El otro lado - John Flader - E-Book

El otro lado E-Book

John Flader

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¿Hay vida después de la muerte? ¿Cómo podemos saberlo? Y si la hay, ¿qué clase de vida hay "al otro lado"? Los que creen en Dios suelen tener una cierta idea de lo que les espera, pero todos, creamos o no, buscamos más certezas. El autor explora hasta dónde alcanza la razón, recorre experiencias cercanas a la muerte –el túnel, la luz intensa, el regreso de la muerte–, las apariciones y la óptica de esperanza del cristianismo.

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John Flader

EL OTRO LADO

Qué pasa después de la muerte

EDICIONES RIALP

MADRID

Título original: Dying to live: Reflections on Life After Death

© 2022 by Connor Court Publishing

© 2022 de la edición traducida por GLORIA ESTEBAN

by EDICIONES RIALP, S. A.,

Manuel Uribe 13-15 - 28033 Madrid

(www.rialp.com)

Preimpresión y realización eBook: produccioneditorial.com

ISBN (versión impresa): 978-84-321-6244-2

ISBN (versión digital): 978-84-321-6245-9

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita reproducir, fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra.

A Ellie, diagnosticada de cáncer cerebral a los quince años.

Ella sí creía en la vida después de la muerte y la anhelaba fervientemente.

Murió con veinte años, el mismo día en que acabé de escribir este libro.

Descanse en paz.

ÍNDICE

PORTADA

PORTADA INTERIOR

CRÉDITOS

DEDICATORIA

PRÓLOGO

INTRODUCCIÓN

1. CERCA DEL FINAL

2. LA APUESTA

3. EL ALMA

4. EL ANHELO DE ALGO MÁS

5.¿EXISTE DIOS?

EL ORIGEN DEL UNIVERSO

EL PRINCIPIO ANTRÓPICO

EL ORDEN DEL UNIVERSO

EL ORIGEN DE LA VIDA

ORDEN Y PROPÓSITO EN LA NATURALEZA

EL ORIGEN DEL HOMBRE

EN RESUMEN…

6. ¿CÓMO ES DIOS?

7. EXPERIENCIAS CERCANAS A LA MUERTE

ESTUDIOS DEL DR. JEFFREY LONG

ESTUDIOS DEL DR. RAYMOND MOODY

TESTIMONIOS PERSONALES

8. DE ENTRE LOS MUERTOS

GUADALUPE (MÉXICO), 1531

FÁTIMA (PORTUGAL), 1917

ZEITOUN (EGIPTO), 1968

APARICIONES DESDE EL PURGATORIO

APARICIONES DESDE «EL MÁS ALLÁ»

UN PASO ADELANTE

9. JESUCRISTO

REFERENCIAS HISTÓRICAS ACERCA DE CRISTO

JESUCRISTO, DIOS Y HOMBRE

¿JESUCRISTO ERA DIOS?

10. LA BIBLIA

AUTORES DEL NUEVO TESTAMENTO

FIABILIDAD DE LOS TEXTOS BÍBLICOS

EVIDENCIAS ARQUEOLÓGICAS EN APOYO DEL NUEVO TESTAMENTO

11. LA IGLESIA

12. LA MUERTE

13. EL REPASO DE LA VIDA

14. EL CIELO

15. EL PURGATORIO

REFERENCIAS AL PURGATORIO EN LA BIBLIA

LA FE DE LA IGLESIA PRIMITIVA EN EL PURGATORIO

LA ENSEÑANZA DE LA IGLESIA

APARICIONES DESDE EL PURGATORIO

16. EL INFIERNO

EL INFIERNO EN LAS ESCRITURAS

EL INFIERNO EN LA ENSEÑANZA DE LA IGLESIA

EL INFIERNO Y EL ARREPENTIMIENTO DEL PECADO

LA EXPERIENCIA DEL INFIERNO

17. ¿QUÉ DEBO HACER?

