El ombligo como centro cósmico - Gutierre Tibón - E-Book

El ombligo como centro cósmico E-Book

Gutierre Tibón

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Beschreibung

La sabiduría proverbial de Gutierre Tibón ha configurado una rigurosa y documentada contribución a la historia de las religiones, advirtiendo la gravitación simbólica de ciertos signos y manifestaciones: el ombligo como centro cósmico y erótico, el saber onfálico y las subyacencias mitológicas de semejante postulación.

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Seitenzahl: 522

Veröffentlichungsjahr: 2015

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GUTIERRE TIBÓN

(Milán, 1905-Ciudad de México, 1999), fue uno de los historiadores e investigadores más polémicos y brillantes de nuestro país, políglota e interesado sobre todo en temas de identidad cultural, pero también de antropología, filosofía, lingüística y ciencia política. Desde su llegada a México en 1940 no cesó su intensa labor de investigación que lo llevaría a publicar importantes obras, como Historia del nombre y de la fundación de México (1975), El ombligo como centro erótico (1979), y el Diccionario etimológico comparado de nombres propios de persona (1986). En 1987 recibió el Premio Alfonso Reyes por su trayectoria y aportaciones.

SECCIÓN DE OBRAS DE ANTROPOLOGÍA

EL OMBLIGO COMO CENTRO CÓSMICO

Una contribución a la historia de las religiones

GUTIERRE TIBÓN

EL OMBLIGOCOMOCENTRO CÓSMICO

Una contribución a la historia de las religiones

DEL AUTOR

México 1950 — Un país en futuro, México, 1941 (agotado).

Viaje a la India por el aire (en colaboración con Ricardo López Méndez), México, 1944.

América, setenta siglos de la historia de un nombre, México, 1945.

Origen, vida y milagros de su apellido (dos tomos), México, 1946.

Aventuras de Gog y Magog, México, 1946 (agotado).

Divertimientos lingüísticos, Morelia, 1947.

Vuelo en 8000 pegasos, México, 1950.

Los Ángeles, México, 1955 (agotado).

Diccionario etimológico de nombres propios de persona, México, 1956 (agotado).

Prehistoria del alfabeto, México, 1956 (agotado).

Buda (en colaboración con Juan Manuel Tibón), Saltillo, 1957 (agotado), Segunda edición, México, 1975, con el título Iniciación al budismo.

Antroponimia náhuatl, Puebla, 1959 (agotado).

Mexico — The name, Winnipeg, 1959 (agotado).

Kijmon, nuevos estudios alfabetológicos, México, 1959 (agotado).

Olinalá, México 1960 (agotado).

Parasicología y parafísica, en Ventana al mundo invisible, México, 1960 (agotado).

Onomástica hispanoamericana, México, 1961.

Pinotepa Nacional: mixtecos, negros y triques, México, 1961 (agotado).

Versos decaglotos (1919-1940), México, 1964 (agotado).

25 años en México — Breve antología, México, 1965 (dos ediciones).

Mujeres y diosas de México, México (agotado).

Calendario de fiestas mexicanas (en colaboración con Carletto Tibón), México, 1968, dos ediciones (agotado).

Fiestas in Mexico (edición inglesa), México, 1968 (agotado).

Enciclopedia de México (tomos I, II y III), México, 1962-1968 (primer tomo agotado).

México en Europa y África, México, 1970 (agotado).

El mundo secreto de los dientes, México, 1972 (agotado), Segunda edición, México, 1975.

Aventuras en las cinco partes del mundo, México, 1977 (agotado).

Historia del nombre y de la fundación de México, 2ª edición, México, 1980.

El ombligo como centro erótico, México, 1980.

El ombligo como centro cósmico, México, 1981.

Primera edición, 1981   Tercera reimpresión, 2013 Primera edición electrónica, 2015

D. R. © 1981, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F. Empresa certificada ISO 9001:2008

Diseño de portada: Teresa Guzmán Romero

Comentarios:[email protected] Tel. (55) 5227-4672

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc., son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicanas e internacionales del copyright o derecho de autor.

ISBN 978-607-16-2672-1 (ePub)

Hecho en México - Made in Mexico

A JACQUES SOUSTELLE

PRÓLOGO

En el principio era el ombligo. No, antes del principio, según el Rig Veda: el germen del mundo descansaba sobre el ombligo de lo increado. El Midrash dice que Dios creó el mundo al igual que el ser nacido de mujer: desde el ombligo. El centro del mundo es el ombligo, por la comparación del microcosmo humano con el macrocosmo universal.

Antes de identificar la tierra con su ombligo, el hombre lo descubre en el cielo: la Estrella Polar es el ombligo del firmamento, guía nocturna de nuestros lejanos antepasados en las soledades de los continentes vacíos.

La creencia de que la tierra es el centro del universo perdura durante milenios; era dogma de la Iglesia todavía en 1835, tres siglos después de Galileo. Desde luego, centro y ombligo se equivalen; y en la cosmogonía de los antiguos, en ambos mundos, el centro-ombligo es el lugar sacratísimo de la creación, el único punto donde es posible la comunicación con la morada de los muertos y de los dioses: cielo e inframundo.

El ombligo se vincula con un sinnúmero de conceptos mágicos, místicos y míticos; su estudio es parte importante de la historia de las religiones y, con eso, del pensamiento filosófico.

En el ámbito de los símbolos el ombligo es avasallador. El más conocido es el de la piedra, en Delfos, centro del mundo; he contado 26 más, desde Japón hasta la Isla de Pascua. Una piedra-ombligo figura en el escudo de México.

Abundan los montes: el Meru Nabhiam de la India es tan ombligo como el Tabor, el Sinaí de los hebreos y el Xico de los mexicanos. Regiones enteras consideradas ombligos de la tierra son Grecia, Israel y parte del Petén, en Centroamérica, que un misionero del siglo XVII llama “ombrigo del mundo”.

Ombligos simbolizados por agujeros, hondonadas o grutas se encuentran en Célebes, Nuevo México y Mesoamérica. Ombligos-islas son Sri Lanka, o sea, Ceilán, umbilicus orbis; la Ogigia de Homero, la islita del lago de Tezcoco donde se fundó el Imperio azteca y la del Sol, en el lago Titicaca, donde se fundó el Imperio inca; la Isla de Pascua, Te Pito te Henúa, “el ombligo del mundo”. Ombligos-lagos se encuentran en Italia: el Averno, el Lacus Cutiliae; y en México, los de Pátzcuaro y Cajititlán. Ombligos-plantas son los árboles de la vida en la India y los del mundo, no menos frondosos, en Siberia; el hongo divino de los Vedas, la Amanita muscaria conocida como Soma; la flor de loto budista; la ceiba de los mayas, y el palo volador mesoamericano. Ombligos-oráculos, el de Delfos, el Carmelo, el de Amón en África y el de Achiutla en México.

La fuente de Jacob, en Israel, es llamada umbilicus terrae. Entre los ombligos-templos hay que recordar el de Jerusalén, el de Constantinopla, y el Tlalxicco en el teocalli mayor de México. Descuellan, entre los lugares volcánicos umbilicales, Enna en Sicilia, Thermos en Grecia; los ya mencionados Cutiliae y Averno en Italia y los propios pavorosos volcanes Gunang-Anang, de Bali, y Xitle, de México, este último “ombligo” en náhuatl.

Muchas son las ciudades-ombligo. Nací en una, Milán, cuyo medio —sinónimo de ombligo—, comparte con 54 Mediolanum más en el mundo céltico. Encuentro 20 ciudades-ombligo en Grecia y Asia Menor; más al oriente están Jerusalén, La Meca, Nínive, Babilonia, Delhi y Pekín. Vivo en el Ombligo de la Luna, México; y en este hemisferio son ciudades umbilicales Cuzco y Tiahuanaco, capitales de otros imperios americanos.

Desde el ombligo se proyecta e irradia su manifestación en las cuatro direcciones del universo; él mismo es la quinta, vertical. Corresponde a la cifra uno en el quincunce cristiano y al cinco en el mesoamericano. Entre los aztecas el cielo más alto, el treceno, donde mora el dios creador, es el tlalxicco, “ombligo del mundo”.

Para hindúes y budistas, hebreos y griegos, el ombligo es el principio de todo: ya que por él comienza a enraizar el embrión; en tanto que los polinesios lo consideran el fin. Según ellos, el ser humano termina su gestación, nace, se separa de su madre, y el ombligo es la marca de su perfecto acabamiento.

