El nacimiento de la Guerra Fría en el Congo - Luis Edel Abreu Veranes - E-Book

El nacimiento de la Guerra Fría en el Congo E-Book

Luis Edel Abreu Veranes

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Durante el intenso proceso de independencia experimentado por África en 1960, el Congo Belga inició un rápido tránsito hacia la descolonización. Sin embargo, muy pronto este movimiento emancipador se vería enfrentado a la hostilidad de diferentes fuerzas internas y a la intervención de potencias extranjeras, que trasladarían a territorio congolés las pugnas de la Guerra Fría. En medio de esta crisis, destaca la figura de Patricio Lumumba, líder popular y primer ministro del naciente Estado congolés, quien, acosado por sus enemigos, intenta llevar a cabo las transformaciones necesarias en el país y busca un acercamiento con el campo socialista. Ello agravaría la crisis y conduciría al golpe de Estado de Mobutu Sese Seko y al posterior asesinado de Lumumba.

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Seitenzahl: 213

Veröffentlichungsjahr: 2024

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Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.

Edición: Lázaro Zamora

Diseño interior y cubierta: Yisell Llanes Cuellar

Corrección: Magda Dot Rodríguez

Ilustraciones: Elvira Corzo Alonso

Composición digital: Irina Borrero Kindelán

Conversión a ebook:Madeline Martí del Sol

© Luis Edel Abreu Veranes, 2023

© Sobre la presente edición:

Editorial de Ciencias Sociales, 2023

ISBN 9789590625381

Estimado lector, le estaremos muy agradecidos si nos hace llegar su opinión, por escrito, acerca de este libro y de nuestras ediciones.

INSTITUTO CUBANO DEL LIBRO

Editorial de Ciencias Sociales

Calle 14, no. 4104, entre 41 y 43, Playa, La Habana, Cuba

[email protected]

www.nuevomilenio.cult.cu

Índice
Prólogo
Presentación
I. Los antecedentes de la crisis en el Congo belga
El escenario internacional y africano después de la Segunda Guerra Mundial
La situación en el Congo Belga después de la Segunda Guerra Mundial hasta 1955
Los factores externos e internos en el Congo Belga entre 1955 y 1960
De la Mesa Redonda de Bruselas al día de la independencia
II. La relación de la Unión Soviética y los países afroasiáticos con la crisis del Congo en los días de Patricio Lumumba
El bloque socialista y el mundo afroasiático contra la intervención belga en el Congo
La proyección afroasiática y soviética hacia la secesión de Katanga
África, Asia y la Unión Soviética ante la realidad del golpe de Estado en el Congo
Los países afroasiáticos y comunistas frente al martirio de Patricio Lumumba
III. Los actores occidentales y la crisis en los días de Lumumba
Los actores occidentales y la intervención de Bélgica en el Congo
La proyección occidental con relación a la secesión de Katanga y el Gobierno central congolés
Occidente frente al golpe de Estado y los procesos desencadenados después de septiembre de 1960
Los actores occidentales en el encarcelamiento y asesinato de Patricio Lumumba
Palabras finales
Fuentes Bibliográficas
Fuentes publicísticas
Fuentes documentales
Datos de autor

Prólogo

A finales del siglo xix todo indicaba que el sometimiento colonial que sufría la mayor parte del mundo bajo los imperios europeos no podía ser derrocado fácilmente y que tal vez duraría siglos. África, por sus condiciones económicas y sociales, parecía ser el continente condenado a sufrir esa usurpación de manera más irrevocable y se le presentaba como “reserva de Europa”. Sin embargo, las vertiginosas transformaciones que trajo el siglo xx cambiaron notablemente los términos de esa ecuación política, agrietando de tal manera esos sistemas de dominación que provocaron rupturas revolucionarias que derivaron en un nuevo escenario y una igualmente nueva correlación de fuerzas en el mundo, principalmente al término de la Segunda Guerra Mundial. Evidente después de 1945 en su gigantesca fase asiática, la descolonización fue extendiéndose a golpes de nacionalismo y crisis imperial en un renacer político que alcanzó luego un clímax africano en 1960, con un escalonamiento de nuevas independencias en África y Oceanía hasta 1975-1980, para culminar con la derrota del apartheid en Sudáfrica, en 1990-1994.

