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El negro en Cuba...adentra al lector en el conocimiento de cómo a través de periodos la afrodescendencia en Cuba ha tenido mutaciones, retrocesos y logros en la historia social, política y económica de nuestra sociedad. Contribuye a esclarecer interrogantes acerca del término nación en la Isla, donde el aspecto racial, étnico, está de forma indisoluble ligado a la presencia del negro y su evolución a través de los años. Este material es, a su vez, una indiscutible fuente de datos para futuros investigadores que deseen ahondar acerca de un tema que no se agota.
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Seitenzahl: 258
Veröffentlichungsjahr: 2023
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Título original: El negro en Cuba
Edición y corrección: Eliana Dávila
Diseño de cubierta: Flavia Sopo Arzuaga
Diseño interior y ajuste de cubierta para ebook:
Yadyra Rodríguez Gómez
Diagramación para ebook: Alfredo Martínez González
© Tomás Fernández Robaina, 2013
© Sobre la presente edición:
Ediciones Cubanas, Artex, 2013
ISBN: 9789597209751
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Si precisa obtener licencia de reproducción para algún fragmento en formato digital diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) o entre la web www.conlicencia.com EDHASA C/ Diputació, 262, 2º 1ª, 08007 Barcelona. Tel. 93 494 97 20 España.
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El objetivo principal de esta obra es facilitar al lector común y al especializado el conocimiento de aspectos de nuestra afrodescendencia que la historiografía pasó por alto y no los valoró de manera justa.
Muchas de las contribuciones a las gestas independentistas y a la lucha política en pro de una sociedad más equitativa para todos los cubanos fueron omitidas, o mencionadas de manera superficial, como parte de la política de deculturación asumida por las diferentes potencias colonialistas e impuesta a nuestros pueblos aborígenes, a la población africana y sus descendientes, como un modo de borrarles sus memorias culturales e históricas.
No se pretende ofrecer un texto paradigmático conceptual y práctico, menos definitorio, pero sí plantear interrogantes que reflejen puntos de vistas que contribuyan a esclarecer aún más nuestro surgimiento como nación, donde están presentes los aborígenes, los europeos, los africanos y los nacidos como resultado de los cruzamientos físicos y las influencias recíprocas de las culturas materiales y espirituales existentes entre esos grupos.
Esa importante y decisiva contribución no siempre fue reconocida ni mencionada objetivamente durante el siglo xix. La posición excluyente fue estimulada por la intervención de los Estados Unidos en sus dos diferentes momentos, alimentada y mantenida por los gobiernos republicanos, posiblemente no de manera consciente, debido al origen tan profundo del racismo en la mente de los blancos, y en la de los negros, imbuidos de los códigos culturales e ideológicos del poder eurocéntrico. Lo anterior explica que muchas manifestaciones racistas no se tomaran como tales y fueran apreciadas como expresiones costumbristas surgidas en el seno de la sociedad esclavista, heredadas posteriormente en la etapa republicana, y otras surgidas como consecuencia de los contactos segregacionistas estadounidenses durante todo el siglo xx.
La objetiva enseñanza de nuestra realidad histórica y social se inicia por parte de la vanguardia intelectual, liderada por Fernando Ortiz, con Los negros esclavos y Los negros brujos; esta última, obra pionera con la que comienza su descubrimiento de la huella cultural y social de los africanos y de sus sucesores, pero que refleja limitaciones conceptuales siempre presentes en los primeros textos de un autor.
