El poder de la competitividad - Luis Rubio - E-Book

El poder de la competitividad E-Book

Luis Rubio

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Beschreibung

Esta obra está motivada por la urgencia de encontrar soluciones a los grandes y pequeños retos que nos aquejan y que erosionan la posición competitiva del país de manera sistemática. Sin empresas que tengan éxito y sin un entorno que lo haga posible, el país continuará rezagándose y el crecimiento económico será limitado. Existen varias salidas para que el país deje la atonía que lo caracteriza, y este estudio busca contribuir a encontrarlas.

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COLECCIÓN POPULAR655

EL PODER DE LA COMPETITIVIDAD

LUIS RUBIO • VERÓNICA BAZ

EL PODERDE LA COMPETITIVIDAD

CENTRO DE INVESTIGACIÓNPARA EL DESARROLLO, A. C.FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

Primera edición, 200Primera edición electrónica, 2015

Diseño de portada: R/4, Pablo Rulfo

D. R. © 2005, Centro de Investigación para el Desarrollo, A. C.Jaime Balmes, 11, Edif. D-2º piso; 11510 México, D. F.

D. R. © 2005, Fondo de Cultura Económica Carretera Picacho-Ajusco, 227; 14738 México, D. F. Empresa certificada ISO 9001:2008

Comentarios:[email protected] Tel. (55) 5227-4672

Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra, sea cual fuere el medio. Todos los contenidos que se incluyen tales como características tipográficas y de diagramación, textos, gráficos, logotipos, iconos, imágenes, etc. son propiedad exclusiva del Fondo de Cultura Económica y están protegidos por las leyes mexicana e internacionales del copyright o derecho de autor.

ISBN 978-607-16-3241-8 (ePub)

Hecho en México - Made in Mexico

ÍNDICE

Presentación, Edna Jaime Treviño

Introducción

I. El reto de la competitividad

II. ¿Qué es la competitividad?

Competitividad en una economía abierta

Competitividad y competencia económica

La competitividad, la productividad y el quehacer gubernamental

III. Reforma económica y competitividad: qué ha fallado

La lógica de las reformas

Qué ha fallado

IV. El problema económico en la actualidad

La urgencia de cambiar el rumbo

La caída de la productividad

Pérdida de las bonanzas económicas

Bono demográfico: lastre y oportunidad

¿Qué pasará si no hacemos nada?

V. Creando instituciones para la competitividad

Competitividad y competencia en sectores regulados

Competitividad y relaciones laborales

VI. El imperativo de seguir adelante

Reformas: la necesidad de una visión integral

Hacia un nuevo paradigma

La reforma del Estado

Reformas en materia económica

VII. El consenso sobre la competitividad

Competitividad: mitos y realidades

Hacia un consenso

VIII. Viendo hacia adelante

Bibliografía

PRESENTACIÓN

Sin empresas y sin empresarios, ningún país puede prosperar. Las empresas son el medio más eficiente que el ser humano ha concebido para generar riqueza, crear empleos, reducir la pobreza y, en conjunto, hacer próspero a un país. Pero, para ser exitosas, las empresas tienen que ser eficientes, productivas y competitivas. De hecho, la competitividad es lo que hace que una empresa pueda ser exitosa en el ámbito en que se desenvuelve. Y la competitividad es resultado de las condiciones del entorno, así como de la habilidad del empresario para distinguirse de sus competidores.

El tema de este libro es la competitividad, término que con frecuencia se mal entiende, porque se atribuye a un país, cuando en realidad corresponde a las empresas. Para que las empresas puedan competir exitosamente, la economía de un país debe ser altamente productiva. La productividad sí depende, en muchos sentidos, del actuar gubernamental en materia de infraestructura, educación y desarrollo tecnológico, así como de políticas públicas que promueven o impiden el crecimiento de la productividad, como son la política laboral, fiscal y regulatoria. De esta forma, mientras que la productividad de la economía se refleja en la capacidad de competir de las empresas, la competitividad depende de lo que éstas hagan.