Pero ese proceso mundial se desarrolló en medio de la Guerra Fría entre las dos potencias líderes, Estados Unidos y la Unión Soviética, con sus bloques aliados. El despliegue por ambas del arma nuclear llevó a un tenso equilibrio de riesgos que impidió la guerra directa al contener los diferendos al borde del abismo del aniquilamiento mutuo; pero también implicó una confrontación en todos los demás frentes en que se cruzaban las influencias, interviniendo en guerras locales o menores en las periferias coloniales que quedaban signadas por la rivalidad entre capitalismo y socialismo, llevando a los contendientes a definirse.

África vivió un vibrante año 1960, que resultó emblemático, cuando por diversas razones 17 países fueron declarados independientes, principalmente los territorios que componían el África Occidental Francesa y el África Ecuatorial Francesa, más Madagascar, Nigeria y Somalia (Guinea lo era desde 1958). En la mitad exacta de ese “Año de África”, el 30 de junio, el enorme territorio del Congo Belga hizo historia al coronar un acelerado proceso de descolonización que rápidamente dio paso a una terrible crisis que alcanzaría resonancia mundial.

Toda la historia posterior del gran país, que entonces se constituyó en la frontera sur del África descolonizada -frente a los territorios aún en poder del Reino Unido y Portugal-, fue alterada por la intervención extranjera en las condiciones que ese tipo de descolonización concedida imponía, y por eso mismo, condicionada a la aceptación de la dependencia neocolonial. Lo ocurrido entonces en el Congo fue un test aleccionador para todos los que intentaran salirse de la fila y romper radicalmente con la metrópoli en las condiciones de la Guerra Fría, o sea, había que dejar claro para tantos gobiernos de estreno que toda apertura amplia o inconsulta hacia el campo socialista sería castigada por Occidente.

Precisamente ese es el tema investigado por el profesor Luis Edel Abreu Veranes, que, como expresa su título,El nacimiento de la Guerra Fría en el Congo,se enfoca en “escrutar las diferentes variables y matices que relacionan a los principales actores internacionales con la situación interna del ‘Congo’ y el impacto diverso, plural, que tuvieron en el desenlace de los diferentes sucesos y, por tanto, la responsabilidad compartida pero diferenciada en el devenir histórico de aquellos turbulentos días”.1

1 Las citas que aparecen en este prólogo fueron tomadas de la tesis de maestría en Historia Contemporánea y Relaciones Internacionales de Luis Edel Abreu Veranes, titulada “Los actores internacionales en la crisis del Congo en los días de Patricio Lumumba”. La tesis fue el punto de partida para la creación del presente libro.

Profesor de Historia de África y Medio Oriente de nuestro Departamento de Historia de la Universidad deLa Habana durante más de una década, Luis Edel Abreu Veranes es hoy el mejor conocedor en nuestro medio de las interioridades del paradigmático conflicto congolés y de los “doscientos días de Lumumba”, lo que se demuestra en sus artículos e investigaciones, que ahora corona con este excelente texto.

El autor parte del análisis de los antecedentes de la crisis, tanto en lo relativo al escenario internacional en general como del África en particular, para pasar a describir el cuadro que ofrecía el Congo Belga en la segunda posguerra mundial hasta 1955. Muestra cómo, hasta entonces, Bruselas dormía el sueño de que su rico territorio en el corazón de África no precisaba de cambios en su estructura colonial, pese al evidente atraso en todos los planos en que vivían sus millones de habitantes, lo que, sin embargo, negaba la propaganda oficial de sus administradores coloniales y de las compañías que explotaban sus riquezas.

A continuación se plantea el progresivo despertar de fuerzas y esperanzas que, en medio de estallidos de violencia popular, fueron forzando las concesiones de las autoridades coloniales, despertadas a una realidad que se les escapaba de las manos y para la que no habían preparado ningún tipo de condiciones, entre 1955 y 1960. Con la improvisación como norma, se demuestra en estas páginas cómo es responsabilidad de los belgas no haber formado los cuadros que, sin excluir la insalvable contradicción colonizador-colonizado, hicieron esos períodos de transición menos turbulentos en las colonias inglesas o francesas. Las recientes formaciones políticas congolesas en su variedad y el inicio de la activación política de Patricio Lumumba como líder radicalizado con el ideario panafricanista en Accra son explicadas en este subcapítulo junto al primer contacto soviético, entre otros factores externos más conocidos.