El ombligo es círculo y rectángulo, infierno y paraíso, corazón del cielo, lugar de sacrificio, emblema de virtud y de vicio, cáliz de licor y polen de rosa (esta última misteriosa acepción se debe a Aristóteles).

El ombligo es el asiento del alma, el punto de mayor espiritualidad en la anatomía humana; el lugar de elección para encontrar la armonía cósmica; el tercer ojo que contemplan los hesicastas, quienes anhelan ver la luz increada del Tabor.

Del ombligo emana el fuego divino. Es el centro de la respiración y de la rosa de los vientos. Es símbolo del útero y, contradictoriamente, del falo; se identifica con la Luna, principio mujeril, y con el Sol, masculino por excelencia. Es andrógino y, sin embargo, connaturalmente femenino. Sol, Luna; pero también estrella: la Polar, eje del universo.

Precisamente para colocarse en el eje cósmico, donde es posible la comunicación con el mundo de los dioses (cielos e infiernos), tantos adoratorios y santuarios, de pueblos y ciudades, han surgido en los centros umbilicales: sin que la autenticidad de uno menoscabe la de los demás. Aquí pisamos un terreno más firme; entramos en el dominio de la geografía, ciencia exacta.

Y para quedarnos, aunque sea de paso, en este campo, estrictamente cartesiano, recordamos lo que es el ombligo visto por un fisiólogo moderno. Es el minúsculo chirlo que se forma después de la caída del cordón; su aspecto se debe al proceso de cicatrización y a la retracción de la llaga umbilical. En general, es un hoyuelo cupuliforme cercado por un rodete cutáneo, en cuyo fondo se asoma una eminencia, el onfalio o pezón. Éste presenta en el ápice la cicatriz, separada del rodete por un surco circular.

Desde épocas inmemoriales el ombligo, por su emplazamiento en el cuerpo humano, se ha vuelto símbolo del centro: de cualquier centro, terrestre, celeste o imaginario, en su proyección cosmogónica.

Este simbolismo ha sido el punto de partida, hace muchos años ya, del presente libro. Al comprobar que México significa “en el ombligo de la Luna”, me puse a investigar las razones esotéricas de tan sorprendente denominación. En el curso de siete lustros nació mi Historia del nombre y de la fundación de México (FCE, México, 1975) en que analizo la concepción cosmogónica de los aztecas en relación con el centro-ombligo. Trato este tema adelante, en el capítulo VII, consagrado a la cosmología umbilical azteca.

La presente obra ofrece un panorama mucho más amplio del tema. Además de los valores epistemológicos, cosmogónicos y etnológicos del ombligo, todos con un común denominador místico, me ocupo de su difusión en la nomenclatura geográfica del planeta, basada igualmente en conceptos mágicos y religiosos. Me doy cuenta de todo lo que hay que descubrir todavía.

En mi tercer libro de onfaloetnología, así puedo llamar esta disciplina especializada, me ocupo del mito y de la magia del cordón umbilical, doble del ser humano, investigados en el curso de dos décadas, sobre todo en trabajos de campo. Logro, como para el ombligo, reconstruir el pensamiento salvaje (en el sentido que atribuye a este término Lévi-Strauss) que dio origen a las creencias umbilicales: singulares arquetipos difundidos en todo el planeta, que tienen raíces plurimilenarias, esto es, se remontan al hombre paleolítico.

 

Como introducción a los valores tropológicos del ombligo, dedico el capítulo I de la presente obra a las metáforas antropocósmicas: el ombligo humano, equiparado con el centro del universo, justifica, mejor dicho, exige, este término, del cual no soy el inventor. En el capítulo II estudio la filología y la semántica del ombligo en Ambos Mundos; en el III, IV y V examino su difusión en la geografía, real y mítica, del Asia, del mundo mediterráneo y céltico.

El capítulo V está consagrado al ombligo como centro mágico, asiento del alma y al ombligo-ojo; en el VI lo investigo como centro cosmológico, así como símbolo de lo absoluto. El capítulo VII está dedicado al ombligo en el Nuevo y Novísimo Mundo; el capítulo VIII al ombligo de piedra.

En el capítulo IX vuelvo al raciocinio cientificista y me ocupo del ombligo como centro arquitectónico; en el X explico la razón, hasta ahora ignorada o sólo vagamente intuida, de la representación del ombligo en forma ovoidal o cilíndrica, como en el omphalós de Delfos, en lugar de la cóncava, que obedece a la realidad anatómica habitual.

En el último capítulo, consagrado al ombligo como centro erótico, he eliminado la presencia del erotismo moderno, que no comulga con el subtítulo de este libro: una contribución a la historia de las religiones. Sólo he dejado lo que atañe a los mitos y a la simbología onfálica en las creencias del pasado. Las demás pesquisas, inicialmente tan ajenas a mis inclinaciones, se publican en una obrita separada. Son un complemento, inevitablemente frívolo, de la investigación.

Al lector apresurado aconsejo brincar el capítulo I, los ensayos sobre los omphaloi célticos, el soma y el ombligo, la etimología de Cuzco y el versículo del Cantar de los Cantares. Se trata de estudios meticulosos y necesariamente amplios; su lectura no es indispensable para la visión global del tema. Esta advertencia obedece a mi respeto por el undécimo mandamiento: No aburrirás. Desde luego, estoy consciente de la repetición de ciertos conceptos básicos en distintos capítulos de este libro. Mi propósito es alcanzar mayor claridad: no creo que hay que considerar obvia una memoria excepcional en todo lector; ciertas reiteraciones le ayudan a atar mejor los cabos sueltos en páginas distantes.

Como en mi Historia, he puesto todas las notas al final de cada capítulo y he unificado la bibliografía, tal como me agrada encontrarla en los libros que leo y consulto. Sigo usando (como lo he acostumbrado desde México 1950, publicado a fines de 1941) la separación de párrafos con títulos en forma de subcapítulos. Facilitan la lectura, al igual que los temas indicados en el margen de ciertos libros antiguos y de no pocos modernos.

En el curso de los años dedicados a este libro he tenido a menudo la sensación (muy subjetiva por cierto) de que contribuía dialécticamente al redescubrimiento del mundo, a partir de su centro. El ombligo-centro es concepto físico y místico que ha preocupado a la humanidad desde sus inicios; pero hay innumerables aspectos más, del hombre y su relación con la naturaleza, que esperan ser redescubiertos, si se saben mirar con ojos nuevos. Esta tendencia, afortunadamente, ya existe; la demuestran, entre otros pensadores, Illich, Goodman y Fromm. Mientras todas las disciplinas se han capilarizado, aparecen nuevos libros en los cuales confluyen sabiduría y compasión: libros que nos ayudan a centrarnos y orientarnos en un nuevo clima emocional.

Debo viva gratitud a Ivan Illich por la ayuda que me brindó al concederme el libre acceso a su biblioteca, sobre todo a su sección indianista; además por haberme conseguido copias fotostáticas de libros y revistas casi imposibles de consultar en México y que son prez de bibliotecas universitarias norteamericanas y europeas. Evito así la abundancia de apud por no haber podido consultar las fuentes originales; además le doy más solidez a la información bibliográfica. Sin embargo, he aprovechado estancias en Washington para comprobar, en muchos casos, la exactitud de mis apud, en la Biblioteca del Congreso.

Agradezco también su ayuda a Dorothy Norman (Nueva York); Stella Kramrisch (Nueva York); R. Gordon Wasson (Danbury); Tom Zuidema (Leiden); Alfonso Villa Rojas (México); Plutarco Albarrán (La Paz); Fernando Silva Santisteban (Lima); a mi hermano Juan Manuel. Por supuesto, soy acreedor de los autores que me han precedido; entre ellos debo mencionar a Wilhelm Heinrich Roscher (Leipzig); Jacques Soustelle (París); Jean Chevalier (París); Gérard de Champeaux y Dom Sébastien Sterckx (París). Mi especial gratitud a Elvira Gascón por sus preciosos grabados, realizados expresamente para este libro, que ilustran el versículo de alabanza al ombligo en el Cantar de los Cantares.

