Diplomacia sin sombra - Nestor García Iturbe - E-Book

Diplomacia sin sombra E-Book

Nestor García Iturbe

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Beschreibung

Este libro describe las actividades en las que su autor colaboró durante su estancia de largos años como Consejero de la Misión de Cuba ante la Organización de las Naciones Unidas, en Nueva York, muchas de estas realizadas con el grado de discreción requerido para que los sempiternos enemigos de la Revolución Cubana no pudieran interferirlas, en tanto que otros fueron totalmente públicas, en su mayoría las que estuvieron relacionadas con la política exterior cubana. Se relatan hechos que hasta la fecha no habían visto la luz pública y, también, contribuirá a una mejor comprensión de cómo se han desarrollado las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos durante casi medio siglo.

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Seitenzahl: 232

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Primera edición: Editorial de Ciencias Sociales, 2007

Segunda edición: Editorial de Ciencias Sociales, 2019

Edición base: Ricardo Barnet Freixas

Revisión de la Edición: Natalia Labzovskaya

Diseño de cubierta: Daniel Delgado López

Diseño de interior: Julio Víctor Duarte Carmona

Corrección: Carlos Andino

Composición del texto: Irina Borrero Kindelán

Conversión a e-book: Madeline Martí del Sol

©Néstor García Iturbe, 2007

© Sobre la presente edición:

Editorial de Ciencias Sociales, 2019

ISBN 978-959-06-2163-5

Estimado lector, le estaremos muy agradecidos si nos hace llegar, por escrito, su opinión acerca de este libro y de nuestras ediciones.

Instituto Cubano del Libro

Editorial de Ciencias Sociales

Calle 14, no. 4104, entre 41 y 43, Playa La Habana, Cuba

[email protected]

www.nuevomilenio.cult.cu

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público.

Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com

EDHASA

Avda. Diagonal, 519-52 08029 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España

E-mail:[email protected] 

En nuestra página web: http://www.edhasa.es encontrará el catálogo completo de Edhasa comentado

Table of Contents
Introducción
1. Antecedentes
2. Los enviados de Kissinger
Plan de comunicaciones entregado por Eagleburger el 11 de enero de 1975
3. Dos millones para Southern Airways
4. Se reanudan los contactos
5. Terroristas de Miami
6. El asesinato de Félix
7. La misión bombardeada
8. El atentado a Reagan
9. El mensaje a la Unita
10. El sargento Papenfuss
Sinopsis
Bibliografía
Glosario de términos
Anexos
Datos de autor

“Sirva la oportunidad para nuevamente declarar nuestra disposición de resolver en la mesa de negociaciones el prolongado diferendo entre Estados Unidos y Cuba, claro está, siempre que acepten, como ya dijimos en otra ocasión, nuestra condición de país que no tolera sombras a su independencia y sobre la base de los principios de igualdad, reciprocidad, no injerencia y respeto mutuo”.

General de Ejército Raúl Castro Ruz,

Plaza de la Revolución, 2 de diciembre de 2006,

(Periódico Granma, 3 de diciembre de 2006)

En silencio ha tenido que ser y como indirectamente,porquehay cosas que para lograrlas han de andar ocultas.

José Martí,

Carta a Manuel Mercado,

Campamento de Dos Ríos,

18 de mayo de 1895.

Para ti, compatriota, compañero, amigo.

No importa que nunca nos hayamos visto,

que si paso a tu lado no sepas quién soy;

tú y yo somos uno mismo.

Introducción

“¡Dios mío!, y pensar que estos tumultos bárbaros

del pecho caben en un grano de arena”.

(José Martí,Fragmentos,t. 22, p. 125)

n este libro he querido recoger algunas experiencias vividas durante el cumplimiento de misiones que me fueron asignadas en los años que estuve trabajando como consejero en la misión de Cuba ante las Naciones Unidas, en la ciudad de Nueva York, desde septiembre de 1974 hasta diciembre de 1988.

Me alentó a escribir este libro, en primer lugar, el placer que siento cuando estoy sentado ante la computadora y voy redactando página tras página, hasta lograr completar una obra. También me estimuló el llamamiento realizado en distintos eventos científicos, en los cuales se ha exhortado a que se escriba sobre distintos hechos en los que muchos han participado durante estos años de Revolución, tratando que los testimonios permitan que no se pierda la memoria histórica.

