Ejemplar poético - Juan de la Cueva - E-Book

Ejemplar poético E-Book

Juan de la Cueva

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Beschreibung

El  Ejemplar poético  de Juan de la Cueva, escrito hacia 1606 y dividido en tres epístolas, es un arte poética manierista en tercetos encadenados.   Fragmento de la obra  Epístola I  Sobre el ingenio y arte disputaron Palas y el fiero hijo de la Muerte a quien del cielo por odioso echaron. La sabia diosa su razón convierte en decir que el ingenio sin el arte es ingenio sin arte cuando acierte. De estas dos causas seguiré la parte por do el ingenio inspira, el arte adiestra sin que de su propósito me aparte. Si admite la deidad sagrada vuestra, Fébeas cultoras de Helicón divino, comunicarse a la bajeza nuestra. Y adiestrándome vos por el camino de la vulgar rudeza desviado, a su brutez profana siempre indino, llegaré al punto en que veréis cantado lo que el Arte al ingenio perfecciona, y de quien es, si ha de acertar, guiado. Sujeto es que repugna y abandona de la mortal graveza la ignorancia, y con puros espíritus razona. Entre ellos hace dulce consonancia, de quien recibe el numeroso acento que lo adorna de afectos, y elegancia. Vos a quien Febo Apolo da su asiento y las Musas celebran en su canto y el vuestro escuchan con discurso atento; en mi temor que dificulta tanto la extraña empresa, y me promete cierto, la caída en el vuelo que levanto: por este perturbado mar incierto naufragando mi nave va a buscaros, pues sois mi norte, a que seáis su puerto. No va cargada —gran Fernando— a daros ricas piedras de Oriente, ni preciosos aromas, con que pueda regalaros. Dones son los que os lleva más gloriosos, de más estima, y de mayor riqueza para la eternidad más poderosos. De esta segura suerte la grandeza se adquiere con los números, que el vuelo cortan al tiempo en su mortal presteza. Estos, son los que igualan con el cielo los nombres, y así deben adornarse con esplendor cual su lustroso velo.

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Juan de la Cueva

Ejemplar poético

Barcelona 2024

Linkgua-ediciones.com

Créditos

Título original: Ejemplar poético.

© 2024, Red ediciones S.L.

e-mail: [email protected]

Diseño de cubierta: Michel Mallard.

ISBN rústica ilustrada: 978-84-9953-754-2.

ISBN tapa dura: 978-84-1126-016-9.

ISBN ebook: 978-84-9897-188-0.

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar, escanear o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra.

Sumario

Créditos 4

Brevísima presentación 7

La vida 7

Epístola I 9

Epístola II 31

Epístola III 53

Libros a la carta 83

Brevísima presentación

La vida

Juan de la Cueva de Garoza (Sevilla, 1543-1612). España.

Vivió en Cuenca, en Canarias y en México entre 1574 y 1577; a su regreso a España empezó a escribir dramas. Se inspiró en el Romancero y en la mitología grecolatina y adoptó temas históricos y legendarios.

Escribió además veinticinco sonetos, varias églogas, una elegía, una sextina, tres madrigales y dos odas, que aparecen en el cancionero Flores de varia poesía. El Ejemplar poético, escrito hacia 1606 y dividido en tres epístolas, es un arte poética manierista en tercetos encadenados. Otras obras suyas son Viaje de Sannio, poema de crítica literaria; La Muracinda, una narración épica burlesca de una venganza entre perros y gatos en endecasílabos blancos, el poema mitológico en octavas reales Llanto de Venus en la muerte de Adonis, y la narración mitológica burlesca en octavas reales Los amores de Marte y Venus. Una colección de sus poemas fue publicada como Obras de Juan de la Cueva (Sevilla, 1582) y sus romances aparecen en Coro Febeo de Romances historiales (1587). También le tentó la épica culta, y escribió el poema en veinticuatro cantos La conquista de la Bética (Sevilla, 1603), que describe la conquista de Sevilla por Fernando III el Santo.

Epístola I

Sobre el ingenio y arte disputaron

Palas y el fiero hijo de la Muerte

a quien del cielo por odioso echaron.

La sabia diosa su razón convierte

en decir que el ingenio sin el arte

es ingenio sin arte cuando acierte.

De estas dos causas seguiré la parte

por do el ingenio inspira, el arte adiestra

sin que de su propósito me aparte.

Si admite la deidad sagrada vuestra,

Fébeas cultoras de Helicón divino,

comunicarse a la bajeza nuestra.

Y adiestrándome vos por el camino

de la vulgar rudeza desviado,

a su brutez profana siempre indino,

llegaré al punto en que veréis cantado

lo que el Arte al ingenio perfecciona,

y de quien es, si ha de acertar, guiado.

Sujeto es que repugna y abandona

de la mortal graveza la ignorancia,

y con puros espíritus razona.

Entre ellos hace dulce consonancia,

de quien recibe el numeroso acento

que lo adorna de afectos, y elegancia.

