El largo proceso histórico de partición territorial - Juan Carlos Arriaga Rodríguez - E-Book

El largo proceso histórico de partición territorial E-Book

Juan Carlos Arriaga Rodríguez

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Beschreibung

En la actualidad presenciamos un cambio profundo en las concepciones del territorio, las fronteras y los límites –nociones que fueron construidas a finales del siglo XIX y fortalecidas durante la mayor parte del siglo XX–. Sin embargo, cabe preguntar ¿tales cambios conducen invariablemente a la desaparición futura de las fronteras y los límites territoriales?, o, por el contrario, ¿acaso se trata de la continuación de un mismo proceso histórico de reconfiguraciones de los espacios territoriales y, en consecuencia, de los límites y las fronteras?; sobre todo ¿cuáles son los factores que determinan los cambios en la configuración del territorio y en la instalación de fronteras y límites? En las páginas de este libro, Juan Carlos Arriaga sostiene que no hay desaparición de las fronteras y los límites territoriales ni su sustitución por aquellas anunciadas por la mundialización (fronteras abiertas de la globalización), sino que se trata de un fenómeno al que denomina "crisis de las fronteras históricas". Las fronteras históricas son aquellas pregonadas por los gobiernos de la región a finales del siglo XIX y principios del siglo XX, declarándolas como definitivas, fijas y que cumplen funciones precisas que no varían con el tiempo. La crisis es una situación de redefinición de las concepciones y las funciones de las fronteras y límites.

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A través de esta colección se ofrece un canal de difusión para las investigaciones que se elaboran al interior de las universidades e instituciones públicas de educación superior del país, partiendo de la convicción de que dicho quehacer intelectual sólo está completo y tiene razón de ser cuando se comparten sus resultados con la comunidad. El conocimiento como fin último no tiene sentido, su razón es hacer mejor la vida de las comunidades y del país en general, contribuyendo a que haya un intercambio de ideas que ayude a construir una sociedad informada y madura, mediante la discusión de las ideas en la que tengan cabida todos los ciudadanos, es decir utilizando los espacios públicos.

Los editores partimos de estos principios para ofrecer la colección Pública como un vehículo que colabore con la socialización del conocimiento generado en México a través de libros bien editados que permitan escuchar las voces e ideas de nuestros investigadores y académicos.

 

 

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Los derechos exclusivos de la edición quedan reservados para todos los países de habla hispana. Prohibida la reproducción parcial o total, por cualquier medio conocido o por conocerse, sin el consentimiento por escrito de su legítimo titular de derechos.

 

El largo proceso histórico de partición territorial. Las fronteras en América Latina y el Caribe, siglos XVI al XXI

Juan Carlos Arriaga Rodríguez

 

Primera edición: enero de 2013

 

D. R. © Juan Carlos Arriaga Rodríguez

 

De la presente edición © Bonilla Artigas Editores, S.A. de C. V.

Cerro Tres Marías número 354

Col. Campestre Churubusco, C. P. 04200

México, D. F.

[email protected]

www.libreriabonilla.com.mx

Tel. (52 55) 55 44 73 40 / Fax (52 55) 55 44 72 91

 

Coordinación editorial: Bonilla Artigas Editores

Diseño editorial: Teresita Rodríguez Love

Diseño de portada: María Artigas

Ilustración de portada: Teresita Rodríguez Love

 

ISBN edición en papel: 978 607 7588 63 4

ISBN edición digital: 978 607 758 874 0

 

Hecho en México

Contenido

Introducción

 

CAPÍTULO PRIMERO

El origen histórico de los territorios, los límites y las fronteras en América Latina y el Caribe: las fronteras coloniales, 1492-1810

La etapa de los adelantados y de las capitulaciones reales (1492-1542)

La etapa de la consolidación de lo descubierto (1542-1700)

La pérdida de la exclusividad territorial: las fronteras coloniales en el siglo XVIII

 

CAPÍTULO SEGUNDO

El largo proceso de configuración y organización territorial en América Latina y el Caribe: la creación de las fronteras históricas, 1810-1930

La secesión y la fragmentación de los territorios coloniales (1810-1830)

Configuración y organización territorial de las repúblicas hispanoamericanas (1830-1880)

Etapa de la delimitación jurídica y de la demarcación geográfica de los territorios (1880-1930): la aparición de las fronteras históricas

 

CAPÍTULO TERCERO

La institucionalización de los límites territoriales y la crisis de las fronteras históricas, 1930 - 2010

La institucionalización de las fronteras históricas

Los espacios marítimo y aéreo en la representación del territorio

Las tendencias en la organización de las zonas de frontera

La partición territorial en la fase del capitalismo global y la crisis de las fronteras históricas

El territorio, los límites y las fronteras en el sistema capitalista mundial

Los mitos de la desaparición de las fronteras y el fin de los conflictos territoriales

Fenómenos que influyen en la reconfiguración de los territorios en América Latina y el Caribe

 

Conclusiones

Índice de cuadros

Índice de mapas

Anexos (Mapas)

Fuentes consultadas

Sobre el autor

 

Introducción

La presente investigación es un estudio sobre el proceso histórico que ha seguido la instalación de los límites territoriales y las fronteras en América Latina y el Caribe. Es una explicación histórica sobre las diferentes concepciones y transformaciones de los límites y las fronteras, y de los factores que han provocado el surgimiento, la reubicación y la desaparición de ambos aspectos del territorio a lo largo de cinco siglos.

El texto no es una narración detallada de los acontecimientos y episodios que dieron origen a las fronteras y los límites territoriales en esa parte de América, pues esto requiere de una labor profunda de consulta y análisis de una enorme cantidad de estudios que se han publicado sobre el tema, lo cual está lejos de las posibilidades materiales de esta investigación. El texto simplemente proporciona una explicación que permite comprender el proceso histórico que ha seguido la construcción de las fronteras y los límites territoriales.

