Desactivar el sinhogarismo de larga duración - Elena Matamala Zamarro - E-Book

Desactivar el sinhogarismo de larga duración E-Book

Elena Matamala Zamarro

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Beschreibung

Mendigos, vagabundos, sintecho, indigentes, transeúntes, carrileros, etcétera. ¿Se ajustan a la realidad estas etiquetas? ¿Nos estamos refiriendo a personas desadaptadas incapaces de mantener una vivienda y condenadas a vivir para siempre a la intemperie? ¿O por el contrario se trata de situaciones reversibles? ¿Qué factores contribuyen a ello? Desde un enfoque constructivista, esta obra ofrece una aproximación a la exclusión residencial en sus formas más agudas (sinhogarismo literal o restringido) y prolongadas en el tiempo a partir de una revisión bibliográfica y del acercamiento a la visión y experiencia de diversos agentes significativos, como las propias personas afectadas, las profesionales que trabajan en el ámbito del sinhogarismo, las responsables de la gestión de recursos destinados a este grupo poblacional y expertas e investigadoras en esta materia. Sus testimonios y análisis han permitido ir respondiendo a las cuestiones planteadas en relación con la prevención, la planificación, la gestión e incluso la erradicación o desactivación del sinhogarismo, contextualizado todo ello en la ciudad de València.

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Colección: Desarrollo Territorial, 26

Dirección: María Dolores Pitarch

Consejo de dirección: Josep Vicent Boira, Sacramento Pinazo, Joan Romero, Ana Sales

Consejo editorial:

Nacima Baron

École d’Urbanisme de Paris

Dolores Brandis

Universidad Complutense de Madrid

Gemma Cànoves

Universidad Autónoma de Barcelona

Inmaculada Caravaca

Universidad de Sevilla

Josefina Cruz Villalón

Universidad de Sevilla

Carmen Delgado

Universidad de Cantabria

Josefina Gómez Mendoza

Universidad Autónoma de Madrid

Francesco Indovina

Istituto Universitario di Architettura di Venezia

Oriol Nel·lo

Universidad Autónoma de Barcelona

Andrés Pedreño

Universidad de Alicante

Rafael Mata

Universidad Autónoma de Madrid

Carme Miralles

Universidad Autónoma de Barcelona

Ricardo Méndez

CSIC

Joaquim Oliveira

Director de Política Regional y Urbana de la OCDE

José Alberto Rio Fernandes

Universidade do Porto

Andrés Rodríguez-Posse

London School of Economics

Julia Salom

Universitat de València Estudi General

Joao Seixas

Universidade Nova de Lisboa

Esta publicación no puede ser reproducida, ni total ni parcialmente, ni registrada en, o transmitida por, un sistema de recuperación de información, de ninguna forma ni por ningún medio, sea fotomecánico, fotoquímico, electrónico, por fotocopia o por cualquier otro, sin el permiso de la editorial. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

© Del texto: la autora, 2022

© De la presente edición: Universitat de València, 2022

Publicacions de la Universitat de València

puv.uv.es

[email protected]

Coordinación editorial: Amparo Jesús-Maria Romero

Corrección: Letras y Pixeles, S. L.

Imagen de la cubierta: Matamala Diseño&Comunicación

Maquetación: Celso Hernández de la Figuera

Diseño de la cubierta: Celso Hernández de la Figuera

ISBN: 978-84-1118-038-2 (papel)

ISBN: 978-84-1118-044-3 (ePub)

Edición digital

Es como el juego de la oca,

de oca a oca y tiro porque me toca;

aquí tenemos el pozo, la prisión…

¿De oca a oca qué es?

Hoy el albergue, mañana tal…

siempre de servicio social en servicio social.

Porque has caído en la red.

J.

Contenidos

Índice de tablas, gráficos y figuras

PRÓLOGO

PREFACIO

INTRODUCCIÓN

CAPÍTULO 1. Rompiendo el etiquetaje sobre quiénes son

1. Variabilidad de la población sin hogar en la ciudad de València

CAPÍTULO 2. Cuando no se encuentra la salida del laberinto

1. Desenlaces de los procesos vitales y factores de reproducción

2. Factores de desactivación

CAPÍTULO 3. Repensando los modelos de respuesta

1. Modelos de atención

2. Conocimiento, uso y valoración de los recursos de la ciudad

3. Relación con las y los profesionales de los dispositivos

4. Relación con el voluntariado

CAPÍTULO 4. El cajón de sastre de los servicios sociales

1. Percepción sobre las ayudas destinadas y propuestas que aplicar

CAPÍTULO 5. La vivienda: eje vertebrador del sinhogarismo

1. Marco legal y políticas públicas en relación con la vivienda

2. Obstáculos y demandas de las personas sin hogar con relación a la vivienda

CAPÍTULO 6. Estrategias para el abordaje del sinhogarismo en España

1. Revisión histórica

2. Valoración de la aplicación de la ENI-PSH 2015-2020 en València

CAPÍTULO 7. Gestión versus erradicación

1. Cómo desmontar la industria del sinhogarismo

CAPÍTULO 8. Reflexiones finales

1. Respuestas institucionales

2. La necesidad de una estrategia integral

Referencias Bibliográficas

Índice de tablas

Tabla 1. Fuentes de información codificadas

Tabla 2. Servicios para población sin hogar según el modelo en escalera

Tabla 3. Obstáculos para el acceso a una vivienda social de las personas sin hogar

Prólogo

En estos días asistimos en el Parlamento español a la presentación de una futura ley de la vivienda, a debates políticos que nos acercan e impelen a uno de los derechos básicos de la ciudadanía de la modernidad, y que permiten que nos interroguemos sobre lo que ocurre cuando la vivienda, el hogar, el techo, no está en nuestras vidas.

Algo pasa, unos platillos pequeños chocando con un ritmo sin acorde, una sonoridad plegada a los susurros del cuarto mundo, unas piernas que más que bailar botan sobre un metro de la acera de Las Ramblas de Barcelona y una mano extendida, que alarga la petición, casi sin esperar nada, como mera rutina que lleva a justificar la presencia. Hablo de mis recuerdos, ya muy lejanos en el tiempo, de unos años setenta del pasado siglo, de aquel que fue joven y se dejó deslumbrar por las imágenes de la calle, de aquellos que ya no estarán, porque van cambiando los rostros y permanecen las aceras, los bancos, los huecos de las fachadas y los colchones arrimados sobre el cobertizo de cualquier terraza. Y la conversación intentada, y la palabra como herramienta que no encaja, no hay manera, no hay sino delirio, ojos brillantes y mirada extraviada. Bendita señora de Las Ramblas que te quedaste colgada de mi memoria durante más de cuarenta años y hoy apareces para poder dar entrada a esta publicación sobre las personas que viven en la calle.

