Elcano y Cervantes - Alfredo Alvar Ezquerra - E-Book

Elcano y Cervantes E-Book

Alfredo Alvar Ezquerra

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El lector tiene ante sí una obra del profesor Alfredo Alvar Ezquerra que ejemplifica la utilidad de las conmemoraciones de los grandes hechos históricos, y culturales, nacionales como medio eficaz para preservar y profundizar en nuestro patrimonio inmaterial, en este caso, la remembranza de los quinientos años de la primera vuelta al mundo, gesta suprema de la era de los descubrimientos. La completó el marino español Juan Sebastián Elcano como conclusión no prevista de la expedición a la Especiería, tras lograr llegar a las Molucas, cometido que había sido encomendado por el rey Carlos I al navegante portugués al servicio de la monarquía hispánica Fernando de Magallanes, pero que este no consiguió alcanzar por haber muerto en Filipinas en un enfrentamiento con los nativos. Entre los objetivos principales de la conmemoración oficial del V Centenario de la primera circunnavegación, todavía en marcha en el momento de publicarse este libro, está el de incrementar a niveles nacional y global el conocimiento de la figura, y sobre todo del papel de Elcano en el éxito de esta asombrosa hazaña, la más importante gesta náutica de todos los tiempos, y su impacto en la historia de España y de la humanidad.

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Edita:

Paseo de la Castellana 109, 28046 Madrid

© Autor y editores, 2022

NIPO 083-22-040-X (edición impresa)

ISBN 978-84-9091-627-8 (edición impresa)

NIPO 083-22-041-5 (edición en línea)

ISBN 978-84-9091-626-1 (edición en línea)

ISBN 978-84-18746-18-5 (edición impresa)

ISBN 978-84-18746-19-2 (edición digital)

ISBN Epub: 978-84-18746-15-4

Depósito legal M 8839-2022

Fecha de edición: marzo de 2022

Maqueta e imprime: Imprenta Ministerio de Defensa

Las opiniones emitidas en esta publicación son exclusiva responsabilidad del autor de la misma.

Los derechos de explotación de esta obra están amparados por la Ley de Propiedad Intelectual. Ninguna de las partes de la misma puede ser reproducida, almacenada ni transmitida en ninguna forma ni por medio alguno, electrónico, mecánico o de grabación, incluido fotocopias, o por cualquier otra forma, sin permiso previo, expreso y por escrito de los titulares del copyright ©.

En esta edición se ha utilizado papel 100% libre de cloro procedente de bosques gestionados de forma sostenible.

«… Si —siguiendo el lastimoso descuido de nuestros antepasados— se perdiesen semejantes Diarios, o lo que es casi lo mismo, se sepultasen para siempre en unos archivos que nadie consulta, y en donde son víctimas del polvo y la polilla. Así carecen los marinos del importante manejo de estos documentos y la Nación no goza del mérito de tan costosos afanes, viéndose obligada ahora a recibir y celebrar como nuevas las Relaciones en que ingleses, holandeses y franceses reproducen lo que con tanta antelación visitaron y acaso con más escrúpulo los españoles…»

José VARGAS PONCE. «Introducción» a la Relación del último viaje al Estrecho de Magallanes…, 1788, p. iiii.

CONTENIDO

Prólogo

Prefacio

Presentación

Introducción: la Ilustración a la búsqueda de los héroes nacionales

De Mayans (1737) al descubrimiento de la partida de bautismo de Cervantes (1752-1753)

Alrededor de 1769, la primera biografía de Elcano

También: Corona y ciencia

Un joven Vargas Ponce describe expediciones al estrecho de Magallanes (1788-)

Navarrete en el Archivo de Indias (1793-1795)

Sobre Vargas Ponce y Ceán Bermúdez (entre 1803 y 1805)

Alrededor de Cervantes: de las primeras comisiones para la búsqueda de documentos (1804), con más gloria para Ceán (1804-1808), hasta Navarrete de nuevo (1819) y Clemencín (1833-)

Navarrete y Simancas (desde 1826 a 1838)

Navarrete y Elcano en 1837

La colección de viajes… (1825-1837)

Ahora el CODOIN, I (1842-)

La apertura de los archivos estatales a la investigación (1844-1845)

Magallanes-Elcano, traspasan fronteras: Toribio Medina desde Chile (1888 a 1920)

El archivero Vicente Llorens (1903)

El padre Pastells, S.I. (1920).

Redescubrimientos de documentos de Elcano en poder de sus herederos (2014-)

El grumete que se fugó, su declaración y la reivindicación del documento por Mazón (2019)

Otra vez Cervantes en paralelo

Y un final absoluto

Edición de los manuscritos de Ceán Bermúdez

A. Texto 1. «Noticias de las Armadas que fueron al Maluco en el reinado de Carlos V» BNE, Mss 5622.

B. Texto 2. «Primeras expediciones que los españoles hicieron al Maluco para traer especiería…» RAH, 11-08234-11.

Abreviaturas de la base de datos

Tabla

Prólogo

El lector tiene ante sí una obra del profesor Alfredo Alvar Ezquerra que ejemplifica la utilidad de las conmemoraciones de los grandes hechos históricos, y culturales, nacionales como medio eficaz para preservar y profundizar en nuestro patrimonio inmaterial, en este caso, la remembranza de los quinientos años de la primera vuelta al mundo, gesta suprema de la era de los descubrimientos. La completó el marino español Juan Sebastián Elcano como conclusión no prevista de la expedición a la Especiería, tras lograr llegar a las Molucas, cometido que había sido encomendado por el rey Carlos I al navegante portugués al servicio de la monarquía hispánica Fernando de Magallanes, pero que este no consiguió alcanzar por haber muerto en Filipinas en un enfrentamiento con los nativos.

Entre los objetivos principales de la conmemoración oficial del V Centenario de la primera circunnavegación, todavía en marcha en el momento de publicarse este libro, está el de incrementar a niveles nacional y global el conocimiento de la figura, y sobre todo del papel de Elcano en el éxito de esta asombrosa hazaña, la más importante gesta náutica de todos los tiempos, y su impacto en la historia de España y de la humanidad.