Dos razones justifican la pertinencia de este estudio. La primera es que en América Latina y el Caribe aún persisten diferendos y conflictos internacionales asociados a la definición de los límites territoriales. Para explicar la naturaleza de estos conflictos se requiere de un análisis histórico de largo plazo, pues la mayoría aparece en el siglo XIX y algunos incluso tienen sus antecedentes remotos en el período colonial.

La segunda razón es que para realizar dicho análisis se deben someter a revisión ciertas ideas que han servido para explicar cómo fueron establecidos los límites territoriales y las fronteras en América Latina y el Caribe. En la historiografía latinoamericana sobre las fronteras se consideran como válidas ciertas afirmaciones, las cuales discuto en esta investigación.

Se asegura, por ejemplo, que el principio Uti possidetis juris fue el principal instrumento utilizado para delimitar las líneas de división territorial en América Latina y el Caribe, pues fue incluido en la mayoría de los tratados internacionales de límites, los que a su vez fueron negociados en un largo proceso que duró poco más de un siglo.1

También se afirma que los límites territoriales son resultado de tratados internacionales, de manera que el proceso ya está concluido en la región, pues prácticamente todo el territorio continental e insular, y la mayoría de las zonas marítimas costeras están bajo algún tipo de tratado internacional que los delimita y coloca bajo la soberanía de cierto Estado nacional.

Asimismo se argumenta que las disputas por territorio han sido la causa o el desenlace de la mayoría de los conflictos políticos y enfrentamientos militares entre los países latinoamericanos. El proceso de delimitación territorial fue concluido en América Latina hacia 1930, y en las décadas siguientes la mayoría de las disputas y diferendos territoriales aún no resueltos fueron considerados amenazas para la paz en la región.2

Finalmente, otra idea, de aparición reciente, proviene de los discursos puestos en boga por la ideología de la globalización. En concreto, augura la eventual sustitución de las fronteras tradicionales por las fronteras abiertas del capitalismo global. Desde la perspectiva de los promotores de esta ideología, la desaparición de los límites territoriales forma parte de la dimensión espacial del proceso de modernización económica y política de las sociedades.3

De la afirmación anterior se desprenden a su vez dos aseveraciones. Por un lado, aquella sobre el supuesto desvanecimiento del carácter hermético de las fronteras políticas,4 por el otro, sobre la inminente solución pacífica de los conflictos y disputas territoriales en América Latina y el Caribe debido a la expansión de la democracia liberal.5 Ambos corolarios parten del supuesto de que los espacios humanos en el mundo global son homogéneos y que el mundo ya no es más el conjunto de territorios nacionales y de regiones económicas; hoy es una comunidad de sociedades culturalmente homogéneas (aldea global) y de regiones interdependientes.

Es incuestionable que en la actualidad presenciamos un cambio profundo en las concepciones del territorio, las fronteras y los límites, nociones que fueron construidas a finales del siglo XIX y fortalecidas durante la mayor parte del siglo XX. Sin embargo, cabe preguntar ¿tales cambios en las concepciones del territorio, frontera y límite conducen invariablemente a la desaparición futura de las fronteras y los límites territoriales? O, por el contrario, ¿acaso se trata de la continuación de un mismo proceso histórico de reconfiguración de los espacios territoriales y, en consecuencia, de los límites y las fronteras? Y, sobre todo, ¿cuáles son los factores que determinan los cambios en la configuración del territorio y en la instalación de fronteras y límites?

Respecto a esas preguntas, en esta investigación sostengo que no hay desaparición de las fronteras y los límites territoriales ni su sustitución por aquellas anunciadas por la mundialización (fronteras abiertas de la globalización), sino que se trata de un fenómeno al que denomino crisis de las fronteras históricas. Las fronteras históricas son aquellas anunciadas por los gobiernos de la región a finales del siglo XIX y principios del XX, declarándolas como definitivas, fijas y que cumplen funciones precisas que no variarían con el tiempo. La crisis es una situación de redefinición de las concepciones y las funciones de las fronteras y los límites.

En primer lugar, parto del hecho de que actualmente existe una crisis en las fronteras y límites instalados y definidos en una etapa que va de 1880 a 1930, aproximadamente. Esta situación es producida por cambios en las tendencias del largo proceso histórico de partición territorial (configuración y organización), el cual inició en 1810. Los cambios en las tendencias del proceso de partición están redefiniendo los usos y las concepciones actuales de las fronteras y los límites.

Las fronteras históricas son definidas así porque fueron instaladas y trazadas mediante un proceso que duró poco más de un siglo, y porque conservaron elementos conflictivos generados durante el período colonial. Fueron invocadas finalmente alrededor de la década de 1930, dejando el actual mapa político de América Latina prácticamente definido. Para entonces, la mayoría de los gobiernos latinoamericanos aceptaban que el proceso de delimitación y demarcación territorial estaba concluido en su mayor parte.

En esta investigación se demuestra que las fronteras históricas en América Latina y el Caribe tienen las siguientes características. En primer lugar, fueron instaladas mediante tratados de delimitación y demarcación territorial. La mayoría de esos tratados de límites fue firmada como resultado de hechos consumados, laudos arbitrales, mediación internacional; algunos cuantos fueron acordados mediante el principio Uti possidetis juris.

Segundo, en ese momento quedó establecido que el territorio es el ámbito espacial donde el Estado ejerce su soberanía (jurisdicción y dominio), por lo tanto debe estar perfectamente delimitado y demarcado. La idea de límite como línea, linde y marca aparece en este momento en América Latina. En las etapas anteriores, el límite era una simple línea de división territorial trazada por coordenadas o accidentes geográficos.

Tercero, relacionado con lo anterior, el territorio ya no tiene una sola dimensión; es decir, ya no se le considera conformado solamente por el espacio terrestre; ahora, además, incluye los espacios marítimo y aéreo. La delimitación se realizará también para estos espacios, aunque su demarcación no iniciará sino hasta el último cuarto del siglo XX.

