El camino de Chuang Tzu - Thomas Merton - E-Book

El camino de Chuang Tzu E-Book

Thomas Merton

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Beschreibung

Estas lecturas de Chuang Tzu, advierte Thomas Merton al lector, son el resultado de años de estudio, anotación y meditación. Las notas acabaron siendo imitaciones libres de los pasajes que llamaron especialmente la atención del monje y poeta. Son "aventuras de interpretación personal y espiritual", una "intuitiva aproximación a un pensador que es a la vez sutil, entretenido, provocativo y no fácil de captar". Lejos de cualquier intención apologética, Merton quiere trasladar el temperamento filosófico de Chuang Tzu, que se caracteriza por su intento singular de penetrar el corazón de las cosas. Una aprehensión de la realidad que se ofrece en forma de meditaciones y poemas, de historietas, fábulas y anécdotas que, teñidos de humor y de ironía, constituyen una antología del pensamiento que corría por los círculos taoístas en los siglos IV y III antes de Cristo. Pero el camino que aquí se muestra, misterioso por su misma sencillez, es propio de una mentalidad que se encuentra en todas partes: un gusto por la humildad, la no afirmación de sí mismo y el silencio. No busca ninguna salida. Como escribe Merton: "Chuang Tzu habría estado de acuerdo con san Juan de la Cruz en que se entra por ese camino cuando se abandona todocamino y, en cierto modo, se pierde uno". "Una deliciosa variación sobre el más grande de los escritores taoístas". (El País) "Una obra imprescindible para conocer el pensamiento taoísta original, así como para profundizar en esta doctrina religiosa". (Ecos de Asia) "En este libro se dan la mano dos pensadores a los que separan milenios pero que están unidos por un mismo sendero que lleva a la comprensión de la realidad: como nexo entre y hacia la trascendencia". (Filosofía & Co.) "Una introducción admirable a esta fuente poco conocida pero importante del taoísmo". (Alan Watts, The New York Times)

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El camino de Chuang Tzu

Thomas Merton

Traducción de José Coronel Urtecho

PLIEGOS DE ORIENTE

Título original: The Way of Chuang Tzu

© Editorial Trotta, S.A., 2020

www.trotta.es

© The Abbey of Gethsemani, 1965

© José Coronel Urtecho, traducción, 2020

Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

ISBN (e-pub): 978-84-9879-971-2

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A John C. H. Wusin cuyo estímulono me habría atrevido a esto

CONTENIDO

Advertencia al lector

Estudio sobre Chuang Tzu

VERSIONES DEL LIBRO DE CHUANG TZU

El árbol inservible

El sombrerero y el buen gobernante

El respirar de la naturaleza

El gran saber

El eje

Las tres de la mañana

Destazando un novillo

El hombre sin un pie y el faisán de pantano

El ayuno del corazón

Los tres amigos

La vela de Lao Tzu

Confucio y el loco

El hombre verdadero

Metamorfosis

El hombre nace en el Tao

Dos reyes y no-forma

Hacer saltar la caja de seguridad

Dejar en paz

El hombre real

Qué profundo es el Tao

La perla perdida

En mi fin está mi principio

Cuando la vida estaba en su plenitud, no había historia

Cuando a un hombre muy feo

Los cinco enemigos

Acción y no-acción

El duque Hwan y el carrero

Las crecidas del otoño

Lo grande y lo pequeño

El hombre del Tao

La tortuga

El búho y el Fénix

La alegría de los peces

La perfecta alegría

Sinfonía para un pájaro del mar

Integridad

La necesidad de ganar

Los puercos sacrificiales

El gallo de pelea

El tallador

Cuando el zapato queda bien

El bote vacío

La huida de Lin Hui

Cuando Saber fue al norte

La importancia de ser desdentado

¿Dónde esta el Tao?