Y si ello se ha considerado relevante es precisamente porque Elcano no ha sido justamente tratado en la historiografía de la exploración y globalización de nuestro mundo. Su figura ha sido en ocasiones contemplada como la de un actor secundario de la expedición que simplemente se limitó a completar la obra inacabada de su superior, Magallanes, cuando no se le ha simplemente ignorado. Afortunadamente, no siempre por todos, por lo que para encuadrar la obra del profesor Alvar me gustaría destacar tres periodos históricos que contribuyeron de forma señalada a que la memoria del marino de Guetaria no cayera en el ostracismo histórico, así como señalar algunos de quienes a ello se dieron con empeño: los años inmediatos a la gesta de la primera vuelta al mundo, destacando a Maximiliano Transilvano, secretario del emperador Carlos V, y los grandes cronistas de Indias; la Ilustración, con el establecimiento del Archivo General de Indias y los trabajos de los ilustrados para sacar a la luz a nuestros héroes nacionales, entre ellos Juan Agustín Ceán Bermúdez;y el siglo XX con la conmemoración del IV Centenario de la primera vuelta al mundo y la influencia positiva ejercida por el magnate Horacio Echevarrieta Maruri en la visibilidad que Elcano ha ganado desde entonces en nuestro país.

Maximiliano Transilvano, humanista flamenco y secretario personal de Carlos V –casado con la sobrina del mercader burgalés Cristóbal de Haro, personaje clave de bóveda de la gesta– asistió al encuentro de Elcano con el emperador y a la deposición de la comisión oficial (Elcano, Albo y Bustamante) ante el alcalde de Casa y Corte para aclarar los detalles de la expedición. En una «epístola» de octubre de 1522 dirigida a Mateo Lang de Wellenburg, cardenal arzobispo de Salzburgo y obispo de Cartagena, Transilvano relata las vicisitudes de la expedición al Maluco recién completada por Elcano. Existen fuentes coetáneas que indican que la carta pudiera haberse basado en buena medida en un informe presentado por el propiomarino guetariarra, informe hoy perdido. Es gracias a la carta de Transilvano por lo que contamos con la descripción más completa, fiable y detallada de las peripecias de esa odisea. Copias de la carta se remitieron inmediatamente a las principales cortes europeas, de modo que antes de finalizar ese año de 1522 ya se encontraba en posesión de todas ellas. En enero de 1523 el documento fue impreso en Colonia y hecho público con un gran éxito editorial con el título De Moluccis Insulis; seguidamente se editó en Roma y París, más de dos años antes de que fuera difundido el hoy en día más conocido y fantástico relato de Antonio Pigafetta, siendo el texto de la carta incorporado en las principales colecciones de viajes del siglo XVI. Es, por tanto, gracias a este alto funcionario imperial, que hoy en día podemos contar con el primer elemento sustantivo y fidedigno del papel de Juan Sebastián Elcano, ya que el de Pigafetta ignora completamente al español, llegando incluso a no mencionarlo por nombre ni una sola vez y a despachar en unas pocas páginas el relato del impresionante regreso a España desde las Molucas.

Dando un salto en el tiempo para situarnos en el de la obra que nos presenta el profesor Alvar, en la Ilustración encontramos otro momento esencial en la preservación de la memoria de Elcano, sus hechos, las fuentes documentales que los apoyan, y el impacto que el marino tuvo en nuestra historia y la de la humanidad. Clave en ello fue la visión de Carlos III de crear el Archivo General de Indias en 1785, previniendo así que las convulsiones que sacudieron a nuestro país al comienzo del siglo XIX dispersaran o perdieran para siempre documentos clave de nuestra historia más universal, la del descubrimiento, conquista y colonización de los territorios ultramarinos.

Dado el espíritu ilustrado prevaleciente en la época, unido a las posibilidades que permitía la nueva institución del Archivo General, que concentraba y ordenaba un buen número de importantes archivos preexistentes, se propició que diferentes investigadores y recopiladores de hechos históricos, y navales, trabajaran en la elaboración de biografías basadas en documentación ordenada, coetánea y fidedigna. Historiadores como Martín Fernández de Navarrete, Juan Antonio Enríquez Lozano y José Vargas Ponce empezaron a dirigir sus consultas hacia el Archivo para dar forma a la historia de la Marina española. Sus trabajos fueron el fundamento de las obras de los grandes cronistas navales del siglo XIX.

El destino quiso que en dos periodos (1791-1797 y 1801-1808) Juan Agustín Ceán Bermúdez, más conocido por su relación con la historia del arte en España, se encontrara entonces desempeñando funciones secretariales en el Archivo General de Indias. Las numerosas solicitudes de información que tuvo que atender le pusieron en conocimiento de los protagonistas y los hechos que posibilitaron la expansión hispánica durante la era de los descubrimientos, levantaron su interés por profundizar en ellos y le motivaron a elaborar una crónica de las primeras expediciones de la monarquía hispánica en el Pacífico aprovechando las fuentes inéditas a su disposición. A pesar de haber trabajado intensamente en ello y de haber elaborado dos borradores sucesivos de esa crónica, uno conservado en la Biblioteca Nacional y otro en la Real Academia de la Historia, estos trabajos nunca vieron la luz de la imprenta, probablemente debido a la guerra de la Independencia, a los movimientos de emancipación de las repúblicas americanas y a la inestabilidad política nacional tras la guerra.

El profesor Alvar, profundo conocedor de la época de la expansión ultramarina hispana y fino analista de sus protagonistas, a través del análisis de los documentos administrativos de las expediciones y de las fuentes originales de sus principales actores, especialmente Elcano, no podía dejar pasar la oportunidad de contribuir a los objetivos del V Centenario de la primera vuelta al mundo y, en cierto modo, también restituir a Ceán Bermúdez entre el elenco de historiadores esenciales de la historia de nuestras exploraciones y nuestros héroes. Con el apoyo de la Universidad Francisco de Vitoria y el Ministerio de Defensa, ofrece por primera vez a los investigadores y al público en general las notas que Ceán Bermúdez no pudo publicar en su momento, así como una relación de documentos esenciales sobre esa época, algunos poco o nada conocidos. No es esta una obra más de divulgación, sino que está destinada a apoyar y complementar otros trabajos profundos de investigación; sin embargo, las conmemoraciones de la gesta de Elcano han tenido la virtud de ampliar el interés en ella de un buen número de personas que, gracias a las numerosas actividades divulgativas, académicas, escénicas y musicales, audiovisuales, náuticas y deportivas organizadas al efecto, han alcanzado un alto nivel de conocimiento y, en algunos casos, son capaces de aportar novedosos aspectos al estudio de la gesta. Es a ellos también que esta obra está dirigida, y es seguro que la recibirán con gran interés.

Para completar este breve repaso de algunos de los campeones de Elcano, y ya más cerca de nuestro tiempo, el empresario HoracioEchevarrieta bien puede haber sido una de las personas que más haya contribuido a la difusión a escala nacional y global de su figura a partir del segundo decenio del pasado siglo XX. Hasta ese momento la figura del marino de Guetaria no había alcanzado la visibilidad de que goza hoy en día, ni siquiera a nivel nacional. Solo en su patria chica, el País Vasco, y muy especialmente en su villa natal, existía una conciencia de su relevancia. Tanto era así, que la Marina de guerra no lo había considerado suficientemente notable como para bautizar algún barco, mientras que con el de Magallanes lo había hecho hasta en cuatro ocasiones.

