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Las recientes revueltas sociales que han conmovido a los países árabes amenazan subvertir el orden hasta ahora existente en el Medio Oriente. Precisamente los estudios compilados en este volumen analizan de manera crítica muchas de las causas y tendencias de las crisis del sistema de dominación en la región, que ha conducido a la situación actual. Las insuficiencias de las respuestas de los gobiernos y sociedades árabes al doble desafío impuesto por la globalización capitalista y por el despliegue del proyecto imperial para establecer un control militar global, destacan como razones básicas de este desenlace.
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Seitenzahl: 473
Veröffentlichungsjahr: 2017
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Título original: El mundo árabe: raíces y complejidades de la crisis
Primera edición, Ruth Casa Editorial/Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2011.
Edición y correción: Ana Molina González
Diseño de cubierta: Claudia Méndez Romero
Diseño interior y ajuste de cubierta para e-book: Yadyra Rodríguez Gómez
Diagramación electrónica: Idalmis Valdés Herrera
© Ruth Casa Editorial
© Sobre la presente edición:
Ruth Casa Editorial, 2011
ISBN 978-9962-645-81-8
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público.
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Cada época genera sus urgencias críticas. El siglo XX finalizó con la frustración rotunda de las esperanzas que había creado la Revolución de Octubre y con el encumbramiento del imperialismo bajo el liderazgo más absoluto de los Estados Unidos. Estos hechos resumen las complejidades, la irracionalidad, los peligros y los desafíos de nuestro tiempo. Desafíos para el pensamiento crítico y para la praxis.
Bajo el sello Ruth Casa Editorial se funda RUTH. CUADERNOS DE PENSAMIENTO CRÍTICO, que se reconoce precisamente así, de pensamiento crítico. Internacional por la naturaleza de la problemática que aborda, por la determinación de las alternativas y por una obligada vocación de universalidad. Tan universal debe aspirar a ser el proyecto como ha llegado a ser el mundo del capital que luchamos por subvertir. Nada de lo que ocurre en el tiempo que nos ha tocado vivir puede sernos ajeno. Nada debe escapar al rasero de la reflexión comprometida.
Por tal motivo nos reconocemos, como publicación, bajo el signo de la radicalidad revolucionaria, que diferenciamos de la radicalidad doctrinal. Rechazamos cualquier exclusión dogmática que margine el ingenio y el espíritu de búsqueda en el camino hacia el socialismo. Del mismo modo que no podemos ceder a propuesta de tipo alguno que nos distancie de la ruta hacia un mundo signado por la seguridad, la justicia, la libertad y la equidad para todos los pueblos.
RUTHCUADERNOS DEPENSAMIENTOCRÍTICO
Introducción
El sigloxxfue testigo de la propagación, a gran escala, de la primera ola de despertar de los pueblos asiáticos y africanos. Sus voluntades de liberarse de la dominación imperialista, combinadas con la necesidad de reformas sociales progresistas, dio lugar a la gran transformación del mundo moderno, que fue en lo adelante irreversible. Las luchas de los pueblos afectados muestran que el conflicto Norte-Sur —es decir, el conflicto entre los centros imperialistas dominantes y las naciones en las áreas periféricas dominadas— y la batalla por el socialismo son inseparables. Durante el siglo pasado, sin embargo, los logros alcanzados por esos pueblos fueron desiguales. Las grandes revoluciones de la centuria (China, Vietnam y Cuba) combinaron la liberación con proyectos «de construcción socialista»; los otros movimientos antiimperialistas de liberalización fueron más o menos radicales, en diversos grados. Además, todos esos logros tuvieron sus propias limitaciones, las cuales, debido a que no fueron correctamente superadas, condujeron al desvío de los sistemas de poder, a la mala gestión del progreso económico y social, poniéndole fin, en última instancia, a este primer momento de «despertar del Sur».
Las señales de una segunda ola de este despertar ya se observan en la forma en que los llamados «países emergentes» están extendiendo sus alas. No obstante, la línea estratégica para el desarrollo de esta segunda ola es todavía vaga y llena de contradicciones. ¿Podrán los países «emergentes» estar de acuerdo en permanecer atrapados en el concepto de «mercados emergentes», enmarcando su crecimiento dentro de los parámetros de «la globalización capitalista imperialista»? ¿O impondrán ellos su propio concepto de «países emergentes», que necesariamente les llevará a entrar en conflicto con las potencias imperialistas?
En la actualidad, estamos en transición de una fase de esta importante transformación mundial hacia otra. Y, como decía Gramsci, «los monstruos» toman forma en la «media luz» que separa el pasado (la muerte) y el futuro (lo que está por venir).
El mundo árabe lideró la primera propagación del despertar del Sur, en la época de Bandung, durante los años cincuenta, sesenta y setenta. En ese momento, había condiciones favorables para la cristalización de un proyecto que reuniera a la modernización, al desarrollo económico (basado en la industrialización), al logro de la autonomía frente al sistema mundial, al progreso social, junto con posibles elementos de la evolución democrática que implicaba tomar cierta distancia de los legados religiosos y el principio de la laicidad.
Las contradicciones y limitaciones del proyecto, que finalmente provocaron su derrota, dieron paso al ascenso del viejo sueño representado por el islam político. Y el mundo árabe contemporáneo está todavía inmerso en esta «media luz».
Bajo estas condiciones, la importancia primordial de la «cuestión religiosa» no se puede pasar por alto en el análisis, ni puede ser artificialmente separada de la problemática planteada por el desafío económico, político y social. Por consiguiente, proponemos una reflexión sobre esta cuestión, la cual, en mi opinión, no puede ser descartada si queremos, más allá de las propuestas resultantes de la política inmediata, contribuir a la cristalización de un proyecto alternativo coherente, capaz de permitirle al mundo árabe dejar atrás su estancamiento. En este sentido, debemos recordar la historia —o la prehistoria— del proyecto de Bandung y la contribución de las fuerzas árabes progresistas de la época a su concreción.
La cultura política que aún reina sobre el mundo contemporáneo árabe e islámico surgió en el sigloxiiide la era cristiana, mientras que el legado dejado por los tres primeros siglos brillantes de la era islámica ha comenzado a declinar. Las estructuras autocráticas de este poder —reorganizado en el marco del Imperio otomano y del Imperio safávida— no habían sido realmente abolidas por el proceso de modernización llevado a cabo por las clases dominantes con el fin de hacer frente al desafío externo impuesto por la Europa imperialista.En estas condiciones, el deterioro de la legitimidad y la eficacia de este sistema de poder allanaron el camino para el surgimiento de un nuevo sueño: el de las alternativas representadas por el islam político, que en realidad retiene a las sociedades de la región en un punto muerto. Recordando las limitaciones y contradicciones de la experiencia nasseriana —el modelo radical del pueblo por excelencia durante los años cincuenta y sesenta— damos expresión concreta a nuestra introducción crítica a la crisis actual del sistema de poder en la región.
