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El 24 de abril de 1547 se libró la batalla de Mühlberg, en la que Carlos V dio un golpe de autoridad al derrotar a los príncipes alemanes que se habían unido en la Liga de Smalkalda para oponerse al gobierno imperial en Alemania. Esta victoria, sin embargo, no abrió paso a un periodo de tranquilidad sino que le siguió el secuestro del land-grave de Hesse y Juan Federico de Sajonia. Carlos V decidió que Juan Federico de Sajonia fuera custodiado por el soldado y poeta Hernando de Acuña y viajara con él mientras durara su secuestro, pero el landgrave de Hesse quedó en manos de varios carceleros hasta su liberación cinco años más tarde. El secuestro de los gobernantes alemanes condujo al enfrentamiento con Mauricio de Sajonia y a la famosa fuga de Innsbruck. Este libro reconstruye el secuestro del landgrave de Hesse y la fuga del emperador.
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Seitenzahl: 321
Veröffentlichungsjahr: 2012
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El secuestro que ordenó Carlos V
Introducción, documentos inéditos y notas
DOCUMENTOS INÉDITOS DE CARLOS V
Júlia Benavent y María José Bertomeu
El secuestro que ordenó Carlos V
Introducción, documentos inéditos y notas
UNIVERSITAT DE VALÈNCIA
Colección dirigida por:
JÚLIA BENAVENT
© Júlia Benavent Benavent y María José Bertomeu Masiá, 2012
© De la presente edición: Publicacions de la Universitat de València, 2012
Publicacions de la Universitat de València
http://puv.uv.es
Diseño de la colección: Vicent Olmos
Diseño de la cubierta: Celso Hernández de la Figuera
Fotocomposición y maquetación: Artes Gráficas Soler, S. L.
Ilustración de la cubierta:
Lucas Cranach, el Viejo, Retrato del emperador Carlos V (1533)
Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid
ISBN: 978-84-370-9029-0
ÍNDICE
Introducción
Descripción de los Manuscritos
Criterios de Transcripción
Siglas y Abreviaturas
Documentos
Índice de Cartas
Bibliografía
Índice de nombres
Índice de lugares
Introducción
El 24 de abril de 1547 se libró la batalla de Mühlberg, en la que Carlos V dio un golpe de autoridad al derrotar a los príncipes alemanes que se habían unido en la Liga de Smalkalda para oponerse al Gobierno imperial en Alemania. Esta victoria, sin embargo, no abrió paso a un periodo de tranquilidad para el Emperador en tierras alemanas,1 pues sus consecuencias se prolongaron durante cinco años y quedaron reflejadas sobre todo en algunos de los puntos que se firmaron en las capitulaciones pactadas, concretamente en los acuerdos relacionados con la suerte que debían correr el Landgrave de Hesse, Felipe ‘el Magnánimo’, y Juan Federico, príncipe elector de Sajonia, derrotados en la batalla, de los que hablaremos a continuación.
La documentación que hemos podido consultar –en su mayor parte procedente de la correspondencia de Antonio Perrenot de Granvela conservada en la Biblioteca Nacional de Madrid y la Real Biblioteca, pero también del Archivo General de Simancas– revela cómo la prisión de estos dos príncipes, así como las sucesivas negativas del Emperador a las peticiones, cursadas por los príncipes alemanes, para que fueran liberados, desencadenaron el ataque de Mauricio de Sajonia al palacio imperial de Innsbruck, que llevó aparejada la famosa ‘Fuga de Innsbruck’ de Carlos V. La salida del Emperador de su Corte en dicha ciudad austríaca se produjo el 19 de mayo de 1552, pero se realizó con suficiente antelación y de una manera menos precipitada de lo que los historiadores han explicado hasta ahora, a juzgar por los datos que ofrecen los informes inéditos de los espías al servicio del Emperador.
Juan Federico de Sajonia fue apresado durante la propia batalla; sin embargo, el Landgrave de Hesse se entregó días después para intentar evitar la pena de muerte que se le había impuesto por rebeldía. En ambos casos, tras diversas negociaciones, esa pena fue conmutada por prisión y también a cambio de diversas tierras y bienes de ambos príncipes. El primero en negociar y en ver conmutada su pena fue Juan Federico de Sajonia, según leemos en los Artículos acordados con el prisionero Juan Federico de Saxonia debaxo de los quales el Emperador ha moderado la pena que havía meresçido por haber sido rebelde.2
En estos artículos, Juan Federico renunciaba a la posesión de algunas de sus tierras, por ejemplo Wittemberg, incluidos los bienes que en ellas se hallaban, desde los castillos y sus muebles hasta la artillería y la munición. También quedaba en manos imperiales “la tercia parte de las vituallas que allí son y otras provisiones de guerra”. Era solo la tercera parte y no todas, pues el Emperador no quería “desproveer las dichas”, obviamente porque pretendía utilizarlas en su beneficio. En cambio Carlos V dejaba ir a los soldados alemanes que se hallaban en esas villas, siempre que partieran en secreto y sin llevarse su vestimenta y armas de guerra. Los capítulos continúan con la especificación de determinadas fortalezas y villas, así como el intercambio de prisioneros.3
Además, Juan Federico renunciaba a su derecho y al de sus sucesores sobre el principado de Sajonia y lo dejaba en manos del Emperador, que nombró inmediatamente príncipe elector de Sajonia a Mauricio, pues en ese momento este aún se contaba entre los aliados del Emperador. Las villas y los bienes confiscados a Juan Federico serían entregados a Mauricio y al rey de Romanos.
