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¿Y si pudieras vivir eternamente, regresar a la vida sin el peso del pasado y los prejuicios? Esa es la oportunidad que se le presenta a un anciano que acaba de morir: renacer como Adán, un joven fuerte, apuesto e inocente. La sorpresa del casero es mayúscula cuando en lugar del viejo al que iba a desahuciar encuentra a ese joven desnudo y feliz. Sin embargo, pronto Adán descubrirá que el mundo que le rodea es tan maravilloso como cruel. -
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José de Espronceda
Saga
El diablo mundo
Copyright © 1841, 2023 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726879438
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
www.sagaegmont.com
Saga is a subsidiary of Egmont. Egmont is Denmark’s largest media company and fully owned by the Egmont Foundation, which donates almost 13,4 million euros annually to children in difficult circumstances.
Boguemos, boguemos,
la barca empujad,
que rompa las nubes,
que rompa las nieblas,
los aires las llamas, 5
las densas tinieblas,
las olas del mar.
Boguemos, crucemos
del mundo el confín;
que hoy su triste cárcel quiebran 10
libres los diablos en fin,
y con música y estruendo
los condenados celebran,
juntos cantando y bebiendo,
un diabólico festín. 15
¿Qué rumor
lejos suena,
que el silencio
en la serena
negra noche interrumpió? 20
¿Es del caballo la veloz carrera,
tendido en el escape volador,
o el áspero rugir de hambrienta fiera,
o el silbido tal vez de aquilón?
¿O el eco ronco del lejano trueno 25
que en las hondas cavernas retumbó,
o el mar que amaga con su hinchado seno,
nuevo Luzbel, al trono de su Dios?
Densa niebla
cubre el cielo, 30
y de espíritus
se puebla
vagarosos,
que aquí el viento
y allí cruza 35
vaporosos
y sin cuento
y aquí tornan,
y allí giran,
ya se juntan, 40
se retiran,
ya se ocultan,
ya aparecen,
vagan, vuelan,
pasan, huyen, 45
vuelven, crecen,
disminuyen,
se evaporan
se coloran,
y entre sombras 50
y reflejos,
cerca y lejos
ya se pierden;
ya me evitan
con temor 55
ya se agitan
con furor,
en aérea danza fantástica
a mi alrededor,
vago enjambre de vano fantasmas 60
de formas diversas, de vario color
en cabras y sierpes montados y en cuervos
y en palos de escobas; con sordo rumor:
baladros lanzan y aullidos,
silbos, relinchos, chirridos, 65
y en desacordado estrépito,
el fantástico escuadrón
mueve horrenda algarabía,
con espantosa armonía
y horrísona confusión. 70
Del toro ardiente al mugido
responde en ronco graznar
la Malhadada corneja,
y al agorero cantar
de alguna hechicera vieja, 75
el gato bufa y maúlla,
el lobo erizado aúlla,
ladra ruidos, voces y acentos
mil se mezclan y confunden,
y pavor y miedo infunden 80
los bramidos de los vientos,
que al mundo amagan su fin
en guerra los elementos.
Relámpago rápido
del cielo las bóvedas 85
con luz rasga cárdena,
y encima descúbrese
jinete fantástico,
quizá el genio indómito
de la tempestad. 90
De cien truenos juntos retumba el fragor
en bosques, montañas, cavernas, torrentes
quizá son el miedo los genios potentes
que el cántico entonan de espanto y terror.
Lanzando bramidos hórridos, 95
y tronchando añosos árboles,
irresistible su ímpetu,
teñida en colores lívidos,
gigante forma flamígera
cabalga en el huracán. 100
Quizá el genio de la guerra,
cuya frente tornasola
con roja vaga aureola
el relámpago fugaz.