Porque para mí lo importante no son los espacios, sino las personas. No hay total coherencia, todos estamos de alguna manera rotos, pero es verdad que unos más que otros y de diferentes maneras. A algunos nos rompe el tiempo, buscamos el refugio del espacio, del llamado hogar para venir a dejar pasar el tiempo, sin muchos rumbos claros. Casi por inercias marcadas vamos viviendo y se cruzan a nuestro paso la convivencia con el amor, con lo que llamamos familias desestructuradas, con lo que algunos dicen que es el trabajo, y con la salud de un cuerpo al que aguantamos poniendo en su depósito la gasolina de los estímulos del alcohol, y con todo los que nos vamos encontrando. Cualquier cosa me sirve, y nada me influye, besos de soledad para irnos llenando de indiferencia, para irnos quedando cada vez más solos.

No me interpreten, dejen que me exprese y les diga que el tema que se trata en esta publicación tiene que ver con un concepto de la modernidad, un concepto construido gracias al desarrollo de las políticas sociales. Esto trata de la exclusión social, y esta se produce de forma multifactorial, pero básicamente con un determinante fundamental, hablamos de los que quedan fuera, de los que no importan, de los que se rompen por dentro y por fuera. Pero no estigmaticemos, todos estamos un poco rotos, pero nos vamos remendando, nos vamos poniendo parches, para ir aguantando, para ir tirando. Y nos vamos levantando de la cama, cada día con un horizonte marcado, con un trayecto previsible, y vamos socializando la cama y lo demás. Pero cuando no hay cama, qué ponemos: colchones de espuma, cartones, la mano para pedir o el bote para mear.

Hablamos de exclusión social porque hay policías y trabajadores sociales, empresas y empleados, cárceles y hospitales, escuelas y parques infantiles, juzgados y parlamentos, bares y cementerios, personas y derechos. Los derechos deben ser universales, deben llegar a todos, de ahí que quien se queda fuera está en la sombra y hay que poner luz para entender lo que pasa. No es solo tener un espacio, es poder aguantarnos cada uno con nosotros mismos y conformarnos dentro de estos ámbitos de la socialización, aguantarnos y tratar de explicarnos en el entorno en el que vivimos. Y por eso me parece que la publicación que se presenta tiene ese mérito, la autora trata de comprenderse a sí misma como profesional del trabajo social, y lo hace pidiendo la voz de quienes viven en esta situación de exclusión.

En el ámbito científico universitario, estudiar los procesos de exclusión ha sido relativamente reciente, desde los primeros estudios realizados en Francia, como pioneros en los pasados años ochenta, para ir tratando de aprobar leyes, planes, políticas de afrontamiento. En nuestro contexto, este esfuerzo ha sido menor, y la academia científica social no ha sido prolífica en estas líneas de investigación. Por eso tiene importancia en primer lugar este trabajo, pues pone el foco de su atención en un ámbito del que necesitamos que se indague, se conozca y se plasme en un esfuerzo por desarrollar proyectos de investigación sobre espacios marcados por el menosprecio y el olvido. Y quisiera destacar que esta propuesta lo hace dando la palabra a sujetos concernidos por la problemática, que permiten ver cómo nos rompemos cada uno a nuestra manera, cómo nos reconstruimos y levantamos para ir tirando, para ir perfilando unas imágenes, en definitiva, para ir construyendo retratos.

La investigadora, como retratista de las personas que viven en la calle. Acercándose a este mundo desde el ejercicio profesional, pero con la cámara al ristre, para destacar las arrugas, el resplandor de un rostro o la boca desdentada de aquel que te mira y no sabes muy bien qué le puedes decir, pero al fin estás al lado compartiendo el tiempo de vivir, conviviendo en sus discursos. Y de eso va la publicación de discursos cualitativos y de su análisis para tratar de ir acercándonos a realidades que expresan quienes las viven.

Me interesan las estadísticas, ¿cuántas personas viven en la calle en España? ¿Y en València ciudad? Es importante el dato, pero ¿nos aclara en qué lo podemos traducir, en qué se puede reflejar, cómo sienten y piensan las personas que viven esa situación, cuál es su particular ruptura, con quién o cómo se ha producido? La cifra nos va a dar poca respuesta. Por eso Elena Matamala entra a describir, a dar la palabra, a darnos algo más que datos, nos da experiencias vitales.

El estudio se complementa con otra mirada, la de profesionales y expertos de esta materia que, a través de su experiencia, construyen un relato de lo que ven. No es el único, el predominante, el del experto que pontifica sobre la vivencia de otros, pero sí complementa y acompaña el análisis, nos permite ver con otros ojos. Esta triangulación de implicados, desde la vivencia de cada cual, en su espacio y territorio, nos permite tener una mirada con más matices, con más aristas para construir el discurso de la interpretación. Porque, finalmente, la autora interpreta y se moja en el charco del análisis de la realidad. Es valiente por eso, no pasa el marrón parapetándose en afirmaciones sesudas, trata de dar su propia versión, su propia voz, ni más valida ni menos justificada que otras, pero la suya como elemento de reflexión y análisis de su realidad, la suya, la de una profesional implicada y comprometida con los valores sociales de la igualdad y la justicia social.

Conozco a Elena Matamala de sus años de estudiante de Trabajo Social en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad, y desde el primer día encontré en ella a una persona con una mirada especial, son sus ojos los que abren la perspectiva. Siempre me encontré una persona madura que ha buscado su propio camino, que ha elegido lo que hace y cómo quiere hacerlo, por eso este trabajo que hoy presenta es el culmen de una etapa y espero que signifique el punto y seguido de una fructífera actividad docente e investigadora. La Facultad de Ciencias Sociales y el trabajo social necesitan que estos jóvenes, pero ya maduros, pongan sus luces largas en el futuro y empiecen a fundamentar las bases de un potencial en el ámbito de la investigación.

He sido afortunado, mis últimos trabajos en la Universidad han estado vinculados a la actividad de Elena. Ha sido un privilegio acabar mi carrera docente vinculado a ella; es quizás un regalo y a lo mejor una gran compensación por otras pesadas y cargadas relaciones que he tenido que experimentar en otros momentos. Treinta y cinco años de trabajo universitario dan para mucho, para aburrirnos y para fastidiarnos, para alegrarnos y para comprobar que algo tiene sentido, al final al menos para mí; pienso que lo hecho por Elena me permite descansar mejor durante mi jubilación y retiro voluntario. Así que, amigos, disfrutad de la lectura y sacadle provecho. Abrazos para todos y todas.

