El ejército de Vox - Luis Gonzalo Segura - E-Book

El ejército de Vox E-Book

Luis Gonzalo Segura

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Beschreibung

Las elecciones del 28 de abril de 2019, y su extensión del 10 de noviembre, pasarán a la historia de España por haber confirmado la presencia parlamentaria de la extrema derecha, pero, además, han permitido establecer por primera vez una relación clara, directa e irrefutable con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado: así lo demuestran la ubicación de bases, comandancias y viviendas militares, y los resultados electorales de Vox en dichos emplazamientos, por encima de los obtenidos en el entorno. No es que hasta ese momento no hubiera indicios al respecto, pero, aun vistos en su conjunto, podían ser rechazados por causales por aquellos que, desde políticos hasta periodistas, pasando por académicos o intelectuales, niegan y han negado una y otra vez tal obviedad. Se ha sido muy renuente a aceptar que existiera una vinculación entre la extrema derecha y las Fuerzas Armadas. Desde las elecciones de 2019, desde la publicación de este libro, será imposible negarlo.

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Foca / Investigación / 175

Luis Gonzalo Segura

El Ejército de Vox

Las elecciones del 28 de abril de 2019, y su extensión del 10 de noviembre, pasarán a la historia de España por haber confirmado la presencia parlamentaria de la extrema derecha, pero, además, han permitido establecer por primera vez una relación clara, directa e irrefutable con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado: así lo demuestran la ubicación de bases, comandancias y viviendas militares, y los resultados electorales de Vox en dichos emplazamientos, por encima de los obtenidos en el entorno.

No es que hasta ese momento no hubiera indicios al respecto, pero, aun vistos en su conjunto, podían ser rechazados por casuales por aquellos que, desde políticos hasta periodistas, pasando por académicos o intelectuales, niegan y han negado una y otra vez tal obviedad.

Se ha sido muy renuente a aceptar que existiera una vinculación entre la extrema derecha y las Fuerzas Armadas. Desde las elecciones de 2019, desde la publicación de este libro, será imposible negarlo.

Luis Gonzalo Segura exteniente de las Fuerzas Armadas españolas, de las que fue expulsado en junio de 2015 por denunciar públicamente corrupción, abusos, acosos y privilegios anacrónicos. Colabora de forma habitual con Russia Today y la revista El Jueves, medios en los que cuenta con sección propia. Es autor de El libro negro del Ejército español (2017) y En la guarida de la bestia (2019), así como de las novelas Un paso al frente (2014) y Código rojo (2015).

Diseño de portada

RAG

Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

Nota editorial:

Para la correcta visualización de este ebook se recomienda no cambiar la tipografía original.

Nota a la edición digital:

Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

© Luis Gonzalo Segura, 2020

© Ediciones Akal, S. A., 2020

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.akal.com

ISBN: 978-84-16842-53-7

NOTA ACLARATORIA

Se hace necesario aclarar dos aspectos con respecto al trabajo desarrollado en el presente trabajo en cuanto a la elección de la sección censal como unidad de trabajo y a la elección de los emplazamientos militares.

En primer lugar, con respecto a la sección electoral como unidad básica para comprobar la influencia de los emplazamientos militares, se la ha seleccionado porque, tal como indica el punto 2 del artículo 23 de la Ley Orgánica 5/1985, de 19 de junio, del régimen electoral general, «Cada Sección incluye un máximo de dos mil electores y un mínimo de quinientos. Cada término municipal cuenta al menos con una Sección». Debido a ello, es la sección electoral el espacio en el que con más claridad puede percibirse la influencia del voto de los distintos emplazamientos militares, porque en el caso de entidades electorales superiores este efecto quedaría claramente diluido.