Luz de Estrella y No-Ser

Keng Sang Chu

El discípulo de Keng

La torre del espíritu

La ley interior

Excusas

Consejos al príncipe

La vida activa

La Montaña del Mono

La buena suerte

Huyendo de la benevolencia

El Tao

Lo inútil

Medios y fines

Huyendo de su sombra

El funeral de Chuang Tzu

Glosario

Bibliografía

ADVERTENCIA AL LECTOR

El especial carácter de este libro exige una explicación. Los textos de Chuang Tzu* aquí reunidos son el resultado de cinco años de lectura, estudio, anotación y meditación. Las notas han adquirido con el tiempo su propia forma y han terminado siendo como quien dice, «imitaciones», o mejor dicho, libres lecturas interpretativas de los pasajes característicos que me han llamado especialmente la atención. Estas «lecturas» a mi manera, son el producto de una comparación de cuatro de las mejores traducciones de Chuang Tzu en lenguas occidentales, dos en inglés, una en francés y otra en alemán. Leyéndolas encontré diferencias muy notorias y pronto me di cuenta de que todos los que han traducido a Chuang Tzu han tenido que hacer bastantes conjeturas. Estas reflejan no solamente el grado de su conocimiento del chino, sino también su propia comprensión del misterioso «camino» descrito por un Maestro que escribió en Asia hace aproximadamente dos mil quinientos años. Como solo conozco unos pocos caracteres chinos, es evidente que yo no soy un traductor. Estas «lecturas» no son por consiguiente intentos de fiel reproducción, sino aventuras de interpretación personal y espiritual. Inevitablemente, cualquier versión de Chuang Tzu tiene que ser muy personal. Aunque en lo referente a erudición, ni siquiera soy un enano sobre los hombros de esos cuatro gigantes, y aunque no todas mis versiones puedan calificarse como «poesía», creo que cierto tipo de lector disfrutará de mi intuitiva aproximación a un pensador que es a la vez sutil, entretenido, provocativo y no fácil de captar. Esto lo creo, no con fe ciega, sino porque los que han leído mi manuscrito lo han encontrado de su gusto y me han estimulado a publicarlo. De modo que aunque no creo que este libro merezca censura, si alguien desea ser desagradable respecto a él, puede culpar, a la par mía, a mis amigos, especialmente al doctor John Wu, mi principal animador y cómplice, cuya asistencia me ha sido de muchas maneras utilísima. Vamos juntos en esto. Y podría también añadir que escribir este libro me ha dado más gusto que ningún otro de los que recuerdo. Así es que me confieso pertinaz impenitente. Mis tratos con Chuang Tzu me han sido de lo más satisfactorios.

John tiene la teoría de que en «alguna vida anterior» fui un monje chino. Yo no sé nada de eso y, por supuesto, me apresuro a tranquilizarlos a todos asegurándoles que no creo en la reencarnación (como tampoco él). Pero sí he sido monje cristiano casi veinticinco años, y con el tiempo, así se llega inevitablemente a ver la vida desde un punto de vista que ha sido común entre los solitarios y reclusos de todas las épocas y culturas. Podemos discutir sobre la tesis de que todo monacato, cristiano o no cristiano, esencialmente es uno. Yo creo que el monacato cristiano tiene evidentes características propias. Sin embargo, hay un modo de ver común a todos los que han resuelto poner en cuestión el valor de una vida enteramente sometida a arbitrarias proposiciones seculares, dictada por convencionalismos sociales y dedicada a buscar satisfacciones personales que quizá no son más que un espejismo. Cualquiera que sea el valor de la vida en el mundo, han existido en todas las culturas personas que aseguraban haber hallado en la soledad algo que preferían a todo lo demás.

San Agustín hizo una vez una afirmación algo atrevida (que matizó más tarde), diciendo: «Lo que se llama religión cristiana existió entre los antiguos y no ha dejado de existir desde el principio del género humano hasta la encarnación de Cristo» (De vera religione, 10). Sería desde luego una exageración llamar «cristiano» a Chuang Tzu y no es mi intención perder tiempo en especular sobre posibles rudimentos de teología que se podrían descubrir en sus misteriosas declaraciones sobre el Tao.

Este libro no intenta probar nada, ni convencer a nadie de algo que ya desde antes no tenga por cierto. En otras palabras, no es una nueva sutileza apologética (como tampoco un acto de prestidigitación jesuítica) en que por arte de magia se sacarán conejos cristianos de un sombrero taoísta.

Simplemente me gusta Chuang Tzu por ser lo que es y no siento ninguna necesidad de justificar esta afición ni ante mí mismo ni ante nadie. Es demasiado grande para necesitar de mis excusas. Si san Agustín podía leer a Plotino y si santo Tomás podía leer a Aristóteles y Averroes (ambos sin duda mucho más distantes del cristianismo que Chuang Tzu) y si Teilhard de Chardin podía hacer uso abundante de Marx y Engels en su síntesis, me parece que puedo ser perdonado por congeniar con un solitario chino que comparte el clima y la paz de mi propia forma de soledad y que es mi tipo de persona.

