El tiempo de las mujeres - Ángeles Espinosa - E-Book

El tiempo de las mujeres E-Book

Ángeles Espinosa

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Beschreibung

Los cambios, los conflictos, las esperanzas de la población femenina en esta compleja región de Asia sometida a continuos avances y retrocesos. Durante treinta años Ángeles Espinosa ha ido dando cuenta de la realidad de sus mujeres a través de las imposiciones religiosas y culturales, los cambios legislativos, los nuevos gobiernos y los lentos e insuficientes avances que no han mitigado la situación de desigualdad extrema. Una selección de sus crónicas, entrevistas y artículos nos revelan que hay algunas conquistas que celebrar y muchos objetivos aún por cumplir en esta parte del continente sometida a vertiginosos cambios.

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SOBRE LA AUTORA

ÁNGELES ESPINOSA (Logroño, 1962)

Periodista especializada en el mundo árabe e islámico, y corresponsal del diario el país en Oriente Próximo durante casi tres décadas. Ha estado destinada en Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut; en la actualidad reside en Dubái. Como enviada especial, ha cubierto la región del mundo que va desde Egipto hasta Pakistán y desde Siria a Yemen, incluidas las guerras que han asolado a esos países. También ha entrevistado a la mayoría de los jefes de Estado y de Gobierno de la zona. Pero su interés se ha centrado sobre todo en los procesos de transformación social, desde el movimiento reformista de Irán hasta la Primavera Árabe y sus secuelas, con especial atención al papel clave de las mujeres. Tiene en su haber numerosos premios, entre ellos dos Ortega y Gasset de Periodismo (en 2002 y 2003) por su trabajo durante los conflictos de Afganistán y de Irak; el del Club Internacional de Prensa al mejor corresponsal español en el extranjero (2003) y el Víctor de la Serna de la Asociación de la Prensa de Madrid (2011). Además, ha sido distinguida con la encomienda de la Orden del Mérito Civil.

Sussan Tahmasebi es una importante activista iraní que lleva trabajando durante dos décadas a favor de los derechos de las mujeres en Irán y la región de Medio Oriente y Norte de África (MENA). Su tarea se enfoca en el fortalecimiento de movimientos de mujeres en contextos islámicos, su lucha por los derechos de igualdad y la erradicación de la violencia de género y extremismo violento. Dirige femena, una organización en pro de los derechos y la paz. Su trabajo ha merecido el reconocimiento de Human Rights Watch, y el National Center for Civil and Human Rights, entre otros.

SOBRE EL LIBRO

Los cambios, los conflictos, las esperanzas de la población femenina en esta compleja región de Asia sometida a continuos avances y retrocesos. Durante tres décadas Ángeles Espinosa nos ha ido informando de la realidad de sus mujeres a través de las imposiciones religiosas y culturales, los cambios legislativos, los nuevos gobiernos y los lentos e insuficientes avances que no han mitigado la situación de desigualdad extrema. En realidad, bien podríamos afirmar que gracias a su trabajo de corresponsal en Oriente Próximo para el diario el país, hemos sido conocedores puntuales de esta mutación en una área dominada por la desigualdad y el patriarcalismo más rancio.

Como nos recuerda en el prólogo la feminista iraní y defensora de los derechos humanos Sussan Tahmasebi, han sido décadas de lucha por parte de la sociedad civil femenina que han desembocado en pequeños o grandes logros. Algunas mujeres por fin pueden conducir, otras pueden ahora viajar o alojarse solas en un hotel; diminutos avances casi insignificantes si los comparamos con el paso de gigante que se ha dado en la modernización de la sharía aplicada al derecho familiar, o las nuevas leyes para promover el acceso a la educación, al trabajo, a las instituciones de representación política o contra la violencia de género. Una selección de sus crónicas, entrevistas y artículos nos revelan que hay algunas conquistas que celebrar y muchos objetivos aún por cumplir en esta parte del mundo sometida a vertiginosos cambios.

Tal vez las mujeres hayan sido la mitad oculta de esa parte del mundo, pero ya no están dispuestas a guardar silencio por más tiempo.

ÁNGELES ESPINOSA

El tiempo de las mujeres

Crónicas asiáticas

Título original: El tiempo de las mujeres. Crónicas asiáticas

Primera edición en LA LÍNEA DEL HORIZONTE Ediciones: febrero de 2018

© de esta edición: LA LÍNEA DEL HORIZONTE Ediciones

www.lalineadelhorizonte.com | [email protected]

© del texto: Ángeles Espinosa

© de los derechos de edición: Publicado bajo licencia de

© de la selección y edición: Pilar Rubio Remiro

© del prólogo: Sussan Tahmasebi

© de la maquetación y el diseño gráfico:

Víctor Montalbán | Montalbán Estudio Gráfico

© de la maquetación y versión digital: Valentín Pérez Venzalá

ISBN ePub: 978-84-15958-89-5 | IBIC: JFSJ; HBJF

Todos los derechos reservados. Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra solo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley.

EL TIEMPO DE LAS MUJERES

CRÓNICAS ASIÁTICAS

-

ÁNGELES ESPINOSA

-

PRESENTACIÓN: Sussan Tahmasebi

-

COLECCIÓN

FUERA DE SÍ. CONTEMPORÁNEOS

nº8

Índice

PRESENTACIÓN. UN FUTURO DE PROGRESO NOS ESPERA Sussan Tahmasebi

MÁS ALLÁ DEL VELO

AFGANISTÁN

IRAK

IRÁN

PAKISTÁN

YEMEN

MONARQUÍAS DEL GOLFO

Arabia Saudí · Baréin · CatarEmiratos Árabes Unidos · Kuwait · Omán

PRESENTACIÓN

UN FUTURO DE PROGRESO NOS ESPERA

Las últimas décadas han sido testigo de importantes transformaciones en la región de Oriente Medio y África del Norte (mena); desde guerras y ocupaciones a revoluciones y represiones. De hecho, estos años han repercutido seriamente en la situación y las reivindicaciones de las mujeres en todo el área y, a pesar de que los retos son grandes, los logros también han sido considerables. Al mismo tiempo, estos años han sido testigo de la aparición de movimientos feministas y de una sociedad civil de mujeres fuerte, bien enraizada a nivel local y nacional, y conectada regional e internacionalmente. Estos movimientos han tenido éxito al infundir discursos nacionales con sus demandas y realizar avances constantes hacia la igualdad, los derechos, la paz y la participación. Los desafíos a los que se enfrentan las mujeres son enormes. Aunque las demandas y la condición de las mujeres varían mucho de un país a otro, han despuntado algunas tendencias en los últimos tiempos.