El Emperador exigía a Juan Federico que, a cambio de su vida, “observará lo que su dicha Magestad ordenará por el bien y quietud y tranquilidad desta Germania en la próxima o en otras dietas con participación de los estados del Imperio”.4
Viendo la posibilidad de conmutar también su pena de muerte por rebeldía a cambio de entregar tierras, el Landgrave de Hesse pidió la intercesión de Mauricio de Sajonia ante el Emperador. La elección del mediador se debía a la relación personal que los unía, pues Mauricio estaba casado con Inés, hija del Landgrave. Mauricio y Alberto de Brandeburgo –recién liberado en virtud de las capitulaciones con Juan Federico– llevaron al Landgrave hasta la Corte de Innsbruck y, de camino, en Leipzig comenzaron las negociaciones.
Gracias a la documentación que presentamos en este trabajo, podemos seguir las diversas etapas de la negociación entre el Landgrave y sus intermediarios, Mauricio de Sajonia y Alberto de Brandeburgo, y el Emperador.
En una primera propuesta, que nos ha llegado en una copia de cancillería con el título Los artículos puesto delante por los electores el marqués de Brandenburgo y el duque Mauricio de Saxonia para tratar con el Lanrzgrave que Su Mad les acuerda sin añadir ni diminuir,5 se planteaba ya el artículo que resultaría fundamental en la negociación y que consistía en que el Landgrave “se rendirá a Su Md a gracia e in gracia sin condición” y, a cambio de esta rendición, “el dicho Lantzgrave no verná a castigo de su vida ni de prisión perpetua”.
La primera propuesta de capitulación al Emperador, según un informe anónimo,6 incluía únicamente la entrega de dos fortalezas por un tiempo limitado, lo que enfadó al Emperador, que entendió que el Landgrave no tenía voluntad cierta de negociar y, tras diversas idas y venidas de agentes de ambos bandos con artículos nuevos de las capitulaciones, condicionó la conmutación de la pena a la ‘humillación’ del Landgrave. Así fue denominado entonces el acto de contrición de Felipe de Hesse7 por los imperiales. Los partidarios del Landgrave y él mismo lo llamaron siempre ‘rendición’. En cualquier caso, esta humillación debía incluir el reconocimiento de los delitos come-tidos y la injusticia de los mismos y, por tanto, el castigo recibido, un juramento de obediencia al Emperador y la petición expresa de que se le perdonara la vida.
El Landgrave se presentó ante el Emperador el 18 de junio de 1547 y el 19 de junio era indultado de la pena de muerte.8 La relación pormenorizada de esta humillación fue remitida el día 20 de junio por Antonio Perrenot de Granvela, Obispo de Arrás, a la Reina María de Hungría, según leemos en las copias de las cartas, conservadas en el Archive du Royaume de Belgique.9
Conservamos un documento escrito en el que se reproduce tanto lo que el Landgrave admitía y suplicaba en su humillación, como la aceptación del Emperador. El documento se titula La misericordia que pide Lantzgrave sacada de lengua francesa10 y, en el mismo folio, contiene, como hemos indicado, la Respuesta que Su Magestad dio al dicho Lantzgrave. En el primero, en la aceptación de la rendición, Felipe de Hesse aceptaba aparecer en persona ante el Emperador y se rendía “francamente”. El Emperador respondía satisfecho y, mostrando clemencia, ordenaba “revocar el bando que justamente había declarado contra él y no darle pena de muerte por haver sido rebelde contra Su Magd”.11
En los capítulos definitivos firmados por el Landgrave y el Emperador12 se incluían también estas cláusulas de ‘humillación’, con puntos similares a los de Juan Federico. Es decir, la liberación de prisioneros de guerra hechos por el Landgrave y la obligación de obediencia desde ese momento con la prohibición expresa de pactar con cualquier enemigo de Carlos V, etc. Se incluía también un artículo según el cual el Landgrave debía pagar al Emperador 150.000 florines en la villa de Spira, “la mitad dentro de seis semanas desde la data del tratado y, lo sobremás, dentro de dos meses después del término del primer pagamiento”.13
Pero, además, el Landgrave no sólo debía entregar muchas de sus villas, incluidas las más importantes como Cassel, y muchos de los bienes que se encontraban en sus villas, con la artillería y la munición, sino que debía dejar derribar sus fortalezas y sus soldados y capitanes habían de jurar lealtad al Emperador:
(...)Que, desde agora, él hará derribar todas las fortalezas de su país ecepto Sighenain (sic.) o Casel, a escoger de Su Magt, suplicando aquella que por seguridad de su perssona él pueda retener el uno <o> el otro, y hará jurar los capitanes y gentes de guerra que ·starán dentro de la fortaleza que le quedará de ser leales a Su Magt y de guardar por aquella la dicha plaça en su caso qu’el dicho Langrave contraviniesse a los presentes artículos en echarle fuera, y se hará la obligación y sacramento de la dicha gente de guerra en la mejor forma que se avisará.14
Además de las cuestiones económicas y de bienes, Carlos V incluyó diversas cláusulas relativas a la paz de Alemania que tanto le preocupaba. Así, el Landgrave se obligaba a ser “muy humilde y muy obediente” y a renunciar a “todas las ligas y confederaciones qu’él ha con quien quiera que sea en la Germania o fuera de ella”. Es más, debía elaborar un listado con todas las ligas y pactos que tenía en ese momento y “delibrar a dicha Magestad las letras y lo que scribieron en ellas”.15 Prometía también que no haría en adelante “ningunas alianças, inteligençias, ligas o confederaçiones sin comprehensión espressa, plena entera de Su Magestad imperial”. Por último, se obligaba a castigar a todos aquellos que, desde ese momento, intentarán pactar o atentar contra el Emperador o sus intereses en Alemania.
