El reto de vivir en familia - Clara Pérez Cárdenas - E-Book

El reto de vivir en familia E-Book

Clara Pérez Cárdenas

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  • Herausgeber: RUTH
  • Kategorie: Ratgeber
  • Sprache: Spanisch
  • Veröffentlichungsjahr: 2011
Beschreibung

"No hay recetas únicas para formar familias sanas, pero sí preceptos básicos para su consolidación". El reto de vivir en familia responde a interrogantes muy comunes del hogar y ofrece consejos útiles para el mejor desenvolvimiento del mismo. El matrimonio, las funciones de la familia y su evolución, el nacimiento de un nuevo miembro y su desarrollo como adolescente son algunos de los temas que aborda la experimentada psicóloga Clara Pérez Cárdenas en este libro.

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Seitenzahl: 134

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Edición y corrección: Cecilia N. Valdés Ponciano

Edición para e-book: Claudia María Pérez Portas

Diseño de la colección: Enrique Mayol Amador

Diseño y composición para e-book: Alejandro Fermín Romero

Cubierta y composición: Andro Liuben Pérez Diz

Primera edición: 2012

© Clara Pérez Cárdenas, 2014

© Ediciones Liber, 2014

ISBN: 978-959-09-0610-7

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público.

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A mis padres;

porque siento que gracias a ellos he logrado crear y mantener una familia que es mi mayor tesoro.

A mi esposo;

porque juntos hemos andado por el sendero de una familia auténtica, de la que nos sentimos orgullosos.

A mis hijos;

porque desearía que tuvieran herramientas para formar sus propias familias con resultados cada vez mejores.

No hay recetas únicas para formar familias sanas, pero sí preceptos básicos para su consolidación.

Índice de contenido
Introducción
¿Qué es una familia?
Funciones de la familia
Evolución de la familia
¿Cuándo se forma una familia?
¿Cuándo decimos que se extiende la familia? El nacimiento de un nuevo miembro
Inicio de la etapa escolar
¿Qué sucede cuando los hijos son independientes?
¿Cuáles son las características de la familia que se disuelve?
Recomendaciones generales para cada etapa de la vida familiar
Etapa de formación. El matrimonio
Etapa de extensión familiar. Nacimiento del primer hijo
Crisis de los tres años
Entrada a la institución escolar
Adolescencia
Etapa de contracción familiar
Una familia dentro de otra
La familia que se disuelve
Bibliografía
Datos de la autora
Otras publicaciones En e-book de la Editorial José Martí

Introducción

La palabra familia es muy utilizada por los hombres de ciencia en las diferentes profesiones y especialidades. Se habla de esta entre los abogados, los sociólogos, los psicólogos, los psiquiatras, los economistas y también entre personas no profesionales. Este término se reconoce en todas las latitudes y se utiliza sin distinción de edad, porque se refiere a la forma natural de organizarse los seres humanos desde que existen.

A través de la historia se han constatado diferentes tipos de familias. En cada momento del desarrollo social estos grupos se han organizado y funcionado de una manera particular, por eso en la literatura científica se habla de su carácter histórico como institución social. Con independencia de las transformaciones ocurridas en el decursar del tiempo, la conservación de la familia siempre ha sido una tendencia del hombre como medio para garantizar su subsistencia.

El funcionamiento familiar depende básicamente del grado en que se cumplan las tareas que constituyen la esencia del grupo, y del tipo de relaciones interpersonales que se establezcan entre sus miembros. Se considera que estamos ante una familia sana cuando cumple con sus funciones básicas, y existe entre sus integrantes una vivencia positiva a partir de las características de las relaciones que se establecen en su interior.

Visto de ese modo, algunos pudieran considerar que la situación se evalúa de manera lineal: familia sana, es igual a una familia que cumple sus funciones y en la que todos sus integrantes se sienten satisfechos de ser miembros de ese grupo; sin embargo, el proceso no es tan sencillo, pues existen tantas prácticas familiares como familias. Se cumple así con la expresión de que «cada familia es un mundo».

