El fuego, el agua y la historia - Carolina Kaufmann - E-Book

El fuego, el agua y la historia E-Book

Carolina Kaufmann

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Beschreibung

"En este libro la autora se ocupa, una vez más, de la memoria. Sistematiza producciones, archivos, obras, las incorpora a un listado en el que consigna sentidos y lugares donde cualquiera puede ir a buscar aquellos trozos de historia que permiten recomponer un traumático rompecabezas. Todo está destinado a sujetos, instituciones y políticas que no admiten que la censura se instale borrando existencias, confundiendo tiempos, propiciando equívocos, o auspiciando totalitarismos que hagan del pensar un territorio a dominar o una propiedad privada." Del prólogo de Graciela Frigerio.

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Seitenzahl: 175

Veröffentlichungsjahr: 2020

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Carolina Kaufmann

El fuego, el agua y la Historia

La Dictadura en los escenarios educativos: memorias y desmemorias

Kaufmann, Carolina

El fuego, el agua y la historia : la dictadura en los escenarios educativos : memorias y desmemorias . - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Libros del Zorzal, 2013.

E-Book.

ISBN 978-987-599-330-3

1. Historia Argentina. 2. Enseñanza de la Historia. I. Título.

CDD 982

© Libros del Zorzal, 2007

Buenos Aires, Argentina

Libros del Zorzal

Printed in Argentina

Hecho el depósito que previene la ley 11.723

Para sugerencias o comentarios acerca del contenido de

El fuego, el agua y la historia, escríbanos a:

[email protected]

www.delzorzal.com.ar

Arora, mi Paula

Índice

Presentación | 6

Memorias de muerte /memorias de vida | 10

Si la memoria no tuviese llave | 15

Atajos de la(s) memoria(s) | 15

Texturas de la(s) memoria(s) y de la Historia | 17

Escenarios educativos para las memorias | 23

Las luchas por las memorias en ámbitos educativos | 30

Las memorias por venir | 32

El presente como cita del pasado | 34

Disminuyendo la pedagogía del silencio | 34

De transmisiones inacabadas | 36

El presente como cita del pasado | 40

Los desafíos ante la enseñanza de lo acontecido durante la Dictadura | 42

La Historia reciente en las aulas | 49

Dispositivos conceptuales y didácticos | 49

¿Narrar lo acontecido? Algunas experiencias motivadoras | 54

Soportes de las memorias en las aulas | 58

Estrategias metodológicas | 60

Razonar, preguntar, criticar | 62

Bibliografía sugerida para los docentes | 63

El fuego, el agua y la Historia | 66

Recursos para trabajar la Historia reciente en las aulas | 66

Los museos como memoria | 72

Los documentales en las aulas | 79

Los hombres de buena voluntad. La Historia de la Vigil | 87

Voces e imágenes después del silencio | 90

Vanguardias estéticas, memoria colectiva y educación | 92

Arte y Memorias | 92

De las 350 bicicletas a “¿Alguien vio una bicicleta que dejé aquí?” | 97

De Rosario a la Villa 31 pasando por Atenas | 103

La justicia poética | 107

Epílogo Recordadores y Pasantes | 111

Bibliografía Citada | 116

Presentación

Las ideas expuestas en este ensayo transitan por las huellas que va trazando la memoria colectiva a la hora de convocar al pasado reciente, adscribiendo a la metáfora utilizada por Burke cuando define a los Historiadores como “guardianes de los esqueletos conservados en el armario de la memoria colectiva”. Agrega Burke que “Antaño había un funcionario denominado recordador ”. En realidad este título era un eufemismo de cobrador de deudas. Su misión consistía en recordar a la gente lo que le hubiera gustado olvidar. Una de las funciones más importantes del Historiador es la de recordador.

Estas páginas aspiran en este sentido a transitar por las huellas que surcan los recordadores, ya que en nuestro país, Argentina, sigue en juego un pasado reciente traumático y doloroso. Pasado que muchas veces se opta por omitir.