Esencial resulta, si se quiere entender la dinámica de la crisis congolesa, prestar la debida atención a la concatenación de acontecimientos que nos presenta el autor sobre el primer semestre de 1960. De las conversaciones de la Mesa Redonda en Bruselas entre los nacionalistas y el Gobierno belga, a la ceremonia de concesión de la independencia en Leopoldville, transcurre un proceso muy fluido que, en buena medida, saltó por encima de las condiciones reales que pueden hacer la soberanía política de cualquier Estado.

Con el segundo capítulo, entramos de lleno en una de las partes más interesantes del libro, por su contenido, que no siempre ha quedado debidamente expuesto, pese a los más de sesenta años transcurridos. La relación de la Unión Soviética con la crisis del Congo, objeto de especulaciones, exageraciones y también de silencios, es explorada por Abreu Veranes con detenimiento. El dato preciso del número de camiones y de aviones de corto alcance que nos ofrece no implica que la ayuda, por razones obvias, no alcanzara otros rubros y maneras no tan precisables. Un monumento a esa relación fue la Universidad Patricio Lumumba de Moscú para estudiantes del Tercer Mundo, que cumplió con el deseo inicial de Lumumba de mandar estudiantes a formarse a la URSS.

La relación con los países afroasiáticos, mucho más conocida y lógica, respondió en primer lugar a la posición que tenían esos nuevos gobiernos con respecto a la disciplina neocolonial que pretendían imponerles los centros de poder de Occidente. El Egipto de Nasser junto al grupo deCasablanca mostró total solidaridad, mientras que Fulbert Youlou -al frente del Congo Brazzaville- y sus acólitos del grupo de Monrovia la negaron. Esto puede leerse en las páginas dedicadas a la reacción del mundo afroasiático y del campo socialista ante la intervención belga en el Congo y la secesión de Katanga, que significaron la desintegración del recién nacido Estado, minado por el tribalismo que se enfrentaba al proyecto nacional lumumbista. También, el análisis de la reacción de estas fuerzas mundiales contra el golpe de Estado y frente al martirio de Patricio Lumumba.

Finalmente, el tercer capítulo nos ofrece la esencia del texto, al mostrarnos esta investigación el accionar de los actores occidentales, principalmente Bélgica y Estados Unidos, durante los días en que Patricio Lumumba se les convirtió en una amenaza para sus planes de “continuar el colonialismo por otras vías”. La intervención de las tropas belgas, la secesión de la rica Katanga y el debilitamiento e implosión del Gobierno central congolés, el golpe de Estado que hizo de Mobutu el hombre fuerte del país, todo transcurre, como se nos demuestra, con facturación belga y con la complicidad de Washington, junto a unas Naciones Unidas cuyo secretario general escribió entonces tal vez la página más oscura de la historia de ese organismo internacional.

Precisa y reveladora resulta la demostración del papel de los actores occidentales en el encarcelamiento y asesinato del líder congolés. El autor, después de revelar cómo fue llegando la sentencia de muerte de Patricio Lumumba, concluye que su asesinato fue ejecutado “por el capitán Julien Gat y Frans Verscheure, oficiales belgas al servicio de Katanga, quienes junto a otros oficiales europeos de bajo rango dieron la orden a varios soldados de Katanga”. El ensañamiento con los restos del premier legítimo va a mostrar lo poco que se diferenciaban estos oficiales belgas de 1960 de los hombres de Leopoldo II que, a inicios del siglo, habían sido execrados internacionalmente por las atrocidades cometidas contra la población congolesa. Criticados por británicos y franceses, que cometieron crímenes similares en la lucha contra los Mau Mau en Kenya y, sobre todo, en las torturas a los revolucionarios en Argelia, los belgas no quisieron dejar rastro físico alguno del mártir del Congo. Pero quiso la suerte que, a la larga, no pudieran lograrlo.

Gérard Soete, el belga miembro de la gendarmería de Katanga a quien el comisario de policía Frans Verscheure le dio la orden de desembarazarse del cuerpo de Lumumba disolviéndolo en ácido sulfúrico, conservó un diente arrancado al cadáver, que guardó como trofeo. Tras su muerte en el 2000 su hija lo conservó, pero, divulgado el hecho, en diciembre de 2020 el presidente congolés Félix Tshisekedi reclamó el diente, que fue restituido a la República Democrática del Congo el 20 de junio de 2022 para darle honrosa sepultura al Héroe Nacional Congolés.