UN DIOS DE AMOR Y MISERICORDIA

ARREPENTIRSE DE LOS PECADOS

PERDONAR A LOS DEMÁS

MÁS CERCA DE DIOS

AUTOR

PRÓLOGO

EL TIEMPO ES CORTO. Puede que a la mayoría de los lectores de este libro no les quede más que una cuarta parte de su vida, o quizá tan solo un diez o un cinco por ciento. Dado que los problemas más graves de salud afectan a la concentración, en muchos casos el final de la vida no suele ser la época ideal para una reflexión profunda. En teoría, el momento de repensar nuestras propias ideas acerca de la vida después de la muerte es ahora: esta semana, y no «dentro de unos años, cuando se acerque el momento».

Por desgracia, mucha gente llega al final de su vida con las mismas ideas que se forjó precipitadamente y a la ligera en la adolescencia, cuando la muerte aún le quedaba muy lejos. Esas ideas solían coincidir con los supuestos que la mayoría de la sociedad no ponía en cuestión: por ejemplo, que la muerte es el final y que la ciencia no ofrece ninguna evidencia de que exista algo más allá. Quizá sea cierto. Aun así, no deja de ser conveniente analizar la evidencia sirviéndose de la capacidad de reflexión que genera una larga experiencia de vida. Este libro expone la evidencia de la vida después de la muerte de un modo claro, riguroso y (como podrá comprobar el lector convencido de la urgencia del tema) conciso, sin dilaciones.

Las razones para creer en la vida después de la muerte proceden de tres vectores convergentes. En primer lugar, contamos con la evidencia directa de quienes han tenido experiencias cercanas a la muerte, así como de las supuestas apariciones de personas ya fallecidas. En segundo lugar, la reflexión filosófica sobre la naturaleza de la mente apunta a que la mente es la clase de cosa que podría tener (y, de hecho, tiene) una existencia independiente e inmortal. En tercer lugar, la inmortalidad forma parte de la doctrina cristiana en su conjunto, la cual cuenta a su vez con el apoyo de toda una serie de evidencias que van desde los argumentos a favor de la existencia de Dios hasta los textos de las Escrituras.

Lo que sí puede resultar sorprendente es que a lo largo de los años de vida del propio lector la evidencia a favor de la vida después de la muerte se ha visto considerablemente reforzada, y en las tres dimensiones citadas.

En torno a 1950 el espiritismo y sus esperanzas de escuchar voces procedentes «del otro lado» en el transcurso de sus sesiones han quedado desacreditados. Lo mismo ha ocurrido con toda expectativa de adhesión a las teorías de la reencarnación. Por aquel entonces los relatos que existían de experiencias cercanas a la muerte eran solo anecdóticos. No obstante, en las décadas siguientes —tal y como describe el autor con fascinante detalle— la medicina moderna aportó sus propios medios. Los avances médicos han logrado que muchos pacientes puedan regresar «del umbral» después de un infarto y contarnos su experiencia. Algunos médicos atraídos por este fenómeno han dedicado recursos a recopilar, documentar y estudiar miles de testimonios, y han hallado muchos puntos en común entre ellos. Hoy nos hallamos en los inicios de una visión propiamente científica de un aspecto de la realidad que hace solo unas décadas ni siquiera éramos capaces de sospechar.

También en torno a 1950, en el campo de la psicología y la filosofía de la mente se impuso la ortodoxia conductista, que mantenía que el cerebro es un complejo sistema de estímulo-repuesta carente de algo propiamente mental: no existía «fantasma en la máquina». Los filósofos de la mente ignoraron la visión —tan bien descrita en este libro— de pensadores antiguos como Aristóteles, Avicena y Tomás de Aquino, que eran conscientes del problema que entrañaba conciliar el conocimiento comprensivo con una noción materialista de la mente. A mediados de siglo una filosofía de la mente simplista trajo consigo temerarias promesas de una inteligencia artificial equivalente a la humana en años venideros. No obstante, en las décadas siguientes la historia de la psicología, las ciencias cognitivas y la inteligencia artificial han sido testigos de numerosas rectificaciones al respecto. Ha quedado demostrado lo difícil que es imitar el razonamiento. Y lo más difícil de imitar es precisamente el conocimiento comprensivo: basta un poco de experiencia con los fallos que comete el traductor de Google para comprobar su sorprendente capacidad de procesar datos y su nula capacidad de comprensión lingüística. Por otra parte, también se ha puesto de manifiesto el serio escollo que supone la conciencia, nada fácil de explicar en términos materialistas. Hoy la filosofía de la mente es muy distinta y mucho menos displicente con quienes defienden la naturaleza singular y posiblemente espiritual de la mente.

