbolo del microcosmos o una representación del universo. Por esta razón, todo el movimiento dentro de ella se hacía, en la medida de lo posible, en dirección del recorrido del Sol. En el centro de la yurta un fuego se quemaba en un fogón y, rara vez extinguido, era símbolo del centro real del mundo o universo. La columna de humo que se elevaba del fuego y abandonaba la yurta por el agujero central en el techo era simbólica del axis mundi: la Montaña del Mundo, el Pilar del Mundo o el Árbol del Mundo. Esto es lo que vincula al inframundo con el cielo, y termina en el norte y en la Estrella Polar alrededor de la cual las otras estrellas giran en el cielo de la noche.

Así también puede decirse acerca del estilo de vida de los nómadas; la ausencia de una lengua escrita, hasta hace relativamente poco, propició el desarrollo de la tradición del akyn, que era la persona que debía acordarse de todo y trasmitir las historias. A diferencia de “aprender” o “acumular conocimientos”, el akyn no aprendía historias de memoria que tuvieran que ver con fechas, nombres o hechos reales. Se trataba de leyendas de héroes y heroínas, animales y batallas, símbolos de la esencia del hombre, no solo de sus hechos. No es la historia de vencedores y vencidos, sino de gente que camina por el mundo, y alguna vez contempló o soñó contemplar la estepa.

De manera que el entorno ha moldeado mucho la espiritualidad de los pobladores de esta región, convirtiéndolos en guerreros naturales del paisaje; aunque en muchos casos hayan estado solo de paso por allí. Una de las definiciones más sencilla y más exacta es la que refiere Gavin Hambly, cuando explica: “[…] la romántica identificación de Asia central con una vasta extensión de desiertos y estepas no es en ningún modo inexacta, aunque requiera ciertas modificaciones y, como afirmación general, se puede decir que allí donde la estepa y el desierto den lugar a un paisaje diferente, allí termina Asia central[…]”.1

Hace poco más de 2000 años irrumpió en la historia de la humanidad la llamada “Ruta de la Seda”, la cual estableció un puente magnífico, a través de los abigarrados caminos que bajaban de las montañas, atravesaban las estepas centroasiáticas, se servían de los oasis que se extendían desde Chang’an en China, atravesando Antioquía en Siria y Constantinopla para llegar hasta las puertas de Europa y de ahí a los reinos hispánicos del siglo xv. Caravanas de comerciantes, soldados y sabios migraban desde el Oriente al Occidente y viceversa, poblando las estepas y las ciudades, descubriendo atajos para desenredar tras sus pasos el complejo nudo del paisaje centroasiático y continuar el camino (ver mapa 1).

Mapa 1. La legendaria “Ruta de la Seda”

Fuente:https://img.chavetas.es/albums/uzbekistan16/do1-17.jpg

La historia de los pueblos centroasiáticos ha estado íntimamente ligada a la simbiosis particular entre estas dos cuestiones fundamentales: por un lado, esta legendaria ruta, escenario de intercambio entre mundos bien distintos; por otro, el tipo de actividad ha estado condicionado por un entorno natural muy específico: el clima y la geografía de la zona, lo cual ha determinado, en buena medida, cada momento de su devenir histórico.

La aridez de una buena parte de las tierras de la región dificultaba la práctica de una agricultura extendida y lo alejado de las costas, les marginaba de las principales rutas del comercio marítimo. A eso hay que sumar el clima centroasiático, que está marcado por el carácter fuertemente continental propio de este territorio y por la presencia de las grandes cadenas montañosas que le rodean. Los vientos del monzón indio chocan contra el Pamir, mientras que los del sureste asiático no dejan prácticamente ninguna lluvia en la cuenca del Tarim. En la llanura, las precipitaciones también son escasas y las oscilaciones de temperatura entre estaciones, por no mencionar las diferencias de la noche al día, son particularmente importantes. Estas condiciones climáticas permiten distinguir en Asia central cinco grandes tipos de paisajes que condicionan la vida humana: la alta montaña, el pie de los montes, el oasis, la estepa y el desierto.

En ese sentido, pueden identificarse dos formas fundamentales de explotación del entorno: el pastoreo y la agricultura. Los pueblos nómadas, de manera general, evolucionaron en medio de este inmenso y complejo contexto, pues, condicionados por el pastoreo, se veían obligados a trasladarse de un lugar a otro en busca de pasto y agua. Otros se asentaron de manera permanente y evolucionaron en la ribera de los ríos o junto a los oasis, en busca de irrigación para el fomento de la agricultura. No obstante, ambas actividades no eran del todo excluyentes y entre unos y otros se establecieron importantes relaciones.

