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Más allá del ron, el tabaco o el café, y hasta del deporte, es la música la manifestación artística que más nos ha dado a conocer internacionalmente. Aunque la literatura cubana no ha corrido la misma suerte de ser universal, sí fue y es un elemento esencial en la formación de nuestra nacionalidad y se merece un lugar especial en estas páginas escritas por dos cubanos curiosos: un pintor y una editora, dos poetas que nos ofrecen un gran lienzo al cubano como artista.
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Seitenzahl: 177
Veröffentlichungsjahr: 2018
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Edición: Bertha Hernández López
Redacción de estilo: Yessica Arteaga
Diseño de cubierta, interior y realización: Luis Gutierrez Eiró
Ilustraciones versión impresa: Juan Bertrán
Conversión y revisión del ebook: Ana Molina González
© Juan Francisco Bertrán Hurtado
Dulce María Sotolongo Carrington, 2016
© Ediciones Cubanas, Artex, 2017
ISBN 978-959-7245-70-4
Sin la autorización de la editorial Ediciones Cubanas queda prohibido todo tipo de reproducción o distribución del contenido.
Ediciones Cubanas, Artex
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Si de físico se trata, reconocer a un cubano puede ser una tarea algo difícil. Ser altos o bajitos, gruesos o delgados, blancos o negros, chinos, rubios, trigueños, mulatos, etc., constituye un abanico de posibilidades que nos identifica como nación mestiza; sin embargo son otros los elementos a la hora de particularizarnos: nuestra personalidad temperamental, gestualidad, carácter bullicioso, afable y solidario como forma auténtica de interrelacionarnos con el entorno social, la comida, el vestuario y la música, hacen que el cubano se distinga en cualquier lugar del planeta. Es dicharachero, alardoso, comparte lo poco que tiene sin distinguir alcurnias, conoce a una persona y a las pocas horas lo llama amigo, hermano, lo que además demuestra “echándose al hombro” las dificultades de ese nuevo ser que conquista con sus consejos, ayuda desinteresada y talento para organizar la vida ajena como si fuese la suya propia. El cubano es optimista por naturaleza aunque pase por momentos difíciles. Degusta cualquier plato, pero adora su comida criolla: moros y cristianos, carne de cerdo en cualesquiera de sus variantes, chatinos y ensalada de estación.
Durante años vestía con mucha elegancia, siendo usual ver a los hombres con traje y corbata. Las mujeres a la usanza de la última moda llegada al país a partir de revistas como Vanidades, Romances, Mujeres. La prenda típica cubana ha sido no obstante la guayabera, nacida de entre las capas más humildes de la población y devenida ropa de eventos importantes, usada hasta por los presidentes. En la actualidad los hombres visten sencillos con pitusa, pulóver o una camisa, según la moda y las mujeres han optado, entre otras ropas, por la licra, sobre todo las más maduritas, herencia de mostrar las carnes ajustadas, a lo criollita de Wilson, ese caricaturista que nos hizo suspirar, desde las páginas de Palante o Dedeté y otras publicaciones con la imagen de esa mulata de cuerpo escultural con shores apretados. Las prendas femeninas y masculinas se han minimizado bastante en esta Isla calurosa donde la bermuda llegó tarde, a pesar de la influencia de los vecinos del norte, a través de películas y videos musicales o series televisivas. Tal vez la demora era motivada por cierta resistencia de nosotros los hombres por enseñar las piernas.
Hablamos rápido, a veces no terminamos una idea para empezar la otra, siempre hay un dicho, o frase acuñada por un personaje de la radio o la televisión.
El café, el tabaco y el ron son como atributos de esta tierra madre del Habana Club y el Arechabala entre otros; gracias a nosotros se realizan en la actualidad competencias de coctelería. Somos los padres de las mejores marcas de tabaco del mundo como el Habano y el Cohiba, una historia de humo que viene de los aborígenes hasta la reconocida Romeo y Julieta, una manera original y artística de unir lo culto a lo popular.
Nos gusta decir: ¡somos los mejores! y en muchos aspectos lo hemos logrado como en el deporte, ejemplo el boxeo, Kid Chocolate, en su tiempo fue declarado el hombre más elegante del mundo, herdero suyo es Teófilo Stevenson igualó en gloria al norteamericano Muhammad Alí. Capablanca, movió las fichas del ajedrez con la picardía de los nacidos en este país e inspiró a figuras de alto nivel en ese deporte. Javier Sotomayor saltó de su pueblo matancero de Limonar a Asturias y se convirtió en Príncipe de las alturas.