Su temperamento filosófico es a mi parecer profundamente original y sano. Puede ser, por supuesto, malentendido. Pero es básicamente sencillo y directo. Como sucede siempre con el mejor pensamiento filosófico, trata de penetrar inmediatamente al corazón de las cosas.

Chuang Tzu no se interesa en palabras y fórmulas acerca de la realidad, sino en la aprehensión directa de la misma realidad. Tal aprehensión es necesariamente oscura y se presta al análisis abstracto. Puede ser presentada en una parábola, una fábula, una divertida anécdota sobre una conversación entre un par de filósofos. No todas las historietas son necesariamente del propio Chuang Tzu. En realidad algunas son sobre él. Su libro es una compilación en la que algunos capítulos son casi seguramente del propio Maestro, pero muchos otros, especialmente los más tardíos, se deben a sus discípulos. En su totalidad el libro de Chuang Tzu es una antología del pensamiento, el humor, los chismes y la ironía que corrían en los círculos taoístas de la mejor época, los siglos IV y III a. C. Pero el conjunto de la enseñanza, el «camino» contenido en estas anécdotas, poemas y meditaciones es el característico de cierta mentalidad que se encuentra en todas partes del mundo, cierto gusto por la sencillez, la humildad, la no afirmación de sí mismo, el silencio y en general el rehusar tomar en serio la agresividad, la ambición, el empuje y la autoimportancia que hay que desplegar para avanzar en la sociedad. Este otro, en cambio, es un «camino» que prefiere no llegar a ninguna parte en este mundo y ni siquiera en el terreno de algún supuesto logro espiritual. El libro de la Biblia que más se parece a los clásicos taoístas es el Eclesiastés. Pero también hay mucho en la enseñanza de los evangelios sobre la simplicidad, la infancia espiritual y la humildad que corresponde a las aspiraciones más profundas del libro de Chuang Tzu y del Tao Te Ching. John Wu lo ha hecho notar en un notable ensayo sobre santa Teresa de Liseux y el taoísmo, próximo a publicarse en un libro, junto con su estudio sobre Chuang Tzu. El Eclesiastés es un libro de la tierra, y la ética del Evangelio es una ética de la revelación hecha en la tierra por un Dios encarnado. El «caminito» de Teresa de Lisieux es una explícita renuncia a toda espiritualidad exaltada y desencarnada que divida al hombre contra sí mismo, una mitad en el ámbito de los ángeles y otra mitad en un infierno terrestre. Para Chuang Tzu, como para el Evangelio, perder uno su vida es salvarla y pretender salvarla para uno mismo es perderla. Hay una afirmación del mundo que es solo ruina y pérdida. Hay una renunciación del mundo que encuentra al hombre y lo salva en su propia casa, que es el mundo de Dios. En todo caso, el «camino» de Chuang Tzu es misterioso porque es tan sencillo que bien puede desenvolverse sin ser ni siquiera camino. Mucho menos «camino de salida». Chuang Tzu habría estado de acuerdo con san Juan de la Cruz en que se entra por ese camino cuando se abandona todo camino y, en cierto modo, se pierde uno.

Abadía de GetsemaníPentecostés, 1965

*Chuang Tzu, Lao Tse, Mo Ti, Hui Tzu… son las transcripciones fonéticas en el antiguo sistema de romanización del chino mandarín, que hemos decidido respetar siguiendo la traducción de José Coronel Urtecho. Su equivalente en el sistema actual (pinyin) es Zhuang zi, Lao zi, Mo zi, Hui zi… (N. del. E.).

ESTUDIO SOBRE CHUANG TZU

La época clásica de la filosofía china abarca más o menos trescientos años, del 550 al 250 a. C. Chuang Tzu, el más grande de los escritores taoístas cuya existencia histórica puede verificarse (no podemos estar ciertos de la de Lao Tzu), vivió a finales de esa época, y en realidad el último capítulo del libro de Chuang Tzu (XXXIII) es una perspicaz e informativa historia de la filosofía china hasta ese tiempo, el primer documento de su clase, al menos en Oriente.