Revolución, conflicto y aumento del extremismo

Tras décadas viviendo bajo una dictadura opresiva, el mundo árabe se alzó para pedir mejores gobiernos, libertad y derechos humanos. La revolución tunecina de 2011 fue el catalizador de otros levantamientos en la región mena, incluyendo Egipto, Libia, Siria y Yemen. Mientras que la revolución tunecina se vio como una exitosa transformación hacia un sistema de gobierno más democrático y responsable, con garantías de derechos humanos, especialmente para las mujeres, en el resto de la región las revueltas no tuvieron tan buenos resultados. Los dieciocho días de protestas en Egipto acabaron con la elección de un gobierno islamista que intentó revertir muchas de las conquistas conseguidas por las mujeres en nombre de la religión, siendo luego derrocado por las fuerzas militares. El posterior aumento de poder del general Al Sisi marcó el comienzo de un período de mayor represión, graves violaciones de los derechos humanos y presiones sobre la sociedad civil, incluyendo coerciones sin precedentes sobre organizaciones de mujeres y activistas de la sociedad civil, arrestos, prohibiciones de viajar y cierre de asociaciones. Las revueltas en Libia y Siria dieron lugar a un conflicto interminable. La presencia de jóvenes en las calles exigiendo libertad, pan y una mejor gobernanza cedió rápidamente paso a ataques terroristas y a una mayor presencia de extremistas. Los estados frágiles y en quiebra eran terrenos fértiles para el crecimiento de grupos como isis, que aterrorizaban a poblaciones enteras en toda la región, cosa que las mujeres sufrieron especialmente, dada su subordinación a la ideología de estos movimientos.

Aunque el mundo centró su atención en el desarrollo de la región mena, especialmente desde el auge de grupos extremistas en 2011 y 2012, la guerra y la destrucción no eran algo nuevo en la zona. En realidad, la región no es ajena al conflicto, pero la guerra y la posterior invasión de Irak por parte de Estados Unidos y las fuerzas aliadas en 2003 tuvo un impacto particularmente devastador en toda la región. Irak ya se había visto seriamente afectado por sanciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (1990-2003). La guerra y la ocupación sirvieron para desestabilizar aún más el país desencadenando un conflicto interno y el ascenso final de isis. Las mujeres sufrieron especialmente las consecuencias de la guerra y la ocupación en Irak. Según una encuesta de Reuters en 2013, una década después del inicio de la guerra, Irak, el país que una vez fue líder en términos de derechos de las mujeres en la región, era más «peligroso para las mujeres que bajo el régimen de Sadam Husein […] con mujeres desproporcionadamente afectadas por la violencia que ha arruinado la vida de casi todos los iraquíes1». Los desplazamientos, la falta de seguridad, el aumento de la violencia sexual y de género contra las mujeres, la reducción de la edad para contraer matrimonio, el aumento de la prostitución, una mayor pobreza, la brusca disminución de los niveles de educación entre las mujeres, la falta de acceso a la atención médica, la pérdida de derechos legales o el deterioro de la situación económica son algunas de las consecuencias negativas de la guerra de Irak. Las mujeres de países como Libia y Siria están experimentando ahora una evolución negativa similar.

Dado el impacto devastador del conflicto, la situación en la zona parece desalentadora y el futuro, a menudo, sin esperanza; excepto cuando una toma nota de cómo los ciudadanos, y especialmente las mujeres, se han levantado para encarar la multitud de problemas de sus países. Donde hay destrucción, las mujeres están construyendo y creando. Donde hay conflicto, trabajan por la paz. Donde hay desilusión y desesperanza, están involucrando valientemente a las comunidades y propagando optimismo. Estas son mujeres corrientes realizando un trabajo extraordinario en circunstancias a menudo insoportables, y pueden encontrarse en toda la región, en zonas de conflicto, en contextos donde es peligroso y difícil ser mujer y en lugares donde quienes defienden los derechos de las féminas se enfrentan a amenazas y ponen en peligro sus vidas. Mujeres como Hanna Edwar, fundadora de Al-Amal, una organización que ha estado trabajando por la paz y los derechos de las mujeres en Irak durante más de dos décadas. Mujeres como Fatima Al-Firdaws, que ha puesto en marcha una organización para hacer partícipes a los jóvenes, educándolos sobre la paz con el objetivo de evitar que se unan a milicias. Grupos como Mobaderoon, formado por una red de más de cinco mil personas dentro de Siria que, desde diferentes perspectivas políticas, trabajan conjuntamente para construir la paz, promover la coexistencia y reconstruir una Siria asolada por la guerra. O grupos como la Organización Afgana de Mujeres para la Igualdad en el corazón de Afganistán, que trabaja con hombres jóvenes para educarles en la paz y la no violencia, alentándolos a reprobar las agresiones sectarias y a apoyar los derechos de las mujeres en sus comunidades locales.

Participación política de las Mujeres

En las últimas décadas, ha aumentado la demanda de participación y representación política de las mujeres en los órganos de toma de decisiones en la mayor parte de la región mena. En línea con la resolución 1325 del Consejo de Seguridad de la ONU sobre la paz y la seguridad de las mujeres, adoptada en el año 2000, las mujeres han exigido su incorporación en los procesos de toma de decisiones diseñados para prevenir y resolver conflictos, incluyendo las negociaciones de paz. Así, las mujeres de esta zona del mundo han pedido que se les dé un lugar en la mesa de la ONU que lidera las negociaciones de paz en Afganistán, Libia, Yemen y Siria.

Sin embargo, la demanda de inclusión en los procesos de toma de decisiones no se limita a los esfuerzos de consolidación de la paz. Han exigido una mayor presencia e inclusión en las estructuras de gobierno y toma de decisiones en toda la región y, aunque su número sigue siendo bajo en estos puestos, han tenido cierto éxito. Si bien el establecimiento de cuotas ha hecho aumentar su presencia en los parlamentos de países como Irak y Afganistán, esto no se ha traducido automáticamente en cambios legales y sociales favorables para las féminas. De hecho, no todos los elegidos y nombrados para ocupar cargos de poder han demostrado ser verdaderos defensores de los derechos de las mujeres, y muchos no aportan una perspectiva de género en apoyo a la igualdad de las mujeres en su trabajo.