Somos inventores, trabajadores, inteligentes, valientes, tenemos facilidad para poner “al mal tiempo buena cara” y convertir la cáscara de una toronja en un rico bistec, el cubano se las sabe todas y en cualquier parte del mundo que llega triunfa.
Así, escribir un libro que pretenda recoger el arte de ser cubano en unas pocas páginas es algo que solo se nos puede ocurrir a nosotros mismos, es una aventura tan difícil como realizar un censo en el país, lo primero es por dónde empezar y a qué dedicarle más espacio.
Más allá del ron, el tabaco, o el café y hasta el deporte, es la música la manifestación artística que más nos ha dado a conocer internacionalmente. Los diferentes ritmos que nacieron en este país le han dado la vuelta al mundo y no precisamente en ochenta días para decir quiénes somos y dejar la simiente de nuestra idiosincrasia hasta en los lugares más remotos. Aunque la literatura cubana no ha corrido la misma suerte de ser universal, sí fue y es un elemento importante en la formación de nuestra nacionalidad y se merece, al igual que otras manifestaciones artísticas, un lugar especial en estas páginas escritas por dos cubanos curiosos: un pintor y una editora, dos poetas que nos ofrecen en un gran lienzo al cubano como artista.
Cuba sigue siendo la tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto y es más hermosa aún que en aquella época en que Cristóbal Colón lo dijo al prendarse de su naturaleza virgen. Ahora tiene un pueblo bello en su mestizaje, su forma de ser y ese arte, que se lleva en la sangre y se transpira auténtico y vigoroso por sus poros.
Mucho podemos decir sobre Cuba y su pueblo, pero en esta ocasión queremos resaltar la vinculación mágica que existe entre el arte que expresa y su singular idiosincrasia, consecuencia de esa mezcla que Don Fernando Ortiz definió como un verdadero y sabroso ajiaco. No se trata solamente del reflejo lógico de un temperamento en la obra artística sino de un modoartístico de concebir la vida. Idiosincrasia y arte en el cubano van más allá de una cualidad y su respuesta tangible o perceptible en lo subjetivo, es en este caso lo mismo.
Cuba, Llave del Golfo, Perla del Caribe, verde caimán flotando alegre y al mismo tiempo vigilante en medio del mar de las Antillas, cuna de un pueblo noble y valiente que ha logrado distinguirse no solo por su dignidad y valor sino también por un arte cautivante y sui géneris en todas sus manifestaciones, escenario ideal para encontrar en cada habitante un artista innato.
Arte y cubanía están estrechamente unidos. Cada cubana y cubano es un ser con esos atributos artísticos aún sin concebirlos, expresa sus sentimientos al crear arte en su obra de vida.
En esta primera parte El arte de ser cubano, brinda una visión generalizada de nuestra idiosincrasia y su reflejo en el arte.
Miraremos esa relación abundando en ejemplos con singularidad artística, donde se manifiesta el carácter y el sentir del cubano, descubriendo lo que planteamos anteriormente.
¡Suculenta proposición!, el plato fuerte de este ajiaco: la impronta de nuestra música, sello indiscutible de la cubanía, que ha enamorado al mundo con sus géneros, creadores e intérpretes a través del tiempo. En esta obra ofrecemos una panorámica documentada del patrimonio musical cubano. Sin más preámbulos, ¡disfrutemos con placer de nosotros mismos y que el Arte nos bendiga!
Hablar de nuestra idiosincrasia es tan fácil como difícil puede ser entenderla, hay que disponerse a escuchar su historia de la misma forma en que se percibe una película al contarla. Es el resultado de una aventura humana y sus protagonistas tuvieron que lidiar con difíciles escollos para lograr sin proponérselo un final feliz. Todo empezó de una manera trágica. Hoy somos un pueblo hecho de diferentes raíces, resultado de una mezcla de individuos con culturas y filosofías desiguales y en condiciones distintas de expresarlas: el aborigen, el español y el africano, fundamentalmente.