En este caso, he tenido que desempolvar algunas agendas, revisar los cientos de tarjetas personales que se me entregó durante mi estancia en los Estados Unidos y pedir la asistencia de algunos compañeros que también estuvieron relacionados con dichas misiones, los que aportaron informaciones muy útiles para poder exponerlas de la forma más completa posible.

En este testimonio también tuve la oportunidad de utilizar periódicos y revistas de la época, al igual que algunos documentos desclasificados por el Gobierno de los Estados Unidos. En estos últimos se reflejan las situaciones que aquí se exponen. Con esta fuente de información, como es natural, he tenido el debido cuidado, pues es lógico que en estos documentos se expusiera el criterio de la parte estadounidense sobre la situación en cuestión. No puedo negar que estos han tenido un grado aceptable de objetividad y a la vez han sido una buena fuente para refrescar la memoria. Algunos de estos documentos desclasificados han sido incluidos en la obra, con el fin de que el lector pueda tener conocimiento directo de ellos y realizar su propio análisis.

En las situaciones descritas intervinieron también otros compañeros. Los nombres de la mayoría de estos han sido consignados aquí; si no aparece alguno, es por un olvido involuntario.

En cuanto al modesto desempeño que me correspondió hacer, trato de describirlo con la mayor claridad posible, pues lo que considero realmente importante es la acción política realizada, cuya determinación estuvo en todo momento a niveles superiores, siendo yo un simple ejecutor de lo orientado.

En el relato de estas situaciones he incluido momentos que considero de interés. Estos dan muestra de las dificultades que pueden presentarse y la forma en que fueron solucionadas, lo cual le da un enfoque más humano al relato, con el fin de que no llegue a ser una crónica fría de acciones realizadas por uno y otro ejecutores.

Me he tomado la libertad de agregar algunas actividades de índole similar, llevadas a cabo en períodos anteriores a mi presencia en Nueva York, que sirvieron de antecedentes a las acciones realizadas, considerando que eso incrementará la cultura del lector sobre este tipo de operaciones.

Como todo acontecimiento histórico, algunos de los hechos relatados aquí pueden tener distintas versiones, y en realidad muchos las tienen. En cuanto a las actividades descritas, he tratado, sobre todo, de ceñirme a la realidad de lo sucedido, para dar a este testimonio el valor que merece y aclarar la tervigersación, omisión o adición que he notado al leer algunas versiones de lo sucedido.

Consideré de importancia especial el reflejar las posiciones adoptadas por los funcionarios estadounidenses durante el transcurso de las acciones. De ahí se saca como conclusión, en algunos casos, el interés en lo que se estaba conformando, contradicciones internas dentro del Gobierno y en algunas situaciones hasta el temor a sus propios servicios especiales, o al menos la falta de confianza en estos.

Cuando terminé estas notas estuve pensando cómo titularlas, de forma tal que reflejaran, lo más fehacientemente posible, lo que el lector podía encontrar en ellas. Varios títulos vinieron a mi mente, pero primó sobre todo el dejar bien claro que mi participación en estas actividades pudiera compararse con un granito de arena, cuando tomamos en consideración los hechos en que estuve involucrado.

El discurso pronunciado por el compañero Raúl Castro Ruz, el 2 de diciembre de 2006, me ayudó a definir el título de este libro.

Espero que la obra resulte amena e instructiva.

El autor

1. Antecedentes

espués del triunfo de la Revolución Cubana, las diferencias políticas, ideológicas y del sistema económico entre Cuba y los Estados Unidos originaron distintas situaciones que se reflejaron en las relaciones de todo tipo entre los dos países.

La llegada al poder de un Gobierno revolucionario, sin compromisos con los Estados Unidos, exigente en poder ejercer la autodeterminación; dispuesto a rescatar el patrimonio nacional; a borrar los problemas sociales y las lacras que se habían originado con la seudorrepública, y a ser tratado con igualdad y respeto, era mucho más de lo que la nación norteña estaba dispuesta a tolerar.