Fue la Sociedad Económica Vascongada de Amigos del País la que tomó la iniciativa para la adecuada conmemoración del IV Centenario de la primera vuelta al mundo, en principio centrada en el ámbito de las provincias vascongadas. Regida por una Junta, con participación de importantes personalidades regionales y locales, organizó la primera representación del desembarco de Elcano en Guetaria y fomentó la finalización de obras civiles significativas en esa villa. Asimismo, impulsó conferencias y exposiciones, y la elaboración de pinturas representativas que han llegado hasta nuestros días, como son las de Salaverría, Zuloaga y Uranga. El gobierno, haciéndose eco de la visibilidad que tomaban esas iniciativas, por Real Decreto de 6 de abril de 1920 reconoció formalmente a la Junta organizadora, recomendando sus actividades a todas las autoridades del reino. En esa cualidad, la Junta continuó impulsando las actividades programadas hasta la organización el día 6 de septiembre de 1922 en San Sebastián de su acto principal, presidido por sus majestades los reyes, con asistencia de numerosas autoridades nacionales y representaciones navales.

Es tras ese ambiente de exaltación de la figura de Elcano cuando se identifica la necesidad de dotar a la Armada con un buque-escuela para la formación de sus guardiamarinas que habría de llevar el nombre de Minerva, diosa romana de la sabiduría y las artes. La idea inicial de transformar un antiguo velero italiano fue desechada por las malas condiciones de este, y en su lugar se encargó a Horacio Echevarrieta –quizá el empresario más relevante de España en el momento– la construcción de un buque en sus nuevos astilleros de Cádiz, y con el nombre de la diosa se puso su quilla e iniciaron los trabajos. Sin embargo, Echevarrieta abogó persistentemente por el cambio de nombre del buque por el de Juan Sebastián de Elcano. Aunque el Ministerio de Marina fue, en principio, reacio, la amistad del empresario con el rey Alfonso XIII inclinó la balanza a sus tesis y poco antes de su botadura se aprobó dicha modificación, si bien el bergantín-goleta se entregaría con el mascarón de proa original de Minerva que lleva hasta nuestros días.

La insistencia del magnate vizcaíno resultó providencial en el impulso del conocimiento de la figura de Elcano, que hasta el momento se presentaba como un personaje histórico no bien perfilado o conocido. Desde entonces, y durante cerca de un siglo, la formación de los oficiales de la Armada ha incluido un crucero de instrucción en el buque-escuela que lleva su nombre, crucero que constituye el hilo conductor y homogeneizador de la carrera naval, y su cuerpo de oficiales a través de los años. Además, los cruceros del velero por los siete mares y sus puertos más importantes lo han elevado al rango de prestigioso embajador de España en el mundo. Esos son hechos que bien pueden haber contribuido más a divulgar el nombre y papel del marino guetariarra, especialmente entre los países con los que compartimos lazos lingüísticos, históricos y culturales, que muchos de los estudios llevados hasta la fecha.

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Es tarea primordial de la conmemoración oficial del V Centenario de la primera vuelta al mundo el profundizar en la figura, pero sobre todo en el papel y la trascendencia de Elcano, con objeto de presentar un nuevo relato de la gesta más ajustado a la realidad del que hasta ahora ha tenido el público en general. Durante el siglo XX esa idea ha estado excesivamente influenciada por dos remarcables obras de la literatura: la relación de Antonio Pigafetta, de fácil y agradable lectura, pero que con sus imprecisiones, omisiones y fantasías no puede considerarse una crónica fidedigna de la primera vuelta al mundo; y la obra de Stefan Zweig, magnífico estudio sicológico de la figura de Magallanes, pero que, por utilizar como hilo conductor el relato de Pigafetta, arrastra también todas sus dificultades y, ensalzando las indudables virtudes del portugués como emprendedor y líder, desenfoca las de Elcano, y las consecuencias para la historia de su decisión y arrojo. Es por ello que es de destacar el trabajo del profesor Alvar por profundizar en el estudio de los historiadores que han tratado su vida.

En este punto es conveniente recordar al lector que Magallanes nunca concibió, planeó o tuvo encomendada la misión de dar la vuelta al mundo. Un somero análisis de los documentos oficiales que le confían la expedición –las Capitulaciones de Valladolid y las Instrucciones para la conducta de la armada–, así como las declaraciones de los supervivientes, dejan claro que no lo tenía autorizado. Sus cometidos se limitaban a encontrar un paso desde el mar Océano al mar del Sur, alcanzar las islas Molucas y tomar posesión de ellas para la Monarquía Hispánica. Solo llegó a cumplir el primero.

Haciendo un ejercicio de ucronía podríamos reflexionar sobre qué hubiera podido ocurrir si Magallanes hubiese completado su misión, tal como concebida y encomendada y, sin desviaciones ni retrasos, regresado a España a su finalización, encontrando para ello el tornaviaje a través del Pacífico. Sin duda, su hazaña habría sido destacable en la historia de la exploración, y su nombre habría quedado inscrito en el elenco de los grandes exploradores y navegantes. Pero el impacto a medio y largo plazo hubiera sido menor del que finalmente tuvo la expedición. Por un lado, la dinámica geopolítica, dinástica y comercial del momento hubiera muy posiblemente condicionado el mismo resultado práctico sobre la pertenencia de las Molucas que el que tuvo en realidad, es decir, que las islas habrían acabado transferidas a Portugal y el Imperio español habría perdido su condición asiática; y ni siquiera el descubrimiento del paso entre los océanos hubiera sido de gran ayuda para la expansión española pues, tras la conquista de México en esas mismas fechas, la monarquía hispánica prefirió usar las costas occidentales de Nueva España como punto de partida a nuevas expediciones al Pacífico y extremo oriente; por otro lado, no se habría alcanzado ese hito de la exploración de nuestro mundo como fue el de completar la primera circunnavegación, hecho iniciador de la primera globalización.

La realidad de la expedición al Maluco nos muestra que, tras la muerte del portugués, se estuvo más cerca de un fracaso total de lo que a primera vista pudiera parecer: desaparecido Magallanes, su sucesor portugués se mostró incapaz del cargo; la Armada estaba reducida a menos de la mitad de barcos y tripulantes; la misión se había desdibujado en su objetivo principal de llegar a las Molucas, y los pilotos se mostraban incapaces de encontrar la ruta hasta ellas en el dédalo de islas y archipiélagos de la zona; y el regreso a España se antojaba cada vez más problemático dadas las condiciones de navegación encontradas durante el viaje de ida. Sin embargo, con el ascenso de Elcano a la cabeza de la expedición, todos estos problemas se solventaron: se encontraron las islas de la Especiería, se acordaron tratados con los líderes locales, se adquirieron y cargaron las codiciadas especias y, punto que cambia completamente la naturaleza de la expedición y su impacto universal, se regresó a Sevilla dando por primera vez la vuelta completa a la Tierra. Es ese hecho, la vuelta al mundo, lo que le da la grandeza a la gesta y a su protagonista español, Elcano, por ser una hazaña única e irrepetible con grandes consecuencias para España y la humanidad.