Cuarto, de acuerdo con esta nueva concepción del territorio, la frontera quedará condicionada a la existencia del límite. En tiempos coloniales, no abundaban la líneas de separación territorial en América y, cuando fueron delimitadas, nunca quedaron definidas físicamente en el terreno; es decir, no fueron demarcadas. En este contexto, las fronteras no dependían de la existencia previa de un límite. Sin embargo, a finales del siglo XIX, las fronteras sólo existen en razón del límite, pues ahora se les define como zonas adyacentes a la línea de separación territorial entre los Estados. Es precisamente en este momento que límite y frontera son confundidos erróneamente como sinónimos.

Quinto, las fronteras son definidas a partir de tres aspectos: los geopolíticos y militares, los cuales dan a las fronteras un sentido de zonas de tensión-contención; los económicos, mediante los cuales se les caracteriza como zonas de interacción o interpenetración; y los étnicos y sociales. De esta manera, se fortalece la idea de frontera como espacio de vigilancia, regulación, seguridad y control a cargo del Estado; en tanto que el límite no sólo divide espacios territoriales, ámbitos espaciales de la jurisdicción de los Estados, sino que además indica la ubicación y dimensiones de las zonas de frontera.

Sexto, para cumplir esas tareas, los Estados fortalecen un aparato burocrático especializado para las fronteras. Desde principios del siglo XX, los Estados latinoamericanos empezaron a fortalecer sus políticas de frontera, especialmente en lo referente a los trabajos de demarcación en los casos en que hubiera ya un tratado de límites ratificado. Pero la política de fronteras no terminaba ahí, pues empezaron a incluirse medidas para control migratorio, aduanal, seguridad militar y pública, así como para la defensa y vigilancia territorial, actividades realizadas por el gobierno central, encomendadas a agencias y oficinas especializadas.

Séptimo, desaparece la concepción patrimonialista del territorio según la cual el espacio geográfico bajo dominio del Estado puede ser objeto de permuta, transferencia o venta. Para los gobiernos de principios del siglo XX es ya un hecho incuestionable que el territorio es indivisible e intransferible, y ninguno de los poderes del Estado está facultado para realizar modificaciones que reduzcan la configuración “original” del espacio nacional o la alcanzada hasta ese momento. La configuración original es aquella que supuestamente un país heredó del régimen colonial.

Octavo, la organización del territorio es un asunto de Estado y, por lo tanto, debe ser dirigido por el gobierno central. En América del Sur, esos modelos se apoyaron en las tesis de las fronteras vivas elaboradas por la geopolítica alemana. Desde esta perspectiva, principalmente para los gobiernos sudamericanos, el territorio y las poblaciones nativas son organizados mediante instituciones públicas encargadas de la seguridad del Estado, de manera que las políticas de organización territorial combinaban esquemas de explotación económica con seguridad militar, y las zonas periféricas, particularmente la frontera, eran organizadas en función de las necesidades del centro nacional (o corazón nacional).

Noveno, a la idea de territorio le son incorporadas las ideas de país y seguridad. El agregado del término “seguridad” a los conceptos territorio y frontera estuvo apoyado en la existencia de una supuesta amenaza exterior que debía ser contrarrestada mediante el fortalecimiento de valores sociales superiores, alejados de las diferencias de clase, etnia, ideologías, etcétera. Inmediatamente se procedió a fusionar y confundir nación, territorio y Estado en una figura ideológica única: la idea de país. En América Latina se generaliza el uso del término “país” para significar la forma de unidad político-cultural-espacial que diferencia a una comunidad de otra. El término empezó a sustituir al de república, el cual era más utilizado a principios del siglo XIX y fue reducido para hacer referencia a la forma de gobierno. Así pues, la idea de país quedó establecida como el símbolo de una realidad cultural, espacial y política, cuyas características eran definidas desde el Estado.

Décimo, hacia finales del siglo XIX el factor tecno-industrial se manifestó de manera más intensa en la trasformación de las estructuras territoriales y, por lo tanto, en la redefinición de las fronteras. Por un lado, impulsó la concentración de actividades económicas en determinadas regiones; por el otro, incrementó la importancia y el valor económicos de las regiones a partir de los recursos de alto valor comercial que guardaba (caucho, cobre, petróleo, níquel, hierro, carbón, etcétera).

Y, undécimo, en América Latina y el Caribe ninguna de las fronteras históricas fue trazada con base en consideraciones étnicas o antropológicas, es decir, la presencia de comunidades indias en las periferias territoriales no fue un factor considerado al momento de trazar el límite entre los Estados. Es una situación similar a las fronteras y límites territoriales fijados en África en la segunda mitad del siglo XIX, y muy diferente a lo ocurrido en Europa y Asia, donde factores étnicos, religiosos y culturales sí fueron tomados en cuenta al momento de establecer un límite.

Todas las características de las fronteras históricas señaladas anteriormente fueron determinadas por las estructuras sociales dominantes en la época. En lo económico, por el desarrollo de empresas productoras y monoexportadoras de materias primas, fundamentadas en redes de circulación económica entre las regiones productoras y los centros de consumo ubicados fuera del territorio nacional, en Europa y Estados Unidos, principalmente; en lo político, por el dominio de prácticas de corte centralista; en lo ideológico, por la emergencia de discursos que permitieron la construcción de iconografías (conceptos sociales que explican la relación triangular entre la concepción social del espacio, el Estado y el territorio) de diferenciación muy influyentes en la configuración y organización de los territorios.

En las tres últimas décadas del siglo XX, las estructuras sociales que dieron origen a las fronteras históricas empezaron a cambiar en sus elementos internos, lo que ha desencadenado una nueva tendencia en el proceso de partición territorial (organización y configuración). La partición territorial en América Latina y el Caribe es un proceso histórico de largo plazo, de manera que la tendencia actual forma parte de ese largo proceso histórico iniciado en 1810, y en ciertos casos aún conserva influencias del período anterior; es decir, de la colonización y la conquista de las tierras del Nuevo Mundo.

De acuerdo con esta interpretación histórica, en la cual apoyo mi investigación, es incorrecta la idea de que los límites territoriales en América Latina fueron establecidos mediante el principio Uti possidetis juris. Aceptar esta afirmación es desconocer el sentido jurídico original del término, tanto en su fuente del derecho romano, como en su aceptación legal durante el siglo XIX en la región. Asimismo, significa aceptar que el principio fue una regla de delimitación territorial cuando en realidad fue una regla de paz.