En segundo lugar, en cuanto a los emplazamientos militares, con la intención de seleccionar aquellos de mayor tamaño y que las unidades elegidas representaran el mayor porcentaje posible, siem­pre y cuando su tamaño no fuera tan pequeño como para que su influencia quedara diluida en la sección electoral, se preguntó al Ministerio de Defensa en el Portal de Transparencia el 7 de agosto de 2019 a las 11:34:41 (Solicitud 001-036406) sobre «la distribución geográfica de los militares en España, de tal manera que se especifique las BAE existentes, su localización geográfica (localidad y provincia) y el número de militares que trabajan en ellas». La respuesta llegó tarde y mal: el 4 de diciembre de 2019, cuando el trabajo ya se encontraba en la recta final, cuatro meses después de la solicitud realizada, contestaba el jefe de Estado Mayor Conjunto de la Defensa, D. Francisco Javier Fernández González-Huix, denegando dicha información por entender que la misma podría ocasionar un perjuicio para la seguridad nacional y para la defensa. Se anexaba, eso sí, una tabla con todos los emplazamientos militares del Ejército de Tierra, la Guardia Real y el Órgano Central, no así la Armada o el Ejército del Aire[1]. La primera informaba sólo del total de emplazamientos militares por provincia y el segundo direc­tamente anexaba un enlace web. Sorprende dicha denegación por muchas cuestiones, entre ellas militares, en las que no voy a entrar porque no es el objetivo de este trabajo, pero lo cierto es que esta respuesta –tardía, opaca y malintencionada por de quien provenía– condicionó sobremanera la selección de los mencionados emplaza­mientos militares. Esta selección se ha hecho, por tanto, en función de los conocimientos del autor –que no son escasos en la materia, por cuanto, siendo militar, realicé un inventario del material informático del Ejército de Tierra– y, aunque no existen datos para demostrarlo, con toda seguridad ha quedado incluido más del 50 por 100 del personal militar y, salvo algún error puntual, se han analizado los emplazamientos militares de mayor tamaño. Queda, pues, una posterior revisión de este trabajo cuando el Ministerio de Defensa tenga a bien ofrecer la información solicitada, ampliación y revisión cuyas modificaciones serán mínimas respecto a los datos analizados e in­significantes en cuanto a las conclusiones derivadas. Al menos, los españoles podrán dormir tranquilos sabiendo que dichos datos no han sido revelados y, por tanto, no se ha visto afectada su seguridad nacional ni la defensa de España: Portugal, Andorra, Francia y Marruecos deberán esperar a otra ocasión para invadir nuestro glorioso país. Gracias, Defensa, y gracias, Estado Mayor Conjunto para la Defensa, por vuestra opacidad, nunca será suficientemente recompensada por los sufridos españoles. En fin…

Tras analizar la susodicha respuesta ministerial, el Ejército de Tierra declara la existencia de 243 emplazamientos militares; la Armada reconoce un total de 39, sin denominar; el Ejército del Aire, que ni siquiera se molestó en contestar con una tabla y envió un enlace, constata un total de 80 unidades, las cuales están necesariamente localizadas en un número menor de emplazamientos militares, puesto que lo habitual es que varias unidades, incluso en ocasiones de varios ejércitos, compartan una BAE (Base, Acuartelamiento o Emplazamiento); la Guardia Real declara dos unidades con nombre y ubicación; el EMAD, un total de tres, también con nombre y ubicación, y el Órgano Central, 92 emplazamientos con nombre y ubicación.

Si tenemos en cuenta que no se han analizado los emplazamientos militares ubicados en Ceuta y Melilla porque existe una particularidad en el ámbito electoral que lo impide, debido a la concentración de las viviendas y a la segregación del voto, ello nos llevaría a restar 34 emplazamientos del Ejército de Tierra, dos de la Armada, uno del Ejército del Aire y tres del Órgano Central. Por tanto, este estudio tenía un potencial de análisis de 209 emplazamientos del Ejército de Tierra, 37 de la Armada, 79 unidades del Ejército del Aire, dos de la Guardia Real, tres del EMAD y 89 del Órgano Central.

En este ensayo se han analizado 111 secciones electorales en las que se encuentran las unidades más importantes y más numerosas de las Fuerzas Armadas, aquellas que pueden tener capacidad de influenciar en la sección electoral, porque del resto de los emplaza­mientos militares muchos serían descartados por su tamaño o por otras particularidades, aunque lo deseable habría sido poder contar con la información solicitada (reiterando que el número total es con toda seguridad inferior porque tanto unidades como emplazamientos quedan subsumidos en otros). 