JOSÉ RAMÓN BUENO ABAD

C.E.U. jubilado

Facultat de Ciències Socials

Universitat de València

Prefacio

Mendigos, vagabundos, sintecho, indigentes, transeúntes, carrileros, etcétera. ¿Se ajustan a la realidad estas etiquetas? ¿Nos estamos refiriendo a personas desadaptadas incapaces de mantener una vivienda y condenadas a vivir por siempre a la intemperie?

La experiencia personal como trabajadora social en el campo de la acción social con población sin hogar durante casi una década, junto con la actividad investigadora en el ámbito universitario, me ha permitido contar con una visión longitudinal del fenómeno y conocer tanto a quienes después de largos episodios de sinhogarismo han logrado mejorar su situación residencial como a quienes se han mantenido viviendo a la intemperie o mediante recursos de alojamiento temporal.

Del mismo modo, he sido testigo de cómo las mejoras residenciales no tienen por qué ser definitivas, lo que genera procesos cíclicos marcados por la repetición de episodios de este tipo.

Paralelamente, he podido comprobar el efecto del paso del tiempo entre quienes viven unas condiciones tan extremas como las que implica el hecho de carecer de vivienda. Personas que forman parte del paisaje humano de nuestras ciudades, pero a las que apenas prestamos atención. O si lo hacemos, es desde la pena, el miedo o incluso la antipatía. En cualquier caso, la mayoría de las veces desde el desconocimiento.

Me he sorprendido a mí misma refiriéndome a algunas de ellas como personas sin hogar cronificadas, asumiendo la irreversibilidad de su situación residencial. Resignándome al abordaje paliativo del sinhogarismo, renunciando a la prevención y a la posibilidad de cambio.

Sin embargo, el proceso de investigación que hay detrás de estas páginas me ha ofrecido el espacio de reflexión y sistematización necesario para hacer presente que la exclusión residencial es un fenómeno dinámico y complejo por el cual cada vez más sectores de la población se ven afectados en distinto grado, de lo que deriva un amplio abanico de situaciones que comparten la imposibilidad de mantener un alojamiento asequible, habitable y adecuado ante la ausencia de políticas efectivas frente a la sistemática vulneración del derecho a una vivienda digna.

En este sentido, en la última década, debido al recorte de políticas sociales, la expansión de las políticas de control migratorio, la precarización del empleo, la crisis hipotecaria, las crecientes dificultades en el acceso al mercado del alquiler y la escasez de vivienda pública, entre otros factores, se ha generado un tapón que obstaculiza la salida de los procesos de sinhogarismo, redundando en su reproducción y dificultando su desactivación.

Ante tal escenario, el presente trabajo supone una aproximación a la exclusión residencial en sus formas más severas (sinhogarismo literal o restringido) a partir de la revisión bibliográfica y el acercamiento a la visión y experiencia de diversos agentes significativos, como son las propias personas afectadas (personas en situación de sin hogar), los profesionales que trabajan en el ámbito de la atención a personas sin hogar, las personas con responsabilidad en la gestión de recursos destinados a este grupo poblacional y aquellas expertas e investigadoras en esta materia.

Concretamente, y en consonancia con lo mencionado, el interés se ha centrado en los procesos de sinhogarismo prolongados en el tiempo, aquellos que describen situaciones de tres o más años de vida a la intemperie, refugios nocturnos, albergues o alojamientos temporales destinados a personas sin hogar.

Desde un enfoque constructivista, tras un trabajo previo de análisis de los testimonios y las trayectorias vitales de sus protagonistas, se hace hincapié en los desenlaces de los procesos de este tipo, así como en las respuestas institucionales frente al fenómeno, para, en última instancia, facilitar herramientas que permitan orientar las acciones, los programas y las políticas destinadas a evitar la reproducción del sinhogarismo y establecer dispositivos eficaces para su desactivación.

Introducción

Resulta complicado hablar de las personas en situación de sin hogar sin hacer referencia al concepto de exclusión. Y no nos referimos simplemente a la exclusión residencial, que puede resultar la más evidente, sino que estamos hablando de exclusiones múltiples asociadas al hecho de no tener una vivienda: exclusión laboral, relacional, del censo electoral, como ciudadana/o, etcétera (Rubio, 2007).

La exclusión, entendida como un proceso social complejo y dinámico (Bueno, 2005) en el que intervienen diversos elementos y dimensiones, presenta una característica intrínseca: la de dibujar una línea divisoria por la cual, ineludiblemente, se crea un adentro y un afuera. De esta manera, con base en las relaciones de poder instauradas entre distintos grupos sociales, nos encontramos con una sociedad polarizada que, en su avance, potencia el aumento de las zonas de vulnerabilidad (Bauman, 2011).

En la actualidad, somos testigos de cómo los intentos por crear o, mejor dicho, fingir la creación de mecanismos que eliminen situaciones consideradas como vergonzosas para una sociedad moderna son inútiles cuando se construyen al mismo tiempo unas fronteras más permeables y débiles entre las distintas situaciones sociales (Bueno, 2000: 27) hacia las zonas de vulnerabilidad. De ahí que la puesta en marcha, sin más, de servicios o instituciones especializadas que trabajan únicamente con determinados sectores de la población (aquellos estigmatizados, los que encontramos afuera) pueda resultar una utopía o conducir a un desgaste personal cuando, paralelamente, no se produce un verdadero cambio estructural que elimine esas barreras generadoras de desigualdad.

Pero, como hemos mencionado, la exclusión es un concepto dinámico e históricamente cada sociedad ha definido sus propios límites y fronteras, así como los mecanismos para afrontar las situaciones generadas (Bueno, 2000). Es cierto que el concepto, en cualquier caso, alude a todo aquello que se opone a la imagen ideal que la sociedad ofrece de sí misma; sin embargo, cada sociedad define qué rasgos concretos se corresponden con el ideal que alcanzar vigente (Castel, 1995).

Retomando el caso concreto que nos ocupa, al hablar del sinhogarismo hacemos referencia a la forma más radical de exclusión (Rubio, 2007), por la que se evidencia la actuación de los factores personales exclusógenos en colectivos socialmente vulnerables (Cabrera, 1998). Es decir, colectivos que agrupan una serie de características que los colocan es una situación de desventaja social.

Hablamos, pues, de situaciones de extrema vulnerabilidad. No tanto por el aislamiento social al que la persona pueda verse sometida, sino, como señala Bachiller (2010) y refuerza Gámez (2018) al abordar el sinhogarismo desde un enfoque de género, rompiendo con la vinculación tradicional establecida entre persona sin hogar y aislamiento, más bien por la precariedad extrema que condiciona su socialización. Una socialización fundamentada en el etiquetaje social y la verticalidad de las relaciones que, a fin de cuentas, retroalimenta la exclusión.