También es incorrecta la afirmación de que el establecimiento de los límites territoriales es un proceso concluido en el continente americano. Si bien los tratados internacionales definen la ubicación, la extensión y la trayectoria de los límites territoriales, estos documentos nodeterminan la aparición de los límites, pues esto es resultado de procesos sociales que influyen en la apropiación y organización de un fragmento del espacio terrestre por parte de una comunidad política. Son los procesos económicos, políticos e ideológicos los que dan origen a un límite territorial, en tanto que el tratado internacional solamente es el resultado jurídico de la consumación de esos procesos. Los procesos sociales son los que explican por qué persisten las presiones para continuar la partición de los espacios humanos, por qué surgen los conflictos territoriales, y por qué nacen y se fortalecen los movimientos separatistas y autonomistas.

Asimismo, la idea de que las disputas por territorio son la causa y el desenlace de la mayoría de los conflictos políticos y enfrentamientos militares entre los países latinoamericanos es imprecisa. En esta investigación presento evidencia que confirma que la mayoría de las líneas de división territorial fueron instaladas por la vía diplomática, especialmente a través de la mediación o el arbitraje internacionales. Por ejemplo, en el siglo XX, en los casos en que las disputas territoriales fueron seguidas por una guerra (Bolivia-Paraguay, Ecuador-Perú, Argentina-Inglaterra, Honduras-El Salvador, etcétera), el enfrentamiento fue de corta duración y no escaló al ámbito regional. Además, se observa que en las guerras por territorio, el Estado que inició las hostilidades nunca logró mover el límite y ganar la zona en disputa al Estado enemigo. Así pues, aunque la fuerza militar ha sido un instrumento utilizado por algunos países para definir el resultado de un conflicto territorial, la guerra no es una consecuencia de este tipo de conflictos. La guerra vinculada a conflictos territoriales debe ser entendida, en el caso de América Latina, como una situación creada en la lógica de la negociación política de límites territoriales y no como una consecuencia del conflicto mismo.

Por último, de acuerdo con la interpretación geohistórica de los procesos de partición territorial, que yo suscribo, los límites no son sustituidos por las fronteras abiertas de la globalización. En realidad se trata de la crisis de las fronteras históricas o, dicho de otra manera, de la redefinición en las tendencias de partición territorial en América Latina y el Caribe.

Mis argumentos anteriores están fundamentados en un conjunto de categorías de análisis desarrolladas por Fernand Braudel para la periodización de los procesos históricos, y por Jean Gottmann para la interpretación de los procesos de creación de territorios. Las categorías propuestas por Braudel me proporcionan las herramientas de análisis temporal para el estudio del largo proceso de instalación de los límites y las fronteras, en tanto que las categorías propuestas por Gottmann me permiten explicar el proceso de configuración y organización de los territorios, el cual condiciona la delimitación (ubicación y trazado) de las líneas divisorias y la creación de fronteras.

En términos de Braudel, los marcos temporales o cronologías de análisis de los fenómenos sociales se descomponen según el interés del investigador. No se trata del tiempo histórico señalado por fechas de calendario, sino de temporalidades histórico-sociales claramente diferenciadas entre sí.6 Precisamente, una característica de la mayoría de los estudios sobre los límites territoriales y las fronteras en América Latina y el Caribe es que recurren a los tiempos breves, o cortos, medidos en función del tiempo que duran los conflictos territoriales o las negociaciones que condujeron a la instalación de un límite territorial. A diferencia de lo anterior, en mi investigación realizo la periodización del largo proceso histórico de configuración territorial con base en dos escalas de tiempo: la larga duración a la cual defino como período; y la del tiempo social o tiempo de mediana duración, a la cual denomino etapa. Así pues, identifico dos grandes períodos en la historia de los límites territoriales y las fronteras, cada uno dividido a su vez en etapas de duración media.

En el análisis de los límites territoriales y las fronteras, la escala del tiempo largo me sirve para comprender y explicar cómo son creados los territorios y para expresar el tiempo histórico que tardan en manifestarse los cambios profundos en las estructuras sociales que condicionan las tendencias de los procesos partición.

En cuanto a la etapa de mediana duración, ésta se refiere al tiempo que tardan los fenómenos sociales manifestados reiteradamente; de los acontecimientos de coyuntura que modifican las tendencias políticas, jurídicas, económicas, culturales, militares, tecnológicas, etcétera, en una sociedad determinada; por último, es la historia de cierta estructura y de los ciclos de los acontecimientos que influyen en la configuración de los territorios.7

El primer período de larga duración en la historia de los límites y las fronteras en América Latina y el Caribe es el colonial, el cual abarca desde la llegada de Cristóbal Colon al continente americano, hasta el inicio de los procesos de independencia y secesión territorial de las colonias hispanoamericanas (1492-1810). El segundo período es el tiempo que ha ocupado el proceso de configuración y organización territorial de los Estados latinoamericanos y caribeños, desde la aparición de las primeras repúblicas hispanoamericanas, hasta la actualidad (siglos XIX al XX). Cada período está caracterizado por un conjunto de estructuras sociales (económicas, políticas, sociales y culturales), mismas que determinan las tendencias en los procesos de partición territorial.

Como señala Braudel, los tiempos históricos están asociados a las estructuras, fenómenos y procesos sociales, y se expresan en muchas duraciones que van de unos cuantos años a varios siglos.8 Son precisamente las estructuras las que determinan las transformaciones (configuración) en el territorio. Los límites y las fronteras, al estar atadas al territorio, siguen los cambios ocurridos en éste. Se debe observar que las estructuras que determinan la configuración de un territorio no son las mismas para todas las comunidades políticas.