Fueron muchos los intrépidos científicos de los años 1950 que se creyeron en condiciones de crear inteligencia dentro de una máquina y vida dentro de un tubo de ensayo, borrando de este mundo de un plumazo tanto la mente como a Dios. Les habría sorprendido mucho saber que el desarrollo de la física iba a aportar argumentos a favor de la existencia de Dios (¡¿la física?! Et tu, Brute?). En contra de todo lo esperado, se ha venido comprobando cómo las constantes del universo están “finamente ajustadas”: el universo solo podría haber desarrollado planetas capaces de albergar vida con valores de los números básicos —como la constante de la fuerza de la gravedad— extremadamente cercanos a sus valores reales. Y “extremadamente cercanos” no significa en un pequeño porcentaje: significa una corrección de algo así como uno entre 10 elevado a 40. Datos tan asombrosos como estos aparecen expuestos con toda claridad en este libro. ¿Coincidencia? Toda la metodología de la estadística moderna descarta, por inverosímiles, las teorías que necesitan ser explicadas por acumulación de coincidencias. Quizá haya futuros desarrollos de la física que arrojen nuevas luces sobre este tema, pero hoy por hoy, en el año 2022, el estado de la física hace improbable la teoría de un origen fortuito del universo o —si vamos al caso— de un origen fortuito de la vida.

En cuanto a los textos de las Escrituras, la otra evidencia del cristianismo, las cosas están más claras que en 1950. En aquella época los estudios bíblicos seguían bajo la influencia de la “alta crítica” alemana del siglo anterior, que mantenía que la mayor parte del relato evangélico fue elaborado por la primera comunidad cristiana para justificar su adhesión a la fe. A día de hoy nuestra experiencia en la interpretación de los textos ha mejorado mucho. Se ha ido haciendo cada vez más evidente que los evangelios se acercan mucho a lo que cabría esperar de unos reporteros bien informados sobre los sucesos ocurridos unas décadas antes.

De ahí la pertinencia de aunar todo ese conocimiento: una pertinencia justificada tanto por la nueva situación del conocimiento como por las necesidades de quienes se preguntan por una cuestión tan apremiante como la de la vida después de la muerte y no tienen tiempo que perder. A esos lectores John Flader les ha hecho un inmenso favor.

Ahora vuelve la página y léete el libro.

No lo dejes para más adelante. Estoy seguro de que lo que vas a descubrir te dejará gratamente sorprendido.

JAMES FRANKLIN

Profesor Honorario de Matemáticas y Estadística

Universidad de Nueva Gales del Sur (Sidney)

Autor de Corrupting the Youth: A History of Philosophy in Australia

INTRODUCCIÓN

ESTE LIBRO NO HA SIDO IDEA MÍA. Surgió a instancias de un amigo que me sugirió escribir un libro dirigido a quienes se están acercando al final de la vida y se preguntan qué sucede después de la muerte. Mi amigo se refería en particular a personas que no profesan ninguna religión o que no creen en Dios; o, al menos, a las que no practican activamente la religión que quizá practicaron en su día. En concreto pensaba en la gente que se va haciendo mayor y se pregunta sobre la vida después de la muerte. Mi libro debería ofrecer respuestas a las preguntas que tantos se plantean: ¿hay vida después de la muerte? ¿Cómo podemos saberlo? Y, en caso de que haya vida, ¿de qué clase de vida se trata?

No obstante, los que se acercan al final no son únicamente personas mayores. También hay muchos jóvenes —e incluso muy jóvenes— con enfermedades terminales que se hacen las mismas preguntas.

Y, evidentemente, no solo existe gente sin credo religioso. Los seguidores de una religión —sea cual sea— suelen tener cierta idea de lo que les espera, pero tal vez deseen respuestas más claras y una certeza mayor.