Superada su visión inicial, continuada en toda su obra, y principalmente cuando reconoció que Cuba sin el negro no hubiera sido lo que es, dio lugar a que tales aportes ortizeanos no fueran incorporados a nuestros diferentes niveles de enseñanza y, por lo tanto, no interiorizados por los que acudían a nuestras escuelas, desde la primera enseñanza hasta la universitaria. En esta dirección Nicolás Guillén expresó en su artículo «Una revisión entre otras», lo siguiente:
¿Por qué, pues, no revisar nuestra historia en ese punto, enriqueciéndola con los hallazgos e investigaciones de la sociología moderna, aplicada a nuestra realidad. El niño cubano ha de saber desde abajo, desde que arranca en la escuela primaria —pública, o privada—, que los negros en Cuba no nacieron a la vida nacional en su más profundo sentido con el Grito de Yara cuando Céspedes libertó a sus esclavos. Nacieron mucho antes, desde que nacen los blancos, allá en el fondo de nuestra historia. De manera que no es un azar de la guerra o de la política el que ambos se junten en el 95 con Maceo, sino [como] consecuencia de una larga, compleja y dramática sedimentación social. Sin el negro no existiría Cuba como es hoy, Cuba con su carácter y perfil, como no existiría tampoco sin el blanco, que fuera europeo es también nuestro pueblo, del mismo modo que fuera de africano lo es también el que viene de congo o carabalí. Ambos a dos, juntos y revueltos, dan a la cubanía, un precipitado nuevo, ni español ni africano, o mejor dicho, africano y español, en una síntesis profundamente nacional. Esto tiene que aprenderlo el niño cubano de cualquier pigmento, desde que se siente por primera vez en el aula. El blanco, para que no piense que el color de la piel genera superioridad o distinción que no le venga de la inteligencia, del carácter, o del estudio. El negro para que conozca el profundo papel que representaron sus antepasados, aun antes de que estallaran las guerras contra España. Unos y otros, para que aprendan a andar juntos en la vida —con música o sin ella—, «los dos del mismo tamaño», lo cual será índice de que por fin hemos llegado a la condición de país culto de una vez.
Colonia (1492-1902)
Llegada y orígenes de los esclavos. Negros libres y sus relaciones con la población esclava
La leyenda negra del Padre de las Casas lo hizo aparecer por la historiografía burguesa como el causante de la esclavitud de los africanos, por su propuesta de traer hombres de ese continente como una forma de evitar la extinción de los aborígenes y ser sometidos estos a un régimen laboral al cual no estaban acostumbrados. Ya para esa fecha se había apreciado que los africanos eran más fuertes y resistentes para largas jornadas de trabajo forzado.
El incremento de la trata negrera y, por consiguiente, la llegada de millones de esclavos africanos, más la aparición del sistema esclavista en las colonias europeas del mal llamado Nuevo Mundo, se produjo como consecuencia del desarrollo capitalista en Inglaterra y Holanda, entre otros países europeos.
Ese desarrollo requirió la existencia de una fuerza laboral reemplazable para asegurar de forma sostenida la obtención de materias primas para las nacientes industrias europeas.
Lo expresado se corrobora de forma inobjetable cuando se aprecia la cantidad de africanos transportados desde África a los Estados Unidos, Las Antillas y Brasil, principalmente. No es casual que Cuba y Brasil fueran los dos últimos países, 1886, 1888, respectivamente, en abolir la esclavitud, cuando hacía años que esta y la trata como sistema económico habían sido erradicadas.
Las primeras generaciones de esclavos procedieron de casi toda África. Ellos fueron denominados por sus lugares de origen: congos o bantúes, yorubás, carabalíes y ararás, los grupos étnicos cuyas culturas y religiosidades están aún muy presentes en Cuba.
Independientemente de nombrarlos por los supuestos lugares de procedencia, también se les denominaba, de forma general, negros de nación a aquellos que venían directamente de África; negros criollos eran los esclavos nacidos en la Isla y negros ladinos los provenientes de España, donde ya habían adquirido el dominio del castellano y estaban muy asimilados con la cultura eurocéntrica. A los que se les dificultaba la lengua del conquistador y hablaban de una forma poco comprensible, se les llamaba negros bozales. Esto en contraposición al negro ladino.