Para terminar, se incluían algunos capítulos relativos a la liberación de los prisioneros de guerra que el Landgrave había hecho, en concreto, el duque Enrique de Brunswik y su hijo.16
En cuanto a los derechos que se le reconocían al Landgrave, no eran muchos. Principalmente, se perdonaba, junto con él, a sus servidores domésticos y a sus hijos, con la condición de que también se sometieran a la ratificación de los artículos.
A partir de este momento comienza la actividad de los espías, agentes e informadores imperiales en Alemania, encargados de informar sobre la ejecución de lo pactado. Muchos de estos informes y cartas se han conservado y nos ayudan a comprender y a reconstruir todo lo que aconteció en cada bando.
Uno de los primeros informes que hemos localizado es el que relata los altercados que se produjeron cuando los enviados imperiales comenzaron a tomar posesión de las villas del Landgrave y de Juan Federico y a derribar las fortalezas del Landgrave, según el tratado. Se trata de un resumen de una carta escrita por los consejeros del Landgrave de Hesse a Antonio Perrenot de Granvela el 24 de noviembre de 1548.17
El enviado imperial a las tierras del Landgrave fue un hombre llamado Jerónimo Ortiz, que se presentó ante la esposa del Landgrave con las credenciales del Emperador que lo autorizaban “a visitar las fortalezas que, en virtud de la capitulación, se debían arruinar, y tomase el resto de la artillería y municiones”.18 En esta ocasión, como en otras muchas, hubo protestas en la interpretación del texto del tratado. A la partida de Jerónimo Ortiz quedó allí un agente suyo llamado Jaime Dilles, que se encargó de que las fortalezas pactadas19 fueran derribadas. El derribo fue especialmente duro en Kassel, donde se derribaron no solo fortalezas sino todas las torres, bastiones, fosos y todo aquello hecho “de cal y canto” e, incluso, “muchas montañas, no artificiales, sino naturales que allí hay”. En este caso hay una nota al margen en la que, probablemente Granvela, explica que “está ordenado que se derribe lo fortificado por arte y que lo que toca a la natura no se entre”.20
Los vasallos de estas tierras suplicaron a Ortiz y a Dilles que no destruyeran todo, pues “serían reduzidos a miseria y todo aprovecharía nada a Su Magestad”. Sin embargo el Emperador estaba decidido.
Mientras tanto, el Duque de Alba trasladó a los detenidos, el Landgrave de Hesse y Juan Federico, al castillo de Halle, donde quedaron bajo la custodia de Juan de Guevara, un soldado de gran experiencia en el ejército imperial que, tras su misión como guardián del Landgrave, obtuvo un ascenso y fue nombrado Maestre de Campo. Esta recompensa fue la que mereció también el segundo guardián del Landgrave, Sancho de Mardones. No tenemos noticias del cautiverio del Landgrave bajo la vigilancia de estos dos militares, pero en cambio está bien documentado, por las cartas que se han conservado en las bibliotecas mencionadas anteriormente de Madrid, el secuestro desde octubre de 1551 hasta su liberación en septiembre de 1552. Durante este tiempo fue recluido en la casa particular de un capitán del Emperador, Antonio de Esquivel, sevillano. Vivía con su familia en Malinas y allí, en una habitación a la que cegaron las ventanas,21 convivía con ellos el Landgrave de Hesse.
El año y medio durante el que el Landgrave estuvo bajo la vigilancia de Esquivel en Malinas fue muy convulso, debido a los constantes intentos del Landgrave de enviar cartas a sus hombres y familiares a través de los servidores del capitán e incluso a través de los soldados que guardaban la casa.
En las cartas que Esquivel escribe a Granvela se narran estas maniobras y también las medidas que tomó para evitarlas. Algunos de los hechos son casi anecdóticos, como, por ejemplo, la “ventanilla” que Esquivel abrió entre su habitación y la del Landgrave “donde lo puedo muy bien ver sin que sea yo dél visto”.22 Otros hechos son en cambio más importantes y permitieron desvelar la extensa trama de agentes y espías que el Landgrave había organizado para poder enviar y recibir información del exterior.