La manera de comportarse el español, en sentido general, era despótica y tozuda, por su condición de colonizador. Había algunos frailes, que respondiendo a su fe cristiana, tenían una actitud más tolerante y delicada, sobre todo con los indígenas. Estos a su vez eran ingenuos y dóciles, hasta que comenzaron a sufrir los desmanes de los primeros y no comprender a los segundos, incapaces de imponer cordura y benevolencia. Comenzó entonces un proceso difícil y muy complejo para todos, porque en principio no primó la civilidad sino la barbarie.
Inevitablemente españoles e indígenas se mezclaron y después trajeron a la fuerza a los africanos, que se integraron a esa mezcla. Resultado: el criollo, un producto distinto a ellos, aunque tendría un poco de cada uno. La población indígena, a pesar de su exterminio, dejó su huella, inclusive en la rebeldía, manifiesta en hombres como Hatuey y Guamá. Esos son los ingredientes principales de nuestro ajiaco. Algo así como miel, sal y pimienta, ¿no?
La esencia de nuestro carácter viene de esa mezcla histórica que, al surgir el criollo, se manifiesta como un todo en suma de esa amalgama, pero además adiciona, a medida que avanza como pueblo y al calor de los cambios de un proceso histórico que lo motiva a independizarse del dominio español, un sentimiento rebelde ante la imposición colonial, un sentido de nacionalidad y de pertenencia del lugar donde ha nacido y crecido, que origina inevitablemente lo que llamamos cubanía. Poetas, músicos, pintores, cada uno en su estilo, han aportado además rostros de la conjunción de esas culturas y del devenir del criollo, que es resultado y a la vez punto de partida de nuestra nacionalidad. El carácter del cubano se forja del patriotismo, manifestado también en el arte que resalta su determinación de ser libre y soberano, para crear un nuevo y mejor país.
Las raíces que han nutrido el árbol de la nacionalidad, las que se combinaron de una forma dramática, pero a la postre, alcanzaron a convivir en paz y armonía. Nos han proporcionado un carácter peculiar como pueblo, que ha sido capaz de acrisolarlo para abrirse paso en la vida.
El cubano es jovial y al mismo tiempo rebelde. Consecuencia de una conjunción de cualidades, se nos manifiesta a veces de manera contradictoria, pero depende del motivo y lugar y de otras singularidades. Se puede hacer una lista interminable de esas cualidades encontradas en el cubano, pero lo importante es destacar aquellas que descubrimos en su proyección social. El cubano se expresa de forma espontánea y abierta, porque es muy temperamental. Utiliza un lenguaje popular y una mímica acompañante que refuerza el mensaje. Sus movimientos y gestos, que nos recuerdan la danza y el teatro de pantomimas, intentan llamar la atención y dejar por sentado la importancia que le concede al tema que expone, a veces un sencillo saludo, acompañado de un comentario de cualquier cosa. La gestualidad es abundante y variada, haciéndose posible un catálogo de expresiones típicas que van desde las manos, los brazos, los ojos y casi todo el cuerpo. Esos gestos le dan énfasis a nuestro argumento pero también describen una particular forma de asumirlo. En cualquier caso la gestualidad es el reflejo de nuestro carácter y lo mismo sucede con la manera de hablar.
Hablamos alto y rápido, proyectamos la voz con tanta fuerza que parece que estamos gritando y ciertamente tendemos a gritar, no siempre, pero sí cuando nuestro temperamento encuentra un motivo para sobredimensionar su efecto. Y pudiera interpretarse como falta de educación y en cierto sentido lo sería, si es que se calificara la espontaneidad como algo carente de ética y buenos modales. Lo cierto es que hasta un catedrático puede expresarse en ese tono, en el momento que se le escape lo que lleva en la sangre. Ya esa espontaneidad natural nos particulariza como individuos y como pueblo, desde la cuna hasta la muerte. Es algo que sucede sin proponérnoslo, una cualidad que nos distingue en los mejores y peores momentos. Tal vez sea aporte exclusivo del criollo en su devenir biológico, al tener disponible tantos genes opuestos y no saber qué hacer con ellos. Por eso creemos que el ingrediente principal que aporta el cubano para el mejunje es su arte.