Las oleadas batistianas fueron las primeras en llegar a Florida después del triunfo de la Revolución. Los aliados y asalariados reclamaron que se conformara una política agresiva hacia el régimen que los había desplazado. A estos siguieron los miembros de la más alta burguesía nacional, cuyos intereses se vieron afectados por las primeras reformas de carácter social que se efectuaron. Se conformó la alianza entre burgueses y batistianos, que aún perdura.

Las primeras acciones estadounidenses contra Cuba estuvieron encaminadas a tratar de crear hostilidad interna, dividir a las fuerzas revolucionarias e inclusive intentar la toma del poder mediante un golpe militar, para lo cual utilizaron a Hubert Matos, una figura que podían controlar y dirigir fácilmente. La llamada “libertad norteamericana”, unida a una réplica de la “neutralidad” que tanto han manejado a su antojo y en beneficio de sus intereses, crearon la política basada en el “dejar hacer”, que fue aprovechada por las incipientes organizaciones contrarias a Cuba. Desde muy temprano estas recibieron apoyo económico y logístico de las agencias pertenecientes a la comunidad de inteligencia estadounidense.

En medio de ese clima agresivo, se originó un incidente de envergadura, al negarse las empresas estadounidenses a procesar en las refinerías que poseían en Cuba el petróleo adquirido por el Gobierno cubano. Esa acción se sumó a un virtual bloqueo que se había puesto en vigor, pues muchas de esas empresas estadounidenses presentes en Cuba hacía meses que no enviaban mercancías a sus sucursales ni piezas de repuesto para sus industrias.

El incidente del petróleo originó la nacionalización de las refinerías estadounidenses, la cual fue respondida con una reducción de la cuota azucarera. De ahí en adelante se sucedió toda una serie de medidas por parte del Gobierno cubano encaminadas a defender su soberanía, y del Gobierno estadounidense con el propósito de presionar en función de crear un clima propicio para derrocar a la Revolución.

El apoyo de las agencias estadounidenses de inteligencia a los grupos contrarios a Cuba se incrementó en todos los órdenes. Se llegó a conformar el Plan de Acciones Encubiertas contra Cuba, que incluía las acciones requeridas para derrocar a la Revolución, y dentro de estas, el asesinato de sus dirigentes. Como resultado de este plan se llevó a cabo la invasión mercenaria por la Ciénaga de Zapata, cuyo propósito era tomar una cabeza de playa, crear un Gobierno provisional que sería reconocido por los Estados Unidos y enviar a las fuerzas armadas estadounidenses a liquidar la Revolución Cubana.

El fracaso de la invasión consolidó y radicalizó aún más a la Revolución. A partir de ese momento, Cuba era un país fuertemente armado, por su ideología separado de los Estados Unidos, y lo que era más peligroso, un ejemplo que podían seguir otros países de Latinoamérica. La Crisis de Octubre, originada por la presencia en Cuba de cohetería estratégica de fabricación soviética, tuvo que provocar una reflexión profunda en el Gobierno de los Estados Unidos, en aquellos momentos bajo la administración del presidente John F. Kennedy.

La solución para el problema estadounidense-cubano, después de esa etapa, se trató de buscar con la eliminación física de los dirigentes principales de Cuba, en especial, la de Fidel Castro. Se promovió el incremento de las acciones subversivas y terroristas, además del mejoramiento de las condiciones sociales en los países de América Latina, para evitar que trataran se solucionar su situación siguiendo el ejemplo de Cuba. Todo eso fracasó.

La política seguida con Cuba no había dado los resultados esperados, todo lo contrario. Los Estados Unidos no podía darse el lujo de tener un enemigo de esas características tan cercano. Era mejor tratar de resolver los problemas existentes entre los dos países, con el propósito de neutralizar las acciones cubanas y alejarlas lo más pronto posible de la influencia soviética.

Ese fue el curso de acciones —y en mi criterio— el razonamiento de la administración Kennedy. En el otoño de 1963, el propio presidente decidió enviar a Cuba un emisario para iniciar el diálogo constructivo entre ambos países. Este fue el periodista francés Jean Daniel, portador de un mensaje de Kennedy para Fidel Castro, en el cual se planteaba que el Gobierno estadounidense estaba dispuesto a explorar las posibilidades de lograr un entendimiento entre los dos países.