En la región continúa el debate sobre si el aumento de la representación femenina en las funciones decisorias tendrá un impacto positivo en la situación de las mujeres, o si lo que importa es la calidad de esta representación. Lo cierto es que, a nivel mundial, los países con movimientos feministas más fuertes han experimentado efectos beneficiosos en el estatus de las mujeres. Y lo mismo ocurre en la región mena, donde una combinación de factores, como un mayor número de ellas en puestos de toma de decisiones —especialmente aquellos donde desempeñan un trabajo de compromiso con la igualdad de género y la defensa firme de derechos—, ha tenido una repercusión enorme en la vida de su población femenina.

Los movimientos feministas de la región han adoptado diferentes enfoques para trabajar con mujeres en los puestos de toma de decisiones. Por ejemplo, inmediatamente después de la revolución tunecina de 20112, las activistas iniciaron una petición para exigir, con éxito, que los partidos políticos tunecinos aceptaran un sistema de cuotas en el que el cincuenta por ciento de los candidatos presentados a las elecciones fueran mujeres. En Egipto, Nazra for Feminist Studies, una importante ONG feminista, prepara a las mujeres —especialmente a las más jóvenes— para postularse como parlamentarias. Después de la revolución egipcia, los grupos de mujeres se reunieron en un Grupo de Trabajo3 para garantizar que la nueva Constitución incluyera disposiciones que garantizaran los derechos de las mujeres. El primer comité de redacción constitucional (2012), bajo la presidencia de Morsi, que incluía principalmente a islamistas, no respondió a las demandas del movimiento feminista y adoptó una constitución poco amigable con las mujeres. El segundo comité de redacción constitucional (2013) incluyó a cinco entre sus cincuenta miembros. Cuatro de ellas tenían una trayectoria de trabajo en el movimiento de mujeres y contribuyeron a garantizar que la constitución incluyera elementos para defender sus derechos, como un artículo sobre igualdad de género y toma de decisiones políticas, disposiciones que velaran por la igualdad de oportunidades en educación, medidas encaminadas al establecimiento de una comisión independiente contra la discriminación, disposiciones que reconocieran el derecho a la salud y el acceso de las mujeres a los servicios sanitarios. Otro gran logro fue que la constitución permitiera a las mujeres ser magistradas. Las miembros del comité también tuvieron éxito en la integración de género, al asegurarse de que el preámbulo de la constitución estableciera explícitamente que las mujeres y los hombres son iguales.

En Afganistán, por ejemplo, las mujeres han trabajado con los parlamentarios para adoptar leyes que detengan la violencia contra ellas y las protejan del acoso sexual en los espacios públicos. Recientemente, grupos de mujeres en Túnez, Líbano y Jordania lograron revertir las leyes que permitían a los violadores escapar del castigo si se casaban con sus víctimas. El hecho de que estas leyes se reformaran sucesivamente en los tres países indica también que los avances conseguidos por ellas en un país pueden tener consecuencias positivas para las mujeres en otros. Con este fin, activistas del movimiento de mujeres, así como políticas, han expresado constantemente su interés por reunirse con compañeras de la región y aprender de ellas.

Reforma de las leyes discriminatorias y fin de la violencia contra la mujer

Los movimientos de mujeres han trabajado durante décadas para reformar leyes que promueven la discriminación y la violencia contra ellas relegándolas a un estatus de segunda clase. Quienes favorecen estas leyes a menudo argumentan que están basadas y amparadas en las costumbres locales, la cultura y la jurisprudencia islámica (o sharia), pero en realidad muchas de esas leyes están influidas por las constituciones de las potencias coloniales. Aunque la resistencia al cambio de la legislación patriarcal sigue siendo fuerte, los esfuerzos de las mujeres son categóricos y van ganando terreno. La mayoría de las leyes que las mujeres tratan de reformar suelen ser códigos sobre el estado civil relacionados con sus derechos en el ámbito familiar. Incluyen leyes que otorgan a los hombres la tutela de los miembros del hogar, permitiéndoles tomar decisiones sobre sus esposas, como la opción de trabajar o estudiar, o tomar decisiones matrimoniales sobre sus hijas. Otras reformas ampliamente defendidas por las mujeres son leyes que aumentarían la edad para contraer matrimonio en el caso de las niñas, conferirían a las mujeres igualdad de derechos respecto al divorcio, permitirían a las mujeres obtener la custodia de sus hijos en casos de separación, o les otorgarían la capacidad de transmitir la nacionalidad a sus hijos o cónyuges.

Los movimientos de mujeres en la región han seguido diferentes estrategias para reformar la legislación. Algunos grupos, amparándose en los marcos internacionales de derechos humanos, trabajan para presionar a gobernantes y legisladores para que cumplan con las convenciones internacionales de las que son signatarios. Muchos trabajan para aumentar la sensibilización ciudadana e influir en la opinión pública sobre la situación de la mujer con el objetivo de ejercer presión y solicitar reformas legislativas desde las bases. La campaña Un Millón de Firmas en Irán (2006) fue un ejemplo de este tipo de iniciativas. Este movimiento popular recogió firmas de ciudadanos iraníes en una petición dirigida al parlamento de Irán para exigir que corrigiera todas las leyes que discriminan a las mujeres4. Si bien la acción no derivó en reformas masivas, se dieron pequeños logros legales en los años siguientes. Lo que la campaña consiguió fue una mayor concienciación social sobre los efectos negativos que las leyes discriminatorias tienen en Irán. En 2007, cuando el gobierno introdujo una legislación diseñada para aligerar las restricciones a la poligamia, las mujeres se movilizaron para oponerse a la medida. Grupos de la sociedad civil organizaron recogidas de firmas, visitaron las oficinas de los parlamentarios y analizaron críticamente las repercusiones de la ley. Al final, el Parlamento suspendió la medida. En 2013, una orden concebida para restringir la capacidad de viajar de las mujeres5 provocó protestas feroces generalizadas, por lo que el Parlamento —extremadamente conservador— tuvo que retirarla. Actualmente, con un Parlamento más moderado en Irán y la presencia de una facción fuerte de mujeres en él, sensible a las cuestiones de género, se persiguen demandas durante largo tiempo reclamadas para aumentar la edad de matrimonio, para que las madres puedan transmitir la nacionalidad a sus hijos y para atajar con leyes la violencia contra las mujeres.