Cuando observamos una obra de teatro, descubrimos muchos de esos gestos y detectamos igualmente que los personajes entonan con fuerza sus parlamentos, los adornan con un acento enérgico y altisonante, sea en broma o en serio. Se dice que se hace para proyectar la voz y que pueda llegar a todas partes, bueno, de todo esto hay un poco en el cubano común y corriente sin tener que hacerlo en un teatro, recordemos los pregones y saludos efusivos de una esquina a la otra de una calle o desde ella a un vecino asomado en su balcón a distancia de varios pisos de altura. Ser cubano resulta una actitud desprovista de convencionalismos, aunque intentáramos ser formales, se nos escapa el impulso de actuar abiertamente, somos tan directos que no nos damos cuenta si somos evaluados de exagerados o inoportunos, estamos simplemente manifestando nuestra forma de ser, que no requiere preámbulos sino disposiciones. Le decimos hermano a un amigo y amigo a un extraño.
Somos al mismo tiempo muy paradójicos y teatrales y no es hipocresía, sino más bien un modo desenfadado y desprejuiciado de asumir nuestra imagen como un modelo fácil de digerir por los demás, aunque muchas veces complejizamos nuestra sencillez, nos parece mejor mezclarla con cierta jovialidad, algo de gracejo y mucha imaginación, para darnos el gusto de ser siempre los anfitriones. Es como llevar a escena nuestros encuentros sociales, sacarlos de un contexto formal y crear una suerte de sketch para propiciar lo informal, que nos suena más auténtico y atractivo. Sin embargo, puede parecer una parodia, una especie de diversión o de juego nuestra manera de ser y creérsenos poco serios, como si estuviéramos haciendo todo el tiempo bufonadas.
Por eso, tal vez gustaba mucho el bufo, modalidad teatral surgida en los tiempos de la colonia, y nos gustan ahora la comedia y los programas humorísticos, porque es donde se manifiesta la manera inconsciente de ser y de actuar del cubano, como un personaje de su propia historia. Independientemente del nivel escolar e intelectual que tenga, uno no abandona totalmente esas formas abiertas y coloquiales de expresarse. Pero no son vulgares o inicuas, no son composturas artificiales y superficiales para impresionar, sino maneras populares, tremendamente sinceras, aunque parezcan lo contrario. Están motivadas por esa espontaneidad y hay una diferencia conceptual entre fingir, aparentar ser otro, con sentirnos dispuestos a conducir el argumento y el tema de nuestros encuentros sociales de esa manera desenfadada, matizada con nuestros gestos y jergas de costumbre. Queremos ilustrar con un ejemplo tan popular como lo es el tema del deporte entre nosotros, característica de singular espontaneidad.
Están jugando pelota (béisbol) Industriales y Santiago de Cuba, equipos insignias de dos importantes provincias, clásicos rivales, seguidos cada uno por un pueblo de incondicionales. En un momento de tensión en el juego comenzamos a notar otra tensión en las gradas, eso es natural en cualquier parte pero, al momento de producirse el clímax de las emociones, afloran los gestos inconscientes, ya sembrados en nuestra proyección como individuos, de júbilo o desaliento y malestar, según quien haya ganado o perdido. Surgen esas expresiones típicas y rimbombantes de orgullo, de choteo hacia el contrario, aparecen mofadas irreverentes, comparaciones y tonadas de una rivalidad grandilocuente y extendida a cualquier otro asunto que no tiene que ver con el juego en sí, como puede ser la virilidad, la inteligencia, etc.
Es como si se continuara compitiendo, pero ahora en el aspecto regionalista, con palabras y aspavientos. Lo regional hizo su daño en los tiempos en que se trataba de generalizar la lucha por emanciparnos, es algo que al extremarse desune y está demostrado que si no limitamos ese orgullo a lo local y lo hacemos extensivo a lo nacional, nos dispersamos. Es bueno amar el terruño pero considerando que es una parte de nuestra país en común y curiosamente, esos que hoy en día siguen aferrados a su procedencia, reaccionan como un solo pueblo cuando se trata de defender a nuestra Patria y eso, sin dudas, lo enseñó la Revolución. En el mismo marco de rivalidad en un juego de pelota entre un equipo nacional y uno de Estados Unidos, por ejemplo, todos esos cubanos, ya sean del Oriente o del extremo opuesto de nuestro caimán, se sienten en primera instancia cubanos. Es un orgullo nacional y ese es mejor.
