El secreto de Lila - Sara Orwig - E-Book

El secreto de Lila E-Book

Sara Orwig

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Beschreibung

Quería llegar al corazón del texano. Como buen miembro activo del Club de Ganaderos de Texas, Sam Gordon era conservador hasta la médula. Al descubrir que Lila Hacket, con quien había compartido una noche de pasión, estaba embarazada, decidió que tenía que casarse con ella. Con una carrera en ciernes, Lila no tenía intención de cambiar su vida para convertirse en lo que Sam consideraba la esposa perfecta. Así que, si él deseaba que su bebé llevase el apellido Gordon, tendría que cambiar de idea sobre lo que realmente quería de ella... y qué estaba dispuesto a darle a cambio.

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Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2013 Harlequin Books S.A.

© 2015 Harlequin Ibérica, S.A.

El secreto de Lila, n.º 114 - febrero 2015

Título original: Deep in a Texan’s Heart

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Harlequin Deseo y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-687-6104-6

Editor responsable: Luis Pugni

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño

www.mtcolor.es

Índice

 

 

Portadilla

Créditos

Índice

Capítulo Uno

Capítulo Dos

Capítulo Tres

Capítulo Cuatro

Capítulo Cinco

Capítulo Seis

Capítulo Siete

Capítulo Ocho

Capítulo Nueve

Capítulo Diez

Capítulo Once

Publicidad

Capítulo Uno

 

 

Sam Gordon miró a su alrededor y una melena rojiza y lisa llamó su atención. Solo podía ser una persona. El sedoso pelo de Lila Hacket tenía un color único y natural, como toda ella. Había vuelto al pueblo y a Sam se le aceleró el pulso solo de pensarlo. ¿Habría ido a casa para la barbacoa que los Hacket organizaban todos los años? De repente, dejó de prestar atención a la conversación sobre caballos en la que estaba y pensó en el cuerpo desnudo de Lila entre sus brazos.

Los rancheros con los que estaba se echaron a reír con un comentario de Beau Hacket y Sam sonrió e intentó volver a la conversación. Beau estaba señalando con orgullo su última adquisición, un alazán de tres años, y los miembros del Club de Ganaderos de Texas que estaban junto a él se acercaron más al corral.

Lila estaba de espaldas a Sam, charlando con otro grupo de invitados. Era más alta que casi todas las demás mujeres y llevaba puesto un vestido de tirantes azul turquesa y unas sandalias de tacón. Sam estaba seguro de que tendría la oportunidad de hablar con ella antes de que terminase la noche, y volvió a hacer un esfuerzo por concentrarse en la conversación que se desarrollaba a su alrededor. Dave Firestone, que tenía un rancho de ganado, y Paul Windsor, un magnate de la industria energética, estaban haciendo preguntas a Josh, el hermano gemelo de Sam, acerca de los caballos. A Josh le encantaban los caballos, otra cosa más que lo diferenciaba de Sam.

–Beau, ¿has comprado ese caballo por aquí? –preguntó Chance McDaniel.

–No. Lo compré en Cody, Wyoming, pero no es un caballo para un rancho como el tuyo, amigo.

–Yo también tengo un rancho ganadero, y me gustaría tener otro caballo vaquero –respondió Chance.

–Lo que necesitas es una yegua pequeña, como la que tengo para Cade. Un animal que hasta un niño de cuatro años pueda montar –añadió Gil Addison, otro ranchero local.

Sam no tenía caballos, como el resto de los hombres de su círculo. Todos pertenecían a la élite del Club de Ganaderos de Texas y Sam los veía frecuentemente, así que pensó que no importaría que se apartase del grupo en esos momentos.

–Si me perdonáis –les dijo–. Ahora vuelvo.

Y se alejó con aparente tranquilidad, a pesar de que por dentro estaba hecho un manojo de nervios. Lila no le había devuelto la llamada a la mañana siguiente de haber pasado la noche juntos y él lo había dejado pasar. Había otras mujeres en su vida. Pero habían pasado tres meses y no había logrado dejar de pensar en ella.