Con relación a esta idea, nos parece fundamental introducir la teoría de las representaciones sociales de Moscovici (1979), desde la cual quisiéramos evidenciar cómo el entorno social simbólico que nos rodea puede hacer que lleguemos a interiorizar y asumir que el hecho de que haya personas viviendo en las calles de nuestras ciudades sea algo aceptable, inevitable o incluso merecido por determinadas características personales o rasgos que iremos analizando.

Y es que las representaciones sociales, concepto vinculado al constructivismo y al paradigma situacionista proveniente de la perspectiva epistemológica comprensiva y hermenéutica, hacen referencia a «sistemas cognitivos en los que es posible reconocer la presencia de estereotipos, opiniones, creencias, valores y normas que suelen tener una orientación actitudinal positiva o negativa» (Chourio, 2012: 202).

Respecto a la población sin hogar, si bien puede parecer que el planteamiento tradicional que vinculaba el sinhogarismo con factores individuales está superado y, progresivamente, es mayor el número de voces que apuntan también a fallos estructurales e institucionales como responsables de la existencia de este tipo de situaciones en las que se ven inmersas personas que han vivido procesos de exclusión multifactoriales, lo cierto es que sigue siendo habitual escuchar discursos que caen en la estigmatización y la culpabilización. Algo que ocurre con mayor intensidad si cabe en relación con aquellas personas que padecen las formas más severas de exclusión residencial y prolongadas en el tiempo, como son las que nos conciernen.

Ignoramos así la vasta diversidad que caracteriza a la población sin hogar, cuyo único elemento común es la ausencia de una vivienda digna y adecuada. No en vano, FEANTSA (European Federation of National Organisations working with the Homeless), mediante su Observatorio Europeo del Sinhogarismo (European Observatory on Homelessness), solo hace referencia a esta característica cuando define a las personas sin hogar: aquellas que no pueden acceder o conservar un alojamiento adecuado, adaptado a su situación personal, permanente y que proporcione un marco estable de convivencia, ya sea por razones económicas u otras barreras sociales, ya sea porque presentan dificultades personales para llevar una vida autónoma (Avramov, 1995).

A partir de esta definición, el observatorio estableció en el año 2005 una tipología del fenómeno del sinhogarismo conocida como ETHOS (European Typology on Homelessness), en la que se distinguen cuatro categorías principales según el grado de exclusión residencial: sin techo (ausencia de un espacio físico para vivir), sin vivienda (presencia de espacio físico, pero sin las condiciones necesarias de privacidad ni la titularidad legal de este), vivienda insegura (presencia de espacio físico pero sin permiso legal para su utilización como vivienda) y vivienda inadecuada (presencia de un espacio que no reúne las condiciones adecuadas para la habitabilidad) (Ajuntament de Barcelona, 2017).

Paralelamente, estas cuatro categorías quedarían subdivididas en otras trece más operativas, teniendo en cuenta los tres dominios que constituyen un hogar (dominio físico, dominio social y dominio legal) (Matulic, 2010).

De esta forma, la situación de sin hogar quedaría igualmente representada por quien vive en un parque y por quien reside en una vivienda en condiciones de hacinamiento.

Aun así, atendiendo a nuestro objeto de estudio, en esta ocasión nos hemos centrado en el sinhogarismo restringido, aquel que se circunscribe a las situaciones más extremas de falta de vivienda (Cabrera y Rubio, 2008).

Por ello, aunque empleemos de forma genérica la expresión persona (en situación de) sin hogar, cabe especificar que nos estaremos refiriendo fundamentalmente a la primera categoría de la clasificación ETHOS. Es decir, Sin techo, lo cual implica: vivir a la intemperie o en un espacio público (subcategoría 1), o en alojamientos de emergencia y refugios nocturnos (subcategoría 2). A esta categoría se sumará otra subcategoría enmarcada en la principal de Sin vivienda, la que representa el hecho de vivir en albergues o alojamientos temporales para personas sin hogar (subcategoría 3).

Cabe decir que también podrán encontrarse referencias a situaciones que por su definición estricta se corresponderían con la subcategoría 11.3 de la clasificación ETHOS (Ocupación ilegal de un edificio: okupas). Sin embargo, se trata de testimonios de personas que alternan vida a la intemperie con vida en edificios ocupados. Y es que ni qué decir tiene que, en tanto que el sinhogarismo es un fenómeno dinámico, «muchas personas pueden cambiar su situación residencial en periodos breves de tiempo o en diferentes estaciones del año» (Fernández, 2016: 71).

Otra de las características comunes en la población objeto de estudio era el haber padecido la situación de sinhogarismo durante tres o más años. Esto se debe a que nos interesaban aquellas situaciones prolongadas en el tiempo, pues nos ofrecen la posibilidad de estudiar con más detalle la evolución del fenómeno en una misma persona, así como los factores reproductores o desactivadores en sus formas más extremas.

Y es que, conforme se alarga una situación de este tipo, «el deterioro, la actitud mental, y la misma identidad social sufren una profundísima transformación por el mero hecho de ver prolongarse lo que en muchos casos se empezó considerando solo un bache, una mala racha pasajera» (Cabrera, 1998: 255).

Para poder ahondar en estas cuestiones, hemos contado con la visión y experiencia de distintos agentes significativos, como son las personas afectadas (personas en situación de sin hogar), profesionales que trabajan en el ámbito de la atención a personas sin hogar, figuras con responsabilidad en la gestión de recursos destinados a este grupo poblacional y personas expertas e investigadoras en esta materia.

La tabla 1 plasma, de forma gráfica y visual, los distintos agentes que han sido consultados (fuentes de información codificadas cuyas citas se intercalan a lo largo del libro) mediante diferentes técnicas narrativas de recogida de información (entrevista en profundidad, historia de vida y grupo de discusión).

TABLA 1

Fuentes de información codificadas

FUENTE

CÓDIGO

SIGNIFICADO

Personas que han vivido un episodio de sinhogarismo prolongado

JSME

Primer episodio antes de los 30 años, sin hogar actualmente, mujer, nac. española

JSHE1

Primer episodio antes de los 30 años, sin hogar actualmente, hombre, nac. española

JSHE2

Primer episodio antes de los 30 años, sin hogar actualmente, hombre, nac. española

JSHE3

Primer episodio antes de los 30 años, sin hogar actualmente, hombre, nac. española

JVME

Primer episodio antes de los 30 años, ya no está sin hogar, mujer, nac. española

JVHE

Primer episodio antes de los 30 años, ya no está sin hogar, hombre, nac. española

ASME

Primer episodio a los 30 o después de los 30 años, sin hogar actualmente, mujer, nac. española

ASHE

Primer episodio a los 30 o después de los 30 años, sin hogar actualmente, hombre, nac. española

AVME

Primer episodio a los 30 o después de los 30 años, ya no está sin hogar, mujer, nac. española