El objetivo de este libro es analizar la problemática de las empresas mexicanas, sobre todo en lo que toca a las políticas públicas que contribuyen o impiden la competitividad de las empresas. Se trata de un libro didáctico y, a la vez, argumentativo, que define los temas, propone soluciones y aporta nuevas formas de entender un problema central del desarrollo del país. Sus autores, ambos investigadores del Centro de Investigación para el Desarrollo, A. C. (CIDAC), llevan años estudiando las empresas mexicanas y analizando las políticas públicas que emanan del gobierno. El libro que han preparado y que el lector tiene en sus manos constituye una aportación importante a la discusión que el país necesita abordar de manera seria y convincente.

Este libro fue posible gracias al patrocinio del Instituto Mexicano para la Competitividad, A. C., a cuyo presidente, el licenciado Valentín Díez Morodo, expresamos nuestro más amplio agradecimiento y reconocimiento.

También hacemos un reconocimiento al equipo de investigadores del CIDAC, en particular a Cesar Hernández, Guillermo Zepeda, Gabriela Campuzano y Roberto Blum, por sus valiosas contribuciones al texto.

El CIDAC es una institución independiente, sin fines de lucro. Su objetivo es contribuir con análisis, estudios y recomendaciones a una mejor formulación de políticas públicas y programas de desarrollo, así como aportar elementos de análisis que enriquezcan el debate e informen a la opinión pública en general sobre temas relevantes para el desarrollo del país.

El CIDAC cuenta con un patronato, responsable de la supervisión de la administración del centro y de la aprobación de las áreas generales de estudio. Sin embargo, las conclusiones de los diversos estudios, así como su publicación, son responsabilidad exclusiva de los profesionales de la institución. Los estatutos del centro establecen que:

El Patronato tiene como función primordial la de hacer posible la consecución del objetivo social, bajo las condiciones más favorables, salvaguardando en todo momento la independencia de criterio de los profesionales y de sus actividades de investigación y docencia, así como la de sus publicaciones. El Patronato conocerá y opinará sobre los proyectos de investigación que hayan concluido los profesionales del Centro, pero en ningún caso será su función la de determinar, controlar o influenciar el desarrollo ni el contenido de los proyectos de investigación o las conclusiones a que éstos lleguen.

En fin, con esta publicación esperamos contribuir a la transformación de las empresas mexicanas y, en particular, al marco de políticas públicas que pueden determinar su éxito o su fracaso.

EDNA JAIME TREVIÑODirectora general del CIDAC

 

Hay quienes ven la iniciativa privada como un blanco de tiro o como una vaca presta a ser ordeñada, pero son pocos los que la entienden como el fornido caballo que tira de la carreta.

WINSTON CHURCHILL

INTRODUCCIÓN

La competitividad es lo que permite a una empresa ser exitosa en el mundo en que se desenvuelve. Una empresa es competitiva cuando logra desarrollar productos y servicios cuyos costos y calidades son comparables o superiores a los de sus competidores en el resto del mundo. De aquí que la competitividad sea una característica de las empresas y que en un sector industrial o país puedan coexistir distintos grados de competitividad. A partir de esto, uno podría llegar a concluir que la competitividad es un asunto que sólo interesa y debe interesar a las empresas. Sin embargo, la realidad difícilmente podría ser más contrastante.

La competitividad de cada empresa depende de sus propias estructuras internas; es decir, de su organización y capacidad para producir de una manera tal que pueda elevar sus ventas y ganarle a sus competidores en distintos ámbitos. Sin embargo, hay una infinidad de factores externos que determinan su capacidad de competir. Una empresa puede ser la más productiva y tecnológicamente exitosa en su ámbito interno, pero si las condiciones externas le imponen diversos costos, su competitividad acaba siendo limitada. Para competir, las empresas requieren un entorno físico, legal y regulatorio que contribuya a reducir sus costos y elevar su productividad. Justamente son éstas las consideraciones que animan el texto que el lector tiene en sus manos. En un mundo globalizado, la capacidad de competir lo es todo, pues de esa capacidad se deriva la creación de riqueza, el crecimiento económico y, por lo tanto, la creación de empleos y la mejoría de los niveles de vida de una población. En la medida en que una sociedad es más productiva, su capacidad de competir será mayor; es por ello que hablar de competitividad implica necesariamente hablar de productividad.