Así surgió este libro, y eso es lo que pretende: dar respuesta a esas preguntas acerca de la vida después de la muerte.

La sugerencia de mi amigo me entusiasmó. Al fin y al cabo, también yo me estoy acercando al final. Y, por otra parte, llevo muchos años reflexionando sobre este tema, y he leído mucho y escrito bastantes artículos al respecto. Además, conozco a muchísima gente que se hace estas preguntas e ignora las respuestas.

La síntesis del libro es muy sencilla. Partiendo del supuesto de que la mayoría de los lectores no pertenece a ninguna religión o no cree en Dios, comienza abordando aquello que somos capaces de conocer mediante nuestra sola razón para demostrar que la vida después de la muerte tiene que existir, lo creamos o no. Y, recurriendo sobre todo a argumentos extraídos de los hallazgos contemporáneos acerca del universo, se aborda el tema de si existe un Dios con el que nos encontraremos «al otro lado».

Un capítulo clave es el que trata de eso que se ha dado en llamar experiencias cercanas a la muerte (ECM), en las que alguien ha sufrido un traumatismo grave —acompañado por lo general de un paro cardiaco— y, estando inconsciente, ha sentido cómo el alma abandonaba el cuerpo y pasaba de uno u otro modo por determinadas fases: entre otras, la del alma flotando sobre el propio cuerpo y observando lo que sucede más abajo; atravesando un túnel en dirección a una luz brillante y teniendo una experiencia del cielo; contemplando toda su vida en un solo instante; y, en algunos casos, viviendo una experiencia del infierno. Todo lo cual apunta a la existencia de varios estados de la vida después de la muerte.

A continuación, pensando en quienes dicen que nadie ha regresado de entre los muertos para contarnos nada, nos detenemos en algunos casos en los que una persona sí ha regresado de entre los muertos y ha aparecido en la tierra para contarnos algo.

Dado que todas estas experiencias son totalmente compatibles con la noción cristiana de la vida después de la muerte, nos parece más que razonable analizar la visión del cristianismo, que a lo largo de los últimos dos mil años ha ido desarrollando un amplio cuerpo doctrinal. De ahí que en el libro se analicen los principales aspectos de la vida después de la muerte desde esta perspectiva. Como es lógico, nadie espera que el lector se convierta al cristianismo, ni tan siquiera que desee hacerlo.

Por último, sugerimos algunos medios que pueden ayudar al lector —sean cuales sean sus creencias religiosas— a prepararse para afrontar su propia muerte esperanzado y con confianza.

A fin de cuentas, la pregunta acerca de la vida después de la muerte es una de las más importantes que cualquiera puede plantearse, ya que guarda conexión con el propósito y el significado de la vida. La respuesta que le demos determina nuestra vida aquí… y allá. Puede significar la diferencia entre vivir con miedo, aterrados por lo que sucederá cuando muramos, o anhelarlo con alegría y esperanza. De hecho, eso es lo que en este mundo marca la diferencia. Y es algo que no solo afecta a nuestra propia vida, sino a las vidas de los que nos rodean.

A un amigo al que le hablé del libro que estaba escribiendo le entusiasmó la idea. Me comentó que la mayoría de los amigos que conservaba del colegio —un colegio cristiano— había abandonado la religión o la fe en Dios; algunos padecían una enfermedad en fase terminal y no estaban demasiado preparados para lo que les esperaba. Y me pidió varios ejemplares del libro en cuanto estuviera publicado para poder regalárselos.

Luego me habló de su padre, cuya vida quedó totalmente transformada gracias a alguien que sí sabía adónde iría después de morir. El padre de mi amigo era uno de los cirujanos más reconocidos de Sidney y cirujano honorario de dos importantes hospitales. Su prestigio le valió el puesto de jefe del equipo de médicos especialistas disponible en todo momento en caso de que alguna persona ilustre como la reina de Inglaterra o el presidente de Estados Unidos visitara Sidney. Aunque se había formado en el congregacionalismo y antes de ir a la universidad asistía a un colegio de la Iglesia de Inglaterra, no mantenía ninguna relación personal con Dios.