Personas que han vivido un episodio de sinhogarismo prolongado

AVHE2

Primer episodio a los 30 o después de los 30 años, ya no está sin hogar, hombre, nac. española

JSMO

Primer episodio antes de los 30 años, sin hogar actualmente, mujer, sin nac. española

JSHO1

Primer episodio antes de los 30 años, sin hogar actualmente, hombre, sin nac. española

JSHO2

Primer episodio antes de los 30 años, sin hogar actualmente, hombre, sin nac. española

JSHO3

Primer episodio antes de los 30 años, sin hogar actualmente, hombre, sin nac. española

JVHO

Primer episodio antes de los 30 años, ya no está sin hogar, hombre, sin nac. española

ASMO

Primer episodio a los 30 o después de los 30 años, sin hogar actualmente, mujer, sin nac. española

ASHO1

Primer episodio a los 30 o después de los 30 años, sin hogar actualmente, hombre, sin nac. española

ASHO2

Primer episodio a los 30 o después de los 30 años, sin hogar actualmente, hombre, sin nac. española

AVMO

Primer episodio a los 30 o después de los 30 años, ya no está sin hogar, mujer, sin nac. española

AVHO

Primer episodio a los 30 o después de los 30 años, ya no está sin hogar, hombre, sin nac. española

AVHE1

Primer episodio a los 30 o después de los 30 años, ya no está sin hogar, hombre, nac. española

Gestoras

GAYSSH

Gestor, ayuntamiento, s. Sociales, hombre

Gestoras

GTSVIJPH

Gestor, tercer sector, vivienda jóvenes, profesionalizado, hombre

GTSALPM

Gestor, tercer sector, albergue, profesionalizado, mujer

GTSTCNH

Gestor, tercer sector, trabajo de calle, no profesionalizado, hombre

GTSBIDPH

Gestor, tercer sector, baja exigencia / inmigración / drogodependencias, profesionalizado, hombre

Profesionales

GD- TTSCH

Grupo discusión - técnico, tercer sector, centro sociocupacional, hombre

GD-TTSALM

Grupo discusión - técnico, tercer sector, albergue, mujer

GD-TAYACM

Grupo discusión - técnico, ayuntamiento, acogida, mujer

GD-TTSVIM

Grupo discusión - técnico, tercer sector, vivienda, mujer

GD-TTSBM

Grupo discusión - técnico, tercer sector, baja exigencia, mujer

Expertas

EXU1

Experta, profesor universidad

EXU2

Experta, profesor universidad

EXAYSS

Experta, ayuntamiento, servicios sociales

Fuente: elaboración propia (2021).

El objetivo es identificar aquellos elementos comunes que están presentes en los diferentes discursos al referirse al fenómeno del sinhogarismo y adentrarnos en la construcción que se realiza sobre este grupo poblacional, tanto desde fuera (profesionales, instituciones y expertos) como desde dentro (por las propias personas sin hogar), evidenciando si este tipo de construcciones condicionan las relaciones que se crean, y si retroalimentan o no la situación residencial. Sumado a ello, resulta clave conocer qué ocurre y qué salidas encuentran las personas que durante un periodo más o menos prolongado de su vida han carecido de vivienda.

Partiendo, por tanto, del enfoque constructivista para analizar qué factores contribuyen a la reproducción del sinhogarismo, así como aquellos que, por el contrario, fomentan la autonomía y salud necesaria para cambiar de situación residencial y dejar de depender de los recursos asistenciales especializados para personas sin techo, este libro acoge una reflexión crítica sobre el papel de los dispositivos existentes en la ciudad de València de cara a la generación de dependencia y reproducción del fenómeno, o, por el contrario, de cara a su desactivación. Buscamos así sistematizar buenas prácticas, plantear criterios y ofrecer propuestas de actuación que aporten calidad, eficacia y rentabilidad.

Como apunta Fernández (2016: 53), hay una necesidad real, por parte de los dispositivos diseñados para la atención a población sin hogar, de recopilar «las experiencias y preferencias de las personas que los utilizan porque de ellas se pueden extraer indicaciones para la mejora en la prestación del servicio y también identificar las tendencias para facilitar la salida el sinhogarismo».

Como hemos mencionado, nos centraremos en la ciudad de València, aunque adoptando un modelo de análisis que, desde la sistematización de indicadores, permita realizar diagnósticos en investigación básica y operativa aplicables a otras ciudades.

De esta manera, el libro se estructura en siete capítulos con temática variada pero vinculada al sinhogarismo, a los que se suman unas reflexiones finales. Cabe decir que cada capítulo, tras una aproximación general al tema en cuestión, incluye un apartado relativo a las especificidades propias de la realidad valenciana en el que se intercalan los testimonios de sus protagonistas.

Así, tras un primer capítulo en el que se repasa la evolución sociológica de la población sin hogar, en el segundo capítulo se profundiza en el sinhogarismo de larga duración. El tercer capítulo expone los distintos modelos de atención y, de forma concreta, se analiza en profundidad y con detalle la red de atención de la ciudad. Seguidamente, el cuarto capítulo plantea cómo ha sido afrontada tradicionalmente esta problemática desde los servicios sociales, mientras que en el quinto se analiza el papel de la vivienda. El sexto capítulo expone las estrategias empleadas de cara al abordaje del sinhogarismo, y en el séptimo se plantea la dicotomía entre la búsqueda de la gestión o la erradicación del fenómeno.

1Rompiendo el etiquetaje sobre quiénes son

La población sin hogar ha ido variando con el paso de los años en cuanto a volumen y tipología. Algo que se relaciona, en parte, con las diferentes maneras de entender y afrontar ya no solo el sinhogarismo, sino también el derecho a una vivienda digna, a nivel tanto local como global.

Las políticas de vivienda (sin obviar las preventivas) condicionan qué colectivos, y en qué cantidad, padecen las diferentes formas de exclusión residencial, siendo la vida a la intemperie una de las más extremas. Pero, paralelamente, las características y el volumen de población sin hogar que encontramos en un momento determinado, por ejemplo, en la calle, junto con otros elementos (alarma social, visibilización, etcétera), condicionan el tipo, más o menos acertado o ajustado en el tiempo, de atención ofrecida.

