El Papa, el peronismo y la fábrica de pobres - Loris Zanatta - E-Book

El Papa, el peronismo y la fábrica de pobres E-Book

Loris Zanatta

0,0

Beschreibung

"El problema para Bergoglio y para la cultura económica del catolicismo argentino es la prosperidad. Mientras la pobreza preserva la pureza moral y la religiosidad del 'pueblo', la prosperidad lo corrompe, lo seculariza". Este breve libro es un largo viaje en busca de las raíces culturales de la decadencia económica argentina, raíces que se hunden en la historia religiosa. De la Biblia al papa Francisco, de la cristiandad hispana al peronismo, la pregunta es si existe un vínculo entre pobreza y catolicidad o, al menos, el tipo de catolicidad que se afirmó en Argentina. Si el desarrollo económico no está inhibido por prejuicios teológicos, si el libre comercio no está frenado por tabúes morales, si la creación de riqueza no está obstaculizada por el culto a la "santa pobreza", si la enorme influencia de la Iglesia y de sus autoridades no alimenta la fábrica de pobres. La autarquía y el pauperismo, el paternalismo y el asistencialismo, el familismo y el clientelismo no son baches del camino, sino el fruto coherente de estos presupuestos culturales. Por lo tanto, no es casualidad que el triunfo de la "nación católica" y de la hegemonía ideológica de su vehículo secular, el peronismo, causaran el progresivo declive económico de Argentina. ¿Qué deducir? Que sólo un cambio cultural profundo permitirá el despegue. Un cambio capaz de romper la simbiosis entre economía y teología. No hay giro histórico en el plano material que no esté precedido por una revolución ideal.

Sie lesen das E-Book in den Legimi-Apps auf:

Android
iOS
von Legimi
zertifizierten E-Readern
Kindle™-E-Readern
(für ausgewählte Pakete)

Seitenzahl: 102

Das E-Book (TTS) können Sie hören im Abo „Legimi Premium” in Legimi-Apps auf:

Android
iOS
Bewertungen
0,0
0
0
0
0
0
Mehr Informationen
Mehr Informationen
Legimi prüft nicht, ob Rezensionen von Nutzern stammen, die den betreffenden Titel tatsächlich gekauft oder gelesen/gehört haben. Wir entfernen aber gefälschte Rezensionen.



Loris Zanatta

El Papa, el peronismo y la fábrica de pobres

Diseño de colección: Enric Jardí Soler

Diseño de portada: Osvaldo Gallese

© 2023. Libros del Zorzal, SL

España

<www.delzorzal.com>

978-84-19496-70-6

Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, por cualquier medio o procedimiento, sin la autorización previa de la editorial o de los titulares de los derechos.

Impreso en España / Printed in Spain

Índice

Prólogo | 5

Bergoglio y yo | 9

Tantos pobres, tantos católicos | 24

Cuando la economía era teologíaPíldoras de historia | 30

De la Biblia a la “nación católica”Cómo la economía no se emancipó de la teología | 37

La economía católica de la nación católica | 52

Los teólogos del pueblo y la decadencia argentina | 63

La “economía de Francisco” y la “fábrica de pobres” | 72

Prólogo

Fernando Iglesias

Conocí a Loris Zanatta en la estación de Roma Termini. Mientras hacía tiempo esperando una combinación de trenes (todas las ferrovías conducen a Roma Termini), me topé con su clásico La nación católica en un anaquel de la enorme librería de la estación, y ya no pude detenerme. Con esa prosa elegante, típicamente italiana, hecha de frases breves y precisas que tienden a interpelar directamente al lector, tan ajena a las pretensiones proustianas del canon nacional, el libro de Loris describía, con amplio despliegue de conocimiento histórico, un aspecto crucial de la construcción del fracaso argentino que hasta entonces yo había ignorado: el decisivo rol de la Iglesia católica en nuestra decadencia. Con el tiempo, llegaron sus otros libros, algunas cenas con amigos comunes en sus visitas a Buenos Aires y una amistad que se fue armando de a poco, y de la que terminó siendo episodio fundamental mi participación como alumno en la Maestría en Relaciones Internacionales de la Universidad de Bolonia, de la que Loris es profesor y director, y que culminó con su amable pero implacable dirección en la elaboración de mi tesis.

Entre Bolonia y Buenos Aires, entre sus extraordinarias clases de historia latinoamericana, excursiones comunes por estas pampas de Dios y visitas a su departamento boloñés atestado de libros y gatos, se fue construyendo un diálogo que, creo y espero, profundizó y potenció nuestras percepciones de la realidad argentina. Tengo sobre Loris la ventaja de la cercanía que da el haberme criado en la tradición sobre la que escribo, además de la participación directa en los sucesos que me da mi condición de diputado. Por eso me parece tan interesante la mirada de Loris, que tiene sobre mí las ventajas opuestas. Una, espacial: la de la distancia, que le permite observar nuestro país desde la tradición italiana, que tiene fuertes puntos de contacto, pero es, también, muy diversa. Otra, temporal: la ventaja del tiempo histórico. Precisamente por no ser un actor directo del drama y dedicarse al oficio de historiador, su visión sobre nuestras desgracias posee una respiración de largo plazo de la que carece la mía. En pocas palabras, yo intento poner la lupa sobre hechos evidentes y bien conocidos, pero subestimados o invisibilizados por el abrumador sesgo peronista que rige sobre la información argentina. Con los ojos de Loris, en cambio, se observa lo pequeño y cercano de los sucesos argentinos con el gran lente de los procesos históricos universales y desde una perspectiva no sólo política, sino también, principalmente, cultural.