Al igual que en otras partes del mundo, la reforma de leyes en la región mena y en los países islámicos puede suponer un proceso largo. A la vez que luchan por nuevos avances y mejoras, los grupos de mujeres deben permanecer alerta para no perder los derechos que, con tanta dificultad, han adquirido. El movimiento de mujeres turcas, con un largo historial de éxitos en la protección legal de las mujeres, tuvo que movilizarse en 2013 para oponerse a una legislación que pretendía restringir severamente el derecho al aborto6. Grupos feministas de la sociedad civil utilizaron las redes sociales para dar a conocer la legislación planteada y expresar sus objeciones. También organizaron protestas masivas y brindaron oportunidades para que las mujeres manifestaran su oposición a la ley propuesta, que se acabó retirando gracias a su empeño. Del mismo modo, la población femenina y los grupos lgbt en Turquía han utilizado provechosamente los tribunales y las medidas jurídicas contra la discriminación para luchar por la igualdad de derechos de la comunidad7. Por ejemplo, al llevar a los empresarios ante la justicia por discriminación, han obligado al sistema legal a reconocer y proteger los derechos de las minorías sexuales según las leyes vigentes.

Los movimientos de mujeres en la región son diversos y proponen planteamientos variados en su lucha para poner fin a la discriminación legal contra ellas. Por ejemplo, en un esfuerzo por anular los argumentos religiosos contra la igualdad de género, algunos grupos están trabajando para ofrecer una interpretación progresista de la sharia, de modo que las leyes puedan garantizar los derechos humanos de las mujeres. Quienes abogan contra la igualdad, desde una perspectiva religiosa, tienden a defender la equidad en su lugar. Estos opositores de los derechos de las mujeres usan la biología para justificar la discriminación. Afirman que, por motivos biológicos, las mujeres y los hombres ejercen funciones diferentes en la familia y en la sociedad; que estas funciones son complementarias y, por lo tanto, cada uno debe tener derechos diferentes correspondientes a esas funciones. Las mujeres, sostienen, deberían ser primero y antes que nada esposas y madres.

Pero los grupos de mujeres han aplicado de forma acertada una interpretación alternativa y progresista de la religión para defender la igualdad legal entre mujeres y hombres. Grupos como Masawah8, una organización internacional dirigida por mujeres musulmanas que buscan recuperar el espíritu de justicia del islam, está compuesta por individuos y colectivos que trabajan para construir conocimiento e impulsar el cambio a múltiples niveles. Masawah y sus miembros, como el Centro para la Asistencia Legal de Mujeres (Center for Women’s Legal Assistance, cewla) con sede en Egipto, utilizan marcos holísticos que integran enseñanzas islámicas, derechos humanos universales, leyes nacionales y experiencias vitales de mujeres y hombres para ofrecer soluciones a problemas sociales y reparar la discriminación legal contra las mujeres. Por ejemplo, cewla utiliza la jurisprudencia islámica, así como el marco de los derechos humanos, para crear conciencia e impedir el matrimonio precoz e infantil en Egipto. cewla también ha trabajado para prevenir la violencia contra las mujeres y está trabajando, junto con otros grupos y con algunos miembros del Parlamento, para introducir reformas a las leyes de estatuto personal que promueven la discriminación. Se pueden encontrar grupos similares de mujeres en toda la región, inclusive en Baréin, Irán, Pakistán y Afganistán. Estos grupos no solo involucran a legisladores y autoridades religiosas, también a las comunidades en discusiones importantes destinadas a disipar mitos sobre la condición de las mujeres en el islam y sus derechos en el ámbito social y familiar. Por ejemplo, los defensores de los derechos de las mujeres han formulado argumentos en contra de la práctica de la mutilación genital femenina (mgf), señalando el hecho de que no está permitida en el islam.

Cultura versusDerechos

Movimientos de mujeres utilizan múltiples estrategias para impulsar reformas en toda la región. Confían en las normas internacionales de derechos humanos mientras trabajan para generar conciencia y demandas ciudadanas. A menudo, el argumento religioso es más efectivo y necesario de cara a una población que, quizás, piensa que la religión está a favor de la desigualdad. De hecho, uno de los mayores impedimentos para la reforma legislativa se basa en un razonamiento fundamentado en el relativismo cultural. Quienes atacan la igualdad suelen alegar que los derechos humanos son conceptos occidentales y que no deberían aplicarse a las sociedades no occidentales con creencias y prácticas culturales distintas. Bajo esta premisa, gobiernos e instituciones religiosas se han aliado en los últimos años para socavar las garantías internacionales de los derechos dentro del sistema de Naciones Unidas. Países como Arabia Saudí, Irán y Egipto han aunado fuerzas con Rusia, la Iglesia Católica y organizaciones confesionales estadounidenses para manifestarse en contra de estas garantías, en especial de los derechos de salud sexual y reproductiva de las mujeres a nivel internacional. El hecho de que los movimientos de mujeres y los defensores de sus derechos en países no occidentales trabajen en circunstancias difíciles, a menudo bajo amenaza, demuestra que la reivindicación de derechos es universal y su garantía también debería serlo.

Derechos con reservas

Muchos gobiernos, en respuesta a las reivindicaciones de las mujeres y bajo presión de la comunidad internacional, han firmado convenciones que garantizan los derechos humanos de sus ciudadanos, incluidos los derechos de las mujeres y los niños. Pero con un electorado conservador y líderes religiosos en casa, lo han hecho con reservas. Estas reservas a menudo establecen que los gobiernos respetarán las convenciones si no se oponen a la ley nacional o a la ley islámica. El problema es que en la mayoría de estos países la ley islámica se interpreta de forma muy conservadora, por lo que resulta complicado reformar la legislación con las convenciones internacionales en mano, a menos que haya una voluntad política seria para hacerlo. Si bien las reservas pueden ser extremadamente problemáticas, la adopción de convenciones internacionales —incluso con reservas— ofrece oportunidades para que los grupos de mujeres promuevan cambios. Por ejemplo, la Convención para la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer (Convention on the Elimination of all Forms of Discrimination Against Women, cedaw), que ha sido adoptada por la mayoría de los países de la región mena, revisa que las leyes nacionales se adapten a sus disposiciones. Los gobiernos proporcionan informes sobre sus actuaciones a los comités de evaluación de la cedaw, pero los grupos de mujeres también pueden presentar informes paralelos y, en resumen, responsabilizar al gobierno por no cumplir con sus obligaciones internacionales.