[1] Se añade un anexo con la tabla con la cual el listado enviado por el Ministerio de Defensa quedaría completado. Asimismo, el anexo incluye una nota aclaratoria en la que se explican las carencias devenidas de los datos analizados.

PRÓLOGO

Esta incursión, además de inesperada, constituye el cierre de un ciclo. Tras dos novelas –Un paso al frente y Código rojo– y dos ensayos –El libro negro del Ejército español y En la guarida de la bestia– sobre el mundo militar, este ensayo supone, cuanto menos, un punto y aparte. Creo que he realizado durante seis años un esfuerzo enorme e inédito en cuanto a la difusión de cuestiones militares que hasta ahora habían quedado recluidas en el cuarto del silencio por un interesado y perverso tabú –podemos llamarlo también privilegio o pleitesía–. Con todos los errores emanados de las carencias que poseo, que no son pocos ni pocas, creo que dejo una precisa estampa crítica de las Fuerzas Armadas españolas de comienzos del siglo. Una instantánea como no considero que exista en otro periodo histórico reciente.

Lo hago, como se diría en el mundo militar, con la satisfacción del deber cumplido, más no pude –ni supe– hacer. Pero también con un sabor agridulce por el comportamiento de los medios de comunicación en estos años. Me consta que a la mayoría de los medios y periodistas les importa un carajo lo que opinen sobre ellos, especialmente porque no vivimos en una democracia, sino en un régimen autoritario de apariencia democrática y, por tanto, los que dan de comer no son los lectores sino los poderosos, pero cada uno cargará con las consecuencias de sus acciones.

Tengo claro, y en distintas conversaciones con periodistas así lo he aseverado, que el mayor daño por su silencio no lo sufriré yo, cuya batalla es tan compleja, por todo a lo que me enfrento, como sencilla, porque tan sólo tengo que seguir la línea marcada, como así he hecho; ni tan siquiera lo padecerán los militares maltratados que sufren acosos, negligencias o corruptelas; las mujeres militares acosadas o agredidas sexualmente a las que se las abandona de forma tan miserable; ni la sociedad a la que se la desinforma sobre ultraderechistas militares o los disparates armamentistas; sino ellos mismos. Los medios de comunicación y los periodistas. Su silencio es directamente proporcional al crecimiento de las voces críticas en las redes sociales, pues estas ofrecen una información que los medios de comunicación no prestan; al aumento del descrédito profesional, por el quiebre de la confianza, y a la viralización de las fake news –porque si los medios no son creíbles y las redes sociales ofrecen en muchas ocasiones informaciones más verosímiles, los ciudadanos tienden a pensar que las redes sociales son más veraces que los medios de comunicación–. Todo ello, antes o después, tendrá consecuencias directas sobre sus valiosos índices de audiencia o lectura y, lo que a ellos más debiera importarles, sobre sus puestos de trabajo. La lucha se puede sostener en precario, yo lo hago, veremos si ellos pueden sostenerse en las mismas condiciones en el futuro. Lo dudo.

Estoy seguro de que la mayoría de ellos duermen a pierna suelta, al menos mientras cobren. Otra cosa sucede cuando son despedidos, que entonces se quejan de censuras, arbitrariedades y todo tipo de malas prácticas. El Director de David Jiménez sobre la medio­cridad de El Mundo sólo es un ejemplo. Yo también duermo a pierna suelta, pero por motivos muy diferentes: cada día el altavoz es mayor gracias a cada vez mayor número de activistas y personas implicadas, cada día se venden más libros y cada día será más difícil ocultar la verdad: al final, aunque emplee la vida en ello, esto se sabrá.

De todos los episodios ocultados por los medios de comunicación españoles y los distintos gobiernos –de Partido Popular y Partido Socialista Obrero Español–, el predominio de la mentalidad ultraderechista en el ámbito militar, especialmente en la cúpula, es uno de los más escandalosos e irresponsables. Sobre todo, cuando en los últimos meses hemos comprobado en América Latina cómo los ejércitos han sido responsables de la caída o la supervivencia de los gobiernos: Venezuela, Ecuador, Bolivia o Chile son lo que son por las decisiones que tomaron sus generales.