G. T.   

I. PRELUDIO A LA ESENCIAANTROPOCÓSMICA DEL OMBLIGO

METÁFORAS ANTROPOCÓSMICAS

SOBRE LA CIFRA SIETE

Los valores antropocósmicos1 del ombligo no se pueden entender sin el contexto de las metáforas, muchas viejas de milenios, en que se compara el cuerpo humano con la naturaleza. El universo está construido como el hombre, con los mismos elementos y exactamente en el mismo orden: al concepto de “arriba” corresponde la cabeza, al de “detrás”, la espalda, al de “abajo”, los pies. Lo confirma un sinnúmero de idiomas en que las voces que expresan relaciones espaciales proceden, sin excepción, de denominaciones de partes del cuerpo humano.

Las metáforas antropomórficas se ramifican en la forma más sorprendente. En un tratado seudohipocrático de autor anónimo del siglo VI a.C., Sobre la cifra siete (Perí ebdomádon), se equipara la tierra suave con las partes blandas del cuerpo y las piedras con los huesos; el agua de ríos, lagos y mares con la sangre; el aire con nuestro aliento; la luna con el diafragma; el calor solar con el de las entrañas; el calor de las estrellas (originado por el sol) con el calor debajo de la piel; y el frío firmamento con la piel humana.2

Puesto que hay una completa correspondencia entre el cosmos y el cuerpo del hombre, el médico sólo puede curar si dirige su mirada simultáneamente sobre ambos aspectos de la misma unidad.3

Análogas equiparaciones se encuentran en la literatura médica de la Grecia antigua, y todas abrevan en las mismas fuentes orientales. Un ejemplo de la concepción hindú:

Así como el ojo humano se parece al ojocósmico, el sol… así como el alientohumano se parece al de los dioses en eluniverso…4

La India ejerce evidente influencia sobre Persia. En la literatura irania se encuentra este pasaje:

En los libros sagrados se dice:el cuerpo humano es una imagen delmundo… la piel equivale al cielo;la carne a la tierra; los huesos ala montaña (o sea, a la roca pétrea);las arterias a los ríos; el vientre almar; los cabellos a la vegetación.5

Las enseñanzas iranias llegan a Grecia y a Roma y persisten en la Edad Media cristiana. San Gregorio Magno, papa de 590 a 604, a quien se debe la liturgia de la misa, es autor de la sentencia, muy difundida en la Antigüedad: “Homo quodammodo omnia”: el hombre es, en cierta manera, todas las cosas.

Los exegetas medievales, en busca de la unidad entre macrocosmo y microcosmo, especulan sobre la composición del cuerpo de Adán, nuestro primer padre. Su carne es la tierra; sus huesos, las rocas; su sangre, el mar; su cabello, las plantas; y (aquí subintra la filosofía) su pensamiento corresponde a las nubes.6

Análogamente todos los órganos del cuerpo humano, el corazón, el hígado, los pulmones, inclusive la sangre y la bilis, tienen su correspondencia astral: anatomía mágica en relación con la astronomía mágica, es decir, la astrología. Cada órgano está regido por un planeta (figs. 60 a 63) u otro cuerpo celeste. En esta concepción se fundan las predicciones astrológicas.7

Es bien sabido que en todo el mundo sobrevive el concepto popular de que sangre y carne se identifican con el reino animal, cabello y uñas, con el reino vegetal, y los huesos, con el reino mineral.

LA BOCA DEL RÍO Y EL PIE DEL MONTE

En el lenguaje metafórico actual, brazo se aplica a la parte de un río que se separa de su cauce principal o al canal ancho del mar que entra tierra adentro; antiguamente brazo era la rama de un árbol8 o de una cordillera.9 Recodo es la revuelta brusca del río; boca, la salida del río al mar.

Tal como hay la boca del río10 y el brazo de mar, existe el pie de la cuesta o del monte,11 el ojo de agua, el lomo de la ola o del surco. También loma viene de lomo, como cabeza de cabezo: el cabezo es un cerro alto, un montecillo aislado, o un escollo redondo en medio del mar.

Ya que hemos citado el recodo: ¿cómo no recordar el codo, ankoon en griego, origen del nombre de la ciudad adriática de Ancona, por la forma del promontorio sobre el cual se construyó? La extremidad superior de la isla de Sylt, la mayor de Alemania en el Mar del Norte, tiene una curva llamada Ellenbogen, o sea, codo, por su forma inconfundible. En la punta del codo se yergue el faro.

La oronimia de Inglaterra es rica en colinas mamilares llamadas Paps;12 en el occidente de México sobresale el Cerro de la Tetilla, con sus imponentes 2 300 metros de altura; otras Tetillas se admiran en el legendario valle de Tepoztlán. No hay que olvidar el fabuloso pezón de Mollie, Mollie’s Nipple, que domina el Gran Cañón del Colorado desde 1 692 metros de altura.

DELFOS ES EL OMBLIGO DE LA DIOSA MADRE

La identificación del ombligo, considerado centro del cuerpo humano, con el centro del universo, es concepto antiquísimo. Lo he definido antropocósmico y a ese concepto consagro muchas páginas de este libro.

Antropocósmica por excelencia es la concepción helena de la tierra vista como una gigantesca diosa madre; su ombligo es Delfos,13 centro del mundo. Antropomórfico, con toda evidencia, sería pobre expresión cuando se trate de comparar el cuerpo humano y sus partes con el cosmos: “La tierra está acostada bocarriba como un ser humano que mira al cielo tal como se mira al padre”, reza una sentencia de la literatura hermética.14

A gran antigüedad deben remontarse los conceptos antropocósmicos griegos. El paladar es ouranískos, “cielito”, por comparación de la bóveda palatina con la del cielo, ouranós: Urano es el dios celeste, padre de Saturno, abuelo de Júpiter. La calota craneana del hombre es llamada pólos, “el que gira”, por identificarse con lo más alto de la bóveda celeste: parece que ésta girase, día tras día, alrededor del imaginario eje del cielo.

Debe ser más reciente el nombre de la primera vértebra cervical, la que sostiene la cabeza: atlas, como el mítico gigante que sostiene el cielo, un cielo concebido esféricamente, como una cabeza humana de desmesuradas proporciones (cf. p. 20). Antropocósmica es la representación del sangrador con los signos del zodiaco insertado en su cuerpo. Sobre su cabeza está el aries, debajo de los pies los piscis. El cosmos como hombre y el hombre como cosmos.15

ANTROPOMORFISMO SAGRADO EN GRECIA

Es pertinente comprobar cómo un proceso de espiritualización del primitivo antropomorfismo se verifica en la Grecia antigua, al tratarse de la deidad. A Zeus Kosmetas, “el ordenador” (sin duda con el sentido de “aquel que produce el orden en todo”), estaba consagrado un templo de Esparta.16 La cabeza y el rostro del príncipe de los dioses son el cielo; sus ojos, el sol y la luna; su espíritu (nous), el éter; su torso (aer), las nubes; su cintura, el mar; su abdomen, piernas y pies, la tierra. Esta representación debe remontarse al periodo preclásico, ya que en el clásico se ennoblece y el dios se concibe como una unidad indivisible: “Zeus es éter, tierra, cielo, el todo; y si fuera posible, aún más que el todo”, dice Esquilo.17 Eurípides espiritualiza aún más al dios: “¿Ves allá arriba el éter sin fin, que rodea la tierra en tierno abrazo? ¡Lo tengo por Zeus, lo considero dios!”18

ANTROPOMORFISMO BÍBLICO

Los atributos antropomórficos de Dios abundan en la Biblia: Dios tiene cabeza, ojos, manos, brazos, pies;19 escribe con el dedo sobre las tablas de piedra;20 pero (proclaman con razón los exegetas) estos atributos no tienen valor más que el puramente metafórico, simbólico.

Así Saadia Gaón, el egipcio (882-942), considera que cuando la Biblia alude a la cabeza de Dios, se refiere a su sublimidad; análogamente, ojo es providencia; cara, favor; mano, potestad; entrañas, compasión; pies, sumisión. La afirmación de Maimónides, el cordobés (1135-1204), acerca de la incorporeidad de Dios, se ha convertido en dogma fundamental del judaísmo.21

En la iconografía cristiana, el ojo de Dios sigue representándose en el místico triángulo de Dios Padre; el dedo de Dios se usa como símbolo de la omnipotencia divina que se revela en algún acontecimiento excepcional.

