El cementerio chino de La Habana - Teresita Labarca Delgado - E-Book

El cementerio chino de La Habana E-Book

Teresita Labarca Delgado

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Beschreibung

Llenas de interesante información, ritos e imágenes sorprendentes, estas líneas reclaman atención sobre el enigmático mundo del Cementerio Chino de La Habana, con más de un siglo de historia y monumento nacional, además de dar a conocer que hay un "changó" chino. Que ciertamente existió un hábil médico chino, cuyos restos quizás reposen en ese cementerio. Y que la primera Constitución republicana le reconoció a un chino, que aquí descansa, el derecho de ser presidente del país, debido a sus servicios a la causa independentista

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Seitenzahl: 82

Veröffentlichungsjahr: 2019

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Edición, diseño interior y composición: Pilar Sa

Tratamiento de imágenes: Oleida Cisnero

Corrección: Teresita Labarca y Gladys Hernández

Diseño de cubierta: Carlos Javier Solis

Conversión a e-book: Pilar Sa

© Teresita de los Reyes Labarca Delgado, 2017

© Sobre la presente edición:

Editorial de Ciencias Sociales, 2018

ISBN: 978-959-06-2039-3

Estimado lector, le estaremos muy agradecidos si nos hace llegar su opinión, por escrito, acerca de este libro y de nuestras ediciones.

INSTITUTO CUBANO DEL LIBRO

Editorial de Ciencias Sociales

Table of Contents
Prólogo
Introducción
I. De lugar ajeno a lugar propio
II. Tribulaciones
III. Monumento Nacional
IV. Panorama visual
V. El ritual y lo curioso
San Fan Con
Vegetación
Chapa metálica
El milagroso
Coro de ángeles
Amor conyugal
VI. Vida y Muerte
Directivos del Casino
Vicente Ajan
Federico Chi Casio (Zhu Jia Zhao)
Julio Su Leng (Su Zi Lu)
Alfonso Chao Chiu (Zhou Yifel)
Mambises
José Bu Tack (Hu-Dé)
Juan Chao Sen (Zhou-Yúnting)
Médicos
Armando Seuc Chiu
Chinos y descendienes
Luis Li
Rufino Alay Chang
Héctor Fung Chang
Fermín Hui Ley
Julian Piu (Fong Piu)
Manuel Chiang Ortiz
Epílogo
Anexos
Anexo 1
Anexo 2
Anexo 3
Anexo 4
Anexo 5
Anexo 6
El Heredero
Bibliografía
Fuentes Orales
Datos de la autora

Agradecimientos

A todos los que con la palabra y el gesto dieron luz y fuerza a este proyecto

Dedicatoria

A mi madre, Andrea Avelina Delgado

Prólogo

El cementerio chino de La Habana es un libro largamente esperado. Muy necesario para compendiar los estudios acerca de la presencia y legado histórico de las importantes inmigraciones chinas a Cuba, sus expresiones sobresalientes y su impacto en la sociedad de acogida, a lo largo de los tiempos. Con infinito placer saludo la llegada de esta obra a las bibliotecas cubanas y al público lector que puebla la isla, siempre ávido de conocimientos.

Las primeras oleadas migratorias chinas sentaron, a partir de la segunda mitad del siglo xix, las bases para el establecimiento y desarrollo de una comunidad inmigrante que, con el tiempo, llegaría a ser la mayor de su tipo en América Latina. La inserción del grupo étnico estuvo sujeta a un difícil proceso de conciliación del contexto sociocultural cubano, con sus concepciones e idiosincrasia particular.

La historia social de Cuba y los cada vez más importantes estudios de la antropología social, necesitan de la inclusión de los chinos; la cultura nacional no está completa sin su imbricación como componente étnico consustancial a lo cubano. La obra de Teresita Labarca viene a llenar un espacio necesario en la historia de la comunidad china en la isla y, por lo sensible del tema, constituye uno de los más importantes aspectos a tener en cuenta, toda vez que nos introduce en el modo de pensar y sentir de esa cultura milenaria transpolada al occidente y hasta cierto punto, obligada a adaptar sus costumbres milenarias a nuevas y diferentes condiciones.

Pese a todas las dificultades, esta naciente comunidad logró reproducir parte de sus valores y nociones a través del asociacionismo, baluarte de todo el complejo de manifestaciones culturales y tradicionales de este grupo. Precisamente, la institucionalización en 1893 de una sociedad, dirigida a integrar y defender los intereses de todos los chinos residentes en el país, el Casino Chung Wah, estuvo muy vinculada al logro de lo que por muchos años había sido una demanda de la comunidad china: un lugar donde realizar sus enterramientos.

La autora, acuciosa investigadora e incansable batalladora por la conservación de nuestro patrimonio cultural, fungió por años como especialista dentro del perímetro del Cementerio Chino de La Habana, lo que le valió conocer y profundizar en aspectos hasta ahora ignotos, sumergidos en lo versionado de las leyendas trasmitidas de generación en generación, pero que no habían encontrado la sistematicidad de la investigación y el método histórico lógico para realizarlo. En ello radica uno de los grandes méritos del libro, que compone y desentraña la historia del cementerio chino de La Habana.

Contentivo de seis capítulos, bien estructurados y aderezado con anexos imprescindibles, la autora brinda, con un lenguaje técnico a la par que fluido, cuidadoso y audaz, una obra que sin dudas, enriquecerá la historiografía de la isla acerca del componente chino en la nacionalidad cubana.