Para la monarquía hispánica, el hecho de que la expedición hubiese sido exitosa en sus cometidos principales y fuese culminada con el regreso de Elcano a Sevilla, siguiendo una novedosa derrota alrededor del mundo, abrió el interés por el Pacífico, fomentando que navegantes españoles lo exploraran hasta sus confines más remotos en el periodo que se ha denominado como el de «el lago español». El descubrimiento fortuito de las Filipinas, archipiélago que formó posteriormente parte de las Españas hasta el fin de las posesiones de ultramar, más que la llegada a las Molucas, fue lo que dio un carácter global y duradero al Imperio español que, de otra manera, hubiera sido solamente hispanoamericano. De no haber logrado la nao Victoria regresar a España tras su llegada a laEspeciería, muy posiblemente nada de esto hubiese ocurrido.

Para la humanidad, la concepción de la configuración de nuestro mundo cambió radicalmente. Si bien desde la antigüedad clásica la esfericidad de nuestro planeta no estaba en cuestión, sin embargo, este era imaginado como de menor tamaño, con grandes continentes preponderantes sobre pequeños mares cercados por la tierra, mares plagados de peligros conocidos y por conocer; es decir, lugares a evitar. Tras la primera circunnavegación, la Tierra comenzó a ser concebida de modo completamente diferente, como un mundo esencialmente marítimo, con grandes océanos que se comunicaban entre sí, bañaban los continentes, y servían para el contacto libre entre todos los pueblos y países. Así como la Internet de hoy en día, que constituye otro medio libre y gratuito que está reconfigurando nuestro mundo a través de la globalización de la información, esos océanos se convirtieron en el elemento unificador de la humanidad.

La importancia de dominar la mar para controlar el mundo quedó evidenciada, y no pasó desapercibida para otras potencias emergentes en Europa. La guerra regresó al entorno marítimo, y el dominio de este se mostró como un elemento esencial en la resolución de los conflictos. Las potencias marítimas lo entendieron bien: Inglaterra basó su estrategia naval en la concentración de sus mejores unidades para la interdicción del tráfico marítimo español, el bloqueo de la península ibérica, y los ataques a sus puertos y a los americanos, complementado por corsarios apoyados por escuadrones navales. En poco más de medio siglo, aún con un contingente naval menor en total que el hispano, consiguió desafiar a la monarquía hispánica en la mar, al tiempo que los Países Bajos lo harían con Portugal en extremo oriente.

Esos cambios en la geopolítica global ocurrieron porque un marino vasco de Guetaria, Juan Sebastián Elcano, español universal, astuto como Ulises y audaz como Jasón, supo salvar la expedición al Maluco y, en un final no previsto ni encomendado, rodeando «toda la redondez de la Tierra», regresó a Sevilla dando cuenta al emperador y al mundo del resultado de su gran gesta. Profundizar en el conocimiento de su figura, sus hechos y las consecuencias de su gesta de ser el primer hombre en circunnavegar nuestro planeta es lo que el profesor Alfredo Alvar hace, al sacar a la luz los trabajos del historiador ilustrado Ceán Bermúdez, que hace más de dos siglos contribuyó a que hoy lo conozcamos un poco mejor.

El Puerto de Santa María, junio de 2021Ignacio Horcada Rubio

Vicealmirante (Reserva)

Prefacio

Es un motivo de enorme satisfacción para la Universidad Francisco de Vitoria coeditar con el Ministerio de Defensa esta obra, Elcano y Cervantes descubiertos por Ceán y los ilustrados, de la que es autor Alfredo Alvar Ezquerra.

El libro se puede dividir en dos partes: una primera, dedicada a un estudio científico que arropa a la segunda parte, que es la edición del primer texto hecho sobre fuentes de archivo de las expediciones marítimas transoceánicas habidas en tiempos de Carlos V.

En la primera parte Alvar pone en relación y por primera vez, el proceso de «renacimiento», o de «redescubrimiento» de los personajes que nos ocupan y destaca cómo a lo largo de los años finales del siglo XVIII fueron descubriéndose los documentos que arrojaban luz sobre aquellos héroes, cómo se fueron empezando a escribir biografías sobre esas fuentes documentales y no sólo sobre antiguas obras históricas (redactadas a su vez diacrónicamente con respecto a los hechos que narraban) y en fin, cómo se empezaron a publicar colecciones documentales ya en el siglo XIX hasta nuestros días. Ni que decir tiene que por toda la obra se deja sentir un respeto a la tradición cultural y a la evolución metodológica.

Resulta de lo más interesante cotejar las fechas de la primera biografía completa de Cervantes, la de Mayans, y la primera de Elcano, la de Gómez Ortega, ambas sin documentos nuevos y escritas con tres décadas de diferencia. A pesar de ese ambiente cultural, entre medias empieza a descubrirse documentos de importancia capital, a la vez que la Monarquía se preocupa, por vía de las comisiones sobre todo de marinos, de ir rebuscando en los grandes archivos de la nación documentos sobre estos dos personajes (y aun otros, naturalmente). Justo antes de la Invasión Francesa, se había constituido la primera comisión para encontrar documentos de Cervantes (1804). Hasta después de la guerra no empezaron a publicarse esos documentos, o aquellos otros que atañían a Elcano. Las primeras décadas del siglo XIX fueron substancialmente importantes, al empezarse a publicar esas magnas Colección de viajes… y Colección de Documentos Inéditos para la Historia de España, detrás de las cuales estuvo Martín Fernández de Navarrete, que, a la sazón, había sido el primer biógrafo con trasfondo documental de Cervantes.

Así que, desde finales del siglo XVIII hubo una serie de personajes destacados, este Fernández de Navarrete, José Vargas Ponce y Juan Agustín Ceán Bermúdez quienes se enviaron entre ellos documentos, e intercambiaron ideas anhelos, ilusiones e incluso amistades en pos sustentado todo ello sobre los mismos intereses: conocer el pasado verdadero de los españoles.

Iniciadas las ediciones de documentos, pasado el tiempo, abierto el camino por los pioneros, se subieron al carro de todo este ambiente cultural otros investigadores a los que les fue más sencillo seguir desbrozando el camino porque sabían por dónde había que buscar. Añádase a ello el proceso de apertura de los grandes archivos del Estado a los investigadores, lo cual facilitó, naturalmente, la modernización del quehacer de los historiadores.