Con anterioridad a las gestiones de Jean Daniel, en septiembre de 1963, se habían desarrollado algunos contactos en New York entre William Attwood, asesor especial en Asuntos Africanos de la delegación de los Estados Unidos ante la Asamblea General de las Naciones Unidas y embajador estadounidense ante la Republica de Guinea, con el embajador y representante de Cuba ante las Naciones Unidas, Carlos Lechuga, a quien planteó estar autorizado por su Gobierno para hablar con él y explorar las posibilidades de un arreglo entre Cuba y los Estados Unidos.

Según planteó posteriormente Attwood en su libro The Red and the Black (El Rojo y el Negro), publicado en 1967, sugirió al entonces secretario de Estado, Adlai Stevenson, la posibilidad de un arreglo con Cuba. También habló del asunto con Averell Harriman, quien dijo que debía discutirlo con Robert Kennedy. Posteriormente Stevenson analizó el asunto con el presidente Kennedy y este aprobó los contactos con Lechuga. Esto sirvió para medir el interés cubano en relación con los encuentros, e incluso, se llegó a planificar la discusión de una agenda de conversaciones que se desarrollaría de forma secreta en México, por representantes de ambos países.

Ya en Cuba Jean Daniel, tratando de cumplimentar la misión que le habían encomendado, y Attwood en Nueva York, esperando para contactar al embajador cubano ante las Naciones Unidas, fue asesinado en Dallas el presidente Kennedy en circunstancias que aún no se han esclarecido totalmente.

La acción de acercamiento hacia Cuba emprendida por Kennedy no podía ser del agrado de los exiliados cubanos que se proponían destruir la Revolución y que en cierta manera culpaban a Kennedy por el fracaso de Playa Girón. Tampoco podía ser del agrado de las agencias de inteligencia estadounidenses, en especial de la CIA, que financiaba y organizaba las acciones contra Cuba y a la cual la perspectiva de un mejoramiento de relaciones afectaría su presupuesto, prestigio y poder. La mafia era un tercer elemento, al que no debía agradar la normalización de relaciones con La Habana. Había perdido millones de dólares al triunfar la Revolución y con la fórmula propuesta por Kennedy no podría recuperarlos. En fin, tres poderosos enemigos que pudieron ponerse de acuerdo para impedir que Kennedy culminara sus propósitos.

Después de la muerte de Kennedy languidecieron los intentos de establecer una vía de comunicación entre Cuba y los Estados Unidos. Eventualmente, alguna personalidad norteamericana retomaba el tema. Se ha planteado que Robert Kennedy había comentado en los círculos más cercanos a su equipo de campaña presidencial, que de ganar las elecciones estaba dispuesto a trabajar en función de levantar el bloqueo económico y restablecer las relaciones diplomáticas con Cuba. Kennedy también fue asesinado mucho antes de que pudiera terminar la campaña presidencial.

Durante la administración de Lyndon Johnson, los esfuerzos mayores por lograr una vía de comunicación con Cuba estuvieron centrados en un pequeño grupo de industriales privados que consideraban equivocada la politica estadounidense hacia la Isla, entre los que se encontraban Edward Lamb y Cyrus Eaton. Puede destacarse un intento realizado en el mes de julio, en el último año de la administración Johnson, por medio de la periodista Arlene Gould, quien trasladó a un funcionario cubano en New York el interés de William Bowler, en aquellos momentos asesor de Johnson para América Latina, de entrar en contacto con un representante de Cuba. De no ser con Bowler, ofreció que el contacto podía ser con Covey T. Oliver, subsecretario de Estado para Asuntos Latinoamericanos. Insistió en que se trasladara esta información al Gobierno cubano a causa del interés mostrado por la administración estadounidense. Este intento no prosperó.

Ya en época de Richard Nixon surgieron otros intentos, como el realizado por medio del entonces embajador de Suiza en Cuba, Alfred Fischly, quien había sostenido una entrevista con Alexis Johnson, subsecretario de Estado para Asuntos Políticos, quien manifestó interés en discutir con algún representante cubano sobre las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos. Este mensaje fue trasladado al Ministerio de Relaciones Exteriores cubano por el embajador suizo. Semanas más tarde, Alexis Johnson planteó durante una recepción en Washington, que el Gobierno estadounidense estaba listo para conversar con Cuba, aunque no pensaban levantar el bloqueo. El cese de esta medida se utilizaría para presionar a la Isla y obtener concesiones si las conversaciones se realizaban.

