Ni el tío ni el sobrino - José de Espronceda - E-Book

Ni el tío ni el sobrino E-Book

José de Espronceda

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Beschreibung

Cuentan que el coronel don Juan Renzuelo murió en las Américas, dejando a su esposa y a su hija solas y desamparadas. Don Martín, amigo del coronel, se apiada de la viuda y de la huérfana y se deja convencer por doña Paca para casarse con la joven. Sin embargo, detrás de las propuestas y las declaraciones hay gato encerrado, y también alguna que otra visita inesperada. -

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José de Espronceda

Ni el tío ni el sobrino

 

Saga

Ni el tío ni el sobrino

 

Copyright © 1834, 2022 SAGA Egmont

 

All rights reserved

 

ISBN: 9788726879469

 

1st ebook edition

Format: EPUB 3.0

 

No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.

This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.

 

www.sagaegmont.com

Saga is a subsidiary of Egmont. Egmont is Denmark’s largest media company and fully owned by the Egmont Foundation, which donates almost 13,4 million euros annually to children in difficult circumstances.

Personajes

DOÑA PACA LUISA DON MARTÍN DON CARLOS DON JUAN EUGENIO AMBROSIO

Acto primero

Escena primera

DON MARTÍN, AMBROSIO.

 

DON MARTÍN. Conque di, ¿has visto a esas damas?

AMBROSIO. Sí, señor, y me dijeron

que los zapatos estaban

que ni pintados.

DON Entiendo.

MARTÍN. ¿Y dijeron algo más?

AMBROSIO. Que el color de los pañuelos

merinos y los brillantes

del consabido aderezo

mostraban tener buen gusto,

y que es usted en extremo

generoso, y sobre todo

galán y buen caballero.

DON MARTÍN. Todo es gastos y más gastos.

AMBROSIO. Dijeron también...

DON Dijeron.

MARTÍN. ¿Qué han de decir que no sea

todo lo que me merezco?

AMBROSIO. Se entiende.

DON Pues ahí es nada

MARTÍN. los infinitos obsequios

que a cada instante les hago,

y sin costarles dinero

tener en mi misma casa

habitación, gasto hecho,

criado, mesa, regalos,

lacayo, coche y cochero...

Bien es verdad que Luisita

es un dije y un modelo

de honestidad y de gracias,

y su madre... es un portento

la educación que le ha dado.

Yo cada vez que la veo

siento un placer, una cosa

tan agradable, un contento,

que, aunque a la verdad, no estoy

para tirar el dinero,

lo estoy con menos trabajo

cuando por ella lo empleo.

AMBROSIO. Todo Madrid está absorto

con usted; en los paseos,

en las tertulias, en todas

partes usted es el cuento

del día; unos alaban

el maravilloso ingenio

de usted, su gala, su porte,

su gracia y gallardo gesto;

todos haciéndose lenguas

en alabanza del genio

y cualidades de usted

y de su futura.

DON En eso

MARTÍN. hay antes mucho que hablar.

Pienso quedar aún soltero

por algún tiempo, y aunque

es verdad que le merezco

a Luisa mucho cariño,

y ella a mí no poco menos,

y aunque por su padre deba,

en lo que alcancen mis medios,

proteger a esa familia,

antes de casarme quiero...

AMBROSIO. Quiere usted, pues, divertirse;

hace usted bien, eso es cierto;

un joven debe gozar

del mundo y sus pasatiempos.

DON Sí, pero yo ya he pasado

MARTÍN. bien alegres los primeros

años de la mocedad.

AMBROSIO. ¿Pues se tiene usted por viejo?

DON Yo, viejo, no; pero estoy

MARTÍN. en la edad...

AMBROSIO. De más esfuerzo,

con la robustez precisa

para hacer un casamiento

y tener nueve o diez hijos

que den otros tantos nietos;

sí, es forzoso a cierta edad

tomar estado.

DON En efecto;

MARTÍN. y en la edad de la razón,

que es en la que yo me encuentro...

puede que me case.

AMBROSIO. Puede,

y hará usted bien; un sujeto

como usted debe casarse.

DON MARTÍN. ¿Por qué?

AMBROSIO. Porque... su talento

de usted lo decide así,

y basta, aunque sea a despecho

de las que en el Prado tienen

fijo en usté el pensamiento.

DON Eres picaruelo, Ambrosio.

MARTÍN.

AMBROSIO. Qué quiere usted, si lo veo;

pero aquí viene.