La sociedad y el gobierno deben encontrar los medios y las condiciones para elevar la productividad del país en su conjunto y que esto a su vez contribuya a crear las condiciones para que las empresas puedan competir. Paul Krugman, economista norteamericano, afirma que “la productividad no lo es todo, pero en el largo plazo, la productividad es casi todo. La capacidad de un país de mejorar sus niveles de vida depende, casi enteramente, de su capacidad para elevar su producción por unidad de factor productivo”.* La pregunta para los mexicanos es qué habría que hacer para elevar la productividad general de la economía del país.

Además del enorme reto de elevar la productividad, el país enfrenta el desafío de transitar hacia una economía fundamentada en la creación de valor agregado, y abandonar paulatinamente la fabricación de productos poco diferenciados y cuya rentabilidad es cada vez menor. No poner en marcha cambios de fondo para emigrar hacia actividades más especializadas y con mayor valor implicaría condenar a la economía a permanecer en actividades donde la única ventaja es el precio de la mano de obra; actividades en las que, por cierto, cada vez somos menos competitivos. Solamente siendo más productivos y dirigiéndonos hacia la economía del conocimiento lograremos tener empresas competitivas.

El argumento de este libro es que la productividad de una economía y el entorno dentro del cual operan las empresas están determinados por factores como la educación de la población, la calidad de la infraestructura, la disponibilidad de servicios eficientes, la fortaleza del sistema legal y la estabilidad macroeconómica. Cuando la productividad de la economía es elevada, las empresas tienen un entorno que les permite competir con alta probabilidad de éxito. Por el contrario, cuando la productividad es baja, la capacidad de competir es irrisoria, como crecientemente ocurre en el país.

Aunque la productividad de la economía sea elevada, siempre habrá empresas exitosas y empresas fracasadas. Esto siempre ocurrirá, pero sin elevados niveles de productividad y sin la transición hacia la elaboración de productos y servicios de mayor valor agregado, la capacidad de competir será nula. El problema que el país enfrenta no es la carencia de información o de análisis sobre cómo pueden resolverse los problemas que lo aquejan. El problema radica en que no se ha encontrado la forma de poner en práctica las decisiones que permitan impulsar la capacidad competitiva de las empresas.

I. EL RETO DE LA COMPETITIVIDAD

Son éstos los días cuando debes dar todo de ti apenas para mantenerte a la par de los perdedores.

ROBERT ORPEN

EL PAÍS se encuentra hoy ante una encrucijada. No es la primera vez que enfrenta una situación semejante, pero hay una diferencia fundamental con el pasado. Mientras que en el pasado, cuando las cosas se ponían difíciles, las opciones potenciales para salir adelante eran de diversa índole, hoy las alternativas son tajantes. Antes había la opción, al menos en un sentido conceptual, de intentar avanzar hacia el desarrollo por medio de esquemas ortodoxos como los que habían seguido naciones como Suiza o Hong Kong, o de proyectos heterodoxos, como los que habían seguido algunas otras naciones del Sudeste Asiático. Aunque por distintos caminos, ambas avenidas parecían prometedoras. Hoy en día, con los cambios que el mundo ha sufrido en las últimas dos décadas, la dicotomía es muy clara y la alternativa una: o bien comenzamos a desarrollar las bases para que el país pueda triunfar en el mundo globalizado que nos ha tocado vivir, o nos quedamos condenados a depender de los vaivenes y altibajos de los mercados y los cambiantes gobiernos de la república.

Si uno ve para atrás, es impresionante lo que el país ha cambiado a lo largo de las dos últimas décadas. De una economía cerrada y protegida, la mexicana ha pasado a ser una economía abierta y, en lo fundamental, ha logrado salir adelante frente a una creciente competencia mundial. Aunque en ocasiones las dificultades para seguir adelante parecen inconmensurables, todo el mundo parece reconocer que, a pesar de la complejidad, no hay hacia dónde regresar. El pasado hace mucho que se perdió en el horizonte, pero eso no implica que el presente sea sostenible o que el futuro sea certero; por el contrario, lo único cierto es que habrá cambios de forma constante.