En lo que concierne a la barbarie europea y con relación a las trágicas experiencias del siglo XX, Edgard Morin sostiene que es necesario que las barbaries sean reconocidas como tales y el reconocimiento debe pasar por el conocimiento y la conciencia. “Hay que saber qué fue lo que realmente ocurrió. Hay que tener conciencia de la complejidad de esa tragedia colosal…Hay que ser capaces de pensar la barbarie europea para superarla…” Y este desierto de la barbarie del que habla Morin también se proyecta en el pensar la barbarie Argentina.

Por otra parte, es cierto que esos “siete años de oscuridad”, con diferentes intensidades, han permeado el tejido social, la vida cotidiana y singular de quienes habitamos en él. Filtrándose –de distintos modos– en múltiples instituciones educativas, ya sea en lo políticamente incorrecto de enfrentar ciertos temas o en los códigos explícitos y/o implícitos de no ahondar en nuestro pasado reciente.

Y, si bien es cierto que las experiencias colectivas pueden ser estudiadas, analizadas, comprendidas, explicadas e interpretadas de diferentes maneras, comparto las palabras de Darío Barriera que retomaré más adelante, cuando sostiene que es factible divulgar los resultados de estos análisis, pero nunca puede esperarse que esto produzca un efecto profiláctico. Y avanza aun más: “la Historia, por sí sola, no sirve. La Historia es un saber, no un agente: por lo tanto, no hace cosas “ y agrega: “El conocimiento disponible es eso: un recurso. Pero el recurso no hace nada por sí solo. Es necesario actuar. Hacer. Confundir el recurso con lo que resta que haga el agente –pensar que la existencia de un pozo de agua cerca de un foco de agua implica la automática extinción de un incendio–, es un razonamiento de una torpeza repugnante.”

Y como no acuerdo con los efectos profilácticos de la Historia y sí considero que hoy las instituciones educativas están convocadas a ejercitar sus mejores recursos para indagar, multiplicar las preguntas y también aceptar la polifonía de voces y lenguajes que nos hablan de nuestro pasado traumático con su capacidad de hacer memoria e Historia.

Las páginas que componen este libro son producto de la investigación que vengo desarrollando en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de Entre Ríos, Argentina. Institución en la que dirijo el Grupo TIPHREA (Tendencias ideológico–pedagógicas en la Historia reciente Argentina) desde mediados de la década del noventa. Grupo abocado a estudiar e investigar acerca de las vacancias hermenéuticas en el campo educativo durante la última Dictadura.

Los capítulos que integran este ensayo provienen de diferentes tiempos de escritura; y parte de ellos han sido publicados en versiones previas en otros medios.

El primer capítulo “Si la memoria no tuviese llaves” es una reescritura del trabajo “Encrucijadas de la memoria” publicado en el libro de Autores Varios, Filosofía y Escuela, Editorial del Laboratorio de Alternativas Educativas (LAE), Universidad Nacional de San Luis, 2007.

El segundo y tercer capítulos sucesivamente titulados “El presente como cita del pasado” y “La Historia reciente en las aulas”; ampliados y reelaborados en este libro, han recibido un tratamiento previo en el capítulo “La memoria cívica en las aulas” publicado en el libro La cita secreta. Encuentros y desencuentros entre educación y memoria, Ríos, G. (Coordinación), Editorial de Amsafé (Asociación del Magisterio de Santa Fe), Santa Fe, 2006.

Los capítulos cuarto y quinto retoman aspectos anticipados en “Bicicletas y alas para volar. Para ganarle al silencio en las aulas” publicados en Clío &Asociados. La enseñanza de la Historia Nº11, 2007. El cuarto capítulo “El fuego, el agua y la Historia. Recursos para la enseñanza del pasado reciente” condensa reflexiones y experiencias estéticas y pedagógicas como herramientas idóneas vinculadas con la enseñanza de nuestro pasado reciente.

