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Es un hombre de setenta años de edad obsesionado con su esposa, mucho más joven que él, con la cual se casó para tener un juguete. La niña le sirve sólo de compañía y de entretenimiento…
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Veröffentlichungsjahr: 2016
Miguel de Cervantes
Salen Doña Lorenza y Cristina, su criada, y Hortigosa, su vecina.
Doña Lorenza Milagro ha sido éste, señora Hortigosa, el no haber dado la vuelta a la llave mi duelo, mi yugo y mi desesperación.
Éste es el primero día, después que me casé con él, que hablo con persona de fuera de casa; que fuera le vea yo desta vida a él y a quien con él me casó.
Hortigosa Ande, mi señora doña Lorenza, no se queje tanto; que con una caldera vieja se compra otra nueva.
Doña Lorenza Y aun con esos y otros seme-jantes villancicos o refranes me engañaron a mí; que malditos sean sus dineros, fuera de las cruces; malditas sus joyas, malditas sus galas, y maldito todo cuanto me da y prome-te. ¿De qué me sirve a mí todo aquesto, si en mitad de la riqueza estoy pobre, y en medio de la abundancia con hambre?
Cristina En verdad, señora tía, que tienes razón; que más quisiera yo andar con un tra-po atrás y otro adelante, y tener un marido mozo, que verme casada y enlodada con ese viejo podrido que tomaste por esposo.
Doña Lorenza ¿Yo le tomé, sobrina? A la fe, diómele quien pudo; y yo, como muchacha, fui más presta al obedecer que al contradecir; pero, si yo tuviera tanta experiencia destas cosas, antes me tarazara la lengua con los dientes que pronunciar aquel sí, que se pronuncia con dos letras y da que llorar dos mil años; pero yo imagino que no fue otra cosa sino que había de ser ésta, y que, las que han de suceder forzosamente, no hay pre-vención ni diligencia humana que las preven-ga.
Cristina ¡Jesús y del mal viejo! Toda la noche: ``Daca el orinal, toma el orinal; leván-tate, Cristinica, y caliéntame unos paños, que me muero de la ijada; dame aquellos juncos, que me fatiga la piedra''. Con más ungüentos y medicinas en el aposento que si fuera una botica; y yo, que apenas sé vestirme, tengo de servirle de enfermera. ¡Pux, pux, pux, viejo clueco, tan potroso como celoso, y el más celoso del mundo!
Doña Lorenza Dice la verdad mi sobrina.
Cristina ¡Pluguiera a Dios que nunca yo la dijera en esto!
Hortigosa Ahora bien, señora doña Lorenza, vuesa merced haga lo que le tengo aconseja-do, y verá cómo se halla muy bien con mi consejo. El mozo es como un ginjo verde; quiere bien, sabe callar y agradecer lo que por él se hace; y, pues los celos y el recato del viejo no nos dan lugar a demandas ni a respuestas, resolución y buen ánimo: que, por la orden que hemos dado, yo le pondré al galán en su aposento de vuesa merced y le sacaré, si bien tuviese el viejo más ojos que Argos y viese más que un zahorí, que dicen que vee siete estados debajo de la tierra.
Doña Lorenza Como soy primeriza, estoy temerosa, y no querría, a trueco del gusto, poner a riesgo la honra.