Los nueve estudios reunidos en este volumen abordan las principales cuestiones planteadas hoy día a los pueblos de la región, mientras comienza el posible declive del sistema en crisis de globalización capitalista/imperialista:
1. El efecto combinado de las insuficiencias que caracterizaron a las respuestas de las sociedades árabes (poderes y pueblos) en el doble reto que plantea la modernidad y la difusión del capitalismo globalizado y el imperialismo, por una parte, y, por otra, el despliegue del proyecto del imperialismo colectivo de la tríada dirigido a establecer un sistema para el control militar del planeta, dio lugar a que los logros alcanzados durante la era de Bandung perdieran terreno. Lejos de representar una alternativa a la altura de los desafíos, el islam político constituye, por el contrario, un aliado potencial de reserva para el imperialismo.
2. La difícil cuestión de la existencia de una «nación árabe», o un sistema de naciones árabes, no se abordará en los presentes ensayos. Remitimos al lector al trabajo de Samir Amin,La nation arabe.1Por su parte, la cuestión de la «unidad árabe» se abordará desde el punto de vista de las críticas de la Liga Árabe y de la articulación de las posiciones adoptadas por los Estados árabes en relación con Palestina.
1Samir Amin: La nation arabe: nationalisme et luttes de classes, Editions de minuit, París, 1976.
3. ¿Es concebible la idea de un posible acercamiento entre Europa y el mundo árabe? A la luz de lo que hemos sostenido sobre el proyecto euromediterráneo, la respuesta es negativa. Por lo tanto, replanteamos esta cuestión aquí, al mismo tiempo que diversificamos las condiciones de esa alternativa, aun cuando todavía hoy no es totalmente visible.
4. Los movimientos sociales en el mundo árabe no son menos importantes ni diferentes que los encontrados en otras regiones del mundo. Como en otros lugares, están fragmentados, a la defensiva y carecen de un proyecto político que le dé consistencia global y eficiencia en la definición de objetivos políticos. Probablemente, la densa capa que forma el islam político oculta estas realidades. Pero, en realidad, el islam político está muy desvinculado, más que eso es un adversario, de todos los movimientos democráticos y de aquellos con demandas sociales. El ejemplo de la posición adoptada por la Hermandad Musulmana en Egipto, que se opuso a las huelgas de los trabajadores y las demandas de los campesinos, es una demostración de este hecho. La posición del Estado respecto a estos movimientos proviene de una conclusión evidente: el papel clave desempeñado por la cuestión democrática.
5.Las luchas en curso que aquí se analizan, a la luz de los desafíos del sigloxxi, serán enfrentadas, por supuesto, por el actual despliegue del proyecto geopolítico del imperialismo contemporáneo, a saber, el proyecto del sistema de liderazgo de los Estados Unidos (control militar de la región); los métodos del proyecto europeo subordinado, conocido como «euromediterráneo»; y por las acciones emprendidas en este contexto por el Estado de Israel.
Precisamente, los últimos disturbios en varios países árabes, incluyendo los procesos que ocurren en Egipto y Túnez con el derrocamiento de los regímenes de Ben Alí y de Mubarak, confirman las tesis planteadas con anterioridad.
Los acontecimientos de Túnez deben interpretarse como el levantamiento de un movimiento popular muy poderoso, es decir, un levantamiento general. En muchas áreas, incluyendo la capital, alrededor del 80 % de la población del país estuvo en las calles durante cuarenta y cinco días, y continuaron por mucho más tiempo en ellas. Llevaron a cabo sus protestas a pesar de la represión y no se rindieron. Este movimiento tiene dimensiones políticas, sociales y económicas. El régimen de Ben Alí era uno de los más represivos y policiales del mundo. Miles de personas en Túnez fueron asesinadas, detenidas y torturadas, pero sus mejores amigos, las potencias occidentales, nunca permitieron que estos hechos se conocieran. El pueblo tunecino quiere democracia y respeto de los derechos.
Los factores económicos y sociales también influyeron en el levantamiento del pueblo. El país experimenta un rápido ascenso del desempleo, especialmente de los jóvenes, incluidos los profesionales. El nivel de vida de la mayoría de la población está disminuyendo, a pesar del crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) elogiado por el Banco Mundial (BM) y los organismos internacionales. La creciente desigualdad lo explica. La influencia del tipo de organización mafiosa constituye también otro importante factor. El sistema era administrado para el casi exclusivo beneficio de la familia de Ben Alí y su organización.
Hay otro aspecto del movimiento que es muy interesante. La influencia islámica no fue eficaz en el levantamiento. Túnez es realmente un país laico. Las personas logran mantener la religión y la política por separado. Esto es muy importante y positivo. Se decía que Ben Alí protegía al país de los fundamentalistas musulmanes. Él utilizó este argumento de manera muy eficaz durante muchos años. En realidad no era Ben Alí, sino el pueblo quien protegía al país de los fundamentalistas.
El hecho de que el ejército no estuviese en contra del pueblo le dio fuerzas a este último en las calles. Fue el gobierno de Ben Alí, y no el ejército, quien dio su apoyo y ayuda financiera a la policía. Esta es la razón por la que policía desempeñó un papel tan importante en la supresión de disturbios en el pasado.
Este movimiento en Túnez no pertenece a un grupo determinado de personas. Es un movimiento popular en general. No hay otros países o grupos detrás de ellos. Es de esencia social. Sin embargo, hay que decir que las potencias occidentales intentarán crear una alternativa islámica y apoyar un movimiento de este tipo a fin de evitar una alternativa realmente democrática. Ellas ya han empezado a hacerlo, al volver a introducir en el país el lenguaje de la «Arabia Saudita», como algunos comentaristas del pueblo de Túnez ya han dicho.
Es muy difícil tratar de adivinar lo que deparará el futuro para el país. Lo cierto es que el establecimiento de un régimen democrático y secular no es sencillo. Suponiendo el mejor escenario —que es un gobierno democrático con el apoyo del pueblo (y de eso no hay en lo absoluto garantías)—, dicho gobierno tendría que enfrentar el reto económico y social: ¿cómo asociar esta democratización de la gestión política con el progreso social? Eso no es fácil. El «éxito» de Túnez durante cierto tiempo se basó en tres fuentes: la deslocalización de algunas industrias ligeras de Europa, el turismo, la emigración masiva a Libia y a Europa. Ahora los tres canales han llegado a su límite y ya comienzan a revertirse. ¿Con qué política macro se podría remplazar esto? No es fácil de imaginar para un país pequeño, vulnerable y con pocos recursos (¡sin petróleo!). La solidaridad y la cooperación Sur-Sur podrían volverse vitales como alternativa. Las potencias occidentales van a hacer todo lo posible para que el régimen democrático no tenga éxito en este sentido, y, por tanto, crearán condiciones favorables para una falsa «alternativa islámica», calificada de «moderada».
Por su parte, el caso de Egipto muestra con claridad que el neoliberalismo nunca ha sido muy convincente ni popular en los suburbios del mundo, porque no ha traído otra cosa que desolación, miseria y empobrecimiento acelerado. Pero parecía que no había otra alternativa, pues el sistema se mostró muy poderoso, no solo económicamente, sino también en términos militares y policíacos, mediante sus regímenes represivos y violentos. Este sistema solo se perpetuó a través del miedo.