La trama salió a la luz a raíz del descubrimiento del soborno que Felipe de Hesse había realizado en forma de pago al sastre que acudía a la casa para hacerle ropa nueva. El fin del soborno era que el sastre sacara de la casa algunas cartas del Landgrave que debía hacer llegar a sus hombres. No se trataba solo de cartas, pues al parecer el sastre hizo llegar al Landgrave dinero, “tres mil florines”, decía Esquivel en una carta a Granvela.23 Cuando Esquivel descubrió el hecho, retuvo al sastre y le puso un guardián, con el fin de encontrar más cartas o bienes del Landgrave que pudiera tener escondidos y averiguar a quién daba el sastre las cartas. Esquivel consultó entonces a Granvela si debía interrogar y torturar al sastre para averiguar cuántas cartas y dinero había pasado y desde cuándo. Mientras se decidía qué hacer, Esquivel mantuvo al sastre en la casa “en una cámara haziendo calças y jubones para Langrave, y así le terné hasta que V.Sa me avise de lo que Su Magt manda que haga”.24
De esta forma se supo que Felipe de Hesse se valía de agentes, a los que sobornaba para enviar y recibir información del exterior. Entre ellos había uno de los criados de Esquivel llamado Miguel González. Cuando fue descubierto, el criado jugó a dos bandas e intentó disimularlo contando a su jefe las maniobras del Landgrave y culpó a un mesonero y a otro criado, llamado Robertillo, que fueron presos al instante. También estaba implicado en la trama el gobernador de la ciudad de Malinas.
Al principio Esquivel creyó lo que González contaba, pero lo apartó del servicio y del contacto directo con el Landgrave, y le asignó el oficio de soldado fuera de la casa. González no aceptó bien esta medida. Cuando Esquivel, ante la gravedad de lo que se adivinaba, lo convocó para que relatara a los consejeros y al procurador general lo que ya le había contado a él, González huyó a Bruselas. La huida hizo sospechar a Esquivel, que mandó apresarlo. Cuando lo arrestaron le encontraron encima “la poma de plata y un mondadientes de oro de Langrave, que hera el contraseño para el costalero”.25 Entonces el propio Landgrave confesó haberle dado en total treinta mil florines. Esquivel envió a Granvela tanto la botellita como el mondadientes de oro junto con las cartas del Landgrave interceptadas y pidió consejo sobre qué hacer con los traidores.
En cuanto al Landgrave, le advirtió que dejara de escribir y de intentar pasar cartas y le cerró definitivamente la ventana de su cámara “que es por donde él devía de tener algunas inteligençias”.26
El siguiente descubrimiento se hizo casi por casualidad, cuando el Margrave de Amberes se encontró con unas cartas sospechosas que le entregaron un zapatero y un correo de la ciudad. Según contó el zapatero, éste las había recibido de “un soldado español de unas calsas rojas”27 que, a su vez, había recibido la carta de un artillero que la había recibido directamente del Landgrave. El Margrave de Amberes escribió a Esquivel todo el asunto y le envió las cartas en cuestión. Esquivel abrió una investigación y descubrió al soldado de su guardia, que se llamaba Juan de Padilla, lo encarceló y lo torturó. Supo entonces que la red de soldados que ponía en circulación las cartas del Landgrave funcionaba ya en tiempos del anterior vigilante del Landgrave, Sancho de Mardones; supo también cómo enviaban las cartas en cadena: a través de diversos soldados y correos de diversas ciudades, de manera que nadie tuviera que ausentarse demasiado tiempo y fuera descubierta su falta.
No sabemos qué pasó con Miguel González, pero Juan de Padilla, por orden de María de Hungría y de sus consejeros, fue ejecutado por traición: 28
Esto fue lunes en la noche, y martes a 16 deste por la mañana se le notificó la sentensia, y a las dos del día lo truxo mi sargento con 20 arcabuzeros y pífano y a tambores a la misma calle delante de las ventanas de Langrave, las quales se abrieron para hazer que viese lo que pasaba, y allí lo pasaron por las picas los soldados y con tanto ímpito que no puediera reçevir muerte más presta; púsose luego en una horca junto al mismo lugar que murió a donde lo podía muy bien ber Langrave pero no hazía sino llorar diziendo que no le pesara tanto si le viniera nueva que uno de sus hijos sigundo hera muerto. Allí estuvo ahorcado hasta la noche que lo llevaron a enterrar.
Ninguno de los planes del Landgrave para ser rescatado tuvo éxito. El secuestro duró cinco largos años en los que el Landgrave de Hesse había tenido que esperar, sin auxilio, que los implicados en la cuestión encontraran el momento de las negociaciones, cada vez más complicadas.