Este proceso de exhumación documental ha llegado a nuestros días, como se pone de manifiesto en esta obra. Y el proceso se ha ido retroalimentando, o ha seguido vidas paralelas tanto para Elcano cuanto para Cervantes y viceversa.

La segunda parte de la obra es la edición de los manuscritos aludidos antes que se custodian en la Biblioteca Nacional de España y en la Real Academia de la Historia y que fueron escritos por Ceán Bermúdez y que nunca llegaron a publicarse, aunque parece que la segunda versión ya estaba lista para entrar en imprenta. Pero, o bien la Guerra, o bien la muerte de Jovellanos (que instó a Ceán a dedicarle una primera biografía) paralizaron el proceso. Alvar ha transcrito las dos versiones del mismo manuscrito.

Cierra el libro una cuidada base de datos con registro de todos los documentos que se han ido publicando sobre Elcano señalando las obras en que se pueden leer para que el interesado no se conforme con referencias de oídas, sino que si de verdad quiere saber qué fue lo que ocurrió, cómo o cuándo pueda hacerlo libremente, porque todos los repertorios documentales a los que se hace referencia están en Internet.

El despliegue gráfico y de ilustraciones repercute aún más en la importancia, cuidado y belleza de esta obra en la que han colaborado instituciones públicas y privadas, civiles y militares de la más alta estima de los españoles. Nuestro agradecimiento al Ministerio de Defensa, a la Biblioteca Nacional de España, y a todos los que nos han permitido engrandecer este texto, y muy especialmente a la Real Academia de la Historia.

Dr. Clemente López González

Vicerrector de Innovación y Emprendimiento

Universidad Francisco de Vitoria

Al recuerdo de las horas pasadascon mi hermano Manolo (1950-2020) hablando de libros de viejo, manuscritosy encuadernaciones.

Presentación

Estaba a punto de terminar el año de 1804, cuando el ilustrado Juan Agustín Ceán Bermúdez (Gijón, 17 de septiembre de 1749 - Madrid, 3 de diciembre de 1829), sabio historiador del arte español, y por aquel entonces archivero en el Archivo General de Indias en Sevilla, tomó la decisión de ponerse a escribir sobre cosas de América, concretamente sobre la historia de las expediciones de tiempos de Carlos V por el mar del Sur.

El tema concreto de su interés había nacido como consecuencia de la búsqueda de documentos sobre Colón, Elcano y otros, que venía haciendo a petición de ilustres escritores de aquellos años finales del siglo XVIII y principios del XIX, para sus propias obras y como complemento de sus investigaciones de ellos.

Sabemos a ciencia cierta la fecha de su decisión porque la comunica en carta (de 14 de diciembre de 1804) a José Vargas Ponce, a renglón seguido de la felicitación por su elección como director de la Real Academia de la Historia.

Efectivamente: o harto, o despertado su propio interés histórico tras tantas noticias enviadas a los investigadores (que entonces se limitaban a pedir documentos y conformarse con lo que se les remitía), vio la mina que tenía ante sí y decidió redactar sus notas. La carta citada está escrita en un tono amigable, jocoso, mordaz y hasta soez (que hoy serviría para escándalo de algún reenvío de whatsapp)1:

Muy señor mío y de mi mayor veneración y respeto: he celebrado mucho la elección que ha hecho nuestra Real Academia de la Historia de V.S. para su Director, atendiendo a su mérito e instrucción y a las demás prendas que le adornan: la Academia jamás se arrepentirá de ello porque verá llenar sus objetos y la nación cogerá el fruto de tan acertado nombramiento. Dixi.

Ahora, para contestar a la puerquísima carta de Vm. de cuatro del corriente, es preciso mudar de estilo, y hablar en el tono de vientre desarreglado y de cagar fuerte.

Tengo, en efecto, cosas muy curiosas un mes hace sobre la mesa para remitir a V.m., y no lo hago porque abultan mucho; y pienso enviarlas por un arriero con los ejemplares de mi Descripción artística de la catedral de Sevilla, para las Academias de que soy individuo y para algunos amigos.

Como estaban estas cosas tanto tiempo sobre la mesa, entré en la tentación de escribir unas noticias curiosas relativas al descubrimiento del Maluco, y vea V.m. aquí que, sin saber cómo me metí a escritor de Indias, cosa que jamás se me había pasado por la cabeza.

Lo cierto es que ya tengo trazada la tal historia en que describo lo de la capitulación de los Reyes Católicos con el de Portugal2, sobre tirar la línea de demarcación; entro después en la armada del viaje de Magallanes3; sigue después la desavenencia con Portugal; prosigue la expedición de Loaysa y su desgraciado fin; luego la de Sebastián Caboto; sale del Sur al Maluco la de Hernán Cortés, mandada por Saavedra Sexón, que acaban desastrosamente, y acabo con la proyectada de Simón de Alcazaba, que fue por fin destinada a Italia, para llevar al Emperador Carlos V a que se coronase.

A todo esto dirá V.m., ¿y quién le ha metido en camisa de once varas? Y respondo que V.m., el mismo que me metió en el Diccionario de los artistas, que tanto han dado que decir […]

[Continúa la carta con otras noticias que no nos son al caso, aunque interesantes, y finaliza] Pepe, cuidado con cumplir pronto la palabra de enviarme lo que falta, no seamos andaluces, porque si no, me cagaré en el Director.

Memorias de la Aragonesa (su esposa), que está buena, con sus filiolos y lo mismo.

Ceán.

Así que Ceán se puso manos a la obra y escribió una —por llamarla así— breve crónica de las primeras expediciones por el Pacífico. Lo curioso del caso es que de ese texto se conservan dos versiones. La primera, que está en la Biblioteca Nacional de España, sería el borrador general, que corregido o ampliado, debió quedar listo para imprenta. Esta segunda versión —la corregida y ampliada— se conserva en la Real Academia de la Historia.

Este libro versa sobre el ambiente cultural que alumbró aquellos escritos…, y algo más.

El caso es que su texto nunca vio la luz. ¿Por qué? No lo sé, pero es fácil intuirlo. Acaso porque las páginas manuscritas cayeron en el olvido del autor, y en el de la posteridad. Acaso porque terminadas de escribir por lo pronto en 1805, coincidiría su punto y final con ciertas inestabilidades institucionales y políticas trágicas para la historia de España. E incluso hubo una guerra liberadora que todo lo destruyó. Destruyó hasta las conciencias, por cuanto hubo ilustrados que pensaron que era mejor colaborar con el rey intruso, que no; los hubo que se enfrentaron directamente a ese gobierno y, en fin, así se estuvo más de un lustro, con algunos de los más reputados intelectuales de aquella triste España dando vueltas de un bando hacia otro, como alguno de los protagonistas de estas páginas. El paradigma del héroe fue, qué duda cabe, Jovellanos.