En Ciencias Sociales, el concepto “estructura” se refiere al conjunto de reglas, roles, prácticas y relaciones que condicionan causalmente la acción social. Para Braudel, las estructuras no son cosas, sino relaciones de una variedad infinita que se materializan en la organización social y sus instituciones, perduran en el tiempo e inciden en los espacios humanos. Existe una variedad infinita de patrones de relaciones sociales, de manera que también existe una gran diversidad de estructuras. Braudel enfatiza que la estructura es una acción simultánea de relaciones temporales y relaciones espaciales; es, por lo tanto, una construcción social en el espacio y el tiempo.9 Las estructuras son reguladas por las instituciones, las cuales enmarcan o guían a las relaciones sociales, las califican y especifican, las legitiman o las fomentan, obstruyen y sancionan.10

Es importante identificar en cada período histórico y en sus etapas respectivas a las instituciones que intervienen en la instalación de los límites. Existen instituciones que actúan específicamente en las fronteras (instituciones de frontera) y hay que identificarlas. Así por ejemplo, en la etapa colonial, las instituciones político-administrativas de la corona española no fueron las únicas que decidieron la existencia y ubicación de un límite territorial, también participaron en ello las capitulaciones, las reducciones misioneras, los fuertes y las prisiones, la iglesia, e, incluso, las autoridades de las comunidades indias.

De esta manera, para los objetivos de esta investigación considero a las estructuras como aquellas relaciones que se materializan en partición de los espacios humanos. En estas estructuras identifico las instituciones que las regulan, conducen, califican, legitiman y sancionan, y enfatizo aquellas ideas y símbolos con que se representa a los límites y a las fronteras. Utilizando las definiciones de Fernand Braudel y Jean Gottmann, las estructuras que impulsan la partición territorial son la circulación, o estructura que promueve la organización e integración económica de los espacios humanos; las iconografías, o discursos de las estructuras culturales e ideológicas involucradas en la configuración de regiones y territorios; las estructuras políticas a partir de las cuales son creadas las instituciones gubernamentales encargadas de la organización del territorio y de definir los usos de espacios de frontera; y las estructuras sociales, o estructura de la jerarquía social, de la movilidad social y de la recomposición de los grupos dominantes que participan en la organización del territorio.11

Las estructuras de la vida material son las relaciones económicas, específicamente el desarrollo del comercio de larga distancia entre localidades y la distribución desigual de recursos naturales escasos entre esas localidades. En lugar de concentrarme en las economías nacionales y en su crecimiento como consecuencia de la expansión de actividades productivas, enfatizo el intercambio comercial que orientó la demanda de productos y la concentración de capital en determinadas ciudades. Siguiendo a Braudel, la economía de las ciudades y sus periferias fue el resultado de un estímulo externo y no de un esfuerzo económico interno, lo cual generó competencia, diputas y alejamiento entre ciudades en una misma región, generando con ello la partición de unidades territoriales.12 Este factor explica, por ejemplo, la fragmentación territorial de las primeras repúblicas hispanoamericanas en varios Estados independientes en las primeras tres décadas del siglo XIX.

El concepto partición es la clave para poder comprender el largo proceso histórico de instalación de los límites territoriales y las fronteras en América Latina y el Caribe. En el estudio de las fronteras ciertos enfoques se concentran en el análisis causal de los factores que influyen en la fragmentación y la división de los espacios humanos (poder, recursos naturales, riqueza de las naciones, etcétera), y otros se especializan en describir los efectos espaciales de tales factores (conquista, zona de influencia, Hinterland, vordeland, enclaves, zonas de interpenetración, etcétera).13 Sin embargo, en tales estudios se presta poca atención a la influencia de las estructuras sociales en la partición de los espacios humanos.14

En términos de Gottmann, la partición es el proceso de dividir, tomar dominio, organizar y diferenciar un espacio geográfico que es accesible a los hombres. La partición no sólo es dividir, fragmentar o separar para repartir, es también organizar un fragmento del planeta (compartimento) para realizar dominio efectivo sobre éste y, al organizar tal espacio, diferenciarlo de otros circundantes. La partición avanza en función de las capacidades técnicas de las sociedades que permiten ocupar y explotar los espacios geográficos anteriormente inaccesibles. Sólo las áreas que pueden ser ocupadas y transformadas por los hombres son objeto de partición. Por ejemplo, hasta 1947, la partición de los espacios marinos (mares, suelo y subsuelo marino) no estaba a discusión internacional, pero una vez que los países alcanzaron cierta tecnología para explotar dichos espacios, inició su fragmentación y diferenciación (mar territorial, mar internacional, etcétera) y los subsecuentes reclamos por derechos de dominio sobre determinados fragmentos de esos espacios. En 1982, una vez establecidas las reglas jurídicas y geográficas internacionales para fijar los límites marítimos, el proceso de partición se aceleró, transformando regiones marítimas en un red compleja de compartimentos marítimos bajo dominio y jurisdicción exclusiva de los Estados.15

La partición involucra dos subprocesos simultáneos: la configuración (apropiación y delimitación) y la organización (división interior, explotación y transformación) de un fragmento del planeta, o compartimento. Por lo anterior, la partición es un concepto geográfico a la vez que político. Como señala Gottmann, es una forma de acción política sobre la geografía del mundo; es al mismo tiempo control político de determinados espacios humanos y delimitación de fronteras, y unificación de regiones bajo el dominio de un solo Estado.16

El tipo de compartimento que han desarrollado los Estados modernos es el territorio delimitado por líneas limítrofes. Jean Gottmann define al territorio como: “un compartimento del espacio políticamente distinto a aquellos que lo rodean”.17 Existen otros tipos de compartimentos además del territorio, todos creados en diferentes épocas y por distintos grupos sociales. También se pueden encontrar compartimentos en diversas escalas, por ejemplo local, territorial, regional (interior o exterior) y continental, todas identificadas por un límite. Todos los tipos de compartimentos y sus escalas confirman la existencia de un mundo completamente fragmentado geográficamente, diferenciado, circundado y encerrado por límites y fronteras.18

Ahora bien, cada territorio presenta su propio proceso de partición; sin embargo, guarda elementos comunes respecto a otros procesos ocurridos en la misma región histórica; ya sea en los procesos de configuración del territorio o en las políticas de organización, o en ambas. En general, todos los procesos de partición en América Latina siguen un mismo patrón en sus ritmos de transformación y cambio al cual denomino tendencia.