Este ensayo demostrará de forma indudable lo que muchos llevamos años denunciando y lo que pocos de los que integran o se encuentran cercanos al mundo militar desconocen: que las Fuerzas Armadas españolas son mayoritariamente ultraderechistas. Ello ha sido posible gracias a la aparición de dos nuevos partidos en la derecha y ultraderecha española: Ciudadanos y Vox. El divorcio familiar del Partido Popular –no en vano tanto Albert Rivera como Santiago Abascal pertenecieron al todavía hegemónico partido conservador en algún momento de su vida– ha permitido que, por primera vez, se puede establecer una relación directa entre el voto militar y la extrema derecha, algo que con la existencia hegemónica del Partido Popular resultaba imposible. Este es el motivo de este último ensayo, de esta última incursión en una etapa ya cerrada.

El ensayo se divide en tres partes. En la primera de ellas –«Un Ejército ultraderechista»– se analizan los resultados electorales del 28 de abril 2019 con la correspondiente actualización de los resultados del 10 de noviembre de 2019. Con la lectura de esta primera parte será suficiente para que el lector descubra o confirme que la milicia española es ultraderechista. En la segunda parte –«El tétrico inventario ultraderechista»– se afronta la abundancia de pruebas que deberían haber permitido a la sociedad descubrir mucho antes que nuestras Fuerzas Armadas eran ultraderechistas y resolver un problema que a día de hoy sigue amenazando a la sociedad. Con esta segunda parte será suficiente para que el lector descubra o confirme la sumisión y complicidad de las élites de nuestro país y muy especialmente de periodistas y políticos. Y en la tercera y última parte –«Análisis de los resultados electorales»– se detallan los resultados electorales en las secciones militares más importantes, provincia por provincia, lectura esta última que, siendo apta para cualquier lector, resultará de mayor utilidad para aquellos que quieran profundizar en los datos analizados.

PARTE I

Un Ejército ultraderechista

CAPÍTULO I

Antecedentes recientes: 2018 y 2019

Antes de comenzar resulta imprescindible partir de la siguiente premisa: España es un régimen autoritario moderno de apariencia democrática construido sobre una estructura franquista. Se podría escribir este ensayo, como pude escribir los cuatro anteriores, y dejar que sea el propio lector el que obtenga esta conclusión, pero ello sería erróneo, injusto e indecoroso hasta lo obsceno. España no es otra cosa que lo que se cuenta en este libro, pero cometeríamos un mayúsculo error si pensáramos que lo que sucede en España se puede tratar como si lo que acontece fuera de ella no tuviera ninguna repercusión en lo que aquí se trata. La tiene, y mucha. Porque lo que aquí se relata, lo que aquí se detalla, lo que aquí, por fin, se de­muestra sin margen a la duda –que el Ejército español es ultraderechista, que es el Ejército de Vox, de Santiago Abascal y, por supues­to, también el de Felipe VI–, no sólo viene influido porque España sea un régimen autoritario de apariencia democrática construido sobre una estructura franquista, sino que es consecuencia directa de cómo el mundo permite esta excentricidad mientras revierte en sus intereses. Ello siguiendo una máxima que se ha mantenido en su esencia inalterable desde 1945: lo que sea antes que el comunismo. En España, lo que sea es el insufrible engendro parido de la voluntad de Franco tras una transición sangrienta, que nos han hecho pasar por modélica, liderada por un delincuente múltiple que ha gozado de una impunidad, no sólo jurídica, tan escandalosa como infame. Todo ello sustentado en una Constitución escrita por franquistas, colaboradores franquistas o rendidos al franquismo para la perpetuación de franquistas en el poder y que ha contado con un sustento mediático de franquistas, colaboradores franquistas o rendidos al franquismo. Y de aquel franquismo, esta extravagante democracia.

Podría haber obviado lo anterior y muchos comentarios siguientes, y seguramente, si este libro lo hubiera escrito un periodista que pretendiera colaborar o mantener su puesto de trabajo en El País, El Mundo,ABC, La Ser, Onda Cero, Antena 3, Telecinco, La Sexta o Cuatro, por nombrar los medios españoles generalistas más importantes, lo haría, pero a mí no sólo me importa un pimiento esa cuestión, sino que no gusto del colaboracionismo. Y, como no me dedico a colaborar, en el peor de los sentidos de la palabra, ni a escribir a la carta ni tolero la censura; de hecho, algún trabajo he debido abandonar por ello en algún medio que sorprendería a más de uno, no pienso andarme con muchos rodeos.