Durante esos años no faltaron voces dentro del propio seno imperial que instaban a Carlos V a liberar al Landgrave y le advertían de las graves consecuencias que podía acarrear no hacerlo. Por ejemplo, un reconocido espía imperial llamado Jerónimo Bucchia advertía en el verano de 1551 al Comendador Mayor de Alcántara de su temor ante una posible marcha de Mauricio de Sajonia a Innsbruck, un año antes de que sucediera en realidad,29 y advertía de que “seria necessario in quel caso si ponga al meno con tutte le diligentie et celerità in qualsivoglia altro modo di placer, tentar, tenir et aquistar Mauritio et accordarlo da servirgli o al meno a non desservir”.30
Bucchia vinculaba claramente la prisión de Felipe de Hesse, y también la de Juan Federico, a la posible rebelión de Mauricio y afirmaba que éste quería “declarar la sua ribellion et guerra contra Sua Matà per la liberation dei detti ambi doi principi prigioni”,31 y argumentaba incluso que tenía ya indicios y avisos acerca de una posible conspiración contra el Emperador por esta causa:
si facevano provisioni de danari et di altre neccessarie di guerra per tutta quasi la Saxonia et per la Essia et conspirationi et le confederationi in molte parti ai danni di Sua Matà od de tutti gli nostri imperiali od papisti con le inteligentie mutue od pernitiose pratiche di fra-//(f. 7r)ziosi et per la liberationi de gli principi captivi in plurali che non portano tai lettere de l’uno principe né specificano di Langravio ma dei principi captivi et così si deveintendere di ambi dua, cioè di Langravio et dil duca Joan Federico, le quai lettere et gli avisi affirmativi, visti et considerati molto bene da me pro servitio cesareo, hanno fatto accresere le suspitioni od conieture mie particulari da certi altri inditi mei da non so che altri pratiche et relationi passate od presenti de le cose de la Germania[...]32
El largo discurso de Jerónimo Bucchia se articulaba en torno a dos ideas fundamentales. La primera de ellas expresaba el convencimiento de que la liberación del Landgrave y de Juan Federico de Sajonia aseguraría la paz en Alemania:
l’uno et l’altro et tutti gli loro seguaci et fautori si obligarano di andare servire dovunque da Sua Matà gli fusse commandato [...] et così né l’uno né l’altro, né potria né voria né dovria deservire più al suo patron od liberatore [...] seguendo con l’aiuto di Dio come da sperare potissimamente aquetare et accordarti le cose di Germania non saria più da sospettar di motti di quella [...]
El segundo argumento se centraba en las consecuencias negativas que podría tener no liberar a los prisioneros pues:
Ma, se Sua Matà in mniun modo voglia liberar per hora né l’uno né l’altro né che altrimente si possano intertenir Mauritio e gli suoi cugnati et aquettar gli instanti motti et tumulti di Alemagna né romper tai loro conspirationi, leghe et dissegni [...] perché altrimente Sua Matà sola con la guerra di Francia et turbe et conspiration di Alemagna come potria intravenire [...] a tanti diversi et strani bisogni et periculi da ogni parte et, per tanto, potriano facilmente occorrere gli periculi magiori od più pernitiosi in alcun di loro stati et perdersi in bona parte le convenienti diffese de gli altri et del tutto le grande speranze et le occasioni [...]33
Sin embargo, hasta el suceso de Innsbruck, el Emperador no admitió la necesidad de resolver el conflicto con los príncipes alemanes. Es cierto que, poco antes de la fuga de Innsbruck, tuvo lugar un primer intento de negociación entre los príncipes alemanes y Carlos V, pero, como veremos enseguida, no se llegó a pactos firmes que mantuvieran la paz, más bien al contrario.
En la primavera de 1552 comenzaron las negociaciones. Para entonces, Mauricio de Sajonia había dejado definitivamente el bando del Emperador y encabezaba el de los príncipes alemanes.
Se acordó que el encuentro para resolver el secuestro del Landgrave Felipe de Hesse y de Juan Federico de Sajonia se realizaría en la ciudad de Linz entre Fernando I rey de Romanos y los emisarios del Emperador y los príncipes electores de Alemania, Mauricio de Sajonia, Guillermo de Baviera, el elector de Brandeburgo y el obispo de Passau. Como emisario y enlace con la corte imperial también se hallaba en dicha ciudad Joaquín de Rye, señor de Balançon.34
El encuentro de Linz comenzó el día 16 de abril de 1552. Ese mismo día llegó la delegación alemana a la ciudad. El rey de Romanos los había precedido un día. Según una correspondencia inédita de Lesmes de Mazuelo, secretario del príncipe Maximiliano, hijo del rey Fernando,35 unos días después se unió a las sesiones la reina María de Hungría. Lesmes de Mazuelo escribe al obispo de Arras y canciller del emperador Antonio Perrenot de Granvela, diciéndole que, por noticias obtenidas entre los soldados de Mauricio de Sajonia, la intención de este era a todas luces “echar al Emperador del Imperio”.36 No es de extrañar que la proximidad de ambos ejércitos causara enfrentamientos en varias ciudades alemanas, como el de la ciudad de Ulm el día 21 de abril.
Por otra vía, el mismo día el canciller Granvela recibía otras noticias que conviene tener presentes. El poeta y soldado Hernando de Acuña informaba en una carta37 sobre el estado de las obras defensivas de un paso en Füssen, al sur del lago Forggensee y de la ciudad de Mühlberg. El fuerte equidistaba dos kilómetros de Füssen y Reutte y contaba para su defensa con 13 banderas imperiales, es decir, unos 4000 hombres.
Las negociaciones concluyeron el primero de mayo. Una copia manuscrita e inédita del acta de los acuerdos tomados en Linz entre Mauricio de Sajonia y el rey de Romanos se conserva en el Archivo General de Simancas.38 En ellos se acordó que el Emperador liberaría al Landgrave de Hesse, se desagraviaría a los hijos por los daños padecidos y que las tierras confiscadas le serían restituidas. Por su parte, Mauricio de Sajonia se comprometía a favorecer la paz del Imperio.