Aquí retiembla la tierra, 105
allí rebrama la mar,
altísima catarata
zumba y despéñase allá;
allí torrentes de lava
lanza mugiente volcán; 110
aquí agita en la tempestad,
y agua, fuego, peñas, árboles
ávida sorbe al pasar;
allí colgada la luna,
con torva, cárdena faz, 115
triste, fatídica, inmóvil
en la inmensa oscuridad,
más entristece que alumbra,
cual lámpara sepulcral;
allí bramidos de guerra 120
se escuchan, y el golpear
del acero, y de las trompas
el estrépito marcial;
aquí relinchar caballos
y estruendo de pelear; 125
allí retumban cañones,
lamentos suenan allá,
y alaridos, voces, ayes,
y súplicas y llorar;
aquí desgarradas músicas 130
y cantares; acullá
ruido de gentes que danzan
con bullicioso compás;
acá risas y murmullos,
riñas y gritos allá; 135
allí el estruendo se escucha
de amotinada ciudad,
carcajadas, orgías, brindis,
y maldecir y jurar;
aquí el susurro entre flores 140
del cefirillo galán,
allí el eco interrumpido
de algún suspiro fugaz
ora un beso, una palabra,
de alguna trova el final; 145
todo en confusa discordia
se oye a un tiempo del mundo,
breve compendio del mundo,
la tartárea bacanal,
y trastornan y confunden 150
tanto estrépito a la par;
y aturden, turban, marean
tanta visión, tanto afán.
Allá va la nave:
¿quién sabe do va? 155
¡Ay!, ¡triste el que fía
del viento y la mar!
¿Qué importa? El destino
su rumbo marcó.
¿Quién nunca sus leyes 160
mudar alcanzó?
Allá va la nave;
bogad sin temor,
ya el aura la arrulle,
ya silbe Aquilón. 165
Venid, levantemos
segunda Babel,
el velo arranquemos
que esconde el saber.
Verdad, te buscamos, 170
osamos subir
al último cielo
volando tras ti,
con noble avaricia
y ansia sin fin 175
de ver cuanto ha sido
y está por venir.
Mentira, tú eres
luciente cristal,
color de oro y nácar 180
que encanta al mirar.
Feliz a quien meces.
Mentira en tus sueños,
tú sola halagüeños
placeres nos das, 185
¡ay!, ¡nunca busquemos
la triste verdad!
La más escondida
tal vez, ¿qué traerá?
¡Traerá un desengaño! 190
¡Con él un pesar!
Yo combato por la gloria.
Su corona es de laurel,
cántame versos, poeta,
póstrate, mundo, a mis pies. 195
Yo levantaré un palacio
que oro y perlas ornarán;
príncipes serán mis siervos;
el pueblo, Dios me creará.
Venid, hermosas, a mí, 200
dadme deleite y amor,
voluptuosa pereza,
besos de dulce sabor;
y entre perfumes y aromas,
bullentes vinos; y al son 205
del arpa, blanda me arrulle
y armoniosa vuestra voz.
Venid, empujadme,
la cima toqué.
Subidme, que luego 210
la mano os daré.
¡Ay!, yo caí de la elevada cumbre
en honda sima que a mis pies se abrió.
¡Grande es mi pena, larga mi agonía!...
¡Una mano!, ¡ayudadme!, ¡compasión! 215
Errante y amarrado a mi destino
vago solo y en densa oscuridad.
¡Siempre viajando estoy, y mi camino
ni descanso ni término tendrá!
Sin pena vivamos 220
en calma feliz
gozar es mi estrella,
cantar y reír.
¿Quién calmará mi dolor?
¿Quién enjugará mi llanto? 225
¿No habrá alivio a mi quebranto?
¿Nadie escucha mi clamor?
¿Dónde estoy? Tal vez bajé
a la mansión del espanto,
tal vez yo mismo creé 230
tanta visión, sueño tanto,
que donde estoy ya no sé.
Hórrida turba, quizá,
que en tormenta y confusión
a anunciar al mundo va 235
su ruina y desolación,
mensajeros de Jehová:
¿Quiénes sois, genios sombríos
que junto a mí os agolpáis?
¿Sois vanos delirios míos, 240
o sois verdad? ¿Qué buscáis?
¿Qué queréis? ¿Adónde vais?
Mas de la Célica cumbre
llameante catarata
en ondas de viva lumbre 245
súbito miro saltar.