Los intentos encaminados al establecimiento de contactos y conversaciones entre ambos países continuaron durante la administración Nixon; estos comenzaron a llegar por distintas vías. Una de ellas fue el Congreso estadounidense, además de los viajes a Cuba de distintos congresistas. La Fundación Hispánica de la Biblioteca del Congreso, en aquellos momentos bajo la dirección de Howard Cline, ofreció a la Biblioteca Nacional de Cuba sufragar gastos de distintos trabajos y compra de literatura, todo lo cual se incluiría en un proyecto de la Fundación Ford .

Durante la administración Nixon se desarrolló un fuerte interés por viajar a Cuba, sobre todo entre los académicos, muchos de los cuales habían recibido el financiamiento para el viaje de distintas fundaciones, principalmente la Ford y la Rockefeller. En muchos casos esa fue la forma que adoptaron los Servicios Especiales estadounidenses para utilizar de manera inconsciente a personas calificadas y prestigiosas, que más tarde se veían obligadas a entregar a la fundación que le financió el viaje, un informe completo de su estancia en Cuba. Entre los académicos que viajaron se puede citar los nombres de Richard Fagen, Ronald Chilcote, Carmelo Mesa Lago, Oscar Lewis, Edward González, Saul Landau, Bertrand Silverman, Vasily Leontiev, Archibald Ritter, Anthony Maingot, y otros.

En enero de 1973, William Richardson, uno de los asesores de Kissinger, utilizó al chileno Gabriel Valdés, para que trasladara su interés de contactar con algún funcionario cubano. Más tarde, en el mes de marzo, el propio Richardson se acercó a un diplomático cubano acreditado ante la ONU en Nueva York. En la entrevista con el funcionario, Richardson trató de conocer la disposición cubana a trabajar en función de un mejoramiento de las relaciones con los Estados Unidos y le solicitó que preguntara a La Habana. Esta iniciativa murió al no recibirse respuesta de Cuba.

Hasta aquí los antecedentes que han sido publicados relacionados con los intentos del Gobierno estadounidense de iniciar conversaciones con Cuba para discutir los problemas existentes entre ambas naciones. Pudiera haber habido otros intentos, los cuales han sido tratados en distintas oportunidades, pero que no se ha incluido en este compendio, ya que no se tiene la seguridad requerida de que estos intentos realmente se realizaron.

Pudiera señalarse además cientos de nombres de personas que viajaron a Cuba en aquellos años y, partiendo de un interés personal o profesional, plantearon su disposición de hacer algo por cambiar la política estadounidense en relación con la Revolución Cubana. Algunos de esos nombres ya se han mencionado. De igual manera, algunos sucesos relacionados con la situación entre Cuba y los Estados Unidos no han sido señalados en esta parte introductoria, en lo fundamental por conocerse de ellos públicamente.

Hemos dedicado nuestro testimonio histórico precisamente a sucesos que no son muy conocidos ampliamente, que se han hecho públicos por haber sido escritos por autores de otros países, en especial estadounidenses, quienes en su mayoría han mostrado solo un lado de la moneda. La moneda tiene dos lados; veamos también el otro.

2. Los enviados de Kissinger

n el mes de enero de 1974, Saul Landau comenzó a realizar gestiones para que Frank Mankiewicz, director de Ventura Associates y directivo de la teleemisora NEC Productions, viajara a La Habana con el propósito de realizar una entrevista fílmica al Comandante en Jefe, Fidel Castro. En la delegación viajarían, además de Mankiewicz y Landau, un joven asociado de Mankiewicz, nombrado Kirby Jones, un camarógrafo, y Rebecca Switzer, esposa de Saul, que estaría encargada de tomar las fotos fijas.

El viaje se programó para realizarlo en junio, de ahí que a finales de mayo Mankiewicz le dijo a Henry Kissinger, en aquel momento secretario de Estado y además su amigo personal, que viajaría a Cuba para entrevistar a Fidel Castro. Kissinger le pidió que lo viera antes de partir, con el objetivo de que fuera portador de un mensaje verbal que le interesaba enviar al Comandante en Jefe.