De esta manera, durante el período colonial, el proceso de partición se efectuó sobre todo el continente americano (concluido en el siglo xviii), mientras que en el segundo período ha sido sobre un conjunto de territorios. Las características de las estructuras sociales que predominan en cada período son diferentes. De igual manera, en cada período ocurren acontecimientos que modifican las estructuras e instituciones políticas, jurídicas, económicas, ideológicas, militares, etcétera, mismas que influyen en las formas y explican los cambios en las tendencias en la partición territorial. Los cambios en las tendencias de la partición señalan el inicio de una nueva etapa de mediana duración en la historia de los límites y las fronteras.

Por otra parte, una de las consecuencias de la partición del planeta en territorios (partición territorial) es la diferenciación que las instituciones y los grupos sociales establecen para cada uno de los compartimentos resultantes. La singularidad de cada espacio fragmentado; es decir, cada territorio, proviene de su geografía física y natural, su ubicación en el planeta, el sistema de organización político administrativa interior, y por los límites y fronteras que lo encierran. El proceso de partición territorial es producto de procesos históricos, por lo tanto, los espacios geográficos resultantes, y los límites y las fronteras entre estos, son cambiantes.19

He señalado que el tipo de compartimento más importante que han creado los Estados modernos es el territorio. Ahora bien, aunque los territorios están separados y diferenciados por una línea, se mantienen interconectados entre sí. Esto significa que no existe aislamiento ni separación permanente entre sociedades humanas establecidos por los límites territoriales, por el contrario, a pesar de dichos límites, en los territorios se mueven y avanzan las fuerzas de circulación.20

Ahora bien, la partición del espacio geográfico no es suficiente para hacer de éste un espacio apropiado por los Estados, para ello además se le debe organizar. La partición exige la creación de estructuras e instituciones en cada compartimento, así como el establecimiento de determinadas relaciones que aseguren la integración y la unidad de ese fragmento espacial. La organización humana y sus instituciones se expresan en normas, lo mismo ocurre en la organización del espacio cuya norma angular son los derechos de propiedad y posesión, individual o colectiva.21 El espacio también se organiza por sus usos económicos, administrativos, sociales, culturales, recreativos, religiosos, habitacionales, etcétera.

En el proceso de partición de los espacios humanos, la política del Estado es fundamental para mantener la unidad del territorio, especialmente a través de medidas que refuerzan la diferenciación respecto de los otros territorios que lo rodean. Lo anterior es definido como el principio de diferenciación del territorio. Este principio permite comprender las relaciones entre espacios territoriales y la organización interior a la que son sometidos. Es claramente observable en el campo del derecho internacional, donde la historia de la reglamentación internacional sobre usos y soberanía, y la apropiación de los espacios terrestres, marítimos, submarinos y aéreos se ha realizado con base en la diferenciación.22

Por lo anterior, como señala Gottmann, el estudio de las fronteras debe partir de una concepción de la geografía como un sistema de espacios diferenciados e interconectados.23 La heterogeneidad espacial, es decir, la desigual distribución geográfica de recursos naturales, mano de obra, capital y tecnología, crea diferencias de potencial que a su vez pueden generar flujos de intercambio de esos factores. Es obvio que las sociedades demandan una gran variedad de productos y recursos, muchos de los cuales no producen o poseen. Esta demanda genera complementariedad de recursos a diferentes escalas que van de lo local a lo global.

Para que exista el flujo de recursos entre grupos sociales se requiere de conexiones. La humanidad ha creado históricamente conexiones entre lugares con diferencia de potencialidades. Los medios de comunicación y transporte han sido los instrumentos que las comunidades han utilizado para ampliar su campo de movimiento. A mayor movimiento, mayores beneficios económicos y culturales pueden ser cosechados, aunque es innegable que en este proceso muchos grupos sociales son despojados de los beneficios. El resultado del movimiento y del intercambio de factores crea una fuerza hacia la unificación económica de regiones. Esta fuerza es denominada por Gottmann, circulación.24

La circulación de hombres, ideas y productos es la fuerza dinámica que mueve a las sociedades y que conduce a la organización del espacio geográfico. En el curso de este proceso, el territorio se diferencia de otros espacios humanos.25 Por ejemplo, las primeras villas de los conquistadores surgieron en el cruce de movimientos de hombres, ideas y productos, y tuvieron por función ser lugares de expansión, colonización y conquista, además de ser centros de contacto cultural, intercambio y transformación del espacio circundante. Las villas españolas en el Nuevo Mundo crecieron o “vegetaron” según fueron más o menos fecundas las corrientes de circulación que las cruzaban; las regiones se desarrollaron o declinaron dependiendo de su apertura o cerrazón a la circulación.26

Así pues, dentro de las estructuras de la vida material y de las estructuras políticas identifico las fuerzas de circulación que inciden en la partición de los espacios humanos. Distingo el proceso de circulación en dos órdenes: el de la circulación económica, representada por el desplazamiento de mercancías, técnicas y tecnologías para la producción, capital y fuerza de trabajo; y el de la circulación política, representada por el desplazamiento de personas, ejércitos e ideas.27

En América Latina, el sueño de la unificación territorial ha sido expresado en diferentes momentos. Durante el siglo XIX surgieron intentos de unificación regional, especialmente bajo la conducción de un gobierno centralista (la República transandina de Bolívar; el Gran Perú, etcétera). Sin embargo, las fuerzas de la circulación, o no existieron, o no fueron suficientes por sí mismas para alcanzar la unificación de esas regiones. En todo caso hubo otra aún más poderosa que promovió la partición. Gottmann denomina a esta fuerza iconografía.