A finales de la década de 1950, estaba llevando a sus tres hijos al colegio cuando hizo una parada en el hospital para visitar a un paciente al que acababa de operar. El hombre tenía un cáncer de estómago y no era probable que viviera mucho más. Al volver al coche después de la visita, sus hijos lo vieron tan conmovido —algo nada habitual en él— que le preguntaron qué había pasado.

Su padre les contó que, al entrar en la habitación, su paciente dejó a un lado el periódico y lo saludó con una amplia sonrisa.

—Doctor —le dijo—, ya sé que esto no se suele hacer, pero quiero que sea sincero conmigo y me dé alguna pista de cuánto me queda de vida.

No sin ciertos titubeos, el médico le contestó que probablemente entre seis y doce semanas, un plazo variable según las circunstancias.

El paciente sonrió abiertamente y le dio las gracias, como si la noticia le hubiera tranquilizado. El médico se quedó atónito. Jamás había presenciado semejante reacción ante lo que él consideraba el equivalente a una sentencia de muerte. Estaba más acostumbrado a escuchar cosas del tipo: «Si Dios existe, que venga en mi auxilio y no permita que muera». Entonces le preguntó a su paciente a qué se debía tanto optimismo y su respuesta lo dejó perplejo:

—Es que yo sé adónde voy, doctor, y usted me acaba de dar un plazo; así que ahora puedo dejarlo todo arreglado y prepararme para el encuentro con mi Creador.

El médico se quedó tan impactado que a partir de entonces tanto él como su mujer empezaron a cuidar su relación con Dios. Al poco tiempo asistieron a una celebración evangélica presidida por Billy Graham en la que se comprometieron con Jesucristo. El médico —que acabó siendo anciano de la Iglesia presbiteriana— y su mujer comenzaron a madrugar todos los días para leer la Biblia y hacer un rato de oración en silencio. Esa fe renovada tuvo un efecto imperecedero en sus hijos y en muchas otras personas.

De modo que… sí: la pregunta de qué ocurre cuando morimos es sumamente importante. Este libro pretende arrojar luz sobre la cuestión basándose en la razón, en la experiencia humana y en lo que Dios mismo nos ha dicho. Confío en que el lector encuentre respuestas a sus preguntas y pueda afrontar su muerte esperanzado y sereno.

1. CERCA DEL FINAL

CUANDO UNO LLEGA A MI EDAD —nací en los años 40 del siglo pasado—, dedica mucho tiempo a asistir a funerales. A veces son de gente más joven, pero lo normal es que se trate de personas que rondan la misma edad que tú: amigos, familiares, colegas y conocidos… Personas en lo que se llama el «crepúsculo» de sus vidas.

Así es la vida… y así es la muerte. Al mismo tiempo, eso se traduce en que te vas quedando sin amigos, además de sin pareja para el tenis, el golf, la pesca o el bridge. Por supuesto, siempre podrás leer, ver la televisión, dedicarte a la jardinería o a alguna labor benéfica, cosas que también pueden resultar muy enriquecedoras.

En esta etapa de la vida tus pensamientos van derivando en preguntas cada vez más profundas, y quizá más inquietantes. ¿Cuándo me tocará a mí? ¿Cuándo ese funeral será el mío, y mi familia y mis amigos los que lloren? ¿Dejo bien situados a los que se quedan aquí? ¿Costará mucho despedirse? ¿He perdonado a quien me hizo daño hace tanto tiempo? ¿Me he reconciliado con ese hermano o con esa hermana, o incluso con ese hijo o esa hija a los que llevo tantos años sin ver y sin saber nada de ellos?

Plantearse todas estas cosas resulta inquietante, pero hasta cierto punto no es nada problemático: al fin y al cabo, no hay por qué preocuparse de lo que pasará cuando uno muera. Siempre habrá alguien que se encargue de las cosas.

Tus pensamientos se dirigen también hacia tu pasado más lejano y hacia toda tu vida: tu infancia, tus primeros años de vida en familia, tu primer amor, tus años de colegio, tus numerosos éxitos. Y luego hacia la etapa que siguió al colegio: más estudios, tu trabajo, tu matrimonio, tus hijos, tu época de madurez y tus últimos años. Muchos recuerdos felices, y tal vez algunos tristes y hasta inquietantes. Una vida bien vivida e, inevitablemente, algún remordimiento. Lo normal.