Cada familia se identifica como grupo de manera particular, por eso es tan frecuente escuchar expresiones como «mi familia es así», o «en mi familia esa situación se resuelve así». Cada una tiene su manera especial e irrepetible de cumplir con las funciones sociales que se le han asignado históricamente; de ahí que mientras en algunas existe una marcada preocupación por tener, en términos materiales, a veces más de lo necesario para cubrir las necesidades de existencia de cada uno de sus integrantes; en otras lo esencial está en la educación de valores morales y en la formación profesional de los hijos.

Lograr el equilibrio entre estos dos polos es difícil, más aún cuando la familia deja de ser el único marco de influencias para los descendientes, y estos empiezan a comparar los modos de vivir y de actuar en sus familias con los de sus compañeros de aula.

Ver a la familia como el lugar de satisfacción de las necesidades humanas, y no solo materiales; sino además, y principalmente, espirituales, debe ser la meta a alcanzar para lograr que los hijos puedan llegar a ser personas con aceptación social, con éxito en su vida personal y con deseos de aportar positivamente a su entorno; en tanto lo han aprendido en ese primer escenario de aprendizaje: el hogar.

Esa mágica tarea no es privativa de la madre o del padre. Una mirada al reino animal nos permite corroborar que ambos se distribuyen los cuidados de la cría hasta que esta puede ser independiente. Exactamente así sucede entre los hombres, solo que en los grupos familiares humanos esa independencia de los hijos se complica, pues los padres deberán estar muy vigilantes del proceso de socialización en la que transcurre.

En la casa no solo se viste al niño y se le da de comer. En la familia se aprende a ser hombre o mujer, y para enseñarlo de la mejor manera y con la menor cantidad posible de errores, los familiares no cuentan siempre con las herramientas necesarias.

Pudiera valorarse que este fenómeno existe desde el momento en que los individuos deciden formar sus familias. Lo que sucede de manera general es que las personas se unen para vivir en pareja sin saber exactamente la importancia de lo que hacen desde ese mismo instante. Luego, cuando nace un bebé, el equipo médico entrega a los padres una criatura diminuta e indefensa que todos –padres, abuelos, amigos, familiares cercanos y vecinos– han esperado durante nueve largos e interminables meses. Pero no se les entrega junto con el bebé un manual de cómo criarlo. Esta olímpica tarea se aprende «sobre la marcha», casi por intuición o por lo que pautan los abuelos, otros familiares y algunos amigos allegados; siendo esta última opción muy bien intencionada, pero no la de mayores aciertos en la práctica.

No siempre se le confiere la misma importancia al nivel de preparación que poseen los progenitores para cumplir con todas las tareas impuestas por la nueva posición social que, a partir del momento del nacimiento de los hijos, asumen: ser padres en una familia que crece. Sin embargo, de esta condición depende en gran medida la calidad de vida de esa criatura indefensa que ha llegado, a la que además de cuidar y proteger se le debe educar, para que logre integrarse –de manera constructiva– a ese grupo ya formado al que llegó: su familia, y al que debe aprender a querer, respetar y cuidar.

En las consultas de Psicología, generalmente se corrobora que el tema de la familia es de obligatoria exploración. En la mayoría de los casos, la situación familiar emerge en la anamnesis del motivo que ha llevado a esa persona a consultar a un profesional, como causa o como factor predisponente de su comportamiento actual. De ahí la importancia que se le confiere a este grupo social y la preocupación por incidir en su desarrollo, dado su papel en la formación de las nuevas generaciones.

¿Qué es una familia?

Hablar de la familia no resulta tan fácil como pudiera pensarse. Debe tenerse en cuenta que este es –ya lo decíamos antes– un objetivo de investigación para especialistas de diferentes profesiones, y que cada uno de nosotros tiene una visión específica y diferente del concepto que tratamos.