Pero Jovellanos murió el 27 de noviembre de 1811. ¿Qué tiene que ver Jovellanos con todo esto? Sencilla y llanamente que la primera biografía sobre Jovellanos la escribió, precisamente, Ceán y salió a la luz en 1814: otro motivo más de distracción para Ceán, amigo y admirador del otro gijonés4.

La curiosidad del texto de Ceán estriba en que es la primera vez que se traza una historia de aquellas expediciones manejando documentación inédita de archivo. Lo que existía hasta entonces se basaba en los escritos clásicos de los cronistas de Indias, de los «historiadores primitivos de Indias» como con acierto quisieron llamarlos en la Biblioteca de Autores Españoles.

Hacía unos años, en 1769, otro gran ilustrado, Casimiro Gómez Ortega había escrito una primera biografía de Elcano, pero basada, como digo, en textos de creación, subjetivos.

Es curioso que lo acaecido con otro de los grandes mitos mundiales, Cervantes, siguió un trazado similar, como exponemos en este libro: la primera biografía sobre él, fue la de Mayans en 1737, pero sin documentos originales, usando solo sus reflexiones y escritos de Cervantes. A estos textos siguió la búsqueda y descubrimiento de documentos de ambos personajes, de Cervantes y de Elcano (y de las demás glorias nacionales), con esfuerzos personales, o con comisiones auspiciadas por el Ejército o la Marina.

Y se da la circunstancia de que uno de los grandes sabios, uno de los más inquietos y denodados buscadores de documentos, vino a coincidir en su recuperación de ambos mitos: Martín Fernández de Navarrete fue el primero en escribir una biografía documentada de Cervantes (1819), del mismo modo que fue el primero en ponerse a publicar series documentales de todas las expediciones que nos interesan desde 1837 en adelante (de Colón empezó a publicar en 1825).

Antes, pues, de 1840 estaba asentada la idea de que para escribir Historia había que usar documentos administrativos u objetivos, no subjetivos de creación. Así a partir de 1842 se empieza a publicar el centenar de volúmenes de la irregular pero fabulosa Colección de documentos inéditos para la historia de España, preconizada de nuevo por Navarrete y en cuyo volumen I se publican más documentos cruciales de Elcano, de su mano (de Navarrete).

Fue así como entre 1844 y 1845 se puso en marcha el plan de apertura de los archivos para los investigadores, tema que también trato, porque ese hecho sirvió para que se continuaran publicando documentos sobre Elcano, o sobre sus familiares o conocidos, exactamente igual que ha pasado con Cervantes.

Por tanto: no estaba de menos que hubiera una base de datos con la fecha de la primera edición (y en su caso del año de descubrimiento) de cada manuscrito de Elcano; de la primera, y de las sucesivas.

Y continuando con esta línea documental y epistemológica, hemos llegado a nuestros días, que se siguen descubriendo documentos sobre Cervantes y sobre Elcano, como ha de ser.

Son bastantes las coincidencias cronológicas, e incluso metodológicas, que existen entre el «descubrimiento» e incluso la consolidación nacional de Cervantes y Elcano, como para dejarlas de lado. El autor de la mejor obra de la literatura, y el primer circunnavegador del mundo, ambos españoles, son encontrados por la Ilustración, biografiados desde fuentes subjetivas, impulsado el conocimiento objetivo de ambas existencias «heroicas» desde la búsqueda de documentos bien a título individual como por comisiones reales, redactadas grandes biografías apoyadas en esos documentos y, finalmente publicadas grandes colecciones documentales, que se han ido ampliando hasta nuestros días.

Las vidas escritas y conocidas de Cervantes y Elcano han llevado ciertas, en efecto, «vidas paralelas», si bien la de Cervantes ha resultado más tratada y controvertida.

Ni que decir tiene que me ha interesado mucho y lo recojo en estas páginas, todo ese ambiente cultural. No son las primeras que dedico al asunto.

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Al amparo de la signatura Mss/ 5.622 de la Biblioteca Nacional de España están encuadernados varios manuscritos de distintos tamaños escritos por Ceán Bermúdez y que tratan de las expediciones al Pacífico en tiempos de Carlos V. Precisamente por tratarse de varios textos de distinto tamaño5 se deduce que son notas tomadas a lo largo del tiempo y que alguien, cuidadosamente, decidió encuadernarlas juntas —no sé cuándo— creando así un volumen facticio de 55 hojas.

Este volumen es el primer cuaderno (del que se tenga noticia) redactado por Ceán Bermúdez sobre las expediciones del Pacífico.

Existe una versión segunda, corregida y ampliada, que sería la que quedó lista para entrar en imprenta…, pero tampoco se publicó. Esta segunda versión está en la Real Academia de la Historia. Me ocupo de ella más adelante.

El volumen facticio de la Biblioteca Nacional de España está compuesto por:

1.º «Armada de Magallanes al Maluco. Noticias exactas de la armada de Magallanes al Maluco…».

2.º «Noticias de las armadas que fueron al Maluco en el reinado de Carlos V» (Loaysa, Sebastián Caboto, Álvaro Saavedra y Simón de Alcazaba).

No tiene título, pero en el catálogo de la Biblioteca Nacional aparece registrado como «Noticias exactas de la armada de Magallanes al Maluco / sacadas de los documentos originales, que existen en el archivo general de Yndias por D. Juan Agustin Ceán Bermúdez…». No creo muy acertado este título para todo el manuscrito por cuanto se trata del enunciado de unas hojas (2r. a 17r.) que así estaría dando nombre a todo el volumen.

No tiene fecha, pero aparece catalogado como de «1804» aunque en el manuscrito no conste esa fecha.

El manuscrito, como acabo de decir, ya era conocido porque había sido catalogado. Pero en la bibliografía que he manejado sobre Elcano, o sobre Ceán, nunca lo he visto citado.

1.- AGUILAR PIÑAL, Francisco. Bibliografía de autores españoles del siglo XVIII. Madrid: CSIC 1983, II, número 2.622.

2.- INVENTARIO general de manuscritos de la Biblioteca Nacional, vol. X. Madrid: Ministerio de Cultura 1984, p. 427.

3.- MARTÍN ABAD, Julián. «Obras manuscritas y papeles de Ceán Bermúdez en la Biblioteca Nacional» en Cuadernos de Estudios del siglo XVIII, 1 (1991), también en https://www.unioviedo.es/reunido/index.php/CESXVIII/article/view/12052/11081.