Nos une, además, un origen similar. Hijos de una familia comunista, él, y de una familia dividida entre el peronismo y el comunismo, yo, adoptamos un camino similar que nos llevó a la crítica racional y liberal de las religiones catocomunista y catoperonista que infestan los hábitos y los modos de razonamiento de los países en los que vivimos. A las tesis zanattianas enunciadas en La nación católica, ya suficientemente demostradas por la realidad, apenas les faltaba una demostración apocalíptica: la que sólo podía brindar un Papa peronista. Y entonces apareció Bergoglio. Como surgido de un algoritmo zanattiano, el primer Papa latinoamericano tenía que pertenecer a las huestes de Perón y, una vez en Roma, adoptar modelos de conducta menos cercanos a las tradiciones vaticanas que a los hábitos del General en Puerta de Hierro. Este libro de Loris recoge a la vez con espanto y fascinación la confirmación de todas sus tesis: la alianza rediviva entre la Cruz y la Espada, el apoyo pontificio a la vasta runfla peronista, las idas y venidas de la nutrida claque de traficantes de incienso y delegados sin designación oficial que se adueñó del trayecto Roma-Buenos Aires para delicia de Aerolíneas y Alitalia.

Ya he mencionado lo esencial de la visión que Loris ha expresado siempre y perfecciona en este libro: la perspectiva de largo plazo de un historiador que observa la Argentina con el lente de la universalidad y los grandes ciclos históricos. Pero no es todo. El análisis de Loris —un constructivista convencido de que la cultura desempeña el rol determinante en la historia— rastrea en profundidad la relación entre las creencias religiosas y políticas con la economía, a la manera de un Max Weber del siglo xxi, y si bien su análisis se enfoca decididamente en nuestro país y su espantoso fracaso, no deja de hacerlo en el marco regional y continental, iluminando toda una serie de situaciones comunes a la América Latina y, en menor medida, a todos los países latinos, altamente influenciados por la Iglesia y la cultura católicas. Entre ellas, la rara circunstancia de que América Latina, el continente con mayor proporción de católicos en el mundo, sea también la región más desigual, injusta, corrupta y violenta del planeta. Algo sobre lo que el Papa peronista, simpatizante del castrismo y el chavismo, debería, tal vez, reflexionar.

A la habitual amplitud de su visión, Loris le suma en este libro la dimensión multicausal y multidisciplinaria de sus observaciones. Súmense una cultura crecida en la periferia de los Borbones y apuntalada por el pobrismo buenista católico, otórguensele las armas de la Cruz y de la Espada, instálese un partido dotado de un aparato de propaganda de tintes goebbelianos enormemente eficiente en hacer creer que los mejores días fueron, son y serán los gobernados por su líder supremo, y se obtendrá la receta perfecta para la miseria y la degradación de un país: la fábrica de pobres. A desentrañar las relaciones entre aquellos polvos y estos lodos, entre causas y consecuencias, está dedicado este iluminante texto zanattiano, que combate en el campo intelectual contra décadas de destrucción de la racionalidad por parte del catopopulismo. Quienes lo lean desde el mirador de la historia descubrirán nuevos hallazgos acerca de las relaciones entre un pasado regido por los principios del catolicismo y un presente invadido por el atraso y la miseria. Quienes se interesen por los vínculos estructurales entre la cultura, la economía y la política obtendrán descripciones precisas sobre la concatenación entre estos factores. Quienes busquen argumentos para el debate estarán felices de encontrar tantos y tan buenos. A todos, les deseo una fructífera lectura.

Bergoglio y yo

Nada me vincula a la Iglesia, a los jesuitas, a Bergoglio, pero quizá no sea casualidad que haya terminado estudiándolos. La religión me atrae, y en ella encuentro la mejor clave para entender la historia. Además, ¡soy italiano! “No podemos dejar de llamarnos cristianos”, decía Benedetto Croce, un laico. Me guste o no, vale para mí también. Nací en una tierra anticlerical, Romaña, de un país católico, y el anticlericalismo es más fuerte allí donde el clericalismo ha sido más arraigado y poderoso. Pregúntenles a los españoles o a los mexicanos. Súbditos durante siglos de los Estados de la Iglesia, del poder secular de los Papas, se entiende que los romagnoli tuvieran el diente envenenado con el clero. De hecho, la planta republicana, la más laica de la política italiana, creció allí lozana. Y la socialista también. Por eso el padre de Mussolini, nacido en esos pagos, lo llamó Benito, en honor a Juárez, que en México había golpeado la asfixiante herencia de la cristiandad hispana.