Nos encontramos en una situación de equilibrio inestable que hace pensar que, así como podemos dar el gran paso hacia el desarrollo, podemos regresar a una situación de estancamiento e inestabilidad. Lo que es seguro es que el país no se encuentra en condiciones adecuadas para enfrentar la creciente competencia que caracteriza al mundo y que parece elevarse día a día. A pesar de que la economía mexicana arroja cifras positivas en diversos rubros, algunos de ellos críticos para la estabilidad, su realidad se asemeja cada vez más al famoso comunicado de la Guerra Civil española en que se anunciaba que “el avance continuó todo el día sin que se hubiera perdido territorio”. La competencia es una lucha sin cuartel en un entorno que cambia permanentemente. Quien no se adapta con celeridad pierde terreno. Así, hemos llegado al punto en que nos medimos más por lo que no avanzamos que por los logros obtenidos.

Luego de décadas de disputas sobre la función de las empresas y los empresarios en el desarrollo económico del país, hoy prácticamente nadie duda del papel central que desempeñan. Más allá de las diferencias comunes sobre la política económica, al empresario se le reconoce como el creador de riqueza y el empleador que es. De hecho, en un país caracterizado por la juventud de su fuerza de trabajo, hay un consenso claro de que sin empleadores no hay empleos.

Pero del consenso sobre la importancia del empresario en la creación de empleos no sigue un acuerdo sobre la importancia y la urgencia de crear condiciones para que haya más empresarios y empresas, mejores oportunidades y, por lo tanto, más crecimiento y empleos. El mundo de la política y de los debates abandonó su desprecio por el empresario, pero no ha asumido las implicaciones y necesidades de una economía moderna que funciona en un entorno no solamente competitivo, sino cuyo dinamismo es tan intenso que el único patrón de comportamiento es el del cambio mismo. De esta manera, mientras que en sociedades como las del Sudeste Asiático, por citar el caso más evidente, todas las reformas se enfocan hacia la optimización de las condiciones en que operan las empresas, en México el empresario tiene que competir ocupándose también de los burocratismos, las corruptelas y las insuficiencias de la infraestructura.

Cualquiera que haya vivido en el mundo de la industria y los servicios en el país conoce la historia. La creación de una empresa toma meses; los bancos ven con suspicacia a quien requiere un crédito para hacer funcionar su negocio; con frecuencia las líneas telefónicas no están disponibles y su costo es mucho mayor que el de sus competidores en Asia o en los Estados Unidos; la energía eléctrica es cara y se distingue por sus continuos cambios de voltaje que afectan la maquinaria; las regulaciones en materia laboral y fiscal son complejas, contradictorias, costosas y difíciles de cumplir; los trabajadores suelen estar muy bien dispuestos y son capaces de inventar y mejorar procesos de producción, pero sus fundamentos educativos son pobres y no les ayudan a agregar valor al proceso de producción. En suma, con todas estas desventajas el empresario que sobresale en nuestro país es un verdadero héroe.

Cuando la economía mexicana estaba cerrada y protegida, las deficiencias que la caracterizaban parecían poco importantes. Aunque aparentemente intrascendentes, esas deficiencias tenían costos elevados que se podían observar en la mala calidad de los productos y servicios o directamente en su precio, pero al menos era posible sobrevivir. Con la transformación del mundo hacia la llamada globalización, proceso del que nadie puede abstraerse por más que lo quiera, todo el esquema anterior se alteró. Ahora ya no es posible competir con base en precios altos o calidades malas. Las empresas tienen que ofrecer mejores productos y servicios para competir con sus pares en el resto del mundo. Se trata de un giro radical que no fue creado por el gobierno, pero con el cual todos los mexicanos tenemos que vivir y aprender a ajustarnos a los cambios.

Dicho ajuste ha sido sumamente difícil y costoso. Muchos empresarios han encontrado maneras de competir en el exterior y de defenderse con éxito de las importaciones, pero muchos más han sido incapaces de hacerlo. Algunos podrían ser muy exitosos, pero operan en un entorno tan hostil que les resulta difícil, cuando no imposible, vencer los obstáculos. Algunos empresarios de antaño vivían en un mundo tan sencillo que simplemente no pueden adaptarse a las nuevas realidades mundiales. Pero lo que es seguro es que no existen condiciones favorables para el desarrollo de empresas y de empresarios en el país. Ésa es la gran tarea que tenemos hacia adelante.