Desafíos de aplicación

Estos períodos de cuestionamiento ofrecen además buenas oportunidades para evaluar el proceder del gobierno, no solo en la adopción de nuevas medidas legales que respalden los derechos de las mujeres, sino también en la capacidad y voluntad del gobierno para implementar y hacer cumplir las garantías. Desafortunadamente, la adopción de protecciones jurídicas supone solo la mitad de la batalla, ya que la implementación de las leyes sigue siendo un problema enorme en toda la región. Así, incluso aunque se aprueben leyes que protegen los derechos de las mujeres, puede haber jueces, agentes del orden público y otros, que se nieguen a aplicarlas. Por ejemplo, a pesar de las normas que impiden el matrimonio de niñas menores de dieciséis años en Afganistán, la práctica del matrimonio infantil continúa. Los padres permiten que sus hijas se casen a una edad temprana, los líderes religiosos celebran bodas y los agentes del orden público no toman medidas contra los padres ni contra los líderes religiosos. Los grupos de mujeres están trabajando en la educación de las madres y las niñas afganas. Creen que si las niñas y sus madres conocen el daño que causa el matrimonio a edades tempranas, estarán mejor preparadas para rechazar un matrimonio precoz. Por supuesto, la educación de madres y niñas debe ir acompañada de la concienciación de los líderes religiosos y del cumplimiento de la ley.

Un futuro de progreso nos espera

Debemos tener en cuenta que Oriente Medio está cambiando muy rápido. La mayor parte de la población son jóvenes con tasas crecientes de educación. Estos jóvenes están cada vez más urbanizados y conectados globalmente. Las necesidades y expectativas de la población, especialmente de los jóvenes y de las mujeres jóvenes, también están cambiando. Exigen igualdad de derechos y la oportunidad de alcanzar sus deseos y reivindicaciones. Y aunque sea de mala gana, algunas administraciones están tomando nota. Recientemente, el gobierno de Arabia Saudí, uno de los países más conservadores de la región, prometió reformas en relación a los derechos de las mujeres, como concederles el derecho a conducir, una demanda que los grupos de mujeres habían estado reclamando durante años.

Represión y reducción del espacio de la sociedad civil

Uno de los mayores obstáculos al que se enfrentan las mujeres en la consecución de sus derechos es, todavía, la falta de democracia y la falta de libertades políticas y sociales que afecta a todas las naciones del área. Aunque algunos gobiernos puedan otorgar derechos a las mujeres para demostrar su avance en materia de derechos humanos, la tendencia general en la región, y en todo el mundo, es hacia un entorno político cada vez más conservador y represivo. Este retroceso ha repercutido en la capacidad de los ciudadanos para organizarse y movilizarse para el cambio. De hecho, muchos gobiernos de la región, temerosos por las revueltas populares, están usando leyes y políticas ideadas para combatir el terrorismo y contrarrestar el extremismo como una herramienta para silenciar a los disidentes y activistas políticos del país. Están limitando el poder de la sociedad civil al imponer restricciones a la creación de ONG y a su financiamiento. Están limitando el poder de las personas para reunirse, protestar y criticar. También están imponiendo serias restricciones a la prensa. Esta tendencia prevalece en toda la región, y es más intensa en naciones del Golfo Pérsico, como Baréin, Omán y Kuwait, Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí, donde la independencia de la sociedad civil es extremadamente limitada o inexistente. En países como Egipto y Turquía, los grupos de la sociedad civil, incluidos los grupos de mujeres, se enfrentan a represiones masivas. En Irán, donde se llevaron a cabo gran cantidad de coerciones contra la sociedad civil durante los dos mandatos presidenciales de Mahmud Ahmadineyad (2004-2013), la ciudadanía ha hecho frente a una lucha cuesta arriba para reorganizarse en un clima político más abierto, pero aún restrictivo, bajo la presidencia de Hasan Rohaní (2013 -2021). Estas tendencias no son un buen presagio para los colectivos de mujeres de la sociedad civil, que podrían ver revertidos considerablemente sus derechos, sobre todo en un momento en que muchos gobiernos amenazados por su falta de legitimidad recurren a grupos más conservadores y religiosos para obtener apoyos. Los gobiernos occidentales, preocupados por su propia seguridad, han llegado a acuerdos con las potencias regionales y están haciendo la vista gorda ante violaciones de los derechos humanos. Es, por lo tanto, fundamental que las organizaciones internacionales de derechos humanos y los grupos internacionales de mujeres, incluidos las fundaciones de mujeres, redoblen su apoyo a los movimientos de mujeres en la región, permitiéndoles continuar con un trabajo crítico para garantizar los derechos de todas ellas.

SUSSAN TAHMASEBI

ÁNGELES ESPINOSA

MÁS ALLÁ DEL VELO

No sin nosotras

Velos y brillantes cabelleras. Trajes de ejecutiva y túnicas hasta los pies. La reunión incluye empresarias, economistas, abogadas, profesoras universitarias, políticas... La mayoría, árabes. No se dejen llevar por el tópico. La mujer árabe es un espécimen mucho más variopinto de lo que imaginamos. Y el plantel reunido por el Foro Económico Mundial (wef) en las orillas del mar Muerto a mediados de mayo estaba allí por méritos profesionales y no como concesión a su condición femenina. Sin embargo, desde sus puestos de privilegio en una sociedad patriarcal, paternalista y machista, quieren dejar claro que «la región árabe debe utilizar el valioso talento de sus mujeres si aspira al crecimiento».

Así lo hicieron constar en una carta enviada al secretario general de la Liga Árabe, Amre Musa, que también participaba en los debates del wef sobre la reforma en el mundo árabe. La carta iba acompañada de una lista de recomendaciones concretas para los dirigentes de sus países entre las que destacan la necesidad de proporcionar iguales derechos para hombres y mujeres, modificar los planes de estudios para que reflejen la imagen de la mujer árabe en el siglo XXI, cambiar su representación en los medios de comunicación, incluirla en los círculos de toma de decisiones, incluido el político, y facilitarle el acceso a microcréditos para que pueda crear pequeñas y medianas empresas.

Es la herencia del informe sobre desarrollo humano del pnud que hace dos años señaló la marginación femenina como una de las tres causas del atraso comparativo de los países árabes. Tal vez las mujeres hayan sido la mitad oculta de esa parte del mundo, pero ya no están dispuestas a guardar silencio por más tiempo. Buena parte de las participantes en el wef volverán a encontrarse en El Cairo entre el 6 y el 9 de junio bajo los auspicios de la Liga Árabe. Será la tercera conferencia que impulsa el Foro Internacional de Mujeres Árabes (aiwf), pero la primera que se celebra en un país árabe.

Haifa al Kaylani, la presidenta de esa plataforma, está exultante. «El 11-S va a terminar ayudándonos», expresa convencida de que la presión internacional para que el mundo árabe se reforme constituye el mejor aliado para las exigencias de mayor participación política y social de las mujeres árabes. «Los Gobiernos se están viendo obligados a pasar de las palabras a la acción», confía. La constatación de que las reunidas en Jordania son una excepción, más que la norma, no desanima a esta palestina, criada en Líbano y jordana por matrimonio. «No puedo negarlo, pero confío en que este ejemplo sirva de modelo para otras mujeres en nuestros países», señala con una energía contagiosa. Ella, gracias a sus relaciones personales con muchas primeras damas árabes, es el espíritu detrás de la carta a Musa y del apadrinamiento de la Liga para la reunión de El Cairo.