PROTÁGORAS Y LOS MACHIHEMBRADORES

Cuando Protágoras se refiere al hombre como “medida de todas las cosas”,22 alude más a la medida en el comportamiento de cada hombre, según sus circunstancias en el tiempo y el espacio,23 que a la medida geométrica. Pero el principio protagórico se aplica admirablemente a los aspectos físicos. Es indiscutible que el hombre se ha comparado con el cosmos como persona entera, y que proporciones tomadas del cuerpo: brazo, codo, cabeza, palmo… se han usado como medidas materiales del mundo físico hasta el momento en que los revolucionarios franceses crearon el sistema métrico.24 Con todo, no deshumanizaron enteramente las medidas naturales, ya que la decimalización corresponde a los humanísimos 10 dedos, de manos y pies. A fines del siglo XX hay pueblos adelantados que siguen hablando de pulgada, uña, mano, cuarta.25

Protágoras habría aplaudido el verbo machihembrar, elegante tecnicismo que usan, sin un asomo de malicia, los carpinteros. Con todo, el estructuralismo de Lévi-Strauss, que limpia las imágenes, es decir, los símbolos, de su velamen26 críptico, modera la pretensión protagórica del hombre como medida de todas las cosas.

LA VÍA LÁCTEA, LECHE DE JUNO

La tendencia antropomórfica del mundo clásico llega a dimensiones cósmicas. Una montaña: el Atlas, en los confines occidentales de la tierra, que parece sostener la bóveda del firmamento, se transforma en un hombre gigantesco: Atlas, “el que soporta” sobre sus hombros al cielo (cf. p. 18). En el cielo, la Vía Láctea nace en circunstancias que siempre se evocan con deleite. Júpiter tuvo una aventura con Alcmena, “la de los pies seductores”, que le dio un hijo, Hércules. Alcmena no era una diosa, sino un simple ser humano, y Júpiter quiso asegurar a su nuevo vástago la inmortalidad. Sabía el príncipe de los dioses que lo podía lograr con una sola gota de leche de su esposa, Juno, puesta en los labios de Hércules. Lo malo era que Juno, indignada por las infidelidades de Júpiter, nunca habría aceptado amamantar al hijo espurio de su divino consorte. ¿Qué hizo Júpiter? Recurrió a la más ingeniosa de las estratagemas: colocó al recién nacido al lado de Juno dormida. El niño Hércules coge el pecho de la diosa, pero ésta despierta y lo rechaza bruscamente. El chorro de leche de Juno, que se esparce en aquel instante en el cielo, forma la Vía Láctea, el gran camino blanco por el cual, desde entonces, pasará Júpiter para entrar en el Olimpo (fig. 1).

1. La Vía Láctea. Juno amamanta a Hércules en presencia de Júpiter, padre del infante.

Óleo de Rubens en el Museo del Prado, Madrid.

CABEZA, CABELLO Y OJO

Para comprender mejor la equiparación del ombligo, centro del cuerpo humano, con los centros cósmicos (tierra, cielo, todo el universo) es preciso analizar las otras partes del cuerpo asimiladas con conceptos simbólicos, a menudo abstractos.

Platón compara la cabeza, por su forma esférica, con un universo: cada cabeza es un microcosmo.27 En contraste con el cuerpo, manifestación de la materia, la cabeza simboliza el espíritu: de ella emana la autoridad de ordenar, aclarar, regir, dirigir. En la raíz indoeuropea* reg he descubierto el valor básico de cabeza y lo he comprobado con el vasco buru en mi libro América, 70 siglos de la historia de un nombre.28 Acerca de los cabellos, que representan ciertos poderes del hombre (la fuerza, la virilidad, como en el mito de Sansón) o de la mujer, cuyo pelo se equipara con la vegetación, he llevado a cabo estudios exhaustivos en mi libro Mujeres y diosas de México.29

2. Personaje femenino con orejas largas. Escultura románica del siglo XIIen el portal inferior del templo de Vézelay, Borgoña.

Chevalier, III, 329.

Es incomparable la riqueza simbólica de los ojos. La he investigado brevemente en mi ensayo sobre la letra O, derivada de la ’ayn hebreofenicia, “ojo”, e inicial del griego ophtalmos, “ojo”.30 Según los místicos, la vida es sueño, el mundo y la verdadera realidad se encuentran en la unidad divina, Dios es la única fuente real de donde procede todo. ’Ayn, “ojo”, se usa pues en su doble acepción de realidad y de manantial, para expresar la existencia de la más profunda esencia divina. Avicena alude a los sabios que penetran hasta el ’ayn, o sea, hasta la contemplación de la naturaleza íntima de Dios.31 En castellano hemos conservado el ’ayn hebreo y árabe en la expresión “ojo de agua”, “manantial”:32 admirable transposición metafórica.33 En el capítulo V examino la identificación, no menos admirable, de ojo con ombligo. Es básica para explicar el lugar místico (ojo del conejo lunar en el lago de Tezcoco) en que se fundó la ciudad de México, “ombligo de la Luna”.34

NARIZ, OÍDO, BOCA Y LENGUA

La nariz, como el ojo, es símbolo de la clarividencia. Entre los bámbaras la nariz, junto con la pierna, el falo y la lengua, es uno de los cuatro obreros de la sociedad. Órgano del olfato, descubre las simpatías y las antipatías, guía el movimiento de las piernas y completa la acción de los demás obreros responsables del buen o mal funcionamiento del cuerpo social.35

En el simbolismo hindú, las orejas representan la inteligencia cósmica. En India y en China, las orejas largas son señal de sabiduría e inmortalidad. Así vemos representado a Buda. Las orejas de Lao-tse tenían siete pulgadas de largo. Personajes semiangélicos con orejas largas se encuentran también en el arte románico francés. No se deben al capricho del escultor, sino a una simbología cuyo valor se ha perdido (fig. 2).36 El simbolismo sexual de la oreja no es privativo de estirpes africanas como los dogones y los bámbaras de Mali, que ven en el pabellón, el falo (¿quién ignora la sensibilidad erógena del lóbulo?), y en el conducto auditivo, la vagina (es igualmente simbolismo cristiano). La Iglesia ha preferido no profundizar demasiado este tema, en tanto que el hereje Eliano fue condenado en el Concilio de Nicea (325) por haber dicho que “El verbo penetró por el oído de María”.37 El misal de Salzburgo se ha adueñado de estos versos del poeta Enodio:

Gaude, Virgo mater Christi

Quae por aurem concepisti

“Alégrate, Virgen, Madre de Cristo, que concebiste por el oído.” En el breviario de los maronitas se lee: “Verbum Patris por aurem Benedictae intravit”: El Verbo del Padre entró por el oído de la Bendita.38

El hombre primitivo comparó su boca con toda entrada y salida que veía en la naturaleza que lo rodeaba: la boca, por donde entra el aliento y el sustento corporal; la boca, de donde sale el pensamiento forjado en palabras; la boca que se une a otra boca para sellar el pacto de amor. La boca es el símbolo de la potencia creadora y, sobre todo, de la insuflación del alma, o sea, de un grado elevado de la conciencia.39 Acerca de los treinta y dos ebúrneos moradores de la boca, he dedicado a su simbolismo mi libro El mundo secreto de los dientes.40 La lengua (vivaz inquilino de la boca, maestra en juzgar sabores, gimnasta incansable, árbitro de los sonidos y del habla) es simbólicamente una llama; posee su forma y su movilidad. Destruye o purifica. Su poder es tan completo que la muerte y la vida le pertenecen.41

CUELLO, HOMBROS Y MANOS

El cuello simboliza la comunicación del alma con el cuerpo. En la poesía erótica árabe-persa el cuello se compara con un árbol de alcanfor (por su aroma y su esbelto tronco), con una vela, un peine de marfil, una rama florida y un lingote de plata. El cuello, en efecto, ocupa un lugar de elección en el cuerpo humano, no sólo como sede del alma, sino por su hermosa dignidad.42

Los hombros son la potencia, la fuerza de realización, la resistencia. Atlas sostiene la Tierra en sus hombros, Cristo sostiene en los suyos la cruz: alegoría de redención.

Junto con los hombros, los brazos y las manos representan el “poder de hacer, obrar y actuar”;43 además, el socorro, la protección. Como instrumento de la justicia, el brazo secular inflige el castigo a los condenados: grato recuerdo del Santo Oficio. En el budismo y el hinduismo, los mudras, ademanes de la mano con características posturas de los dedos, simbolizan actitudes espirituales. Los mudras existieron también entre los mayas44 y otros pueblos meso y suramericanos.