Contiene solo la ficha de catalogación (la misma que en el Inventario general…), que dice así:

a.- Armada de Magallanes al Maluco (f. 1-15). 2.- Noticias de las armadas que fueron al Maluco en el reynado de Carlos V (f- 17-54).

s. XIX, 54 f., 220 x 150 mm. (varios tamaños). El n. 1 es una copia y el 2 un original autógrafo con tachaduras, correcciones y notas marginales [lo cual no es acertado, a mi modo de ver].

4.- El manuscrito fue expuesto (cat. 1.15) en la exposición Ceán Bermúdez. Historiador del arte y coleccionista ilustrado, cuyo catálogo corrió a cargo de Elena M.ª Santiago Páez, y fue publicado por el Centro de Estudios Europa Hispánica y la Biblioteca Nacional de España en 2016. La ficha y fotografía de la primera página del manuscrito en pág. 184.

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Bajo la signatura de la Real Academia de la Historia 11-08234-11 se encuentra el segundo de los manuscritos aludidos cuyo título es, omitidas las tachaduras en la página inicial, Primeras expediciones que los españoles hicieron al Maluco para traer especiería, sacadas de los papeles originales que existen en el Archivo General de Indias por don Juan Agustín Ceán Bermúdez, principal encargado de su arreglo6.

Como he dicho antes, se trata de la segunda versión de las mismas «noticias», con bastantes correcciones, según vas a poder ver a continuación, amigo lector.

Solo conozco una alusión a este manuscrito y se trata de esta frase: «1804. Compone el manuscrito de las primeras expediciones que los españoles hicieron al Maluco para taer especería» [signatura, y sigue la descripción] «Hay una copia y borrador en la BNE, Ms. 5622». En GONZÁLEZ SANTOS, Javier. «Apuntes biográficos» en el catálogo antes citado, en la tabla cronológica «Cronología: los trabajos y los días. Ceán en el tiempo», en su página 297.

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Criterios de edición: he modernizado todos los textos por no hacer engorrosa la lectura. Además, si se quiere leer el original, véanse las tablas que se encuentran en el QR de Editorial UFV, que complementan a las aquí anexadas y que incluyen los datos de las ediciones originales de los documentos.

Hemos transcrito todos los «S.M.» por «Su Majestad», los topónimos o apellidos con «x» los hemos transcrito con «j» y en la medida de lo posible y realizable, he modernizado los signos de puntuación.

El trabajo base de transcripción se lo debo al Dr. José Miguel de la Nava Chacón que con ímproba laboriosidad cargó con la más engorrosa de todo estudio: pasar a máquina un manuscrito original. Si hubiere errores, se deben a mi descuido.

Él encabeza la interminable lista de agradecimientos que acompaña a cualquier libro. Ni que decir tiene que en primer lugar debo mencionar expresamente a don Miguel Ángel Ladero Quesada, académico-bibliotecario de la Real Academia de la Historia, señor que se distingue y distingue, siempre amigable y lleno de buenos consejos y de sabiduría. Todo el personal de la Biblioteca de la Real Academia me ayudan siempre más allá de lo que necesito. Y es así como me honro en gozar de la amistad de doña Asunción Miralles de Imperial y Pasqual de Pobil. El académico-secretario doctor Feliciano Barrios Pintado me socorrió con su fino bien hacer en todo cuanto le pedí para sacar adelante esta edición; lo propio hizo el doctor Jaime Olmedo Ramos, con quien he paseado por los pasillos de la Academia hablando de erudición y cultura, con enorme placer.

Comoquiera que los trabajos con la Biblioteca Nacional se pueden hacer por vía digital, no sé a quién agradecerles lo correspondiente, pero desde luego la institución funciona de maravilla.

Además, en cierta ocasión asistieron a una conferencia en el Casino de Madrid en que expuse algunas indagaciones previas, por un lado el vicealmirante Ignacio Horcada cuando era secretario general de la Comisión del V Centenario de la expedición Magallanes-Elcano, y por otro lado, el doctor Clemente, vicerrector de la Universidad Francisco de Vitoria, que inmediatamente se interesaron por la edición de este libro.

El vicealmirante Horcada me puso en contacto con el Servicio de Publicaciones del Ministerio de Defensa que, a su vez, puso en marcha la máquina editorial de esta parte. Por su parte, la editorial de la Universidad Francisco de Vitoria, con el dr. Clemente López y el dr. Isaac Caselles al frente, han hecho el milagro de convertir mis apuntes en un libro.

En fin: a los demás, a quienes os he mareado con mis cuitas, aquí está el resultado de tantas conversaciones.

Por último, siento mucho y tengo gran pena que en medio de tantas turbaciones del año 20 mi hermano Manolo se fuera de esta vida y no pueda ver este libro, con lo que disfrutábamos con las cosas de la bibliofilia y los manuscritos. Menos mal que la retahíla de los que me consuelan no es poca: Jorge, Silvia y Mariana Laurentina, por lo menos.

1 De Ceán a Vargas Ponce. Desde Sevilla a 12 de diciembre de 1804. Carta 18 de la recopilación del marqués de SEOANE. «Correspondencia epistolar entre don José Vargas y Ponce y don Juan Agustín Ceán Bermúdez durante los años de 1803 a 1805 existente en los Archivos de la Dirección de Hidrografía y de la Real Academia de la Historia» en Boletín de la Real Academia de la Historia, XLVII-Informes (1905), pp. 5-60.

2 Si lo escribió, no se conserva nada en los manuscritos que editamos. El Tratado de Tordesillas se conserva en el Archivo General de Indias (signatura Patronato, 1, N.6, R.2). No debe extrañar que Ceán lo tuviera a mano.

3 Esto sí es lo contenido en estos manuscritos.

4 CEÁN BERMÚDEZ, Juan Agustín. Memorias para la vida del excelentísimo señor don Gaspar Melchor de Jove Llanos, y noticias analíticas de sus obras. Madrid, Imprenta de Fuentenebro, 1814.

5 Del fol. 1r. al 16r., 19x11 cms. El fol. 17r. 20’5x13’5 cms. Del fol. 18r. al 36r., 21x15 cms., el fol. 37r. es un recorte con un añadido; del fol. 38r. al 55r., 22x15’5 cms.

6 Tachado un «1804», entre otras cosas.

7 Si no he errado en la cita, imposible de cotejar en medio del confinamiento.

Introducción: la Ilustración a la búsqueda de los héroes nacionales

En la segunda mitad del siglo XVIII en plena Ilustración, en medio de una crisis intelectual fascinante en donde se temía que fe y ciencia se enfrentaran, a la vez que se vivía un proceso de militarización de la Ciencia por la incapacidad de las universidades y, en tercer lugar, se buscaba qué era el «ser español» y las glorias nacionales, hubo algunos acontecimientos y personas e individuos muy interesantes relacionados con el mundo de la historia naval de España en general y, por ende sobre Colón, o Elcano. Pero, asimismo, los protagonistas de esas acciones, fueron los mismos que redescubrieron a Cervantes, o los que descubrieron al verdadero Cervantes, el reflejado en los documentos.