No se debe de pasar por alto la figura de Kissinger cuando se entra en el recuento de estas acciones. Asesor personal de la familia Rockefeller, eventualmente fue utilizado por Kennedy y Johnson en algunos asuntos de la política exterior de los Estados Unidos. Hombre práctico en extremo, estuvo relacionado con los éxitos principales de Norteamérica en el campo internacional, el restablecimiento de las relaciones con China, las negociaciones de paz con Vietnam y la firma de un buen número de acuerdos en materia nuclear con la Unión Soviética.

Disponía de amplias potestades para desarrollar sus ideas y actividades, todas las cuales tenían como propósito el buscar un mayor beneficio para los Estados Unidos. Algunos decían que en política exterior no se subordinaba a nadie, incluyendo al presidente. Tomaba decisiones, como la de comenzar conversaciones secretas con el Gobierno de Cuba, lo cual inició durante la estancia de Richard Nixon en la Presidencia, al parecer sin que este supiera del asunto y las continuó durante la época del presidente Ford, al que entregó un hecho consumado que podía brindar beneficios económicos y políticos, lo cual interesaba a Ford para sus intenciones electorales.

Kissinger no desaprovechó la oportunidad que le ofrecía el viaje, por lo que cuando finalmente, el 28 de junio, Mankiewicz y el resto del equipo viajaron a Cuba, traían el mensaje prometido, que había sido fuente de su iniciativa. El equipo periodístico realizó la entrevista y transmitió el mensaje verbal de Kissinger, en el que se planteaba, entre otros aspectos, que “la política actual de los Estados Unidos hacia Cuba es absurda e irracional”. Agregó Kissinger que él estaba en contra de esta, pero era Nixon quien la mantenía. Señaló que “Cuba es el único asunto en que Nixon está comprometido ideológicamente y el único en que se muestra intransigente”.

Como gesto para demostrar su interés por cambiar dicha política, Kissinger planteó que la flexibilizaría, e informó de algunas acciones que emprendería en función de esto. Se autorizaría a los turistas estadounidenses para introducir en los Estados Unidos productos cubanos adquiridos en Europa o Cuba, por un valor máximo de 50 dólares. No se presionaría a los países miembros en la reunión de la OEA donde se discutiría la eliminación de las sanciones tomadas contra Cuba. Planteó que se proponía mejorar la imagen de Cuba en los Estados Unidos y viceversa. Dijo que le gustaría conocer por cualquier vía si Cuba hacía gestiones en ese sentido, con el fin de actuar recíprocamente. Sobre todo, pidió discreción en relación con este intercambio.

Mankiewicz llevó a los Estados Unidos la respuesta correspondiente. En síntesis se planteaba que Cuba estaba en la mejor disposición de iniciar un intercambio de acciones con carácter constructivo, bajo condiciones de igualdad y respeto mutuo, que estuvieran encaminadas al mejoramiento de las relaciones entre ambos países.

A principios de septiembre, Frank Mankiewicz fue hospitalizado a causa de una lesión en la espina dorsal, por lo que Kissinger lo visitó en el hospital y entre otras cosas le ratificó una idea sobre la cual había estado hablando con él desde su regreso de Cuba. Quería establecer un intercambio secreto de correspondencia con el Comandante en Jefe, Fidel Castro, mediante el envío de mensajes sin firma, para lo cual cada una de las partes debía designar un mensajero de toda confianza que se encargaría de su traslado.

El 14 de septiembre de 1974, en una reunión en la ciudad de Nueva York, entre Frank Mankiewicz y Teófilo Acosta, primer secretario de la misión de Cuba ante las Naciones Unidas, se realizaron los arreglos para el próximo viaje a Cuba, con el fin de terminar la entrevista que había iniciado al Comandante en Jefe. En esta reunión, Mankiewicz pidió que Acosta informara a Cuba del interés de Kissinger sobre el intercambio secreto de mensajes y la necesidad de que se designara a varios mensajeros para su traslado. Agregó Mankiewicz que al viajar a Cuba llevaría el primer mensaje escrito por Kissinger, quien además, ya había nombrado a su intermediario, su asesor principal y persona de confianza, Lawrence Eagleburger. El alemán (Kissinger) proponía que los mensajes se intercambiaran en la ciudad de Nueva York.