El día 3 de mayo, el rey de Romanos y su hijo Maximiliano abandonaban Linz y partían hacia Viena.39
No habían pasado doce días, el 15 de mayo, cuando Hernando de Acuña avisaba al canciller Granvela de que el ejército de Mauricio se acercaba a Füssen. Faltaba poco para que la fortificación estuviera acabada,40 pero ellos temían (“aquí se tiene por nueva cierta”) que Mauricio llegara antes de que el paso estuviera asegurado. Para comprobarlo se encontraban en el lugar Joaquín de Rye y Fernando de Lannoy.
Estos preparativos indican que los acuerdos de Linz no tardaron quince días en ser papel mojado, porque el 17 se esperaba la llegada de Mauricio a Füssen y el día siguiente los alemanes atacaban Reutte, haciendo huir a los soldados imperiales supervivientes, unos 1500, en dirección al fuerte de Ehrenberg, que fue atacado esa misma noche.41 Los alemanes perseguían muy de cerca a los soldados imperiales.
Por encargo expreso del mismo Emperador, un espía anónimo comenzó a informar a partir del día 18 de mayo. Hay que advertir que este informe fue redactado el 2 de junio desde Innsbruck, lo cual nos permite suponer que el espía formaba parte del ejército de Mauricio de Sajonia, o bien era un servidor del Emperador que había quedado en la ciudad. Durante ese período de tiempo, desde el 18 de mayo hasta el 2 de junio, el espía observa y obtiene toda la información de las acciones llevadas a cabo por el ejército de Mauricio de Sajonia desde el acercamiento y llegada a Innsbruck hasta la salida y el camino de vuelta. El informe debía dar cuenta de estos hechos, como le había sido encargado.
La confidencialidad y el secreto del informe debieron aconsejar el anonimato, dadas las circunstancias y el carácter de la misión que llevaba a cabo el agente. Por los rasgos lingüísticos del texto,42 el espía era de la zona norte, probablemente del Trentino-Verona. La cronología y la relación pormenorizada de los hechos, con abundancia de detalles, y el reconocimiento expreso de que su labor era una tarea directamente encargada por el Emperador, nos explican la particularidad y la estructura del informe. En primer lugar, es autógrafo, sin referencia a dato alguno que permita identificar al espía hasta el punto de que el lector del informe duda sobre el cometido aparente de este espía: ¿Era un soldado del ejército, pues conoce a la perfección la ruta y las paradas tanto a la ida como a la vuelta? ¿O era un servidor de palacio que conoce por medio de otros los datos que escribe en su informe? En todo caso tuvo buen cuidado de no dar ninguna referencia y crear la ambigüedad necesaria para que no pudieran saberlo entonces si era interceptado y hoy al leerlo nosotros. En segundo lugar, la relación da cuenta de los lugares que interesan desde el punto de vista militar, con la descripción de las rutas y el tiempo que permanecen en cada ciudad, el número de soldados, la artillería sustraída al Emperador y los depósitos que distribuían en algunos lugares para su transporte posterior, el viaje por agua del Duque de Sajonia; otro punto importante en la intención del espía es la enumeración de los actos vandálicos que podían afectar al Emperador: el despojo de sus objetos de palacio, la ropa, etc. arrojados y burlados en la plaza del castillo; la profanación de las iglesias y las sepulturas de la familia real de Austria.
Que el Emperador abandonó Innsbruck es indiscutible, pero el documento cuestiona que se tratara de una fuga precipitada, ya que el Emperador estuvo puntualmente informado de los avances del ejército de Mauricio y tenía, en consecuencia, estudiados y dispuestos los movimientos suyos para evitar ser apresado. Cuatro días antes de la entrada de Mauricio de Sajonia en Innsbruck, su prudencia aconsejó el abandono del castillo, y dispuso antes que la relación de los hechos siguientes a su salida le fuera enviada a la ciudad de Villach, adonde llegó el mismo día que el duque de Sajonia entraba en Innsbruck, es decir, el 23 de mayo. Esta observación se hace para puntualizar los datos que hasta la actualidad han sido utilizados por los historiadores sobre la conocida como “fuga de Innsbruck”. Los historiadores citaban las palabras de Prudencio de Sandoval, que había resumido en su crónica lo precipitado de la fuga, diciendo:
Quedó el Emperador maravillado de que Mauricio con tanta brevedad hubiese ganado la Clusa y otros pasos y vencido la gente que en ellos tenía; y viéndose solo (caso en que jamás se pensó hallar), salióse de Insbruk, porque allí no podía esperar al enemigo si no se quería ver en sus manos, y retiróse, que en rigor es huir, y fue de tal manera, que aun no hubo lugar de recoger la recámara y ropa del Emperador; y el Emperador salió a medianoche, y aún dicen que salía él por una puerta y la gente de Mauricio, con su hermano Augusto, que venía por capitán con los dos hijos del lantzgrave, entraban por otra; tan apretada estuvo la cosa.43
Manuel Fernández Álvarez44 narró la anécdota, cuya procedencia no indica, según la cual Mauricio había manifestado que no lo había detenido porque carecía de jaula suficiente para pájaro de tal tamaño. Ambas anécdotas, tomadas al pie de la letra, proceden a nuestro parecer de una simplificación literaria y propagandística de los contendientes, muy lejos sin embargo de lo que realmente ocurrió según el espía anónimo que citamos.