Y ola tras ola de fuego
vuela en el aire y se alcanza
con estruendo y furor ciego,
como despeñado mar. 250
Y al hondo abismo en seguida
se precipita y se pierde
la catarata encendida
que en arco rápido cae.
Océano inmenso volcado 255
rojos los aires incendia,
en tumbos arrebatado
recia tormenta lo trae,
y en medio negra figura
levantada en pie se mece, 260
de colosal estatura
y de imponente ademán.
Sierpes son su cabellera
que sobre su frente silban,
su boca espantosa y fiera 265
como el cráter de un volcán.
De duendes y trasgos
muchedumbre vana
se agita y se afana
en pos su señor. 270
Y allí entre las llamas
resbalan, se lanzan,
y juegan y danzan
saltando en redor.
Bullicioso séquito 275
que vienen y van,
visiones fosfóricas,
ilusión quizá.
Trémulas imágenes
sin marcada faz, 280
su voz sordo estrépito
que se oye sonar,
cual zumbido unísono
de mosca tenaz.
Allí entre las llamas 285
hirviendo en montón,
no cesa su ronco
monótono son,
murmurando a un tiempo mismo
todos juntos y a una voz, 290
y apareciéndose súbito
ora fuego, ora vapor.
Tendió una mano el infernal gigante
y la turba calló; y oyóse sólo
en silencio el estrépito atronante 295
del flamígero mar; luego un acento
claro, distinto, rápido y sonoro
por la vaga región cruzó del viento
con rara melancólica armonía,
que brotaba doquiera, 300
y un eco en derredor lo repetía.
Voz admirable y vaga, y misteriosa,
viene de allá del alto firmamento,
crece bajo la tierra temblorosa,
vaga en las alas del callado viento. 305
Voz de amargo placer, voz dolorosa,
incomprensible mágico portento,
voz que recuerda al alma conmovida,
el bien pasado y la ilusión perdida.
«¡Ay!», exclamó, con lamentable queja, 310
y en torno resonó triste gemido,
como el recuerdo que en el alma deja
la voz de la mujer que hemos querido.
«¡Ay!, ¡cuán terrible condición me aqueja
para llorar y maldecir nacido, 315
víctima yo de mi fatal deseo,
que cumplirse jamás mis ansias veo!
»¿Quién es Dios? ¿Dónde está? Sobre la cumbre
de eterna luz que altísima se ostenta,
tal vez en torno de celeste lumbre 320
su incomprensible majestad se asienta;
de muchos mil la inmensa y pesadumbre
con su mano tal se rige y sustenta,
sempiterno, infinito, omnipotente,
invisible doquier, doquier presente. 325
»Y allá en la gran Jerusalén divina
tal vez escucha en holocausto santo
del querub que a sus pies la frente inclina.
Voces que exhalan armonioso canto.
La máquina sonora y cristalina 330
del mundo rueda en derredor, en tanto,
y entre aromas y gloria resplandores,
recibe humilde adoración y amores.
»Santo, Santo, los ángeles le cantan;
Hosana, Hosana, en las alturas suena, 335
rayos de luz perfilan y abrillantan
nube de incienso y trasparencia llena.
Y con ella con murmullo se levantan,
paz demandando a la mansión serena,
las preces de los hombres en su duelo, 340
y paz les vuelve y bendición el cielo.
»¿Es Dios tal vez el Dios de la venganza,
y hierve el rayo en su irritada mano,
y la angustia, el dolor, la muerte lanza
al inocente que le implora en vano? 345
¿Es Dios el Dios que arranca la esperanza,
frívolo, injusto y sin piedad tirano,
del corazón del hombre, y le encadena,
y a eterna muerte al pecador condena?
»Embebido en su inmenso poderío, 350
¿es Dios el Dios que goza en su hermosura,
que arrojó el universo en el vacío,
leyes le dio y abandonó su hechura?
¿Fue vanidad del hombre y desvarío
soñarse imagen de su imagen pura? 355
¿Es Dios el Dios que en su eternal sosiego
ni vio su llanto ni escuchó su ruego?