Aún así, cuando se trata de una porfía regional, se tiene la mesura de no llevar el asunto a un grado de discordia y a un sentimiento de odio, porque hemos aprendido a respetarnos como pueblo y a reconocer nuestros valores. El fanático del equipo ganador, ya sea azul o rojo, que minutos antes mantenía cierta compostura y seguridad en la victoria, se vuelve un ciclón, un volcán de emociones al ganar su equipo. Su pavoneo de ser el mejor, el más capaz, se lo restriega en la cara a los otros supuestamente flojos, memos, como si él hubiese jugado en el terreno. Si por el contrario pierde, se transforma y lo mismo le da por justificarse con argumentos poco objetivos o asegurar que los otros ganaron de casualidad.
No olvidemos que somos temperamentales. Lo vemos no solo en expresiones como estas, también en escritos, sobre todo cuando se refieren a nuestra Patria y la Revolución. El fervor con el que se dicen las cosas, denota una pasión inmensa. Frases famosas como Cuando un pueblo enérgico y viril llora, la injusticia tiembla, estremecen de solo recordarlas. Y es que nuestra reacción es siempre fuerte, espontánea y abierta, lo mismo ante un desenlace deportivo que un momento signado por un hecho doloroso, que nos obliga a sobreponernos y seguir luchando por causas más nobles y justas. Nuestro temperamento no va a los extremos según las circunstancias, está contenido en el punto de reverberación, esperando el instante para hervir, es eso.
Esa reacción nos ha caracterizado siempre. No somos un pueblo que se desalienta aunque caigan raíles de punta. Amenazas como la Crisis de Octubre en 1962, que podía haber desatado una Tercera Guerra Mundial, no nos quitó el sueño. Le lanzábamos trompetillas a los barcos de guerra norteamericanos que atrevidamente se dejaron ver en el horizonte y no era, como decimos nosotros, guapería barata o alarde. Estábamos dispuestos a lo que fuera y en gran medida fue y es por nuestra idiosincrasia.
Y como también somos burlones, nos gusta el choteo, instaurábamos consignas y congas con letras desafiantes que ridiculizaban al enemigos.
Y todas esas cualidades se han manifestado en nuestras obras. Es decir que nuestra idiosincrasia se expresa de manera artística, es capaz de motivarse en la música, la literatura, el cine, el teatro, en cualquier modalidad del arte, con el ímpetu de su carácter.
Tiene también de dulzura como el sabor de la caña, alegría como el canto del sinsonte, sensualidad como los contornos oscilantes del agua. Es diáfano, amistoso, retador, ocurrente. No se limita ni se encierra, es un carácter libre. Un cubano puro y sencillo es como un personaje de teatro, un fauno de la poesía, un mago de la pintura, bailador en el andar y diletante sin fueros. Su temperamento le incita a decir alto y fuerte lo que piensa o siente, a romper la tranquilidad con giros de manos y abriendo los ojos para indicar lo tremendo que es el asunto. Alardea de su sencillez, sin embargo, se ruboriza cuando reconocen sus valores.
El famoso antropólogo cubano Don Fernando Ortiz, considerado el tercer descubridor de Cuba por sus profundas investigaciones, aportó el concepto de transculturación, formadora de la nacionalidad cubana. Sin lugar a dudas esa relación entre una cultura y otra, que en su proceso de transición contribuyen a crear una nueva y distinta, caracteriza al criollo como un individuo excepcional. Y en ese proceso se fueron produciendo, por las circunstancias históricas, diferentes acciones modificadoras y evolutivas de sus esencias, que propiciaron el advenimiento de un nuevo sujeto en condiciones adversas.
Por ejemplo: los esclavos que provenían de África, practicaban en sus países, antes de ser traídos por la fuerza a Cuba, determinados cultos a modo de ceremonias con el objetivo de garantizar una buena siembra y cosecha que les permitiera prosperar, dadas las dificultades naturales en cuanto a sequías y otras limitaciones de su naturaleza. También se procuraban una buena salud y la procreación sin riesgos por medio de estos rituales, con el fin de mantener la comunidad y su desarrollo seguro. Sin embargo, al ser tratados como esclavos, esos rituales se dirigieron más bien a la protección y la adivinación, que podrían asegurar su sobrevivencia.