PECHO, VIENTRE Y FALO

El pecho de los ángeles es “baluarte inexpugnable bajo cuya protección un corazón generoso distribuye sus dones vivificantes”;45 el seno de Abraham, lugar de descanso de los justos. El pecho femenino es emblema de maternidad, de dulzura, de refugio. El seno derecho simboliza el Sol y el izquierdo la Luna.46

El vientre, símbolo de la madre, análogo a la cueva,47 refleja, como el pecho, ternura y amparo. Lugar de transformaciones, se le ha comparado con el laboratorio del alquimista.

Obvio el valor simbólico del falo; también el pie, el pulgar, la piedra erecta, la columna, el árbol tienen simbología fálica, sin ser necesariamente erótica: sólo significan la potencia generadora.48 En el esoterismo hebraico, es el séptimo miembro del hombre; los demás son las piernas y los brazos, la columna vertebral y la cabeza. Según los alquimistas, Adán es la manifestación varonil del prístino Andrógino, y la flecha de Mercurio despierta su poder generativo. En la Miscellanea d’Alchimia (Biblioteca Laurenciana de Florencia, siglo XIV), el falo es representado como un lozano árbol de gallardo tronco, con tupido follaje y gran riqueza de frutos (fig. 3).

3. Adán como manifestación varonil del prístino Andrógino, según los alquimistas.

Miscellanea d’alchimia (Ms. Ashburnham, 1166), Biblioteca Laurenciana, Florencia. Campbell, fig. 229.

MUSLOS, PIERNAS Y RODILLAS

Los muslos, por su función en el cuerpo: soportes móviles, significan fuerza y firmeza. La Cábala hace hincapié en estas características análogas a las de la columna.49

La pierna, instrumento de la marcha, es símbolo del acercamiento entre los hombres. Suprime las distancias, favorece las relaciones humanas. La rodilla es símbolo de la autoridad y de su poder social. Doblar las rodillas es hacer acto de humildad, pero hacer doblar las rodillas equivale a imponer nuestra voluntad. Arrodillarse es prosternarse, adorar. Plinio (siglo I) señalaba la índole religiosa de las rodillas, símbolo de potencia, poder y reciedumbre.50 Los antiguos griegos creían que los dioses, reunidos en consejo, tenían los destinos de los hombres y los dones que les reservaban en sus rodillas. Nos lo recuerda Homero en el famoso verso de la Odisea: “Está sobre la rodilla de los dioses”.51 Goethe transforma el dicho heleno en la metáfora más surreal: “En las rodillas de mi corazón”.52

EL PIE

El pie, instrumento del paso, tiene vasta y fascinante simbología. Según Seudo-Dionisio el Areopagita (siglo V), los pies representan la movilidad y la rapidez de la carrera perpetua que lleva el alma hacia las realidades divinas.53

Buda, al nacer, midió el universo marchando siete pasos en cada dirección del espacio. Vishnú lo mensuró en tres pasos: en el oriente, en el cenit y el occidente. En el Pico de Adán (Sri Lanka) la enorme huella de pie se atribuye a Adán, desterrado del Edén, a Buda y a Shiva.54 En el Monte de los Olivos se enseñan las huellas de Jesús.55 Los semidioses modernos, o sea, los actores de la pantalla, dejan sus huellas en la explanada de un famoso cine de Hollywood, el Palacio Chino.

El hombre marca su huella en los caminos (buenos y malos) que escoge, en función de su libre albedrío. Esto explica las ceremonias del lavatorio de los pies, como rito de purificación. El psicoanálisis se ocupa del pie como símbolo erótico, más fuerte en los dos extremos de la sociedad: entre los primitivos y entre los refinados.56

ARTERIAS Y VENAS

Identificaciones antropocósmicas de las arterias se encuentran en autores antiguos: en el tratado griego Perí ebdomádon (cf. p. 15) se compara el calor solar con el de las arterias, y en los libros sagrados del Irán las arterias equivalen a los ríos (cf. p. 16). En las lenguas modernas, arterias son calles o vías de comunicación importantes.

Análogamente, las venas se vuelven los filones o las vetas de las minas, en que se encuentran los metales, el carbón, el azufre o la sal gema. En el siglo XVII español, vena era el conducto natural por donde circula el agua en las entrañas de la tierra; todavía hoy agua de vena lo es de manantial. Se descubren venas en los árboles, en las hojas, en los mármoles.

Clásico tropo es llamar vena a la inspiración poética, la fecundidad intelectual, el ingenio. Covarrubias, en 1611, escribía: “La vena de la vida, que contiene en sí el espíritu vital”.57 El psicólogo se regocijará con la transposición semántica de los andaluces, quienes llaman vena a los celos del macho cabrío.

ARTEMIDORO, EL ONIROCRÍTICO

El valor simbólico del cuerpo humano y sus partes se manifiesta en los sueños a través de una elaboración subconsciente de millares de siglos. Desde fines del pasado y en éste, Freud y sus adeptos han analizado sus implicaciones en la psicología profunda. Existe una amplia literatura psicoanalítica en este campo, que no conviene resumir aquí; pero sí es de interés conocer la primera gran interpretación de los sueños, realizada por un filósofo griego estoico del siglo II de nuestra era: Artemidoro de Daldis. Éste se apoya en su predecesor Aristandro de Télmessos, quien cinco siglos antes acompañó en sus expediciones a Alejandro Magno como onirocrítico, o intérprete de los sueños. Artemidoro afirma:

Al cabo de consultar todos los libros de los sabios y de los antiguos maestros del pensamiento; de recoger noticias y documentos hasta —y más allá de— los confines del mundo en Asia, en Italia y en las Grandes Islas Desconocidas y tan densamente pobladas, yo, Artemidoro Daldiano, he franqueado, más que todos, los umbrales del divino misterio.58

Ignoramos cuáles son las Grandes Islas Desconocidas, pero es digno de saberse que La gran cabala del lotto, el libro consultado por millares de jugadores del lotto (la lotería italiana) para sacar de sus sueños los números revelados por sus visiones oníricas, se basa todavía en la ciencia de Artemidoro.

Veintidós siglos y medio después de Aristandro, el psicoanalista vienés Wilhelm Stekel59 estudió a sus antiguos colegas helenos y se enteró de que su interpretación contenía inquietantes precisiones, dignas de comentarse. Este tema se vincula estrechamente con la concepción antropocósmica, o sea, la de la relación hombre-universo. Empecemos, como lo hace Artemidoro, con la cabeza. Soñar con tenerla crecida significa poderío para el hombre ambicioso, riqueza para el comerciante, victoria para el soldado. Soñar con tener cabellera larga y fluente es buen auspicio, máxime para la mujer, el hombre de estudio, el artista y el sacerdote. Indica elevación del intelecto. Soñar con tener cabellos enmarañados es indicio de graves desgracias. Soñar con tener oídos en número superior al de que todo mortal está provisto es indicio favorable para quien desea la obediencia del cónyuge, de los hijos y de los empleados. Para quien trabaja bajo la dependencia de un amo, el tener muchas orejas es señal de esclavitud.

4. El sueño de las espigas que salen por los oídos, buen auspicio según Artemidoro Daldiano.

Grabado en madera de Pietro Parigi, 1941, en Il libro dei sogni de Artemidoro.

“Supe de cierto Aristides de Éfesos” —relata Artemidoro— que soñó con grandes y prósperas espigas de trigo que brotaban de sus orejas (fig. 4). Más tarde recibió el don de un fértil terreno con el cual rápidamente se enriqueció.”60

LA MUJER CON MUCHOS PECHOS

No tener nariz es presagio de noticias desagradables, persecuciones y muerte de los enfermos, ya que las cabezas de los muertos no tienen nariz. Tener dos narices es indicio de discordia entre amigos, y digo discordia, ya que cada cosa doble o bifurcada significa desavenencia.61

Acerca de los sueños dentales, es notable la convergencia de lo que escribe Artemidoro con lo que se sigue creyendo en la actualidad.62

Llagas, enfermedades, livideces en el cuello, en la garganta y el mentón pronostican enfermedades, porque todo el cuerpo depende del cuello. Si es sano, el cuerpo es sano, si enfermo, el cuerpo se halla inmovilizado.63

La mujer que sueña tener muchos pechos se halla a punto de cometer adulterio. Estar herido en el pecho por un amigo lleva tristes noticias a los viejos, pero a los jóvenes y a las mujeres trae amor.64

Soñar con muchas manos es indicio de trabajo para el obrero y el campesino; para los demás promete hijos y riquezas; pero para los maliciosos significa cadenas.65

Soñar con las rodillas significa fuerza y vigor, probabilidad de emprender viajes y empresas de gran importancia.