El Egipto de Nasser tenía un sistema económico-social ciertamente cuestionable, pero coherente. Nasser optó por la industrialización para superar la especialización internacional colonial, lo que obligó al país a la exportación de algodón. Este sistema fue capaz de garantizar una buena distribución de larenta en favor de las clases medias, pero sin empobrecer a las clases trabajadoras. Esta página de la historia egipcia concluyó como resultado de la agresión militar de 1956 y de 1967. Sadat y Mubarak trabajaron en realidad en favor del desmantelamiento del sistema de producción egipcio, sustituyéndolo por otro totalmente incoherente, basado solo en la búsqueda de rentabilidad. Las tasas de crecimiento de Egipto, supuestamente altas y elogiadas de forma invariable durante treinta años por el BM, carecen por completo de sentido. El crecimiento de Egipto es muy vulnerable, dependiente de los mercados extranjeros y los flujos de capital de los países petroleros del Golfo. Con la crisis en el sistema global, esta vulnerabilidad ha sido expresada con un estancamiento brutal. Ese crecimiento estuvo acompañado por un increíble incremento de la desigualdad y un horrible desempleo que castiga a la mayoría de los jóvenes. Sin duda, una situación explosiva que finalmente estalló. Lo que suceda a partir de ahora, y más allá de los reclamos iniciales a favor del fin del régimen y del establecimiento de las libertades públicas, constituirá una batalla política.
El movimiento de la población egipcia tiene cuatro componentes básicos muy politizados. En primer lugar, los jóvenes urbanos, en particular los titulares de diplomas sin empleo. Ellos dominan las tecnologías modernas, Internet, Twitter, etc., no solo para mantener la comunicación entre ellos, sino también para seguir discusiones políticas y debates. Muchos de estos jóvenes provienen de familias con una tradición comunista. Son sinceros demócratas, que rechazan la dictadura policial y desean un verdadero cambio social en favor de las clases populares. Ellos son anticapitalistas en el sentido de que consideran a este sistema inaceptable, asimismo son nacionalistas en el sentido de que piensan que Egipto no puede ni debe estar sometido a la voluntad deotros en su papel en la región y globalmente, con el fin de servir a los objetivos estratégicos de los Estados Unidos. Este sentimiento nacional es muy fuerte. En todos los discursos en las calles y plazas se afirma esta independencia y la oposición a permitirle a Israel el exterminio de los palestinos. Para ellos, el fin de derrocar el régimen no es solo quitar a Mubarak, sino también alcanzar la independencia nacional y las reformas sociales en beneficio de las masas. Esto ha provocado que los sindicatos, que crecieron en la última década, se incorporen al movimiento revolucionario.
En segundo lugar está la izquierda radical. En particular, los comunistas, que siempre han existido en Egipto. Ellos gozan, en mayor o menor medida, de respeto general y popular. La diferencia, en comparación con hace cincuenta años, es que los jóvenes, aunque, naturalmente, simpaticen con los comunistas, son reacios a afiliarse a partidos organizados.
El tercer componente está representado por los segmentos de la democracia de clase media. Algunos sectores de la clase media que están sufriendo los efectos del sistema. Aunque moderadamente nacionalistas, no le asignan mucha importancia a la política internacional. El Baradei es unrepresentante de esta tendencia. Esta clase media es bastante mixta. Hay muchos elementos de las profesiones liberales: médicos, abogados, ingenieros, las capas superiores de la clase obrera, los funcionarios públicos, pero tambiénmuchos son los representantes de las pequeñas y medianas empresas, que sufren la competencia desleal de los monopolios. Y este grupo quiere la democracia.
Por último, el cuarto componente es la Hermandad Musulmana. En un principio boicotearon el movimiento porque pensaban que sería derrotado por la policía, pero, cuando vieron que esto no ocurría, el liderazgo pensó que no podían mantenerse al margen y se incorporaron a dicho movimiento.
La Hermandad Musulmana trata de aparecer como moderador cuando, de hecho, nunca lo ha sido. Este grupo no es un movimiento religioso, sino un movimiento político que utiliza la religión. La Hermandad Musulmana es una organización no democrática. Se trata de una organización militar de arriba hacia abajo y un partido casi fascista, y tiene diferentes sectores en su membresía. Los líderes son multimillonarios, los cuadros representan segmentos retrasados de la pequeña burguesía, sobre todo religiosa. Las masas son los pobres, reclutados a través de actividades sociales financiadas por Arabia Saudita. Desde su fundación en 1920 por los británicos y la monarquía, el movimiento ha desempeñado un papel activo como anticomunista, agente antiprogresista y antidemocrático. Es la razón de ser de la Hermandad Musulmana, y están orgullosos de ella. Ellos afirman abiertamente que si ganan las elecciones, serán las últimas, porque el sistema electoral sería un sistema de importación occidental, en contra de la naturaleza islámica. En este sentido, no han cambiado nada. De hecho, el islam político ha sido siempre apoyado por los Estados Unidos. Bajo esta estrategia, el régimen de Mubarak nunca luchó contra el islam político. Por el contrario: lo que hizo fue integrarlo en su sistema político.
Mubarak confió a la Hermandad Musulmana tres instituciones fundamentales: la educación, la justicia y la televisión. Pero el régimen militar quería conservar para sí mismo la dirección, también reivindicada por la Hermandad Musulmana. Los Estados Unidos han usado este conflicto menor entre la alianza militar e islamista para asegurar la docilidad de los demás. Es esencial que todo el mundo acepte el capitalismo tal como es. La Hermandad Musulmana nunca ha pensado seriamente en cambiar las cosas. Por su parte, durante las grandes huelgas sindicales de 2007-2008, sus parlamentarios votaron con el gobierno contra los huelguistas. Frente a las luchas de los campesinos expulsados de sus tierras por grandes terratenientes rentistas inquilinos, la Hermandad Musulmana tomó partido en contra del movimiento campesino. Para ellos, la propiedad privada, la libre empresa y el beneficio son cosas sagradas.
La estrategia imperialista de los Estados Unidos en Egipto es cambiar todo para no cambiar nada. Se basa en dar todo el poder al ejército para eliminar los aspectos de la dictadura brutal y permitir las elecciones. La Casa Blanca quizás podría establecer una alianza estratégica con la Hermandad Musulmana para aislar a los jóvenes. Mubarak quería llevar este proceso, pero no tuvo éxito.
Egipto es una piedra angular en el plan estratégico de los Estados Unidos para controlar el planeta. Washington no tolerará ningún intento de Egipto por salir de su total sumisión. Este es el principal objetivo de Washington en su «participación» en la organización de una «transición suave». Mubarak fue sacrificado pragmáticamente por los Estados Unidos, pero no renunciará a salvar lo esencial: el sistema militar y policíaco, y podría imaginar su salvación en una alianza con la Hermandad Musulmana.
De hecho, los líderes de los Estados Unidos tienen en mente el modelo de Pakistán, que no es un modelo democrático, sino una combinación de un supuesto poder islámico y una dictadura militar. La Hermandad Musulmana y los militares en Egipto, y las fuerzas políticas moderadas de otras naciones árabes son elementos funcionales de la estrategia de Washington. Ellos aceptan la hegemonía de los Estados Unidos en la región y la paz con Israel en los términos actuales, por lo que permitirán a Tel Aviv continuar con la colonización de lo que queda de Palestina.
Sin embargo, en el caso de Egipto, las fuerzas populares movilizadas están bien conscientes de ello. El pueblo egipcio está muy politizado. La historia de Egipto es la de un país que intenta salir de principios del sigloxix, que ha sido derrotado por sus propios defectos, pero sobre todo por las agresiones externas sufridas en varias ocasiones.