Popularmente también hay una conceptualización amplia. En ocasiones escuchamos decir frases como: «Él es como si fuera mi hermano», sin que existan en realidad lazos consanguíneos entre esas dos personas, y sí una fuerte comunicación y apoyo mutuo. En otros momentos, por el contrario, las verbalizaciones apuntan a expresiones como: «A ella no la conozco», «esa persona no existe para mí», para referirse a alguien con quien se tiene un víncu­lo de consanguinidad, pero se ha roto toda rela­ción de amor y cariño por circunstancias en las que ha faltado la comprensión, el apoyo y la comunicación adecuada. En los dos casos, queda claro que es al afecto, al que se le confiere mayor valor a la hora de definir la familia.

Si dirigimos la pregunta que da título a este capítulo a un niño pequeño; es decir, si a un menor se le pide que exprese qué es una familia, se referiría a las personas que viven con él, con las cuales se relaciona con más fuerza y de quienes depende; diría, por supuesto, que la familia es la mamá, el papá, los abuelos y los hermanos. Son esas las personas que lo anteceden en el tiempo o que están al mismo nivel generacional que él. Un adulto, con una experiencia de vida más rica, se referirá a quienes lo antecedieron o son de su mismo nivel generacional, y a sus descendientes; dirá que su familia la componen sus padres, sus hermanos y sus hijos. Todos asimilan la estructura de la familia; la diferencia entre estas dos respuestas está en la posibilidad de tener una mirada crítica en relación con el grupo familiar en el que se vive o se vivió.

Para el niño, aunque el papá o la mamá lo maltraten –le peguen o lo castiguen–, ellos tienen la razón; lo hacen «porque yo me porto mal». Sin embargo, el adulto hace juicios de valor sobre el comportamiento de sus progenitores, no siempre con saldos positivos, porque puede desprenderse de su presente y valorar todo el proceso de vida familiar transcurrido, y que pauta, en muchos casos, las características de la relación que establece con la nueva familia que ha creado.

Según los expertos que en Cuba estudian el tema, la familia es un grupo de personas que viven juntas y tienen una relación de parentesco y afecto. Constituye una unidad viva y funciona como un sistema, en tanto lo que afecta a uno de sus integrantes también daña a los otros y produce cambios en todo el grupo.

En esta definición no se elimina del grupo familiar a nadie por su grado de consanguinidad; es decir, no se limita el grado de parentesco. Se incluyen además a los hijos adoptados por la pareja que da origen a la familia y a los concebidos en otros vínculos matrimoniales anteriores de los cónyuges. Quizás este sea el elemento más difícil de aceptar en la práctica, pues comúnmente las llamadas «madrastras» o los reconocidos «padrastros» asumen que el hijo o la hija de su esposo o de su esposa, según sea el caso, tienen a su mamá o a su papá, que son los que deben asumir la obligación social con esos pequeños, a los que ellos no están obligados a cuidar como propios. En muchas ocasiones este criterio afecta la relación de la nueva pareja establecida, pues se siente que esos niños han sido impuestos, sin pensarse que esos menores llegan a la vida y dependen totalmente de los adultos. Los niños no son responsables de los errores de sus padres o de sus conductas.

Es válido aclarar, que es también parte de la familia aquella persona que, aunque no convive con el resto del grupo, mantiene fuertes vínculos de afecto con este y se convierte en un elemento importante en la red de apoyo familiar. Nos referimos a personas que incluso pueden vivir distantes geográficamente, pero que siempre están presentes.

En general, este grupo social es considerado el primer ambiente donde viven todos los seres humanos, y va a tener un gran peso en la formación de las características de la personalidad y en el estilo de vida de sus integrantes.1

1 Ver T. Ortiz. «La salud familiar», en Revista Cubana de Medicina General Integral, no. 5.

El hombre nace en una familia y cuando crece, tiende a formar la suya propia. La razón de ser de este grupo se explica a través de las funciones que se le atribuyen.