La iconografía es la fuerza que impulsa la diferenciación de los espacios humanos, particularmente de los territorios. Gottmann señala que la diferenciación del territorio se establece, en primer lugar, mediante una serie de elementos característicos que un grupo social dice poseer y que no pertenecen a otros. Esos componentes son, según Gottmann: el pasado histórico común a los miembros de una comunidad cultural y la interpretación de ese pasado que hace la misma comunidad; el medio ambiente local y lo que la gente piensa que ve (las cursivas son mías) en el medio físico y en las condiciones sociales en las que vive; y las creencias basadas en la religión, valores sociales y valores políticos.28 En este sentido, si el límite territorial es la marca que fija, al mismo tiempo, el inicio y el fin de la diferencia y la identidad de las comunidades humanas, y el territorio que habitan, ello sólo es posible por la existencia de iconografías.

Coincido en la explicación del geógrafo brasileño, Márcio Antonio Cataia, cuando afirma que la iconografía es una fuerza de autodefensa, una política establecida en cada lugar, que desempeña el papel de cemento entre los miembros de una comunidad y el territorio que habitan.29 Las iconografías estimulan la circulación al interior de un territorio, pero la obstaculizan hacia el exterior. Cuando una parte de una comunidad nacional considera que los beneficios obtenidos por la circulación interior no le son favorables, entonces reclama su independencia política y la secesión del territorio que habita. Las iconografías reflejan una relación triangular entre individuos, Estado y espacio humano que conduce a la aparición de un territorio.

Los miembros de una comunidad política refuerzan sus vínculos con el territorio y mediante diferentes iconografías. George Prevelakis precisa que “las iconografías no están hechas solamente de representaciones territoriales, aun cuando la mayoría de sus elementos tiene una relación con la territorialidad, real, imaginada o soñada”. En este sentido, en la historia política de América Latina y el Caribe, el medio ambiente local, las creencias sociales, la cosmogonía, e, incluso, el pensamiento teórico-social, también son elementos utilizados en la construcción de iconografías. La combinación infinita de estos elementos produce no una, sino muchas iconografías, aunque es sólo una la que se arraiga en cada comunidad y la reclama como parte de su identidad.30

Las iconografías son elementos muy importantes en la construcción del discurso que narra la diferenciación del territorio nacional, incluso en una de las formas materiales que adopta tal discurso: los mapas. Así, por ejemplo, la diferenciación por el factor de la nacionalidad de los territorios hispanoamericanos de finales del siglo XIX fue reforzada mediante instrumentos como los informes de expedición geográfica y los mapas. En los siglos anteriores, independientemente del atraso técnico en el diseño cartográfico, los mapas políticos no pretendían describir con exactitud la división y separación de territorios, sino sólo representar la idea deseada del mando efectivo del Estado sobre los individuos que habitaban los dominios del monarca. Sin embargo, a partir del siglo XIX el mapa, explica Alan K. Henrikson, tomó un alto valor iconográfico, pues no sólo representaba simbólicamente jerarquías de poder espacial, también ilustraba la división, separación y diferenciación de territorios.31

Por último, las iconografías han sido elementos muy importantes para la construcción de sistemas geopolíticos, pues, como señala Gottmann, sin iconografías tales sistemas podrían derrumbarse ante las fuerzas de circulación económica y política. De igual manera, la secesión y fragmentación territorial se explica precisamente por la confrontación y el divorcio entre iconografías locales y la debilidad de la iconografía nacional.32

Así pues, considero que es a través de las iconografías que puede comprenderse de manera más profunda el largo proceso histórico de partición territorial en América Latina y el Caribe. Es mediante las iconografías que se puede explicar por qué las primeras repúblicas hispanoamericanas fueron atadas a un territorio determinado y por qué aparecieron diferentes estrategias contra la conservación de la integridad territorial supuestamente heredada del régimen colonial.

Como Gottmann, pienso que las iconografías son dinámicas y cambian al ritmo de las transformaciones sociales. Asimismo, pueden coexistir simultáneamente varias iconografías en el mismo lugar e incluso chocar entre sí. También puede ocurrir que una iconografía local esté en contradicción con otra proveniente del exterior, denominada iconografía imperial. Todas estas situaciones dan por resultado un sistema amplio y variado de interacción de iconografías a diferentes escalas. Conflictos o alianzas de iconografías han definido la historia de las particiones en el mundo. En los dos últimos siglos, en Occidente, toda esa interacción entre iconografías ha sido dominada por una sola: la idea de la nación. Esta idea ha reforzado el proceso de partición de los espacios geográficos en territorios también nacionales.

Las iconografías son una fuerza que además de promover la partición del mundo cumple una función muy importante en el mantenimiento de la unidad de una comunidad política con el territorio que habita. En este sentido, es una categoría que explica la relación triangular entre la concepción social del espacio, el Estado y el territorio. En Europa, desde finales del siglo xviii, la idea de nación ha sido la base sobre la cual se han creado nuevas iconografías. Sin embargo, en América Latina y el Caribe han existido otras iconografías que han sido utilizadas por los gobiernos en la configuración territorial. En el siglo XIX, por ejemplo, fueron “los regionalismos”, “los derechos territoriales heredados del pasado colonial” (discurso construido a partir del principio Uti possidetis) y “el designio de llevar la civilización a tierras salvajes y desocupadas”. En el siglo siguiente, fueron “la defensa de la patria”, “la recuperación del territorio original”, entre otros que señalo oportunamente en el texto. A finales del siglo XX surgen nuevas iconografías como “el fin de las fronteras”, “el fin de guerras territoriales” y “los derechos autonómicos”. La manifestación de tantas iconografías confirma que estas no son estables ni duraderas, y que en la actualidad existen varias iconografías en conflicto; el choque más evidente ocurre entre las iconografías que sustentaron la aparición de las fronteras históricas y las introducidas por los promotores de la mundialización económica.

Es precisamente en las iconografías donde pueden ser descubiertas las diferentes concepciones y definiciones de los términos límite y frontera. En cada iconografía, al límite y a la frontera se le asignan diferentes características, las cuales de ninguna manera pueden ser consideradas como atributos propios a su naturaleza geográfica. Las clasificaciones de fronteras en seguras, porosas, peligrosas, móviles, cerradas, abiertas, vivas, muertas, en expansión, etcétera, son simplemente invenciones terminológicas del discurso que las crea y reproduce. Tales definiciones y tipologías de las fronteras son recuperadas por grupos sociales para construir sus propias iconografías.