(Mirando la puerta de la izquierda.)

DON ¿Quién viene?

MARTÍN. ¿Principian ya a venir necios?

AMBROSIO. Es la señora mi ama,

madre del precioso objeto que usted protege y obsequia.

DON Pues vete, y para el correo

MARTÍN. pon en limpio aquella copia.

AMBROSIO. Está bien; voy al momento.

DON Allá iré luego después.

MARTÍN. (Vase AMBROSIO.)

Escena II

DOÑA PACA, DON MARTÍN.

 

DOÑA PACA. ¡Don Martín!

DON ¡Oh!, tanto bueno

MARTÍN. por acá y tan de mañana.

DOÑA PACA: Es la una.

DON Y bien, ¿qué es eso?

MARTÍN.

DOÑA PACA. Como estuvo usted anoche

de bailes y de conciertos,

no es extraño le parezca

temprano: doy por supuesto

que usted allí, como siempre,

se luciría.

DON Me siento

MARTÍN. un poco aún de esta pierna

y tengo la sangre hirviendo.

DOÑA PACA. Eso es salud; no es extraño

siendo joven y soltero.

DON Sí, señora, ése es el mal

MARTÍN. que únicamente padezco:

como tengo este carácter,

por cualquier cosa me quemo.

DOÑA PACA. Mas con todo, usted anoche

bailó.

DON No hay duda, yo tengo

MARTÍN. que bailar aunque no quiera;

ni descansar un momento

me dejaron las señoras.

DOÑA PACA. Y usted que nunca está quieto...

DON Yo he sido siempre una pólvora;

MARTÍN. cuando chico era travieso

como un diablillo.

DOÑA PACA. ¡Jesús!

Me gusta tanto ese genio,

siempre vivo y decidor,

y tan galán y discreto;

pero hablando de otra cosa,

diga usted, en el concierto,

¿qué conocidas había?

Apostaré que aquel viejo

de don Judas no faltó

con su niña, el esqueleto

que se muere por bailar.

¡Qué costumbres! Cuando veo

mujeres tal como esa.

¡Jesús!, toda me estremezco:

allí todas escotadas,

cada cual con su cortejo,

olvidando los quehaceres;

de ustedes los hombres... bueno

que se diviertan ustedes.

Yo, jamás, ¡qué, ni por pienso!

cuando yo era joven nunca

andaba en bailes, y eso

que todas hemos tenido

también nuestros ojos negros.

Mi señora madre en casa

como si fuera un convento

nos tenía retiradas

de tertulias y paseos.

DON Ya se conoce en Luisita

MARTÍN. que es usted un fiel modelo

de su madre: sí, ¡qué poco

pierde ella en bailes el tiempo!

DOÑA PACA. Luisita, no, señor, nunca;

en casa y siempre cosiendo,

o entregada a la lectura

de libros santos.

DON Yo puedo

MARTÍN. por cierto ser buen testigo.

DOÑA PACA. ¡Ay, Dios! Si pudiera vernos

el que mataron en Indias,

mi difunto.

DON Estoy muy cierto

MARTÍN. que acabarán las desgracias

que atrajo a usted su mal genio,

porque don Juan, aunque era

un calaverón deshecho

y algo original, tenía

buen corazón; en el juego,

en las jaranas y danzas,

peloteras y cortejos

que yo armaba entonces, éramos

dos camaradas eternos,

y quería echarla de mozo:

¿creerá usted que en tanto tiempo

nunca supe era casado,

y siempre guardó silencio

acerca de esas frioleras

de que usted me ha hablado luego?

DOÑA PACA. (Afligida.)

Basta, basta, don Martín.

¡Pobrecito! Harto me acuerdo.

DON No llore usted.

MARTÍN.

DOÑA PACA. ¡Pobrecito!

Conmigo no fue muy bueno,

bien lo sabe Dios, y cuanto

padecí con él, bien puedo

asegurárselo a usted,

muy perdonado le tengo,

así le perdone Dios

y allá le tenga en el cielo.

El se separó de mí

sin motivo para ello

ninguno, muy al contrario,

que estaba yo siempre viendo

cómo agradarle: ¡Jesús!,

mis obras, mis pensamientos,

todo era suyo en mi casa,

todo era para Renzuelo.