Y hay también otras preguntas más filosóficas. El carácter único de tu vida: una vida solo tuya, con tu familia, tus talentos y tus relaciones con los demás. ¿Y por qué existo? ¿Por qué ha dado mi vida las vueltas que ha dado? ¿Ha sido cosa del azar o del destino, o no podía ser de otra manera? Después de todo, ¿tiene la vida un significado? ¿O solo soy un corcho zarandeado por las olas del destino, condenado a hundirse algún día en el fondo del océano para no volver a aparecer jamás?

Seguro —pensarás— que la vida tiene que ser algo más que eso. No puede estar totalmente desprovista de sentido. Algún significado debe tener, alguna finalidad, al menos en lo concerniente a tus relaciones con los demás. Al fin y al cabo, alguna huella habrás dejado en las personas que has tratado a lo largo de los años. Para muchas será una suerte haberte conocido. O, al menos, eso esperas… ¿Seguirás viviendo de un modo u otro en su memoria y en la ayuda que les has prestado?

Y, si ampliamos el panorama, ¡qué pequeña es la humanidad entera —y no digamos cada individuo— de este diminuto planeta llamado Tierra, perdido en una galaxia más de los cien mil millones de galaxias del vasto universo! ¿Todo esto no es más que un accidente? ¿Cómo empezó? ¿Y cómo ha llegado a ser lo que es? ¿Por qué hay en él tanto orden, tanto propósito, tanta belleza? ¿Existe quizá un creador, alguien autor del diseño?

Por otra parte, ese individuo singular que somos cada uno de nosotros es de alguna manera especial. No somos meramente un animal superior, un poco más inteligente que los primates más desarrollados. De hecho, somos capaces de pensar, de hacer planes de futuro, construir casas, escribir poesía o componer música… En nosotros, los seres humanos, hay algo especial que nos diferencia del resto de criaturas vivientes.

Y luego están todas esas preguntas tan decisivas que empiezan a apoderarse cada vez más de nuestros pensamientos y en las que tal vez preferiríamos no pensar. Pero no desaparecen. La pregunta más importante es muy sencilla: ¿qué hay al otro lado? ¿Existe la vida después de la muerte? ¿O bien con la muerte se acaba todo y uno sencillamente deja de existir? ¿O quizá te duermes para siempre y no vuelves a despertar jamás?

¿Es posible que exista un Dios que haya creado el universo y te haya creado a ti, un Dios con el que te encontrarás algún día? ¿Existe —como creen muchos— un juicio en el que todo saldrá a la luz y no tendrás dónde esconderte? Por otro lado, ¿es posible la existencia de ese estado de inmensa dicha junto a Dios al que la gente llama cielo? Y, si existe un Dios, ¿qué clase de Dios es?

Todas estas preguntas te asaltan constantemente, y no tienes más remedio que afrontarlas. Puedes apartarlas o puedes huir de ellas por temor a las respuestas. Pero no desaparecerán. La realidad está ahí. Si existe la vida después de la muerte o no. Si seguirás existiendo, consciente de lo que te rodea, o si dejarás de existir definitivamente. Si existe o no existe Dios. Es mejor no evitar el tema por si más adelante, cuando ya es demasiado tarde, descubres que estabas equivocado.

El objetivo de este libro es explorar estos temas acompañando tus reflexiones sobre la línea de meta de tu vida. No pretendo imponerte nada: tu opinión y tu libertad me merecen todo el respeto. Me gustaría que este libro solo fuera una conversación sosegada en la que tú preguntas acerca de estos temas tan importantes y yo intento responder.

Y te responderé desde la razón, desde lo que ha quedado corroborado por la experiencia de mucha gente a lo largo de los siglos. Después de todo, este enfoque permite hallar lo que considero respuestas convincentes a las preguntas más profundas sobre la vida y la muerte. Creo que merece la pena valorar estas respuestas, aunque quizá no coincidas con todas ellas. Puede que al menos te ayuden a entender mejor las cosas y a formarte tu propio juicio.