Funciones de la familia

A la familia, como grupo social, se le reconocen tres funciones ineludibles:

Función económica: esta comprende el hecho de cubrir las necesidades básicas de alimentación, de higiene, de vestuario y de medicamentos de cada uno de los integrantes. Incluye además la denominada «economía de tiempo de todos». Esto último se refiere a la distribución que en los predios familiares se haga del tiempo del que dispone cada integrante de la familia para realizar las actividades propias de la vida familiar, tales como: mantener el orden en la casa, la limpieza, fregar, hacer mandados…; en fin, tareas que son para el beneficio de todos, y otras en las que cada uno disfrute de su tiempo libre para leer, ver la televisión, coser, practicar algún deporte, etcétera.

Esta es una función básica y está muy ligada a la esencia educativa o formadora en los integrantes de la familia del valor «respeto a los otros», y de la consideración que cada uno tenga por los convivientes.

Función educativa: la denominación de esta tarea por sí sola se explica, pero a su cumplimiento no se le dedica un tiempo específico, programado y definido en el grupo como: «el tiempo para educar».

Esta función se desarrolla a través de la comunicación diaria en el grupo. En su familia un niño aprende a interiorizar formas de comportarse que observa día a día de sus padres. Si los adultos se comportan de determinada manera, es esa la que asumirá el menor como correcta o normal, y por tanto será la que reproduzca en su modo de actuar dentro y fuera del hogar.

De existir en un grupo familiar algún miembro que exhiba comportamientos inaceptados socialmente –conductas transgresoras de cualquier tipo–, estos serán un indicador de los errores cometidos por la familia en el cumplimiento de la función educativa.

Función afectiva: esta es tan importante como las demás. Se refiere a la posibilidad de expresión de sentimientos entre los miembros de la familia; de verbalizar criterios acerca de las conductas, positivas o negativas, de cualquiera de sus familiares sin temor a ser rechazados y; por supuesto, a recibir y a brindar muestras de cariño.

Los padres deben tener muy en cuenta la importancia de cumplir con las funciones que la vida en familia les impone. Es importante no dejar de cumplir alguna, ni sobrecumplirla. Para ello deberán estar convencidos de que las tres funciones señaladas tienen igual importancia y se dan de manera inseparable. No puede decirse: «hasta aquí cubro tus necesidades de subsistencia, ahora voy a comenzar a educarte y en breve, te voy a enseñar a recibir y brindar afecto».

Por ejemplo, la forma en que se cumple la función económica en la vida familiar, lleva implícita la manera de educar cómo hacerlo, incentiva la modestia o la necesidad insaciable de satisfacción material, de valores, crea normas para la vida en conjunto y, al mismo tiempo, la posibilidad de expresar afecto y respeto. De nada vale que los padres se esfuercen en dar materialmente todo lo que el niño necesite y mucho más, si este no aprende en familia a expresar afectos, a ser respetuoso con todos, a asumir sus tareas de manera responsable y a no ser siempre el único que satisface sus necesidades o intereses.

Los errores en el cumplimiento de las funciones familiares nos llevan a momentos muy difíciles. Con frecuencia se conoce de adolescentes o adultos jóvenes de los que la familia se queja por su extrema indolencia para con sus seres más queridos. En la base de este hecho, generalmente se encuentra una práctica familiar que estuvo siempre caracterizada por la complacencia extrema a ese niño o niña, que creció y se considera merecedor de que los demás continúen actuando como siempre lo han hecho.

Es frecuente el caso en el que el adolescente está sentado tranquilamente frente al televisor, y pide a su madre o a su abuela –son las más afectadas– que le alcancen agua para beber, mientras ellas están complicadas en la cocina o en otro quehacer doméstico. Estas madres y abuelas pelean, critican, regañan al muchacho, pero lo complacen.