Se fue de ella sin decir

oste ni moste: primero

se contentó con mudarse,

después puso agua por medio,

y embarcándose allá en Cádiz

se me largó para Méjico,

dejándome sola aquí

con una niña de pechos,

mi pobre Luisa, las dos

sin auxilio ni consuelo,

y al fin supe su tragedia

para aumentar mi tormento:

¡pobrecito!, ¡a pesar mío

yo le amaba, ya está muerto!

DON ¿Y qué ha de hacerse, señora,

MARTÍN. si se murió?, ¿qué remedio?,

cuanto más...

DOÑA PACA. Sí, don Martín,

demasiado lo agradezco,

Usted, usted, caro amigo,

es nuestro solo consuelo.

DON Yo, señora, bien querría...

MARTÍN. (Con vanidad.)

hasta ahora si algo he hecho...

DOÑA PACA. Demasiado, don Martín:

yo y Luisita no sabemos

cómo pagárselo a usted.

Sólo el cariño más tierno

por parte de ella, y por mí

un puro agradecimiento

y una sincera amistad...

DON Señora, estoy satisfecho

MARTÍN. con eso sólo; yo he sido

toda mi vida lo mismo,

muy amigo de hacer bien:

(Con vanidad.)

yo soy así, buen sujeto.

DOÑA PACA. Excelente; ¿y usted cree

que se me olvidan tan presto

las generosas ofertas...?

DON MARTÍN. (¡Si habré ofrecido dinero!)

DOÑA PACA. ¡Qué placer cuando yo vea

sus hijos de usté y mis nietos

un retrato de mi padre

y la esperanza del reino!

DON MARTÍN. ¿Y por dónde saca usted...?

DOÑA PACA. ¡Qué monos serán! Iremos

con ellos siempre a la iglesia

tan limpitos, ¡qué talento

tendrán! y luego que usted...

DON ¡Pero usted ha perdido el seso!

MARTÍN. ¿A qué viene esa retahíla?

DOÑA PACA. Perdone usted; ¡ay!, es cierto,

no me acordaba, no soy

digna de tan halagüeño

porvenir, yo estaba loca.

¡Pensarme que un caballero

el más rico de Castilla

contraería casamiento

con una niña que sólo

tiene por amparo el cielo!

Perdone usted, don Martín;

no supe lo que me hecho:

¡pobre niña!, morirá

cuando sepa lo funesto

que es su amor, y le ama a usted

con un cariño tan tierno,

¡ay, hija de mis entrañas!

DON (Con vanidad.)

MARTÍN. Harto lo conozco; pero...

DOÑA PACA. Sí, ¡como tiene usted otras!

DON Eso no hay duda, por cientos

MARTÍN. las tengo yo; pero, amiga,

hablando en plata, confieso

que Luisa me gusta más

que todas ellas.

DOÑA PACA. Lo creo.

Bien se conoce, y la quiere

usted matar a desprecios;

¡pobre niña!, cuando quede

sin madre, en algún convento

la recogerán: ¡Dios mío!

¡En este mundo perverso

solita y con pocos años!

DON (Con enfado.)

MARTÍN. Eso no, porque primero

era menester que yo

me volviera loco o necio

o me muriera.

DOÑA PACA. ¡Infeliz!

De puerta en puerta pidiendo

tendrá que andar, o ponerse

a servir si yo me muero.

¡Quién creyera que la hija

de don Juan de Dios Renzuelo,

coronel de infantería...!

DON Pero, ¿y por qué ha de ser eso?

MARTÍN. ¿Delira usted?

DOÑA PACA. ¿Qué ha de ser,

si usted nos deja en perpetuo

abandono? ¿Usted, que era

nuestra esperanza?

DON No dejo

MARTÍN. tal; al contrario... yo sólo...

DOÑA PACA. Quiso usted ver si era cierto

su amor; ¡ay, Dios!, esas bromas

no las use usted: es muy serio

el asunto para usarlas:

¡ay!, yo no sé lo que tengo

conozco que ha sido burla

y, ¡ay, Jesús!, apenas puedo

hablar... me caigo... me ha dado

una congoja y me siento

tan...

 

(Se deja caer sobre una silla que arrima DON MARTÍN.)

 

DON Siéntese usted; ¡por vida!

MARTÍN. Pues bonita la hemos hecho.

¡Voto va chápiro verde!

ya se desmayó en efecto.

¡Qué siempre por mí han de hallarse

las mujeres en aprietos!

Escena III

DON MARTÍN, DOÑA PACA, EUGENIO.

 

EUGENIO. (Entra cantando.)

¡Tran larán!