El último capítulo, “Vanguardias estéticas, memoria colectiva y educación” nos remonta a las posibilidades que ofrecen distintas producciones culturales y experiencias estéticas que han contribuido a la recuperación y (re)construcción de la memoria colectiva. En suma, qué aportan las expresiones artísticas cuando el lenguaje se vuelve insuficiente para nombrar la barbarie.

Deseo expresar mi agradecimiento a Gonzalo de Amézola por haberme convocado a participar de esta Colección; a Graciela Carbone por su lectura atenta y generosa; a Violeta Guyot por sus siempre afiladas sugerencias, a Arturo Firpo por su meticulosa y paciente lectura y observaciones; a Araceli Gerbau y a Diana Sevlever; a Guillermo Hennekens y al cepce-FCE-UNER, a Roxana Mauri Nicastro. Un especialísimo agradecimiento a Fernando Traverso y a Graciela Frigerio. Y a ellas, que dan brillo y sostén a mi existencia: Reneé Benaventos, Celina Curti, Lea Grizman, Minés Pérez, Ana María Ricciardi, Graciela Vedrovnik (por estrictísimo orden alfabético).

Carolina Kaufmann, Julio de 2007

Memorias de muerte /memorias de vida

Conozco a la autora de este libro, Carolina Kaufmann, desde 1986. A lo largo de todos estos (no pocos) años, he podido apreciar su esfuerzo sistemático para que no se someta al olvido lo injusto. Su vida académica y su producción nunca fueron indiferentes a la Historia.

Siempre la preocupó que el fuego no consumiera lo que debe protegerse de cualquier quema. Y también desde siempre la preocupa que, cuando quema hubo, no se omitiera el recuerdo de los actos de barbarie que atentan contra lo común.

En este libro la autora se ocupa, una vez más, de la memoria. Sistematiza producciones, archivos, obras, las incorpora a un listado en el que consigna sentidos y lugares donde cualquiera puede ir a buscar aquellos trozos de Historia que permiten recomponer un traumático rompecabezas. Si alguien intenta ubicar partes, piezas, rostros y nombres de un tiempo cercano y doloroso encontrará, en cada capítulo, no solo un “ayuda memoria”, sino un mapa y un guión conceptual para no extraviarse, preguntas para seguir indagando y teorías que justifican la oferta del inventario de lugares y de otros memoriosos. Todo está destinado a sujetos, instituciones y políticas que no admiten que la censura se instale borrando existencias, confundiendo tiempos, propiciando equívocos, o auspiciando totalitarismos que hagan del pensar un territorio a dominar o una propiedad privada.

La memoria es, sin duda, un personaje singular y extraño de la vida psíquica y un componente no menos complejo de la vida social y política. Tiene más de un rostro, varias voces, numerosos silencios, muchas figuras y funciones cuyas motivaciones están lejos de tener un sentido único. Puede decirse de ella que es a la vez, frágil y sólida, tan inapelable e indómita como servicial. Capaz de hacernos sufrir tanto por su falta como por su exceso; por los huecos que deja sin llenar, como por los rellenos que la saturan; es igualmente capaz de ofrecernos la alegría de mas de un reencuentro,

Rebelde, la memoria nunca es totalmente domesticable por el sujeto, ni por las políticas que quieren dominarla y esclavizarla.

Ser el amo de la memoria ha tentado a más de un dictador. Imponer olvidos, obligar a un repertorio acotado de recuerdos, es algo que ha sido intentado en distintos tiempos de la Historia; como han sido perseverantes los esfuerzos (igualmente dictatoriales) para producir y reproducir una memoria repleta y completa. Ambos modos de operar remiten a lo mismo. Producir el vacío o hacer un lleno de memoria son propósitos omnipotentes que terminan fracasando gracias a que la Historia, que hace al sujeto y a la sociedad, que a su vez la producen, cuenta con la complicidad de los que sostienen la imperiosa necesidad de no dejarse ganar por la pulsión antiarcóntica, esa suerte de demonio que destruye archivos, censura recuerdos, prohíbe evocaciones y quiere obligar a una interpretación única, sin fisuras ni intersticios, traumatizando a sujetos singulares y comunidades.