Una de las primeras referencias a la atención a la población sin hogar por parte de la Administración pública en la ciudad de València nos llevan a los años setenta, cuando hubo un albergue municipal en Benimàmet utilizado por la policía para aplicar la ley de vagos y maleantes, y que cerró en los años ochenta. Una experiencia que se ve interrumpida por un cambio de paradigma y que se continúa con un enfoque distinto en el año 1995, cuando se crea, desde el Ajuntament de València, el Centro de Atención Social a Personas Sin Techo (CAST), como se recoge en las memorias de este dispositivo:

Siguiendo las recomendaciones del Congreso de Servicios Sociales celebrado en Sitges (Barcelona) en marzo de 1.995, con la participación de las siete ciudades de mayor número de habitantes del Estado Español (Madrid, Barcelona, València, Sevilla, Zaragoza, Málaga y Bilbao), que abogaron por una atención especial a las problemáticas específicas de las ciudades que ostentan la capitalidad de las áreas metropolitanas y son núcleos de paso de flujos migratorios, el Ayuntamiento de València sensibilizado ante el aumento de estos colectivos decidió poner en marcha durante 1.995, una experiencia pionera en España, un programa de atención social a personas sin techo, dependiente de la Concejalía de Acción Social y adscrito a la Sección de Atención e Inserción Social de dicha Concejalía (CAST, 2000: s. p.).

Un nuevo recurso para una nueva realidad en la que los tradicionales usuarios de los albergues y centros para transeúntes estaban variando sus necesidades, orígenes y trayectorias de vida, alejándose cada vez más de los perfiles a los que habitualmente se prestaba asistencia y para los que la red de recursos estaba diseñada (CAST, 2003).

Ya en el año 2007, la misma evolución del fenómeno motivó que parte de la población sin techo atendida por el CAST, concretamente migrantes sin hogar y sin adicciones o enfermedad mental, pasase a ser atendida por el CAI (Centro de Atención a la Inmigración del Ajuntament de València) a través del SPAI (Servicio de Primera Acogida a Inmigrantes):

Se puede apreciar un elevado descenso de atenciones con respecto a los años anteriores debido a que el SPAI ha absorbido un grueso importante de la atención (toda la población inmigrante sin hogar y sin problemas de exclusión que antes se atendía desde el C.A.S.T.). Con respecto a 2006 hay una diferencia de 1800 atenciones realizadas […], no obstante, y debido a la especialización del servicio, los casos atendidos destacan por su gravedad y complejidad (CAST, 2007: s. p.).

1. Variabilidad de la población sin hogar en la ciudad de València

1.1Variabilidad en el número de personas sin hogar

Como decíamos, de la misma manera que las variaciones en la población sin techo favorecen la aparición, modificación o eliminación de los recursos destinados, las modificaciones en los recursos destinados (junto con otros elementos, estructurales o no) afectan a la evolución del sinhogarismo en sus formas más extremas: «Los recursos no condicionan la existencia del fenómeno, pero sí el comportamiento del fenómeno» (GAySsH).

Una idea que refuerzan los expertos y que explicaría, insistimos, junto con otros factores, como puede ser la criminalización o persecución del sinhogarismo, las diferencias entre unas ciudades y otras:

Hay sitios donde sí hay una persecución. […] Entonces la gente busca ir a lugares, como es València, donde hay menos vigilancia, menos control, y hay más posibilidades de generar espacios de autoprovisión, o de apoyo mutuo, en términos de ocupación, o de lo que sea. Segundo, también depende de otro elemento, […] del desarrollo mayor o menor de una red institucional que responda a las necesidades más o menos básicas que tiene la gente que está en la calle. Me refiero que, si yo puedo estar en la calle, pero tengo comedores, tengo un lugar donde pasar el tiempo, tengo un albergue para ir por la noche, tengo lo que sea, pues más o menos eso me da una cobertura para poder estar en la calle (ExU2).

Igualmente, el clima o el tamaño del municipio constituyen otros elementos que podrían explicar las diferencias en cuanto al número de personas en la calle dentro del Estado español.

Lógicamente habrá más gente donde haga mejor tiempo; […] en el sur habrá más gente que en el norte, o en grandes ciudades, donde hay más posibilidades de autoprovisión y de apoyo mutuo, de crear espacios digamos informales donde tú puedes organizarte, pues habrá más gente… Depende de ese tipo de factores, no depende exclusivamente de la evolución económica, ni solo de factores que tengan que ver con otro tipo de elementos macrosociológicos (ExU2).

De hecho, la mayoría de las personas consultadas, ya sean expertas, profesionales, o gestoras de recursos, no trazan una relación directa, o al menos inmediata y significativa, entre la llamada crisis que tuvo lugar en España entre los años 2008 y 2015, y el número de personas nuevas en la calle. Bien distinto es el efecto que esta pudo tener de cara a la calidad de la oferta, en cuanto a la cobertura de otras necesidades básicas:

Sobre todo, lo que se produce es un parón en la calidad de la oferta, en las bases sustantivas desde las cuales se hace la oferta, que pasa de ser algo que va ganando en derechos, desde la condición de ciudadano, a retroceder a la pura y simple precariedad, o por lo menos arbitrariedad en el uso, se vuelve en gran medida a la filantropía. Entre otras cosas porque esta gente empieza a encontrar su espacio para la satisfacción de necesidades básicas ocupado también por la llegada muy numerosa de gente de clase media y trabajadora que hace cola en los bancos de alimentos o […] que llega a los servicios de atención primaria para solicitar una renta mínima, y se encuentra con que no hay para tanta gente, esa es mi percepción (ExU1).

O de cara a otras formas de sinhogarismo, como puede ser en materia de vivienda insegura o inadecuada.

Las crisis que afectan al conjunto de la sociedad y particularmente a las capas más subordinadas de las clases trabajadoras, no tiene por qué tener un correlato inmediato y directo en la situación de calle. Digamos que la precarización se extiende, las dificul­ tades para salir adelante día a día son cada vez más abundantes […], pero eso por sí solo no lleva un correlato inmediato y estadístico en el número de personas en la calle, me parece a mí. ¿Por qué? Porque yo creo que la inmensa mayoría de gente que se ve empobrecida o en situación de exclusión o vulnerabilidad fuerte, pobreza muy severa, de ingresos… empieza a utilizar toda una serie de mecanismos para evitar la caída […] y verse, verse en la calle no, yo creo que eso es un efecto de lluvia fina (ExU1, Madrid).

Nosotros hemos estado 4 años, que la demanda se nos ha sostenido mucho. Por ejemplo, en comedores sociales se ha reducido la demanda, en esos años, no hemos cubierto las plazas que teníamos. En alojamiento sí, porque a pesar de haberse reducido, nunca tienes para todo. Los últimos dos años (2015 y 2016) estamos otra vez subiendo, suave, pero subiendo. El año pasado ya no tan suave (ExAySs, Bilbao).

Una imagen contraria a la que los medios de comunicación, buscando generar noticia y lejos de realizar un análisis en profundidad del fenómeno, se esforzaban en dibujar.

Siempre el debate público, es bastante… se hace en términos de desconocimiento. Cuando se habla de las personas de la calle, o personas sin hogar, se hace en términos… […] hablan de otra cosa, asociándolo a los desahucios o a la crisis. […] ¿Hay más gente en la calle después de la crisis? Y tú les dices que no, que son más o menos los mismos, y la gente te mira con cara de incredulidad. Yo creo que el problema es desconocido (GAySsH, València).