Quizá nuestra conversación se asemeje a la que mantuve hace tiempo durante un viaje en avión con un joven y amable recién casado que se declaraba ateo. Nos pasamos la hora y media que duró el vuelo a otra ciudad charlando tranquila y amigablemente. Una de las preguntas que el joven me planteó fue esta: «¿Qué piensa usted de la vida después de la muerte?». Sin dudarlo un momento, le contesté: «¡Que la estoy deseando!». El cinturón que el joven llevaba abrochado le impidió pegar un bote en el asiento, pero sospecho que nunca había escuchado algo semejante. Lo cierto es que a lo largo de los años yo sí he pensado mucho en ello y he encontrado respuestas que me parecen convincentes. Y es verdad que la deseo. Creo que la mayoría de nosotros debería hacerlo o, al menos, tener la esperanza de alguna clase de existencia feliz después de su muerte.

Mientras bajábamos del avión y caminábamos hacia la terminal, el joven me dio las gracias por la conversación, con la que —según él— había disfrutado tanto como yo. Y añadió: «Pero no estoy de acuerdo con nada de lo que ha dicho usted».

Pues estupendo.

2. LA APUESTA

YA HEMOS HABLADO en el capítulo anterior de la importancia de preguntarse si hay vida después de la muerte. Es una pregunta sumamente importante. Aunque son muchos los que viven dejándola para más adelante, es inevitable que vuelva a presentarse a medida que uno se va acercando al final, y esta vez con una urgencia mucho mayor. ¿Hay vida después de la muerte o no? ¿Existe o no existe Dios? En realidad, se trata de hacer una apuesta. Uno puede apostar por la existencia de Dios y de la vida después de la muerte, o puede no apostar por ella. De las dos apuestas una es la ganadora. Y en esa apuesta te lo juegas todo. Si al otro lado no hay nada, no pierdes nada, porque no hay nada que perder. La vida se acaba, y punto. Pero, si hay vida después de la muerte y tú apuestas por que no, es mucho lo que pierdes. Se trata de una apuesta que no te puedes permitir perder. Te juegas demasiado.

Ya en el siglo XVII, Blaise Pascal (1623-1662), el célebre matemático, físico, inventor y filósofo francés, planteó la cuestión de la apuesta a la que nos referimos. El texto de Pascal se dirige a sus contemporáneos escépticos con intención de ayudarles a reflexionar sobre la posibilidad —y las consecuencias— de apostar o no por la existencia de Dios y de una vida junto a Él después de la muerte. Este argumento, popularmente conocido como la «apuesta de Pascal», está recogido en sus Pensamientos. Merece la pena reflexionar sobre él. Lo resumimos a continuación.

O bien existe Dios —y la vida después de la muerte—, o bien no existe. Pascal afirma que la razón no es capaz de decidirse por una u otra cosa. Y lo afirma así porque en este caso su público son los escépticos, que defienden que con la sola razón no podemos conocer la existencia de Dios. (En realidad —como veremos más adelante—, la razón humana sí es capaz de saberlo. Pero por el momento sigamos con Pascal…).

La vida humana, por lo tanto, se asemeja a un juego cuyo desen­lace consiste en si existen o no existen Dios y la vida después de la muerte. Es como lanzar una moneda al aire y que salga cara o cruz. Cara significa que sí existe Dios y que, en caso de haber tenido una buena vida y una buena muerte, vivirás feliz con Él en una dicha inefable. Cruz significa que Dios no existe y que tu vida ha llegado al final. Uno tiene que apostar y decidir cómo quiere vivir. No hay otra opción: es decir, antes o después morirás y tendrás que vivir con las consecuencias de tu elección.

A esto se podría añadir que, en realidad, todos hemos hecho ya nuestra apuesta. Muchos creen en Dios y procuran vivir conforme a ello, esforzándose por llevar una vida moralmente recta. Otros creen que Dios no existe y no les preocupan ni la moral ni lo que sucederá cuando mueran. Simplemente, dejarán de existir: eso piensan… y eso esperan. Algunos, sin embargo, «van a lo seguro» y procuran vivir honestamente «por si acaso».