El estudiante de Salamanca - José de Espronceda - E-Book

El estudiante de Salamanca E-Book

José de Espronceda

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Beschreibung

"El estudiante de Salamanca" es una de las obras más importantes de José de Espronceda, un poema narrativo de 1.704 versos publicado en 1840.
Su argumento es sencillo e incluye el mito de Don Juan Tenorio, la locura de la protagonista, la impresionante ronda espectral, la visión del propio entierro y la mujer transformada en esqueleto, es decir, motivos ya recogidos por otros escritores, y muchas ocasiones adaptados de la tradición popular. 
El autor introduce varias novedades como son el uso arriesgado de los versos, la mezcla de géneros y un protagonista cínico y rebelde. En su momento el poema trasgredió los cánones estéticos y fue de vanguardia.

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José de Espronceda

El estudiante de Salamanca

Tabla de contenidos

EL ESTUDIANTE DE SALAMANCA

Parte 1

Parte 2

Parte 3

Parte 4

EL ESTUDIANTE DE SALAMANCA

Parte 1

Sus fueros, sus bríos, sus premáticas, su voluntad. Quijote.- Parte primera.

Era más de media noche,

antiguas historias cuentan,

cuando en sueño y en silencio

lóbrego envuelta la tierra,

los vivos muertos parecen,

los muertos la tumba dejan.

Era la hora en que acaso

temerosas voces suenan

informes, en que se escuchan

tácitas pisadas huecas,

y pavorosas fantasmas

entre las densas tinieblas

vagan, y aúllan los perros

amedrentados al verlas:

En que tal vez la campana

de alguna arruinada iglesia

da misteriosos sonidos

de maldición y anatema,

que los sábados convoca

a las brujas a su fiesta.

El cielo estaba sombrío,

no vislumbraba una estrella,

silbaba lúgubre el viento,

y allá en el aire, cual negras

fantasmas, se dibujaban

las torres de las iglesias,

y del gótico castillo

las altísimas almenas,

donde canta o reza acaso

temeroso el centinela.

Todo en fin a media noche

reposaba, y tumba era

de sus dormidos vivientes

la antigua ciudad que riega

el Tormes, fecundo río,

nombrado de los poetas,

la famosa Salamanca,

insigne en armas y letras,

patria de ilustres varones,

noble archivo de las ciencias.

Súbito rumor de espadas

cruje y un ¡ay! se escuchó;

un ay moribundo, un ay

que penetra el corazón,

que hasta los tuétanos hiela

y da al que lo oyó temblor.

Un ¡ay! de alguno que al mundo

pronuncia el último adiós.

El ruido

cesó,

un hombre

pasó

embozado,

y el sombrero

recatado

a los ojos

se caló.

Se desliza

y atraviesa

junto al muro

de una iglesia

y en la sombra

se perdió.

Una calle estrecha y alta,

la calle del Ataúd

cual si de negro crespón

lóbrego eterno capuz

la vistiera, siempre oscura

y de noche sin más luz

que la lámpara que alumbra

una imagen de Jesús,

atraviesa el embozado

la espada en la mano aún,

que lanzó vivo reflejo

al pasar frente a la cruz.

Cual suele la luna tras lóbrega nube

con franjas de plata bordarla en redor,

y luego si el viento la agita, la sube

disuelta a los aires en blanco vapor:

Así vaga sombra de luz y de nieblas,

mística y aérea dudosa visión,

ya brilla, o la esconden las densas tinieblas

cual dulce esperanza, cual vana ilusión.

La calle sombría, la noche ya entrada,

la lámpara triste ya pronta a expirar,

que a veces alumbra la imagen sagrada

y a veces se esconde la sombra a aumentar.

El vago fantasma que acaso aparece,

y acaso se acerca con rápido pie,

y acaso en las sombras tal vez desparece,

cual ánima en pena del hombre que fue,

al más temerario corazón de acero

recelo inspirara, pusiera pavor;

al más maldiciente feroz bandolero

el rezo a los labios trajera el temor.

Mas no al embozado, que aún sangre su espada

destila, el fantasma terror infundió,

y, el arma en la mano con fuerza empuñada,

osado a su encuentro despacio avanzó.

Segundo don Juan Tenorio,

alma fiera e insolente,

irreligioso y valiente,

altanero y reñidor:

Siempre el insulto en los ojos,

en los labios la ironía,

nada teme y toda fía

de su espada y su valor.

Corazón gastado, mofa

de la mujer que corteja,

y, hoy despreciándola, deja

la que ayer se le rindió.

Ni el porvenir temió nunca,

ni recuerda en lo pasado

la mujer que ha abandonado,

ni el dinero que perdió.

Ni vio el fantasma entre sueños

del que mató en desafío,

ni turbó jamás su brío

recelosa previsión.

Siempre en lances y en amores,

siempre en báquicas orgías,

mezcla en palabras impías

un chiste y una maldición.