Vos a quien Febo Apolo da su asiento

y las Musas celebran en su canto

y el vuestro escuchan con discurso atento;

en mi temor que dificulta tanto

la extraña empresa, y me promete cierto,

la caída en el vuelo que levanto:

por este perturbado mar incierto

naufragando mi nave va a buscaros,

pues sois mi norte, a que seáis su puerto.

No va cargada —gran Fernando— a daros

ricas piedras de Oriente, ni preciosos

aromas, con que pueda regalaros.

Dones son los que os lleva más gloriosos,

de más estima, y de mayor riqueza

para la eternidad más poderosos.

De esta segura suerte la grandeza

se adquiere con los números, que el vuelo

cortan al tiempo en su mortal presteza.

Estos, son los que igualan con el cielo

los nombres, y así deben adornarse

con esplendor cual su lustroso velo.

De muchas cosas deben apartarse,

y otras muchas seguir precisamente

y por ley unas y otras observarse.

El verso advierta el escritor prudente

que ha de ser claro, fácil, numeroso

de sonido, y espíritu excelente.

Ha de ser figurado, y copioso

de sentencias, y libre de dicciones

que lo hagan humilde u escabroso.

La elevación de voces y oraciones

sublimes, muchas veces son viciosas

y enflaquecen la fuerza a las razones.

Vanse tras las palabras sonorosas

la hinchazón del verso, y la dulzura,

tras las sílabas llenas, y pomposas.

Entienden que está en esto la segura

felicidad y luz de la poesía

y que sin esto es lo demás horrura,

Si el verso consta solo de armonía

sonora, de razones levantadas,

ni fuerza a más, bien siguen esa vía.

Mas si las cosas han de ser tratadas

con puntual decoro del sujeto

faltaran, de ese modo gobernadas.

No explica bien el alma de un conceto

el que se va tras el galano estilo

a la dulzura del hablar sujeto.

Ni el que del vulgo sigue el común hilo

en término, y razones ordinarias

cual en su ditirámbica Grecilo.

Entrambas a dos cosas son contrarias

a la buena poesía, en careciendo

del medio, con las partes necesarias.

Caerá en el mismo yerro el que escribiendo

puramente en lenguaje castellano

se sale de él por escribir horrendo.

Cual ya dijo un poeta semi hispano

el centimano Gigans que vibraba,

que ni habló en romance, ni en romano.

Otro que de elevado se elevaba

dijo, el sonoro son y voz de Orfeo,

en mi espíritu interno modulaba.

Esta escabrosidad de estilo es feo,

sin ingenio, y sin arte, que es la llave

con que se abre el celestial museo.

Ha de ser el poeta dulce, y grave,

blando en significar sus sentimientos,

afectuoso en ellos, y suave.

Ha de ser de sublimes pensamientos,

vano, elegante, terso, generoso,

puro en la lengua, y propio en los acentos.

Ha de tener ingenio y ser copioso,

y este ingenio, con arte cultivallo,

que no será sin ella fructuoso.

Fruto dará, mas cual conviene dallo

no puede ser, que ingenio falto de arte

ha de faltar si quieren apretallo.

No se puede negar que no es la parte

más principal, y que sin arte vemos

lo que Naturaleza le reparte.

Y aunque es verdad que algunos conocemos

que con su ingenio solo han merecido

nombre, lugar común les concedemos.

Que el nombre de poeta no es debido

solo por hacer versos, ni el hacellos

dará más, que el hacello conocido.

Este renombre se le debe a aquellos

que con erudición, doctrina, y ciencia

les dan ornato que los hacen bellos.

Vístenlos de dulzura y elocuencia,

de varias y hermosas locuciones,

libres de la vulgar impertinencia.

Hablan por elegantes circuiciones,

usan de las figuras convenientes

que dan fuerza a exprimir sus intenciones.

Los poetas que fueren diligentes

observando la lengua en su pureza

formarán voces nuevas de otras gentes.

No a todos se concede esta grandeza

de formar voces, sino a aquel que tiene

excelente juicio, y agudeza.

Aquel que en los estudios se entretiene

y alcanza a discernir con su trabajo

lo que a la lengua es propio, y le conviene.

Cuál vocablo es común, y cuál es bajo,

cuál voz dulce, cuál áspera, cuál dura,

cuál camino es seguido, y cuál atajo:

Este tiene licencia en paz segura

de componer vocablos, y este puede

enriquecer la lengua culta y pura.

Finalmente, al que sabe, se concede

poder en esto osar, poner la mano,

y el que lo hace sin saber, excede.

Por este modo fue el sermón romano

enriquecido con las voces griegas,

y peregrinas, cual lo vemos llano.

Y si tú que lo ignoras, no te allegas

a seguir esto, y porque a ti te admira

lo menosprecias, y su efecto niegas,

lo propio dice el Sabio de Stagira

a quien Horacio imita doctamente

en dulce, numerosa y alta lira.

Si formaren dicción, es conveniente

que sea tal de la oración el resto

que autoridad le dé a la voz reciente.

No se descuide en la advertencia de esto,