Tener más de dos pies es buen auspicio para mercaderes y capitanes de mar: a los primeros acarrea negocios, a los segundos, tranquilidad y opulencia, así como un mar favorable, ya que, con varios pies, el barco correrá veloz sobre las olas.66

EL SUEÑO DEL OMBLIGO

¿Y el ombligo? Artemidoro, en su capítulo XXXVI, afirma: “El ombligo, para quien tiene padres, indica a los mismos; para quien ya no los tiene indica la patria, madre común de los pueblos.67 Si soñáis tener un ombligo grueso y pesado, esto indicará muerte del padre o de la madre o sucesos infaustos para vuestro país. Por el contrario, soñar con el ombligo sano es indicio de vigor y vida cómoda”.68

En la Cabala del lotto, “soñar con el ombligo” vaticina el nacimiento de un niño, pero su interpretación cabalística (o sea, el número que hay que jugar debido a la inspiración que llega por el misterioso camino del sueño) es muy distinta a la que se identifica con el umbilico en el Oriente Mediterráneo: el 7, o en Mesoamérica: el 5 y el 13. Es, por razones indescifrables, el 19.69

METÁFORAS ANTROPOCÓSMICAS EN EL NUEVO MUNDO

MAGIA CAPILAR

En el Nuevo Mundo, las metáforas antropocósmicas, es decir, las transposiciones de sentido de partes del cuerpo humano a lugares reales o imaginarios, terrestres o celestes, son tan frecuentes como en el Viejo Mundo. Describo algunas de ellas: la identificación del ombligo con el centro será objeto del capítulo VII. Disponemos de un amplio material gráfico, herencia del México antiguo, ya que los escribas aztecas, o tlacuilos, tuvieron que representar nombres de lugares con dibujos, a menudo antropomórficos, para permitir la inmediata lectura de sus glifos en las matrículas de tributos.

Cuáitl es cabeza, pero también cima, extremidad, como en las lenguas del Viejo Mundo. Cuamila, pueblo tlaxcalteco, es la “cabeza de la sementera”, o sea, está en la extremidad del campo de cultivo.70 Desde una época antiquísima (fines del segundo milenio antes de nuestra era), la cabeza se identifica con la milpa. Lo he demostrado en otro estudio, basándome en ritos de magia capilar que describieron Sahagún y Durán, y sobreviven en la Amazonia y entre ciertos indígenas de Nuevo México, Honduras y Guatemala, así como en mil y mil estatuillas de barro en las que la cabellera tiene un indudable propósito de magia agrícola.71

Como la cabeza, también el cabello (tzontli) equivale a cumbre, altura; el pelo humano se compara con el techo pajizo: con tzontli y tlapoa, “descubrir”, se forma el verbo tzontlapoa, “destechar”.72 De la misma manera que nosotros decimos “llevar a cabo”, en que cabo es cabeza, los nahuas llaman tzonquizqui toda “cosa acabada y concluida”.73

CABELLO Y OJO

L’Histoyre du Mechique de Thévet (mediados del siglo XVI) contiene un mito de la creación digno de recordarse, pues describe la metamorfosis de la diosa terrestre, Tlaltecuhtli, en “todo el fruto necesario para la vida del hombre. Los dioses hicieron de su cabello árboles y flores y yerbas; de su piel, la yerba muy menuda y florecillas; de los ojos, pozos y fuentes y pequeñas cuevas; de la boca, ríos y cavernas grandes; de la nariz, valles y montañas”. 74

Conviene comentar la afinidad del cabello (la diosa posee todas las prerrogativas humanas) con el reino vegetal, como en el Viejo Mundo; además la relación del ojo con “pozos y fuentes” como el ojo de agua (cf. cap. I, nota 32).

DE ATLIXCO A CHICHÉN

Ixtli, en náhuatl, es cara, rostro y, por extensión, ojo; aplicado al ámbito extrahumano, toda superficie. Xalixco, la ciudad nayarita que está “en la superficie de la arena”, da su nombre al estado mexicano de Jalisco. Atlixco: “en la superficie del agua”. Ixtli, combinado con el tla, abundancia, de ixtla, mucha superficie, o sea, llanura. Si le añadimos a Ixtla la voz huacqui, seco, obtenemos el “lugar de llanos secos”, Ixtlahuaca. Calixtlahuaca es la “llanura de las casas”, donde se admira el templo redondo de Quetzalcóatl; Coixtlahuaca, que fue orgullosa capital mixteca, es la “llanura de las serpientes”; Xochistlahuaca, la gentil capital amusga, “llano de las flores”; Juxtlahuaca, la puerta de la Baja Mixteca, “planicie verde”, y la vecina Tecomaxtlahuaca, famosa por sus brujos, “llanura de los tecomates”, es decir, de los vasos de barro.

Los labios y la boca, en náhuatl, se llaman ten(tli). Metafóricamente, el borde o la orilla de todas las cosas; pero adquiere otro valor figurado, enteramente abstracto: el de recuerdo, memoria.75Tenco, “en la boca”, significa “de memoria”.76Atentli es la orilla del mar; atoyatentli, la ribera del río; tilmatentli, la orilla del vestido, y amatentli, el borde del papel.77 Acatempa, la población donde ocurrió el histórico abrazo de Guerrero e Iturbide, está “a la orilla de los carrizos”, y Tianguistenco, la villa del gran mercado en el Valle de Toluca, “a la orilla del tianguis”. Atenco significa “en la orilla del agua”, o sea, en la ribera, y el jeroglifo enseña una boca con los labios abiertos, rodeada hacia atrás por el signo del agua (figura 5).

En maya, chi’ es boca, pero también orilla. Ch’en es pozo: Chichén es la “orilla del pozo”.

Los 32 ebúrneos habitantes de la boca se llaman tlan(tli); su apócope, tlan, es sufijo locativo en infinidad de nombres de lugar mexicanos. El diente fijo en su alvéolo es paradigma de lo que “está”.78 Los escribas aztecas representan tlan en los nombres de lugar con una, dos o más muelas: Petatlán está “escrito” con una estera y dos muelas; Tochtlan, con un conejo y tres muelas, y así por el estilo.

5. Jeroglifo azteca de Atenco (Tezcoco), “en la orilla del agua”, “en la ribera”, representado antropocósmicamente. La orilla está figurada por unos labios abiertos, ten (tli), rodeados por el agua, a (tl); co “en” va sobrentendido.

Códice Mendocino 53, fig. 2; Peñafiel, 58.

6. Jeroglifo de Tepeyácac, “en la nariz (cima) del cerro”, representado antropocósmicamente. El monte, tépetl, lo figura un hombre de pronunciada nariz, yácatl.

Historia tolteca-chichimeca, lám. XXI, 1a.

7. Jeroglifo de Huaxyacac, “en la extremidad de los guajes”, hoy Oaxaca, formado con la planta comestible huax(in), guaje (Acacia esculenta L.) que sale de la nariz, yáca (tl). La c locativa está sobrentendida.

Códice Mendocino, 46, 4; Antigüedades de México, I, 96; Peñafiel (1885), 116.

LA NARIZ NOS GUÍA

Camachalli, mandíbula, quijada, sobrevive en el nahuatlismo camachal, con el mismo sentido de maxilares. En la ciudad poblana de Tecamachalco se une con te(tl), “piedra”, y adquiere el sentido antropocósmico de “hondonada”, “hendidura de piedra”.79

Nacaz(tli) es oreja, oído, pero en sentido figurado: tenacaz es mensajero, embajador: el que escucha.

Yác(atl) es la nariz humana y, metafóricamente, punta, extremidad. El glifo de un cerro con nariz humana se lee Tepéyac, el cerro delantero de cierta cordillera del valle de México, famoso por su culto prehispánico a la madre de los dioses y, desde el siglo XVI, a la Madre de Dios en su advocación guadalupana (fig. 6). Fray Bernardino de Sahagún nos ha transmitido una adivinanza azteca que conviene recordar aquí: “¿Qué es un cerro como loma, y mana por dentro? Respuesta: las narices”.80

Yacapitzahuac, “nariz aguda”, es el dios protector de los viajeros y mercaderes; se le llama también Yacatecuhtli, “señor que guía”: la nariz nos guía, nos precede. Yacatía, dice el padre Molina, es “ser el primero o delantero de los que caminan”.81

Oaxaca, la antigua Huaxyacac, es “en la nariz” o “en la extremidad de los guajes” (fig. 7).