La memoria, curiosa, valiente, anda indagando los porqués. Preguntándose por las razones. Aterrándose por las sin razones. Sabemos de ella que a veces se presenta intempestiva e inesperadamente, sin haber sido convocada.

Sabemos también que, cruel, a veces desconcierta por su cobardía. Cuando se niega a acudir, nos deja sin los recuerdos, desamparados. Temerosa, puede llegar a esconderse en recónditos confines hasta volverse inhallable. Porque es fundamental para pensar y comprender, los enemigos de los lazos sociales la condenan a exilios y destierros.

En ocasiones, en cambio, es necesario reconocerlo, la memoria se ausenta al modo de gesto de ternura, dando un respiro al sujeto que sufre cuando está perpetuamente confrontado a recuerdos traumáticos que no se dejan elaborar.

La memoria nunca anda sola (salvo cuando tiene características patológicas, las que se expresan por su excesiva presencia o por su total ausencia), siempre trabaja y juega con el olvido.

Olvido. Hay que diferenciarlo de prohibición de recuerdo, censura a la evocación, propias a las políticas antiarcónticas (las que corroen archivos, destruyen huellas, expropian memoria). Carolina hace esta diferencia, no es lo mismo el olvido que las políticas productoras de ausencias. La amnesia que la conciencia no controla no es equiparable a las políticas que buscan crear una zona borrosa donde hubo existencias con rostro y nombre.

Sin embargo, el olvido (de tan mala fama) debería poder ser reivindicado en su función de olvido creador, como lo que hace posible rehallar, resignificar, redescubrir. También debe reconocerse su carácter de archivador de lo elaborado y a veces de mitigador de dolores que podrían volver, la vida, invivible.

Prohibición de recuerdo, censura, amnesia obligatoria, son sin duda estrategias políticas que suelen enmascarar una vergüenza, ocultar aberraciones, acallar conciencias. Las políticas de la amnesia siempre al servicio del totalitarismo son un obstáculo para la justicia.

Pero ya que de memoria se trata, es bueno recordar que la memoria puede también ser totalitaria, cuando resulta de una imposición, cuando sólo admite una lectura, cuando deja de ser políglota para exigir una sola lengua, un único sentido a lo rememorado, para volverse fija, cristalizada, cuando no dialoga y se vuelve no interpelable. Carolina señala que lo que se pierde mediante una imposición de olvido no se recupera con recuerdos impuestos.

En todo el texto subyacen muchas preguntas: ¿Por qué? ¿Cómo pudo ser? ¿Cómo puede infligirse dolor a un semejante?

Las respuestas deben buscarse más allá de cualquier conformismo, sorteando toda contestación simplista, no contentándose con ninguna efeméride, nos dice Carolina. Las respuestas no se hallan en actos demagógicos, en gestos de retórica vacía. Ninguna pedagogía y sobre todo ninguna didáctica deberían contentarnos. Porque, lo que se juega en la Historia de memorias y olvidos no es nada más y nada menos que vidas reales, de sujetos concretos. Carolina se empeña en proponernos que no olvidemos esas existencias.

Ninguna vida y tampoco ninguna muerte pueden conformarse con un gesto escolar. Sin embargo los gestos escolares, lejos de sernos indiferentes, deben ser significados en su importancia, en lo que ofrecen como posibilidad de salvar del olvido, sin burocratizar, el recuerdo. Carolina se empeña en ofrecer alternativas a lo banal.

Sin duda las vidas y las muertes exigen un reconocimiento que excede lo educativo, para reclamarse en los territorios donde la pregunta acerca de las sin razones de lo injusto siguen siendo pertinentes. Sin embargo, ello no impide que sean gestos escolares y prácticas educativas las que abran la posibilidad de un recuerdo que vuelva elaborable aquello que sabemos nunca será totalmente elaborado. Desde esta perspectiva el libro que nos propone Carolina se constituye en un singular y valioso aporte. Invitando a andar por los senderos de recuerdos, dejando apoyos a la vera del camino, señalando sitios para compartir con otros, proponiendo una y otra vez que no se reniegue de lo acontecido, como condición para que pueda ser pensado, ofreciendo conceptos para que los datos más crueles puedan ser tratados y señalando compañías posibles y solidaridades disponibles pone en evidencia que nadie está solo si busca.

