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Blanca de Borbón es la trágica protagonista de esta pieza teatral que relata las intrigas políticas y los caprichos de los monarcas de la época.Blanca de Borbón era hija de Isabel de Valois y Pedro de Borbón. Se casó con Pedro I de Castilla en 1353 para propiciar una alianza entre Castilla y Francia. Sin embargo, más tarde fue repudiada y encerrada cuando Pedro I supo que la familia de Blanca no pagaría la dote pactada. -
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José de Espronceda
Saga
Blanca de Borbón
Imagen en la portada: Shutterstock
Copyright © 1923, 2023 SAGA Egmont
All rights reserved
ISBN: 9788726879391
1st ebook edition
Format: EPUB 3.0
No part of this publication may be reproduced, stored in a retrievial system, or transmitted, in any form or by any means without the prior written permission of the publisher, nor, be otherwise circulated in any form of binding or cover other than in which it is published and without a similar condition being imposed on the subsequent purchaser.
This work is republished as a historical document. It contains contemporary use of language.
www.sagaegmont.com
Saga is a subsidiary of Egmont. Egmont is Denmark’s largest media company and fully owned by the Egmont Foundation, which donates almost 13,4 million euros annually to children in difficult circumstances.
El teatro representa un cuarto de la prisión de Blanca, con dos rejas de hierro en el fondo y dos puertas, una a la derecha y otra a la izquierda de los espectadores.
BLANCA y DONTELLO. Varios SOLDADOS requisan las rejas y se oye a lo lejos música y el siguiente coro:
Honor al valiente,
Loor a las bellas,
Volad, caballeros,
La lid os espera.
Los fieros encuentros
Las damas recelan,
Y allá entre sí mismas
El triunfo os desean.
Honor al valiente.
Loor a las bellas.
(Siguen vivas y ruidos del pueblo que van poco a poco alejándose.)
DON TELLO Las voces suenan en la alegre fiesta
Del nuevo infante, que la gloria aviva
Y el contento del rey, cual nueva joya
De la rica corona de Castilla.
Todos festejan hoy, todos gozosos
Al rey proclaman en ardientes vivas.
Soldados, pronto, requerid las rejas;
Nos aguarda el placer.
BLANCA ¡Fatal desdicha!
En medio el gozo, que decís que reina,
Cuando mi esposo entre placeres brilla,
Yo sola gimo y para siempre cubre
Negra noche de horror el alma mía.
¿Un infante, decís?
DON TELLO Un noble infante,
Hijo feliz de la feliz Padilla.
BLANCA ¡Ah, para siempre me olvidó el impío!
Siempre esclavo feliz de sus caricias,
En brazos, ¡ay!, de esa mujer perversa
El vivirá, mientras que yo afligida
En perpetua prisión yaceré siempre,
Entregada al horror que aquí me inspira.
Hasta mi vida misma. Y ella en tanto
Feliz será: cuando gozosa ría,
Verá corresponderla al mismo tiempo
En los labios de Pedro la sonrisa;
Si ella derrama lágrimas... ¡Dios mío!
¡Nunca su mano enjugará las mías!
DON TELLO (Con aspereza.)
Nunca castiga
Dios sin que el delito
Haga el rayo brillar de su justicia.
BLANCA Dios mirará piadoso mi inocencia:
Que yo, infeliz, no provoqué su ira.
DON TELLO Vos blasfemáis de Dios.
BLANCA Tened, Don Tello:
Mostrad respeto a la desgracia mía:
Ya que la triste que tu lengua ultraja,
Que fue tu reina desleal olvidas,
Al menos, ¡ah!, cual castellano noble,
Con una dama usad de cortesía.
DON TELLO ¡Cortesía! ¿Y con quién?... Callaré y basta
(A los SOLDADOS.)
¿Están las barras dobles? La alegría
Salgamos a gozar que en tanta fiesta
Del pueblo entero el corazón anima.
(Vase con los SOLDADOS por la derecha y entra LEONOR por la izquierda.)
BLANCA, LEONOR.
LEONOR Mi padre se alejó; ya en fin respiro
Y la reina llorando... ¡Qué abatida
La desdichada está! (A BLANCA.) ¡Triste señora,
Ni un momento de paz!
BLANCA Dulce hija mía,
¿Eres tú mi Leonor, tú, mí consuelo
En mi amargo pesar? Sola tú alivias
De mi suerte el rigor. ¿Lloras? Tu llanto,
Dulce Leonor, mi corazón reanima.
Yo perdono a tu padre: no es culpable
El que obedece, no.
LEONOR Mas, ¿qué os agita?
Nunca cual hoy os vi tan angustiada,
Nunca en tan cruda y mísera agonía.
La crueldad de mi padre, la insolencia,
Ese cuidado eterno que le excita
A cerrar, a observar, que le arrebata
El sueño y la quietud, tan abatida
No os pusieron jamás: noble firmeza,
Noble resignación os sostenía.
BLANCA Secas las fuentes ya de la amargura
Y colmado el rigor de mi desdicha,
Yo, querida Leonor, necia pensaba
Que el vaso amargo de la suerte impía
Había agotado ya: que tantas penas,
Tanta crueldad, a fuerza de sufrirlas,
Eran ya para mí leves pesares,
Que ni arrancarme lágrimas podrían.
Mas hoy renuevan su fatal martirio,
Hoy renacen en mí, mi pecho agitan
Con la misma violencia, el mismo imperio
Con que me atormentaron aquel día,
Cuando lejos del rey, ya para siempre,
Hallé mi dicha y mi quietud perdida.
¿Iba con ella, di, Leonor, le has visto?