En los recursos de sin hogar, nosotros la crisis prácticamente no la hemos notado; ni en alojamiento, ni en alimentación… en vestido a lo mejor un poco. Población normalizada que, por la crisis, haya llegado a la calle, o a estos recursos, hay contadas con los dedos de la mano. Ha habido otra cosa, población nuestra, de estos tipos de recursos, que estaba tirando para adelante, y se ha caído. […] Siendo cierto que la crisis ha afectado, somos un poco escépticos respecto a lo que ha ido apareciendo. Se ha ido exagerando, y más desde los medios, y los políticos también lo han utilizado mal (ExAySs, Bilbao).

A pesar de que no hubo un aumento significativo de personas nuevas en la calle durante la crisis, debido, entre otros factores, al efecto amortiguador que supuso la puesta en marcha de las redes informales de apoyo (familia, amistades, vecindario, etcétera), como hemos visto, las posibilidades de incorporación social de las personas sin techo se redujeron considerablemente, al igual que los recursos a los que podían acceder, dado el recorte presupuestario en políticas de protección social y la falta de empleo.

Los albergues siempre hemos dicho lo mismo, la crisis a nosotros se nos verá después, los medios de comunicación querían que se viera en el momento, hay crisis, los albergues llenos, nos llamaban muchos medios ¿tenéis más…?, pues mira, no, por qué, porque todavía en España existe la red de soporte, la familia, los amigos, y esa red está ahí. Hay un colchón familiar, que, con el tiempo, con la estructura familiar que tenemos, también habrá pérdidas, pero no eran los primeros que llegaban al albergue, seguían llegando los que estaban en la calle. A ver, estas personas llegaban a pedir ayudas de alimentación, u otros temas, o económicas a Servicios Sociales. Al colectivo lo afectó en la búsqueda de empleo, ahí es donde los machacó, las personas sin hogar no encuentran trabajo (GTsAlPM, València).

1.2 Cambios con base en la transformación del modelo de atención

Las variaciones dentro del grupo de personas sin hogar que copan las formas más severas de exclusión residencial no son únicamente cuantitativas, sino que, especialmente, han sido cualitativas (ya sea sobre la base de la edad, el tiempo en la calle, la nacionalidad, la salud, la movilidad, etcétera), y motivadas, además de por factores estructurales y variaciones demográficas en la población general, por los cambios en el modelo de atención a este grupo poblacional.

El sinhogarismo ha cambiado porque la sociedad ha cambiado, y es un poco el reflejo de los cambios que hay en la sociedad, si la sociedad cambia, pues nosotros también encontraremos situaciones que no son las mismas. […] Ahora en calle se pueden ver muchas situaciones, muchos perfiles, muy variados, no trabajamos con un perfil determinado, sino que la realidad es mucho más compleja y mucho más variada (Gd-TTsCH).

De hecho, ya en los años noventa, la puesta en marcha de programas de actuación en ciudades como Bilbao o València, el aumento de las estancias en los albergues o el cese del pago de billetes de autobús fomentaron la progresiva instalación de los clásicos carrileros en las ciudades, lo que redujo la movilidad de personas sin techo entre municipios.

A partir del 83, empiezan a entrar trabajadoras sociales en Bilbao. […] En el año 1999, me encontré una situación heredada del modelo de beneficencia. Los restos del franquismo se notaban mucho. En Bilbao había un albergue, se abría por las noches, y principalmente no era para los de Bilbao, era para los de fuera. […] Principalmente, lo que se hacía, era, o dar un vale de viaje, un billete, o el tema de los comedores. […] Empezamos a dejar de atender a la gente que venía con los papeles de listas de los 3 días que estaba en cada sitio… Empezaron a surgir los programas de medias estancias, con la idea de que la gente se estabilizase. […] El paso al otro modelo, de inclusión, de procesos… (ExAySs, Bilbao).

En ese momento, fundamentalmente el perfil no era de personas que vivían en la calle, sino personas que se movían de una ciudad a otra; carrileros, temporeros… […] El fenómeno es un fenómeno de transeuntismo, en la medida en que los recursos favorecen el movimiento, y cuando los recursos dejan de favorecerlo, pues la gente se instala. Yo creo que hubo algo de esto en esa época, a principios de los 90. Más adelante surge el CAST… (GAySsH, València).

La estructura de albergues en España era de 3 días, entonces no quedaba más remedio que ir 3 días a Madrid, 3 días a Zaragoza, 3 días a… En el momento que los albergues se plantean de estancias, tiempos, a trabajar por objetivos, eso disminuye. La persona ya no necesita estar bambando por los recursos, sino que en alguno se queda hasta que sale, hasta que termina su proceso (GTsAlPM, València).

A este cambio, le han ido siguiendo otros tantos, lo que ha favorecido la heterogenia en un grupo poblacional, cada vez más diverso: «Yo empecé en el 2001 a trabajar, y entonces era un perfil mucho más claro, señores de cuarenta y pico años, tema de alcohol, y era eso, y eso trabajabas, con todo lo que hay alrededor, pero la adicción está. ¿Qué pasa? Que llegó el boom de la inmigración en el 2002» (Gd-TTsAlM).

1.3Aumento de la población migrante a principios del sigloXXI

En este sentido, las variaciones en los flujos migratorios internacionales, así como las políticas de migración, son identificadas como un elemento condicionante clave a la hora de comprender el fenómeno del sinhogarismo en los últimos veinte años. Si bien no entraremos ahora en los motivos que justifican las migraciones, lo cierto es que el acusado incremento en la llegada de migrantes provenientes de otros países que se dio a finales del siglo XX en España tuvo su reflejo en calle recién estrenado el siglo XXI. No en vano, como señalan Cabrera y Malgenesi (2002), en la ciudad de València las personas migrantes atendidas por la red de atención a población sin hogar pasaron del 5 % en el año 1997 al 57 % en el 2001: «Fue el 2002 cuando nos vimos desbocados, y entonces, los albergues, los recursos, el CAST, todo, se empezó a llenar por tema de inmigrantes» (Gd-TTsAlM).

Sin embargo, y continuando con Cabrera y Malgenesi (2002: 32), «el escaso desarrollo del sistema de bienestar social español con relación a grupos específicos como pueden ser, mujeres, menores y personas sin hogar, dificulta la incorporación social de los extranjeros con tales características». Como también apuntaba una de las profesionales entrevistadas (Gd-TTsAlM), en consecuencia, la red de atención social destinada a población sin techo, ya de por sí precaria, se vio desbordada por la incorporación del nuevo y masivo fenómeno inmigratorio: «Los inmigrantes, y gran parte jóvenes, están siendo atendidos en el circuito de sin hogar, de exclusión residencial, sin ningún motivo» (ExAySs).