Los cuatro componentes del movimiento egipcio antes mencionados se han puesto de acuerdo para coordinar una conferencia permanente que tiene como objetivo redactar una nueva constitución. Y lo que se espera no es una transición breve, sino, por el contrario, muy larga. Por lo menos uno o dos años, con el fin de permitir que la izquierda y la juventud adquieran los medios para darse a conocer e informar al país de su programa. Celebrar elecciones dentro de unos días no tiene sentido, eso es lo que quieren los estadounidenses: una transición breve.
Los últimos acontecimientos en el mundo árabe son los levantamientos sociales que potencialmente llevarán a la cristalización de las alternativas que podrían llegar a una perspectiva socialista a largo plazo. Sin embargo, cada país tiene condiciones muy diferentes. Túnez tiene un mayor nivel de educación y de vida, pero es un país pequeño y vulnerable en la economía global. Bahrein también es un país pequeño, pero, siendo la mayoría de su población chií y la monarquía suní, siempre han existido tensiones. La demanda popular es solo para la democracia constitucional y la igualdad entre los chiíes y los suníes en el reino. En Yemen, los movimientos en el norte y en el sur son diferentes: el norte es relativamente moderado, mientras que el sur es mucho más radical, pues los sindicatos y el partido comunista son más fuertes. Las condiciones actuales son muy diferentes de un país a otro. Pero esto es un cambio cualitativo. Lo que veremos en los próximos meses y años es el despliegue de movimientos como el egipcio, en muchos lugares, con avances, retrocesos y derrotas, como siempre ocurre en la historia.
Es por eso que el sistema capitalista, el capital de los monopolios dominantes a escala mundial, no puede tolerar el desarrollo de estos movimientos. Ellos movilizarán todos los medios posibles de desestabilización, las presiones económicas y financieras, así como la amenaza militar. Asimismo, apoyarán, de acuerdo con las circunstancias, alternativas tanto fascistas como falsas, o el establecimiento de dictaduras militares.
Samir Amin*
* (Egipto, 1931). Ha coordinado, junto a la Redacción deRuth. Cuadernos de Pensamiento Crítico, el dosier «El mundo árabe: raíces y complejidades de la crisis». Economista, director del Instituto Africano para Desarrollo Económico y la Planificación en las décadas de los setenta y los ochenta. Director del Foro del Tercer Mundo (FTM) y Miembro Presidente del Foro Mundial de Alternativas (FMA). Autor de numerosos libros, entre sus publicaciones más recientes se encuentran: Obsolescent capitalism (2003), The liberal virus (2004), Beyond US hegemony (2006), A life looking forward, Memoirs of an independent marxist (2006), The world we wish to see: revolutionary objectives for the 21 st. Century (2008), From Capitalism to civilisation, reconstructing the socialist perspective (2010).
Trípode
Presentación
Ali El Kenz
Las relaciones euromediterráneas
Ivan Ivekovic
La etnocracia israelí y la bantustanización de Palestina
Michael Warszawski
Israel
Samir Amin
Hacia un frente unido árabe-africano: la alternativa deseable en términos de regionalización
Samir Amin
Conflictos políticos y luchas sociales en los países árabes. Avances revolucionarios a partir de derrotas dramáticas
Zohdi El Chami
La cuestión de la agricultura en Egipto: raíces, ramificaciones y el futuro de la alternativa democrática
Samir Amin
El mundo árabe fosilizado en su impotencia
El Dios de todos los nombres
Samir Amin
Religión, democracia y modernidad
Visiones
Shahida El-Baz
Globalización, mujeres árabes y equidad de género
Glosario de siglas
Cuadernos publicados
El mundo árabe:
raíces y complejidades de la crisis
* Sociólogo y escritor argelino. Profesor de Sociología en la Universidad de Argel y la Universidad de Nantes (Francia).
** Publicado originalmente bajo el título «Euro-mediterranean relationships», en Samir Amin y Ali El Kenz: Europe and the Arab world: patterns and prospects for the new relationship, Zed Books Limited, Londres, Nueva York, 2005. [Todos los ensayos que aparecen en el presente volumen fueron traducidos del inglés por Oscar Ochoa González].
Amén del interés económico relativamente escaso que la UE tiene en los países del sur del Mediterráneo, estos últimos se encuentran en una posición más estratégica para el futuro de esa institución, al menos en la actual configuración regional y global. Esto se debe a la importancia que los europeos dan a la cuestión de la inmigración, así como al conflicto árabe-israelí. Esta es la posición que los convierte en «socios» obligatorios de los Estados europeos y que, de acuerdo con nuestro criterio, justifica en gran medida la construcción laboriosa del proceso de Barcelona y el interés que la UE está tomando en las naciones sureñas del Mediterráneo.
1. Globalización y regionalización
Introducción
Interpelamos a Eric Hobsbawm cuando nos cuestionamos, a la luz de losacontecimientos más recientes, acerca del destino del mundo. Con su excelente y denso trabajoThe Short Twentieth Century,1que comienza con la Primera Guerra Mundial y termina con la caída del muro de Berlín en 1989, él ha sido quien mejor ha descrito las turbulentas, además de trágicas, actividades del capitalismo. Pero también recurrimos a Samir Amin quien, como analista de nuestro mundo contemporáneo, critica inexorablemente las ilusiones promovidas por el capitalismo y nos advierte acerca de las últimas ilusiones, las relacionadas con la «globalización» —la nueva era en la que haremos de nuestro planeta una «aldea global»—.
2 Estos intelectuales de ninguna forma son «libre pensadores» que actúan dentro de la superestructura cultural, motivados fundamentalmente por el desarrollo de sus ideas. Como Keith Dixon ha mostrado en su corto pero incisivo estudio histórico, los «tanques pensantes» han sido formados y educados en instituciones creadas para estos propósitos por grupos de capitalistas de Occidente. Son apoyados en sus tareas por prestigiosos centros de formación y sus ideas se transmiten por los medios internacionales de comunicación. Todo esto parece ser por completo un sistema coherente de producción y distribución del «futuro glorioso», llamado, bajo la actual etapa del capitalismo, «globalización». Ver: Keith Dixon: Les Évangélistes du marché, Liber. Raison d’Agir, París, 1998. Ver también un excelente número de la revista Actes de la Recherche en Sciences Sociaux: «Les ruses de la raison impérialiste», Seuil, París, marzo de 1998.
Las personas a menudo se burlan de la ingenuidad de la propaganda socialista cuando esta proclama la «radiante caída» del futuro, pero olvidan que esta creencia en el «progreso», típica de los tiempos modernos, subyace también en el corazón de la aventura capitalista. Asimismo con frecuencia, dicha creencia ha sido desmentida por la historia, pero es retomada constantemente por intelectuales domesticados cuya labor es anunciar el futuro glorioso a aquellos que, de manera comprensible, tienen sus dudas.2
3 Como Pierre Bourdieu ha señalado: «La noción de globalización, que tiene muchos significados, produce el efecto, si no la función, de imponer en un tipo de ecumenismo el fatalismo económico de los efectos del imperialismo y hacer parecer que las relaciones transnacionales son una necesidad natural». En Actes de la Recherche en Sciences Sociaux, no. 121-122, Seuil, París, p. 110.