Lo acontecido en el Congo tuvo una amplia repercusión en Cuba, que vivió, en esos mismos meses que acompañaron la presencia de Patricio Lumumba al frente del Congo, su propia radicalización, como se constata en el cambio de orientación que se operó en la prensa cubana en ese verano de 1960. Tal paralelismo fue temido en Washington, que se empleó a fondo, como nos muestra el profesor Abreu, en impedir el surgimiento de otra Cuba en África. Artículos, caricaturas y discursos crearon esa simpatía por Lumumba y su país. Como anécdota demostrativa recuerdo que, al pasar casualmente en esos días frente al Colegio La Luz en 25 entre L y M, encontré a un grupo de estudiantes que habían sido expulsados del centro por su director y propietario, Gil Beltrán, por hacer propaganda a favor de Patricio Lumumba. Trasladados a la Universidad y con el apoyo de la FEU, lograron que el colegio fuera intervenido, que se nombrara a otro director y que todos pudieran regresar a sus aulas. Poco después se suprimió la enseñanza privada en Cuba y, a tres meses del asesinato de Lumumba, fue declarado el carácter socialista del Poder Revolucionario.

Este libro se agradece por su rigor histórico y por la tremenda importancia que tiene todo este proceso investigado para la historia política del Congo y de África en el momento decisivo de la recuperación de la independencia, al revelarnos las vulnerabilidades que enfrenta la descolonización en el contexto, omnipresente, de la Guerra Fría.

Dr. Reinaldo Sánchez Porro

19 de septiembre de 2022

Presentación

El lugar sombrío que narra Joseph Conrad en su afamada novela El corazón de las tinieblas tiene una larga historia desde antes de la llegada del europeo a esa zona del África ecuatorial. Esta fue la región que el grupo étnico bacongo había tomado como centro de su extenso reino, siglos antes del contacto con el viejo continente. Sin embargo, la llegada de los portugueses, en el siglo xv, representó un punto de inflexión histórica en la evolución de esta rica, pero sufrida cuenca congolesa. La civilización europea comenzaba a imprimirle al mundo esa dosis de eurocentrismo en la cual buscaba configurar a las periferias coloniales a su imagen y semejanza, en función de sus propios intereses. Fue entonces cuando los reyes del Congo se cristianizaron, asumieron nombres occidentales y su otrora extenso reino se convirtió en una caricatura a la sombra de los diversos intereses en disputa. La cuenca del Congo fue consolidándose dentro de esta nueva dinámica, con sus centenares de grupos étnicos y lenguas que habían articulado esta región ecuatorial. El swahili predominaba en la zona oriental, el lingala en el curso del río Congo y la lengua kikongo en la región de los bacongos, cuyo espacio étnico fue dividido entre Bélgica, Francia y Portugal, pero eso es un resultado del ajedrez colonial.

La interesante historia de esta zona no acaba con la intromisión del europeo en el curso normal del desarrollo civilizatorio de los congoleses. Después del descubrimiento del Nuevo Mundo, Europa transformó los espacios africanos en un engranaje de su política colonial hacia América, que le propició aquella acumulación originaria a la cual se refiere Marx en su clásica obra y le permitió transitar hacia los estadios superiores del desarrollo capitalista que la colocaron en el siglo xix a las puertas de su fase imperial.

El Congo, como otras tantas regiones del continente madre, interrumpió su desarrollo natural para transformarse en un simple abastecedor de mano de obra esclava destinada a las plantaciones y minas en América. Se perdió el curso del desarrollo artesanal y de la agricultura de subsistencia en función de Estados armados que hacían guerras para la captura de esclavos, situación muy diferente de la época precolonial, cuando los esclavos eran el resultado de las guerras entre las diferentes formaciones sociales africanas. El Congo se convertiría en uno de los protagonistas del pérfido negocio de la trata de esclavos, que envió a América a millones de seres humanos en condiciones infrahumanas. De modo que la sangre de los congoleses corre por las venas de los hijos de este continente, como la de tantos otros africanos que llegaron con el destino torcido que les había impuesto la todopoderosa Europa, anclada en un supuesto discurso civilizatorio tomado como cimiento ideológico de una época que amparó la esclavitud; y todo ello en virtud del desarrollo y crecimiento de las élites europeas, que se colocaron al frente del desarrollo capitalista, relegando a las otras regiones del mundo a una posición periférica. Pero el principal proceso destructivo para el Congo llegaría con la entrada del imperialismo y de la repartición de África.