Al sur, se desarrollaron magníficas ciudades-estado, en las que pueblos sedentarios consiguieron importantes niveles de desarrollo y floreció una cultura extraordinaria, más próxima a las características de la Mesopotamia antigua, los persas y los árabes, que concluyó con la conformación de tres kanatos hacia el siglo xix: el emirato de Bujará y los kanatos de Jiva y Qoqand; la confederación tribal kazaja al norte y las tribus turkmenas al sur.2

Asia central es una de las regiones menos claramente definidas del mundo. Su riqueza y dinámica histórico-cultural, como puente, encrucijada, espacio de intercambio entre experiencias civilizatorias distintas, la convierten en un área difícil de encuadrar. Desde una perspectiva geográfica, Asia central se convierte en el corazón árido de Eurasia, la zona más vasta del mundo, donde los ríos no terminan en el mar abierto, sino que se pierden en desiertos o desembocan en mares cerrados o interiores, como el Aral y el Caspio o los lagos Baljash, Baikal, Issik-Kul o Lop Nor.

Al respecto el profesor Sebastián Stride, explica que

[…] la única definición en la que la mayoría de los especialistas coinciden es “negativa”: Asia central engloba todo aquello que no es ni China, ni India, ni Sureste Asiático, ni Europa, ni Oriente Medio […]. Esta definición resulta muy expresiva ya que, a pesar de lo que su propio nombre indica, Asia “Central” no suele ser nunca el centro de nada. Una tierra de nadie —No-man’sland— entre “civilizaciones” que los atlas del mundo reflejan, en general, solo en los mapas de toda Eurasia. En los mapas regionales, por el contrario, suele aparecer seccionada, rellenando el ángulo que completa los mapas centrados sobre grandes países o civilizaciones: los mundos chino, indio, ruso o de Oriente Medio[…].3

De manera que la definición geográfica del Asia central actual puede ser entendida íntimamente ligada al retorno de Eurasia a los mapas del siglo xxi, como un concepto amplio que la vincula con diversas regiones, y tiene en cuenta la historia más remota, así como la cultura y la política más actuales.

Este análisis se complementa con otra definición, la que da la Unesco, asociada sobre todo a una inspiración cultural, mucho más vinculada a la influencia asiática después de importantes oleadas migratorias, que incluye el oeste de China, el norte de Afganistán, Pakistán, India e Irán y, además, al Cáucaso y Mongolia. Esta definición toma en consideración los importantes vínculos históricos que la región estableciera con su entorno cercano. Los pueblos que se instauraron de manera definitiva en el heterogéneo e impreciso paisaje centroasiático estuvieron expuestos a las pretensiones de otros grupos humanos que intentaron someterlos. En este caso, es necesario considerar el proceso de turquización de Asia central, que empezó con las primeras migraciones de pueblos turks llegados de Altai, sobre todo después del establecimiento del Kaganatoturk en el siglo vi.

A lo largo de los siglos siguientes, y hasta la conquista rusa, muchos pueblos y tribus, principalmente túrquicos aunque también mongoles, entraron en Asia central desde el noreste. Estos últimos formaron imperios o Estados, de los cuales los más conocidos fueron los karajánidas, los ghaznevides, los selyúcidas, los mongoles, la Horda de Oro4 y los shajbanidas y, más reciente, confederaciones tribales como las de los kazajos, turkmenos, yungaros, entre otras. Las migraciones de pueblos túrquicos no se detuvieron en Asia central, sino que continuaron hacia el oeste a través de la meseta iraní hasta el Cáucaso y Anatolia (después de la victoria selyúcida sobre el Imperio bizantino, en la batalla de Manzikert en 1071).

No obstante, estos movimientos de los pueblos, unidos al dominio político de las dinastías túrquicas (todas las dinastías reinantes son de origen turco-mongol desde la muerte del último soberano samanida5 en 1005), supusieron una turquización muy lenta y progresiva de Asia central. Los nuevos pueblos adoptaron, en general, la cultura de las regiones sedentarias y, en concreto, el persa como lengua de la administración, la literatura y la diplomacia. Así pues, a principios del siglo xxi, la lengua dominante de la cultura y la administración sigue siendo la persa. La mayoría de la población habla dialectos túrquicos pertenecientes a tres grandes grupos: qipchak (al que pertenecen el kazajo, el karakalpak y el kirguiso), oghuz (turkmeno) y karluk (chagatai, uzbeko y uigur). Pero en el mundo túrquico se pasa progresivamente de un dialecto a otro sin que sea posible definir las lenguas que quedan por sistematizar.6 En el caso de los tayikos hablan farsi, una lengua de origen persa, considerada como la más pura de esas lenguas. De acuerdo con Stride

En Asia central las lenguas no han sido nunca utilizadas como instrumento de definición de un Estado político o consideradas como elemento identitario fundamental. La mayoría de los habitantes de Termez7