¿Por qué había vuelto? La vio reír y apartarse del grupo en el que estaba y apretó el paso, decidido a no perderla.

Un minuto después estaba a su lado.

–Lila, bienvenida.

–Sam –respondió ella, girándose y forzando una sonrisa–. Espero que estés disfrutando de la fiesta.

Le habló como a un desconocido, como si nunca hubiesen pasado una noche juntos. Y Sam no estaba acostumbrado a que las mujeres reaccionasen así con él.

–La fiesta es estupenda, como siempre. Aún mejor con tu presencia. ¿Has venido solo a la barbacoa?

–No, lo cierto es que he venido a prepararlo todo para una película que se va a rodar a finales de mes –le dijo ella–. Me alegro de verte. Que te diviertas.

Y luego se giró a saludar a su amiga Shannon Fentress, que se había casado recientemente.

–Hola, Shannon –la saludó Sam también–. Estaba dándole la bienvenida a Lila.

–¿Cómo iba a perderse la barbacoa anual de su familia? –comentó Shannon–. Huele tan bien que es una pena que no se pueda embotellar el aroma y hacer un perfume.

Lila se echó a reír.

–Qué exagerada. Tenemos cocinera nueva, te la voy a presentar. Aunque a mi padre le gusta supervisarlo todo. Si nos perdonas, Sam –dijo en tono dulce, haciéndole un gesto a Shannon para que la siguiera.

Sam las vio alejarse y recorrió con la mirada la espalda de Lila. Le extrañaba que hubiese estado tan fría con él. Clavó la vista en el sensual balanceo de sus caderas y frunció el ceño. Quería salir con ella.

Sacudió la cabeza y decidió ir a por una cerveza fría. Lila no se parecía a su padre. Ni tampoco a su madre, que era muy agradable y no le importaba estar a la sombra de su marido. Barbara Hacket hacía feliz a su marido, recibía visitas y colaboraba en proyectos benéficos, no tenía las ansias de independencia de Lila ni su necesidad de estar fuera de Royal y tener un trabajo. Lila tampoco se parecía en nada a su hermano, Hack.

Sam se cruzó con él y lo saludó:

–Una fiesta estupenda, como siempre.

–Mi padre sabe organizar una buena barbacoa. Te he visto hablando con la altiva de mi hermana –respondió él.

–La altivez no me molesta, al menos, en ella –le dijo Sam, viendo que Lila y Shannon entraban en la casa.

–Veo que te gustan los retos –le dijo Hack–. Y supongo que tienes razón, las chicas demasiado fáciles son aburridas.

Sam estaba pensando en Lila y casi no escuchó a su hermano.

–Mi hermana se cree que está haciendo algo importante en Los Ángeles, trabajando en la industria del cine –continuó Hack–. Vive sola, o eso dice, probablemente porque nadie la aguanta. Y como no está aquí, el viejo me da más dinero a mí. Así que por mí puede quedarse en California. Está bien allí. En Royal también hay tías buenas, ¿no crees, Sam?

–En Royal hay buena gente, sí –respondió él, que no había prestado atención a las palabras de Hack.

–Hablando de tías buenas, acabo de ver a Anna June Wilson. Si me perdonas –añadió Hack, alejándose.

Sam respiró hondo y se alegró de que Hack se hubiese marchado. Era un chico de diecisiete años al que Beau tenía demasiado consentido.

Se pasó la mano por el pelo y fue hacia la barra que habían puesto en el patio. Había llamado a Lila después de que esta hubiese vuelto a California, pero ella no había respondido a sus llamadas. ¿Se habría enfadado con él porque no había insistido más? Sam se dijo que lo mejor sería olvidarse de Lila Hacket. El único problema era que no parecía ser capaz de hacerlo.

–Maldita sea –murmuró.

–Sam Gordon, ¿qué haces ahí tú solo? –preguntó una voz de mujer a sus espaldas.

–Te estaba buscando, cariño –le respondió él sonriendo.

Sally Dee Caine era el antídoto perfecto contra Lila. Todos los hombres del condado de Maverick la conocían, era divertida y Sam disfrutaba de su compañía en pequeñas dosis. Iba vestida con una blusa escotada de color rosa y unos vaqueros ajustados.