Las respuestas a las preguntas existenciales y políticas deberán hacer su trabajo en el tiempo por venir, y deberán volverse acciones concretas, resistiéndose a que los hombres se confundan con los dioses y dispongan de la vida de otros hombres, impidiendo que políticas desubjetivantes (la estridente de las guerras o la sutil de las miserias evitables) destrocen las vidas de los hombres, destruyan sus memorias, que son lo que los hombres dejan para que la transmisión no deje de inscribir a los sujetos en la trama intergeneracional. Carolina Kaufmann pone a nuestra disposición, una vez más, reflexiones y producciones para que la transmisión no se interrumpa.

Graciela Frigerio, Julio 2007

Si la memoria no tuviese llave

Atajos de la(s) memoria(s)

En este capítulo, inicialmente me detendré en algunos atajos de la(s) memoria(s); luego, me centraré en las encrucijadas por las que atraviesa la misma y concluiré abordando las encrucijadas en torno a la memoria y a la educación. Lo anteriormente señalado se conjuga en vistas a señalar algunas huellas diferenciales que nos permitirían interpelar al pasado reciente desde diferentes escenarios.

Inicio el recorrido por un atajo privilegiado que facilita el acceso al vasto campo del conocimiento de la memoria,1 lo entreabre Eduardo Galeano cuando en su “Ventana sobre la memoria” preludia: “Para los navegantes con ganas de viento, la memoria es un puerto de partida”. Y desde ese puerto de partida nos orientamos hacia una de las sendas que opera como puente de sentido y sostén de la(s) memoria(s). Esa senda nos conduce a la poética de la memoria. A mi entender, poética que instaura una memoria apofántica, aquella que muestra, declara, da a conocer, poesía que despierta.

Y, ¿quién para penetrar en la memoria apofántica, sino la acústica expansiva de Juan Gelman? Poeta que se presenta “como quien anda con la memoria en la mano” cantándole a una memoria fuertemente identitaria plasmada en la “memoria del sur”. Memoria de la cual declara: “nos destierran y nadie nos corta la memoria, la lengua, los colores”. Memoria que en su sonoridad anuncia: “memoria/consolación/abrigo/memoria por venir”. Poeta que encarna las reparaciones simbólicas de la memoria herida: “nuestro cementerio es la memoria”. Reparaciones que constituyen recuperación, permanencia y transfiguraciones. Y desde esa senda restauradora reclama a la “justicia que pone paz en la memoria”. Poeta que interroga: “¿si la memoria no tuviese llave?”

Pero ya que de conocimiento de llaves, cerraduras y cofres podría tratarse, no serán solamente los aportes significativos de los capítulos escritos por el psicoanálisis quienes puedan dar cuenta de ellos, sino que también brindan su aporte los pensamientos involucrados en la poética de la memoria. Por caso, me remito a las reflexiones bachelardianas acerca de las cosas inolvidables para nosotros y también para quienes legaremos nuestros tesoros guardados en los “cofrecillos”. El pasado, el presente y un porvenir están condensados ahí. “Y así, el cofrecillo es la memoria de lo inmemorial.”

Ahora, en un rápido desplazamiento, transito por otro sendero que se bifurca en dos atajos: el de las texturas y tonalidades de las memorias y el de los escenarios de la memoria. El primero oficia de espacio teórico y simbólico en el que se producen y ensamblan gradaciones de las memorias, siempre diversificadas, incuantificables, ilustradoras de una peculiaridad babélica.