Las primeras décadas del siglo xix habían servido como período preparatorio de la posterior colonización a través de viajes de exploración, en muchas ocasiones con fines científicos. Fue una época de búsqueda de nuevas oportunidades de explotación del continente, después de siglos de trata de esclavos y de intención por parte del Reino Unido-y después de las otras potencias europeas-de cambiar el desarrollo capitalista en función de nuevas herramientas, o sea, del trabajo asalariado como sustituto del trabajo esclavo. Esto condujo a un proceso de tránsito de casi un siglo, pues los mercados americanos seguían solicitando la importación de mano de obra esclava. El llamado comercio legítimo y la entrada de las misiones cristianas empezaron a inundar el espacio africano, más allá de su limitada acción circundante de los siglos precedentes.

Cuando se celebró la Conferencia de Berlín, en la que Europa se repartiría los espacios africanos, el Congo ocupó un lugar cimero entre los debates que afloraron en ese complejo escenario. Se trataba de dar una fachada legal al acto de despojo de los territorios africanos, muy concentrados en las cuencas de los ríos Congo y Níger. Existían intereses de varias potencias europeas en la zona congolesa, como Francia y Portugal, pero fue el rey de los belgas, Leopoldo II, quien prevaleció, presentándose como el abanderado del libre comercio y de la libre navegación, ayudado por la aureola filantrópica y científica de sus incursiones previas. Pero la historia se ha encargado de desmontar las supuestas buenas intenciones de Leopoldo a partir de lo que ocurrió después.

El Congo se convirtió en propiedad personal del rey de los belgas y fue administrado a su antojo y repartido entre diferentes compañías que explotaron el suelo, el subsuelo y los recursos humanos a sus anchas y de una manera incompatible con el ser humano, a través de prácticas esclavistas. Esto provocó una repulsa a nivel internacional y que, ya entrado el siglo xx, el Gobierno belga retirara la propiedad a su soberano para que el Estado de ese país se encargara directamente de su administración. El Congo se consolidó como el África de las compañías concesionarias, pero depurando algunas de las prácticas más cuestionables que habían tenido lugar en la época de la propiedad personal del rey empresario.

La historia que se presenta a continuación es el desenlace de todo ese capítulo colonial de los belgas, caracterizado por una ausencia de los congoleses en la toma de decisiones de la colonia. Esto contribuyó a la imagen occidental de una adolescencia política de los congoleses, que los incapacitaba para dirigir su territorio una vez llegado el momento de la independencia. Mientras que algunas colonias africanas, pertenecientes principalmente al Imperio británico en África Occidental, transitaban hacia un desmontaje del sistema colonial mucho más equilibrado en función de la balanza entre los poderes coloniales y el impulso del nacionalismo, en el caso particular del Congo el fin de la Segunda Guerra Mundial no condujo a una fase cualitativamente superior en materia de descolonización. Fue solo un decenio después -en el segundo lustro de los años cincuenta- cuando la metrópoli europea propició un muy lento proceso de acercamiento del nativo congolés a la política de su país. Pero ya el daño estaba hecho y había muchos intereses etno-tribales que contradecían cualquier proyecto nacional cimentado sobre las fronteras que habían sido trazadas por un colonialismo que no contribuía al fortalecimiento de las bases identitarias del extenso y rico territorio.