Debemos recordar la abrumadora era de la colonización, la cual fue presentada por los conquistadores como la modernización de las sociedades tradicionales, o la no menos terrible era de la descolonización y los enormes sacrificios que se necesitaron para dejarla detrás. Las dos denominadas guerras «mundiales» causaron millones de muertos y generaron medios de destrucción masiva como la bomba atómica. Muy lejano de ser presentado como los efectos monstruosos de los conflictos de intereses generados por el capitalismo, estos fueron presentados, en su caso, como la lucha del Bien contra el Mal. Y este muy conveniente mito fue rápidamente empleado una vez más para justificar la Guerra fría y los miles de millones de dólares gastados enarmamentos nucleares. Tal y como fue utilizado luego para encubrir los sórdidos intereses de la Guerra del Golfo y la más reciente Guerra de los Balcanes.
En los inicios del tercer milenio, esta creencia o sistema de creencias, desarrolladas y expandidas por los nuevos medios de comunicación e información, son llamadas «globalización».3No es la intención hacer hincapié aquí en el tremendo bombardeo de los medios, los cuales operan desde los debates académicos hasta los foros como el de Davos, desde las justificaciones económicas y matemáticas de los excepcionalmente dotados expertos del BM o del Fondo Monetario Internacional (FMI) hasta losbest sellerspopulares comoThe End of the History, de Fukuyama, o elClash of Civilizations, de Huntington; pero debemos recordar las medidas prodigiosas utilizadas para legitimar, a nivel mundial, esta nueva etapa del capitalismo. Los riesgos son enormes.
Permítannos revisar algunas de sus principales características.
El capitalismo como sistema de producción no es nuevo, tampoco su desarrollo a nivel internacional. «La gran transformación», para usar una frase de Karl Polanyi,4comenzó varios siglos antes y no ha concluido su labor de someter todas las formas de la vida social al afán de lucro. Ha sido denunciado por crisis sociales y económicas, conflictos sangrientos, destrucción masiva de poblaciones enteras y culturas, pero aún continúa su acción homogeneizadora, expandiéndose por todos los continentes y todas las esferas de la actividad humana. Es «totalitario» por definición debido a que su lógica excluye cualquier otra lógica. Pero su «totalitarismo» está lejos de ser uniforme y existen muchas y variadas resistencias, desde la más conservadora como la identidad étnica y religiosa hasta la más innovadora como los movimientos similares a Attac.5
4Karl Polanyi: The Great Transformation, Beacon Press, Boston, 1944.
5La Asociación por la Tasación de las Transacciones y por la Ayuda a los Ciudadanos (Attac) es un movimiento internacional altermundialista que promueve el control democrático de los mercados financieros y las instituciones encargadas de su control. Attac se originó en Francia, en 1998. [N. de la E.].
La resistencia más importante y mejor organizada ha sido la del «socialismorealmente existente», que forzó al capitalismo a «humanizar» sus acciones a lo largodel sigloxx. El keynesianismo, el Estado de bienestar, el fordismo, el desarrollismo en gran parte fueron posibles por la existencia de una fuerte y organizada alternativa al capitalismo puro.6
6La obra The Age of Extremes, de Eric Hobsbawm, es un relato apasionado de esta competencia mundial entre los dos sistemas. Pero, como el autor señala, paradójicamente son las sociedades capitalistas las que obtuvieron los mayores beneficios sociales de esta competencia.
Con el colapso del «campo socialista» —que las imágenes de la caída del muro de Berlín mostradas por los medios de comunicación convirtieron en evento fundacional de una nueva época— se anunció el «fin de la historia» y, para un capitalismo por el momento victorioso, las condiciones impuestas por la competencia entre los dos sistemas pierden importancia. El «liberalismo», finalmente despojado de su álter ego socialista, se deshizo de toda su carga social y política y se convirtió en «neoliberal» —en otras palabras, abierta y enteramente liberal—. Son los tiempos de la «desregulación», las leyes exclusivas orientadas al mercado para organizar no solo la producción, sino también la cultura, la educación, la salud, las relaciones entre los Estados y las sociedades, entre naciones y corporaciones, etcétera.
Esta tendencia en curso comenzó antes de 1989, pero en sus inicios soloafectó a las sociedades occidentales menos resistentes como los Estados Unidosbajo el gobierno de Reagan y a Gran Bretaña, bajo Thatcher, o los Estados-naciones más débiles de África y América Latina a través de los Programas de Ajuste Estructural (PAE).
La barrera creada por la alternativa socialista había desaparecido y no era necesaria la discreción; la forma contemporánea de capitalismo, el neoliberalismo, se convirtió así en la vía hegemónica actual de pensar y la liberalización de las fuerzas del mercado, el objetivo último del «buen gobierno».
Esta victoria estratégica coincide con un cambio profundo en el sistema de producción, especialmente en el campo de la comunicación y la información. Como Manuel Castells7ha señalado:
Las nuevas tecnologías de la información, al transformar el proceso de tratamiento de la información, influyen sobre todas las esferas de las actividades humanas y hacen posible establecer conexiones innumerables, tanto entre campos diferentes, como entre los elementos y agentes de estas actividades. Así emergió una economía en red, la cual era extremadamente interdependiente e incrementó su capacidad de aplicar el progreso de su tecnología, conocimiento y gestión a ella misma. (…) Esta nueva economía es informativa porque la productividad y la competitividad de sus componentes depende esencialmente de su capacidad para aplicar información efectiva basada en el conocimiento (…) esta nueva economía es global porque las actividades claves de producción, consumo y distribución, así como sus elementos constituyentes (capital, trabajo, materias primas, gestión, información, tecnología, mercados), están organizadas a nivel global, ya sea directamente o a través de redes de contactos entre los agentes económicos.
7Ver el detallado estudio realizado por Manuel Castells en La societé en réseau, Fayard, París, 1998, p. 94.
La victoria estratégica del capitalismo y la revolución de la información se combinan así para acelerar el movimiento de la globalización, «insertando actividades económicas a todo lo largo del planeta en un sistema interdependiente que funciona como una unidad en tiempo real».8
8Manuel Castells: Ob. cit., p. 22.
De esta forma el capitalismo resulta vencedor en dos sentidos. En primer lugar, a nivel estratégico: con el colapso de la experiencia competitiva del «socialismo realmente existente», las clases dominantes son liberadas de las restricciones políticas, sociales e incluso éticas que habían terminado adoptando como filosofía —la vieja burguesía humanista del Estado-nación, de estilo europeo, con la regulación de las políticas públicas, así como la regulación keynesiana de la economía—. En segundo lugar, a nivel tecnológico: con las restricciones espacio-temporales destruidas, una tras otra, se hace posible administrar unidades económicas globalizadas (producción, comercio, finanzas) en tiempo real.
Toda la nueva ideología de la globalización descansa en este doble éxito. Al jugar hábilmente con estos dos componentes, los fantásticos éxitos de las nuevas tecnologías y el lamentable fracaso de la experiencia socialista, «los nuevos evangelistas del mercado» proclaman en alto que el camino así abierto es único, irrefutable. Es gracias a las leyes del mercado y a los beneficios que se obtienen de su progreso, y al hacerlas extensivas a todas las sociedades y aspectos de la actividad social, que la humanidad puede progresar. Esta nueva ideología capitalista «da nueva vida» al capitalismo, al presentarlo como un sistema de producción nuevo, global (o que está convirtiéndose en tal), inevitable e ineludible. Al igual que toda ideología, se cierra dentro de sus dogmas, prohíbe cualquier pensamiento alternativo, rechazándolo de antemano por ser conservador y reaccionario.
Respaldada por las poderosas instituciones de Bretton Woods, al beneficiarse de las más modernas técnicas de comunicación e información, su trabajo es proveer una legitimidad universal para lo que, después de todo, es el resultado de una historia específica y, como tal, susceptible de ser cambiada.
Globalización y regionalización
Los nuevos desarrollos nos ayudan a entender la dinámica actual del sistema capitalista y hemos utilizado esta información para tratar de analizar los esfuerzos que se realizan por crear el espacio «euromediterráneo».
Debemos recordar, primeramente, que el Estado-nación, como una forma socio-histórica de desarrollo capitalista, no es «en sí mismo» excluyente de otras formas: local, regional o transnacional. El capitalismo mercantil existió en los más viejos imperios:9en China, la India y el Medio Oriente. Pero es en Europa donde el capitalismo, conducido por la primera revolución industrial, se afirma en las actividades de producción y se convierte en el principal modo de producción. Al mismo tiempo, nuevos tipos de Estados aparecen en la escena, los que conforman en maneras diferentes el ambiente social que produce las «naciones»: Inglaterra, Francia, Alemania y, más adelante, los países del sur y el este de Europa.
9Fue el historiador francés Fernand Braudel quien develó las principales características de la historia del capitalismo mundial.
Estas naciones capitalistas, como Inglaterra y Francia, poseían una colección de remotas colonias y ya eran sistemas capitalistas globales. La primera de ellas se desarrolló con la revolución industrial británica que impactó toda Europa y luego los Estados Unidos, antes el ciclo fue cerrado con Rusia y Japón. La Europa occidental gobernaba el mundo, pero existían rivalidades entre los países europeos y con ello estalla en 1914 la Primera Guerra Mundial.
El periodo de la posguerra fue inestable. Se verificó el auge de los Estados Unidos y su «contrincante» la Unión Soviética (URSS), pero también el creciente poder de otros Estados-naciones como Alemania y Japón. Todo esto concluyó con la gigantesca explosión de la Segunda Guerra Mundial, la cual fue seguida por la «Guerra fría», un periodo de competencia estructural entre los dos sistemas. Ello aceleró la descolonización, pero también cambió el imperialismo: la pérdida de las posesiones territoriales llevó a formas más astutas de dominación, tales como la «dependencia» económica y tecnológica.
Con el fin de la Guerra fría, la primacía de los Estados Unidos fue evidente y el nuevo sistema desarrollado podría ser descrito como «más capitalista que nunca», pero también más «americano». La acumulación tiene lugar a niveles desiguales. Es apoyada por la eliminación de los derechos de aduanas que la Organización Mundial del Comercio (OMC) pretende completar en pocas décadas, la desregulación de la economía en diferentes Estados-naciones, así comola liberalización de los flujos financieros, al igual que la revolución de la información, que al ser propiciada por su base tecnológica es extraordinariamente efectiva.
Al mismo tiempo, sin embargo, ha habido un cambio estructural en la economía con el incremento del número de multinacionales o, más precisamente, «transnacionales» que operan en redes.10La multiplicación y la concentración de estas corporaciones en ciertos sectores en las últimas décadas son una de las principales características del capitalismo contemporáneo; asimismo, han ayudado a acelerar los intercambios de mercancías y ahora son responsables del 60 % del comercio mundial. Se estima que cuentan con el 30 % de la producción. Han sido apoyadas por los grandes bancos e instituciones financieras como el FMI, el BM y la OMC, quienes han atacado, como su objetivo fundamental, a las viejas formas de regulación estatal. En este sentido, han dirigido gran parte de los flujos de capital hacia la inversión a corto plazo (capital especulativo), debilitando el marco de la creación monetaria por los bancos centrales, lo que, por tanto, promueve la caída del mercado de valores y en pocos días la caída de todas las economías nacionales.
10Manuel Castells: Ob. cit.
La estructura de la economía mundial se hace inestable, mientras se debilitan las formas estatales de intervención en el terreno de los impuestos, la banca, las aduanas y las bolsas de valores.
En el nuevo sistema, sin embargo, el desarrollo desigual entre las clases, países y regiones está destinado a empeorar. La liberación general del comercio y las transacciones financieras debilitan todas las instituciones nacionales, comenzando por aquellas de los países más débiles. Algunos países han estado resistiendo, como Corea, Malasia y China, o se están organizando a nivel regional, pero la mayoría de ellos tratan de acelerar las «reformas» (relacionadas con impuestos, banca y asuntos sociales), lo que debe promover el crecimiento general, pero en realidad benefician, fundamentalmente, al nuevo credo neoliberal.
Desde 1990 ha habido una polarización geográfica que ha tomado la forma de cuerpos regionales que van más allá de las fronteras nacionales. Pero la más activa regionalización ha sido la forjada en torno a los polos centrales de la economía mundial, la tríada: Japón y el sudeste asiático, los Estados Unidos de América, la Europa Occidental.
La Unión Europea (UE) es la más antigua de estas construcciones regionales. Promovida por el Tratado de Roma en 1957, la Comunidad Económica Europea (CEE) entonces estuvo integrada solo por seis países y surgió de las antiguas organizaciones, creadas justo después de la Segunda Guerra Mundial, como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) y la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (ECSC). Sus objetivos eran reconstruir Europa, que había sido destruida por la guerra, apaciguar los conflictos entre Francia y Alemania, y, bajo el liderazgo de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), constituir un frente contra los países de la Europa del Este.
La CEE incrementó sus formas de cooperación, a fin de garantizar la independencia de la región en los campos de la energía y, especialmente, de la agricultura, con una Política Agrícola Común (PAC). Se impulsó el movimiento de regionalización, expandiéndose a otros sectores y luego, en 1986, se firmó el «Acta única» que preveía la supresión de las fronteras internas y la libre circulación de personas, mercancías y capitales. En 1992, el Tratado de Maastricht promovió el relanzamiento de la unión política, al mismo tiempo que la construcción de una unión económica y monetaria, con el establecimiento de un Banco Central Europeo a finales de 1997. Y, mientras el movimiento de regionalización consolidaba la UE (ahora con 15 miembros), emergieron el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en torno a los Estados Unidos y la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés) en torno a Japón.
Dado que este proceso de regionalización se llevó a cabo en un marco declaradamente neoliberal, debilitó los medios tradicionales de regulación de los Estados-naciones; no obstante, transfirió sus poderes a una autoridad regional reguladora. Bruselas ha mantenido un aparato burocrático desalmado, muy influenciado por las instituciones de Bretton Woods y las políticas liberalizadoras del mercado. El desempleo, la crisis de empleos, la desregulación de la economía, la reducción de los gastos no productivos (salud, educación, etc.) fueron el resultado del famoso «criterio de Maastricht», el cual solo fue el guante de terciopelo europeo para cubrir la mano de hierro del neoliberalismo mundial.