Si Mauricio de Sajonia despectivamente hizo saber que no lo había detenido porque no quiso, de la parte imperial corrían historias como la que recoge el historiador Levesque45 en la que, bajo la forma del exemplum, el Emperador explica a su nieto Carlos su versión de la huida de Innsbruck:
Charles V aurieux de connoitre l’esprit et la facon de penser de son petit-fils conversoit un jour avec lui, et lui racontoit les principales actions de sa vie. Ses guerres, ses victories, ses difaites. Dom Carlos l’econtoit avec una grande attention, l’Empereur qui en etoit enchante, lui dit, eh bien mon fils que vous semble de mes avantures? Trouvez-vous que je me fo sois comporte en brave? Je suis assez content de ce que vous avez fait, repondit le jeune Prince, il n’y a qu’une chose que je ne scaurois vous pardonner, eh quoi? Lui dit Charles V. C’est de vous etre saure d’Inspruch devant le Duc Maurice. Ah ce fut bien malgre moi, repliqua l’Empereur, il me surprit et je n’avois que una maison. Et moi, dit Dom Carlos, je n’aurois pas fui. Hais il falloit bian fuir, je ne pouvois lui resister. Pour moi je n’aurois pas fui, repeta le jeune Prince. Il auroit donc fallu me laisser prendre, c’auroit ete une grande imprudence dont j’aurois encore ete plus blame. Pour moi je n’aurois pas fui, repondit encore Dom Carlos. Dites-moi donc ce que vous auriez fait en me semblable occasion, et pour vous aider a me repondre, que feriez-vous actuellemente si je mettois me trentaine de pages a vous trousses? Ce que je ferois, dit alors ce jeune Prince d’un ton fier et assure, je ne me sauverois point. L’Empereur admirant cette fermete, l’embrassa tendrement et pendant long-temps il ne pouvoit s’empecher de rire, foutes les fois qu’on lui parloit de Dom Carlos.
¿Qué ocurrió en Innsbruck entre los días 19 y 31 de mayo?
El mismo día de la salida del Emperador, los alemanes dispersaron las tropas imperiales de Ehrenberg y avanzaron hacia Innsbruck, atacando en el camino todas las ciudades imperiales. El día 21 de mayo abandonaronn Reutte, atacada el día anterior, y llegaron a Nassereith. El día 22 llegan a Zein y a Zirl. El día 23 de mayo llegaron a Innsbruck sobre las 14:00 horas. Vaciaron el palacio imperial y trasladaron los objetos a diversas ciudades cercanas. Así lo cuenta el espía en el folio 2r del documento:
In quel medemo zorno vintitre hano li principi mandato da noi, essendo congregati in consilio, li sui officiali et maxime quel de Ploa, dicto Reictz, fato domandar tute le robe de vostra Cesarea Maiestade et de tuta la Corte, et sui curiali, et più oltra recerchato che dovessemo lassar et far descrivir in la citade et luogi circunvicini tute le robbe de vostra Cesarea Maiestade et delha corte sua et de quallor tutti che seguitavano lha corte, et che niuno, sotto pena de perder tutto il suo havere et beni sui, occultasse cossa alchuna; attento che sono stati circundati et oppressi da tal gente militare, ne ha bisognato in tal caso lassar proceder lho intento suo, cossì sono stati tuti de la terra et che fanno cum la terra a grand instantia et requisitione de li principi militari rechiesti et chiamati sulla casa del consilio, ive è stato a chadauno proposto, soto pena de esser messo a sacho tutto il suo haver et beni, in presentia di persone deputate per dicti principi a demonstrare tuto quello è rimaso in lhe lhor case et lha description cossì è stata adempita.
El día 25 los alemanes abandonaron Innsbruck. Tomaron la dirección de Zirl, desde donde el duque de Sajonia, navegando por el río, abandonó la ciudad de Zirl hacia las 16:00 en dirección a Haller. Sus hombres, por tierra, llegaron a Telfs, distante 25 kilómetros de Innsbruck, entre Zirl y Zein.
En el camino el ejército pasó por el Monasterio de Stams, donde estaban enterrados los príncipes de Austria. Los soldados no respetaron las sepulturas, las profanaron y se llevaron las joyas de los monarcas:
[...]monasterio de Stambs dove sono le sepulture de li principi de Austria, et hano roinato et fracassato tuti li forneli, fenestre, et porte et più non hano respectato li principi morti in le lhor sepulture aperte tute, <h>a fato cerchare anchora tute le zoie et ornamenti che havevano sopra li lor corpi li principi et principisse defunti hano portato via.
Se hano anchora tal gente deportata tiranissimamente in le altre gesie, in tor fora il serramento, in pestar su quello cum li piedi et in spoliar tute le gesie. (f. 3v)
Al día siguiente los soldados alemanes llegaron a Nassereith y arrasaron en su camino las iglesias católicas. Las banderas eran en total 21, unos 6000 hombres. Prosiguieron el viaje hasta la ciudad de Lermoos, a once kilómetros al norte de Nassereith. Desde allí fueron a Rauth, donde dejaron la artillería robada en Reutte, que más tarde trasladarían a Ulm.