–Estás tan guapa, Sally Dee, que podrías hacer que me olvidase de la barbacoa –le dijo Sam, mordisqueándole el cuello.

Ella se echó a reír y entrelazó el brazo con el suyo.

–Sam, tú eres de los que les gusta la fiesta. Ven, hay un granero lleno de gente bailando.

–Pensé que no me lo ibas a pedir –contestó él sonriendo.

La abrazó por los hombros y Sally lo agarró por la cintura, y así se dirigieron hacia el granero.

 

 

–Siento haberte interrumpido. A lo mejor querías haberte quedado hablando con Sam –le dijo Shannon a Lila.

–No, me has salvado. Sabía que no te interesaba conocer a la cocinera. Vamos al salón.

–La cocinera de tu padre es la mejor del condado.

–Es buena, sí, pero hay muchas otras que cocinan bien. Allí está, llevando una bandeja de fruta al salón.

–Pues vamos. Me alegro mucho de que hayas venido. Y, como siempre, la barbacoa de tu familia es estupenda. Cada año hay más gente que el anterior.

–Sí, han venido casi todos los miembros del Club de Ganaderos de Texas. No obstante, todo el mundo está intrigado con la desaparición de Alex Santiago. Algunos están muy nerviosos.

–Nadie sabe qué ha sido de él, pero están intentando darle la menor publicidad posible. La verdad es que es muy extraño. Nadie desaparece así como así.

–Pues Alex Santiago lo ha hecho.

Shannon se estremeció.

–Espero que lo encuentren pronto. Creo que es muy rico, ¿quién sabe a qué se dedica? Pero háblame de ti. ¿Has dicho que tienes dos semanas de vacaciones?

–Sí. Y después voy a estar otras dos semanas más aquí porque el estudio va a rodar una película en la zona. Estoy trabajando un poco, intentando seleccionar escenarios, pero también me estoy tomando tiempo para mí.

–Parece que has encontrado el trabajo perfecto.

–En ocasiones yo también lo pienso, aunque otras veces el trabajo es frenético. No obstante, estoy aprendiendo mucho y me gusta lo que hago.

–Como tienes dos semanas de vacaciones, podías echar una mano con la planificación de la guardería del Club de Ganaderos de Texas. Nos vendría bien tu opinión profesional. Vamos a reformarlo todo, pero tenemos que decir cómo queremos la decoración y escoger todo lo necesario para los niños.

Lila se echó a reír.

–Mi padre se pondría furioso. No te imaginas, bueno, seguro que sí, lo poco que le gusta que se vaya a abrir una guardería en el club. Casi le da un ataque cuando permitieron la entrada de mujeres al club, Shannon.

Su amiga se echó a reír.

–A mí me encanta, aunque admito que todavía me resulta extraño que se permita la participación de mujeres en lo que ha sido un santuario masculino durante más de un siglo. Será mejor que no levante la voz, porque todos sus miembros están hoy aquí.

Shannon volvió a reírse y después continuó:

–Sé que a tu padre, y a otros miembros más antiguos, les molesta. También a algunos de los jóvenes, como a los gemelos Gordon. Y tu hermano ha hecho algunos comentarios desagradables.

–Ya sabes que a Hack no hay que hacerle caso. Mi padre lo mima demasiado y me temo que va a terminar siendo tan intolerante como él.

–Sí, a tu hermano tampoco le gusta que vayamos a poner una guardería, pero no importa. Ya han empezado a hacer la reforma.

–Eso es estupendo.

–Lila, eres la persona perfecta para el trabajo. Venga, ayúdanos ahora que tienes algo de tiempo libre.

Lila se lo pensó mientras miraba a su amiga a los ojos. Había ido a casa a descansar y a hablar con su madre, no a trabajar. No obstante, si aceptaba, tendría menos tiempo para pensar en sus problemas y, además, el proyecto era interesante. Y estaría con Shannon, que era trabajadora y divertida.