Como Pierre Bourdieu ha señalado:
Lo que se discute es el papel del Estado (ambos, el Estado nacional como hasta ahora existe y el Estado europeo que se va a crear), especialmente en lo que se refiere a los derechos sociales y al papel del Estado social, el cual es la única fuerza capaz de actuar como un contrapeso a los resultados inexorables de la economía de mercado. Se puede estar en contra de una Europa como la del Sr. Tietmeyer, que servirá a los intereses de los mercados financieros, y al mismo tiempo estar a favor de una Europa que, por las políticas acordadas mutuamente, pueda impedir la violencia de esos mercados. Pero hay pocas esperanzas de que esto ocurra en la Europa que los banqueros están preparando para nosotros. No se puede esperar que la integración social se lleve a cabo a través de la integración monetaria. Por el contrario: sabemos que los países que desean preservar su capacidad competitiva dentro de la zona euro en detrimento de sus socios no tendrán más remedio que reducir sus gastos salariales mediante la reducción de las cargas sociales. Eldumpingsocial y salarial y la «flexibilidad» de los mercados de trabajo será la única opción que les queda a los países, ya que han perdido sus derechos de intervenir con las tasas de cambio (...). Solo un Estado social europeo será capaz de contrarrestar el efectodesintegradorde la economía monetaria. Pero el Sr. Tietmeyer y los neoliberales no quieren Estados nacionales, a los que consideran un obstáculo para el libre desenvolvimiento de la economía, o —menos aún— un Estado supranacional, al que quisieran reducir a un banco.11
11Pierre Bourdieu: Contre-Feux, Raisons d’Agir, París, 1998, p. 67.
Esta larga cita de uno de los más perspicaces observadores «sociales» de Europa, la cual está en claro proceso de creación, muestra la ambigüedad de los procesos de regionalización en curso en el mundo actual. Es una respuesta,así como una reacción, a la aceleración de una globalizaciónpolarizanteen el preciso sentido del término asignado por Samir Amin.12Estos procesos podrían seguir la lógica neoliberal de esta globalización polarizadora o pueden resistirse a ella. Dependerá de las formas de acción y las alternativas que las luchas sociales en estas regiones desarrollen en el futuro.
12«La polarización de la época «clásica» [observa Samir Amin] era prácticamente sinónimo de ladiferencia entre los países industrializados y no industrializados. El monopolio de los centros, a través del cual la acumulación desigual era reproducida y profundizada a nivel
mundial, se llevó a cabo a través de la industrialización (…). La polarización ahora en curso en el sistema mundial ya no se basa solo en el monopolio industrial de los centros. Las más importantes periferias también, a su vez, entraron en la era industrial (aunque África en realidad no lo ha hecho). En lugar del viejo monopolio industrial, ahora existe lo que podríamos llamar los «cinco centros monopólicos»: la iniciativa tecnológica, el acceso a los recursos naturales del planeta, el control de las finanzas globalizadas, las comunicaciones y las armas de destrucción masiva. En conjunto, estos cinco monopolios definen la forma y el nuevo contenido de la ley del valor globalizada sobre cuya base la acumulación se reproduce a nivel mundial y profundiza la polarización».
Si bien los intereses de las clases populares europeas están siendo constantemente amenazados por la forma que la construcción de Europa está tomando y si bien, por tanto, el futuro de esta región dependerá de la medida en que los movimientos sociales e intelectuales participen en esta construcción, ¿qué pasa con los intereses de los pueblos de los países menos desarrollados, que son los más vulnerables? Se puede apostar que no será el señor Tietmeyer quien va a apiadarse de sus destinos.
Debemos recordar que, a las puertas de la UE, al sur del Mediterráneo, hay países con un rápido crecimiento poblacional que han provisto a Europa,durante los «treinta años gloriosos» (de mediados de los cuarenta a mediados delos setenta), con los trabajadores que necesitaban. Ahora las oportunidades de trabajo para ellos están cerradas en Europa, mientras, en sus propios países, los PAE yahan producido su cuota de desempleo, sub-empleo y pauperización. La cuestión del control sobre las fronteras europeas frente a la costa sur del Mediterráneo, pero también de la Europa del Este y los Balcanes, es así un tópico central en la construcción de la UE. El Mediterráneo se está convirtiendo en una de las fronteras más sensibles de nuestro tiempo.13
13Durante las «Jornadas Europeas de Representantes Territoriales del Estado», celebradas en París en 1999, el taller sobre los «Representantes del Estado ante la crisis» debatió sobre la inmigración clandestina, la cual fue considerada como una «preocupante fuente potencial de crisis». El informe final señaló: «Vale la pena mencionar un tema que ya ha creado serias dificultades para muchos europeos, y seguirá haciéndolo. La inmigración clandestina. Todos los países europeos temen las consecuencias (…). Regulación de la inmigración, integración social de los inmigrantes, ayuda al desarrollo y la lucha contra las bandas que organizan la entrada clandestina, son serios desafíos para la Unión Europea (…). Es esencial estar preparados para situaciones de crisis. Los funcionarios públicos y sus equipos deben ser entrenados para la acción y para saber comportarse antes, durante y después de una crisis». Ver IHSE: La Documentation française, París, 1999.
Este problema devela una gran contradicción en la filosofía neoliberal que predica la libertad de circulación de mercancías y capital en todas sus formas, al prohibir la libre circulación de personas.
Con el desigual desarrollo polarizado que esta lógica con certeza acentuará allí donde ya existe y que será constantemente estimulada cuando se considere necesaria, solo podemos esperar enormes e «incontrolables»14movimientos migratorios en todo el mundo, en especial desde el lado sur del Mediterráneo. La construcción de la UE está —y siempre estará— raída por esta contradicción inherente a su propia lógica, como de hecho es el caso de los Estados Unidos frente al TLCAN.
14Los analistas coinciden en la actual «paradoja» del movimiento de la «globalización». Mientras los medios modernos de transporte continúan desarrollándose, el número de centros de acogida de inmigrantes internacionales ha disminuido: además de a los puertos y a las fronteras, las personas llegan hasta las grandes ciudades. El resultado, en los países desarrollados, es que los flujos migratorios tienden a concentrarse, así se refuerza la impresión de que el fenómeno se está expandiendo rápidamente. Ver Sciences Humaines, documento publicación periódica no. 8, París, marzo de 1995.
El proyecto de asociación euromediterránea debe ser analizado en este sentido, aunque no debería limitarse solo a esta dimensión, por lo que revela, a pesar de todos los eufemismos diplomáticos y las declaraciones solemnes, la duplicidad, o por lo menos una ambigüedad que está astutamente oculta en el discurso. En nuestra opinión, este proyecto es principalmente un acuerdo «defensivo» que protege a la UE frente a posibles «desbordamientos» sociales, políticos y culturales de los países de la ribera sur del Mediterráneo. En cuanto a la presentación del proyecto, que no es más que bizantino, apenas refleja un estilo europeo más «civilizado», comparado con la brutalidad del enfoque estadounidense en el asunto. Pero tenemos la impresión de que los objetivos son los mismos.