En realidad, no estoy tan apegado a mi tierra natal. No he vivido mucho allí; los recuerdos no son exaltadores. Pero ¿quién sabe cómo suceden ciertas cosas? Puede que haya absorbido algo de su tradición. Eran los años sesenta y la Iglesia aún marcaba los tiempos de la vida pública, y seguramente la de alguien que, como yo, nació en el seno de una familia modesta de origen rural todavía muy reciente. ¡Los niños se bautizaban porque sí! Las bodas, frente al cura, por supuesto. Igual los funerales. Las mujeres, a la misa; los hombres, no tanto. Recuerdo procesiones con velas en mano por las calles de Forlì, mi ciudad. Jugábamos al fútbol en el oratorio, a la sombra del campanario. Era lo que había. Durante un tiempo, fui al jardín de las monjas. Les tenía miedo, lloraba, y me mandaban a mirar las gallinas del patio. Incluso fui monaguillo. Debía tener 5 años. Recuerdo el olor a incienso: me sentía importante dentro de la túnica.

Entonces todo cambió rápidamente, y la Iglesia desapareció de mi vida cotidiana y de mi horizonte. Son cosas de la vida y de un mundo que se secularizaba a la velocidad de la luz. Nada de primera comunión ni de matrimonio ante el altar. Nada de bautismo para mi hijo. Para mi madre, empleada, y para mi padre, obrero, la fe era fe en el partido. ¡El Partido Comunista, por supuesto! En Italia, era una cosa seria, popular, llena de dogmas y rituales, fiestas y tradiciones: te seguía desde la cuna hasta la tumba. Como la Iglesia, después de todo, aunque eso lo entendí mucho después.

Con Argentina y Bergoglio, todo esto no tendría nada que ver si el azar no hubiera metido la mano. Fue el caso, de hecho, a menos que uno crea en el destino, lo que me hizo cruzar el océano y orientar mis estudios hacia el tema religioso. Desde 1989, me he convertido gradualmente y a mi manera en un “especialista” en historia eclesiástica argentina. Durante una década, puse todo mi empeño en ello. ¡Cuántas horas en buses de una parte del país a la otra! ¡Cuántos polvorientos archivos diocesanos! ¡Cuántos viejos papeles de una historia en gran parte por escribir! En esos años, conocí a religiosos de todas las edades y lugares, simples sacerdotes y cardenales. Pedí documentos que unos, generosos, me brindaron, y otros, desconfiados, negaron tener.

¿Alguna vez me habré cruzado con Bergoglio? Me lo he preguntado desde que fue elegido Papa. Es probable. En la biblioteca del Centro de Investigación y Acción Social (cias), en Belgrano, donde pasé innumerables días, había un constante ir y venir de jesuitas. Supongo que él también pasaba por allí. La bibliotecaria, “la Gorda”, siempre se quejaba de los “padres”. ¡Era muy religiosa, pero más anticlerical que yo! Me gustaba ese lugar, la paz del barrio, el ambiente íntimo. Y me encantaban los estantes llenos de libros y revistas. Fue allí donde descubrí la dimensión intelectual del catolicismo argentino en todo su alcance, el elefante en el salón que la historiografía secular no veía. Fue una inmersión profunda en el universo cultural de la Iglesia, un duro aprendizaje para quien, como yo, trasladado a Bolonia en la edad de la escuela primaria, había abandonado el catecismo desde la primera clase. Sin embargo, no me costó ningún esfuerzo. A veces me irritaba y otras veces me chocaba, pero sobre todo me interesaba. Esta puerta, pensé, lleva lejos.

Me convencí aún más asistiendo a la Fundación G. Dossetti, en mi ciudad, el Instituto de Ciencias Religiosas dirigido en ese momento por Giuseppe Alberigo, una autoridad mundial. Fue una experiencia importante, la que más me acercó al mundo eclesiástico y su costilla académica. Aprendí mucho o, al menos, me esforcé. Lo viví con un pie dentro y un pie fuera, atracción y repulsión mezcladas desde el primer día. No me gustaba la sutil mezcla de fe e investigación. Encontraba asfixiante la implícita pertenencia a una “comunidad”, su tendencia a invadir el ámbito privado. No era para mí. Pero los estímulos culturales llegaron, y ¡cómo! Bastaba con subir a los pisos de la biblioteca con el viejo montacargas: pasillos angostos y oscuros llenos de libros. Parecía estar en El nombre de la rosa.

Hacia el año 2000, la historia religiosa argentina terminó un tanto al margen de mis intereses. Había escrito lo que tenía que escribir, había exprimido el material recopilado. Era hora de emprender otra cosa, y así lo hice. Pero la reputación de estudioso de la Iglesia argentina me quedó en parte pegada, y de vez en cuando un artículo, una entrevista, una reseña la volvían a sacar a la luz. No me molestaba seguir cosechando algo de lo que había sembrado con tanto trabajo. Hasta marzo de 2013, hasta el fatídico día en que Bergoglio se convirtió en el papa Francisco. Todos recordamos dónde estábamos, qué hicimos, cómo reaccionamos.