–Creo que me lo pasaría bien colaborando contigo y la idea es emocionante. Además, en ocasiones me gusta llevarle la contraria a mi padre. Así que lo haré, pero siempre y cuando no sea demasiado trabajo.

–Me parece justo. No te preocupes, que no será mucho trabajo, pero me encantará tener tu opinión.

–Bueno, parece sencillo.

–Y también será divertido. ¿Podemos vernos en el club el lunes por la mañana?

–Por supuesto. Siempre y cuando no sea demasiado temprano.

–No, no será temprano porque yo tengo que hacer mis tareas en el rancho –le respondió Shannon mientras entraban en el gran salón y se acercaban a una mesa con bandejas de plata llenas de canapés.

–Hola, Amanda y Nathan –dijo Lila.

Shannon también saludó a la pareja, que estaba de la mano y había estado mirándose a los ojos hasta que ellas habían llegado. Amanda y Nathan Battle, el sheriff de Royal, se giraron hacia ellas. Lila sintió envidia al verlos de la mano, claramente enamorados.

–Los recién casados –les dijo sonriendo–. Enhorabuena.

–Gracias –respondieron al unísono.

Luego se miraron y se echaron a reír.

–Nos hemos querido apartar un poco de la multitud para charlar. La fiesta es estupenda, Lila –comentó Amanda, que estaba radiante.

Lila se preguntó cómo sería estar tan enamorada y ser correspondida.

–Vamos fuera a por algo de carne –sugirió Nathan.

–No os marchéis por nosotras –le dijo Lila–. Solo hemos venido a por un poco de salsa de alcachofas y luego saldremos a comer fuera.

–Comed todo lo que queráis –dijo él, poniendo un brazo alrededor de los hombros de Amanda para llevarla fuera.

–Están tan enamorados que tengo la sensación de que ni saben de qué hemos hablado –le comentó Lila a Shannon–, pero estábamos quedando el lunes en el club.

–Sí. De hecho, cuanto más tarde, mejor para mí. ¿Qué tal a la hora de la comida? Te contaré cuál es el plan mientras comemos y después te enseñaré el local. Es la antigua sala de billar.

–Genial. La hora de la comida también es la mejor para mí –admitió Lila mientras tomaba un plato y una servilleta.

–El lunes a las tres hay una reunión en el club y pretendo asistir, pero a esa hora ya habremos terminado –añadió Shannon.

–Supongo que a mi padre no le hace ninguna gracia que transformen la sala de billar en una guardería –dijo Lila riendo.

–Hay que hacer algunos cambios. Además, va a haber una sala de billar nueva. Será lo siguiente que se haga.

–Shannon, ¿la reforma la van a hacer los Gordon? –preguntó Lila, dándose cuenta de que tal vez tuviese que ver mucho a Sam.

–Lo cierto es que no.

–¿Por qué no? Lo normal es que les hubiesen dado el contrato a ellos.

–Yo tampoco lo entiendo. Parece que se quería evitar un conflicto de intereses, pero, en mi opinión, no se lo han dado a ellos porque no les gusta la idea de la guardería.

–Es posible. Los hermanos Gordon son tan conservadores como mi padre.

–Tal vez se deba a que perdieron a su madre cuando eran muy pequeños. A lo mejor su padre se volvió un machista desde entonces.

–Es probable. A pesar de la presencia de mi madre, la influencia de mi padre en Hack es mucho mayor.

Lila y Shannon se sirvieron comida y unos vasos de agua, y después Lila señaló hacia el pasillo.

–Vamos a sentarnos al porche. Allí podremos charlar tranquilas, porque todo el mundo está en la parte trasera de la casa.

Salieron al porche y se sentaron en sendas mecedoras.

–Estás muy guapa, Shannon. Te sienta bien la vida de casada.

–Tengo que presentarte a Rory. Ha vuelto a Austin. Yo me he quedado aquí porque el capataz del rancho está enfermo.

–Cuéntame cómo es tu vida de recién casada –le pidió Lila.

Shannon se encogió de hombros.

–Cuando estoy aquí, es lo mismo de siempre, estoy al frente del rancho –respondió ella, pasándose los dedos por el pelo rubio.

–No sé cómo lo haces tú sola –comentó Lila, sacudiendo la cabeza.

–Ya no estoy sola, desde que me casé, pero en esta ocasión Rory ha tenido que marcharse a Austin.

–Es una pena que tengáis que estar separados.

Shannon se volvió a encoger de hombros.

–Me iré con él en cuanto el capataz se recupere. Pero cuéntame cómo estás tú. Somos buenas amigas, si no, no te lo preguntaría. ¿Qué te pasa?

–¿Qué? –preguntó Lila, sintiendo que le daba un vuelco el corazón.

–Si no quieres contármelo, lo entenderé, pero me ha parecido que necesitabas hablar con una amiga.

–Está bien, pero por el momento es confidencial. He venido a casa a descansar y a hablar con mi madre, no con mi padre. Y mucho menos con Hack. Estoy embarazada, Shannon.

–Madre mía –dijo su amiga sorprendida–. ¿De alguien de la industria cinematográfica? ¿Un actor? ¿Un famoso? ¿Un productor casado?

–Eh, frena –le dijo Lila riendo–. ¿Un productor casado? Nunca saldría con alguien así. Aunque tampoco debería haber estado con el hombre con el que estuve. Es de aquí, Shannon. Y está en la fiesta.

–No hace falta que me digas quién es. ¿Vas a contárselo?

–No hasta que no tome algunas decisiones. Cuando se entere, es tan anticuado que querrá casarse conmigo.

–Oh, Dios mío. Si tenía que ser alguien de Royal, ¿por qué no elegiste a alguien abierto y liberal, y no a uno que piense que la mujer debe estar siempre en la cocina o en el dormitorio?

–No sabía que iba a quedarme embarazada.

–Lo siento, no te estoy ayudando nada. Entiendo que no quieras casarte con él, pero, si es tan anticuado como dices, querrá casarse contigo. Madre mía.

–No pienso casarme y volver aquí, sacrificando así mi carrera y mi independencia.

–¿Y cuándo vas a darle la noticia?

–Ojalá pudiese esperar a volver a California, pero es probable que se lo cuente antes de marcharme. Bueno, que quede entre nosotras, es…

–No me lo digas –dijo Shannon, tapándose las orejas–. No quiero saberlo.

Lila se echó a reír.

–De todos modos, seguro que te lo imaginas.

–No. No necesito saberlo. Ni siquiera quiero saberlo. Es mejor así, por si alguien me pregunta después. Ya sabes que no se me da bien guardar secretos. Supongo que ese es el motivo por el que llevas un vestido amplio.

–Sí. Ya estoy de tres meses.

–Oh, Dios mío. ¿Y cuánto tiempo vas a quedarte en Texas por trabajo?

–Es probable que esté aquí hasta finales de mes. Unas veces es más y otras, menos, pero no creo que tenga que ver demasiado a la persona en cuestión.

–¿Crees que tu madre lo comprenderá? Porque tu padre no va a hacerlo.

–Mi madre me apoyará. Aunque todavía no sé cómo pude hacerlo.

–Seguro que fue culpa de las hormonas –le dijo Shannon–. Y seguro que es un tipo encantador, hay hombres muy guapos y divertidos en Royal.

–Eso sí –admitió Lila–. Con respecto a mi madre, estoy segura de que me ayudará.

–Lo siento, pero pienso que te has complicado la vida, Lila.

–Tienes razón. Por suerte, puedo marcharme de Royal e ir a California.

Dos hombres salieron por la puerta y se dirigieron hacia donde estaban ellas. Lila los reconoció, eran rancheros de la zona.

–Señoras –las saludó Jeff Wainwright–. Os estáis perdiendo la fiesta. ¿No os apetecería venir a bailar al granero?

Lila aceptó sin pensarlo, diciéndose que le sentaría bien moverse un poco, gastar algo de energía y olvidarse de su embarazo durante un rato.

Aunque era algo de lo que no se podía olvidar. Se había quedado sin aliento nada más ver a Sam. Había pensado que no le afectaría su presencia, pero se había equivocado. De hecho, no había sido capaz de controlar la respuesta de su cuerpo. Sus ojos azules habían brillado al verla y Lila no había podido evitar sentirse atraída por él.

Se alegró de haberle contado a Shannon que estaba embarazada y de tener una amiga que supiese por lo que estaba pasando. Una amiga que, además, era sensata.

Unos minutos más tarde, Shannon estaba bailando con Buck McDougal y ella con Jeff. Sam también estaba en la pista de baile, con Piper Kindred. Se giró y vio a Ryan Grant mirando a Piper fijamente. Lila apartó la vista y pensó que ella evitaba mirar así a Sam, pero en ocasiones le resultaba imposible. Bailaba bien y era muy sexy. No obstante, por muy atractivo que fuese, su personalidad y su manera de pensar eran opuestas a las de ella. Era un hombre conservador que jamás la comprendería.

Lila pensó en la noche que había pasado con él. Su padre lo había convencido para que cenase con ellos y, después de la cena, su padre había vuelto al Double H, el rancho familiar, y ellos se habían quedado un rato más. Sam y ella habían coqueteado durante la cena y también después, hasta que Sam la había invitado a tomar algo en su casa y Lila había aceptado.

Había sido una noche de pasión loca, risas, amor. Una noche que jamás olvidaría. Y un par de semanas después se había enterado de que estaba embarazada.

Lila volvió al presente y se dio cuenta de que Shannon ya no estaba.

Siguió bailando, hicieron un cuadrado y fueron cambiando de pareja al son de la música, hasta que de repente tuvo a Sam delante y se le aceleró el corazón. Él guardó silencio y se limitó a mirarla a los ojos. Y Lila tuvo la sensación de que era capaz de besarla apasionadamente en cualquier momento.

Se alejó de él bailando y el momento pasó, pero su corazón siguió desbocado y Lila se preguntó si volverían a hablar o si Sam le pediría que bailase con él. Intentó tranquilizarse. Necesitaba mantener las distancias. No quería que intuyese que estaba embarazada, tenía que prepararse mentalmente antes de que Sam supiese la verdad.

Le dijo a Jeff que no quería bailar más y mientras ambos salían del granero miró hacia atrás y vio a Sam observándola. A pesar de la distancia que había entre ambos, se le encogió el estómago. No entendía que su cuerpo respondiese así al verlo. No quería conocer mejor a Sam ni salir con él, pero su vida iba a estar atada a la de él indefinidamente e iba a tener que enfrentarse a su conservadora manera de ver el mundo.

El olor a barbacoa hizo que se le revolviese el estómago y, para alejarse de él, atravesó el jardín hasta que vio a una amiga.

–Sophie –la llamó.

Sophie Beldon, de la que era amiga desde el instituto, se giró y sonrió al verla.

–Qué fiesta tan divertida, Lila. Yo creo que todo el mundo está deseando que llegue agosto solo por la barbacoa que organizáis. Es legendaria.

–Gracias. La verdad es que ya son muchos años haciéndolo. Me alegro de verte. ¿Adónde ibas?

–A algún rincón tranquilo, si es que lo hay. Estoy cansada de que me miren y me hagan preguntas. Piensan que sé algo acerca de la desaparición de Alex.

–Lo siento, debe de ser muy duro. Eres su secretaria, así que es normal que la gente piense que sabes algo de él. Todo el mundo está muy sorprendido con su desaparición. ¿Todavía no hay noticias?

–Nada. Lo malo es que no se sabe si le ha ocurrido algo o si ha desaparecido deliberadamente. En ciertos aspectos, era un hombre muy reservado. A mí siempre me ha parecido muy misterioso. Aunque tal vez haya habido un problema de comunicación y Alex piense que todos sabemos dónde está.

–No lo creo. Seguro que tú habrías tenido noticias suyas.

Sophie se encogió de hombros.

–Quién sabe. No se puede descartar ninguna posibilidad, pero hay muchas personas preocupadas.

–Es normal. Como también es comprensible que piensen que tú sabes algo –dijo Lila.

Sophie frunció el ceño.