Así que, si usted, mi querido lector, es de esos que no parte de la premisa anteriormente expuesta o es incapaz de llegar a ella por muchas pruebas que se le presentaran, y en este libro y en los an­teriores las pruebas son abrumadoras, hágase un favor: no continúe leyendo. Siga pensando que España es una democracia, que el PSOE es un partido de izquierdas, que Antonio Ferreras es un pe­riodista y que La Ser, El País o La Sexta son medios de comuni­ca­ción libres e independientes. No quiero estropearle el sueño tan idílico en el que vive, sobre todo porque puede que, con un poco de suerte, fallezca antes de que todo se vaya al traste y se vaya al otro mundo o al jardín en el que el perro del vecino mea, que para el caso –siempre en mi opinión– es lo mismo, con una armonía que aquellos que somos conocedores y aceptamos lo que España es y lo que sucede difícilmente podremos portar.

De hecho, mi querido lector, los antecedentes sólo del último año –los de las últimas décadas, ya ni le cuento– deberían haber causado un seísmo mediático y social de tal magnitud que no hubiera hecho falta que ningún resultado electoral demostrara lo que las evidencias llevan décadas señalando: el Ejército español es ultra­derechista, franquista, de Vox, de Santiago Abascal, de Felipe VI, de Juan Carlos I y de Franco, aun cuando este no está ni siquiera vivo, siendo todo ello lo mismo. Sí, así es, Felipe VI, Abascal, Vox, Juan Carlos I y Franco son en esencia lo mismo. Sirven a lo mismo. Se alimentan de lo mismo. Y viven de lo mismo. De no ser así, lo aquí relatado no habría ocurrido jamás y, de haber ocurrido, las consecuencias habrían sido otras muy diferentes a las que han sido.

El Manifiesto de los Mil

El primero de estos acontecimientos que deberían haber aterrorizado y abochornado al país, pero tan sólo sirvió como otro de tantos elementos folclóricos con los que rellenar el vacío del espacio mediático del verano pasado –2018–, fue el que podríamos denominar como Manifiesto de los Mil. En julio y agosto de ese año, casi 200 altos mandos militares –sobre todo generales, coroneles y tenientes coroneles– firmaron un manifiesto de desagravio al dictador y genocida Francisco Franco, destacando de él su faceta militar. Este manifiesto, al que posteriormente se adhirieron más de 800 altos mandos, superando así el millar de firmantes, constituía una respuesta a la decisión del Gobierno socialista de exhumar los restos del cadáver de Francisco Franco y dar por finalizada una anomalía en Europa: un panteón conmemorativo de un dictador.

Aunque el caso, como ya he comentado, levantó una polvareda mediática considerable, debido sobre todo a que se produjo en el periodo estival y se convirtió en lo que se denomina «serpiente de verano» –noticias que no tendrían repercusión en un momento normal, pero que en verano pueden tener gran visibilidad debido a la ausencia de noticias políticas–, el asunto –la serpiente de verano– no sobrevivió al ya cada vez menos fresco septiembre. Sin embargo, constituye, con mucho, el mayor y más cuantioso desafío militar acaecido desde la restauración de la monarquía, allá por 1975, a excepción del intento de golpe de Estado de 1981 y otras intentonas que seguramente el lector, a causa de la desinformación de los medios españoles, ni tan siquiera conozca.

Ni el proceso a los golpistas durante el año 1981 generó tantas adhesiones –en aquel momento se produjo el Manifiesto de los 100– ni la provocación golpista de 2006 del teniente general Mena –50 mandos enviaron cartas de apoyo a medios de comunicación– provocaron una reprobación tan masiva por parte del mundo militar. Porque una cosa es Catalunya y otra muy distinta es el venerado, amado y admirado dictador y genocida Francisco Franco, el cual, por cierto, de buen militar tiene más bien poco y de estratega de una cierta talla, menos todavía. Fue un sanguinario con suerte que, ayudado por los nazis alemanes y los fascistas italianos, consiguió ganar una guerra no sin antes destruir un país, abocarlo a la ruina y el hambre, ensangrentarlo y llenarlo de cadáveres. Un tipo menor todavía que el cabo que atemorizó el mundo, que sólo pudo sobrevivir a la Segunda Guerra Mundial gracias a su calenturienta mente en la que todavía sostenía ganas de imperio y que, ayudado por su capacidad de someter sus propios ideales a su ambición de poder y por un pueblo, el español, mayoritariamente agradecido de migajas y limosnas, pudo morir en la cama.

Además, no sólo en términos cuantitativos se trata esta de la mayor protesta del ámbito militar en 44 años, sino también en término cualitativos. El elevado número de altos mandos militares que desempeñaron puestos de primera magnitud así lo demuestra. Incluso entre los firmantes se encontraba el teniente general Aparicio, el último mando que me arrestó, curiosamente por afirmar, entre otras cuestiones, que la cúpula militar era en extremo ultraconservadora. Ofendido por ello, incluso concedió una entrevista en la que destacó la democratización de las Fuerzas Armadas. Pero ya retirado no hacía falta mantener la mascarada y no la mantuvo, el mismo fulano que me arrestó en 2015 por afirmar la falta de talante democrático de la cúpula militar firmaba en 2018 un manifiesto clara y meridianamente ultraderechista, antidemocrático, franquista y fascista.

Este episodio pudiera ser anecdótico, pero no lo es por una cuestión trascendental: la cúpula militar española engaña y esconde su condición de forma pública hasta pasar a la reserva y el retiro. Ello lo hace por las consecuencias que le podría ocasionar, pues es cobarde por naturaleza, miserable en cuanto a que prefiere cobrar a final de mes a vivir con sus propias ideas, lo cual en principio puede parecer beneficioso para la sociedad, pero en última instancia resulta justo todo lo contrario: un gran desastre. Porque es esta máxima de cobardía la que ha permitido que la cúpula militar española y gran parte de la milicia sean ultraderechistas, franquistas o fascistas. Fieles votantes del Partido Popular y muy especialmente en los últimos años de Vox. De Santiago Abascal.

Porque el acuerdo con las élites es claro y meridiano: en los cuarteles hacen lo que les plazca, pero en la calle ni un problema. Y así llevamos camino de 50 años. Este ignominioso y no escrito pacto es la base de gran cantidad de aberraciones que acontecen en los cuarteles, desde la existencia de la justicia militar hasta la inexistencia de sindicatos, lo que en esencia se traduce en la persistencia de una institución ultraderechista y reaccionaria. De ello puede dar fe mi segundo encierro, junto con un teniente coronel que escribía en la Fundación Nacional Francisco Franco –fundación que hoy dirige el general Juan Chicharro, exayudante del rey Juan Carlos I– y un sargento con un Águila de San Juan tatuado –y visible al hacer deporte– en la pierna.

Sin ninguna duda, este manifiesto debería haber sido suficiente por sí mismo para emprender las acciones necesarias para regenerar las Fuerzas Armadas españolas. No fue así.

Un proceso que en España ya acumula más de cuatro décadas de retraso, las que van desde la muerte de Franco y desde que Alemania emprendió la regeneración de sus Fuerzas Armadas. Fue a mediados de los setenta cuando los alemanes se encontraron en una disyuntiva parecida a la nuestra y allí no hubo dudas, seguramente porque el fascismo fue derrotado –mientras en España dele­gó plácidamente en la cama–. En ese momento, dado que en Alemania seguía existiendo una milicia entroncada en torno a una serie de familias militares, decidieron corregir aquella situación: los militares serían universitarios y técnicos y la profesión militar se convertiría en una más. Por ello, en Alemania a día de hoy no existe jurisdicción militar –una jurisdicción propia de militares para militares, de compañeros de trabajo en definitiva–, existen sindicatos, y la cúpula militar es plural y democrática. El Ejército alemán no es de la derecha alemana, es de todos los alemanes.