Tózcatl es la garganta, y la garganta del monte es tepetózcatl.

LAS MANOS Y LOS PIES DE TULA

Máitl es mano y su glifo entra en varios nombres de lugar en los cuales es voz formativa, pero en otros ma- sólo tiene valor fonético, independientemente de su significado. Así Mapachtepec, “cerro del mapache”, está representado por una mano, má(itl), sobre una maraña de pach(tli), heno, pastle, de un cerro, y tépec (fig. 8).82

¿Y los dedos? En la Historia Tolteca-Chichimeca se dice que “las manos y pies” de Tula estaban formados por las veinte ciudades vasallas de “la gran Tollan”:83 cada ciudad, un dedo. Este pasaje nos ayuda a interpretar el porqué de la bandera como símbolo del número 20 entre los aztecas: hay que ver en el pantli la estilización de las piernas en posición vertical, junto con los brazos extendidos; otra vez, los 20 dedos. Tan es así que una bandera con un cuarto oscurecido equivalía a 15; con dos, a 10, y con tres, a cinco.84

Cierto lugar de la ciudad de México se llamaba Acolnahuácatl, “en el codo (o recodo) del agua”, como los codos del Viejo Mundo: la ciudad italiana Ancona o la península alemana Ellenbogen (cf. p. 17).

En el Chilam Balam de Chumayel se encuentra una terrible profecía: cuando ocurra la ruina de los pueblos por el colmo de la codicia, “se desatará la cara, se desatarán las manos, se desatarán los pies del mundo”.85 Cara, manos y pies ya no son humanos, sino atributos del universo.

EL AVE DEL CORAZÓN

En varios mapas de la época colonial ciertos lugares están indicados como cabeza, corazón y brazos de una región.86Yóllotl es el corazón, la entraña por excelencia, sede de la inteligencia y el espíritu. Rémi Siméon lo hacía derivar de la raíz yoli, nacer, vivir, resucitar, arder de amor (ardere, en el sentido fisiológico de los latinos).87 León-Portilla acertó al ver en yóllotl una derivación de ollin, movimiento.88 Los latidos del corazón, su constante movimiento, su pálpito que seguía en la mano del sacrificador, son la razón semántica del corazón náhuatl. Su misteriosa interioridad lo transforma en Tepeyóllotl, “Corazón del monte”, el dios de las cuevas y de la entraña terrestre. Con el sufijo co, “en”, tlalli iyolloco significa “en el corazón de la tierra”. El alma de los difuntos se identificaba con el yollotótotl, “ave del corazón”: metáfora que no exige comentarios.89 A menudo, corazón se identifica con ombligo, en tanto que centro cósmico: los chortís hacen ofrendas al “ombligo del mundo”, llamado también “corazón del mundo”.90

VIENTRE YHORCAJADURA

Ítetl es el vientre. Aclara fray Alonso de Molina que el verbo itetía equivale a “empreñar el varón a la mujer”: humanísimo valor semántico. Los sufijos -itec o -itic significan literalmente “en el vientre”, e ideológicamente “dentro de”. En los nombres de lugar, -itic precisa que el poblado está en el interior de cierta región característica. Acatic, Ocotitic, Zapotitic, Mezquitic están dentro del carrizal, o del ocotal, o del zapotal, o del mezquital, respectivamente.91

Así como nosotros nos referimos al “brazo” de mar, los nahuas comparaban toda bifurcación con la horcajadura. Maxictli es pierna; maxaltic, dividido o bifurcado, tratándose de un árbol, de un camino o de una corriente. Un precioso ejemplo de equiparación del cuerpo humano con un lugar geográfico bifurcado se encuentra en el jeroglifo Amaxac del Códice Mendocino (1536). Amaxac es el nombre de varios lugares de México;92 el códice se refiere a una población importante de Tlaxcala, ahora Amaxac de Guerrero. Según fray Alonso de Molina, amaxac es un “lugar donde se divide el río en muchas partes, sea en arroyos o en acequias”,93 y se forma con atl, agua, y maxac,94 “entre mis piernas, en la horcajadura”.95

El tlacuilo representó Amaxac, un lugar en donde el agua se bifurca, se divide, con el clásico glifo del agua entre dos piernas abiertas (fig. 9).96

UBICUIDAD DEL SALVOHONOR

De la misma manera en que el mundo superior se identifica con la cabeza y la cabellera (cumbre y techo), el mundo inferior está representado por la parte inferior del cuerpo humano. Tzintli, dice fray Alonso de Molina, es el salvohonor; y por su ubicación significa igualmente “fundamento, base”. Así “en la base de la montaña” se dirá tépetl in itzintlan.97 El salvohonor representa, para ciertos indígenas mayas, el camino del inframundo.98

El valor básico de la partícula tzin, apócope de tzintli, es diminutivo; debido a un proceso semántico que espera la interpretación de los psicoanalistas, tzin indica además el respeto, el afecto, la gracia, la gentileza y la compasión.99

Tzin es muy frecuente en los nombres de lugar. Tenancingo, Tenantzinco en náhuatl, se forma con tenám(itl), cerca o muralla, tzin y co, en. Equivale a “en el venerable pueblo fortificado”. En el jeroglifo, la muralla está representada por su clásica estilización, y la partícula reverencial, con la parte inferior del cuerpo humano (fig. 10).100 Encontramos el mismo símbolo como parte de muchos otros topónimos: Tulantzinco, hoy Tulancingo, en el estado de Hidalgo, es “en la pequeña (o venerable) Tollan”, una de las fundaciones toltecas.101 Acatzinco, en el estado de Puebla, equivale a “en (el lugar) del venerable (dios) Caña, Ácatl”;102 y Teocalcingo, “en el venerable templo del dios”, teocalli.103

8. Jeroglifo azteca de Mapachtepec, “en el monte del mapache o tejón”, representado por una mano extendida, má (itl) sobre una maraña de pach (tli), heno, pastle (Tillandsia usneoides L.), arriba de un cerro, tépe (tl); el locativo c va sobrentendido. Las sílabas ma y pach, tomadas ya con valor fonético y no significativo o metafórico, forman la voz mapach, mapache (Procion hernandezii).

Códice Mendocino, 49, fig. 4; Peñafiel, 137.

9. Jeroglifo azteca de Amaxac (Tlaxcala), representado antropocósmicamente. El agua y las piernas separadas indican la bifurcación del río.

Códice Mendocino, 41, fig. 4; Peñafiel, 55.

10. Jeroglifo azteca de Tenantzinco (Tenancingo), “en el venerable pueblo fortificado”. La parte superior representa la muralla, tenám (itl); la inferior, el salvohonor, o mitad baja del cuerpo, y una expresión diminutiva o reverencial, tzin (tli); el locativo c va sobrentendido.

Códice Mendocino, Garibay (1966), 233. Dibujo de Jesús Escobedo.

Tonantzin(tli) es “nuestra reverenciada madre”, nombre de la progenitora de los dioses, que tenía un templo en el Tepeyac; Tonantzin siguen llamando muchos indígenas de habla náhuatl a la Virgen de Guadalupe. Noconetzin es “mi querido niño”; Cuauhtémoc, con el sufijo reverencial, se vuelve Cuauhtemotzin; Itzcóatl, Itzcoatzin, y así por el estilo. Mi perro soloescuincle se llama Coyotzin, “venerable coyote”. No sería atrevido especular sobre el valor esotérico del salvohonor, en el concepto de los antiguos mesoamericanos.

Nariz, labio, boca, quijada, rostro, cabeza, cabellera, mano, dedos, corazón, vientre… Los ejemplos de partes del cuerpo humano equiparadas con aspectos de la naturaleza entre los indígenas de México podrían continuar. En las mitologías griega, egipcia y orientales hay hermosas muestras del antropomorfismo empujado a alturas cósmicas; sin embargo, la forma en la cual los indígenas americanos concibieron la relación entre el cuerpo humano y el universo no me parece menos poética y grandiosa.