»¿Tal vez secreto espíritu del mundo,
el universo anima y alimenta,
y derramando su hálito fecundo 360
alborota la mar y el cielo argenta,
y a cuanto el orbe en su ámbito profundo
tímido esconde o vanidoso ostenta,
presta con su virtud desconocida
alma, razón, entendimiento y vida? 365
»¿Y es Dios tal vez la inteligencia osada
del hombre siempre en ansias insaciable,
siempre volando y siempre aprisionada
de vil materia en cárcel deleznable?
¿A esclavitud eterna condenada 370
a fiera lucha, a guerra interminable,
tal vez estás, divinidad sublime,
que otra divinidad de inercia oprime?
»¿Y es en su vida el universo entero
ilimitado campo de pelea, 375
cada elemento un triste prisionero
que su cadena quebrantar desea,
y ardes en todo, espíritu altanero,
lumbre matriz, devoradora tea,
como el que oculto, misterioso aliento, 380
mueve la mar con loco movimiento?
»¿Cuándo tu guerra término tendrá
y romperás tu lóbrega prisión?
¿Su faz el universo cambiará?
¿Creará otros seres de inmortal blasón, 385
o la muerte silencio te impondrá?
¿Volarás fugitivo a otra región,
o, disipando la materia impura,
el mundo inundarás de tu hermosura?
»-¿Quién sabe? Acaso yo soy 390
el espíritu del hombre
cuando remonta su vuelo
a un mundo que desconoce,
cuando osa apartar los rayos
que a dios misterioso esconde, 395
y analizarle atrevido
frente a frente se propone.
Y entre tanto que impasibles
giran cien mundos y soles
bajo la ley que gobierna 400
sus movimientos acordes,
traspasa su estrecho límite
la imaginación del hombre,
jinete sobre las alas
de mi espíritu veloces; 405
y otra vez a mover guerra,
alzar rebeldes pendones,
y hasta el origen creador
causa por causa recorre;
y otra vez se hunde conmigo 410
en los abismos, en donde
en tiniebla y lobreguez
maldice a su Dios entonces.
¡Ay!, su corazón se seca,
y huyen de él sus ilusiones: 415
delirio son engañoso
sus placeres, sus amores,
en su ciencia vanidad,
y mentira sin sus goces.
¡Sólo es verdad su impotencia 420
su amargura y sus dolores!
»Tú me engendraste mortal,
y hasta me diste un nombre,
pusiste en mí tus tormentos,
en mi alma tus rencores, 425
en mi mente tu ansiedad,
en mi pecho tus furores,
en mi labio tus blasfemias
e impotentes maldiciones;
me erigiste en tu verdugo, 430
me tributaste temores,
y entre Dios y yo partiste
el imperio de los orbes.
Y yo soy parte de ti
soy ese espíritu insomne 435
que te excita y se levanta
de tu nada a otras regiones,
con pensamientos de ángel,
con mezquindades de hombre.
»Tú te agitas como el mar 440
que alza sus olas enormes,
humanidad, en oleadas
por quebrantar tus prisiones.
¿Y en vano será que empujes,
que ondas con ondas agolpes, 445
y de tu cárcel la linde
con vehemente furia azotes?
¿Será en vano que tu mente
a otras esferas remontes,
sin que los negros arcanos 450
de vida y de muerte ahondes?
¿Viajas tal vez hacia atrás?
¿Adelante tal vez corres?
¿Quizá una ley te subyuga?
¿Quizá vas sin saber dónde? 455
Las creencias que abandonas,
los templos, las religiones
que pasaron, y que luego
por mentira reconoces,
¿son quizá menos mentira 460
que las que ahora te forjes?
¿No serán tal vez verdades
los que tú juzgas errores?
»Mas tú como yo, impulsada
por una mano de bronces 465
allá vas, y en vano, en vano
descanso pides a voces;
los siglos se precipitan,
se hunden cien generaciones,
piérdense imperios y pueblos, 470
y el olvido los esconde;
y tú allá vas, allá vas
abandonada y sin norte,
despeñada y de tropel
y en aparente desorden; 475
y ora inundas la llanura,
allanas luego los montes,
¡no hay hondo abismo ni cielo
que a descubrir no te arrojes!
Pobre, ciega, loca, errante, 480
aquí, sagaz, allí torpe,
tú misma para ti misma
todo arcano y confusiones.
»Y ya por senda trazada
viajes sometida y dócil, 485
y sigas crédula en paz
las huellas de tus mayores;
ya nuevas galas te vistas,
ya de las antiguas mofes,
y rebelde, de tus hierros 490
muerdas ya los eslabones,
yo siempre marcho contigo.
Y ese gusano que roe
tu corazón, es sombra
que anubla tus ilusiones. 495
Soy yo, el lucero caído,
el ángel de los dolores,
el rey del mal, y mi infierno
es el corazón del hombre.
Feliz mientras la esperanza, 500
¡ay!, tus delirios adorne,
infeliz cuando tu mente
los recuerdos emponzoñen.
Y a la mar sin rumbo fijo
desesperado te arrojes; 505
ni un astro te alumbrará,
será en vano que a Dios nombres.
Ora le reces sin fe,
ora su enojo provoques.
Sólo el huracán y el trueno. 510
Responderán a tus voces.
Sin hallar puerto ni playa
por más que anhelante bogues.
Y al fin la materia muere;
pero el espíritu ¿adónde 515
volará? ¿Quién sabe? ¡Acaso
jamás sus cadenas rompe!»
Dijo, y la ígnea luminosa frente
dejó caer desesperado y triste,
y corrió de sus ojos larga fuente 520
de emponzoñadas lágrimas: profundo
silencio en torno dominó un momento;
luego en aéreo modulado acento
cien moros resonaron,
y allá en el aire en confusión cantaron 525
Genios, venid, venid
vuestro mal con el hombre a repartir.
Ya la esperanza a los hombres
para siempre abandonó,
los recuerdos son tan sólo 530
pasto de su corazón.
Nosotros, genios del mal,
aunque en nosotros no cree,
somos su Dios, condenado
nuestro influjo a obedecer. 535
Genios, venid, venid
vuestro mal con el hombre a repartir.
Yo turbaré sus amores,
disiparé su ilusión,
atizaré sus rencores, 540
y haré eternos sus dolores
mal llagado el corazón.
Yo confundiré a sus ojos
la mentira y la verdad.
Y la ciencia y los sucesos 545
su mente confundirán.
Marchitaré la hermosura,
rugaré la juventud; el alma que nació pura
renegará la virtud, 550
maldecirá de su hechura.
Yo haré dudar del cariño
que muestra al tímido niño
el corazón maternal;
y haré vislumbre al través 555
del amor el interés
como su vil manantial.
Una barra de oro
su Dios será.
La avaricia del hombre 560
la adorará:
viles pasiones
gobernarán tan sólo
sus corazones.
Genios, venid, venid 565
nuestro mal con el hombre a repartir.
Mi lanza impávida
derribará
ese Dios mísero
de vil metal. 570
Sobre sus aras
me asentaré,
y esclavo al hombre
dominaré.
Genios, venid, venid 575
y esos esclavos a mi carro uncid.
Yo romperé las cadenas,
daré paz y libertad,
y abriré un nuevo sendero
a la errante humanidad. 580
¡Quién sabe! ¡Quién sabe!
Quizá sueños son,
mentidos delirios,
dorada ilusión.
Genios, venid, venid 585
nuestro mal con el hombre a repartir.
Como nubes que en negra tormenta
precipita violento huracán,
y en confuso montón apiñadas,
de tropel y siguiéndose van, 590
y visiones y horrendos fantasmas,
monstruos raros de formas sin fin,
y palacios, ciudades y templos,
nuestros ojos figuran allí;
y entre masas espesas de polvo 595
desaparece la tierra tal vez,
cual gigante cadáver que cubre
vil mortaja de lienzo soez;
como zumba sonante a lo lejos
el doliente rugido del mar, 600
cuando rompe en las rocas sus olas,
fatigadas de tanto luchar;
y la brisa en la noche serena
en sus ráfagas trae la canción,
que al compás de los remos entona, 605
mar adentro quizá un pecador.