LEONOR Sí, yo he visto hoy al rey; su frente altiva,
Coronada de plumas ondeantes,
Al leve soplo de la blanda brisa
Sobre otros mil guerreros se elevaba
En medio del palenque, allí blandía
El asta formidable, y a los rayos
Del sol naciente deslumbrando, ardían
Sus relucientes armas. Los relinchos
De cien caballos, los ardientes vivas,
El rumor del concurso, enajenaron
Mis ojos un momento. Entristecida
Yo los volví después a vuestra cárcel,
Y en medio de la pública alegría
Se cubrieron de lágrimas. ¡Dios mío!
Bizarro estaba el rey, pero a su vista,
no sé por qué me estremecí; sus ojos
Yo no sé qué terror, qué espanto inspiran,
Que tiemblo siempre al verlos.
BLANCA ¿Y ella, dime?
LEONOR Ella también allí, la de Padilla,
Orgullosa, arrogante se mostraba
Coronada de perlas; elegida
Reina de la hermosura y los amores
Por vuestro esposo infiel, ella ceñía
La sien del rey con orlas de laureles,
Recibiendo gozosa sus caricias.
BLANCA Calla, calla por Dios; dulce me fuera,
Más que vivir así, la muerte misma;
Leonor, dime: ¿después?...
LEONOR Yo suspirando
Volví luego a llorar vuestra desdicha,
Sin querer ya ver más.
BLANCA ¿Y qué? ¿Ninguno
Ya se acuerda de mí? ¿No se lastima
Ninguno de mi suerte? ¡Desgraciada!
El que adoraste más, ese te olvida.
LEONOR No todos, no, que acaso el descontento
También en medio a los placeres brilla
Y algunos hay que, con atentos ojos,
Las rejas de esta fortaleza miran,
Y os nombran suspirando. Oculto un joven
En derredor de este castillo gira
En la noche callada: yo, mil veces,
Extático le he hallado, con la vista
Fija en estas murallas, contemplando
Siempre este sitio en ansia pensativa.
Él me ha hablado tal vez; mi mano entonces
Por vos al preguntarme retenía,
Y alguna ardiente lágrima brillaba
Acaso de sus ojos desprendida.
BLANCA ¡Inútil compasión! Tal vez la muerte,
Si le observan aquí, sus pasos siga.
No, mi amada Leonor; si a verle vuelves,
Dile que huya.
LEONOR El infeliz decía
Que si estimaba yo vuestra ventura
Le diese entrada en vuestra cárcel misma
Un momento no mas, y yo he ofrecido
Hacerle entrar hoy mismo.
BLANCA ¿Tú, hija mía,
Te has de exponer también, tú has de arriesgarte?
No, mi dulce Leonor, mi única amiga,
Si te apartan de mí... Tu padre acaso...
LEONOR Mi padre allá en la fiesta se confía.
De sus guardias no más, que entre el bullicio
Entretenidos, su deber descuidan,
Vuelvo a buscarle, sí.
(Vase.)
BLANCA, sola.
¿ Leonor, qué haces?
¿Y quién sabe quién es, ni quién podría
Acordarse de mí, cuando encerrada
Hace ya tanto tiempo, en mi desdicha
Nunca en esta prisión ha penetrado
Ni un rayo de esperanza fugitiva?
¡Cielos! Si Enrique... Es imposible, Enrique
Desterrado, infeliz, incierto gira,
Devorando su amor en el silencio,
Errante acaso en extranjero clima.
¡Y si él fuera, tal vez! Si arrebatado
De su loca pasión... Si se imagina
Valerse, oh Dios, de mi infelice suerte...
¡Ah! No, nunca, jamás, la suerte impía
No cambiará mi corazón. Su hermano,
Sólo a su hermano adoraré rendida,
Ya sepultada en negros calabozos,
Ya víctima infeliz de su injusticia.
Es mi fatalidad: siempre he de amarle.
Amarle a mi pesar.
BLANCA, LEONOR, ENRIQUE, embozado.
LEONOR Entrad, propicia
Nos es la suerte: si mi padre llega,
Yo al punto advertiré.
(Vase.)
ENRIQUE ¡Dichoso día!
Al fin te encuentro, idolatrada Blanca.
BLANCA ¡Enrique! ¡Oh Dios! ¿Y tú te sacrificas
Generoso por mí? ¿Qué intento ahora
Pudo traerte hasta mi cárcel misma
A aumentar mi inquietud? ¿Acaso, Enrique,
No conoces tu riesgo?
ENRIQUE Tranquiliza,
Blanca, tu corazón: mi único intento
Es salvarte o morir: toda mi dicha,
Mi ventura mayor cifro en salvarte.
Salvarte, sí, para que Enrique viva.
Este déspota atroz, ese inhumano
Tigre, que en ti furioso se encarniza,
Salva de su furor, libre ha de verte
Cuando mas en sus garras te imagina.
Prófugo, en mi destierro yo he llevado
Siempre tu imagen en mi mente fija,
Y entregada al dolor, en triste cárcel,
Contino ante mis ojos te veía;
Por ti, gozoso en el mayor peligro
Me lanzaba con ávida codicia,
Por ti, contra mi rey, contra mi hermano,
Fiero empuñé la espada vengativa,
junté guerreros, me arrojé al combate,
Luché con él en desigual porfía:
La suerte en las batallas caprichosa,
Mostróse a mis valientes enemiga.
Entonces, ¡ah!, mis odios, mi venganza,
Mi rabia, cual jamás sentí encendida
Roer mi corazón, no me es bastante.
El nombre de traidor que me designan
Es para mí un blasón. ¡Ah! Si es forzoso
Para salvarte arrebatar su vida,
Quiero añadir al nombre de rebelde
El título también de fratricida.