«Es cierto —apunta la arabista española Celia de Anca—. En una reciente visita a Emiratos Árabes Unidos he podido ver cómo las sheijas (las mujeres de los jeques) están impulsando la matriculación de mujeres en las universidades». El caso del Golfo puede ser un tanto especial, pero De Anca, que dirige el Centro de Diversidad del Instituto de Empresa, está convencida de que el cambio en el mundo árabe vendrá de la mano de las mujeres «o no se producirá (…). Los hombres árabes, en la medida en que están en posiciones de poder, no ven ningún incentivo para la reforma», añade.

El debate sobre la «Nueva cara del liderazgo» fue de los que más pasiones despertaron en Jordania. Más allá de discusiones y diferencias sobre la responsabilidad del actual estado de cosas, todas las ponentes coincidieron en que no habrá verdadera reforma en el mundo árabe a menos que las mujeres participen en el proceso y tengan la oportunidad de desarrollar su potencial. Esto, dejaron claro, incluye poder competir en igualdad de condiciones con los hombres para los más altos puestos de sus sociedades, tanto en la política como en los negocios y el resto de los aspectos de la vida nacional.

«No podemos tener una verdadera reforma sin la participación de las mujeres —manifestó Nayla Moawad, diputada en el Parlamento de Líbano, ante la aprobación general—. La reforma tiene que venir de los dirigentes, pero muy a menudo esos dirigentes están en contra de ella». Moawad, cuyo padre fue asesinado a las pocas horas de su nombramiento como presidente en 1989, atribuyó parte del problema a la falta de confianza de las mujeres árabes, que a menudo no conocen sus derechos y, en consecuencia, no los reclaman. Moawad dijo estar trabajando para cambiar esa situación. De hecho, ha presentado su candidatura a la presidencia de su país. Su objetivo puede parecer lejano en un mundo árabe en el que ninguna mujer ha alcanzado tan alta instancia, pero por algo se empieza, y, como señalan quienes la animan, tampoco en Estados Unidos ha habido hasta ahora una presidenta.

Precisamente el papel de Washington en la región no salió muy bien parado, a pesar de que sus feministas se hayan convertido en abanderadas de la liberación femenina. «Estados Unidos ha dejado de tener credibilidad en el mundo árabe como promotor de los valores de los que antes se le veía como adalid», manifestó Mona Makram-Ebeid, presidenta de la Asociación para la Promoción de la Educación de Egipto.

Sin embargo, algunas de las asistentes más jóvenes consideraron que ese es un debate estéril y que la principal barrera para su desarrollo profesional y personal son los clérigos musulmanes. «Mientras sigan predicando en contra de nuestra promoción, no avanzaremos; necesitamos reformar su pensamiento para lograr cambios en este terreno», subrayó una de las participantes. La situación de la mujer en el islam, en la medida en que concita interpretaciones opuestas, sigue constituyendo un asunto delicado sobre el que las árabes pasan de puntillas para evitar contratiempos. El sobreentendido es lograr avances legales y políticos que les blinden frente a los ultraortodoxos.

6 de junio de 2004

La ley fomenta la desigualdad de la mujer en el mundo árabe

Las mujeres árabes tienen gran desventaja ante los hombres en casi todos los ámbitos, según el informe «Ciudadanía y justicia» de la ONG Freedom House, presentado ayer en el Foro Económico Mundial (wef) celebrado en Jordania. Samina Nazir, directora del estudio, afirma que «la causa principal de discriminación es la desigualdad ante la ley, porque trasciende los valores, cómo se ve y se trata a la mujer». Según el informe, las mujeres de Oriente Próximo y el Norte de África se encuentran con una brecha de género sistemática a la que contribuyen leyes discriminatorias y la rutinaria ignorancia de las leyes que garantizan la igualdad y un trato justo, allí donde existen. Solo Túnez, Marruecos y Argelia obtienen notas por encima de la media en algunas áreas. Arabia Saudí recibe las peores. Para el estudio se han utilizado parámetros de la Declaración Universal de Derechos Humanos.

«Aunque dieciséis de los diecisiete países examinados (todos excepto Arabia Saudí) consagran el concepto de igualdad de derechos en sus constituciones, las mujeres afrontan formas legales de discriminación en todos los aspectos», denuncia el texto, que recuerda que incluso en algunos países las mujeres reciben castigos más duros que los hombres para ciertos delitos. Y las altas tasas de analfabetismo femenino, la apatía de los gobiernos y las tradiciones patriarcales se conjuran para que las mujeres desconozcan sus derechos.

«Las tradiciones patriarcales no son justas con las mujeres» —lamenta Nazir—, quien espera que el trabajo, en el que han participado cuarenta especialistas, sirva de guía para que los gobiernos corrijan los «profundos problemas estructurales que mantienen a las mujeres apartadas. Los resultados subrayan la importancia de invertir en la educación de las mujeres». Sin embargo, Augusto López-Claros, coautor de un informe más global sobre la brecha de género que recientemente ha publicado el wef, señala a este diario que «los países árabes no se han beneficiado de su inversión en educación femenina pese a haber gastado grandes cantidades (un cinco y medio por ciento del pib) en los últimos veinte años». «De acuerdo —responde Nazir—, pero si se compara la participación de la mujer en el trabajo hace diez años, ha habido avances». La investigadora admite que aún hay una gran diferencia entre el número de mujeres que salen de los centros de enseñanza y las que entran en la fuerza laboral. «Hay dos razones principales –explica—, una social, ya que son los maridos o los padres quienes deciden si sus mujeres, hijas o hermanas van o no a trabajar; y otra, la falta de apoyo oficial».

Aunque las causas son múltiples no parece una coincidencia que, tal como señala el informe, «ninguno de los países esté considerado como democracia» o que «la participación de las mujeres en la vida política sea la más baja del mundo». Además, están afectadas por factores regionales como la emergencia del extremismo islámico que amenaza los logros ya alcanzados. «La politización del islam complica gravemente el reto de luchar por la igualdad de derechos», admite el texto.

«El papel de la religión se entiende mal. En su nombre, hemos visto avances (la reforma del código de familia en Marruecos) y frenos —matiza Nazir—. Es un factor cuando se usa políticamente, pero su interpretación la dominan hombres, así que tiende a beneficiarles (pueden tener cuatro esposas, divorciarse cuando quieren, etc). Hay una ausencia femenina en la interpretación de la religión y de cómo afecta a las mujeres», reconoce.