El humor, la sofisticación, el genio literario y la penetración filosófica de Chuang Tzu, son evidentes para cualquiera que examine su obra. Pero para poder siquiera empezar a entender la sutileza de Chuang Tzu, hay que situarlo en su contexto histórico y cultural. Esto quiere decir que es necesario verlo sobre el fondo del confucianismo que él no dudaba en ridiculizar, junto con todas las demás escuelas, serias y reconocidas, del pensamiento chino, desde la de Mo Ti a la del contemporáneo, amigo y constante oponente de Chuang Tzu, el lógico Hui Tzu. Hay que verle también en relación con lo que le siguió, porque sería un gran error confundir el taoísmo de Chuang Tzu con la popular y decadente amalgama de superstición, alquimia, magia y culto de la salud en que más tarde se convirtió el taoísmo.

Los verdaderos herederos del pensamiento y el espíritu de Chuang Tzu son los budistas zen chinos de la época T’ang (siglos VII y X). Pero Chuang Tzu siguió ejerciendo influencia en el pensamiento culto de China, ya que nunca dejó de ser reconocido como uno de los grandes pensadores y escritores de la época clásica. El taoísmo sutil, sofisticado, místico de Chuang Tzu y Lao Tzu ha dejado su sello indeleble en toda la cultura china y aun en el mismo carácter chino. Nunca han faltado autoridades como Daisetz T. Suzuki, el filósofo zen japonés, para quienes Chuang Tzu es ciertamente el mayor de los filósofos chinos. No se discute que el estilo de pensamiento y de cultura representado por Chuang Tzu fue lo que transformó el budismo altamente especulativo de la India en el tipo de budismo totalmente práctico, iconoclasta y lleno de humor que florecería en China y Japón en las diversas escuelas zen. El zen arroja luz sobre Chuang Tzu y Chuang Tzu sobre el zen.

Debemos, sin embargo, estar en guardia. La referencia al zen, que naturalmente viene a cuenta en este tiempo en que el zen goza aún de cierta popularidad en el mundo occidental, lo mismo puede ser una guía esclarecedora que un tópico despistante. No faltan lectores occidentales que en una forma u otra han tenido noticia del zen y aun han gustado su sabor con la punta de la lengua. Pero probarlo es una cosa y otra ingerirlo, especialmente cuando, habiéndolo solo gustado, nos apresuramos a identificar lo probado con otra cosa que nos parezca semejante.

La moda del zen en ciertos círculos occidentales encaja bien en el confuso diseño de revolución y renovación espiritual. Representa cierta comprensible insatisfacción con los sistemas espirituales, convencionales y con el formalismo ético y religioso. Es un síntoma de la desesperada necesidad en que se encuentra el hombre occidental de recobrar la espontaneidad y la profundidad en un mundo que su habilidad tecnológica ha vuelto rígido, artificial y espiritualmente vacío. Pero asociado a la necesidad de recobrar la auténtica experiencia sensible, el zen occidental ha terminado por identificarse con un espíritu de improvisación y experimentación, con una especie de anarquía moral que olvida qué rigurosa disciplina moral y cuánta severidad de costumbres tradicionales presuponen el zen de China y de Japón. Así también ocurre con Chuang Tzu. Hoy puede fácilmente ser leído como si predicara un evangelio de licencia y descontrol. Chuang Tzu mismo sería el primero en declarar que no es posible decir a todos que hagan lo que quieran, cuando ni siquiera saben qué es lo que quieren. Pero además debemos considerar que si es verdad que hay una cierta modalidad escéptica y pegada al suelo en la crítica de Chuang Tzu al confucianismo, la filosofía del propio Chuang Tzu es esencialmente religiosa y mística. Está integrada en el contexto de una sociedad en la que todo aspecto de la vida era visto en relación a lo sagrado.

No es mucho el riesgo de confundir a Chuang Tzu con Confucio o Mencio, pero hay quizá mayor dificultad para distinguirlo a primera vista de los sofistas y hedonistas de su tiempo. Por ejemplo, Yang Chu se asemeja a Chuang Tzu en su alabanza de la reclusión y su desprecio de la política. Sienta las bases de una filosofía de evasión, francamente egoísta, sobre el principio de que cuanto más grande y más valioso sea el árbol, más probable que lo derribe el huracán o el hacha del leñador.