Esclavitud y rebeldía de los africanos y sus descendientes hasta el Pacto del Zanjón. (Fin de la Guerra de los Diez Años 1868-1878)
El sistema esclavista implantado en América generó la creación de códigos o leyes para legitimar la obligación y los deberes que los esclavos debían mantener hacia sus amos; en menor medida se les aseguraba ciertos derechos muy limitados y, por lo general, ampliamente violados por sus dueños. Pero como bien se dice, no hay regla sin excepción; hubo contadísimos casos que evidencian que también los esclavos y los negros libres hicieron uso de la legislación esclavista, de los códigos y reglamentos para demandar los pocos derechos que se les reconocía en la estructura social de la Colonia. Muchas fueron las formas de rebeldía, no legales, expresadas por los africanos. Les era imposible aceptar la pérdida de libertad, costumbres, lenguas y creencias. La indocilidad y desobediencia se manifestó de diversas formas durante el largo período del poder colonial cubano, pero este reconoció en 1800 la libertad y los derechos de los esclavos del rey, sublevados en las minas de cobre cercanas a Santiago de Cuba después de largos años de resistencia.
En los primeros tiempos de la conquista, y durante la etapa colonial, el cimarronaje y apalancamiento se hicieron muy visibles en todos los países del continente, como sucedió en México, Panamá, Colombia, Brasil, Haití, Jamaica. La lucha de Yanga y sus seguidores lograron el derecho a vivir libres y poseer las tierras para trabajarlas en las zonas donde se habían asentado. A cambio de ese acuerdo, no debían contribuir al auge del cimarronaje, sino entregar al poder colonial a los que trataran de refugiarse en ese territorio.
Cimarronaje y apalencamientos.
Sublevaciones de las dotaciones
Se denomina cimarronaje a la acción individual de huir los esclavos de las plantaciones en busca de su libertad, para evitar los excesos del trabajo manual y de los castigos que sufrían de los mayorales cuando estos consideraban que no estaban rindiendo el máximo, o cometían cualquier acto considerado una indisciplina.
En no pocas ocasiones los esclavos domésticos escapaban de las casas debido a las anteriores razones, pero no siempre se dirigían al monte o a los palenques, sino que se escondían en los barrios de extramuros, lo que históricamente se conoce, según Pedro Deschamps Chapeaux, como cimarronaje urbano. Se llamó rancheador a los que pagados por los esclavistas perseguían a quienes se fugaban.
Cuando un grupo de cimarrones se reunían en el monte o en las lomas y construían dos o tres casas donde vivían colectivamente, se creaba un palenque. El Frijol es uno de los que ha sido estudiado, y el Maluala, llevado al cine por Sergio Giralt. La acción de agruparse en palenques se le denominó apalancarse.
En no pocas ocasiones, debido al exceso de los castigos corporales y a la explotación intensa del trabajo físico, los negros que trabajaban en las plantaciones cañeras, cafetaleras, o en la extracción de minerales, se rebelaban, mataban a los esclavistas e incendiaban sus posesiones. Se refugiaban en el monte, y así se convertían en cimarrones o en apalencados. Hay ejemplos de esas acciones que han sido historiadas, como las ocurridas en los cafetales Juanita y El Salvador, entre otros, a lo largo y ancho de nuestra Isla.
La historia colonial recoge un tipo de rebeldía que determinó la toma de medidas extremas para evitarla. Muchos cautivos tenían la creencia de que una vez muertos regresaban a sus tierras. Por tal motivo, para que cesara el incremento de ese modo de protesta, los esclavistas les cortaban la cabeza a los que se suicidaban, ya que se pensaba que de esta forma el anhelado regreso no se materializaba.
La Revolución Haitiana, el desarrollo económico de Cuba y el surgimientodel miedo al negro
La colonia cubana logró un avance económico y cultural muy notable a partir de la Revolución Haitiana. El éxodo de los colonos franceses, blancos y mulatos, con algunos esclavos hacia la parte oriental de la Isla, y más tarde hacia el oeste, impactó en gran medida sobre la forma de ser y actuar de la sociedad de entonces. A partir de la destrucción económica de la colonia de Saint Domingue, primer productor de azúcar de ese momento, Cuba incrementa en gran medida la elaboración en este rubro, y también se hace necesario aumentar la mano de obra africana. Francisco de Arango y Parreño, destacado ideólogo y defensor, había formulado una política de expansión económica que tenía muy en cuenta el miedo al negro que se había apoderado de los terratenientes, hacendados y esclavistas ante la posibilidad de que en Cuba pudiera ocurrir lo mismo que en la isla vecina.
La sacarocrasia isleña se enfrentó a una contradicción enorme: la avaricia de producir para ganar más dinero, y el pánico de un levantamiento si se continuaban importando esclavos. Pero como siempre sucede, los intereses económicos fueron más fuertes que las preocupaciones.
No obstante, los más avanzados pensadores del sistema imperante propusieron medidas para evitar esa objetiva posibilidad: blanquear físicamente al país, para así evitar por todos los medios el crecimiento de la población esclava. Arango y Parreño expresó:
Quiero por lo menos, que por sabios artífices se trace al instante, el plan que debe seguir para blanquear nuestros negros; o sea, para identificar en América a los descendientes de África con los descendientes de Europa. Quiero, al propio tiempo que con prudencia se piense en destruir la esclavitud (para lo cual no hay poco hecho), se trate de lo que no se ha pensado, que es borrar su memoria. La naturaleza misma nos indica el más fácil y más seguro rumbo que hay que seguir con esto. Ella nos muestra que el color negro cede al blanco, y que desaparece si se repiten las mezclas de ambas razas; y entonces también observamos la inclinación decidida que los frutos de esas mezclas tiene a la gente blanca [sic]. Ensanchemos, tan venturosa senda. Protejamos esas mezclas, en vez de impedirlas, y habilitemos sus frutos para el complejo goce de todas las ventajas civiles.
Propuso, además: «…la fundación de colonias en parajes a propósito, compuestas por mitad de labradores traídos en derechura de Europa, y de gente de color honradas, cuidando de que todas las hembras fuesen de la última especie, y estableciendo de hecho la mayor igualdad en los colonos».
Aseveró que
[…] el propósito constante de todo cubano de corazón y de noble y santo patriotismo, lo debe cifrar en acabar con la trata primero, luego en ir suprimiendo insensiblemente la esclavitud. Sin sacudimientos ni violencias; y por último, en limpiar a Cuba de la raza africana. Esto es lo que dicta la razón, el interés bien entendido, la política, la religión y la filosofía, de consumo, al patriota cubano.
Otros colegas de Arango propusieron que los delincuentes negros condenados a años de prisión fuesen enviados a cumplir la sentencia en las cárceles de España y África, y que no se les permitiera el regreso; que se enviaran a la península a todos los negros libres que no demostraran solvencia económica, facilitar la emigración voluntaria a todo aquel que deseara irse para España o al destino que seleccionara y que todo esclavo que se manumitiera, si no era mayor de cincuenta años, se le obligara a abandonar la Isla.
La propuesta de Arango y Parreño tuvo una finalidad muy concreta; a partir de entonces, esa tendencia se mantuvo como una de las formas para evitar los conflictos raciales a largo plazo en el país. No fue compartida totalmente por los ideólogos de la esclavitud, como José Antonio Saco y Domingo del Monte, aunque al final lo tuvieron que apoyar.
Considero de sumo interés señalar que el proyecto o los proyectos de blanqueamiento no tuvieron éxito alguno, pero siguieron siendo animados por la clase que ostentaba el poder económico y político en la sociedad colonial y en la republicana, como también por parte de algunas de las repúblicas americanas.
En realidad, el blanqueamiento físico como tal había empezado mucho antes de que se constituyera en una política abiertamente racista. Se inició cuando la primera esclava fue violada y preñada por el esclavista, o por el marinero o capitán del barco negrero. Luego, esas relaciones sexuales del amo con la esclava proliferaron, y como resultado nacieron niñas y niños de piel más clara que su madre africana o criolla, quienes comenzaron a recibir un trato diferenciado del padre, sobre todo si el parecido físico y el color los acercaban más a su progenitor.
No hay duda que esos hechos pudieron haber animado a algunas esclavas a querer tener descendencia con los amos para que sus críos no sufrieran las mismas calamidades que los hijos de otros de sus similares. Y ello, de acuerdo con los códigos eurocéntricos, no siempre muy sublimados por la clase en el poder, dio origen a la terrible frase de que hay que adelantar la raza, ya que los de piel más clara —y mientras más clara fuera mejor— tenían más posibilidades laborales y condiciones de avanzar en la sociedad colonial.
Una vez más se debe mencionar el paradigmático ejemplo de la protagonista de la novela Cecilia Valdés o La Loma del Ángel, ya que Cecilia creyó que podía traspasar la barrera racial y adentrarse en la alta sociedad al casarse con un blanco, puesto que ella casi lo era.
El blanqueamiento es una categoría que no puede dejar de ser tomada en cuenta cuando se aborda el estudio del negro, sobre todo en las sociedades donde tal sistema de opresión perduró casi hasta finales del siglo xix, como en Brasil y Cuba.
Al respecto nos dice Kabengele Munanga, al analizar esta circunstancia en Brasil: «El análisis del discurso de la élite de la intelectualidad de fines del siglo xix hasta la mitad del xx deja bien claro que dicho discurso desarrolló un modelo racista universal. Ese modelo busca la asimilación de los miembros de los grupos étnicos-raciales diferentes en la raza y en la cultura del segmento étnico dominante de la sociedad».
A continuación, agrega: «Ese modelo supone la negación absoluta de la diferencia, o sea, una evaluación negativa de cualquiera, y sugiere un ideal implícito de la homogeneidad que se debería realizar por la miscegenación y por la asimilación cultural. El mestizaje tanto biológico como cultural tendría otras consecuencias, la destrucción de la identidad racial y étnica de los grupos dominados, o sea, el etnocidio de esos grupos».
Y concluye con la afirmación de que: «…el mestizaje como etapa transitoria en el proceso del blanqueamiento constituye parte central de la ideología racial brasileña…».
Pero conjuntamente con el blanqueamiento físico, el poder colonial imponía el cultural e intelectual —que fue usado también como una forma— con la intención de romper las barreras discriminatorias por parte de los negros libres en la Colonia.
El blanqueamiento cultural surgió como consecuencia de la política trazada por las naciones coloniales para borrar de la memoria de los pueblos conquistados sus tradiciones, religiones, idiomas y costumbres, e imponerles por la fuerza la forma de civilización dominante en cada una de las diferentes metrópolis presentes en América.
El blanqueamiento cultural e intelectual logró resultados impresionantes con el surgimiento de descendientes de africanos que alcanzaron reconocimiento y fama a nivel nacional e internacional, como los poetas Gabriel de la Concepción Valdés (1809-1844), Juan Francisco Manzano (1797-1844) y el violinista Claudio José Brindis de Salas Domingo (1852-1911), entre otros.
La contextualidad colonial, y más tarde la republicana, demostró que no todos los afrodescendientes asimilados, parcial o totalmente a la cultura y a los códigos eurocéntricos, eran aceptados con iguales derechos que el resto de los otros ciudadanos.
Ese hecho ha sido uno de los elementos que motivó la toma de conciencia de los afrodescendientes ante las injusticias impuestas por el sistema esclavista y reproducidas en las estructuras republicanas, vigentes aún en el presente en las diversas latitudes y regiones donde vivimos; por ello se lucha por una sociedad contemporánea y futura cada vez más justa.
El movimiento abolicionista
Desde el mismo inicio de la esclavitud africana en occidente se alzaron voces en contra, pero los intereses mercantiles fueron más determinantes que los morales y religiosos. Sin embargo, a medida que la revolución industrial avanzaba, surgió una contradicción insoslayable. Si bien fue un estímulo transitorio para el aumento laboral del esclavo, como un medio de obtener fuerza de trabajo barata para producir materias primas a bajo costo, a la larga el desarrollo capitalista necesitaba más compradores cada día, y la masa esclava nada podía adquirir, pues sus amos les compraban los artículos básicos para la subsistencia. Por lo tanto, era necesario liquidar la esclavitud como sistema económico de producción para que los hombres y mujeres explotados hasta entonces se convirtieran en obreros, una nueva forma de sumisión a través de la cual los trabajadores percibían un salario y los hacían compradores importantes y necesarios para el desarrollo capitalista.
No obstante las campañas en pro de la abolición y los proyectos presentados con vistas a evitar una revuelta social similar a la ocurrida en Haití, nada significativo se había logrado. A pesar de la prohibición de la trata negrera, esta continuó de forma ilegal. Y las propuestas para la abolición gradual del sistema esclavista no tuvo resultado, aunque la coartación fue el medio más generalizado para que los esclavos pudieran convertirse en hombres libres.
Presencia de los africanos y sus descendientes en las conspiraciones en pro del abolicionismo y de la independencia
Introducción
Los negros y mulatos libres, junto con los esclavos, no aparecen como elementos activos en los proyectos independentistas organizados por los hijos de españoles, aunque se conoce que hubo ciertas acciones organizadas por los afrodescendientes que no han sido muy investigadas aún, como sí lo fue la Conspiración de Aponte, la de la Escalera y la rebeldía de los esclavos del rey que trabajaban en las minas de cobre de la región oriental. No ha de extrañarse esa ausencia, si se tiene en cuenta que el poder económico y cultural estaba en manos de los españoles, y de los criollos, quienes demandaban constantemente medidas legales que les posibilitaran disfrutar de los mismos derechos que los peninsulares para, de ese modo, poder avanzar más en sus empeños económicos.
Los africanos y sus sucesores no eran considerados elementos constitutivos de la nacionalidad y de la cultura de entonces. Solo les asistían a los españoles y a sus hijos el derecho a ser considerados como integrantes importantes de esa España ultramarina, a la cual no podían aspirar los esclavos, ni tampoco los criollos libres de padres o abuelos africanos.
Recuérdense las iniciativas de Arango y Parreño, las propuestas de Domingo del Monte y las de José Antonio Saco, que evidencian la óptica esclavista ante el problema racial, así como el incremento del miedo al negro como consecuencia de la Revolución de Haití.
La Conspiración de Aponte (1812)
En 1812 fue descubierta una amplia red conspirativa integrada por negros y mulatos libres, así como por esclavos. Antonio Aponte, oficial de las milicias de pardos y morenos de La Habana, fue su máximo organizador. Utilizó mucho el ejemplo haitiano para aglutinar a sus simpatizantes. Su cabeza fue expuesta a la población habanera en lo que hoy es Belascoaín y la calle Reina. Fue un hombre negro ilustrado, pues además de leer, tenía condiciones para la pintura. Se han publicado numerosos estudios que corroboran la magnitud de la conspiración, que tenía como objetivo el cese del sistema esclavista en la Isla. Este importante hecho, a partir de los enjundiosos trabajos del historiador José Luciano Franco —entre otros— no ha sido abordado debidamente en nuestros programas de enseñanza, y todavía perdura la frase surgida en la Colonia: «Este negro es más malo que Aponte». Se aprecia también el impacto y la significación que tuvo en la sociedad decimonónica por haber sido tomado como personaje de novelas. Su conspiración abarcó pueblos de otras provincias, como Holguín, en la antigua localidad de Oriente.
Su figura y la trascendencia de este suceso han sido uno de los asuntos menos tratados por nuestra historiografía. El primero que se interesó seriamente fue José Luciano Franco. Abordar el tema ha cambiado mucho desde los tiempos de la Colonia hasta hoy, pero es poco espacio el que se le dedica en los textos docentes donde se le menciona. La proximidad del bicentenario ha motivado la reflexión y consideraciones acerca de esta conspiración, que intrínsecamente daría lugar a la independencia política, puesto que abolida la esclavitud por la fuerza de una revolución, se eliminaba el poder colonial en la Isla.
La Conspiración de León Monzón (1839)
León Monzón fue capitán del batallón de morenos de La Habana; participó en la conspiración de Aponte. Contaba con 39 años de servicio a favor del gobierno colonial, y con 54 de edad cuando fue apresado y reenviado a los presidios de ultramar.
Pedro Deschamps Chapeaux escribió:
Este movimiento poco conocido es, tal vez, el de mayor importancia de todos los descubiertos en el seno de la población de color en la etapa que sigue después de Aponte; no solo por los militares que aparecen comprometidos como directores, sino porque se le suman trabajadores domésticos, artesanos de diversos oficios y jornaleros de los muelles habaneros y, además, porque por primera vez las autoridades encuentran pruebas documentales de la existencia de una sociedad secreta, de nombre desconocido en esos momentos, pero cuyos signos y palabras se identifican con los que el colonialismo denominó ñañiguismo y actualmente se conoce con el nombre de abakuá.
La Conspiración de la Escalera (1844)
Se le nombra de ese modo por ser amarrados los acusados a una escalera donde se les torturaba hasta hacerlos hablar. Durante algún tiempo se consideró que ella había sido una invención del poder colonial para evitar el crecimiento de la pequeña clase media negra de entonces. Investigaciones posteriores han demostrado que fue un intento influenciado por la política abolicionista del gobierno británico que procuraba el cese de la esclavitud, pues ese sistema no propiciaba el desarrollo capitalista. Esta fue denunciada al gobierno español de forma doble: por el propio poder colonial inglés, al dejar de fomentar acciones abolicionistas en los dominios coloniales españoles; y también por Domingo del Monte, al percatarse de que el movimiento que se gestaba iba más allá de la libertad de los esclavos. Él, uno de los intelectuales más importantes de la isla de Cuba, le confesó a un amigo los planes, y este se los transmitió al gobierno español. Gabriel de la Concepción Valdés, más conocido como Plácido, poeta y artesano, fue acusado como el máximo organizador, aunque negó su implicación, como lo demuestra en «Plegaria a Dios», escrito al saber que sería declarado culpable. Sin embargo, estudios históricos posteriores plantean la posibilidad de que fuera, si no el jefe principal, alguien que laboraba activamente en pro de ese suceso, tal como lo sugiere la investigadora Daisy Cué en su libro: Plácido, poeta conspirador. Él y otros acusados fueron fusilados en 1844.
La Conspiración de El Cobre (1866-1867)
Simultáneamente con las demandas de los terratenientes y esclavistas criollos para obtener las mismas prebendas que los españoles, negros libres y esclavos intentaban un levantamiento para poner fin a la esclavitud. El líder de tal empeño fue el olvidado negro libre Agustín Da, junto con Marcelino Velázquez, Fernando Guillot y Manuel Betancourt, todos de la antigua provincia de Oriente. Al ser delatado el alzamiento, previsto para el 24 de junio de 1867, sus principales gestores murieron en combate contra las fuerzas españolas, o fueron asesinados más tarde. Sobre este importante hecho, poco se ha investigado y no existe mucha información.
Francisco Pérez Guzmán contó, al regreso de uno de sus viajes investigativos a España al Archivo de Indias, que había encontrado un expediente acerca de esa conspiración, pero no así todos los documentos que facilitaran un mayor conocimiento sobre esta.
Importancia de la Guerra de los Diez Años para la historia afrocubana (1868-1878)
Llama la atención ciertas similitudes que existen entre los inicios de las guerras independentistas de los Estados Unidos y la de Cuba. Las trece colonias se alzaron como protesta del impuesto que debían pagar sobre el té.
En Cuba, después de las conspiraciones habidas antes de 1868, influenciadas por los movimientos separatistas ocurridos en tierras continentales por las ideas de la Revolución Francesa, fue lo que llevó a los criollos cubanos a la insurrección y a la certeza de que bajo el yugo colonial ellos no podían incrementar su poder económico y político.