Veamos algunas extrañas o interesantes coincidencias.

En efecto, son bastantes las coincidencias cronológicas, e incluso metodológicas, que existen entre el «descubrimiento» e incluso la consolidación nacional de Cervantes y Elcano, como para dejarlas de lado. El autor de la mejor obra de la literatura, y el primer circunnavegador del mundo, ambos españoles, son encontrados por la Ilustración, biografiados desde fuentes subjetivas, impulsado el conocimiento objetivo de ambas existencias «heroicas» desde la búsqueda de documentos bien a título individual como por comisiones reales, redactadas interesantes biografías apoyadas en esos documentos y, finalmente publicadas grandes colecciones documentales, que se han ido ampliando hasta nuestros días.

Las vidas escritas y conocidas de Cervantes y Elcano han llevado ciertas —en efecto— «vidas paralelas», si bien la de Cervantes ha resultado más tratada y controvertida…, e inventada.

De Mayans (1737) al descubrimiento de la partida de bautismo de Cervantes (1752-1753)

1737 es el año de la edición en Briga-Real1 y también en Londres de la primera biografía de Miguel de Cervantes por Gregorio Mayans y Ciscar, impresa por Tonson, a instancias de lord Carteret. La biografía de Mayans es la primera biografía de Miguel de Cervantes, lo cual no quiere decir que fuera la primera vez que se escribió sobre él2, pero es comúnmente aceptado que con Mayans se fundó el «cervantismo».

MAYANS I SISCAR, Gregorio. Vida de Miguel de Cervantes Saavedra, Londres: J. y R. Tonson, 1737. (Imagen: Biblioteca Nacional de España)

El meritorio trabajo de Mayans no es en absoluto fiable por dos razones: la primera es que no contiene documentos y convierte las aseveraciones de Cervantes en declaraciones autobiográficas. Se confundió el gran ilustrado y acaso no fue capaz de discernir qué era autobiografía, qué experiencia, qué recreación en las obras de Cervantes. Así que, para empezar, la disertación que realizó sobre la «patria» de Cervantes carece de sentido, o por mejor decir, dejará de tener sentido tan pronto como se hallara —si se hallare— la partida de bautismo de Miguel.

En segundo lugar, porque la biografía de Mayans es, en buena medida una autobiografía suya propia, de tal manera que «su» Cervantes era un alter ego de sí mismo, en sus experiencias personales-políticas o en sus percepciones de la decadencia de España. Es decir, como dice el maestro Pérez Magallón, ese Cervantes fue una «invención mitificadora de Mayans»3.

Y es así como fueron apareciendo cosas. En 1748 Juan de Iriarte, bibliotecario regio, halló entre los manuscritos de la Real Biblioteca un impreso de 1581 de Granada en el que se citaba a 185 cautivos liberados de Argel, entre los cuales había un Miguel de Cervantes, de edad de treinta años y natural de Alcalá4.

La noticia de la naturaleza alcalaína de Cervantes se la comunicó Iriarte al padre Sarmiento, ingenio de la Ilustración española. Sarmiento, a través de esas noticias, así como de lecturas propias de la obra de Cervantes en las que se hacían muchas alusiones a Alcalá, y más aún, tras la lectura de la obra de Haedo de la Topografía de Argel, en la que explícitamente se trata de las heroicidades de Cervantes, natural de Alcalá, digo que por todos estos indicios el padre concluyó con que Cervantes era de Alcalá. Pero faltaba el documento que lo certificase.

A la vez, es evidente que hablarían los dos bibliotecarios reales, Iriarte y Manuel Martínez Pingarrón. Este escribió al abad de San Justo de Alcalá, Santiago Gómez Falcón, para que revisara los libros de bautismos de Alcalá. Sin entrar en otros pormenores de la búsqueda del documento, sabemos que el párroco de Santa María, don Sebastián García Calvo, expidió una certificación el 18 de julio de 1752 sobre la existencia de la anhelada partida de bautismo en el libro de cristianar de Santa María, que empezaba en 1533. La partida de bautismo fue publicada en 1753. A partir de entonces no ha cesado la interesada polémica, que a mi modo de ver es poco interesante, sobre la patria de Cervantes, recientemente resumida por Emilio Maganto Pavón5.

Como vemos, la insatisfacción de lo que ofrecía Mayans indujo a la búsqueda de nuevos documentos para la edición de El Quijote de Ibarra de 1780, la gran edición promovida por la Real Academia Española. La introducción de Vicente Gutiérrez de los Ríos debía ampliarse con fidedignas noticas, sacadas de los archivos. De hecho, aún se conservan en la RAE una serie de “Pruebas documentales para la vida de Cervantes”, que como ocurre siempre con los estudios pioneros, están llenas de dudas. Allá el lector podrá ver cómo el editor solicitaba datos porque son los libros que tenía al alcance de la mano en Segovia, no podía llegar a buen puerto; o las reclamaciones de documentos para probar la “primer parte” de la vida de Cervantes, o las copias de la partida de matrimonio de Miguel de Cervantes y Catalina de Palacios (25 de septiembre de 1771 y 26 de agosto de 1774); o la de defunción de Cervantes (5 de junio de 1765) o la de 8 de agosto de 1775 de la partida de bautismo de aquel Miguel de Cervantes de Alcázar de San Juan (9 de noviembre de 1558); que hasta que no se hagan análisis químicos no se sabrá si es verdadera o falsa, sino que podría ser de otro Miguel de Cervantes; o la copia de la partida de bautismo de Cervantes de Alcalá (10 de junio de 1765); o la puesta en valor ya en 1765 por Alonso Cano en carta a Vicente de los Ríos sobre las relaciones y elogios de López de Hoyos y Cervantes; y la copia (sin fechar, pero de 1765) de los versos de Cervantes a Isabel de Valois y al cardenal Espinosa y otras cartas de Alonso Cano sobre el rescate de Cervantes, o su patria, alrededor de 1765; y más búsquedas documentales –infructuosas- en Santa María de Alcalá o sobre los estudios de Miguel de Cervantes en Sevilla y algunas cosas más.

Con la edición de la Academia quedaba demostrado que el trabajo personal era insuficiente. Era imprescindible la labor de equipo: un responsable y varios escribanos, coordinados con archiveros y de por medio reales órdenes para atender a las demandas de las comisiones.