23 de mayo de 2005

Más allá del velo

Rara vez una mujer ocupa la primera página de la sección económica de un periódico. Lubna bint Jaled al Qasimi, sin embargo, se ha hecho habitual en los diarios de su país, Emiratos Árabes Unidos. Como ministra de Economía, representa a una nueva generación de mujeres árabes que ha empezado a romper tabúes y a acceder a puestos de relevancia tanto en la Administración como en la empresa privada. Pero este avance, inadvertido para un Occidente obsesionado con el velo, no se ha traducido de momento en una mejora de la situación general de las mujeres en el mundo árabe.

En una reciente conferencia regional sobre sus derechos, celebrada en Sanaa (Yemen), mujeres de dieciocho países árabes identificaron como sus principales problemas el analfabetismo, la pobreza, la violencia y la marginación de la vida pública. Aunque sus circunstancias varían, todas se quejaron de su situación legal y de los códigos de familia discriminatorios.

Salvo excepciones recientes como Marruecos o Túnez, las leyes permiten la poligamia, el repudio o el matrimonio de menores de catorce años. La mujer solo puede acceder al divorcio tras penosas batalles legales o en las desventajosas condiciones de la jula —que les obliga a devolver la dote y renunciar a cualquier derecho económico—. Rara vez obtienen la custodia de sus hijos, heredan la mitad que sus hermanos varones y su testimonio ante un juez vale la mitad que el del hombre. A los ojos extranjeros, estas inequidades son consecuencia de la sharía, la ley islámica, que impera en lo relativo al derecho de familia. No obstante, pocas critican en voz alta ese corpus legal inspirado en la religión. Al contrario, algunas han encontrado en el islam un instrumento para luchar contra lo que consideran interpretaciones desviadas de las autocracias de sus países y el machismo.

Sea cual sea su origen, cada vez más activistas locales están levantando su voz contra una discriminación que la ONU ha identificado como una de las tres causas principales del atraso socioeconómico del mundo árabe. De hecho, su próximo Informe sobre Desarrollo Humano en esta región va a estar dedicado a la situación de la mujer. En el caso de Egipto, el país árabe más poblado, con una cuarta parte de los trescientos millones de habitantes de la zona, la ONU señala la promoción de la igualdad entre sexos como un requisito imprescindible para que el país pueda salir de la pobreza. «Sin esa condición, nada del resto es posible», afirma Antonio Vigilante, representante en El Cairo del Programa de la ONU para el Desarrollo (pnud).

Los nombramientos de ministras o fiscales en Túnez, Omán o Jordania quedan eclipsados por el hecho de que la mitad de las árabes aún son analfabetas o que solo ocupan el seis por ciento de los escaños parlamentarios (frente a un dieciséis de media mundial). Presionados por las activistas locales, la mayoría de los Gobiernos árabes han empezado a reconocer ese problema y a trabajar para erradicarlo, pero en muchos casos los cambios legislativos chocan contra tradiciones fuertemente arraigadas y la falta de concienciación de las propias mujeres. El conservadurismo de sus sociedades y el temor a que su trabajo sea visto como un calco del modelo occidental también dificultan la tarea de las reformistas. «Los derechos de las mujeres no son unos derechos especiales que solo afectan a las mujeres, sino una cuestión de justicia social, de derechos humanos», defiende la directora del pnud para los países árabes y ex ministra yemení, Amatalalim Alsoswa. Sin embargo, con o sin pañuelo, las mujeres árabes, como muestran estos testimonios, están tan lejos del estereotipo de sumisión que de ellas difunden los islamistas radicales, como de la imagen de víctimas oprimidas que tienen muchos occidentales.

Khadija al Salami. Maabar (Yemen), 1966. Documentalista. No fue fácil. Vengo de una familia modesta. A los once años me rebelé contra un matrimonio forzado que me impuso mi abuelo. Desde entonces, rechacé las restricciones que se imponen a las mujeres. No hubo ninguna influencia occidental porque no había salido de Yemen. Es algo con lo que se nace. Yo no quería vivir el resto de mi vida encerrada entre cuatro paredes. Comprendí que la educación era mi único escape y logré una beca para una universidad norteamericana.

En Estados Unidos descubrí la libertad y a mí misma. Convertirme en cineasta era la única forma de poder dar la palabra a las mujeres y de descubrir mi propio país, ya que aquí no se nos permite viajar solas. En nuestra cultura no hablamos sobre nuestros problemas. Resulta vergonzoso. He intentado cambiar esto poniendo mi cámara ante las mujeres y en algunos casos lo he conseguido. Recogí mis experiencias en The tears of Sheba, un libro muy criticado pero que abrió el debate sobre la situación de la mujer en Yemen.

Estoy casada pero elegí a mi marido que, además, no es yemení, sino estadounidense. Cuando se lo dije a mi familia me preguntaron cómo iban a hacer frente al que dirán. La gente decía las peores cosas de mí. Ahora, sin embargo, me muestran admiración y estoy sorprendida.

Hayet Erraies. Túnez, 1954. Escritora. Soy escritora y periodista ocasional. He sido profesora de Filosofía. Viniendo de una familia árabe tradicional, esa carrera me permitió conocer también lo racional, pero el choque entre ambos elementos de mi formación me ha hecho pasar por distintas etapas. Como mujer árabemusulmana, crecí siendo religiosa. Luego tuve dudas. Experimenté una época de ateísmo, la laicidad... Mentalmente, lo he vivido todo. ¿Y ahora? Creo que es una mezcla. Eso hace al ser humano, ¿no?

Soy la mayor de nueve hermanos, seis mujeres y tres hombres. En mi país, al mayor se le mima y se le respeta, incluso cuando se trata de una mujer, aunque evidentemente mis padres también querían un varón. Tuvieron tres seguidos después de mí.

¿Dificultades por ser mujer? Las que he encontrado las he podido superar. Me he dado a conocer por mi discurso firme y directo. Se me considera una pluma audaz porque abordo temas tabú, como cuando escribí Le corps de la femme: Du naturel au surnaturel. Eso me ha granjeado algunas molestias con los integristas. Son nuestros enemigos declarados. Aunque me parecen más peligrosos los pseudointelectuales que en público apoyan la causa de la mujer y en privado mantienen esquemas patriarcales. Es más difícil distinguirlos.