Otra historia sería la de haberse aceptado por las Cortes Españolas las demandas de la burguesía criolla.
Por lo tanto, es de admirar cómo en una guerra, organizada y apoyada por esclavistas y terratenientes, donde no hubo un solo negro anterior al levantamiento del 10 de Octubre, al concluir se contaba con una oficialidad de alta y media graduación, además de haber muchos soldados rasos, provenientes de la comunidad de negros y mulatos libres, y no pocos de la masa esclava, que por voluntad propia o enviados por sus amos, entre otras posibles motivaciones, habían combatido ya al lado de los mambises o de los españoles.
Uno de los elementos que más se debatió en el seno del gobierno de la República en Armas, fue la política a seguirse con los esclavos, sobre todo a partir de la estrategia colonial de declarar el vientre libre de las esclavas para los que nacieran a partir de 1869 y la total libertad para los esclavos que se unieran a las filas españolas. Al final de la contienda, el ejército mambí había servido como una magnífica demostración de la objetividad de las leyes del materialismo dialéctico: se iniciaron relaciones personales, más estrechas, entre individuos de diferentes clases sociales y niveles de instrucción, entre los primeros líderes y jefes y sus subordinados en el orden militar; el crecimiento de una oficialidad negra, entre los cuales proliferaron los Maceos, Quintín Bandera, Guillermón Moncada, entre muchos más, debido al reconocimiento abierto de la valentía de hombres que se habían sumado a la guerra como simples soldados. Todo lo expresado evidencia una de las tendencias positivas que prevaleció en el campo insurgente, pero a pesar de lo anterior, los prejuicios dominantes no siempre fueron desechados de la mente de quienes habían sido dueños de esclavos, lo que dio lugar a impedimentos para una mayor integración social. Pero no se puede pasar por alto que el ejército mambí fue escenario y escuela para los que comprendieron que negros y blancos formaban una unidad fundamental para la independencia.
La Protesta de Baraguá (15 de marzo de 1878): expresiones inobjetables de la conciencia de pertenencia a Cuba de los negros criollos
Debido a múltiples causas, la Guerra de los Diez Años no logró su objetivo principal: la independencia. La política pacifista del General español Martínez Campo prevaleció y se firmó el Pacto de Zanjón. Se atribuye esta conclusión al cansancio de tantos años de lucha, al regionalismo exacerbado que proliferó entre las tropas mambisas y entre sus líderes, al debilitamiento del apoyo financiero desde el exterior y al tema de la abolición de la esclavitud, que desunió a los esclavistas criollos.
El 15 de marzo de 1878 tuvo lugar en los Mangos de Baraguá una reunión presidida por el General Antonio Maceo y altos oficiales blancos y negros, quienes no estaban de acuerdo con el Pacto de Zanjón, mientras que sí algunos mambises para poner fin a la guerra. En Baraguá se tomó la decisión de continuar las acciones bélicas.
Dicha protesta dio a conocer el grupo patriótico más radical de aquel momento, integrado en su mayoría por los afrodescendientes. Debe subrayarse que ese sector de la población cubana, ausente en el movimiento previo al estallido iniciado por Carlos Manuel de Céspedes el 10 de Octubre, asumió la vanguardia del Ejército Libertador para continuar la lucha por la independencia de Cuba. Estaban unidos por ese ideal, a pesar de las adversidades a las que se habían enfrentado a lo largo de la contienda. Debe verse esta protesta —a la cual los afrodescendientes declaran, conjuntamente con los criollos eurodescendientes que participaron en ella— como el acto fundacional de la nación cubana, donde negros y blancos de pensamiento más avanzado y revolucionario deciden continuar la guerra por la plena soberanía del país.
La Guerra Chiquita (1878-1879)
Se nombra de ese modo la continuada por los integrantes de la Protesta de Baraguá.