Finalmente, he señalado que las iconografías reciben una gran influencia de diferentes fuentes, una de las cuales son los textos académicos y científicos “autorizados”. Los textos académicos y científicos que abordan la historia de las fronteras y los límites territoriales en América Latina y el Caribe han sido producidos desde mediados del siglo XIX. En esos textos se narra y analiza la historia de las fronteras y los límites territoriales, valiéndose para ello de una terminología muy particular. Los gobiernos y los grupos sociales de los diferentes países se han apropiado de esa terminología para construir las iconografías de la organización y configuración del territorio. Así han sido creadas las diferentes iconografías del Estado sobre las fronteras nacionales.

En términos generales, tres son las disciplinas que más ideas han aportado para construir iconografías de los límites territoriales y las fronteras; estas disciplinas son la historiografía, el derecho y la geografía. La evolución teórica en estas disciplinas se ha visto reflejada en métodos y enfoques cada vez más sofisticados para el análisis e interpretación del territorio y las fronteras, y a partir de ello se han derivado definiciones y tipologías de conceptos como frontera, línea, límite, marca, territorio, confín, linde, etcétera. Cada nueva definición ha sido adoptada, adaptada y reproducida por los gobiernos latinoamericanos para construir iconografías que sirvieron a su vez para diseñar y justificar políticas públicas de configuración y organización territoriales.

Por lo anterior, para poder comprender cómo se construyen, utilizan y reproducen las iconografías, es necesario conocer los planteamientos básicos de aquellos enfoques teóricos de las fronteras más influyentes. Este asunto bien merece una nueva investigación.

Los estudios teóricos de las fronteras y los límites territoriales elaborados en América Latina y el Caribe han sido escasos y en su mayoría han sido dominados por la geopolítica. En este caso, han sido las teorías organicistas del geógrafo alemán Friedrich Ratzel las de mayor influencia.

Una buena parte de los estudios históricos de las fronteras y los límites territoriales en América Latina ha estado influenciada por las tesis de la “frontera nómada” del historiador estadounidense Frederick Jackson Turner. Sin embargo, en décadas recientes, han aparecido nuevos estudios apoyados en las tesis del “desafío y la respuesta” formuladas por Arnold Töynbee y la geohistoria de Fernand Braudel, principalmente, que las han puesto en entredicho.

El derecho internacional ha sido una fuente muy importante de conceptos que han sido retomados para la construcción de iconografías. Las diferentes ramas del derecho internacional han codificado los principios, normas y procedimientos internacionales para el establecimiento de límites territoriales. Y no sólo eso, dichos instrumentos jurídicos han sido utilizados por los gobiernos latinoamericanos para conducir sus respectivos reclamos territoriales o para evaluar escenarios por aplicar acciones no jurídicas en una disputa territorial. Sin duda, uno de los conceptos jurídicos sobre los que han girado algunas de las iconografías de las fronteras en América Latina ha sido, desde el siglo XIX, el Uti possidetis.

Para finalizar la introducción al tema, sólo resta señalar que la investigación está dividida en tres capítulos. En el primer capítulo inicia el análisis del período del largo proceso de partición territorial en América. Este capítulo se refiere básicamente a los trescientos años (siglos xvi al xviii) que tardó en consumarse la partición del continente americano, proceso dirigido por los imperios europeos, particularmente España y Portugal. El objetivo es explicar cómo el sistema de configuración y organización territorial del régimen colonial español dio origen a los territorios de las primeras repúblicas hispanoamericanas. Para ello, analizo la problemática territorial, interior y exterior, generada por el sistema de organización territorial implantado por la monarquía española, la cual se prolongaría hasta el siglo XIX y sería la causa de disputas, diferendos y guerras por territorio entre las repúblicas americanas de esa época.

En el segundo capítulo abordo los procesos de secesión de los territorios coloniales y su inmediata fragmentación, hasta la proclama de las fronteras históricas a principios del siglo XX. El objetivo de este capítulo es explicar el proceso que siguió, desde principios del siglo XIX, la construcción de las fronteras históricas y las características de éstas. De manera paralela, someto a revisión crítica el principio Uti possidetis, las ideas de la guerra como causa o desenlace de conflictos territoriales y la supuesta culminación del proceso de delimitación territorial en América Latina y el Caribe.

Finalmente, en el tercer capítulo, trato la crisis de las fronteras históricas en la actual fase del capitalismo global. El propósito de este capítulo es demostrar que las fronteras históricas en América Latina y el Caribe no se encuentran en proceso de desaparición o sustitución por las fronteras abiertas de la globalización, sino de redefinición, producto de los cambios en las estructuras económicas y políticas provocadas por la mundialización, y por la emergencia de nuevos fenómenos que estarían impulsando la reconfiguración de los territorios nacionales.

NOTAS

1]Algunas publicaciones recientes respecto a la trascendencia histórica del Uti possidetis juris son: Ruiz, “Conformación”, 2006; Gálvez, “Uti”, 2004; Fernández-Carrión, “Conflicto”, 2005; Donís, “Soberanía”, 2007.

2] Grossmann, “Peace”, 2004.

3]Beck, ¿Qué?, 1998; Emmerich, “Fronteras”, 2006, pp. 11-12; Sachs, “Globalization”, 2000, pp. 4-5.

4]En particular: Ohmae, Fin, 1997; Strange, Retirada, 2002; Herzog, Changing, 1992; Badie, Fin, 1995; Albert y Brock, Debordering, 1995; Okhonmina, “States”, 2010; Bradshaw y Linares, “Fronteras”, 1997.

5] Small y Singer, Resort, 1982; Vasquez y Henehan, “Globalization”, 2004; Gliber, “Bordering”, 2007; Cuevas, “Fronteras”, 2005, p. 14.

6] Braudel, “Histoire”, 1958, p. 726.

7] Braudel, Historia, 1979, p. 66.

8]Ibid., p. 75.

9]Braudel, “Histoire”, 1958, p. 731; Tuñón, Metodología, 1979, p. 54.