El día 29 de mayo se desplazaron a Füssen, ciudad que abandonaron definitivamente el día 31 de mayo.
El Emperador había llegado a Villach el mismo día de la toma de Innsbruck, en litera, aquejado de su enfermedad de gota, y allí se estableció hasta el 13 de julio.
Así nos presenta los hechos el informe del espía anónimo que incluimos en la carta X, así deberíamos tenerlos presentes al hablar de la fuga de Innsbruck.
Los pactos de Linz no habían, pues, solucionado nada en Alemania, el suceso de Innsbruck da cuenta de ello. Pero tampoco la fuga de Carlos V solucionaba nada, sino que dejaba una situación abierta que, como comprendían todos lo actores implicados, necesitaba una conclusión. Esa conclusión se intentaría en la dieta de Passau.
La línea que articula todas estas acciones desde el apresamiento del Landgrave de Hesse hasta la fuga de Innsbruck y los pactos de Passau podemos verla en una opinión de la época, la de Giuliano Goselllini, secretario de Ferrante Gonzaga, gobernador de Milán, quien en su Compendio storico della guerra di Parma e del Piemonte, que tenía lugar en Italia contemporáneamente a los sucesos alemanes, explica:46
Questo Maurizio, sdegnato per le promesse inadempite dal’imperatore di ridonare a Filipo Langravio d’Assia, suo suocero, la libertà, si collegò col re di Francia, con Giorgio Federico marchese di Brandenburgo e con Giovani Alberto duca di Meclemburgo per difendere la libertà della Germania, che dicevano oppressa dall’imperatore, e per procurare la liberazione del prigionero. Il re prese il titolo, che espresse anche in medaglie da lui coniate, di protettore della libertà germanica, e chiese facoltà di impadronirsi delle città imperiali di Metz, Verdun e Toul. [...] e per poco non cadde Carlo V nelle mani de’ collegati presso Innspruck in un fatto d’arme nell’aprile 1552, che fu cagione della sospensione del Concilio di Trento per terrore che invase i Padri a cagione di quell’avvenimento. Dopo ciò, re Ferdinando –(Rey de Romanos)– indusse i nemici a concludere una tregua, rimettendo a trattare un accordo più durevole in una dieta da tenersi a Passau. A questi si riferiscono i documenti che riferisco in Appendice sotto M.
Como explica Gosellini, la dieta de Passau fue pactada por el rey de Romanos en un tratado previo en el que éste acordó con Mauricio de Sajonia los puntos que se tratarían en Passau, al mismo tiempo que se negociaban ya algunos de los artículos. Así se deduce de la lectura de la Conclusione fatta fra la Maestà del re de’ Romani et il duca Mauritio elettore di Sassonia l’ultimod’aprile 1552.47 En este documento se pactaba que Mauritio “con li principi di Germania suoi adherenti mancaranno della cominciata guerra, e licentiaranno li loro soldati”, es decir, que cesarían las hostilidades de Mauricio hacia las tropas y lugares imperiales; después, una vez este compromiso se hubiera hecho efectivo, “et senza dilatione alcuna, farà liberar Langraio d’Hassia, et securamente concederlo nel stato suo”. La liberación del Landgrave se presentaba así, como hemos querido explicar en esta introducción, como el punto crucial en las negociaciones y la condición sine qua non para que la paz pudiera volver a Alemania.
Sin embargo, había una condición más, el Landgrave debía jurar:
mai più praticare né metter discordie palese né segrete contra la Maestà Cesarea del re de’ Romani né della natione germana, e per contrario li doi elettori di Sassoni et Brandeburg insieme col duca di Wolegangh di Tuemburg Fonundes Ruggen s’obligaranno in ogni miglior forma per loro et suoi successori, che il detto Langravio tanto che viverà, mai tratterà né praticara cosa alcuna né rebellione contra la Maestà et sacro imperio.48
Para que la dieta de Passau se llevara a cabo, además, se exigía a Mauricio:
subito deve partirsi di là, et andare alli principi alemanni suoi adherenti e compagni di guerra, et usar ogni opra e diligenza, accioché voglino restar quieti e pacifichi senza travagliare né dare danno ad alcuno, in sin a tanto che sarà stabilito quello che si farà nella dieta di Passau. [...] debba esso Mauritio con li suoi soldati da cavallo e da piedi, quali al presente ha nel campo, star pacifico et quieto, promettendo esso duca Mauritio di far ogni diligentia et opera, acciò che restino quieti e pacifichi per detto tempo.49
La cita de Passau quedaba fijada para el día 26 de mayo, según se establece en este documento, pero, como sabemos, varió de día debido a que el compromiso previo exigía la presencia en Passau de determinados personajes que no habían llegado el día indicado. En la reunión tenían que estar Mauricio de Sajonia y los demás príncipes alemanes cabecillas de la Liga de Esmalcalda, el rey de Romanos y su hijo Maximiliano, también el elector de Brandenburgo, y los electores del Sacro Imperio. Y, por supuesto, a la cita no debía faltar el propio Langrave, aunque custodiado: