En la guarida de la bestia - Luis Gonzalo Segura - E-Book

En la guarida de la bestia E-Book

Luis Gonzalo Segura

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"El presente es el único texto crítico existente a fecha de hoy sobre la situación de la mujer en las Fuerzas Armadas. El único trabajo que ha juntado las piezas del puzle para facilitar una visión de conjunto que permita a la ciudadanía tomar conciencia de la magnitud de un problema tan grave como es la impunidad de la violencia sobre la mujer en el seno del Ejército, y que ello suponga un punto de encuentro y reflexión desde el que impulsar un imprescindible cambio. Dividido en dos partes, en la primera, se presentan denuncias de acoso en cuatro periodos de tiempo, y, en la segunda, se analizan con la intención de extraer conclusiones en forma de patrones y estadísticas. Y los datos resultan muy reveladores: un número de denuncias y de condenas muy bajo, una clara tendencia a proteger a los denunciados y expulsar a las denunciantes, una ausencia de control político y una falta de interés mediático. El objetivo de este libro es claro: que cuando acontezca un delito de esta naturaleza, las víctimas encuentren un respaldo institucional que las proteja y una estructura legal que les ofrezca todas las garantías de independencia e imparcialidad exigibles. Todo lo cual se resume en una premisa que convendría que el lector recordase cada vez que visualice un abuso, un acoso o una agresión, y le parezca incomprensible la resolución que se da al mismo: desaparición o restricción de la Justicia militar a tiempos de guerra, conflictos militares y delitos de naturaleza exclusivamente militar."

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Foca / Investigación / 172

Luis Gonzalo Segura

En la guarida de la bestia

La situación de la mujer en el Ejército español

El presente es el único texto crítico existente a fecha de hoy sobre la situación de la mujer en las Fuerzas Armadas. El único trabajo que ha juntado las piezas del puzle para facilitar una visión de conjunto que permita a la ciudadanía tomar conciencia de la magnitud de un problema tan grave como es la impunidad de la violencia sobre la mujer en el seno del Ejército, y que ello suponga un punto de encuentro y reflexión desde el que impulsar un imprescindible cambio.

Dividido en dos partes, en la primera se presentan denuncias de acoso en cuatro periodos de tiempo y, en la segunda, se analizan con la intención de extraer conclusiones en forma de patrones y estadísticas. Y los datos resultan muy reveladores: un número de denuncias y de condenas muy bajo, una clara tendencia a proteger a los denunciados y expulsar a las denunciantes, una ausencia de control político y una falta de interés mediático.

Así pues, el objetivo de este libro es claro: que cuando acontezca un delito de esta naturaleza, las víctimas encuentren un respaldo institucional que las proteja y una estructura legal que les ofrezca todas las garantías de independencia e imparcialidad exigibles. Todo lo cual se resume en una premisa que convendría que el lector recordase cada vez que visualice un abuso, un acoso o una agresión, y le parezca in­comprensible la resolución que se da al mismo: desaparición o restricción de la Justicia militar a tiempos de guerra, conflictos militares y delitos de naturaleza exclusivamente militar.

Luis Gonzalo Segura es exteniente de las Fuerzas Armadas españolas, de las que fue expulsado en junio de 2015 por denunciar públicamente corrupción, abusos, acosos y privilegios anacrónicos. Colabora de forma habitual con el diario digital Público, Russia Today y la revista El Jueves, medios en los que cuenta con sección propia. Es autor de El libro negro del Ejército español (2017), así como de las novelas Un paso al frente (2014) y Código rojo (2015).

Diseño e ilustración de cubierta

Juanjo Cuerda

Reservados todos los derechos. De acuerdo a lo dispuesto en el art. 270 del Código Penal, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.

Nota editorial:

Para la correcta visualización de este ebook se recomienda no cambiar la tipografía original.

Nota a la edición digital:

Es posible que, por la propia naturaleza de la red, algunos de los vínculos a páginas web contenidos en el libro ya no sean accesibles en el momento de su consulta. No obstante, se mantienen las referencias por fidelidad a la edición original.

© Luis Gonzalo Segura, 2019

© Ediciones Akal, S. A., 2019

Sector Foresta, 1

28760 Tres Cantos

Madrid - España

Tel.: 918 061 996

Fax: 918 044 028

www.akal.com

ISBN: 978-84-16842-41-4

Prólogo

Las cifras del horror

En la guarida de la bestiaconstituye el único ensayo crítico existente a fecha de hoy, mayo de 2019, sobre la situación de la mujer en las Fuerzas Armadas. Es el único trabajo que ha juntado las piezas del puzle para facilitar a la ciudadanía una visión de conjunto que le permita tomar conciencia de la magnitud de un problema de enorme gravedad, y que ello suponga un punto de partida desde el que encontrar una solución. Solución, por otra parte, que no requiere de un ejercicio de ingenio extraordinario, sino que consiste en evolucionar desde lo anacrónico en España hasta lo común en Europa, esto es, la restricción de la Justicia militar a guerras, conflictos armados y delitos de indudable y exclusiva naturaleza militar.

Ser el único ensayo crítico supone, como ya ocurrió conEl libro negro del Ejército españolen 2017, una mala noticia. Una muy mala noticia que demuestra hasta qué punto sigue siendo un tabú informar sobre lo que sucede en las Fuerzas Armadas. Este librolo podría haber escrito cualquiera y a la vez ha terminado siendo inaccesible para la mayoría, pues escribirlo ha sido tan sencillo como reunir las noticias sobre acosos y agresiones sexuales y analizarlas, pero tan complejo como extraer conclusiones demoledoras para la cúpula militar, la clase política y los medios de comunicación, pues quien lo hubiera hecho habría sido condenado al ostracismo, defenestrado, incluso expulsado, con mayor o menor sutileza, de su trabajo si este se desarrollara en algún medio u organismo al que las garras de las Fuerzas Armadas hubieran podido llegar. Algo similar a lo que vivieron Miguel Ángel Aguilar o John Carlin enEl País,Pedro J. Ramírez enEl Mundoo Willy Toledo en el ámbito cinematográfico. Todos ellos ciudadanos con sensibilidades e ideologías dispares que, en un momento dado de sus vidas, compartieron algo en común: haber transgredido la línea de lo permitido. Porque España no es país para críticos ni para voces discordantes.

El resultado de este trabajo, por otra parte, es en muchas ocasiones repugnante, por el relato de los acosos y las agresiones sexuales, y absolutamente desesperante y desolador, por sus consecuencias: ellas, las víctimas, son expulsadas; ellos,losdenunciados, son ascendidos, condecorados y protegidos, tantoporel entorno como por la cúpula y la Justicia militares. Todo elloante el beneplácito del poder político, incluidos los ministros y ministras socialistas, y la indiferencia y la connivencia de los grandes medios de comunicación.

Aunque no ha resultado sencillo –desgraciadamente, a día de hoy sería imposible que el Ministerio de Defensa accediera a permitir una profunda investigación de toda la documentación jurídica de las denuncias de acoso y agresión sexual que se han producido en las Fuerzas Armadas–, al menos en este ensayo se han podido reunir 30 denuncias por acoso sexual o laboral sobre mujeres. Además, también se han trabajado cinco denuncias de madres militares y una última denuncia mediática de una militar una vezconcluyó su vinculación con las Fuerzas Armadas (Patricia Campos). Finalmente, se han reseñado otras cinco denuncias a mujeresmilitares producidas en el último año –de las cuales no hemosvuelto a tener información alguna–, dos casos de acoso sexual entrehombres y un caso de agresión sexual de un sargento a mujeresciviles fuera de los cuarteles.

El número de denuncias cotejado es, en suma, más que significativo, sobre todo si tenemos en cuenta que antes de 2003 se produjeron menos de 20 denuncias, no todas ellas jurídicas (en el libro se analizan 5 denuncias jurídicas); entre 2003 y 2013 se produjeron 62 denuncias de naturaleza sexual, que luego se ampliaron a 174 en el periodo entre 2004 y 2015, pero incluyendo acoso laboral (en el libro se analizan 20 denuncias jurídicas), y entre 2016 y 2017 se produjeron otras 62 denuncias de naturaleza sexual, 32 jurídicas y30 expedientes disciplinarios (de las que se analizan 5 denunciasjurídicas). Una cifra que se ampliaría en 2018 en 28 denuncias más, aunque desconocemos si fueron jurídicas o penales; en el libro se mencionan 5 de ellas. Resulta preocupante y chocante que deestas últimas 5 no se pueda ofrecer ningún tipo de informaciónsobre su evolución, al haber desaparecido de los medios.

Además, de las 12 condenas que se produjeron desde 2004 hasta 2018 (entre 2016 y 2018 no hubo ni una sola) analizamos 6 de ellas (hay que tener en cuenta que, de esa docena, 2 fueron entre hombres y también se incluyen en este libro), lo que da una idea de la opacidad militar.

Por tanto, más de cien denuncias por delitos de naturaleza sexual han constituido noticia de relevancia, y eso es alarmante. Pues la ausencia de información ha sido clave para que la imagen de lo que acontece en las Fuerzas Armadas sea una fotografía completamente distorsionada y retocada, en favor de lo que la Institución desea. Obviamente, la existencia de este retoque fotográfico también desnuda a los medios de comunicación, por no cumplir consu obligación de fiscalización del poder, a los propios políticos,especialmente a los que tuvieron altos puestos en el Ministerio de Defensa, y a los altos mandos militares, aquellos que ocuparon loscargos de JEMAD, JEME, JEMA o AJEMA, por su negligencia o connivencia al no emprender los estudios y las acciones necesarias para solucionar un problema que periódicamente emitía desesperadas señales de alerta en los medios.

Además, cabría señalar que en este libro también se analizan doscasos que fueron juzgados por la jurisdicción ordinaria y que concluyeron con la condena de los acusados y su expulsión de las Fuerzas Armadas. Aspecto este último enormemente relevante por cuanto delimita con claridad que, cuando el delito es cometido sobre una mujer militar en un espacio militar, los condenados no sonexpulsados. De hecho, el único expulsado es el soldado que violóa una cabo, y llama mucho la atención que fuera un militar demenor rango que la víctima. Hasta ese punto llega el cla­sismo. Sin embargo, cuando los delitos son cometidos pormilitares contra mujeres militares fuera de los espacios militares, lacondena supone la expulsión del militar condenado. Asimismo, cuando el delito es cometido por un militar sobre una mujer no militar, la condena también supone la expulsión de aquel. Por si fuera poco, las condenas en los casos en los que juzga la jurisdicción ordinariason más gravosas que aquellos en los que juzga la jurisdicción mi­litar. Lo comprobaremos.

Así pues, podemos concluir que, en España, el mismo delitopue­de tener consecuencias diferentes según el lugar en el queacontezca y la profesión de la víctima, algo completamente contrario a un Estado de Derecho y que tiene su origen en el anacronismo y contrasentido que supone la existencia de la Justicia militar fuerade tiempos de guerra, escenarios en conflicto bélico y delitos de naturaleza exclusivamente militar. Una Justicia de militares paramilitares.

Por tanto, si usted es militar y quiere agredir sexualmente a mujeres y, a la vez, tener la garantía de conservar el trabajo, debe seguir las siguientes reglas:

1) que la víctima sea militar, porque, si es civil, le juzgará la jurisdicción ordinaria y, si le condenan, las Fuerzas Armadas le expulsarán;

2) que la víctima tenga menor o igual rango que usted, pues, si tiene más, el tribunal puede entender que está rompiendo la disciplina, y

3) que el delito acontezca en un espacio militar, para evitar que la jurisdicción ordinaria tenga capacidad de intervenir.

En el 100 por 100 de los casos en los que se han cumplido estas tres premisas, aun cuando se haya producido condena, los militares han conservado su puesto de trabajo.