Así, en turbio veloz remolino
el diabólico ejército huyó;
vagarosas pasaron sus sombras,
y el crujir de sus alas sonó. 610
Y en el yermo fantástico espacio,
largo tiempo se oyó su cantar,
y a lo lejos el flébil quejido
poco a poco armonioso espirar.
Embargada y absorta la mente, 615
en incierto delirio quedó,
y abrumada sentí que mi frente
un torrente de lava quemó.
Y en mi loca falaz fantasía
sus clamores y cánticos oí, 620
y el tumulto y su inquieta porfía
encerrado en mí mismo sentí.
Así al son agudo de bélica trompa,
y al compás del golpe que marca el tambor,
brioso en alarde y magnífica pompa, 625
en orden desfila guerrero escuadrón.
Y espadas, fusiles, caballos, cañones
pasan, y los ojos en confuso ven
brillar aún las armas, ondear los pendones.
Fantásticas plumas del viento al vaivén, 630
relumbrar corazas, y el polvo y la gente,
ya se oye a lo lejos un vago rumor,
y queda en su encanto suspensa la mente,
y oír y ver piensa después que pasó.
Mas ya del primer albor 635
la luz pura tiñe el cielo,
y al naciente resplandor,
naturaleza su velo
pinta con vario color.
Ya se esparce por el mundo 640
un armonioso contento,
un confuso movimiento,
que en pensamiento profundo
suspende el entendimiento.
¿Es verdad lo que ver creo? 645
¿Fue un ensueño lo que vi
en mi loco devaneo?
¿Fue verdad lo que fingí?
¿Es mentira lo que veo?
Sobre una mesa de pintado pino
melancólica luz lanza un quinqué,
y un cuarto ni lujoso ni mezquino
a su reflejo pálido se ve.
Suenan las doce en el reloj vecino 5
y el libro cierra que anhelante lé
un hombre ya caduco, y cuenta atento
de cansado reloj el golpe lento.
Carga después sobre la diestra mano
la ya rugosa y abrumada frente, 10
y un pensamiento fúnebre, tirano,
fija y domina, al parecer, su mente.
Borrarlo intenta en su ansiedad en vano;
vuelve a leer, y en tanto, que obediente
se somete su vista a su porfía 15
lánzase a otra región su fantasía.
«¡Todo es mentira y vanidad, locura!»
Con sonrisa sarcástica exclamó;
y en la silla tomando otra postura,
de golpe el libro y con desdén cerró. 20
Lóbrega tempestad su frente oscura
en remolinos densos anubló;
y los áridos ojos quemó luego
una sangrienta lágrima de fuego.
«¡Ay!, para siempre, dijo, la ufanía. 25
¡Pasó ya de la hermosa juventud,
la música del alma y melodía,
los sueños de entusiasmo y de virtud...!
Pasaron, ¡ay!, las horas de alegría.
Y abre su seno hambriento el ataúd, 30
y único porvenir, sola esperanza.
La muerte, a pasos de gigante avanza.
»¿Qué es el hombre? Un misterio. ¿Qué es la vida?
¡Un misterio también...! Corren los años
su rápida carrera, y escondida 35
la vejez llega envuelta en sus engaños.
Vano es llorar la juventud perdida,
vano buscar remedio a nuestros daños.
Un sueño es lo presente de un momento,
¡muerte es el porvenir, lo que fue, un cuento...! 40
»Los siglos a los siglos se atropellan,
los hombres a los hombres se suceden,
en la vejez sus cálculos se estrellan,
su pompa y glorias a la muerte ceden.
La luz que sus espíritus destellan 45
muere en la niebla que vencer no pueden,
¡y es la historia del hombre y su locura
una estrecha y hedionda sepultura!
»¡Oh!, si el hombre tal vez lograr pudiera
ser para siempre joven e inmortal, 50
y de la vida el sol le sonriera
¡eterno de la vida el manantial!
¡Oh!, como entonces venturoso fuera.
Roto un cristal, alzarse otro cristal