Waduda Badran. El Cairo (Egipto), 1948. Directora de la Organización de Mujeres Árabes. «Mis padres, un médico del Ejército y un ama de casa, tomaron la entonces inusual decisión de tener solo dos hijos y no les importó que fuéramos chicas. Nos educaron para sacar lo mejor de nosotras mismas. Fui la primera de mi promoción en la Facultad de Economía y Ciencias Políticas en la Universidad de El Cairo. Luego me doctoré en Canadá y seguí mi carrera académica, hasta que en 2001 me nombraron directora del Centro Cultural Egipcio en Londres.

Desde mis diferentes responsabilidades siempre he promocionado la presencia de la mujer en la vida pública. Personalmente no he encontrado problemas específicos por ser mujer, aunque con dos hijos he vivido bajo constante estrés. Estoy muy feliz con mi vida. Sin embargo, siempre he sido consciente de que no es el caso de todas las mujeres árabes.

El islam reconoce iguales derechos a hombres y mujeres, pero tenemos un gran problema cultural y cambiar la cultura lleva tiempo. Aunque las decisiones de los líderes políticos ayudan, el cambio no se va a producir de la noche a la mañana. Hay una gran inercia social. Las mujeres educadas no podemos quejarnos. Los mayores problemas afectan a quienes no han tenido esa oportunidad.

Raga H. Jalifa. Omdurman (Sudán), 1958. Activista. Estudié árabe en la Universidad Islámica de Omdurman, la antigua capital. Éramos una familia media. Yo fui la segunda de seis hermanos, tres chicos y tres chicas. Ahora doy clase en la Politécnica de Sudán. Desde que entré en la universidad he trabajado en la concienciación sobre los derechos de la mujer, primero en mi barrio y luego en la Asociación de Mujeres, que ayudé a fundar y que hoy dirijo.

En 1996, con el apoyo de la asociación, me presenté a las elecciones al Parlamento y logré uno de los escaños reservados a las mujeres. Un año después, el presidente me nombró ministra de Asuntos Sociales y Culturales. Dimití doce meses más tarde porque la asociación me reeligió presidenta y me pidió que dejara la política.

En cuanto a la religión, los árabes son en su mayoría musulmanes y originalmente el islam no restringe la participación de la mujer. Sin embargo, a veces, en algunas zonas, se usa la religión como instrumento para alejar a la mujer de ciertas actividades. Por eso, nosotras animamos a las mujeres a conocer el islam para que puedan discutir y defenderse.

Ebtisam S. al Kitbi. Dubái (Emiratos Árabes Unidos), 1970. Profesora de Ciencias Políticas. La mayoría de la gente piensa que las mujeres del Golfo pasamos la vida recluidas y ociosas. Es una idea equivocada. Ya no somos un país rico. Nuestro Gobierno tiene déficits presupuestarios y ya no facilita servicios gratuitos. Las mujeres somos parte de la sociedad y tenemos que contribuir a los ingresos de la familia.

Ahora bien, es cierto que hay barreras. El problema no son las leyes, sino las percepciones sociales y culturales de la sociedad. Es más fácil violar la ley que los tabúes sociales. Por ejemplo, en la distribución de terreno estatal para construir casas. Solo se da a los hombres y a las viudas o divorciadas, pero cada vez más las solteras estamos reclamando ese derecho. Es algo nuevo.

Aunque vengo de una familia beduina, el hecho de que mi padre emigrara a Baréin a los catorce años para trabajar en una compañía petrolera británica fue decisivo. Aprendió inglés, promocionó y ahorró lo suficiente para montar su propio negocio. No hubo ningún problema para que yo y mis dos hermanas estudiáramos, al igual que los tres chicos.

Afrah Ba-Dwailan. Mukalla (Yemen), 1962. Juez. El problema más importante de Yemen es la falta de educación de las mujeres. Mi padre creía en la educación y todas las hermanas (somos cinco, además de dos varones) estudiamos. Yo hice Derecho y fui la primera mujer juez de la provincia de Hadramut, que era parte de Yemen del Sur. Tras la unificación, en 1991, el año pasado me convertí en la primera mujer al frente de un tribunal en Sanaa como presidenta de la sala de menores. ¡Hemos necesitado trece años! Y el número de mujeres jueces, treinta y cuatro, sigue siendo el mismo que antes de la unión.

La mayoría de las mujeres, y de los hombres, no conocen sus derechos. Para superar esa situación, hay que educar a las chicas cuyo analfabetismo frena el desarrollo, cambiar la imagen de la mujer en los medios de comunicación y en los libros de texto. No puede ser que las historias siempre cuenten que Alí es ingeniero y Fátima está en la cocina.

5 de mayo de 2006

Modernizar la sharía

El término árabe sharía —también transcrito como shariah— se refiere a la ley islámica. La sharía dista mucho del concepto de ley y justicia que prevalece en los países occidentales, donde produce repulsa por la crueldad de los castigos físicos que prescribe (lapidación, amputaciones, azotes) y su desviación sexista. Sin embargo, muchos musulmanes defienden que estos atropellos no tienen tanto que ver con la ley islámica como con la mentalidad de quienes la manipulan.

Para empezar, la idea de una ley islámica puede resultar engañosa. No se trata de un texto codificado o de un sistema de justicia criminal, sino de un sistema de prescripciones sobre cómo debe vivir la población musulmana. Esos castigos que el Tribunal Europeo de los Derechos Humanos tacha de bárbaros y crueles, constituyen solo una parte de la sharía, los que sancionan las ofensas (hadd). Y no hay unanimidad sobre lo imperativo de su aplicación que, de hecho, solo ejecutan unos pocos del medio centenar de países islámicos.

No todos los musulmanes coinciden en cuáles son las fuentes de la sharía. Solo el Corán y los hadices (dichos y hechos del Profeta) son incontestables, si bien no todos los dichos tienen la misma fiabilidad, depende de la fuente. De ahí que su valor no sea irrefutable como el del Corán y muchas veces hasta resulten contradictorios. Los chiíes rechazan el consenso (ijma) y la analogía (qiyas) que forman parte de la jurisprudencia suní, de la misma forma que los suníes rechazan el recurso de los jurisconsultos chiíes a la lógica (mantiq) y la interpretación (ijthad). Además existe un debate abierto no ya entre los laicistas y los religiosos, sino dentro de estos entre reformistas —que defienden que puede modernizarse la sharía para adaptarse a los tiempos—, tradicionalistas —que aceptan limar algunos aspectos dentro de las escuelas legales tradicionales— y salafistas —que rechazan a todos los anteriores y se aferran a una interpretación literal de los textos sagrados—.

Tampoco hay uniformidad en la puesta en práctica de la sharía