El propósito de la segunda parte del primer capítulo ha sido aclarar las distintas concepciones del ombligo que en el Nuevo Mundo, al igual que en el Viejo, adquieren valores de centro: esotérico, cosmológico, místico, mágico, religioso, geográfico. Veremos en los capítulos V y VII que también en la concepción del mundo onfálico existe una obvia convergencia entre los hombres de ambos hemisferios.

APOTEOSIS ANTROPOCÓSMICA EN LA AMAZONIA

El término “antropocósmico” alcanza su apoteosis en un concepto simbólico de los desana, tribu amazónica que mora en las selvas del río Vaupés, parte en Colombia y parte en Brasil.

Los desana comparan la divinidad con el esqueleto, por el sostén que le da al cuerpo; y el esqueleto se trasunta en el hueso. El hueso-dios le da firmeza y estabilidad al organismo humano, equiparado con el universo. A su vez, el hueso-dios se identifica con un tubo “que conecta la esfera divina de ‘arriba’ con la esfera divina de ‘abajo’,” esta última imaginada como un útero primigenio que yace debajo de nuestro mundo. El hueso tubular (que es la divinidad) penetra verticalmente en el universo en forma de un inmenso falo. El proceso de fertilización se efectúa a través del hueso-tubo que une los niveles cósmicos en una cópula permanente.104

El informante desana del antropólogo colombiano Reichel-Dolmatoff añadió aquí una frase que podría servir a los estudiosos de los fenómenos parafísicos como las “materializaciones”:105 “entre el mundo visible y el invisible hay una relación sexual”.

Esta relación se manifiesta en otro concepto antropocósmico de los desana que merece llamarse “alucinante”. La Vía Láctea es concebida como una gigantesca madeja de fibras de cumare; de las hojas de esta palmera se extrae una fibra textil suave y fuerte.106 Ahora bien:

las fibras de cumare, amarillas o blancuzcas, simbolizan el semen virile y la Vía Láctea se interpreta como un inmenso flujo seminal que fertiliza nuestra tierra. La Vía Láctea es la zona donde se establece el contacto entre los seres terrestres y los sobrenaturales, contacto que se logra por medio de alucinógenos.107

El prodigioso mundo mental de los indígenas amazónicos, nuestros contemporáneos, en que abundan las equiparaciones entre el cuerpo humano y el universo, hace pensar que la concepción antropocósmica fue también patrimonio de nuestros antepasados paleolíticos de hace 30 000 y más años. Las metáforas actuales, entre las cuales destaca la del ombligocentro, son los pobres relictos de una riqueza mental insospechada del hombre “primitivo”, más íntimamente ligado que nosotros a la naturaleza y sus misterios.

1 Creí haber usado el término antropocósmico por vez primera, y me encuentro que Kranz ya se refería en 1958 a los aspectos kosmisch-anthropisch y anthropisch-kosmisch (Kosmos, p. 22). En 1972 Champeaux y Sterckx escriben: “Une structure anthropo-cosmique totale: Ciel, Terre, Enfers”. (Symboles, p. 67.)

2Cf. Cassirer, 49.

3 Kranz, 21.

4 Oldenburg, Buddha, 1906, pp. 27 y ss., apud Kranz, 21.

5El gran Bundahishn, en Kranz, 22.

6 Golther, 518, apud Cassirer, 49.

7 Cassirer, 49.

8 Usado en España en los siglos XVI y XVII.

9 Usado en el siglo XVII. Referencias en Alonso, I, 770.

10 Boca del Río, Veracruz; Plymouth, boca del río Ply; Swinemünde, boca del río Swine.

11 Piamonte es el italiano Piemonte.

12 Entre ellas, los Paps of Jura, tres montes en la isla escocesa de Jura.

13 Kranz, 18.

14Id. Los libros herméticos son los libros sagrados de los antiguos egipcios, cuyas supuestas traducciones fueron fuentes de doctrinas místicas y ocultas para los neoplatónicos y los neopitagóricos. De estos libros, en la Edad Media, se sacó la “filosofía hermética” (la alquimia) y, por obra de Paracelso, la “medicina hermética”.

15 Kranz, 25. Una visión de conjunto del estado actual de la investigación acerca de las antiguas concepciones del cosmos en su relación con el hombre y viceversa, se encuentra en L’idée de macrocosmos et de microcosmos dans le Timée de Platon, de O. Olerud, Upsala, 1951, pp. 114 y ss.

16 Pausanias, III, 17, 4.

17 Esquilo, Fragmentos, 70.

18 Eurípides, Fragmentos, 941, apud Kranz, 18.

19 La mano de Dios se menciona 77 veces en las Escrituras; el brazo, 32; los ojos, 22.

20 Éxodo 31:18.

21 Weinfeld, 355-356.

22 Protágoras de Abdera (481-411 a.C.) en Acerca de la verdad.

23 Ferrater, 438.

24 El 14 de octubre de 1960, a las 18 horas, el metro se deshumanizó aún más, al volverse equivalente a la transición entre los niveles 2 p 10 — 5 d 5 del átomo de gas cripton 86 e igual a 1 650 763.73 veces la longitud de onda en el vacío, de esta radiación.

25Inch, nail, hand, span.

26 Uso con especial intención la palabra velamen, recordando los versos de Dante: “mirate la dottrina che s’asconde/Sotto il velame degli versi strani”. (Infierno, IX, 62-63).

27Apud Chevalier, 4, 287.

28 Tibón (1945), 175-178.

29 Tibón (1967), 21-28.

30 Tibón (1959), 89-110.

31 Chevalier, 3, 297.

32 Esta metáfora, que se creía vasca y semítica, se encuentra en muchas partes del mundo. Al urbegi vasco: ur, “agua”, begi, “ojo”, y al ’ayn árabe y hebreo, Corominas opone formas análogas en galés, persa, georgiano e incluso en quechua y araucano. (Corominas, III, 55.)

33Cf. nota precedente y Cirlot, 95.

34 Tibón (1975), 784-786.

35 Zahan (1960); Chevalier, 3, 265.

36 Tibón (1946), 195, 196.

37 Gourmont, 315.

38Ibid.

39 Chevalier, 1, 225.

40 1972. Segunda edición, bajo el título Magia y poder oculto de los dientes, México, 1975. En el capítulo IV me ocupo de los sueños dentales.

41 Proverbios 18:21.

42 Alain Gherbrant, en Chevalier, 2, 201-202.

43 Seudo-Dionisio el Areopagita, 239.

44 Martí, 88-89; cf. pp. 343-345.

45 Seudo-Dionisio el Areopagita, 239.

46 M.-M. Davy, en Chevalier, 4, 167.

47 El Chicomóztoc, “siete cuevas”, mítico lugar de origen de los aztecas, corresponde al vientre materno.

48 M.-M. Davy, en Chevalier, 3, 385.

49 Chevalier, 2, 156.

50Ibid., 374.

51Odisea, libro I, 351.

52Auf den Knien meines Herzens.

53 Seudo-Dionisio el Areopagita, 239.

54 Tibón (1944), 117, 118.

55 Chevalier, 3, 389.

56Ibid., 3, 391.

57 Covarrubias (1611), apud Alonso, I, 511.

58 Artemidoro, 94.

59 Stekel, Die Sprache des Traumes.

60 Artemidoro, 91.

61 Artemidoro, 93.

62Cf. cap. I, nota 40.

63 Artemidoro, 96.

64Ibid., 97.

65Ibid., 99.

66 Artemidoro, 101.

67 La equivalencia onírica del ombligo con la patria tiene una relación directa con los pueblos que se autodefinían umbilicales, onfalocéntricos, o sea, omphalós, umbros, ambrones y con los topónimos onfálicos como Omphalion, Mediolanum, México, Cuzco, etcétera.

68Ibid., 99.

69La gran cabala del lotto, 103.

70 Así traduce un nahuatlato tlaxcalteca (Morales, 35); Anaya Monroy (1965), 50, hace derivar la primera sílaba de cuáhuitl, árbol. Dávila Garibi (1942), 161, refiriéndose a Coamilco, Oaxaca, traduce “en la sementera de la serpiente” (cóatl).

71 Tibón (1967), 22-28.

72 Molina, II, 153v.

73Ibid.

74 Garibay (1965), 108. El mismo autor atribuye la primera parte a fray Andrés de Olmos (ca. 1533) y la segunda (ca. 1543), a fray Marcos de Niza (ibid., 16).

75 Garibay (1940), 244.

76 Siméon, 431.