Ya que la entrevista al Comandante en Jefe había sido comprada por la Columbia Broadcasting System (CBS), de la televisión estadounidense, la dirección de dicha emisora planteó como requerimiento que uno de sus más conocidos comentaristas, Dan Rather, y uno de sus ejecutivos, Gordon Adams, conjuntamente con el equipo técnico original, viajaran a La Habana. La idea era que Rather pudiera salir en la entrevista, sentado frente a Fidel, haciéndole como mínimo cuatro preguntas, cuyas respuestas y la imagen de aquel, pudieran proyectarse por la CBS. En realidad era una nueva entrevista.

Kissinger había planteado que esa entrevista sería muy útil para dar una imagen positiva de Cuba en los Estados Unidos. Les facilitaría tomar las medidas que habían planificado, en función de dar algunas facilidades al Gobierno cubano y a sus funcionarios en los Estados Unidos. Finalmente el Gobierno de Cuba aceptó la propuesta de Mankiewicz y el equipo de la CBS viajó a La Habana a finales de septiembre de 1974.

Ya en La Habana, Gordon Adams daba muestras diarias de su desesperación porque la entrevista se efectuara y regresar cuanto antes a los Estados Unidos. Diariamente me decía que necesitaba que un avión charter estuviera en el aeropuerto, listo para salir de inmediato en cuanto la entrevista terminara. Yo no tenía otro remedio que darle la razón, conociendo que para poder contar con este avión era necesario solicitarlo a Miami y que siempre demoraría al menos cuatro horas en llegar.

En cuanto a Dan Rather, recuerdo que fue a la Plaza de la Revolución para grabar la presentación de la entrevista, por lo que se paró de forma tal que el monumento a José Martí quedara de fondo, y frente a la cámara de televisión dijo: “Aquí Dan Rather, transmitiendo desde Cuba, una de las dictaduras militares de América Latina, desde donde les ofreceremos una entrevista con Fidel Castro”.

Cuando terminó esa presentación se acercó y me preguntó que consideraba de esta, y le respondí que estaba totalmente equivocada. Rather me preguntó cuáles eran las equivocaciones de la presentación. Le dije que había planteado que Cuba era una dictadura militar. Comencé explicándole que en los países donde el Gobierno estaba en manos de una dictadura militar, se podía ver a miembros de las fuerzas armadas con armas largas en cualquier lugar; vehículos militares moviéndose constantemente de un lugar a otro y que era frecuente encontrar en cualquier calle alguna persona que había sido asesinada, por lo que le pregunté si eso era lo que él había visto en Cuba. Su respuesta fue negativa y me preguntó si había algún otro error.

Le dije que el calificar a nuestro sistema de Gobierno como dictadura pasaba por alto el apoyo a la Revolución de la mayoría del pueblo, que con frecuencia se ponía de manifiesto en actos públicos, multitudinarios, donde los ciudadanos expresaban libremente su aceptación al régimen establecido. La cara de Rather permitió percatarme de que no estaba muy convencido con esa explicación, lo que me ratificó en un acto de franqueza. Planteó que en los Estados Unidos la generalidad de las personas consideraba que Cuba era una dictadura y le sería muy difícil, inclusive con la dirección de la CBS, no calificar de dictadura el Gobierno existente en Cuba.

Ante los argumentos de Rather, le propuse una fórmula que consideraba podía resolver el problema. Nosotros considerábamos al régimen establecido en Cuba como una dictadura del proletariado, al igual de que en nuestro criterio, los Gobiernos de países como los Estados Unidos eran una dictadura de la burguesía. Consideraba que podía decir que Cuba era la primera dictadura del proletariado en América Latina.

Al parecer, la explicación fue suficiente para convencerlo, pues le pidió al camarógrafo que realizara la toma nuevamente. Sostuvo el micrófono, y manteniendo como fondo el monumento a José Martí en la Plaza de la Revolución, dijo: “Aquí Dan Rather, transmitiendo desde Cuba, la primera dictadura del proletariado en América Latina, desde donde les ofreceremos una entrevista con Fidel Castro”.