Por otra parte, la metodología que hemos utilizado se ha basado en recopilar la información periodística existente sobre las denuncias de acoso y agresión sexual a mujeres militares, así como aquellas que tienen que ver con el género, como es el caso del acoso a madres militares o el acoso laboral a mujeres. A pesar de la ausencia de información más fiable y completa, los resultados que arroja el análisis de lo disponible, revelan la existencia de patrones claros en cuanto al número de denuncias, la tasa de condenas, la dureza de estas, los perfiles de los denunciados y de las denunciantes, y la sistemática continuidad laboral de los denunciados y/o condenados. Y ya anticipo que el resultado es demoledor.

Una vez recopilada la información y los casos, he dividido el texto en dos partes. En la parte primera («En la guarida») se presentan las denuncias de acoso sexual en cuatro periodos de tiempo (Capítulos 1 a 4):

1) entre 1988 y 2004, los años que comprenden la incorporación de la mujer en el Ejército y la finalización del último Gobierno de José María Aznar (PP);

2) entre 2004 y 2011, los años pertenecientes al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE);

3) entre 2011 y 2016, los años pertenecientes al Gobierno de Mariano Rajoy (PP), y

4) entre 2016 y 2019, pues, aun comprendiendo Gobiernos de Mariano Rajoy, entre 2016 y 2018, y Pedro Sánchez, 2018 a2019, son años en los que existe una mayor informacióngracias a un estudio –muy somero, incompleto y diplomático– sobre las agresiones y los acosos a mujeres dentro de las FuerzasArmadas. Motivo más que suficiente como para analizareste periodo de forma diferenciada.

Al tratarse de un trabajo basado en información periodística, se toma como fecha de referencia la publicación de la denuncia y no aquella en la que la se realizó esta o en la que acontecieron los hechos, pues a veces hay bastante distancia temporal entre las tres fechas. Esto se debe a que un acoso o agresión sexual no genera ningún tipo de consecuencia en la sociedad, en la clase política o en la cúpula militar hasta que no es publicado. Y muchas veces ni siquiera entonces. Pongamos, por ejemplo, el caso de Zaida: tanto el acoso sexual como su posterior denuncia se produjeron durante el Gobierno socialista de José Luis Rodríguez Zapatero y el tándem ministerial de Carme Chacón y Julio Rodríguez; sin embargo, la repercusión mediática no comenzó a producirse hasta los años 2013 y 2014, cuando la noticia fue publicada en un diario de referencia nacional, y su explosión no llegó hasta marzo de 2015, con la emisión de una entrevista en un conocido programa televisivo.

Para completar esta parte, se han tratado en distintos apartados (Capítulos 5 a 9): las agresiones verbales a mujeres; la mentalidad predominante, tanto en el mundo militar como en la sociedad, de victimizar al denunciado; el acoso a las madres militares; el acosoy el maltrato que pueden llegar a sufrir las mujeres militares que ostentan altos cargos o puestos de relevancia, y la escasez de mujeres en la cúpula militar. Un penúltimo capítulo (10) desliza ungran drama que permanece doblemente oculto en el mundo militar: los delitos sexuales entre hombres y mujeres del mismo sexo, y uno último (11) deja en evidencia la propia existencia de la jurisdicción militar y demuestra el entramado jurídico y la connivencia de cúpula y Justicia militares para proteger a los acosadores y agresores sexuales.

En la segunda parte («La bestia»), se han analizado en dos capítulos las denuncias tratadas en la primera parte con la intención de extraer patrones, conclusiones y estadísticas. Y ello no ha sido complejo, pues existen datos muy reveladores al respecto: un número de denuncias y de condenas muy bajo, una clara tendencia a proteger a los denunciados y expulsar a las denunciantes, una ausencia de control político y una falta de interés mediático.

Para finalizar, quisiera dejar claro que este libro no podrá erradicar para siempre los delitos de naturaleza sexual en las FuerzasArmadas; seguramente no sucederá nunca, ni en las Fuerzas Armadas ni en ningún otro ámbito de la sociedad, pero esnuestra obligación hacer todo lo que esté en nuestras manos para que estosuceda lo menos posible y para que, cuando acontezca un delito de esta naturaleza, las víctimas encuentren un respaldo institucional que las proteja y una estructura legal que les ofrezca todas las garantías de independencia e imparcialidad exigibles. En el caso de las Fuerzas Armadas esto se resume en una premisa que acompañará todo lo escrito y que convendría que el lector recordase cada vez que lea acerca de un abuso, un acoso o una agresión, y le parezca incomprensible la resolución que se da al mismo: desaparición o restricción de la Justicia militar a tiempos de guerra, conflictos militares y delitos de naturaleza exclusivamente militar.

Antes de que el lector se introduzca en un inframundo en el que la violencia a la mujer no sólo está permitida sino amparada y premiada, en algunas ocasiones con casos absolutamente repulsivos, conviene señalar que tras todos estos relatos hay dramas terribles(lo reseñado en este libro afecta a un centenar o más de mujeres,y a varios hombres). En los últimos cinco años, muchos militares, hombres y mujeres, se han puesto en contacto conmigo para revelarme las duras situaciones que han atravesado o atraviesan, y en varias ocasiones, mientras hablaban conmigo, han sugerido que tenían intención de suicidarse o que lo habían intentado; en algún caso lamentablemente se acabó consumando.

Siempre tendré en mi recuerdo a Edu y a Elena. Edu falleció, junto con otros tres militares más, en cuatro accidentes en vehículos BMR y Lince que se produjeron en mayo y junio de 2018, sin que sirviera de nada lo que yo denunciaba en un capítulo deEl libro negro del Ejército españolen octubre de 2017 para explicar que constituyen trampas mortales. Fallecido Edu, Elena intentó por todos los medios que el Partido Socialista, y Margarita Robles, llegaran hasta el final. Sin embargo, la investigación, como tantas otras, se cerró de aquella manera tan característica por la Justicia militar.Enseptiembre de 2018, un sábado, hablamos y me envió un ejemplardel libro que había escrito para que nadie olvidara la muerte de Edu ni sus causas. Quedamos en conocernos. Poco después searrojó por un puente y me dejó una carta. Cumpliré lo mejor que pueda, Elena.

Por todas ellas, por el drama que sufren, por el infierno al que las han condenado y del que en muchas ocasiones no son capaces de salir, he escrito este libro.

Parte I

En la guarida

Capítulo I

1988-2004. Me puso la pistola en la sien y me violó

El periodo comprendido entre 1988, fecha de la incorporación de la mujer a las Fuerzas Armadas, y 2004, año en que las elecciones dieron paso al Gobierno del socialista José Luis Rodríguez Zapatero, fue gobernado a partes casi iguales entre el PSOE (1988 a 1996) y el Partido Popular (1996-2004). Es un periodo oscuro, en el que muchas mujeres entraron en el Ejército, pero el número de denuncias es muy bajo; el de condenas, casi inexistente, y el de expulsiones por acosos, abusos y agresiones sexuales, nulo. Situación agravada, además, por la existencia de duros informes sobre acosos, abusos, agresiones y violaciones en otros ejércitos de países más avanzados que el nuestro, como Reino Unido o Bélgica. Todo ello debe caer en la responsabilidad de los presidentes de Gobierno, claro, pero también de los ministros de Defensa, desde Narcís Serra i Serra hasta el infausto Federico Trillo-Figueroa, pasando por Julián García Vargas, Gustavo Suárez Pertierra y Eduardo Serra Rexach.

Durante este periodo sólo existe constancia de cinco denuncias en firme, y la Oficina del Soldado informó en 2002, tras uno de los escándalos, de la existencia de unas 20 (sin concretar si fueron jurídicas, disciplinarias o verbales). Ello nos sitúa en una tasa de 1,25 denuncias al año, media que resulta muy baja si tenemos en cuenta el total de las mujeres que ingresaron en las Fuerzas Armadas entre 1988 y 2002, exactamente 9.741, y en un porcentaje de denuncias del 0,2 por 100 del total de las mujeres militares, muy por debajo de lo revelado por los investigadores del prestigioso Centre Delas d’Estudis per la Pau, Pere Ortega y Arcadi Oliveres[1], respecto a los estudios realizados a principios de siglo en otros ejércitos europeos. Por ejemplo, en el belga la tasa de acoso se situó en el 92,5 por 100 de las mujeres, de las que un 36 por 100 había sufrido tocamientos indeseados y un 1,3 por 100 violaciones. En las Fuerzas Armadas Británicas, sin ser la tasa tan alta, no dejaba de ser muy alarmante, el 50 por 100, muy por encima del 0,2 por 100 que ofrecía España.

Es imposible no concluir que decenas de casos de acoso sexual, quizá cientos o miles, de mayor o menor intensidad, desde tocamientos hasta violaciones, quedaron sin denunciar y terminaron constituyendo tétricos recuerdos en mujeres destrozadas. Si aplicamos, por ejemplo, el 1,3 por 100 de las violaciones sufridas en el ejército belga a las mujeres militares españoles, ello supondría estimar que fueron violadas 126. Pero sólo existe una denuncia de violación. Y se archivó. Si hiciéramos el mismo ejercicio con las mujeres que sufrieron tocamientos indeseados en las Fuerzas Armadas belgas, esto es, un 36 por 100, estaríamos hablando de 3.506 mujeres militares. Sólo hubo cuatro denuncias formales por estetipo de delitos (que afectaron a 6 chicas). En total, 5 denunciascotejadas en medios (que afectaron a 7 chicas), a las que habría queañadir, como ya hemos comentado, que la Oficina del Soldadoreconoció una veintena más.

Durante estos años se debió vivir una especie de cacería nocturna con la mujer como objetivo. Una cacería que nadie quiso ni supo ver.

«Me puso la pistola en la sien y me violó»

El 11 de mayo de 2000, el teniente Iván Moriano llamó a Dolores Quiñoa[2], aspirante a la Guardia Real en el campamento de El Piornal (Cáceres). Lo hizo a solas, sin público, y tras un muro le espetó a bocajarro:«Desnúdate». Aquello dejó en estado deshocka la aspirante, lo que obligó al teniente a justificar su orden: se trataba de una prueba especial, la«prueba del frío», imprescindible para superar el«trato de prisioneros».

Lo debía de tener todo pensado el teniente Moriano cuando apeló a lo más peliculero para justificar lo que en el fondo no era otra cosa que satisfacer sus deseos sexuales, someter a su víctima y acosarla. Tras la orden llegó lo peor:«Una vez desnuda, me puso la pistola en la sien y me violó».

Al día siguiente, al salir de la ducha, entre las lágrimas, la vejación y el temor, Dolores se topó de bruces con el teniente, que le advirtió sobre lo importante que sería para su vida, para su integridad física, para su supervivencia más básica, guardar silencio al respecto de lo sucedido.«Como cuentes algo más…Mira que mañanahay prácticas de tiro, e igual se pierde alguna bala o se te dispara la pistola sin querer.»

El sueño de Dolores, como el de muchas otras mujeres, terminó convertido en un infierno, primero, y un laberinto jurídico, después.«Antes de que todo esto ocurriese, ingresar en el Ejército era el sueño de mi vida, y, por culpa de un loco, ese sueño ha muerto para mí.»

En el caso de Dolores Quiñoa, comoen la mayoría de los que relataremos a continuación, se cumplieron una serie de elementos comunes. Y es muy importante que los tengamos en cuenta porque fue el primer caso que tuvo repercusión mediática –se publicó enEl PaísyEl Mundo[3]–, y ello debería haber sido suficiente para que algo así no volviera a pasar.

1) Ella fue expulsada: en el año 2002, Dolores ya estaba retirada del Ejército a causa de las secuelas psicológicas sufridas tras aquel traumático episodio (pérdida de aptitud psicofísica), que para los demás tansóloquedó en un desnudo por exigencias de la milicia. Como es habitual, Defensa concluyó que la pérdida de aptitudes psicofísicas no guardaban «relación causa-efecto con las vicisitudes del servicio»[4]. La soldado Quiñoa alegó que «no estaba de acuerdo con que no hubiera ninguna relación entre aquello y la depresión en que caí».

2) Él continuó, aun siendo condenado por desnudar a la soldado, que no por la violación después relatada. La condena del teniente Iván Morianoa cinco meses de prisión en mayo de 2001 comprobaremos que constituye una excepcionaldad, no así que, una vez cumplida, el militar continúe su carrera con ascensos incluidos. Esto segundo es la norma.

3) La denuncia tuvo que pasar por el propio acosador/violador, el cual, como es lógico, se negaba a tramitarla: tal fue la situación, que los compañeros de Dolores comenzaron a pedir la baja hasta que la información llegó al capitán y comenzó el proceso legal.

4) Los altos mandos militares conocieron del caso y no hicieron absolutamente nada. El coronel Rafael Dávila Álvarez, entonces el jefe de la Guardia Real y después general, le dijo a Dolores Quiñoa que lo sentía y que «no es normal en el Ejército». Por compensarla, en un acto cuando menos surrealista, le regaló un ramo de flores una vez finalizado el campamento.

5) El condenado fue protegido por la institución: la situación fue tan normal, tan exageradamente normal, que, cuando el teniente Iván Moriano ingresó en prisión, tuvo que regresarde Bosnia, donde se encontraba de misión internacional.No sólo no fue repudiado por sus compañeros ni por sus mandos ni por la milicia, sino que lo enviaron a una misión internacional en la que aumentar el salario para compensarle los cinco meses que estuviera en prisión.

6) La mayoría de los militares, muchos compañeros, cumplieron con la ley del silencio: «Nadie de mis compañeros que aún siguen dentro va a decir nada, porque saben lo que les espera. Sólo los que están licenciados podrán ayudarme». Los que hemos tratado con militares o exmilitares somos conocedores del miedo, casi pavor, que tienen a declarar en juzgados contra mandos o a hablar en los medios de comunicación.

7) La encargada de juzgar el caso fue la Justicia militar, aun cuando el delito de naturaleza sexual ni siquiera estaba en el Código Penal Militar (CPM). Que sucediera lo primero estan aberrante como que hace dos años se incluyeran los delitos de naturaleza sexual en el CPM. Los delitos sexuales,como cualesquiera otros que no tengan naturaleza militar,deben ser juzgados en la jurisdicción ordinaria, tal comoocurre en la mayoría de Europa; por ejemplo, en Alemania, país en el que no existe la jurisdicción militar.

Es clave que recordemos estos siete aspectos, porque se repetirán en los casos que plantearemos. Advierto, nuevamente, que este caso tiene una particularidad con respecto a la estadística, aunque no con respecto a lo que vamos a tratar: el acosador fue condenado. Lo cierto es que son pocos los casos que se denuncian, y escasos los que se condenan, pero, cuando esto sucede, los condenados, si son oficiales, siguen siempre en sus puestos; si son suboficiales, siempre salvo un caso particular, y si son tropa, depende de su relación contractual.

En el caso del teniente Iván Moriano, el 25 de noviembre de 2002 se supo que tenía otra denuncia por abuso sexual[5]. Aquello, claro está, era demasiado para el Ministerio de Defensa e hicieron lo que suele ser habitual: intentar jubilar a la soldado Quiñoa[6].

«Castigada a hacer flexiones por no besarme»

La soldado María JesúsPérez vivió un calvario mientras estuvo realizando una misión internacional en los Balcanes entre 1994 y 1995 por culpa de un sargento. «Comenzó pidiéndome besos y, como yo me negaba, me daba órdenes que no eran razonables. Un día me pidió que atropellara un perro y, ante mi negativa, me castigó a hacer flexiones con un cigarrillo en la boca. Continuaba pidiéndome que le besara y en uno de los forcejeos me dejó marcados los brazos. La madrugada de Nochebuena se metió en mi litera y me ordenó que me desnudara y me metiera con él. Estaba deseando que se marchara de mi lado, porque me daba un asco que no lo soportaba.»

Como es habitual en estos casos, María Jesús