En ese convulso escenario nacionalista africano de los años cincuenta, emergieron al primer plano político las figuras que se convertirían en la punta de lanza del proceso de descolonización congolés. En la década anterior habían alcanzado determinada relevancia organizaciones culturales y sindicales en las que se formarían líderes como Joseph Kasavubu, el jefe bacongo que representaba el nacionalismo limitado o afincado en fuertes bases tribales -en este caso los bacongos-, llamado etnicismo por algunos especialistas. Paralelamente emergieron líderes como Patricio Lumumba, quien fue un verdadero accidente histórico en el devenir del pueblo congolés. Lumumba encarnó un proyecto nacional moderno por encima de fronteras étnicas, comprendiendo la fortaleza que necesitaba el país para enfrentar los retos de la independencia. Pero era un personaje relativamente aislado en su patria, donde abundaban las disensiones étnicas y muchos políticos no tenían una clara comprensión del proyecto lumumbista. Sin embargo, a pesar de todas esas fracturas nacionales, a finales de los años cincuenta el país transitó hacia el epílogo de su etapa colonial, gracias a la presión nacionalista del pueblo y a la influencia de los avances del continente en materia de descolonización. Esos avatares descolonizadores tuvieron una curva de máximo calentamiento entre los años 1958 y 1960, período de mayor eclosión de organizaciones nacionalistas, muchas sin un programa nacional coherente, pero insertadas en el intenso debate nacionalista.

En 1958 fue creado el Movimiento Nacional Congolés (MNC) bajo la dirección de Lumumba, quien lo dotaría de un proyecto nacional supratribal. Mientras, Kasavubu hacía política basada en su pertenencia al histórico grupo étnico de los bacongos, herederos del antiguo reino del Congo, a través de la Asociación de los Bacongos (ABAKO). Para el año 1959 aquella actividad nacionalista se transformó en violencia y disturbios en las diferentes regiones del país, fundamentalmente en centros urbanos como Leopoldville, Stanleyville y Elisabethville, presionando al rey Balduino hacia una estampida descolonizadora, para la cual no había creado la metrópoli las adecuadas herramientas institucionales ni sociales. Pero el mundo puso atención en la Mesa Redonda belgo-congolesa, que reunió en Bruselas a los representantes del Gobierno metropolitano y de las diferentes organizaciones nacionalistas. En medio de aquella reunión Lumumba, quien se encontraba preso como resultado de los disturbios, fue liberado por la presión de los representantes congoleses.

La Mesa Redonda de Bruselas, entre los meses de enero y febrero de 1960, fue un ensayo de las contradicciones que se proyectarían sobre la realidad del Congo independiente. Allí los representantes congoleses manejaron diferentes criterios sobre las características del futuro Estado y sus instituciones, destacándose principalmente los partidarios de un Estado central fuerte y los que optaban por seguir un modelo muy federal o confederal en función de los intereses económicos regionales y las realidades étnicas. Esas diferencias hicieron una conexión inmediata con el escenario internacional de la Guerra Fría, debido a la necesidad de Occidente de conservar los cuantiosos recursos del Congo en función de sus requerimientos en la confrontación bipolar.

Este momento no solo representó la independencia del Congo, que se produciría finalmente el 30 de junio del año 1960, sino también la entrada de la Guerra Fría a suelo congolés a partir del endurecimiento de los actores internacionales, que tensaron la cuerda de las relaciones con este país y enrarecieron el ya deteriorado clima político. La Mesa Redonda había reflejado la decisión irrevocable de los congoleses de lograr su independencia. Posteriormente se dieron pasos escalonados que condujeron al día de la independencia en medio de festejos y de una gran ceremonia con la presencia del rey Balduino, quien ensalzó la supuesta obra civilizatoria de su tío abuelo Leopoldo II, la misma que desencadenaría la crisis unos días después y en la cual profundiza este texto.

El presente libro es el resultado de una investigación que toma como centro de análisis el papel desempeñado por los actores internacionales en la crisis congolesa durante los agitados días en que el líder Patricio Lumumba tuvo que desempeñarse como primer ministro, enfrentando a rivales internos y externos. El deterioro de la situación y la espiral de violencia desatada conducirían al despojo de todos los poderes de Lumumba. Convertido en prisionero, sería arrojado meses más tarde a los brazos de Moise Tshombe, jefe de la CONAKAT, líder de los lunda y protector de los intereses occidentales en la región de Katanga. Ese fue el paroxismo del conflicto congolés, que culminaría con el asesinato del líder Lumumba y el rechazo de la comunidad internacional a los diferentes actores internos y externos involucrados, incluyendo la ONU, que no adoptó una posición más firme ante tal situación.

En medio del hervidero de la Guerra Fría, que había decidido calentarse en suelo congolés, pasó del anonimato al primer plano de la política un hombre que se convertiría en el mejor interlocutor de los intereses occidentales en la región del África ecuatorial: Mobutu Sese Seko. Durante los siguientes años