Y son esas gradaciones las que me llevan, a partir de lo micro, plasmados en la memoria óntica del tango, los “retazos del olvido “ que evocando a Cátulo Castillo en “La última curda” (1956) “¿no ves que vengo de un país, que esta de olvido siempre gris, tras...” (¿la impunidad y la corrupción, nos habilitaría el poeta a decir en la Argentina de nuestros días?), pasando por las memorias individuales estudiadas por Ricoeur; familiares; corporales ya preformadas por Descartes; locales; nacionales (los pañuelos/pañales blancos de las Madres de Plaza de Mayo); sociales ajustándonos a Pierre Vidal Naquet; compartidas según Portelli; colectiva según Pierre Nora; Halbawchs; Yerushalmi –citando a unos pocos autores–; opuestas diría Burke, disciplinares, en suma. Historiografía de la memoria que nos remite a las memorias en permanente construcción y revisiones selectivas, preñadas y deudoras de tradiciones filosóficas de distinta raigambre; innecesarias de enumerar en este capítulo.

Pero sí resalto que, indudablemente, los conocimientos filosóficos sobre la memoria ofrecerán su impronta contundente al campo educativo. Baste recordar la memoria como una búsqueda y pintura mental aristotélica pasando por la memoria reflexión e instrumento de conocimiento agustiniano, o “la memoria como el almacén de nuestras ideas” de Locke. Sin detenerme en otros recodos de las conceptualizaciones sobre la memoria, basta llegar a la metafórica memoria rabelesiana desplegada en el Libro XIII de Gargantúa y Pantagruel, en aquel párrafo cuando Gargantúa después de recitar unos poemas, y ante el asombro de su padre, le dice que él no los compuso, que los oyó recitar de una gran dama y los ha retenido en la gibessière de la memorie/en el bolsón de la memoria. Y, ¿qué representa este bolsón de la memoria? ¿Por qué invocar hoy a Gargantúa? Porque éste homologa la memoria pedagógica con el bolsón que usaban los cazadores para guardar sus alimentos cuando salían de caza. En este caso, bolsón nutritivo que remite a una memoria nutritiva, diferente de la memoria muerta, hábito de repetición, vacía.

Texturas de la(s) memoria(s) y de la Historia

Por una parte, desde la teoría de la Historia, ha sido suficientemente tratada la complejidad epistemológica ligada a las marcas diferenciales entre memoria e Historia y al cómo se relacionan ambas dialécticamente. Por otra parte, estas dos amantes –Historia y memoria– han sostenido y sostienen una relación tormentosa. Esta dupla despareja en períodos se enamora, en otros se divorcia, se oculta, se distancia, convergen, compiten, cooperan, se enfrentan. Las relaciones de ruptura destacadas por Michelet, Burkhardt, Braudel o Furet; los vínculos de encuentro apuntados por Le Goff; las conexiones complementarias marcadas por lacapra o aquellas no convergentes de las que habla Ginzburg, se proyectan en relaciones antagónicas, conflictivas y/o tensionales también señaladas por Ricouer; situaciones éstas que se presentan como motivo incesante de estudio y de debates historiográficos no clausurados.2

Basta recordar que en Argentina, país en reconstrucción de la más aberrante Dictadura conosureña, los estudios socioculturales sobre la memoria que se dieron a posteriori de la culminación del régimen de facto transitaron primariamente sobre el andamiaje de las memorias vinculadas a las múltiples formas de la reafirmación de los Derechos Humanos. A partir de las dos últimas décadas, esos estudios se han ampliado y diversificado, profundizando en la traza y las huellas sobre nuestro pasado reciente. En este sentido, las memorias de la represión, los trabajos de la memoria de los que habla Ricoeur ya en los 90 y que en nuestro país, viene trabajando sistemáticamente Elizabeth Jelin tanto en la dirección del Proyecto Memoria como en el programa desarrollado por el Panel Regional de América Latina (RAP) del Social Science Research Council, cuyo objetivo es promover la investigación y la formación de investigadores jóvenes sobre las memorias de la represión política en el Cono Sur subsidiado por las Fundaciones Ford, Rockefeller y Hewlett, se han tornado en lugares dinámicos y productivos. Actualmente, los estudios sobre la memoria en nuestra Historia reciente se encuentran activados en distintos espacios académicos.