Ante tal evidencia, con la intención de ofrecer respuestas específicas, como vimos, en el año 2007 la ciudad de València separa la atención a población sin hogar migrante general (sin adicciones o enfermedad mental) de la del resto de población sin hogar.

Yo cuando empecé a trabajar en el CAST, se veía también a la población inmigrante recién llegada, que está viendo ahora el SPAI. Entonces era un poco mezclado todo. En un momento determinado se dijo que era mejor separar los servicios, para que cada población tuviera una atención más especializada, porque sí que se veía que la gente migrante tenía otras necesidades, otras características que… era más un tema laboral, prácticamente (Gd-TAyAcM).

Pero las propias necesidades de la población sin hogar migrante, que en los albores del siglo XXI se relacionaban con aspectos jurídicos, culturales, de vivienda o laborales, con el paso de los años fueron aumentando y agravándose debido al fracaso de una verdadera política social fundamentada en la incorporación sociolaboral, así como a la perpetuación del concepto de vivienda como una necesidad sujeta al mercado, y no como un derecho fundamental de la ciudadanía. Ni que decir tiene que, ni mucho menos, de las personas no reconocidas como ciudadanas, por ejemplo, quienes no tienen la nacionalidad española.

Un problema gordo que tenemos a nivel general, son los grupos de personas del este con consumo en calle, que ahí no hemos metido, bueno, nadie o casi nadie ha metido mano y que es un problema que luego va más. Y te encuentras gente, que a lo mejor compartimos por baja exigencia o tal, pero muy joven, que a lo mejor lleva aquí 8 o 10 años, pero que han estado en calle desde el principio aparcando coches, consumiendo, un deterioro brutal, no saben casi el idioma, y es muy complicado con ellos (Gd-TTsAlM).

Las personas que vienen del este tienen un consumo mucho más agresivo. […] Y ahí se agrava todo un poco, porque la salida la tienen muy mala, están teniendo problemas judiciales, regularizar su situación es imposible, y luego el acceso a tratamiento es complicadísimo, porque claro, si no tienes una tarjeta sanitaria no accedes… y si tienes tarjeta sanitaria y te ponen tratamiento, pero […] cuando llegan a recibirlo, entran en suboxone, que os otro tipo de tratamiento, pero que sí que hay que pagarlo (Gd-TTsBM).

1.4Deterioro progresivo según pasan los años en la calle

Se añadieron nuevas dificultades, especialmente para las y los migrantes que no contaban con recursos personales, familiares o relacionales, viéndose de nuevo a la intemperie, o alargando sus estancias en calle más de lo previsto. Paralelamente y de forma progresiva, su estado de salud empeoraba, se reducían sus posibilidades laborales, objetivo inicial, así como las opciones de mejora respecto a su situación residencial.

Con el tiempo han ido aumentando las personas (migrantes) que tenían algún tipo de problemática; enfermedad mental o alguna adicción, fundamentalmente (ExAySs).

Hace años, eso mismo pasó con población africana joven, sobre todo hombres, que venían buscando trabajo… subsaharianos, que de repente una enfermedad mental, y hubo muchos casos (Gd-TTsAlM).

Según avanzó la primera década del siglo XXI, a la vez que nuevos migrantes con demandas y necesidades primordialmente laborales seguían llegando a España (aunque a menor ritmo), quienes llevaban más tiempo y no lograron incorporarse de forma efectiva se vieron difuminados entre el perfil tradicional.

Es verdad que se montó el SPAI y se pudo dividir, pero luego llegó el 2008, llegó el tema de la crisis más gorda […] llega 2008, y hay familias, personas individuales, inmigrantes que tenían permiso, que se quedan sin trabajo… acuden todos en masa al comedor, de hecho, de 180 se pasó a 500, una barbaridad. […] Cuando nos quisimos dar cuenta teníamos una mezcla de perfiles brutal (GD-TTSALM).

Gente que no ha controlado tampoco el idioma, y me estoy refiriendo sobre todo a nacionalidades de Pakistán, de India, que antes no lo veíamos y ahora sí […] Con patologías mentales, abusos de alcohol sobre todo, que no controlan el idioma, que han tenido su permiso de residencia, nos llama mucho la atención, han tenido su periodo normalizado, pero eso, una red de apoyo muy frágil, a nivel laboral se han ido manteniendo a través de sus contactos en fruterías y demás, y ha llegado un momento, por el motivo que haya sido, pues han caído y están en calle y es una población con la que es muy difícil intervenir (Gd-TAyAcM).

Respecto a la población migrante años atrás aceptada como mano de obra subalterna, se da una política implícita de expulsión, cuyo saldo ha sido el retorno de cientos de miles de personas a sus países de origen o a otros lugares con mayores posibilidades de empleabilidad.

En algunos casos, si las condiciones del país de origen no son demasiado malas, y no hay demasiada distancia, ni mucho gasto, hace que alguno, o una buena parte, se hayan retornado a sus lugares, sobre todo, de Europa central y del este, y parte del Magreb. Pero la inmigración irregular y con difícil acomodo… está claro que, si la gente no encuentra la forma de ganarse la vida, está en la calle… ahí coincide cada vez más la dificultad para encontrar un trabajo estable, y razonablemente pagado, con el hecho de no tener vínculos familiares sólidos (ExU2).

Aun así, la población sin hogar que no consigue regularizar su situación administrativa, pero resiste en España, queda en un limbo. Su lugar parece no estar ya en sus países de origen (pues no han cumplido el objetivo de progreso económico y sus redes sociales se han debilitado), pero tampoco se ha llegado a fraguar en el país al que llegaron años atrás y que continúa cercenando sus opciones de futuro. Condenadas a la calle, cada día que pasa, aumenta su deterioro. Como dice AVHO, paulatinamente van siendo borradas del mapa.

Quien tiene la mente ya borrada, la gente borrada, que ya tiene muchos años… (AVHO).

Después de unos años aquí, ya a lo mejor han tenido un momento… Que han tenido el famoso síndrome de Ulises y tal, pero ahora sí que lo que vemos es que se encuentran en una situación de calle, que normalmente rechazan la intervención que les puedas proponer, y… eso, con patologías mentales y adicciones, sin hablar el idioma (Gd-TAyAcM).

1.5Un contexto de crisis (2008-2015) en el que se recortan las políticas sociales y el empleo se precariza

Todo esto se explica, en parte, desde otro hito importante a la hora de entender el fenómeno del sinhogarismo en España, que afectó tanto a población migrante como no migrante, y que ya introdujimos al hablar de los cambios cuantitativos. Se trata de la crisis que tuvo lugar en el año 2008 y que se prolongó hasta 2015.