2. La asociación euromediterránea: ficción y realidad
El proceso iniciado por la Conferencia de Barcelona de 1995, que reunió a los países europeos con los de la ribera sur mediterránea, tiene como objetivo la creación de una zona de libre comercio, la Zona de Libre Comercio en el Mediterráneo (MFTZ), como la creada en América del Norte compuesta por los Estados Unidos, Canadá y México (TLCAN) o la asiática (ASEAN). Como será visto más adelante, esta iniciativa no solo es más original —al menos en sus objetivos económicos— que otros esfuerzos semejantes, sino que refleja claramente las nuevas dinámicas de la globalización.
Sin embargo, consideramos que lo que hace significativo al proceso son las condiciones históricas y estratégicas en las cuales está teniendo lugar: los conflictos entre Israel y Palestina, y entre Israel y el mundo árabe, así como el enorme flujo migratorio desde el sur hasta el norte del Mediterráneo. Estas condiciones, sin duda, determinan las formas institucionales y políticas que los europeos, quienes han concebido el proyecto, han adoptado con el objetivo de llevarlo a cabo. Nuestras investigaciones, por tanto, parten de este punto, debido a la importancia dada al «discurso» y a las instituciones que se han creado para completar el proceso. El discurso es sobre todo retórico, como puede verse en el siguiente ejemplo:
La asociación euromediterránea, que entró en funciones durante la conferencia de los Ministros de Relaciones Exteriores de los países euromediterráneos, celebrada en noviembre de 1995 en Lisboa, constituye la iniciativa más importante promovida en los tiempos modernos para desarrollar lazos sólidos y sostenibles entre ambos lados del Mediterráneo.15
15Annual Report of the MEDA Programme, 1999. Commission of the European Communities, Bruselas, 2000, p. 3.
Seguramente, los responsables de las actuales relaciones entre los países europeos y los del sur del Mediterráneo se sienten amordazados ante el increíble nivel de detalles del discurso. Ha habido un gran número de informes, estudios, opiniones, coloquios y otros foros relacionados con las reuniones de mayor o menor importancia que han tenido lugar a intervalos más o menosregulares. Pero siempre han recibido una atención en los medios de comunicación mucho mayor que sus logros en el terreno, como veremos más adelante.
Esta experiencia ha sido muy visible porque ha sido deliberadamente publicitada. Se ha hablado mucho de ella misma, utilizando una retórica excesiva, análisis «tecno-científicos» faltos de imaginación y ensayos filosóficos y literarios para darle profundidad histórica y humana. Estos tres tipos de discursos se corresponden nítidamente con tres niveles de construcción institucional de la relación: el político, el económico y el de la «sociedad civil». Estos tres niveles, a su vez, determinan las tres categorías de actores: los políticos, los tecnócratas y los que dirigen la «sociedad civil».
Algunos ejemplos dan la idea delethosen torno a este proyecto. Comencemos por el primero, el de los políticos.
La asociación euromediterránea, inaugurada durante la Conferencia de Barcelona en 1995, define una política con ambiciosos objetivos a largo plazo (el proceso de Barcelona). Debe distinguirse de las políticas anteriores de la UE para el Mediterráneo, la cual otorga más importancia a la asistencia para el desarrollo que a una asociación entre iguales. El mayor compromiso que siguió a la declaración de Barcelona se originó en los intereses estratégicos vitales de la UE en relación con sus cercanos vecinos del Mediterráneo (…). Los principales objetivos de la asociación euromediterránea son: 1) la creación de una zona de paz y estabilidad, basada en los principios de los derechos humanos y la democracia; 2) la construcción de una zona de prosperidad compartida mediante el establecimiento gradual de un área de libre comercio entre la UE y sus socios del Mediterráneo, y entre estos mismos socios, acompañado de un amplio apoyo financiero de la Comunidad para facilitar la transición económica y ayudar a los socios a resolver los desafíos causados por la transición; 3) la mejora del entendimiento mutuo entre los pueblos de la región y la promoción de una sociedad civil libre y próspera, gracias a la organización de los intercambios culturales, el desarrollo de los recursos humanos y el apoyo a las sociedades civiles y el desarrollo social en general.16
16Chris Patten: «Barcelona, Five Years Later».
Este extracto de un informe sobre el proyecto euromediterráneo de uno de los altos funcionarios de la parte europea es un modelo en su género. Hay muchas palabras en el núcleo, del que derivan, en capas sucesivas, los demás elementos de la retórica euromediterránea: paz, estabilidad, derechos humanos y democracia, luego prosperidad y libertad, y, finalmente, desarrollo social, emergencia de la sociedad civil e incremento de los intercambios culturales entre ambos lados del Mediterráneo, que debería cerrar el círculo virtuoso en este nuevo tipo de asociación.
Debido a que la relación abarca estos tres componentes es que debe basarse en una asociación porque «la Conferencia de Barcelona», según se ha dicho,17«ha transformado la política del Mediterráneo en un enfoque global y coherente, respetuoso ante cierto equilibrio entre los diferentes componentes. Mediante la combinación de los tres constituyentes dentro de una política global, se reconoce que de nada sirve tener enfoques separados sobre las cuestiones financiera, económica, cultural y de seguridad».
17Ibídem, p. 7.
Pero eso no es todo. La originalidad de esta asociación está más en las formas en que se pondrá en marcha que en su enfoque global (o sea, en sus tres elementos constitutivos).
Numerosas declaraciones, textos normativos y análisis subrayan que:
Los diferentes socios deben reunirse y discutir de conjunto el marco, preferiblemente multilateral, de los proyectos que se proponen. El diálogo aquí es la palabra clave para esta innovación regional. Uno de los principales logros de la asociación euromediterránea ha sido llevar adelante el diálogo político en el contexto del proceso de Barcelona, aun cuando el proceso de paz en el cercano Este estaba en un punto muerto. La asociación sigue siendo el único marco político dentro del cual los representantes de Siria y el Líbano participan regularmente con sus contrapartes de Israel.18
18Ibídem, p. 9.
Las personas de hecho conocen y hablan bastante acerca del marco euromediterráneo porque uno de sus más ambiciosos objetivos es: «crear un diálogo permanente entre 27 asociados, quienes son todos muy diferentes unos de otros», como se ha planteado en el programa de la Conferencia de Barcelona. Para ello, se han creado una serie de «puntos de intercambio» para promover la concertación en todos los campos y a todos los niveles de toma de decisiones.
Están las conferencias (cuatro en cinco años), que reúnen a los jefes diplomáticos de los 27 Estados, pero también existen reuniones regulares de los ministerios de asuntos exteriores, del comité directivo de la asociación con los embajadores, que son más frecuentes (cada trimestre), de los ministerios en sus respectivos sectores (interior, economía y finanzas, comercio, agricultura, etc.), y las de altos funcionarios del gobierno, específicamente en el área de la seguridad. Se ha llegado incluso al extremo de crear redes tales como los institutos de política exterior (EuroMesCo), cuya sede se encuentra en Malta, que organizan seminarios de formación para diplomáticos del área euromediterránea. Y como a los promotores les gusta repetir: «Lo más importante es establecer la confianza entre los socios, la cual es la base del diálogo». De hecho, la institucionalización del diálogo aparece como uno de los objetivos fundamentales de la futura Carta euromediterránea para la paz y la estabilidad.