Loable el empeño de la autora. Los estudios acerca del paso y el accionar de los chinos en Cuba cada día exigen mayor precisión y rigor, algo que sobresale y destaca en la investigadora. Nuestra cultura clama por aquellos que como Labarca, dedican su tiempo a desentrañar aristas del pasado e intentan construir el presente a partir de ellas, al avizorar el futuro con ojo juicioso de cientista social de nuestra época.

María Teresa Montes de Oca Choy

Doctora, profesora titular consultante de Historia de Asia, Universidad de La Habana.

Presidenta de la Catedra de estudios sobre la Inmigración y la presencia china en Cuba, Casa de altos Estudios Fernando Ortiz, Universidad de La Habana,

Habana, julio de 2017

Introducción

Los cementerios, espacios donde se pierde nuestro ser físico, donde emanan la pena y el dolor de los que sobrevivimos por un tiempo más, son también expresión de diversos saberes no reconocidos, porque en muchas ocasiones se dimensiona la función necrológica.

Varios investigadores e historiadores tratan en sus estudios el surgimiento y desarrollo de los sitios funera­rios, algunos desaparecidos por el cese de sus funciones y otros afectados por la incomprensión de entidades jurídicas y naturales. Hurgar en la historia de los cementerios nos remite al pensamiento ético, estético, económico, legal y a otras aristas de la vida en distintas épocas. Tal sentido se evidencia en el Cementerio Chino de La Habana, que comenzó sus funciones en 1893 y al que tras difíciles cien años se le otorgó la condición de Monumento Nacional.

Los claros orígenes del cementerio a finales del siglo xix, su favorable crecimiento en las primeras décadas del siglo xx y, la marcada decadencia al concluir ese siglo, no han impedido la mirada acuciosa a este lugar sereno e incógnito en la céntrica avenida 26 de la capital cubana.

Cuando en 1996 se le otorgó la condición de Monumento Nacional, el expediente descriptivo valoró la impronta de los chinos en el decursar de la nación ­cubana los esfuerzos por mantener sus costumbres de nación desde su arribo a Cuba en 1847, y cómo se adaptaron a las nuevas circunstancias aportando poco a poco sus saberes hasta convertirse ellos mismos y su descendencia en aspiración y concreción cubana.

Todo ello está implícito en este acercamiento al camposanto chino, la lectura de sus elementos visuales, curiosidades, personalidades inhumadas, y otros aspectos reflejados en textos diversos, más las experiencias de ejercicios personales y de fuentes orales polémicas, controvertidas pero que contribuyeron en este intento de compilar y reflexionar sobre un cementerio en puja con el tiempo.

I. De lugar ajeno a lugar propio

Desprecio tu oro transmutación de Sangre y de sudores de culies…1

1 Todos los epígrafes de este libro provienen del poema “El Heredero”, de la Antologia Poética de Regino Pedroso. Ver el texto completo en el anexo 6.

Las largas y complicadas travesías que podían alcanzar los 150 días, traían a las Américas a los emigrantes de la nación china, la necesidad, la huida y el engaño los situaron en la otra parte del mundo, con nuevos y difíciles derroteros para sus vidas y para su muerte.

En el sexto mes del año 1847 entraba a puerto habanero el barco Oquendo, de bandera española, con los primeros culíes o colonos chinos a Cuba, quienes habían sido contratados con engaños, raptados en las costas y en los canales del delta del río Cantón por piratas a sueldo.

En el municipio de Regla, colindante a la iglesia de la virgen, justo en la barraca donde los ubicaron, una placa promovida por el historiador de la localidad marca este acontecimiento.

Habían transcurrido más de ciento veinticinco días desde su partida en el puerto de Amoy. El tránsito se hacía en condiciones severas. En las fragatas se tomaban medidas como la utilización de mamparas de roble, con espesor a pruebas de balas; garitas blindadas; pesadas rejas en las escotillas y frente a ellas, cañones con metralla.

En este municipio se ubicaron también los primeros enterramientos. Resulta conveniente señalar aquí la diferencia entre el sitio que por decisión espontánea y perentoria de un grupo, recibe los ­cuerpos sin vida y el espacio proyectado, reglamentado de forma oficial y gubernamental como cementerio, camposanto u otras denominaciones afines con la muerte.

Entrada la década del 50 del siglo xix las condiciones laborales impuestas a los frágiles físicos de los colonos, las estadías en las cárceles donde muchos fueron a parar, los suicidios que como acto de rebeldía practicaban, más la insalubridad que afectaba La Habana, diezmaron el grupo étnico chino. Con cuánto espanto habrán sobrevivido los unos a los otros. ¿Cuál escueto ritual habrán practicado para el que partía?, quizás hacían viajar el espíritu a su lejano país natal, pero aquí sus cuerpos fueron sepultados sin piedad.

Entre las calles G y H (hoy círculo deportivo José Martí, en El Vedado) donde los ingleses habían sido autorizados a establecer un camposanto, estuvo uno de los lugares utilizados para depositar los cadáveres de los chinos. También la parte trasera del cementerio Espada (situado en San Lázaro, entre las calles Vapor y Príncipe) donde la roca caliza hacía difícil el enterramiento y pronto afloraban los cuerpos a expensas de cualquier depredador.

Numerosas inhumaciones se realizaron en el Cementerio San Antonio Chiquito, área inicial de la actual Necrópolis Cristóbal Colón. En el censo realizado por Edith Monterde, en el archivo de esa necrópolis, en los libros de enterramiento de blancos entre 1868 y 1878, se registran 2 244 asiáticos (la mayoría, chinos de Cantón) inhumados en el tramo de limosna, zona de epidemiados y no católicos (ver plano en el anexo 5). Todas estas expresiones denotan el estigma y la agonía de su fin.